México, el MERCOSUR y la Alianza del Pacífico: intereses, identidades y prioridades regionales
Luis Ochoa Bilbao*
Rafael Velázquez Flores*
Resumen
El propósito del artículo es revisar la experiencia de las relaciones entre México y el MERCOSUR, y señalar las dificultades para consolidar una política consistente entre México y el bloque regional del sur. Al mismo tiempo, el artículo se cuestiona la viabilidad de que México pueda lograr una relación más constructiva y fructífera con la Alianza del Pacífico si la experiencia con el MERCOSUR no ha sido tan positiva. El argumento central es que la Alianza del pacífico sí responde a los intereses regionales mexicanos que se centran más en la importancia de las relaciones comerciales y que deja de lado los aspectos sociales de la integración.
Palabras clave: Alianza del Pacífico; MERCOSUR; México; Integración Comercial; Latinoamérica
Abstract
The purpose of the article is to analyses the Mexican experience in its relations with MERCOSUL and the difficulties to stablish a consistent and profitable relation with this regional block. At the same time, the article questions the creation of the AlianzadelPacífico considering the poor results of the Mexican relation with MERCOSUL. The argument is that the AlianzadelPacífico offers the kind of regional integration that responses to Mexican interests, focused primarily in trade and commerce that leaves social aspects of integration totally apart.
Keywords: The Pacific Alliance; MERCOSUR; Mexico; Trade Integration; Latin America
Introducción
Desde el año de 1960 México se ha manifestado a favor de participar activamente en el comercio con los países latinoamericanos. La firma del Tratado de Montevideo que daría lugar a la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) así lo demuestra. Al mismo tiempo, México manifestaba desde aquellos años una vocación regional amplia en la que el país se definía así mismo como parte de la gran hermandad hispanoamericana que, para todos fines prácticos, difundía una retórica que distinguía dicha hermandad con la posición de poder hegemónico estadounidense en el continente.
El momento histórico apuntaba a la lógica del modelo de sustitución de importaciones que, en el marco de la Guerra Fría, sentarían las bases del desarrollo industrial de los países latinoamericanos. En México, a diferencia de lo que ocurría en el sur del continente, existía una especie de estabilidad política que contrastaba con los regímenes militaristas y los movimientos sociales que estallarían en Centroamérica durante los años ochenta. Sin embargo, la promoción del libre comercio fue una constante. En este sentido, el primer objetivo del artículo es describir el cambio que se presentan en la política comercial de México hacia la región precisamente a finales de la Guerra Fría. El argumento es que México decide abrazar los principios del Consenso de Washington y busca abrirse al comercio mundial dejando en un lugar secundario sus intereses económicos hacia la región.
Esta estrategia quedará claramente definida con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en la que explícitamente México se redefine como actor y parte de la región de América del Norte. El segundo propósito del artículo es, precisamente, ilustrar cómo esta estrategia termina por alejar a México del MERCOSUR, el proyecto de integración comercial latinoamericano más importante y se reubica en la esfera de influencia económica marcada por los intereses estadounidenses. A partir de ese momento, México promoverá una idea de integración económica y comercial regional que terminará por constituirse como antagónica respecto al modelo del MERCOSUR. En este sentido, la apuesta por la integración económica y comercial defendida por México encontrará eco en otras naciones y eso explicaría la creación de la Alianza del Pacífico.
El artículo se propone analizar el camino que ha distanciado a México del MERCOSUR y pretende responder a la siguiente pregunta: Ante los resultados de la experiencia de integración comercial de México con la región, ¿Por qué habríamos de esperar una apuesta más sólida y consistente con la Alianza del Pacífico si la experiencia de México con el MERCOSUR no ha sido plenamente satisfactoria y, a decir de los analistas, terminó siendo insuficientemente aprovechada por ambas partes?
La hipótesis que defiende este artículo es que México promueve un modelo de integración comercial que estructuralmente defiende principios distintos a los del MERCOSUR, este último, un esquema más incluyente en lo que se refiere a la creación de una comunidad también política y social. Por el contrario, México propone una integración regional que deja de lado los factores sociales y políticos y encuentra que la Alianza del Pacífico, así como la voluntad de las naciones que la componen, coincide plenamente con esa visión particular de integración regional.
