RETROSPECTIVA DEL DESARROLLO DEL TURISMO EN LA REPÚBLICA ARGENTINA 1810-2010.

Un repaso necesario

 

Noemí Wallingre

 

Introducción

El turismo tal como se conoce actualmente es de reciente desarrollo. Sin embargo, en todas las épocas las culturas de las diferentes regiones del mundo sintieron la necesidad del desplazamiento. “El hombre es viajero por vocación y por necesidad. Desde los tiempos más remotos se le ve cambiando de lugar.” (Alemán Valdez, 1983). Así, los desplazamientos con fines espirituales, recreativos,  y alejados aún del concepto turístico, encuentran sus antecedentes en el mundo griego[1]. 

 

Unido a la curiosidad, la necesidad de aprender, de  descansar, de recrearse, de divertirse, de auto realizarse, de hacer una pausa en la vida cotidiana, entre otras opciones posibles, con el transcurrir de los siglos los desplazamientos humanos fueron ampliando el ámbito de sus necesidades.  Los nuevos intereses dieron origen al fenómeno turístico[2] de este tiempo.  Las inquietudes  sumadas a los logros alcanzados por los seres humanos y relacionadas con su forma de vida, sus condiciones de trabajo y el gran avance de la tecnología y las comunicaciones tendieron a multiplicar los movimientos de personas con fines turísticos.

 

Ahora bien, cuando se intenta indagar sobre los orígenes  de este tipo de desplazamientos en la República Argentina, e incursionar en los aspectos inherentes al desarrollo del turismo, son pocos los antecedentes  que se encuentran y tampoco es muy factible encontrarlos en las posteriores etapas de su evolución. La historia Argentina fue abordada desde diferentes enfoques como los políticos,  sociales o económicos, mientras que en los inherentes al turismo tan solo se reconoce que el fenómeno, comparativamente con el europeo donde tiene su inicio,  tuvo un origen tardío por lo tanto también lo tuvo su estudio. Además, desde la constitución de la República Argentina hasta el bicentenario la   actividad ha tenido tantas oscilaciones como la política nacional y encuentra una estrecha relación con la problemática general del país. 

 

Desde esa  realidad, este ensayo procura realizar un  aporte sintético sobre este tema a partir de bucear en los antecedentes, las transformaciones y la actualidad del turismo en el país,  a la vez  que relacionarlo con algunos aspectos conexos.

 

Para ello fue necesaria la adopción de una metodología que favoreciera su avance. Si bien numerosos autores han abordado el tratamiento de la evolución del turismo universal,  cada uno de los cuales adoptó  una determinada metodología, a los fines de llevar adelante esta propuesta se optó por el aporte realizado por Sergio Molina que en su libro El Posturismo (2000) analiza las transformaciones de la sociedad  y  la incidencia de estas en el funcionamiento del turismo. Propone “una  reclasificación de las etapas históricas, considerando el pre-turismo como una fase inicial y el posturismo como la actual, - anteponiendo a esta el turismo industrial- que no objeta la existencia simultánea de las demás[3].” Refiere también  que “para los países de Latinoamérica ninguna de ellas  es perfecta o ideal, cada una trae consigo costos y beneficios, enfrenta amenazas y oportunidades.” 

 

Las etapas del proceso evolutivo propuestas  son las del Pre-turismo que se originó en Europa durante el siglo  XVII  y se extendió  hasta el siglo XVIII;  el Turismo Industrial  a la que a su vez subdivide en las categorías del Turismo Industrial Temprano (desde el siglo XIX y se extiende hacia los inicios de la segunda guerra mundial);  el Turismo Industrial Maduro (a partir de  1950 cuando se masifica y se prolonga hasta fines de 1980),  y el Turismo Postindutrial (desde   mediados de 1980, aunque  muchas de las propuestas  y algunas  de sus  prácticas  devienen de años anteriores,  desde que tuvieron lugar nuevas tendencias que conformaron una nueva cultura turística en los actores: demanda, prestadores de servicios y gobiernos). El Posturismo según Molina es “un nuevo paradigma, una categoría histórica emergente, que altera ciertas  consideraciones fundamentales  de los turismos  originados con anterioridad.” Esta etapa representa una transformación radical que implica un cambio dramático en el comportamiento de la actividad, de manera que después surja una estructura y una funcionalidad diferentes de las conocidas.

 

Entonces, la estructura de este artículo consideró conveniente adoptar el criterio de reclasificación de las etapas indicadas, aunque fue necesaria su adaptación al contexto histórico argentino. Asimismo, las fechas que comprenden a cada  una se  indicarán a  modo de orientación cronológica y no necesariamente como definiciones ciertas, debido  a la dificultad de dar por finalizada una etapa para dar origen a la siguiente.

Ajustándose a los criterios mencionados para el caso del análisis del turismo argentino la orientación cronológica asumirá la siguiente división:

 

1. Del  Turismo Industrial  subdividida en las siguientes categorías:

a) El Turismo industrial temprano: (desde la Independencia Nacional  hasta 1945 e incluirá las subcategorías de la organización nacional, la belle epoque y  la transición)

b) El Turismo Industrial Maduro: (a partir de 1946  hasta los años 80)

c) El Turismo Postindustrial: (desde  1980  hasta fines del siglo XX.

2.  El Posturismo: (iniciándose en los umbrales del siglo XXI)

 

Es necesario resaltar que estos están precedidas por una etapa que suele denominarse del pre-turismo, formada por las categorías pre-hispánica e hispánica; esta última se extiende hasta la independencia nacional y escapa al objetivo de este trabajo.

 

En su organización se partirá del breve análisis general del contexto de la situación del país y  que tiene fuerte incidencia en el turismo como los aspectos políticos, económicos, sociales y de transporte.

 

En lo específico al turismo, se abordará su evolución desde los componentes de la oferta, los destinos, alojamientos, la creación de áreas protegidas, el comportamiento de  la política, de  las instituciones públicas y privadas, los avances normativos,  la planificación para el desarrollo y las características  básicas de la demanda.

 

Como idea final, este trabajo repasará los principales avances que desde 1810 el turismo nacional pudo concretar en la búsqueda de clarificar cuál fue el camino recorrido hasta la actualidad.

 

1. Etapa del Turismo Industrial

 

a) El Turismo industrial temprano  (1810-1945)

De la Organización Nacional (1810-1880)

Argentina alcanzó la independencia en el año 1816 y a partir de ese momento ingresó en un período de organización nacional que consideró el proceso de estructuración territorial y el nacimiento de las instituciones. En 1853 se sancionó la primera Constitución que impulsaría la idea de organización de la Nación e incluyó el nombre de República Argentina  para la designación del gobierno y el territorio de la Nación. El inicio del acelerado proceso económico y cultural llevó a los  sucesivos gobiernos a pensar en la necesidad de integrar al país a través del desarrollo del transporte. El histórico eje del comercio se acentuó hacia el Atlántico, asignando un mayor protagonismo a Buenos Aires, principalmente a partir del desarrollo agrícola, de la mano de la creciente y productiva región pampeana.

 

Las condiciones imperantes aún no ayudaban a las posibilidades de realizar viajes de placer.  Los medios de transporte y las alternativas de alojamiento poco habían mejorado desde la etapa colonial. Sin embargo, numerosos autores rescatan que la mayoría de los extranjeros arribados refieren elogiosamente a la hospitalidad sincera, sencilla y afectuosa de las familias argentinas, resaltando particularmente la hospitalidad del gaucho.  Barletta (1992) menciona que “[…] el forastero era recibido como si fuera uno de la familia, en forma natural y que no debía esperar a ser invitado, pues ello sería infringir la naturalidad de la costumbre.” La intención de pagar por ello era considerada un insulto hasta en aquellas personas de menores recursos. Citando al francés Arsene Isabelle,  agrega que  este reconoció a la hospitalidad “como una virtud de los argentinos”.

 

Los primeros traslados que se realizaron se caracterizaron ante todo por los sucesivos viajes de misioneros, geógrafos, historiadores, naturalistas, literatos y marinos, cuyos desplazamientos no tenían un espíritu meramente turístico. Darwin, Fitz Roy, Moreno, Mascardi y Ameghino se encuentran entre ellos.   Barletta (1992)  comenta que “Visitantes ingleses y franceses recorren el país, escriben sus opiniones y observaciones. Llevan a Europa, en libros y publicaciones, las imágenes de  la región pampeana, de la cordillerana de los Andes y de las provincias de Buenos Aires, Mendoza, Córdoba, Tucumán, Santa Fe y otros lugares.”

 

Sin embargo, el autor adiciona que “También llegaban turistas y simples curiosos en busca de oportunidades”. “Muchos de ellos publicaron sus observaciones e impresiones que fueron devoradas por los europeos, en especial, Inglaterra”.  Así también “En 1870 ya se registraban  viajes periódicos a Cacheuta por parte de personas que querían bañarse  en estas aguas, llamadas  ‘Termas del Fraile’ […].” (Lacoste, 2004).

 

El país aún no contaba con alojamientos que permitieran hospedarse en las condiciones elementales de servicio, salvo en contadas excepciones. Con posterioridad y muy lentamente comenzó su desarrollo. En la ciudad de Buenos Aires nació el primer hotel de inmigrantes (1825) cuya finalidad fue resguardar a las corrientes migratorias que provenían de Europa. En 1912 quedó terminado un nuevo edificio que mejoró las condiciones temporarias de vida de los recién llegados. En esa Ciudad se inició también la actividad hotelera destinada a quienes viajaban por placer. Unido a las actividades comerciales, los primeros desarrolladores desde la segunda mitad del siglo XVIII fueron los ingleses. En 1868 se inauguró el Hotel Argentino, el más lujoso de Buenos Aires para esa época, en 1854 el Hotel Provence, que se comparaba con los mejores de Europa; en 1855 el Hotel París y Labastié (1855), y el Hotel Roma en 1857.

 

Los centros turísticos aún no se habían desarrollado. A mediados del siglo XIX, de manera espontánea e improvisada, comenzó a aparecer el turismo en las playas bonaerenses.  Desde 1845 Mar del Plata, que era un asentamiento con actividades de saladero de carnes, de a poco fue transformándose en un destino turístico, principalmente aprovechado por la colectividad inglesa, en cuyos hábitos se incluían el disfrute del clima marítimo. La situación llevó a que en las posteriores décadas se  iniciaría el desarrollo más  planificado de la actividad.

 

La Belle Epoque (1880 -1918)

Avanzado el siglo XIX el país ingresó, bajo el modelo agro exportador, y acompañado de los principales avances del transporte, en particular del ferrocarril,  en una renovada etapa que ejerció gran influencia en los aspectos sociales y culturales, principalmente de la clase terrateniente. “Desde 1860 a 1930 de un lugar obscuro y atrasado cumplió con ese pensamiento: exportó,  se desarrolló material y culturalmente al estilo europeo y, aún,  un poco más ostentosamente.” (Barletta, 1992). Se iniciaba la denominada década del ‘80 que, siguiendo las tendencias europeas, se reconoció  como  la Belle Epoque.[4]

 

El repentino enriquecimiento de un reducido sector de la sociedad produjo la construcción de amplios palacetes, que se dedicaran a las excentricidades a la hora del turismo (Rapoport, 2003). Era el periodo en que se admiraba a Europa y “Europeizar es la voz del orden.  De Europa viene la ciencia, la técnica, la cultura, el progreso; lo autóctono y  lo indiano es incapaz de producir nada de sí. De allí que, para esa oligarquía paternalista, gobernar equivalía a europeizar” (Pérez Amuchástegui, 1965).

 

La situación política y económica imperante permitió que el turismo estuviera destinado exclusivamente a una limitada clase alta, quienes de la mano del poder económico comenzaron a saborear las virtudes del disfrute del tiempo libre[5], que estaba asociado a la vida al aire libre y tenía una gran importancia social. En un principio las familias de clase alta se recluían en sus  cascos de estancia que por generaciones contribuyeron a concretar sus prolongadas vacaciones veraniegas, las que eran todo un acontecimiento social. Era habitual la organización de reuniones entre las familias que alternaban la ciudad de Buenos Aires con sus estancias. Prontamente se introducen los primeros centros turísticos del país.

