MIRÍADA. Año 3, No. 5 (2010)

© Universidad del Salvador. Facultad de Ciencias Sociales.

Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales (IDICSO), ISSN: 1851-9431 

 

La teoría fundamentada y el estudio de casos

Nicolás Gómez Núñez[*]

Resumen

En este artículo se presentan dos tensiones de la teoría fundamentada. La primera está referida a las modificaciones de la participación de los que en ella se involucran. La segunda está vinculada a los procedimientos que permiten lograra la validez de la teoría que emerge. En el transcurso de los argumentos se pone énfasis en la utilidad de la muestra teórica para definir los casos en estudio, se explican los fundamentos del análisis de datos y se describe una experiencia científica que muestra la gestión de las herramientas.

Palabras claves: Teoría fundamentada; Muestra teórica; Estudio de casos.

 

Abstract

This article presents two tensions of the Well-founded theory. The first refers to the participation modifications for the parties involved. The second is linked to the procedures that validate the emerging theory. During the arguments we place emphasis in the usefulness of the theoretical sample, in order to define the cases under study, data analysis fundamentals are explained, and a scientific experience is described, which shows the tools’ functionality.

 

Keywords: Well-founded-theory; Theoretical sampl; Study cases.

 

     La teoría fundamentada (Glaser & Strauss, 1967) es un diseño de investigación que orienta la experiencia científica hacia la construcción de un conocimiento desde la interpretación de los datos. Debido a esto, su eficiencia se pone en juego cuando el investigador resuelve dos asuntos: a) el papel que él cumple en el proceso de investigación; y b) la forma que permite la validez de las interpretaciones que construyen la teoría que emerge.

     En la primera parte de este trabajo se presentan las reflexiones referidas la toma de decisiones adecuadas a la teoría que se construye y que tienen consecuencia a nivel metodológico, las cuales presentan una alternativa de resolución de las dos tensiones ya señaladas. En la segunda parte, se describe una experiencia científica que se propone conocer la cultura económica en dos organizaciones de este tipo ubicadas en un medio social urbano pobre, mediante lo cual buscamos ejemplificar las rutas en la administración de herramientas y la elección de casos según lo expuesto en el primer tramo.

 

1.      Reflexiones sobre la participación y la validez

     Sobre el primer aspecto, referido al papel del investigador en el proceso de investigación, debemos asumir que el despliegue de los diseños de investigación supone que éste cuenta con una disposición que le permite ingresar y salir de los encuentros con quienes le informarán sobre el comportamiento del objeto de estudio. En este caso, se tratará de un ingreso a la economía informal, donde están quienes aportarán las expresiones de su cultura económica, los trabajadores en lo propio, quienes además mantienen la trayectoria de su organización.

     Ahora, cuando ese diseño de investigación es guiado por la teoría fundamentada, el investigador necesita desempeñarse buscando acrecentar la comunicación efectiva o rapport con los individuos, a fin de involucrarse en su modo de estar en la vida. Sin embargo, es necesario anticipar que el acceso a ese mundo de la vida no es un ingreso sin teoría, debido a que el investigador ha iniciado su participación mucho antes, por ejemplo: imaginando a la economía informal a través de su proyecto de investigación o porque ya es parte de una tradición científica gracias a que ha invertido ánimos, tiempo, dinero y horas de asistencia a las aulas universitarias.

     En consecuencia, cuando el investigador instituye sus primeros encuentros con los que progresivamente serán tratados como sus informantes claves, él cuenta con una conjetura que le permite interpretar lo que ahí observa y escucha, y también le impide apreciar indicadores de dimensiones y variables, debido a que no está entrenado para verlas y valorarlas. Por tanto, esa primera etapa de encuentros sólo puede conducirlo a una comprensión parcial de lo que ahí sucede, debido a que está atado a la constatación sistemática de sus observaciones externas (Batallán & García, 1994), las que se reproducen porque interpreta, exclusivamente, lo que él ha observado y registrado en sus fotografías y videos, en su cuaderno de campo, en la lista de cotejo, en la pauta de encuesta, o en otras formas de relevo de información.