El artículo está dividido en tres apartados y unas conclusiones generales. El primero esboza de manera muy breve los modelos de integración económica y asociación comerciales que permitirán ubicar las diferencias estructurales tanto del MERCOSUR como la Alianza del Pacífico. El segundo apartado hace una narración histórica y crítica de los altibajos de la participación de México en el MERCOSUR. El tercero analiza la propuesta de la Alianza del Pacífico destacando esas características que explicarían el interés de México por liderar un modelo de integración económica diferente al MERCOSUR. Finalmente, en las conclusiones se reitera la evidencia que nos permite ubicar a México en el ámbito de las relaciones económicas regionales como un actor que busca incrustarse en América del Norte diluyendo la idea retórica, discursiva solamente, de la identidad latinoamericana como un todo homogéneo en la práctica.
Los modelos de integración comercial latinoamericanos tras el fin de la Guerra Fría
El desarrollo de los modelos de integraciones comerciales tras el final de la Guerra Fría parten de la comparación con el proceso seguido en Europa desde el BENELUX hasta la creación de una comunicad no sólo económica, sino política, social y cultural como Unión Europea. Sin embargo, se descuidan procesos históricos que han tenido lugar en otras latitudes como el caso de la Unión Aduanera de África Austral conformada desde 1910. En América Latina la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) creada en 1948 impulsaría un proyecto de desarrollo con visión regional buscando consolidar la industrialización de los países y promoviendo esquemas económicos de corte keynesiano que pudieran integrarse (Bárcena, 2007). El esquema tenía la lógica de la posguerra y de la consolidación de políticas encaminadas al Estado de bienestar que se entendían como necesarias no sólo para mejorar la calidad de vida de las comunidades sino para evitar las embestidas de la ideología comunista. En dicho contexto histórico, los modelos de integración comercial o económica pueden diferenciarse por la naturaleza de sus vínculos y, la profundidad de sus compromisos, la complejidad de su implementación y los alcances que se proponen.
Los Acuerdos de Comercio Preferencial (ACP) serían los más simples ya que buscaban meramente la disminución de aranceles entre los Estados firmantes. La finalidad sería la apertura de mercados y el fomento de la inversión extranjera directa (Manger, 2009). Una extensión de este tipo de acuerdos sería los Tratados de Libre Comercio (TLC) cuyos alcances serían ligeramente mayores. En ellos, los signatarios pretenden también establecer un tipo de integración y cooperación institucional que facilite, fundamentalmente, el intercambio de bienes y el flujo sin restricciones de la inversión.
Tanto los ACP como los TLC son considerados modelos que ayudan a que se “cree comercio” entre los países firmantes ya que entre algunos flujos comerciales se reducen las restricciones que antes no existían. Sin embargo, en lo que se califica como una característica dual de estas prácticas, también se desvía comercio “debido a que bienes y servicios idénticos intercambiados dentro de la asociación, pagan diferentes aranceles, dependiendo si el origen de los bienes está dentro o fuera del club comercial” (Medrano, 1997, p. 53-54). La noción de conformar un “club comercial” se sostiene ante la evidencia que la creación de Uniones Aduaneras, además de lo anterior, también aplica impuestos comunes a los bienes y servicios procedentes de terceros países.
La creación de Mercados Comunes es una experiencia más limitada que sólo se circunscribe a la Comunidad Económica Europea y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR). En ambos casos, los procesos de integración fueron más amplios, llegando a impactar la circulación de bienes, servicios y capital pero también a la mano de obra, otorgándole una dimensión laboral y humana que en los otros modelos claramente no estaría, ni siquiera, contemplada. Finalmente la Unión Económica y Monetaria así como la Unión Económica, Monetaria y Política representarían los esquemas de integración más profundos y complejos con la creación de instituciones supranacionales, de legislaciones transnacionales, de acuerdos transfronterizos, de homogeneización de políticas educativas y laborales y la acumulación de fondos económicos comunes con la intención de equilibrar las disparidades entre los Estados miembros.
