El laberinto y sus monstruos: imagen y significado en la novela de Manuel Mujica Lainez
Resumen
La historia de la imagen del laberinto revela que, a lo largo de su vida, el hombre se ha sentido atraído por aquello que le habla de la condición humana o cósmica. Como sabemos, está asociado al mito del minotauro, monstruo de cabeza taurina, devorador de hombres. En él, está implícita, además, la idea del viaje, cuya meta es llegar al centro que, apenas alcanzado, exige encontrar la salida para insertarse, renovado, en el mundo exterior. Es en este centro –campo de fuerzas, choque de tensiones– donde se hallará el dios o el monstruo y, en el cual, frecuentemente, se produce un encuentro consigo mismo. El laberinto (1974) de Manuel Mujica Lainez nos ubica en el Barroco español, reinado de Felipe II. La novela, en la que Ginés de Silva relata sus memorias, está dividida en dos partes: en la primera, desde su nacimiento en Toledo, relata su pasaje por diversas profesiones (paje-modelo del Greco, participante de la Armada Invencible, vendedor de pájaros, entre otras). En la segunda, ya en América, corre tras el Dorado capturando una visión que lo acompañará hasta el final de sus días, en Salta, en la batalla de San Bernardo. Pero de la mano de Mujica, asistimos a la desestabilización del mito clásico: en los trayectos laberínticos y avanzando hacia el centro, el protagonista será acechado por diferentes mujeres quienes, asumiendo perfiles monstruosos, entorpecerán su derrotero. Vemos, entonces, representaciones de la otredad bajo formas femeninas que operan como amenazas –tentaciones y perversiones– para el protagonista en su búsqueda de la “bella, altiva e ingenua Ilusión”.Descargas
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