 

Por otro lado, iniciaron el aspirado viaje a Europa donde absorbían el estilo de vida para luego imitarlo en el país. Al respecto, algunos autores especifican:

 

“En los centros de placer europeos la palabra argentino se convirtió en sinónimo de riqueza y lujo. […] Los magnates  alquilaban para su uso particular vagones  de ferrocarril y hasta trenes enteros para transportar a sus familias y servidumbres de sus mansiones urbanas a sus residencias de veraneo. Un estanciero se llevó consigo vacas lecheras a Europa para asegurarse que sus hijos tuvieran buena leche para beber durante el viaje.” (Rapoport (2003, citando a Ferns).

 

“Los argentinos poseedores de inmensos campos con decenas  de miles de cabezas de ganado viajan a Europa con todos  los suyos. Alquilan varios camarotes, y sí la familia es numerosa, todo un costado del transatlántico. Y allá van el señor y la señora, los hermanos pequeños de la señora, la madre que, por vigésima vez  realiza el viaje  y sube al vapor como pudiera subir al tranvía […] junto con las institutrices inglesas y las doncellas francesas que cuidan de la educación de los niños. En Europa ocupan todo un piso del hotel […] nadie se asombra […] son argentinos. En Europa exclaman ¡Rico como un Argentino!” Barletta, (1992)

 

Hay quienes interpretan que a partir de conocer la existencia de ciudades desarrolladas  para el aprovechamiento del mar en Europa  surgió la necesidad de crear una ciudad balnearia a su imagen. Aunque, Bertoncello (1992) y Mantobani (1997) resaltan que el área elegida para fundar algunos balnearios de la costa bonaerense poco tiene que ver con la necesidad de imitar  experiencias de otros países, sino que forma parte del  proceso de ocupación, apropiación y puesta en valor de la tierra. Se inició en los primeros años de la conquista, mediante la formación de grandes estancias dedicadas a la ganadería. En una primera etapa la ocupación sobre el frente marítimo no consideraba una valoración económica y  muy eventualmente eran utilizadas por las familias propietarias de estancias para su esparcimiento. La crisis del modelo agro exportador  que afectó a sus propietarios no fue ajena al posterior aprovechamiento turístico de las costas, funda­mentalmente por la oportunidad de valorizar las tierras cuya  posibilidad de aprovechamiento agropecuario era prác­ticamente nulo -estaban casi desérticas y sin población hasta fines del siglo XIX-. A través de la subdivisión para la venta en lotes con des­tino urbano, fueron surgiendo los primeros balnearios del país.

 

Mantobani (1997) refuerza esas ideas: “La percepción de la costa atlántica bonaerense como territorio para la localización de pueblos no era muy favorable hasta que esta zona de campaña se incorporó al imaginario social de fines del siglo XIX con la transformación de Mar del Plata en villa balnearia de la clase alta Argentina y con su vinculación al proyecto de modernidad periférica de la Generación del Ochenta.”

 

Así surgió Mar del Plata (1874) como el primer balneario argentino, impulsado primero por Pedro Luro y luego por Patricio Peralta Ramos.

 

“[…] un estanciero como Patricio Peralta Ramos, quien solicita el 14 de noviembre de 1873 una licencia para la traza y formación de un pueblo en tierras de su propiedad, tendrá que movilizar  todas sus influencias y poner toda su imaginación  al servicio de la convincente aunque exagerada descripción de las riquezas naturales que existían  en las inmediaciones -supuestamente embargadas por sus muchos acreedores- y que le auguraban al pequeño poblado de campaña, no al que ya existía, sino al que quería crear, un futuro de progreso: es decir, con puerto y estación de ferrocarril. Un año después […] va a iniciarse el proceso de transición urbana de Mar del Plata hacia un pueblo balneario, proceso que fundamentalmente será el resultado  de la promesa  de llegada del ferrocarril, de la crisis de las actividades agropecuarias y del saladero, y de la irrupción  de otras formas de articular la naturaleza y la sociedad y el territorio y el imaginario (Mantobani, 1997).

 

El autor (1997) también reconoce  que “[…] gracias a la referencia de nombres de centros balnearios europeos y norteamericanos  se logró atraer la atención de la clase alta, sensible a las costumbres cultas y en búsqueda de nuevas prácticas de distinción social, hacia  un territorio  recóndito y desconocido del SE de la provincia de Buenos Aires  y legitimar el esfuerzo  privado y público por convertir a un pueblo de campaña ligado a las actividades económicas prevalecientes en esa época (agropecuaria) en una elegante villa balnearia de la alta sociedad porteña.”

 

Por lo tanto, si bien debe desmitificarse la histórica interpretación sobre que el origen del balneario se debió a la necesidad de copiar modelos extranjeros, es cierto que  su existencia  logró  influenciar a  la clase alta Argentina y  contribuyó a su posterior desarrollo.

 

Mar del Plata se consagró como el destino turístico de la alta sociedad a partir de dominar su histórico aislamiento con la llegada del ferrocarril (1886). La construcción del lujoso Hotel Bristol (1888), la Rambla Pellegrini y las inversiones en la construcción de suntuosas residencias privadas permitieron su concreción.  En 1899 se desarrolló un plan urbanístico  y en 1911 se construyó la nueva  Rambla Bristol, en torno a la cual giraba la vida social. Para ese año la ciudad era el destino turístico estival por excelencia del país  cuyo principal atractivo era las propiedades curativas del mar. Las  adineradas familias  viajaban en tren y pasaban sus extensas vacaciones estivales que promediaban los tres meses, acompañadas incluso por el personal de servicio. Mar del Plata es la Villa exclusiva de la clase alta porteña. Muchos construían sus propias residencias  y otros se hospedaban en hoteles. Se desarrollaba una vida social intensa que incluía cabalgatas, cacerías, concursos de tiro, regatas, tenis, golf, hipódromo y conciertos, entre otras.

 

A partir de este primer antecedente  se realizaron grandes inversiones  turísticas  en el país. Desde 1880 iniciaron su desarrollo los primeros centros termales orientados a la rehabilitación[6] que prescindieron de las aguas termales  y centraron su oferta en servicios  orientados a la revitalización física y psíquica sobre la base de tratamientos contra la obesidad, el envejecimiento y el stress.  Surgen en Córdoba donde a principios del siglo XX se desarrolló el equipamiento entorno a la curación de la tuberculosis y las enfermedades pulmonares, a través de tratamientos que requerían largas permanencias en ambientes apropiados por el clima y la altura, virtudes  que ofrecía el clima serrano. Se crearon los  centros en Santa María, La Falda y Cosquín, y las Sierras de Córdoba serán una nueva alternativa vacacional. En 1897 en la zona serrana se inauguró el emblemático Hotel Edén, también como un centro de rehabilitación, que incluía el más alto nivel con mobiliario y elementos decorativos de estilo Art Nouveau traídos de Europa y donde se hospedaron notables personalidades de la vida pública, argentina e internacionales. Poseía campo de golf, anfiteatro y se elaboraban productos  de granja.

 

El Hotel Casino Termas Rosario de la Frontera surgió en Salta en 1878 y fue el primero en su tipo y de gran nivel del país. En 1913 en Mendoza, y por iniciativa de la Compañía Hoteles Sudamericanos, abre el hotel Casino Termas de Cacheuta. En 1888 comenzó el impulso de Miramar  y se fundó Necochea, y en 1913  el balneario Ostende. En 1901 Nicolás Mihanovich organizó el primer viaje hacia las Cataratas del Iguazú y también a las ruinas jesuíticas transportando en su primera travesía a un grupo de selectas familias porteñas; con anterioridad y hasta principios del siglo XX, las Cataratas  solo habían sido visitadas por  aventureros, o expedicionarios como Ambrosetti y Thays.

 

 “El notable investigador Juan B. Ambrosetti realizó un legendario viaje por el Alto Paraná en 1895, y poco después, en 1907, se encargó al paisajista Carlos Thays realizar el proyecto de un parque nacional, en lo que sería la primera acción de gobierno en ese sentido.” (Khatchikian, 1991). 

 

Khatchikian (1991) amplia además que:  “en la Argentina de principios de siglo, cuando el turismo era una prerrogativa de pocos, estos frecuentaban el Tigre, Mar del Plata y algunas termas, en particular Cacheuta (Mendoza), sitios que alternaban con largas temporadas en Europa, o en la estancia. El turismo a estas zonas de frontera (haciendo  referencia a Misiones) tenía un sabor exótico equivalente al “tour” del siglo XVIII, y estaba reservado a algunos viajeros intrépidos y aventureros.”

 

Kirbus (2004)  aporta que hasta la  fundación del ACA en 1904:

 

 “[…] previo a la aparición del automóvil la única actividad turística en la Argentina que podía definirse como tal era ir en tren a las sierras de Córdoba, o bien a Tandil y su célebre “piedra movediza”, actividad que se terminó cuando la mole se precipitó un día de 1912”.  “También se visitaban, siempre en interminables jornadas polvorientas por tren, las fuentes termales de Rosario de la Frontera, en Salta, o los baños de Cacheuta y Puente del Inca, en Mendoza. Este era todo el turismo que se conocía.”

 

Mientras tanto, en la ciudad de Buenos Aires, desde fines del siglo XIX y principios del XX,  la oleada de inmigrantes españoles aportó una nueva influencia en la hotelería y los cafés con su epicentro en la avenida de Mayo.  El Gran Hotel España (1897),  el Palace Hotel (1905), el Cecil Hotel (1925) y el París Hotel (1910)  fueron emblemas de esta etapa. En 1909 Ernesto Tornquist sumó el Plaza Hotel como el más suntuoso, lujoso, tradicional y de estilo europeo de la ciudad.

 

El avance en el trazado del ferrocarril produjo la construcción de elegantes hoteles  que dieron lugar al desarrollo de algunos de los principales centros turísticos del país. Los establecimientos eran administrados por las compañías ferroviarias, o también por empresas subsidiarias de estas y que estaban destinadas al desarrollo y administración de hoteles y servicios gastronómicos. La compañía Hoteles Sudamericanos, propiedad de los ferrocarriles británicos, tuvo una alta incidencia en el desarrollo del turismo en la zona cordillerana de Mendoza y,  a partir del trazado ferroviario a Chile construyó elegantes hoteles destinados al turismo termal, como el Termas de Cacheuta (1913). A partir de 1910 los Ferrocarriles del Estado incursionaron también en la hotelería y el turismo.

 

Entre otros emprendimientos se suman el Hotel Club Sierras de la Ventana, obra de Manuel Lainez,  que para su época fue el más lujoso de América del Sur, construido por  la Compañía Británica Ferrocarril del Sud (1911), que  tenía como estrategia desarrollar hoteles en determinadas zonas  por  las que circulaban los ferrocarriles, tomando como finalidad aumentar el tráfico de pasajeros. Incluía el acceso a través de un tren a vapor, estaba construido sobre 126 has y disponía de canchas de golf, fútbol y tenis, gimnasio, hipismo, piletas de natación, teatro, juegos de mesa y casino, farmacia, enfermería, peluquería,  una torre mirador que permitía observar el paisaje, excursiones organizadas y mucho más. De estilo Tudor, si bien estaba destinado a encuentros de grupos particulares de la alta sociedad, fue concebido con un fin más amplio. “[…] nació por una iniciativa de un destacado médico de vías respiratorias, el doctor Félix Muñoz, quien encontró en las cadenas de la Ventana un clima puro y sano, que según él, podía curar el asma, los trastornos pulmonares, nerviosos, artríticos y muchos otros”  (Scandizzo, 2004).

 

Otro hecho emblemático fue en 1914  la inauguración en Empedrado,  Corrientes, del lujoso complejo conocido como la  ‘Mansión de Invierno’ o ‘La Ciudad de Invierno’; diseñado por Pedro Luro fue construido por un grupo de inversores, con elementos de construcción y mobiliario totalmente europeos. Se trasladaban las familias de la clase alta para no padecer las consecuencias del frío  invierno porteño, y reemplazó por un corto tiempo los viajes que  con esos fines  realizaban a Asunción del Paraguay. Tenía casino, hipódromo, práctica de críquet, tenis y otros deportes[7].

 

La Ciudad de Río Hondo comenzó a perfilar su futuro turístico en la primera década del siglo XX,  alcanzando el rango del mayor centro termal de Argentina. El Tigre y el Delta, desde el acceso ferroviario, se impulso como destino elitista de moda para la recreación porteña. Fueron construidos importantes clubes náuticos, señoriales casas privadas y hoteles, sobresaliendo la inauguración, en 1906 del elegante Tigre Hotel.  En las primeras décadas del siglo XX ya  funcionaban en Buenos Aires Wagon Lits-Cook, Casa Díaz, Puente Hermanos y Exprinter, entre las de mayor importancia, empresas que ofrecían servicios de viajes.