     Definida la situación así, una de las condiciones necesarias es dotar a la participación del investigador de un requisito de control de validez teórica, el cual le anime a concebir la comprensión desde una fusión de los horizontes de su interpretación con las tradiciones interpretativas que trata de conocer (Batallán & García). De esto resulta que el investigador deja de ser el centro de la experiencia científica, por lo cual, él ya no es quién define y sanciona qué fuentes e informaciones deben ser apreciadas para la construcción del saber científico, sino que, más bien, este investigador en conjunto con los que están viviendo la realidad en estudio, participan de un obrar simétrico que no sólo proporciona los sustentos físicos de las informaciones, sino que, fundamentalmente, ofrecen los mecanismos que construyen el dato y su interpretación.

     Debido a esta transformación en la organización de los que participan en la experiencia científica, aparecen movimientos que desdoblan la concurrencia de los participantes, a saber: el investigador no sólo está como intérprete, sino  también, como conocedor práctico (Batallán & García); y los informantes claves, o los trabajadores en lo propio de la organización económica, no sólo están como conocedores prácticos, sino que, también, como intérpretes críticos del proceso de construcción del conocimiento científico.

     Al permitir que estas transformaciones avancen, la experiencia científica se encuentra en una segunda etapa, caracterizada por el nuevo estatus del material empírico y por las nuevas oportunidades de participación. Por un lado, el material empírico que llamamos dato, debe ser definido como un producto simbólico que expresa la relación con historia entre el investigador y los informantes claves. Por lo cual, el dato expresa una síntesis de las atribuciones de sentido de los que participan en su gestación, de ahí que dicha síntesis es una expresión que nunca está completa, o, por su carácter histórico siempre está en desenlace.

     Siguiendo a Batallán y García, lo que ahí interesa es identificar los criterios que usan, por ejemplo, los que están en la organización económica para interpretar y disponer dichos criterios en confrontación con la progresiva interpretación del investigador.

     Por otro lado, la participación se observará mediada por las invitaciones hechas a los que se encuentran como informantes claves. Por tanto, gran parte de esta premisa está condicionada a la disposición de los invitados. Pero a pesar de lo anterior, el investigador regularmente presenta en los distintos encuentros con los informantes claves, las tensiones que emergen cuando no concuerdan sus hipótesis con los criterios de interpretación de los miembros de la organización económica. Entonces, a partir de aquí también se abren oportunidades de participación, las que posibilitan la reorganización de la interpretación (Batallán & García).

     En este ejemplo, los sentidos descubiertos en la cultura de la organización económica, permite que los que realizan la co-interpretación abran posibilidades para reconocer otros significados e identifiquen expresiones que los poseen. Además, tomarán decisiones sobre el cierre de teoremas, o de un conjunto de hipótesis que presentan una explicación.

     Batallán y García indican que es posible que se generen nudos problemáticos que relacionan la subjetividad a procesos históricos-estructurales. En tal caso, ellos recomiendan su indagación grupal mediante una gran entrevista abierta en donde el investigador establece un dialogo horizontal con los participantes. Entonces, todos los que están ahí formulan hipótesis que son constatadas o refutadas, y de cada reunión emerge un resumen de los temas tratados que exponen los aspectos que han causado divergencias.

      Luego, los documentos de estos encuentros pueden retener, por ejemplo, las descripciones de las rutinas que los informantes claves realizan, sus relatos autobiográficos y los registros fotográficos. El análisis debe respetar el proceso de tratamiento de los tópicos que ha hecho el grupo y, mediante su lectura unitaria, se aíslan trozos que presentan temáticas y categorías que son sometidas a una codificación interna con respeto a su contextualidad y temporalidad.

     En cuanto al segundo aspecto que en este documento es tratado, referido a la forma que permite la validez de las interpretaciones que construyen la teoría que emerge, debemos asumir los argumentos ya expuestos porque nos muestran el carácter particular de la experiencia científica guiada por la teoría fundamentada; específicamente, como ya se ha señalado, porque la teoría se construye desde los datos empíricos (Jones, Manzalli & Pecheny, 2007) y gracias a la agregación de niveles de interpretación crecientemente complejos (Batallán & García).

      Este último quehacer supone que el investigador cuenta con las destrezas para hacer emerger categorías cuyas cualidades a la vez que ubican a los datos en un sistema de codificación en constante construcción, también permiten el descubrimiento de sus relaciones para conducirlas a un nivel donde se establecen los supuestos que sostienen a la interpretación. De ahí que las hipótesis tengan que ser respuestas provisionales acerca de las relaciones entre categorías y entre las propiedades de una categoría (Jones et al.). Pero aquí se ha de tomar una posición frente a lo que entenderemos por hipótesis.