Los modelos de integración económicos más elementales fueron apareciendo conforme se transitaba a diversos momentos de la Guerra Fría. La Organización Mundial de Comercio (OMC) vino a sustituir, en 1995, al Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT) establecido en 1947. El GATT tenía el propósito de facilitar las negociaciones entre los países miembros con miras a la reducción de aranceles, esto en un contexto de enfrentamiento bipolar no sólo en el terreno político-militar sino también en el económico. La OMC se convierte en un organismo fruto del fin de la Guerra Fría, se institucionaliza y fomenta los acuerdos de reducción arancelarios multilaterales. También, la OMC se ha convertido en promotora de los procesos de integración económicos tratando de regularlos. Lo que ocurre de manera generalizad tras el final de la Guerra Fría es que las condiciones locales terminan imponiéndose y eso explicaría la proliferación de diferentes modelos de integración.
Para el propósito de este artículo, el MERCOSUR debe ser entendido como un proceso de integración que, por razones propias de todo proceso y por razones políticas, ha experimentado diferentes momentos de progreso, interrupción, rediseño institucional, ampliación de sus miembros y por ello no se trata de una integración regional plenamente acabada. En el artículo 1º del Tratado de Asunción se establecen las siguientes metas:
1. La libre circulación de bienes, servicios y factores productivos entre los países, a través, entre otros, de la eliminación de los derechos aduaneros y restricciones no arancelarias a la circulación de mercaderías y de cualquier otra medida equivalente;
2. el establecimiento de un arancel externo común y la adopción de una política comercial común con relación a terceros Estados o agrupaciones de Estados y la coordinación de posiciones en foros económico-comerciales regionales e internacionales;
3. la coordinación de políticas macroeconómicas y sectoriales entre los Estados Partes: de comercio exterior, agrícola, industrial, fiscal, monetaria, cambiaria y de capitales, de servicios, aduanera, de transportes y comunicaciones y otras que se acuerden, a fin de asegurar condiciones adecuadas de competencia entre los Estados Partes;
4. el compromiso de los Estados Partes de armonizar sus legislaciones en las áreas pertinentes, para lograr el fortalecimiento del proceso de integración.
(Tratado de Asunción, 1991, art. 1)
Lo anterior nos permite considerar al MERCOSUR precisamente como un modelo de Mercado Común; es decir, que busca no sólo la cohesión económica sino también la cohesión social, impactando ámbitos de vida más profundos como la movilidad de personas y pensando en el multilateralismo por encima de los acuerdos bilaterales.
El MERCOSUR, como se explicará a continuación, responde a una naturaleza de integración diferente a la que ha practicado México desde su plena inserción en el comercio mundial con su ingreso al GATT en 1986. En el siguiente apartado se describen los altibajos de las relaciones entre México y el MERCOSUR que, como argumento central del artículo, se explicaría por el interés mexicano de fomentar un proceso de integración diferente al que se lleva a cabo en el sur del continente.
México y el MERCOSUR: crónica de los desencuentros
Lo primero que puede decirse de las relaciones económicas y comerciales entre México y los países de América Latina es que priva la ambigüedad. Desde la creación de la ALALC en 1960 y hasta la participación de México como país observador del MERCOSUR, los grandes avances en materia comercial han sido los TLC bilaterales. En 1999 se firmó la Ampliación del Acuerdo Comercial con Uruguay, desde el año 2000 las conversaciones sobre un TLC con Brasil se han visto entorpecidas por las posturas divergentes que ambas naciones tienen respecto al sector automotriz. También, en el año 2000, México firma el Acuerdo de Cooperación Económica con Argentina y el Acuerdo de Asociación Estratégica entre México y Chile, éste último, también país asociado del MERCOSUR.
A primera vista, los acuerdos bilaterales serían una condición para que México pasara a ser de un país observador del MERCOSUR en nación asociada.1 El requisito parece cumplirse con Acuerdo de Complementación Económica No.53 entre México y Brasil (ACE No. 53) y con el Acuerdo de Alcance Parcial No. 38 entre México y Paraguay (AAP No. 38). Sin embargo, no hay algo parecido con Venezuela que apenas ingresó el MERCOSUR en 2013.
La reseña histórica de las relaciones entre México y el MERCOSUR debe tomar como punto de partida el reordenamiento del poder global a finales del siglo XX. En la primera Cumbre de las Américas celebrada en 1994 el presidente estadounidense William Clinton lanzó el proyecto del Acuerdo de Libre Comercio para las Américas. México promovió dicho proyecto en concordancia con las negociaciones y la eminente firma del TLCAN. Brasil, en su momento, no se mostró entusiasta porque consideraba que su condición de global tradery su liderazgo regional en el MERCOSUR le permitirían utilizarlo como instrumento de inserción estratégica en el sistema internacional de posguerra fría (Reis da Silva & Palacios, 2001, p. 143). Además, Brasil no logró consolidar su oposición por la renuencia de algunas naciones sudamericanas y por su interés, en aquel momento, de vincularse más estrechamente con la Unión Europea (Deblock&Turcotte, 2005, p. 6).