 

La Transición (1918-1945)

Desde la primera década del  siglo XX la apertura del sistema político argentino tendió a afianzarse. Para 1918 las exportaciones agrícolas se incrementaron, debido particularmente a la finalización de la primera guerra mundial, que favoreció el crecimiento económico.  Argentina, de la mano del modelo agro exportador,  fue la octava economía del mundo, aunque entre los años 20 y 30 se produjeron constantes altibajos en las exportaciones que afectaron notablemente el desarrollo nacional.  A  su vez, ya por 1914 se había comenzado a perfilar una nueva estructura social que comenzó a alejarse del modelo polarizado en dos clases. En la nueva estructura los sectores medios comenzaron a adquirir significación produciendo una importante movilidad social ascendente. Surgieron los asalariados  urbanos  y se fortaleció el crecimiento de los sectores ligados al comercio y a la incipiente industria. Las primeras décadas del siglo XX estuvieron acompañadas por el ascenso de las organizaciones sindicales. Desde su gobierno Hipólito Yrigoyen consideró la posibilidad de producir un acercamiento entre el Estado y los movimientos obreros.  Su primera presidencia dio los primeros pasos en el accionar social tendientes a impulsar algunas mejoras laborales que humanizaran las condiciones de trabajo. A partir de su segunda presidencia (1928/30), en el intento de avanzar hacia ese fortalecimiento, Yrigoyen fue derrocado. Tuvo entonces lugar el primer golpe de Estado de la Nación que rompió con el orden  institucional. A pesar de esa interrupción de la vida democrática, había comenzado la  incipientemente  movilidad de clases  dando lugar al fortalecimiento de la clase media. En 1934 se establecieron las normas para celebrar los contratos de trabajo que intentaban impedir los despidos arbitrarios y se estableció, para algunos gremios,  los beneficios jubilatorios. 

 

Esos avances tendientes a la valoración, entre otros derechos adquiridos, del tiempo libre de los trabajadores, condicen con la postura de Dumazedier quien sostiene que el ocio es un fenómeno exclusivo de nuestro tiempo.  “sólo con el industrialismo que conlleva al acortamiento de la semana laboral y al gran poder de compra de las masas, el ocio ha pasado a ser una esfera significativa de la vida” (Munné, 1985:39)[8]. En Argentina, si bien el gobierno de Yrigoyen avanzó hacia la concreción de esos beneficios, la valoración del tiempo libre vacacional no fue reconocida por Ley hasta 1946. En 1943 Perón, en su función de Secretario de Trabajo y Previsión Social, se relacionó con los sindicatos y los trabajadores, y comenzó a revisar la política social. En 1944 asumió como Vicepresidente y Secretario de Trabajo. Su proyecto político se basó en los sectores populares. “[…] su acción política  se desplegó  alrededor de tres ejes: la justicia social, el control de la clase obrera y la despolitización de las organizaciones sindicales” (Rapoport, 2003). De esa forma puso en marcha una política social y laboral. Creó el Instituto Nacional de Previsión Social, implementó el programa de seguridad social, vivienda y salud,  aprobó el estatuto del peón de campo,  otorgó  aumentos salariales, impulsó la firma de los convenios colectivos de trabajo y las  indemnizaciones por accidentes de trabajo. Esas condiciones propiciaron la llegada de  Perón a la Presidencia de la Nación en 1946, que cambiaría la historia nacional y repercutiría fuertemente en el ejercicio del turismo.

 

Concretamente en el turismo, a partir de la década de 1920  se producen algunos aportes que se verán incrementados en las siguientes décadas, a partir de concretarse obras de infraestructura realizadas por el gobierno nacional.  El desarrollo de la red vial troncal favoreció al turismo. La iniciativa privada acompañó con el desarrollo de equipamiento en los nuevos balnearios de la costa Atlántica. Mientras que el ACA y el Touring Club lo hicieron especialmente en su rol de promoción  del sector y en la concreción de algunos aportes a la red vial.  Por otro lado, las consecuencias de la crisis de mundial de 1929 dieron lugar a la proliferación de enfermedades respiratorias muy difíciles de curar, y acentuó la necesidad de iniciar el desarrollo del turismo de salud, en particular en las sierras de Córdoba.

Los años 20 marcaron además el desarrollo del turismo entorno a las aguas termales del Lago Epecuén  y de su Villa Turística.  San Carlos de Bariloche, de la mano de las políticas de desarrollo de las primeras áreas protegidas del país[9],  inicia su perfil de destino de ciudad turística  y desde  1930 comienza a convertirse en un importante centro turístico internacional, y donde las familias de la clase alta del país comenzaron a construir enormes mansiones de veraneo. El Parque Nacional Nahuel Huapi sumado a la llegada del ferrocarril incidieron en el afianzamiento del desarrollo turístico regional, y produjeron las condiciones propicias para su concreción. Se fomentó el turismo de ski, se promocionó la caza y la pesca deportiva y se inició la navegación con fines turísticos en el lago Nahuel Huapi. Bustillo, impulsor de la ciudad, aspiró a su desarrollo planificado por el cual concretó  la construcción del  centro cívico, conjunto edilicio de edificios públicos con una plaza en el centro inaugurado en 1939, y definió desde entonces la imagen de la ciudad. Bariloche se perfiló como destino de deportes invernales exclusivo para la elite del turismo nacional e internacional, a partir del  Centro Internacional de Esquí Cerro Catedral.

La creación del Parque Nacional Nahuel Huapi hizo que el directorio de Parques analizara que, tratándose de una zona esencialmente de turismo, era muy urgente construir  un gran hotel. “Era el imán que necesitaba para provocar  la corriente de visitantes que vivificase el parque y a la vez que viniese a despertar la curiosidad de las personalidades políticas llamados a sostener en el futuro nuestro esfuerzo colonizador” (Bustillo: 1968).  Así, la iniciativa gubernamental construyó el Llao Llao Hotel, para fomento del turismo, que fue el instrumento impulsor del desarrollo regional y una alternativa para convertir a Bariloche en un centro internacional, a la vez que el gobierno reconoció que ese hotel representaba un gran avance sobre esa frontera, refiriéndose a la expansión e inclusión de la Patagonia.

 

Por otro  lado, Bustillo incentivó el desarrollo turístico de Puerto Iguazú a partir de la creación de Parque Nacional (1934), el mejoramiento del camino de acceso, la modernización del hotel existente y la construcción de las pasarelas de madera  sobre los saltos de las cataratas.

 

Junto a la instrumentación del turismo como actividad motriz para el desenvolvimiento de los parques nacionales, en particular durante la década de 1930, se avanzó en la creación de nuevos pueblos con sus centros productivos. De esa forma surgieron San Martín de los Andes (Neuquén) y Esquel (Chubut). En 1937 la creación del Parque Nacional Los Glaciares permitió visionar  el destino turístico para El Calafate. En Córdoba, a mediados de los ’30, se fundaron las colonias de vacaciones de Santa Catalina, Jesús María,  Pampa de Achala y Villa General Mitre. En Mendoza, el aprovechamiento de las aguas termales motivó la localidad de Los Molles (1932), a partir de la construcción del Hotel Termas de Lahuen Có. Allí se produjo el primer carnaval de la nieve, que más tarde motivó la fiesta de la nieve. En 1962 se instaló en la zona el primer ski lift  que sirvió de antecedente para el posterior desarrollo del turismo de ski. En la costa bonaerense, de la mano de Carlos Gesell que forestó la zona de médanos y promovió el desarrollo, se crea Villa Gesell (1931); luego, San Clemente del Tuyú (1935);  Mar de Ajó (1936); Santa Teresita, San Bernardo y Monte Hermoso (1942); Pinamar (1943) y Mar del Tuyú (1945).

 

En la demanda, desde 1940 los sectores medios de la sociedad comenzaron lentamente a sumarse a Mar del Plata y dieron lugar al principio de la desaparición de la exclusividad de la clase alta en este destino.  Con ello, aparece la euforia vacacional por el sol. Los nuevos turistas estaban ávidos de broncearse y comenzó a ser una manifestación externa  de las vacaciones y el bronceado de veraneo fue signo de importancia social.

 

Un último e importante aporte de esta transición se produjo a partir de 1943, -aunque tiene sus  antecedentes en el año 1941[10]-, cuando mediante el Dec. 12.380 se concretó por primera vez en la historia del turismo nacional la responsabilidad de regular y fomentar las actividades vinculadas  con el sector a la vez que quedó oficializada como actividad.  Esto dio lugar a considerar a esa fecha como el inicio del proceso de institucionalización del turismo.

 

b) El turismo industrial maduro (1946-1980).

En 1946 Juan D. Perón asumió la Presidencia de la Nación, centrando su quehacer en la implementación de una política nacionalista y estatizante. Incorporó al Estado los servicios públicos, entre otros los ferrocarriles, comunicaciones telefónicas,  electricidad, gas y la flota mercante. Continuó con el respaldo a los sectores populares acentuando la política de desarrollo social iniciada en su etapa anterior y estimuló el papel de los movimientos obreros, que  concretaron una masiva afiliación, y tendió al fortalecimiento de los sindicatos. De esa forma, los trabajadores vieron aún más fortalecidas sus conquistas, con nuevos acuerdos referidos a las condiciones laborales y aumentos de salarios, y por un incremento del gasto social del gobierno que tendió a  elevar la situación socioeconómica de la  población más necesitada. Creó el Instituto Nacional de Remuneraciones, organismo que implantó el salario mínimo, vital y móvil, el que debía garantizar al empleado y a su familia alimentación, vivienda, educación, asistencia sanitaria, movilidad, previsión, vacaciones y recreación (Art. 8- Dec. 33.302/45), y coordinaba con otras reparticiones del Estado las acciones tendientes al bienestar del trabajador y de su grupo familiar. Se implementó el sueldo anual complementario del que se recaudaba el 3 % a los fines del turismo social[11].  Generalizó el sistema de jubilaciones  y entró en vigencia el sistema de pensiones para personas de bajos recursos, que no estaban amparadas por ningún sistema de protección.

 

En este gobierno se reformó la constitución de 1853. Relativo a los aspectos sociales  estableció: “La ‘Constitución del 49’ -como se la llamó después- contenía 107 artículos, que reflejan una diferente filosofía. Se incluyeron los ‘derechos del trabajador’, los ‘derechos de la familia’,  los ‘derechos  de la ancianidad’,  y los ‘“derechos de la educación y la cultura’ […]” (Campano, 1983).

 

Sobre los planes de desarrollo, el gobierno se pronunció enfáticamente a favor de la industrialización. Se procedió a la sustitución de importaciones, fabricando en el país bienes de consumo  e insumos agropecuarios. Esos avances favorecieron también al crecimiento del  turismo.

 

En 1955 ese gobierno fue derrocado, situación que produjo el ingreso del país en una importante inestabilidad, oscilando entre gobiernos de facto y democráticos. El gobierno democrático de Arturo Frondizi (1958-1962) permitió una momentánea estabilidad económica. Fomentó la industria, incentivó la inversión del capital extranjero y la radicación de empresas transnacionales, incrementó los salarios,  lo cual produjo una mejor calidad de vida en los ciudadanos.  Los primeros años de los ‘60 y bajo la presidencia de Arturo Illía, el país tuvo cierto crecimiento y la economía tendió a estabilizarse. Los argentinos habían alcanzado un mayor nivel de consumo y se consolidó la educación en la enseñanza media. Estos factores repercutirían favorablemente en el ejercicio del turismo.

 

En 1976 se produjo un nuevo golpe de Estado,  que perduró hasta 1982 y condujo  los destinos de Argentina  a través de  una sucesión de gobiernos militares. Rapoport (2003) reconoce que  en 1976,  en el país se puso en vigencia una nueva política económica inspirada en la doctrina llamada de ajuste monetario de la balanza de pagos. Esta inició un proceso desinversor que afectó negativamente la producción interna y fueron creando el marco de la deuda externa que repercutiría durante las posteriores décadas y afectaría al desarrollo nacional, con el consecuente impacto sobre la calidad de vida de los ciudadanos, particularmente de los sectores medios y bajos. 