      En los argumentos de Jones et al., se expresa que hay variaciones en la terminología empleada a medida que la teoría fundamentada se ha desarrollado; por ejemplo, la incorporación de las proposiciones a cambio de las hipótesis por parte de Whetten (1989) y también de Pandit (1996).  En esta aproximación al tema, se asume que la hipótesis sólo podría ser llevada a su prueba de validez mediante la observación directa de lo empírico, mientras que la proposición tendría un trato distinto a la prueba de verificación, es decir, podría no ser verificable en lo empírico directamente, así como lo indica la definición positivista de la hipótesis. Además, señalan Jones et al., se introduce la noción de concepto que tiende a especificar a la categoría.

     Si bien la hipótesis puede ser definida como una anticipación de sentido, según las regularidades de las tradiciones de la realidad en estudio, y si bien no se rechaza el ejercicio de refutación y constatación de la hipótesis; se enfatiza que parece poco probable que una práctica, interacción o acto de habla se relacione inmediatamente con la hipótesis que sostiene a la interpretación de las categorías que articulan a la teoría que se encuentra en construcción. En consecuencia, es preferible buscar su validez en el encuentro de los horizontes de interpretación de los que participan construyendo el dato, o en el mundo de la vida de la organización económica.

     En cuanto al empleo de la noción de concepto, es probable que pueda  ser reemplazado por la tradicional definición de dimensión que se observa y usa cuando se realiza una operacionalización de variables, en la medida que la dimensión contribuye a mantener la lógica seguida tanto en el diseño de las herramientas como en los distintos sistemas de análisis que se realizan sobre los datos.

     Así, para que las hipótesis obtengan validez, la teoría fundamentada debe hacer uso de la comparación constante y del muestreo teórico (Glaser & Strauss, 1967; Jones et al.). La primera, se desarrolla en la medida que el investigador realiza una sistemática clasificación y análisis de los datos, para lo cual debe confeccionar en el campo, datos de carácter diverso y disperso, y compararlos con las categorías. Luego, requiere consolidar esas categorías según las distinciones que ellas generan y tomando en cuenta sus cualidades. Posteriormente, necesita indicar los ámbitos que no han sido interpretados y que son expresados por la comparación de las categorías, además, necesita establecer categorías estables o centrales que permitan la interpretación desde el todo a las partes y viceversa (Batallán & García), y que faciliten preguntas de investigación que requieren respuestas desde las reglas que están en el objeto de estudio. Finalmente, debe escribir la teoría reflejando el proceso temporal y acumulativo del conocimiento construido.

 

El muestreo teórico y el caso

      El muestreo teórico es un procedimiento orientado a poner en uso las hipótesis que interpretan la relación entre las categorías centrales de la teoría que se encuentra en elaboración, y que busca construir datos que resuelvan las tensiones que se han originado cuando hay dos o más interpretaciones sobre la expresión del objeto de estudio.

      Por tales razones, el investigador sale de su primer caso en estudio, por ejemplo, abandona la organización económica que le ha permitido conocer las relaciones entre las categorías centrales que inspiran a los trabajadores en lo propio del sector informal de la economía, e identifica un nuevo caso que logra “maximizar la rentabilidad de aquello que se aprende” (Stake, 1998, p.17). En nuestro ejemplo: otras formas de asignación de valor que en la cultura económica del sector informal de la economía están presentes. De ahí que Jones et al., nos propongan que el muestreo teórico es guiado por dos criterios: propósito y relevancia teórica.

      A diferencia de la primera organización económica, este nuevo “sistema acotado” compuesto por “partes y limites constituyentes” (Stake) o caso, será tratado de manera distinta porque el investigador establecerá una comunicación efectiva con los nuevos informantes claves. Esto es así porque logra hacerse parte de ese mundo de la vida, al utilizar los contenidos densos derivados de las interpretaciones que ya tiene como válidas. Luego, puede hablar ahí de lo mismo.