De hecho, la firma del Tratado de Asunción en 1991 es un antecedente inmediato que de alguna forma redibuja el mapa geoeconómico y geopolítico del continente americano, ubicando a Brasil en una posición de liderazgo, complementaria en el ámbito regional, a la esfera de influencia de Estados Unidos. México abrazó el proyecto del TLCAN como su mayor apuesta para consolidarse como el socio estratégico de los Estados Unidos. Esta decisión pareció una declaración de distancia respecto al resto del continente. Las diferencias de los modelos volvieron a replantearse cuando en 1993 Brasil planteó la creación de un área de libre comercio en Sudamérica que, en contestación, tendría su contrapropuesta con el ALCA lanzada por Estados Unidos y apoyada por México.
Como ha quedado establecido en otros trabajos, más que una rivalidad entre Brasil y México, hay posturas diferentes en lo que respecta al modelo de integración económica regional que cada uno impulsa. Brasil percibió que la firma del TLCAN le otorgó a México un estatus que ponía en peligro la oportunidad brasileña de atraer inversión extranjera directa. Las distancias entre México y Brasil también se hicieron patentes en lo referente a los temas sociales y sindicales a lo largo de varias discusiones sobre el ALCA (MonizBandeira, 2003; Godio, 2004).
Las divergencias entre México, Brasil y las naciones del MERCOSUR se han dado saldado por la orientación neoliberal y conservadora del proyecto de integración comercial que ha seguido México en los últimos años. Fundamentalmente destacan la ausencia de un contenido social en los TLC que ha firmado México, así como una posición mucho más abierta, es decir, menos proteccionista, que la existente en Sudamérica.
La promoción de estos valores fue bandera del gobierno de Vicente Fox (2000-2006). En julio de 2004 México solicitó formalmente su inclusión como socio ampliado del MERCOSUR. Sin embargo, en noviembre de 2005 en la IV Cumbre de las Américas en Mar del Plata, el presidente Fox abanderó con decidido entusiasmo el modelo del ALCA propuesto, esta vez, por George W. Bush. Tal entusiasmo, junto con errores diplomáticos elementales, provocó una reacción generalizada de rechazo a la posición mexicana. A pesar de lo anterior, y bajo el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) en dos ocasiones, primero mediante la intervención del presidente uruguayo Tabaré Vázquez (2007) y luego de Néstor Kirchner (2008) se volvió a poner en la mesa la idea de incluir a México como socio del MERCOSUR.
Estos planteamientos son más retóricos que formales, ya que, desde el mismo seno del MERCOSUR, queda perfectamente claro que la presencia de México es importante pero no indispensable. Retóricamente se considera a México parte de América Latina, en términos prácticos, México (al igual que Chile) proponen una mayor apertura comercial que los miembros del MERCOSUR no estarían dispuestos a aceptar. Esto quedó demostrado en el marco de la 35 Cumbre del Mercosur en la que México participó como invitado representado por la secretaria de relaciones exteriores, en las declaraciones de Eduardo Sigal, entonces subsecretario de integración económica de Argentina en 2008; respecto a la presencia de México comentó: “es más un gestopolítico que práctico y por el momento no podemos generar una mayor expectativa que ésta”(“Valoran presencia regional de México en el MERCOSUR”, 2008).
Los encuentros entre México y el MERCOSUR parecen responder a una retórica regional basada en una identidad latinoamericana que no se corresponde con las coincidencias de los modelos de integración económica y comercial que defienden postulados diferentes. México ha seguido claramente desde los años ochenta una política denominada aperturista (De la Mora, 2014, p. 389). Este modelo se ha preocupado fundamentalmente por promover las exportaciones de México especialmente hacia el mercado estadounidense. Las justificaciones a un modelo de integración poco proteccionista se dan a partir de recordar que el TLCAN fue negociado y firmado en el contexto de las crisis mexicanas, la de la deuda en los ochenta y la financiera de 1994-1995 (Vega, 2010, p. 269-271).