 

En lo que respecta a la política del transporte, en 1948 los ferrocarriles argentinos fueron nacionalizados, y se inició el proceso de su abrupta decadencia, incluyendo el levantamiento de miles de kilómetros de rieles y la pérdida constante de la calidad en los servicios prestados. Esa situación favoreció el desarrollo del auto transporte de pasajeros, política impulsada por el gobierno nacional que acompañó mediante un plan para la construcción de caminos y de nuevos puentes para mejorar tanto la conectividad interprovincial como con los países limítrofes, que propulsó el turismo de tipo independiente. En el transporte aéreo se creó Aerolíneas Argentinas (1950) como empresa del Estado,  y se inauguraron los aeropuertos Jorge Newbery (1948) y Ministro Pistarini  en Ezeiza (1949); este facilitó las comunicaciones internacionales, y además se inauguraron algunas nuevas rutas aéreas que facilitaron la conectividad internacional.

 

En el turismo, las  reformas sociales implementadas por el gobierno de Perón, que consideró entre otros derechos de los trabajadores el de las vacaciones pagas,  tendieron a desarrollar el turismo social.  Argentina fue, a partir del año 1946, el primer país de América Latina en implementar este tipo de turismo.  Troncoso (2003)  hace saber:

 

“Un ejemplo de ello son las palabras de Juan Domingo Perón que se reprodujeron en una publicidad que realizó la Administración de Parques Nacionales y Turismo en 1946: ‘Organizaremos viajes colectivos, se construirán campamentos y se habilitarán colonias de vacaciones y hoteles económicos en la sierra y en el mar, para que este programa no se limite a un pequeño sector del pueblo, posiblemente el que menos necesita oxigenarse, sino a todos los que pueden desplazarse y aprovechar 15 ó 20 días al año, con un pequeño desembolso y reparar sus energías’. En el discurso peronista, el turismo se transformaría así en una actividad regeneradora, cuyos principales beneficiarios deberían ser los trabajadores.”

El incentivo de esta forma de turismo[12] comprendió de parte del gobierno nacional el desarrollo  del transporte, la hotelería y  la inclusión de los estímulos necesarios para inducir el desplazamiento de las personas, como brindar descuentos en las tarifas ferroviarias para grupos de turistas y la organización de viajes para el traslado de contingentes de trabajadores y estudiantes.

Los sindicatos, en su rol de asociaciones intermedias, consideraban de vital importancia otorgar a los trabajadores el beneficio de las vacaciones pagas y de la práctica del turismo. El sindicalismo, con el respaldo del gobierno, inició la construcción o la compra de hoteles existentes en los principales centros turísticos del país e implementaron los planes de turismo social. En 1948 se creó la Fundación Eva Perón, que pasó a administrar los fondos recaudados para el turismo social que eran administrados por el Instituto Nacional de Remuneraciones, y tomó bajo su responsabilidad la administración de las colonias de vacaciones.  Se construyó en La Plata, la Ciudad de los Niños, las colonias de vacaciones en Ezeiza, las piletas recreativas linderas a Aeroparque,  las unidades turísticas[13] de Embalse  en Río Tercero, Córdoba, Chapadmalal en Mar del Plata y de alta montaña en Puente del Inca y las Cuevas, provincia de Mendoza.

Los servicios no solamente se brindaban a los trabajadores y su familia, sino también a jubilados, pensionados, docentes, estudiantes, independientes y niños, siendo estos últimos los grandes favorecidos. Se impulsó la práctica de deportes en niños y jóvenes y se organizaron competencias deportivas como los Campeonatos Infantiles Evita. Las funciones en materia del turismo social fueron  adquiriendo mayor especificidad y cubrieron  nuevas necesidades, como los beneficios del turismo escolar y estudiantil que fomentaban además el conocimiento del país. Esa Fundación implementó el Plan Nacional de Turismo Cultural (dirigido a estudiantes secundarios); el Plan de Turismo y Recreación para la Tercera Edad (para personas mayores de 65 años de Capital Federal y Gran Buenos Aires); el Turismo Familiar (dirigido  a grupos familiares, en ambas unidades turísticas, con gran cantidad de hijos y bajos recursos); el Turismo Estudiantil (para estudiantes primarios y secundarios de bajos recursos) y el Turismo Infantil (destinado a niños provenientes de instituciones asistenciales y de menores).

El gobierno consideró que además del ejercicio del turismo como un derecho laboral y social y las políticas del tiempo libre impulsadas, se instalará  la idea de que ‘conocer la patria’ era un deber. Por esto puso en relieve que esa práctica no era sólo una modalidad de ocio ni tampoco sólo una actividad económica, sino que también era una forma de crear conciencia ciudadana y nacional.

En la primera presidencia de Perón la capacidad hotelera tuvo un fuerte incremento y se convirtió  explícitamente en uno de los pilares de la promoción del turismo.  El Ministerio de Obras Públicas  se lanzó, a partir 1947, a la construcción de hoteles en distintas localidades del país; sobresalieron las realizadas en la costa Atlántica, Sierras de Córdoba y Bariloche, así como varios hoteles preexistentes pasaron a manos del gobierno y fueron administrados directamente por la AGPNyT. Al mismo tiempo, se incentivó la acción privada en materia de construcción hotelera. Uno de esos estímulos fue la implementación, desde 1947, del sistema de créditos Préstamo Nacional Hotelero, el cual era otorgado por el Banco Hipotecario Nacional (aunque  también intervenía la AGPNyT, debido a que la iniciativa privada era examinada por ese organismo), de manera tal que desde el gobierno se organizaba la red hotelera y se supervisaba la intervención privada.

El desarrollo y la administración de los establecimientos hoteleros a cargo del Estado nacional y de los empresarios privados eran fuertemente acompañados por los sindicatos. Estos se veían beneficiados por el Préstamo Nacional Hotelero para la construcción de sus propios hoteles y también tenían permitido usar parte de la capacidad hotelera que administraba la Fundación Eva  Perón, que a la vez utilizaba los hoteles gestionados directamente por la AGPNyT y algunos Ministerios. Así, la totalidad de los alojamientos formaban parte de la red de Hoteles Nacionales de Turismo, construida por el Ministerio de Obras Públicas de la Nación y regidos por la Administración General de Parques Nacionales y Turismo.

 En el censo de colonias de vacaciones y hoteles de turismo de gremios y obras sociales de la Argentina, efectuado por el Ministerio de Trabajo en 1956, se puede observar  que, salvo seis sindicatos (la Unión Obrera y  Empleados Municipales, Federación de Asociaciones Católicas de Empleadas, Federación Argentina de Agentes Comerciales, Asociación Bancaria, Unión Ferroviaria, Asociación Argentina de Actores y trabajadores de algunos ministerios y de administraciones provinciales), que tenían lugares de veraneo  desde hacía muchos años, la mayoría de los gremios adquirieron sus hoteles de turismo y casas de descanso en la década peronista. El mundo obrero argentino disfrutó mayores entretenimientos y vacaciones durante dicha década […]”. (Troncoso (s/f). 

Los años posteriores, y como consecuencia de la política encaminada, se inició en la Nación una creciente movilidad social que dio origen a los llamados, por algunos autores, nuevos ricos, quienes rápidamente copiaron las formas de recreación y del turismo de la clase alta. El crecimiento más importante en el número de turistas se registró en Mar del Plata. Como consecuencia, la  clase alta comenzó a desplazarse de los destinos turísticos habituales, los que pasaron a ser ocupados por  la clase trabajadora, dando origen, por un lado y en una primera etapa, al movimiento del turismo social,  y por otro, al turismo popular y, como un todo, a la etapa del turismo masivo en Argentina[14].

Sebreli (1974:99), quien tuvo una postura crítica sobre el desarrollo turístico de Mar del Plata,  mencionó que desde el inicio de la masificación de ese destino se produjo una marcada estratificación social de sus playas.

 

“[…] Playa Bristol se convirtió por esos  años en una verdadera kermés dominguera […]. Por otra parte, la clase media enriquecida y ansiosa de prestigio social comenzó por entonces a abandonar Playa Grande por las playas todavía solidarias y de más difícil acceso de Punta Mogotes.”  

 

Esos cambios originaron nuevos destinos turísticos así como la expansión de otros. Punta  Mogotes,  Pinamar y Cariló, basado en el nuevo modelo de Club de Campo y,  en 1966, Costa del Este fueron las nuevas opciones de destinos de alta gama. Por el contrario, los destinos de preferencia del turismo popular y social eran Mar del Plata con la playa Bristol y otros centros del Corredor de las Playas Bonaerenses, y las Sierras de Córdoba con su epicentro en Villa Carlos Paz, donde en una primera etapa se continuó desarrollando el turismo de tipo residencial y, posteriormente, a partir de los años 60, comenzó a integrarse además al turismo itinerante. 

 

Entre 1955 y 1980 el turismo se caracterizó  por una importante ausencia en el accionar social como consecuencia de la situación política imperante. Principalmente, entre 1976 y 1982,  el turismo social quedó minimizado a su máxima expresión, limitando sus funciones a la prestación de los servicios de las Unidades Turísticas de Embalse Río Tercero y Chapadmalal.

 

Por el contrario, el turismo comercial continuaba su lento curso, encontrando un importante apoyo en el desarrollo del transporte automotor que contribuyó a modificar la forma de viajar. “Se considera que alrededor del año 1965, por efectos del desarrollo del parque automotor, el turismo interno se transformó de repetitivo en itinerante, con lo que tiende a producir  importantes efectos sobre las posibilidades de integración regional” (OECEI, citado por Kralich, 1986). 

 

A partir de 1950, en Bariloche, los colegios religiosos comenzaron a llevar de vacaciones a sus estudiantes que realizaban campamentos. Esta iniciativa dio origen a los viajes masivos de los mochileros que se trasladaban ‘a dedo’, con un precario equipamiento que les permitía acampar; serían el antecedente del turismo estudiantil.  En 1953  se organizó en esa ciudad la  primera fiesta de la nieve, desde la década del ‘70, comenzaron a realizarse excursiones organizadas para el ski disminuyendo los costos y convirtiendo a Bariloche en un destino más accesible a la clase media.

En 1950, se inició el turismo en Puerto Madryn,  sostenido en las actividades náuticas y en la pesca de altura; en la década siguiente la provincia de Chubut (1969) puso en marcha el programa Conservación de la Fauna Marina que consolidó como destino turístico a la Península de Valdés e incentivó el turismo en Esquel, al igual que lo hizo el gobierno de Misiones respecto del  desarrollo  turístico de Puerto Iguazú. También tuvo un fuerte desarrollo el turismo termal con el crecimiento de Río Hondo, que procedió a la diversificación de sus productos sumando el turismo náutico y la pesca deportiva; Neuquén propulsó (1969) el primer plan de desarrollo turístico provincial a partir de plantear el esquema de polos de desarrollo de acuerdo con la concepción de planificación dominante, centralista y dirigista en la que el Estado era el generador del desarrollo del turismo, potenciando los destinos de Copahue-Caviahue, Villa La Angostura, Villa Traful, San Martín de los Andes, Termas de Epulafquén, Junín de los Andes y Villa Pehuenia.

La política nacional en 1965 inició los estudios para el desarrollo del turismo argentino y del tratamiento territorial. Luis Bolin, Técnico de las Naciones Unidas para asesorar a los organismos competentes del gobierno en materia de turismo, presentó un informe que consideró el análisis de los principales atractivos turísticos del país, en algunos casos agrupados por regiones, en otros por provincias y también por municipios, concluyendo en la supremacía de los naturales;  en la política a seguir relacionada con las comunicaciones, el alojamiento, el crédito, la formación y las oficinas de información turística; las campañas de publicidad, las acciones de gobierno y la conservación de la naturaleza, consideró que Argentina poseía recursos suficientes para desarrollar el turismo; carecía de suficiente alojamiento; debía contar con un organismo técnico, dinámico y ejecutivo, capacitado para sacar partido a las posibilidades; no se observaron esfuerzos por incrementar la demanda; se consideraron la  falta de asociatividad con las naciones vecinas  para desarrollar acciones conjuntas, la necesidad de dinamizar el ingreso del turismo a través de las fronteras, la necesidad de mejora de la infraestructura del transporte y de escuelas superiores de formación profesional para el turismo y la hotelería, la necesidad de estimular y reglamentar la caza deportiva controlando los abusos y de controlar la pesca deportiva indiscriminada, la importancia de impulsar la conservación de los recursos naturales particularmente de las especies autóctonas.  Dichas proyecciones no prosperaron en su implementación. 