      De forma consecuente, las herramientas de relevo de información experimentan cambios importantes. Por ejemplo: si en un primer momento, el investigador ingresó a la economía informal a través de una organización económica utilizando nociones amplias que organizan un conjunto de preguntas que le permitían explorarla; en una segunda instancia,  tendrá preguntas precisas que dan forma a una pauta de entrevista semi  estructurada porque él ya sabe que ellas funcionan hasta cierto punto. Pero fundamentalmente, las herramientas estarán a favor de la construcción de datos que le ayuden a decidir qué interpretaciones son las eficientes para resolver su tensión teórica. En estos términos, las herramientas de relevo de información siguen a la teoría en construcción, y no al revés, gracias a lo cual, pueden ser ubicadas en un enfoque progresivo. Entonces, es posible reconocer que la experiencia de investigación se encuentra en una tercera etapa, la cual se caracteriza porque el primer caso trasciende su ubicación como “caso intrínseco” y se ubica en la misma posición que los otros casos, a saber: como un caso “instrumental” . (Stake, 1998)

      En consecuencia, el investigador ya no sólo puede ir y venir por las categorías centrales, desde las partes al todo y del todo a las partes, sino que ahora puede hacer el mismo ejercicio con los casos, es decir, puede utilizar una hipótesis para iluminar los datos logrados en casos distintos o, tomar un grupo de datos de casos distintos para confirmar o refutar la interpretación que él tienen como hipótesis. Este ejercicio es nombrado por Glaser y Strauss como “la combinación de los límites empíricos de los datos” y “la integración y densidad de la teoría”. (Mella, 2003, p. 45)

      Si se han seguido los argumentos que presentan los criterios para construir los datos, distinguir la eficiencia de las interpretaciones que los involucrados en la experiencia científica usan para interpretarlos, y que ayudan a identificar los casos; es posible  sostener que la cantidad de casos es un criterio impertinente para el diseño de investigación guiado por la teoría fundamentada. Es decir, sólo puede estar en la reflexión del investigador cuando ha confundido los supuestos epistemológicos en los cuales se sustenta esta experiencia científica, y ha permitido que se introduzca la noción de representatividad en el diseño de investigación gracias al cual ha logrado lo descubierto.

      Sin embargo, no contar con un criterio de cantidad de casos no es dejar al arbitrio del investigador, o al de sus tiempos y recursos escasos, la decisión sobre el límite suficiente de casos con lo que el estudio finaliza. Esto es así porque dicha decisión sólo es tomada por la teoría en construcción, especialmente, cuando las categorías han alcanzado relaciones que se sitúan como estructuras estructurantes de los sentidos de las acciones (Bourdieu, Chamboredon, & Passeron, 2004) que funcionan como mandatos culturales en ese mundo de la vida que es conocido parcialmente porque se trabaja en un objeto de investigación que, en este ejemplo recurrente es la cultura económica; y no en todos los objetos de estudio que un investigador identifica cuando se involucra con los informantes claves, como por ejemplo: la creencia religiosa de los miembros de las organizaciones económicas, su participación política partidaria que debate y conforma acciones colectivas para dar respuesta a sus problemas sociales, la construcción de los roles de género que diferencian a los hombres de las mujeres en el medio social urbano pobre o sus trayectorias escolares.

      Este asunto es claramente expuesto por Glaser y Strauss (1967) y es regularmente asumido por los investigadores que han tratado el desempeño de la teoría fundamentada. Por ejemplo, Mella (2003) escribe lo siguiente:

Una de las interrogantes centrales con las que debe enfrentarse el investigador cualitativo que trabaja con más de un caso es en torno a los criterios para establecer los límites del corpus a analizar. La pregunta muchas veces formulada es si existe un número mínimo (de individuos, textos, imágenes, grabaciones, etc.) que garantice la relevancia de la muestra. Se trata en definitiva de decidir cuándo el número es suficiente o excesivo.

Algunos investigadores cometen el error de remitirse a criterios muestrales que basan su validez o representatividad en cálculos probabilísticos, sin tener en cuenta que la singularidad lógica cualitativa no está basada en las probabilidades estadísticas.

En este contexto cobra validez el concepto de muestreo teórico definido por Glaser y Strauss (1967). Los autores definen al muestreo teórico como “el proceso de recolección de datos para generar una teoría por medio del cual el analista conjuntamente selecciona, codifica y analiza su información y decide qué información escoge luego y dónde encontrarla para desarrollar su teoría tal como surge. Este proceso de recolección de información está controlado por la teoría emergente y las decisiones iniciales no están basadas sobre una estructura teórica preconcebida.