México y la Alianza del Pacífico
Como ha quedado claro en los párrafos anteriores, México ha buscado integrarse a los procesos latinoamericanos. Sin embargo, por razones de interés geoeconómico, México decidió profundizar su integración en la región de América del Norte. Obviamente, esa decisión generó cierto recelo entre algunos países de la región. Por ello, el gobierno mexicano buscó acercarse a las alianzas económicas de América del Sur para mostrar su identidad latinoamericana. Esta es una de las razones que explican el acercamiento de México al MERCOSUR y otros procesos de la región. Sin embargo, este acercamiento se opacó durante el sexenio del presidente Vicente Fox (2000-2006). Ese periodo tuvo dos características en materia de política exterior. Por un lado, México buscó tener una relación mucho más estrecha con Estados Unidos puesto que en el año 2000 llegaron dos administraciones de naturaleza conservadora a la presidencia de ambos países. Por otro lado, el presidente Fox se embarcó en una espiral de crisis diplomáticos con países latinoamericanos. Primero, su administración e enfrentó a Cuba en el marco de la comisión de Derechos Humanos de la ONU y eso generó graves tensiones entre ambos países que llegaron casi a la ruptura de relaciones. Asimismo, México tuvo serias diferencias primero con Argentina y luego con Venezuela luego de la reunión de Mar de Plata del 2005. Con Argentina el diferendo se dirimió rápidamente, pero Venezuela retiró a su embajador y el nivel de la relación se deterioró significativamente. En ese mismo sexenio, México tuvo serias diferencias con Bolivia, Chile, Colombia y otros países. Por lo tanto, Vicente Fox dejó seriamente dañadas las relaciones de México con la región.
Cuando llegó a la presidencia Felipe Calderón en 2006, México buscó recomponer sus relaciones diplomáticas con la región. En esta lógica, la diplomacia mexicana buscó nuevos acercamientos con Cuba y con Venezuela para tratar de disminuir el desprestigio. Asimismo, el presidente Calderón tuvo interés de acercar nuevamente al país a los procesos de integración regional. En este marco, en el año 2010 Perú propuso a los países de México, Colombia y Chile un esquema de integración novedoso luego de que las negociaciones del Foro del Arco del Pacífico Latinoamericano (FAPL) fueran infructuosas. El FAPL buscaba un mejor posicionamiento de los países latinoamericanos frente a la región del Asia Pacífico, la más dinámica del mundo en términos económicos. Ante los escasos avances del FAPL, los cuatro países latinoamericanos decidieron entonces lanzar la propuesta de la Alianza del Pacífico.
En abril de 2011, se llevó a cabo la primera cumbre de presidentes en Lima, Perú, con el propósito de impulsar este bloque comercial. En esa reunión se firmó la Declaración de Lima, con la cual los presidentes de los cuatro países se comprometían a profundizar la integración de sus economías. A principios de 2012, los cuatro presidentes se volvieron a reunir en Mérida, México, para establecer los grupos de trabajo que negociarían los principales rubros del acuerdo. En esa reunión se aceptó a Costa Rica como miembro observador. En junio de ese mismo año, en Paranal Chile, se firmó el Acuerdo Marco de la Alianza del Pacífico, con lo cual se creó de manera formal a la Alianza. Después de la formalización de la alianza en 2012, los presidentes de los cuatro países se han reunido en diversas cumbres para avanzar y fortalecer el proceso de integración.
La Alianza del Pacífico tiene como principal objetivo construir un área de integración que lleve a la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas. La creación de este bloque económico busca “impulsar un mayor crecimiento, desarrollo y competitividad de las economías de las partes, con miras a lograr mayor bienestar, superar la desigualdad socioeconómica e impulsar la inclusión social de sus habitantes” (Alianza del Pacífico, s.f). Pero sus propósitos no son solamente económicos puesto que la Alianza también busca convertirse en una plataforma de articulación política que permita proyectar a los cuatro países frente a la región del Asia Pacífico. Este proceso de integración presenta varias novedades, como la instalación de embajadas conjuntas,2 la libre circulación entre los ciudadanos de los cuatro países3 y la conformación de un parlamento de la Alianza del Pacífico.