 

A pesar de ese antecedente la idea de implementar una regionalización para el desarrollo se gesta cuando el Consejo Nacional de Desarrollo -CONADE- de la Presidencia de la Nación procedió a desarrollar un modelo de división territorial y a elaborar diagnósticos regionales para la posterior implementación de un Plan Nacional de Desarrollo, que tenía por finalidad abordar los problemas en el largo plazo, y que tampoco llegó a concretarse. La primera división territorial turística del país, a partir del resultado del diagnóstico realizado en la década de 1960, quedó constituida en  8 áreas -no vigentes-  a la vez que quedaron subdivididas en  zonas.

 

En 1968, ante la necesidad de estructurar una política coherente de desarrollo basada en una estrategia apropiada, la Dirección Nacional de Turismo suscribió  un convenio con la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires para llevar adelante la asistencia técnica para el turismo. Esa Facultad requirió del asesoramiento de la Organización de Estados Americanos[15]. La misión era estudiar la incidencia del fenómeno turístico en las economías regionales y tratar de elaborar  un plan que lo integre dentro de un plan regional de desarrollo. Hasta entonces no existía un plan turístico definitivo. El turismo tampoco aparecía integrado como sector en la planificación general de desarrollo.

 

De ese convenio se elaboró el Primer Documento para un Plan Nacional de Desarrollo Turístico de la  Argentina en el cual se aplicó una metodología de análisis y planificación que no contaba con precedentes, y que luego fue utilizada por varios países latinoamericanos. Entre los objetivos se contaban los de delimitar y valorar las distintas zonas y áreas turísticas del país y confeccionar  una metodología para la planificación del  desarrollo de las mismas; entendía al turismo como motor  de desarrollo regional. Se requería establecer los límites de la región de influencia turística,  fijando el ámbito espacial de estudio y  coordinando la acción con organismos públicos y privados nacionales o locales que actuaran en la administración, control, ejecución y planificación de las actividades vinculadas. La delimitación de la región de influencia turística estaba muy ligada a los planes de los organismos existentes, de los cuales, evidentemente, los proyectos en materia infraestructural tenían gran significación para determinar el ámbito geográfico de aquella. El análisis fue la base sobre la que se elaboró el diagnóstico de la región de influencia. Comprendía el estudio de las características más importantes en lo que hace al medio físico, población, nivel de vida, ocupación y desarrollo alcanzado por las distintas actividades productivas, de dotación de infraestructura social, económica y física, así como una apreciación sobre el papel cumplido por el turismo. Sobre esa idea, en 1968 se consideró a la Costa Atlántica como uno de los destinos a potenciar en el Primer Plan Nacional de Desarrollo Turístico de la Secretaria de Turismo de la Nación.

 

En 1970, un equipo asesor del gobierno, conjuntamente con el BID  y la OEA,  recogieron las ideas anteriores e iniciaron un nuevo trabajo técnico que caracterizó al fenómeno turístico como un  problema de captación  y distribución de turistas. Se iniciaron algunos trabajos de planificaciones de desarrollo turístico. Se cuentan entre los mismos el Plan de Desarrollo Turístico de Iguazú (1969),  Neuquén, Chubut y  La Rioja (1970); el Programa de Desarrollo Turístico del Nordeste (1971); el Proyecto Integrado OEA de Cooperación Técnica para el desarrollo turístico de la provincia de Misiones y el Plan de ordenamiento turístico y recreativo del Complejo Ullum, provincia de  San Juan (1972); el Estudio Integral para el desarrollo turístico del Delta del Paraná Bonaerense (Latinoconsult S.A., 1972); el  Estudio de factibilidad técnico-económica y de implementación para el complejo termal Copahue-Caviahue (1973); el Desarrollo turístico integrado de la  Región de los Lagos argentino-chilenos (BID-Intal 1975) y el Desarrollo Turístico Regional de la Patagonia (CFI, 1976); el Convenio tripartito sobre Desarrollo Turístico de un circuito turístico Argentina, Bolivia y Perú por una parte y el BID por otra (1976).

Todos esos los planes fueron afectados por la supuesta falta de recursos y la mayoría de los proyectos no llegaron a la ejecución. Esto llevó a que en 1977 el organismo oficial de turismo reconociera que la planificación turística Argentina ha sido esporádica y parcial.  Esporádica, por la falta de continuidad en los trabajos emprendidos y la falta de convicción en los funcionarios de mayor jerarquía de la imperiosa necesidad de una planificación turística a los fines del desarrollo. Ha sido parcial por cuanto nunca hasta ese momento se logró planificar  la actividad turística bajo el marco de su economía interna y externa simultáneamente y dentro de un contexto mayor, o sea la planificación nacional.  Por esto, ese año la Subsecretaría de Turismo de la Nación publicó  un nuevo documento de trabajo titulado El Turismo en la República Argentina, elaborado conjuntamente con la participación técnica del CICATUR-OEA.  Tuvo como objetivos poner en evidencia lo que el turismo es y puede ser para Argentina y servir de base  para investigaciones y estudios posteriores y para la elaboración de futuros planes sectoriales que se inserten en la planificación nacional. El documento se estructuró en tres partes. La primera, sobre la discusión y definiciones del turismo para atribuir su significado y delimitar a través de este las actividades que engloba; la segunda analizó las características  particulares de la evolución del turismo que finalizó con las conclusiones del diagnóstico del mercado turístico argentino y que dan pie a la tercera, la cual contenía y justificaba una propuesta conceptual. El objetivo de la misma resaltó que el turismo es un sector alternativo en el desarrollo socioeconómico argentino así como también analizó los posibles beneficios y  las competencias de la actividad pública y privada, entendiendo que delinear una política turística no es una tarea exclusiva del sector ni público ni privado. 

 

También en 1970, el gobierno nacional reconoció el potencial turístico de la zona del sur de la provincia de Mendoza y mostró interés en sus posibilidades,  particularmente en las aguas termales de Los Molles y la nieve en el Valle de Las Leñas. Esto condujo a que en 1983 se inaugure el Complejo Las Leñas bajo la tipología de enclave turístico planificado de forma integral. A partir de  esa década se  crearon además nuevos centros de ski (en Ushuaia, Le Martial, Las Cotorras, Valle de los Huskies y Tierra Mayor;  Valdelen, en Río Turbio; La Hoya, en Esquel; Cerro Bayo en Villa la Angostura, Chapelco en San Martín de los Andes, Parque Caviahue, todos en Neuquén; Penitentes, Vallecitos y Los Molles, en Mendoza). De esta manera  quedó conformada  una variada oferta en calidad de nieve, pistas y equipos diferenciados entre aquellos centros de preferencia de los turistas nacionales o  internacionales. Se diversificó tanto en ski de fondo como de travesía  y otras prácticas de nieve como el snowboard. Esta década fue de gran relevancia para el desarrollo  y el afianzamiento del  turismo de nieve en el país. Además,  comenzó a asomar  muy  discretamente el turismo en la provincia de Entre Ríos, con el principal impulso en la ciudad de Paraná y en las localidades del Corredor del Río Uruguay, donde en las décadas siguientes tendió a consolidarse  básicamente sostenido en el turismo sol y playa fluvial.

 

En  1978 se realizó en Argentina el Mundial de fútbol. Rapoport, (2003)  refleja:  

 “[…] fue instrumentado para lograr consenso y apoyatura social.  El sesgo monetarista de la política económica estaba provocando recesión y caída de la  producción industrial,  la inflación parecía irreductible, los salarios reales se deterioraban, y comenzaban las manifestaciones de disconformidad.  En este marco, el régimen trató de  capitalizar el triunfo deportivo apelando al ‘espíritu mundial’ como condición  para abandonar el pesimismo, consolidar la unidad de los argentinos, alcanzar otras victorias y transformar  el país”. Por otro lado los esfuerzos organizativos desarrollados  para lograr la concreción exitosa del Campeonato apuntaban a revertir la imagen desprestigiada del gobierno argentino en el extranjero.  Una gran parte de la  opinión pública  de los países europeos participantes de la competencia era hostil al gobierno, y las campañas  de las organizaciones internacionales  de defensa de los derechos humanos  para boicotear el Mundial y desalentar el turismo inquietaban a las autoridades militares. El gobierno debió costear su propia campaña para mejorar su imagen en el mundo.” 

 

La realización del evento condujo al gobierno a otorgar líneas de créditos de bajo interés para incentivar la construcción o remodelación de hoteles. Se edificaron establecimientos en las sedes de Buenos Aires, Rosario y Mendoza, y Sheraton Hotel se establece en la Ciudad de Buenos Aries como la primera cadena internacional en el país. El encuentro deportivo motivó la realización de obras de infraestructuras viales de acceso a las ciudades y la  remodelación de los aeropuertos pertenecientes a las ciudades sedes del evento.

 

La Patagonia Austral comenzó su impronta turística también en esa década.

“ […] en 1979 el gobierno nacional puso en marcha el Operativo Frontera Austral que incluyó a las provincias de Tierra del Fuego y Santa Cruz, cuya propuesta era el uso,  durante la mayor parte del año, de los atractivos turísticos Los Glaciares y Canales Fueguinos. Como resultado de esta acción se consagró una estabilidad casi industrial  para  El Calafate y Ushuaia, con el aprovechamiento de esos atractivos genuinos. Además, consolidó la cabecera de puente a  la Antártica  de este cono sur americano, y una red regional más eficientemente utilizada.”  (Torrejón, 1994)

Ese año se puso en marcha el Corredor Turístico de la Patagonia Austral que institucionalizó  el uso integrado de esos recursos. La categoría de Patrimonio UNESCO, asignada al Glaciar Perito Moreno (1981), dio el último empujón al desarrollo del turismo de El Calafate, posicionándolo como un destino internacional.

Todos esos avances comenzaron a ser acompañados mediante la formación profesional. Desde la década del ‘60  las Universidades iniciaron la oferta de las primeras carreras de formación turística, tendiendo a resolver el problema de falta de formación y capacitación en ese ámbito, y con posterioridad se sumaron un sinnúmero de institutos terciarios en  todo el país

 

Entre 1945 y 1980 el gobierno y la administración pública nacional  tuvieron importantes avances  y también en materia de legislación, aunque fue casi continuo el cambio de dependencia o ubicación del sector turismo dentro de  la  administración pública, así como de su jerarquía.  Esos cambios expresan la falta de claridad de los sucesivos gobiernos en lo concerniente a la definición de la política turística y la relevancia que la actividad puede tener para el desarrollo de la Nación. Un hecho de importancia fue en 1958  la promulgación de la primera Ley Nacional de Turismo 14.574 (Dec. Regl. 9468/61) y modificada en 1987, que marcó un nuevo avance en el turismo argentino y amplió las atribuciones y deberes del organismo de turismo.  Fue la primera Ley que intentó contemplar globalmente el tema y estuvo vigente por más de cuarenta años hasta 2005. Las organizaciones empresariales fueron creando agrupaciones como la Asociación Argentina de Agentes de Viajes y Turismo y la Cámara Argentina de Turismo (1966); en 1982 se  originó  el Consejo Federal de Turismo (CFT)[16].

La suma de estos sucesos produjo un importante crecimiento en la demanda interna y comenzó a generarse una leve demanda internacional. Mar del Plata y el Corredor de las playas bonaerenses lideraron los arribos, seguidos por las Sierras de Córdoba, y algunos parques nacionales  comenzaron a registrar el aumento en el número de turistas, en particular en el Nacional Nahuel Huapi e Iguazú. Por otro lado, los cambios en la economía y en la moneda Argentina afectada por el retraso cambiario contribuyeron a los largo de esta etapa a que se produjeran vaivenes del turismo de argentinos al exterior respecto del receptivo del turismo internacional. Desde fines de 1970 y principios de los ’80, el turismo emisor tuvo un importante crecimiento. A su vez, los jóvenes comenzaron a viajar solos y separados de la familia, dando lugar a un importante nuevo mercado.  Además se iniciaron  los viajes de los mochileros quienes se movilizaban ‘a dedo’ y acampando.