Así, los criterios para el muestreo teórico son los de “propósito teórico y relevancia, no de circunstancia estructural (Sanahuja, 2001) lo que genera una gran flexibilidad en cuanto a su tamaño. Esta flexibilidad de criterio ha generado críticas en cuanto a la validez del muestreo teórico, pero tal como señala Glaser y Strauss, el investigador que trata de descubrir teoría no puede establecer al comienzo de su investigación cuántos grupos integrarán su muestra durante su completo estudio; puede contar los grupos solamente al final. Es decir, no se trata de un muestreo apriorístico como los estadísticos. (p. 44-45)

     Por lo aprendido a partir del uso del muestreo teórico, asumimos que la condición de “flexibilidad” presentada por Mella, es sólo posible en la primera etapa de la experiencia científica, debido a que la “flexibilidad” se reduce cuando el investigador observa la emergencia de dos criterios metodológicos que provienen de la teoría que se construye.

      El primero puede ser nombrado como la participación pertinente del investigador, y su expresión está dada porque él ingresa a las rutinas cotidianas de sus informantes claves y obra eficientemente porque sabe dejarse llevar por la coordinación de la división social del trabajo que ahí sucede. En algunos momentos esto supone saber manejarse en el tiempo social, por lo cual, la vida cotidiana compromete al investigador con lo que sus informantes claves tratan como asuntos dramáticos, tristes o, a la inversa, como celebraciones de las conquistas colectivas.

      El segundo criterio sólo proviene del tercer caso, básicamente cuando el investigador instituye una conversación con un nuevo informante clave y logra, nuevamente, validar las interpretaciones que sostienen a la teoría que ya se encuentra en la fase de consolidación, pero (y aquí está el criterio)  los datos que se van construyendo con este nuevo informante clave en este tercer caso, le muestran las fronteras del objeto de estudio. Por tanto, él sabe dónde termina lo que busca y dónde se inicia un nuevo objeto de investigación.

      Así, con la presencia de esos límites o de las fronteras del objeto en estudio, el investigador puede utilizar el criterio de “saturación de las categorías” (Glaser y Strauss; Mella) debido a que: a) sabe las relaciones estables que constituyen a una categoría central, b) conoce las relaciones entre categorías centrales, por tanto, tiene a mano mandatos culturales que le permiten ingresar y salir de los encuentros con los informantes claves, y c) identifica los sistemas acotados conformados por partes y límites que lo instituyen como casos, donde la teoría construida es válida. Luego, sabe que a partir de esas fronteras se extienden otros territorios que no son posibles de comprender con el saber que se cuenta, por lo cual, inmediatamente surgen preguntas de investigación que inician una nueva experiencia científica referida a otro objeto de estudio.  

2.      La descripción de un ejemplo

      A continuación se describe el ejemplo que se ha enunciado para presentar los hitos de una experiencia de investigación orientada por la teoría fundamentada. Por tanto, se trata de los itinerarios de un viaje y no de las vivencias profundas y diversas del periplo.

     La investigación en cuestión estuvo orientada a comprender las variaciones de la cultura económica a partir de los datos elaborados con los que trabajan en las organizaciones económicas de un medio social urbano pobre. Dicho medio fue la comuna de Huechuraba en Santiago de Chile, debido a que estudios anteriores ya permitían reconocerla como tal.

     La primera organización fue un carrito, y su identificación no estuvo dada por las circunstancias, la guía fue el desencuentro entre la interpretación dada a su infraestructura luego de ser observada dentro de la Municipalidad y sin el despliegue de la actividad comercial, y lo que una de sus trabajadoras señaló al intentar confirmar o refutar lo descrito e interpretado días después. El desenlace de la tensión fue partir de nuevo y asumir las razones que explicaban el por qué de los errores de interpretación sobre lo observado. 

     En el carrito trabajan tres mujeres: Gloria, Ximena y Katita, mientras los hombres: Hernán y “pareja”, aparecen cuando ya se ingresa a las relaciones completas que sostienen a esta organización. Por tal razón,  en la introducción al negocio del carrito, éste podría llamarse como el carrito de las mujeres de la familia

     Estas mujeres atienden la relación venta y compra, se dedican principalmente, pero no exclusivamente, a ordenar y trasladar artefactos y cosas, se encuentran acompañando, todas ellas muestran la posibilidad de emprender actividades distintas y distantes a las del trabajo asalariado, debido a que comparten lugares comunes en el trabajo en lo propio. Estas trabajadoras poseen un puesto que establece una  diferenciación en las concepciones que desde el medio social urbano pobre se estiman sobre la calle. En este puesto se realiza el ambiente social donde emerge el valor de las cosas, y entrega una dignidad y un cargo a las que en él trabajan y que trabajan para él.