Para el mundo, la Alianza del Pacífico representa un proceso de integración novedoso, rápido y pragmático, es decir no ideológico. Muchos países están interesados en observar el proceso pues para finales del 2014 había más de 30 países como observadores. La Alianza busca incrementar las oportunidades de comercio e inversión entre los cuatro países, pero también el propósito es servir de contrapeso a otros procesos de integración en América del Sur, como son el MERCOSUR y el ALBA. A pesar de no tener una fuerte carga ideológica, la Alianza busca ser un factor de contrapeso frente a las economías de Brasil, Argentina y Venezuela. Algunos círculos políticos interpretaban a la Alianza del Pacífico como un proceso encabezado por gobiernos de derecha, apoyados por Estados Unidos, para reducir la influencia de los gobiernos de izquierda de la región (Briceño, 2013; Morales & de Jesús Almonte, 2012). Sin embargo, el argumento mostró debilidad cuando regresó Bachelet a la presidencia en Chile y el partido conservador mexicano perdió las elecciones presidenciales en el 2014. Los dos nuevos gobiernos apoyaron de manera decidida el proceso de integración.
Para efectos de este trabajo, la Alianza del Pacífico es un proceso de integración práctico, no necesariamente ideológico, que busca una integración más efectiva puesto que los procesos anteriores (ALADI, ALALC, ALCA no prosperaron. Es decir, en la región latinoamericana ha habido intentos por integrar política y económicamente a los países de la región. Sin embargo, esos intentos han fracasado debido a las diferencias políticas y a las disparidades económicas de la zona. Por lo tanto, Colombia, Chile, Perú y México buscan a través de este mecanismo una integración económica de mayor alcance y profundidad. Las similitudes que tienen los cuatro países, en términos económicos y políticos, hacen más factible una unión de esta naturaleza. Sin embargo, es factible que otros países se integren al proceso, siempre y cuando existan esas similitudes.
Los cuatro países que forman el bloque alcanzan una población de aproximadamente 207 millones de habitantes, lo que representa casi el 35% de la población de la región latinoamericana. Las exportaciones en conjunto representan casi el 55% del total de América Latina, lo cual supera el volumen del Mercosur. El PIB de los cuatro alcanza la cantidad de 2,1 billones de dólares y el PIB per cápita está cercano a los 13.000 dólares. Además, los cuatro países participan activamente en otros procesos de integración internacionales. Los cuatro han firmado acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y algunos con la Unión Europea. En el área del Pacífico, Chile, México y Perú forman parte de la APEC. Tanto México, como Perú y Chile han ingresado al Acuerdo de Asociación Transpacífico (Malamud, 2012).
Otro elemento que también ayuda a explicar la conformación de este bloque latinoamericano del Pacífico es la identidad. Los cuatro se identifican como países latinoamericanos que comparten ciertas similitudes políticas, económicas y culturales. Por un lado, los cuatro han tenido significativos avances democráticos en sus respectivos países. El compartir los valores democráticos conduce a establecer objetivos comunes y a alcanzarlos con mayor facilidad. Ello permite que la alianza pueda tener continuidad en el futuro. Una de las preocupaciones de la comunidad internacional ha sido la rapidez del proceso y ello ha puesto en duda el futuro de la alianza. Otro elemento de identidad compartida es que los cuatro son países que apoyan y fomentan las políticas de libre comercio. Este rasgo permite también que el proceso sea exitoso en la reducción de los aranceles y que tenga continuidad. Finalmente, las similitudes culturales e históricas permiten dejar la retórica y fomentar políticas que promuevan el desarrollo y el bienestar de la población. Obviamente, la Alianza del Pacífico no es un instrumento mágico para reducir los altos niveles de pobreza, pero al menos representa un mecanismo para buscar mejores condiciones.
La estructura de la Alianza del Pacífico es poco complicada. En la práctica, los cuatro presidentes de los países miembros conforman el máximo órgano de decisiones de la alianza. Ello garantiza que las decisiones sean tomadas al máximo nivel y que las estructuras burocráticas puedan operar con el apoyo de los jefes de Estado. La Alianza cuenta también con un Consejo de Ministros, el cual está integrado por los responsables de las carteras de Comercio Exterior y de Relaciones Exteriores. También cuenta con un Grupo de Alto Nivel (GAN), compuesto por los viceministros de Comercio Exterior y de Relaciones Exteriores. El mecanismo también se compone de grupos técnicos, los cuales atienden los principales temas de interés, como son: comercio e integración; servicios y capitales; movilidad de personas; cooperación; y asuntos institucionales. El GAN supervisa los trabajos de los grupos técnicos. Como se puede observar, la estructura de la Alianza facilita el proceso de toma de decisiones debido al número de reducido de actores y al alto nivel de los participantes. La estructura permite transparencia y agilidad para las decisiones que lleven a la profundización y consolidación de este mecanismo.