Entre los ‘60 y ‘70, el país ocupó el primer lugar en movimientos turísticos internos de América  Latina. Un informe del CFT demuestra que en la Argentina de los ‘80 los principales centros emisores de turismo coincidieron con los de mayor población, alrededor de 500 mil habitantes o más. Los mismos eran Gran Capital Federal, Rosario, Santa Fe-Paraná, Córdoba, Mendoza, La Plata, Mar del Plata, Resistencia-Corrientes,  Tucumán y  el Alto Valle (Río Negro y Neuquén).

 

c) El turismo post industrial (1980-2000).

Desde fines de los ’70 el mundo comenzó a transitar una nueva época sostenida en el surgimiento de las políticas neoliberales con la consecuente expansión y mundialización del sistema capitalista, que derivaron en el fenómeno globalizador y donde se tendió a la disminución de la participación reguladora del Estado. Además, las pautas de consumo comenzaron a tener importantes modificaciones tendientes a la búsqueda de nuevas formar de vida.

Argentina no escapó a esa realidad. En 1989 el gobierno se orientó hacia las políticas económicas con un claro neoliberalismo que propuso la reducción del Estado a su mínima expresión para dar libertad a las fuerzas económicas expresadas a través del mercado.[17] La situación generó una fuerte recesión en el sistema de transporte, caracterizada por el estancamiento en el desarrollo y en el mantenimiento tanto de las infraestructuras como de los servicios. En 1990 se inició el proceso de concesión y privatización de vastos sectores. Se efectuó la venta de Aerolíneas Argentinas, la concesión por peajes de casi 10.000 kilómetros de rutas viales nacionales, de los ferrocarriles metropolitanos y subterráneos, las instalaciones portuarias, la red de aeropuertos y las empresas navieras, entre otras. 

 

Las transformaciones imperantes produjeron un alto impacto en el turismo. Concretamente desde 1980 el gran aporte del sector estuvo dado  por los cambios caracterizados por  el impulso que tomó el turismo, basado en el disfrute y respeto  de la naturaleza, y de la mano del incipiente turismo alternativo, aunque se produjo también un fuerte desarrollo del turismo urbano. El turismo naturaleza se acentuó en los ’90 con nuevas modalidades de viaje que tienden a apartarse de las características que presenta el turismo masivo. Así se impulsa el trekking, montañismo, rafting, mountain bike, overlanding, safaris fotográficos, ecoturismo, turismo rural, agroturismo, entre otras. Estas nuevas modalidades favorecieron el desarrollo de zonas turísticas poco tenidas en cuenta por el turismo convencional. Entre esas alternativas se produjo el origen del turismo rural que, aunque tiene sus antecedentes en los ’60, es desde los ‘90 que alcanzó su mayor protagonismo a partir de que numerosas estancias del país comenzaron a adaptarse al turismo.

 

Además, desde de 1980, comenzaron a declararse en  el país los primeros Patrimonios Mundiales de la Humanidad por UNESCO. Si bien la finalidad es la protección de bienes culturales y naturales  debido a su valor universal y su carácter excepcional de relevancia para la humanidad, la asignación de esa categoría agrega valor para su posterior aprovechamiento turístico.

 

En 1984 el Ministerio de Economía publicó un nuevo estudio titulado Bases para  un Plan Federal de Turismo, que consistió en un diagnóstico de la situación de la actividad en el país y sentó las bases para su concreción. Desde 1982 la Subsecretaría de Turismo de la Nación decidió llevar adelante ese trabajo técnico con la finalidad de evaluar  la situación del sector y sus posibilidades en el corto, mediano y largo plazo. La inquietud se originó en la comprobación de que se estaban realizando múltiples esfuerzos parciales tanto en planeamiento como en obras turísticas, planes promocionales, iniciativas de apoyo legal e institucional y otras acciones para el desarrollo turístico, pero se carecía de una visión general, documentada y por lo tanto útil para la reflexión y la discusión. Era necesario un diagnóstico actualizado, con capacidad de evaluación tanto global como particular, que permitiera  la formulación de líneas de acción necesarias para corregir los problemas, o las limitaciones que el diagnóstico señalara.  Los objetivos generales entendieron al turismo como un factor de desarrollo social y cultural que se integra al conjunto de actividades creadoras de conocimiento y potenciadoras de la conciencia nacional, a través de la particularidad de establecer su influencia en toda la extensión del país, contribuyendo así a afianzar territorial y culturalmente  la soberanía Argentina y a consolidar la identidad de cada región.  El objetivo era apuntalar con su actividad específica el marco amplio del desarrollo económico del país dentro del cual el turismo ocupa un relevante rol; contribuir a preservar y mejorar la calidad del ambiente natural y cultural  por su característica exclusiva de actividad cuya oferta básica depende  de la calidad de los recursos  de dicho ambiente; contribuir a mejorar la comunicación cultural entre todos los argentinos y en el nivel internacional, brindando una imagen clara y auténtica de la Argentina.

 

El documento se propuso ofrecer una síntesis de la situación del turismo en Argentina en sus aspectos referidos a la oferta, la infraestructura, el equipamiento y servicios; la demanda tanto nacional como internacional, los mecanismos de comercialización, los sistemas de promoción y desarrollo y los procesos institucionales y jurídicos que apoyaron el proyecto. Realizó una evaluación de síntesis de dicha situación para definir los conflictos  más relevantes y los valores de mayor potencialidad. Formuló las propuestas que servirían de base para la discusión y el ajuste tendientes a  la formulación de un Plan Federal de Turismo, a la vez que redefinía las pautas que guiarían las inversiones, los proyectos y los estudios a realizar a corto, mediano y largo plazo. El documento contó con un capítulo referido a la situación del turismo en la Argentina de ese momento, abarcando los temas del estudio del patrimonio cultural y natural, equipamiento y servicios,  estudio de la demanda,  estudio sobre comercializaron y comportamiento del mercado,  estudio sobre la promoción y difusión y los aspectos institucionales y jurídicos.

 

El diagnóstico resalta la preponderancia de atractivos turísticos naturales, concentrándose notablemente en las zonas de frontera, mientras que los atractivos históricos y arquitectónicos no tienen la misma magnitud Se consideran la ausencia de un uso turístico homogéneo del territorio donde aparecen regiones aisladas y otras de uso focal, los principales centros de interés turístico del país,  la distribución espacial de la planta de alojamiento mostrando ciudades y zonas de fuerte concentración y otras con un marcado déficit, la localización y distribución de los accesos a través de las diferentes modalidades de transporte así como el trazado de las redes y, por último, el análisis del origen, la cantidad y la distribución de la demanda tanto nacional como internacional. De este informe se desprende la idea de proponer un Sistema Federal de Corredores Turísticos[18].

 

Además, a partir de 1980 SECTUR y el CFT reconocen varias figuras recurrentes para el ordenamiento territorial, desarrollo y gestión del turismo nacional, distinguiendo las regiones, los corredores, las comarcas y los centros turísticos. El criterio histórico de conformación de las regiones turísticas[19] del país se basó en su definición a partir de los límites políticos provinciales; es decir que la mayoría de las regiones están formadas por la unión de provincias. De esta forma se entendió que se facilitaban las representaciones gubernamentales. Desde 1990 se impulsó, además, la idea de desarrollo en un espacio más delimitado, que recibe el nombre de comarca turística[20], a partir de lo cual se organizaron algunas, en particular en la región patagónica.

 

En 1998, SECTUR convocó a los consultores españoles THR  y se tendió a abandonar los históricos criterios de tratamiento territorial para el desarrollo del turismo, produciendo una total ruptura hacia un pretendido nuevo modelo basado en los macro productos turísticos. Se procedió a la creación del concepto ‘Argentina, el país de los seis continentes’. El gobierno entendía que “mediante una estrategia sencilla y coherente de conceptualización que implica la enorme diversidad del país, desde sus atractivos naturales hasta nuestra cultura, se organizó el país en seis macroproductos o continentes cada uno de los cuales corresponde a un espacio físico determinado en el que se conjugan en grados diversos  de intensidad, la naturaleza y la cultura.” A partir de cada macro producto, se definieron los ejes de recorridos estructurados a partir de las rutas troncales, que facilitaban y brindaban conectividad entre los más importantes atractivos turísticos, aunque algunos quedaban estructurados ‘fuera de ruta’, es decir que se encontraban alejados de los ejes de comunicación más importantes. 

 

En 1997 tiene su origen en Federación, provincia de Entre Ríos, el turismo termal, que impulsa el disfrute termal con un enfoque curativo-recreativo, marcando la diferencia con los restantes destinos termales del país. En Santa Cruz surgió Villa El Chaltén, pequeño poblado  ubicado en un lugar propicio para el turismo de naturaleza y de aventura; se popularizó como la puerta de entrada a los Hielos Continentales y  se  asumió como la Capital Nacional del Trekking. Durante los ’90, en el Corredor de las Playas Bonaerenses surgieron nuevos destinos,  aunque algunos ya contaban con cierto grado de evolución, que procuraron diferenciarse de los tradicionales a partir de brindar una valoración por las playas agrestes, alejadas del ruido y el respeto por la naturaleza. Mar de Las Pampas, Mar Azul, Costa del Este,  Aguas Verdes, Costa Azul,  Pinar del Sol, Costa Esmeraldas, Punta Médanos y Las Gaviotas son las principales iniciativas. Mar de Las Pampas, Mar Azul, Las Gaviotas intentaron integrarse al concepto slow city[21].

 

La comercialización del turismo tuvo importantes aportes tecnológicos que dinamizaron  su ejercicio. En 1992 Aerolíneas Argentinas introdujo al país el CRS AMADEUS, que permitió cambiar la operatoria de la actividad y, años más tarde,  se incorporaron SABRE, GALILEO y Wordspan. Estos, unidos a Internet, mejoraron notablemente la comercialización y  la comunicación tanto entre las empresas del sector como para con sus clientes.

 

Tendiendo hacia una mayor profesionalización del sector turístico, en 1999  se creó en el marco de la SECTUR y  en convenio de cooperación con la CAT, el Registro de Profesionales en Turismo. Incorpora a todos los egresados de universidades y establecimientos de enseñanza terciaria con títulos en turismo que quieran formar parte, y reglamenta la  actividad de los idóneos  responsables de cada agencia de viajes, los que además de contar con la formación requerida deben  matricularse en ese registro como requisito para el ejercicio profesional. 

 

El alojamiento tuvo un fuerte impulso en los ’90, en particular en la ciudad de Buenos Aires. La coyuntura imperante incentivó a muchos empresarios a invertir en este rubro en particular de alta gama. La casi totalidad de las inversiones fueron realizadas por empresarios argentinos los cuales, para facilitar el posicionamiento de los nuevos hoteles, buscaron marcas de reconocimiento internacional. Así ingresaron las marcas Caesar Park, Park Hyatt, Four Season, Intercontinental, Hilton, Marriott, Howard Jhonson, Holiday Inn, Meliá, NH y el grupo Accor (con Ibis y Sofitel). En contraposición, irrumpieron los alojamientos alternativos incluyendo hostels, residencias universitarias y Bed and Breakfast, destinados a una demanda interesada en conocer las costumbres locales a través de una mayor interacción  con la comunidad.

 

Entre 1980 y 2000, el organismo nacional de turismo continuó con  innumerables modificaciones en su dependencia y jerarquía, mientras que en los aspectos legislativos se realizaron algunos  nuevos aportes. Con un nuevo gobierno, en 1999, el organismo mantuvo su denominación de Secretaría de Turismo así como su dependencia del Poder Ejecutivo Nacional, aunque incorporó entre sus funciones a la Administración de Parques Nacionales. La ley  25.198/99 declaró al turismo como actividad socioeconómica de interés nacional. 

 

En los ’90 se evidenció el  cambio hacia un modelo de municipio más activo respecto del desarrollo y dio lugar a nuevos destinos turísticos[22], produciendo la apertura de  nuevas zonas económicas de la mano de este sector.  Son ejemplos los destinos surgidos entorno al turismo termal en la provincia de Entre Ríos y  el incipiente desarrollo del turismo orientado hacia la valoración de la naturaleza y  la aventura en Malargue, o en Sierra Grande a través del turismo minero, o en Villa El Chocón con el turismo paleontológico; otros implementaron importantes mejoras y crecimientos contándose entre los mismos a un sinnúmero de destinos de la Patagonia (Chaltén, El Calafate, Ushuaia, Villa la Angostura), así como el desarrollo de destinos históricamente postergados en el noroeste, incluyéndose  a la mayoría de los pueblos ubicados entorno a la Quebrada de Humahuaca, o Iruya en Salta. 

 

Sobre la demanda en esta última década  las características más generales del turismo receptivo destacaron el mayor arribo de turistas independientes, particularmente en la ciudad de Buenos Aires, así como también un importante incremento en el segmento de negocios. Los principales centros  receptivos del turismo interno fueron la Costa Atlántica, en primer lugar Mar del Plata; las sierras de Córdoba, con epicentro en Villa Carlos Paz; Bariloche, Iguazú, noroeste argentino, Entre Ríos, resto de Patagonia y Mendoza. Las preferencias del turista internacional fueron la ciudad de Buenos Aires, que además actúa como distribuidor del turismo hacia el interior del país, y  recibió más del 50 % de ese tipo de turismo, Iguazú, Patagonia, principalmente  Calafate, Puerto Madryn, Ushuaia y Bariloche, el noroeste argentino y finalmente Mendoza.

 

2. Etapa del posturismo (desde los umbrales del siglo XXI)

El ingreso al siglo XXI está marcado por el devenir de la posmodernidad y por una observable incertidumbre en todos los aspectos que componen la vida de los seres humanos. Sí existe cierto consenso sobre la idea de que la humanidad está experimentando transformaciones, que permiten identificar que se avanzó hacia una nueva civilización postindustrial, en donde algunas de las tendencias son las cada vez más acentuadas asimetrías entre el desarrollo y el subdesarrollo; estas asimetrías caracterizarán a las diferentes regiones del planeta, con el estratégico papel que seguirá ocupando el avance tecnológico, el conocimiento y los aspectos medioambientales, así como una economía mundial cada vez más dominada por los servicios.

 

Desde este marco, en 2002 en Argentina se derrumba la convertibilidad, dando lugar a una marcada devaluación de la moneda que permitió proyectos a favor de la reactivación de las actividades económicas y la recuperación de las exportaciones, incluyendo el turismo, impulsando para este caso un mayor desplazamiento del interno, la disminución del emisor y una mayor captación del turismo internacional. 

 

Mientras tanto, la situación del transporte aerocomercial argentino fue de reconocida gravedad, incluyendo la desaparición y/o las crisis en las empresas. Por el contrario, los cruceros continuaron con un interesante crecimiento en particular en la utilización de los puertos Buenos Aires y Ushuaia, alcanzando este último un posicionamiento estratégico para los cruceros con destino a Antártida. El transporte ferroviario ingresó en el plan de reorganización, recuperación y modernización del Sistema Ferroviario Nacional (Dec. 1261/2004), y el Estado Nacional resolvió reasumir la prestación de los servicios interurbanos de transporte ferroviario de pasajeros, cuyo trazado era de carácter ínterjurisdiccional. De manera tal que se recuperaron algunos servicios hacia distintos destinos del interior del país, aunque no se  mejoró en una primera etapa su calidad.  El transporte vial continuó con las políticas de la etapa anterior.

En el turismo nacional se debe ir hacia la etapa posturística[23]. Esa forma emergente acompaña a los nuevos estilos de vida de las sociedades, que no dejará de lado las formas tradicionales sino que procurará alcanzar una articulación entre los diferentes tipos de turismo. No se trata de sustituir el paradigma del turismo postindustrial por el posturismo, sino de defender y justificar la idea de simultaneidad de ambos. En el Posturismo no hay verdades absolutas sino pluralidad.  Desde este enfoque, Argentina creció en el mercado internacional tanto en el turismo naturaleza como en el  turismo urbano, presentando en este último interesantes ventajas competitivas dentro de la región sudamericana.  Asimismo, pareciera que el país resolvió abandonar la histórica política de vender  sus grandes atractivos como si fueran comodities, para comenzar a consolidar  la idea de desarrollar el turismo a través de diferentes tipologías de productos distribuidos regionalmente. Según las regiones, la oferta de productos incluye ski, pesca, rural, agroturismo, playa, termas, paleontológico, ecoturismo,  golf, polo, tango, étnico, urbano, ecoturismo, congresos y convenciones, salud,  trenes turísticos, religioso, de aventura u otros.

 

La hotelería continuó creciendo y tendió a mejorar su distribución territorial. La mayor cantidad de nuevos alojamientos se concentró, por orden de importancia en las provincias de Buenos Aires, ciudad de Buenos Aires,  Córdoba, Río Negro, Mendoza, Entre Ríos, Tierra del Fuego y Santa Cruz y en menor medida en  Neuquén, Chubut,  San Luis, Santiago del Estero, Salta y  Santa Fe. 

 

Desde la Administración Pública Nacional es posible visualizar una política de Estado tendiente a una valorización del sector turístico que permita lograr una mayor contribución en el desarrollo nacional y en la diversificación de la economía. Siguiendo las recomendaciones de la OMT se comenzó a producir un mayor acercamiento entre los sectores público-privado, en la procura de acciones conjuntas. Mediante el Dec. 2025/08 que procedió a modificar parcialmente la Ley de Ministerios (1992), SECTUR pasó a integrar el Ministerio de Industria y Turismo. En 2002 ese  organismo indicó que el turismo había demostrado ser uno de los sectores más dinámicos de la economía Argentina, siendo valioso en la generación de empleos y en contribuir a lograr  una mejor redistribución del ingreso nacional y constituyéndose en un sector estratégico para el crecimiento.

 

En 2005 se promulgó la nueva Ley Nacional de Turismo 25.997. Declara al sector de interés nacional como actividad socioeconómica, estratégica y esencial para el desarrollo del país. La actividad turística resulta prioritaria dentro de las políticas de Estado (Art. 1°).

 

En 2005 se realizó el lanzamiento del  Plan Federal  Estratégico de Turismo Sustentable 2016 (PFETS). Su objetivo general  fue constituirse en el proceso orientador y articulador de actuaciones que, en forma sinérgica, reafirmen voluntades, optimicen recursos y encaminen estos esfuerzos hacia un modelo concertado de desarrollo turístico sustentable para el país; pretende ser el marco de actuación de cada provincia. Fue acompañado mediante la pretensión de implementar la Cuenta Satélite de Turismo (2003), la implementación del Sistema de Estrategia de Gestión de Calidad Turística (como parte del Plan Federal) y la Carta de Compromiso con el Ciudadano (2005) entre otros.

 

Además, la nueva Ley rescató y continúo reconociendo las cuatro figuras para el desarrollo y la gestión territorial del turismo: centros turísticos, comarcas -o micro regiones-, corredores y regiones  turísticas.  El Mapa Federal de Oportunidades que integra el PFETS cuenta, entre las ideas fuerza, con el apoyo federal a las articulaciones regionales para la ‘planificación y la gestión integrada’ y ‘un desarrollo equilibrado del espacio turístico nacional’. Así, fueron definidas seis regiones turísticas: los corredores turísticos actuales y potenciales, incorporando como nuevos los circuitos marítimos;  las áreas de uso turístico actuales y aquellas  áreas de vocación turística -potenciales-; los circuitos turísticos  actuales y potenciales; las travesías, entendidas como los caminos necesarios de vinculación entre los diferentes elementos del espacio turístico -actuales y potenciales- y los  circuitos turísticos transfronterizos o internacionales. También fueron reconocidos los conceptos de  macro productos, los productos y las puertas -accesos al país-, actuales y potenciales. Por lo tanto,  el gobierno interpretó que el Mapa Federal de Oportunidades “es producto de la superposición de una serie de capas temáticas correspondientes a cada uno de los componentes del espacio turístico nacional” (PFETS, 2005).

 

Con todos estos aportes, en los últimos años el turismo osciló entre el cuarto y quinto lugar en los ingresos económicos comparado con los grandes rubros de exportación de bienes; representó una estimación del 8 % del total de los puestos de trabajo que tienen relación con el turismo, incluyendo tanto los empleos directos como los indirectos.

 

Para los turistas extranjeros, los destinos de preferencia continuaron siendo la Ciudad de Buenos Aires, San Carlos de Bariloche, Puerto  Iguazú, Puerto Madryn, El Calafate, Ushuaia, Mendoza y el norte argentino. Mientras que los principales destinos del turismo interno son los ubicados en el Corredor de las playas bonaerenses, con epicentro en Mar del Plata, Villa Gesell y el Partido de la Costa, seguidos por las sierras de Córdoba; también tuvieron interesantes incrementos los destinos de ski, Puerto Iguazú y la región litoral sur. 

 

Algunas conclusiones y perspectivas

Desde los orígenes de la República Argentina el turismo nacional encontró una gran valoración en los recursos naturales. Puede afirmarse que a lo largo de la historia esa valoración poco se modificó. En el siglo XXI el  principal recurso de desarrollo del turismo sigue encontrándose en la naturaleza, aunque se produjeron algunos avances en el aprovechamiento, entre otros, de los recursos históricos culturales. Durante muchas décadas el sector se desarrolló considerando los atractivos turísticos perfilándose, en la última etapa, hacia la valoración de los productos así como a su diversificación, tendiente a ofrecer alternativas que satisfagan, por un lado, al turismo convencional y masivo, y por el otro al alternativo y más selectivo.

 

En  los últimos 50 años en el país no faltaron estudios referidos a la definición de un ordenamiento y articulación territorial así como en la planificación del turismo. Por el contrario,  pudo verificarse que ha sido una constante preocupación de todos los gobiernos, así como puede encontrarse la repetición en la realización de estudios, y generalmente, en no avanzar mas allá de las etapas de diagnóstico.  Por esto, Argentina históricamente no contó con un plan global destinado al desarrollo  del turismo nacional, previsto para un corto,  mediano y largo plazo. A partir del 2005 intenta estar en ese camino.

 

Los centros turísticos así como las inversiones en los diferentes rubros que componen al sector se fueron originando y desarrollando, salvo casos excepcionales, de forma espontánea. Avanzando a través de las etapas históricas, comenzaron a implementarse algunos planes de desarrollo en el nivel  nacional, provincial  y municipal, acentuándose esa tendencia desde el ingreso al siglo XXI.

 

Es innegable,  también, la relación y el protagonismo que determinadas modalidades del transporte tuvieron a través de la historia, incidiendo  en el desarrollo y crecimiento de determinados destinos turísticos. La interdependencia entre el turismo y el transporte, cumpliendo este el rol fundamental de garantizar la conectividad territorial tanto interior como internacional, puede verificarse que es histórica.

 

La ausencia de políticas o la falta de claridad en las mismas  fue otra de las constantes encontradas, y también la permanente modificación en la constitución y dependencia del organismo nacional de turismo dentro de la administración pública, aunque se reconoce la tendencia hacia una mayor jerarquización.

 

A pesar de ello, en el análisis de todos los aportes que fueron realizándose se hace más factible  afirmar  la existencia de una política turística  ‘bien o mejor entendida’. Los sucesivos cambios de gobierno, la inestabilidad política, económica y social, sumada a la falta de interés de parte de las diferentes agrupaciones políticas, hicieron que durante décadas y a pesar del interesante crecimiento de los últimos años, resultara muy difícil  poder argumentar a favor de la existencia  de una política turística. Los aspectos normativos que merecen una revisión de parte de todos los sectores involucrados, parece que han también iniciado ese camino.

 

Sin duda que desde la constitución de la nación argentina se ha avanzado en la construcción del turismo como factor de desarrollo nacional. Sin embargo, esos avances han sido oscilantes y en muchas etapas perjudiciales para el sostenimiento y el fortalecimiento en el tiempo. El sector debe acompañar y adecuarse a  las propias realidades internas y a las tendencias internacionales. En ese sentido, no puede descuidarse el contexto internacional, aunque esto no significa imitar modelos o planes de desarrollo, debiendo tenderse a implementar los propios en función de las posibilidades y expectativas particulares de cada comunidad.  Este es un compromiso no solo de la política y de la administración pública, sino también de los empresarios, de las organizaciones  en general,  de las instituciones educativas y de la ciudadanía. El desarrollo cierto del sector turismo requiere de un involucramiento pluralista de todos ellos. Es un hecho que de ello dependerá el futuro más certero de muchas regiones, localidades y de la Argentina como un todo turístico. Es imperiosa la definición de políticas y estrategias de gestión impulsadas desde el enfoque participativo y con una visión de largo plazo. La falta de continuidad en las ideas y proyectos, tarde o temprano, contribuirá con la acumulación de retraso o subdesarrollo.