Uno de los principales temas dentro de la Alianza es el de cooperación. Aquí, los cuatro países tienen interés en fomentar el cuidado del medio ambiente, ofrecer becas a estudiantes de los cuatro países, facilitar el movimiento de personas y promueve esquemas para mejorar la competitividad de las empresas. Asimismo, los cuatro países se esfuerzan por mejorar las condiciones vinculadas a los procesos productivos, de infraestructura, financieros, transporte, y todos los relacionados con el comercio exterior. Incluso, los cuatro países han acordado la creación de un fondo de cooperación fortalecer los objetivos de la alianza. El fondo inició operaciones con un millón de dólares, en donde cada país aportó 250.000 dólares.
Conclusiones
Ante el estancamiento de los procesos de integración en América Latina, la Alianza del Pacífico se ha convertido en un bloque de rápido desarrollo y de consolidación. Es muy probable que esta Alianza se convierta en uno de los procesos de integración más efectivos en la región. En poco tiempo, los cuatro países miembros han alcanzado acuerdos significativos para liberar el comercio entre ellos. También han avanzado en esquemas de cooperación novedosos y no solamente económicos, como son fondos comunes, becas para estudiantes, embajadas comunes, un parlamento, entre otros. La perspectiva es que este bloque se consolide en el futuro y que otros Estados de la región pretendan sumarse a la Alianza.
Debido a que se enganchó en el TLCAN, México buscó un acercamiento con los procesos de integración en América Latina por dos razones: La primera porque el país necesitaba establecer contrapesos por la intensidad de la relación con Estados Unidos. Mantener presencia en la región latinoamericana le permitía a México buscar una mayor diversificación de su comercio. En segundo lugar, el gobierno mexicano no quería que el país se quedara aislado de los procesos de integración latinoamericanos para no perder un cierto liderazgo que México ha buscado tener. También debemos decir que México buscó un acercamiento con América Latina para reducir las críticas de los grupos nacionalistas por haber firmado el TLCAN. Mercosur, que fue la respuesta al TLCAN, fue una opción para México. Sin embargo, el acercamiento a la zona aduanera del sur de América no prosperó por los problemas políticos que México tuvo con algunos países de la región. Por lo tanto, la Alianza del Pacífico se presentó como una excelente opción para lograr los objetivos arriba señalados.
La Alianza del Pacífico tiene sus orígenes en la coincidencia de identidades de los cuatro países. En primer lugar, los cuatro son latinoamericanos por lo que los une vínculos históricos y culturales comunes. En segundo lugar, los cuatro han experimentado avances democráticos sustanciales. Asimismo, los cuatro son fervientes creyentes de la apertura comercial. La coincidencia de identidades hace que los cuatro tengan intereses económicos y políticos muy similares. Este rasgo distintivo fue un factor determinante para la concreción de la alianza y será también un factor que permita la consolidación de la Alianza para el futuro.
Referencias
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Notas
** Doctor en Sociología, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Correo electrónico: ochoabuap@hotmail.com
** Doctor en Estudios Internacionales, Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Correo electrónico: rafael.velazquez@cide.edu
Los socios de México en la Alianza del Pacífico, Chile, Colombia y Perú, son países asociados del MERCOSUR.
2 La Declaración de Cali de 2013 llevó al proyecto de instalar una embajada común de los cuatro países en Ghana.
3 A partir de noviembre de 2012, los cuatro países suprimieron el requisito de visa para que sus ciudadanos puedan ingresar libremente en el bloque.
Artículo recibido: 11-09-2014 Artículo aceptado: 12-12-2014
MIRÍADA. Año 7 No. 11 (2015) p. 51-64
© Universidad del Salvador. Facultad de Ciencias Sociales. Instituto de Investigación en Ciencias Sociales. (IDICSO). ISSN: 1851-9431