 

Es necesario observar y estar atentos de forma permanente  a los acelerados cambios por los que atraviesa la sociedad, porque es para, o por  quienes, el turismo se desarrolla. Esos cambios a la vez producirán mayores cambios en las necesidades de la demanda que hará necesario, de parte del sector, su acompañamiento. Otro de los fundamentos a resaltar es que se constituye en imprescindible una mayor ética en el desarrollo y ejercicio del turismo, en el respeto por las culturas y las ideas de cada comunidad.

 

El turismo puede sin duda ser un motor de desarrollo en tanto se encaminen políticas, estrategias y acciones con visión de largo plazo y considerando un enfoque que garantice sustentabilidad económica, social, ambiental e histórico-cultural.  Para ello se hace necesario analizar si los impactos del turismo serán perjudiciales o beneficiosos para la comunidad receptora o sólo lo serán para los grupos de interés ajenos a esta.

 

Para concluir y por todo expresado, desde el año 1810 en el turismo argentino no se ha hecho tanto, pero se ha hecho. No se ha hecho tan bien, pero se ha hecho. Se hace necesario tener en cuenta los antecedentes históricos, corregir el camino, valorar los instrumentos con que actualmente se cuenta, considerando la experiencia por la acumulación de la historia,  para mejorar y seguir construyendo en pos de un  desarrollo superador.

 

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[1] Cuando aún el turismo  no era reconocido como una  actividad socioeconómica.

[2] A los fines estadísticos, el turismo moderno comprende las actividades que realizan  las personas durante sus viajes y estancias en lugares distintos al de su entorno habitual, por un período de tiempo consecutivo inferior a un año  con fines de ocio, por negocios u otros motivos (OMT, 1994). 

[3]Y que fueran consideradas por Wallingre en su libro Historia del turismo argentino (2007).

[4] También conocida como la era del optimismo, tuvo su origen y transcurrió particularmente en Francia, aunque se extendió por toda Europa. Con una fecha incierta de inicio, que para algunos autores fue en 1895 tuvo una muy cierta en su finalización: 1914. Se caracterizó  por la sumatoria de fenómenos culturales, sociales y políticos cuyo principal epicentro fue  París,  cuando París era la aparente felicidad del mundo” (Luján, 1977:11).

 

[5] La ausencia de legislación laboral desprotegía a los trabajadores, situación que no permitía que toda la población gozara del derecho a vacacionar.

 

[6] Complejos turísticos terapéuticos que incluían tanto a los que contemplan el uso de aguas termales como a los que prescinden de las mismas.

[7] La majestuosa ciudad duró solo tres meses y cerró sus puertas, el edificio  fue parcialmente demolido, los muebles y la vajilla  se remataron. El emprendimiento fracasó, por el declive que produjo la primera guerra mundial alcanzando a la economía nacional y también, aparentemente, por desacuerdos internos entre los propietarios.

 

[8] En 1918 la Conferencia de Versalles creó la Organización Internacional del Trabajo (OIT) dependiente en sus inicios de la Sociedad de las Naciones. El organismo declaró que “el trabajo no es una mercancía o artículo de comercio” y afirmó  el derecho de asociación para asalariados y empresarios”. En 1934 OIT designó en Ginebra un Comité Consultivo de Corresponsales para el Estudio del Tiempo Libre, el que cuatro años más tarde se denominó Comisión del Tiempo Libre de los Trabajadores. Este antecedente se consolidó cuando en 1936 esa organización declaró el derecho a las vacaciones pagas. En 1948, la Asamblea de las Naciones Unidas  con la aprobación de  la Declaración Universal de los Derechos Humanos de ese organismo, que en el Art.  24 proclama que  “todos los hombres tienen derecho al descanso, a una limitación del tiempo de trabajo y vacaciones periódicas pagas”. De esta forma quedó reconocida la importancia del tiempo libre, destinado al descanso y la recreación de toda la humanidad y consecuentemente dará el más importante impulso al desarrollo del turismo de masas.

[9] La visión original Argentina de crear áreas protegidas no sólo era un proyecto conservacionista sino también se consideró como una necesidad para reafirmar la  soberanía nacional en el territorio argentino. Además tuvo una relevancia para el desarrollo turístico de numerosas localidades. Los parques nacionales tienen su origen en la visión de Francisco P. Moreno quien en 1903  donó 3 leguas al Estado a los fines  de ser  conservadas como parque público natural dando más adelante origen a la primera área protegida de la Nación. Al hacer esa donación emitió el deseo de que la fisonomía original del área donada no sea alterada y que no se realizaran más obras que aquellas que facilitaran las comodidades para la vida del visitante. La donación fue aceptada por el presidente Julio A. Roca y en 1922, durante el gobierno de Yrigoyen se creó finalmente, en San Carlos de Bariloche, el primer  parque nacional del  país que adoptó el nombre de Parque Nacional del Sud y en 1934 modificó su nombre por el de P.N. Nahuel Huapi; a la vez que se inicia una estrecha relación entre las áreas protegidas y el turismo. En la idea de Bustillo, fuerte impulsor de las áreas protegidas y del turismo,  la relación entre los parques nacionales, el turismo y el desarrollo regional estaba apoyado en el paisaje, entendiendo a este  como el recurso principal que estaba llamado a ser el motivador de las corrientes turísticas. Se sostenía además en la prestación de los servicios turísticos  necesarios para el desplazamiento y la permanencia de los visitantes que constituiría la base socioeconómica de núcleos urbanos permanentes, impactando positivamente en otras actividades a causa de su efecto multiplicador. A la vez, esos centros turísticos, serían verdaderos polos que contribuirían al desarrollo regional.

 

[10]  Año en el que se crea la Comisión Nacional de Turismo, dependiente del Ministerio de Agricultura. En 1942  tiene su origen la Dirección de Turismo dependiente también del Ministerio de Agricultura (Dec. 122.097). Tendrá a su cargo la organización y fomento del turismo, termalismo y climatismo dentro del territorio argentino.

 

[11] El turismo social representa una verdadera conquista de las categorías sociales menos favorecidas económicamente […] y es una resultante de orden turístico en la que tienen activa participación las categorías  sociales económicamente débiles.  (Fernández Balzano, 1973:15)  Se originó en Europa en la década de 1920 y tiene sus antecedentes  en  Alemania e Italia.

 

[12] El intento de democratizar el turismo, encuentra su origen en 1930 en un grupo de instituciones e intendentes de la ciudad de Mar del Plata. Ya en 1926 en esa ciudad se intentó modificar el carácter exclusivo  del turismo proponiendo la democratización del balneario La Perla, a partir de la constitución en un balneario municipal público y que no pudo concretarse.

[13] Concentraciones  de equipamiento  que se producen  para explotar intensivamente  uno o varios atractivos turísticos que cuenta con alojamiento,  alimentación y servicios de esparcimiento.  Las unidades turísticas  fueron desmanteladas cuando la Revolución Libertadora asumió al poder.

[14]Referir al turismo masivo no implica interpretar que la totalidad de la población acceda a él.  El análisis de las  estadísticas que anualmente publica SECTUR permite comprobar que menos del 50 % de los argentinos accedió, incluyendo los mejores períodos socioeconómicos, de una u otra manera al ejercicio del turismo.

 

[15] En 1970 se inauguró el Banco Interamericano de Desarrollo,  que incluyó la sección de Análisis de Proyectos Turísticos. A través de ese organismo fueron impulsados y concretados los proyectos de Cancún (México), Macchu Picchu (Perú), Pelourinho, Bahía (Brasil), el desarrollo tripartido de las misiones Jesuíticas (Brasil, Argentina y Paraguay); la restauración de Cartagena (Colombia) entre los más relevantes. Ese mismo año la Organización de Estados Americanos (OEA) incorporó un departamento de turismo y se ocupó de los proyectos turísticos mientras que el BID  asistía con el financiamiento de las obras. Bajo el auspicio de la OEA se creó el Centro Interamericano de Capacitación Turística (CICATUR) con sede en México.

                                                                                                                                             

[16] Se creo en 1976  con el propósito de disponer una  gestión federal integrada pero se constituyó  formalmente por el Acta de San Luis, en 1982. Pretende ser un ámbito en el que se traten y acuerden las prácticas federales del turismo. Es representativo del sector oficial y funciona en la órbita del Poder Ejecutivo Nacional. Son miembros permanentes con voz y voto en la asamblea los representantes de las provincias, la ciudad de Buenos Aires  y el Organismo Nacional de Turismo. La  Ley Nacional de Turismo 25.997/05  recrea  este Consejo al que interpreta que por su carácter federal se constituye en un ámbito óptimo de consulta y concertación de las acciones relacionadas con el sector.

 

[17] Políticas que fueron acompañadas por leyes fundamentales. La ley  de Reforma del Estado y la de Emergencia Económica que permitieron impulsar la Reforma del Estado Argentino tendiente a una economía de libre mercado.  En 1991 se agregó la Ley de Convertibilidad cuya finalidad  fue alcanzar la estabilidad en los precios en el largo plazo (el país atravesaba un período híper inflacionario) a la vez que pretendía disciplinar al sector privado local, inhibiendo de incrementar sus precios debido a la competencia externa y lograr una mayor captación de  inversiones extranjeras, preveía el compromiso gubernamental de convertir un peso argentino por un dólar estadounidense y prohibía el ajuste inflacionario en cualquier tipo de contrato.

 

 

 

[18]  El CFT definió al corredor turístico como el ámbito particularmente lineal que involucra  un mínimo de dos comarcas turísticas  que poseen productos  en común para vender. Por lo general las rutas troncales efectivizan  su integración y la jerarquía de los atractivos  turísticos y de servicios, determinan prioridades y el rango de convocatoria de dicho espacio. En casos excepcionales se efectiviza  a través del transporte aéreo.  El concepto había sido definido con anterioridad por OEA. 

 

[19] Porción de territorio determinado por caracteres étnicos  o circunstancias especiales de clima, producción, topografía, administración, gobierno, etc., que por sus  características de producción, agrupa generalmente a varias unidades productivas integrables y complementarias. (Torrejon, A. en: Wallingre, 1998).  Frávega (1992:48) cuestiona esta definición histórica “[…] en este sistema, si bien se reconoce la identidad de cada provincia, la circunstancia de estar diseñado sobre la base de vecindades geográficas, lo hace demasiado rígido para una planificación que debe ser, por definición, flexible. Es como si sólo se hubieran  ampliado los límites políticos, fusionando unas provincias con otras. Se corre el riesgo de estructurar una oferta reiterativa, con escasa variedad, acentuando los conflictos anteriormente destacados, en cuanto también existe una marcada diferencia en las condiciones económicas de las distintas regiones.”

 

[20] Unidades turísticas de extensión generalmente reducida, conformada (asocia) por dos o más municipios, y enclavada en una región natural, que por tener peculiaridades (naturales, histórico-culturales) se diferencian de los territorios colindantes y en donde los distintos poblados  que la integran se hallan estrechamente  ligados, tanto en el aspecto económico  como en la vida social y cultural. Las localidades que la integran, sinergizan además las posibilidades regionales de ofrecer al turista algo distinto como producto turístico.

 

[21] Ciudad lenta. Movimiento mundial surgido en 1986 en Roma de la mano del concepto slow food en contraposición al fast food.

[22] La modificación de la Constitución Nacional (1994) expresa que cada provincia debe asegurar la autonomía municipal. Por lo tanto el municipio  es quien debe decidir sobre sus propias políticas  asegurándose así una mayor independencia en la toma de decisiones (Art. 123).

 

[23] Sergio Molina (2000:9), entiende que ésta “[…] no es sólo una fase más, sino que  hay una ruptura con los turismos tradicionales (los de carácter industrial con sus diferentes etapas evolutivas) que implican nuevas concepciones y enfoques, metodologías y tecnologías, además  de un nuevo reparto en los  papeles de los gobiernos, empresas y las comunidades locales.  La mayoría de los enfoques, de los conceptos y de las prácticas que sirvieron antes, no desempeñan una función importante en el posturismo.” Agrega que es un modelo que implica un nuevo paradigma (valores, metodologías y técnicas) aún en proceso de desarrollo, análisis y enriquecimiento conceptual.