     Luego, este puesto coexiste junto a dos puestos más, uno de ellos es el que pertenece a una organización económica que sólo revende alimentos ya hechos, el otro es parte de un negocio de temporada que produce mote con huesillo, bebida helada que regularmente es consumida cuando el calor se hace presente desde el mes de septiembre a marzo. Ver Figura 1.

     En el caso del carrito, se empleó la observación para describir su infraestructura y el lugar físico donde se ubica: en la calle y en la muni, y para identificar las relaciones normales entre sus trabajadoras. Esto último requirió asistir cada día de la semana durante una semana.

      Se utilizó luego la observación participante, porque la presencia en el negocio del carrito implicó a los investigadores como recurso en la solución de sus problemas, por tanto: se efectuó la compra del pan cuando, a media mañana, las del carrito sabían que su clientela requería sándwich, se respondió sobre los precios de las cosas cuando hubo mucho comprador, se ayudó a subir las cosas del carrito a la camioneta que las transporta, se hizo uso de la camioneta para resolver un problema de uno de sus trabajadores, y se participó de las conversaciones en las cuales las trabajadoras cuentan su intimidad y evalúan su ubicación en la trayectoria del medio social urbano pobre.

      Cuando esto ya fue posible, una de las trabajadoras se encontraba en su octavo mes de embarazo, se iniciaban las elecciones a la alcaldía y se acercaba el término del año 2008. Luego, en el verano de 2009, se implementó entrevistas estructuradas que buscaban confirmar o refutar las interpretaciones realizadas en los 20 registros de campo, al tiempo que se obtuvo y analizó el primer libro de cuentas que ellas habían hecho, definiendo los tópicos que orientaron, a partir de ahí, las herramientas.  

      En el tratamiento de los indicadores que permitieron observar nuestro objeto de investigación, a saber, la cultura económica de este caso, fue necesario comenzar por los nombres que las trabajadoras le asignan a los solicitantes de crédito o, como ellas lo nombran en su actividad comercial: fiado o cuenta. Esta decisión se fundamenta en que estos nombres no sólo muestran la relación de deuda, sino que también realizan el rito de pertenencia de esos individuos que solicitan crédito a una ocupación conocida por las del negocio.

      Entonces, dichos nombres fueron asumidos como expresiones especiales de lo que buscamos conocer en el carrito. Indudablemente, este proceder tienen base en el uso que le da Geertz (2005) cuando trata los “títulos de status” y “títulos públicos” (pp. 315-318). A partir de ahí, fue posible acceder a las relaciones de confianza que son las bases del altruismo de grupo y, a nivel cultural, sostienen los contenidos de los esquemas tipificadores del saber hacer negocio.

     En este proceso de búsqueda de las expresiones tangibles de la cultura económica del negocio, o en el transcurso de una operacionalización de variables hecha de abajo hacia arriba sobre dicho objeto de estudio, logramos reconocer tres indicadores.

     El primero fue el de la confianza en las relaciones de compra y venta, y su expresión se inicia cuando el [comprador] se ubica en el lugar de la [vendedora], es decir: sale de su posición como cliente, realiza las tareas del trabajo en la organización económica, se inmiscuye en las tensiones que deben vivir los que ahí se desempeñan laboralmente y luego retorna a su estado de [comprador]. La utilidad de este indicador está dada porque permite ir y venir por los cúmulos de conocimiento compartido y, en él, el habla de las del carrito cumple una función performativa (Martinic, 1992; Mayol, 2006) que expresa el reconocimiento institucionalizado (Bourdieu et al.; Martinic) otorgando autoridad a los individuos concebidos dentro de los nombres usados. Las dimensiones de este indicador suponen que los involucrados dejan pasar la relación compra y venta y se concentran en los contenidos de la sociabilidad que en conjunto han construido. Por tanto, se conforma un recuento colectivo que permite que los que ahí se relacionan habiten un mismo universo simbólico, tanto en los términos en los cuales él existe como en los procesos que implica su construcción.

     El segundo indicador reconocido y utilizado fue el proceso de la cuenta que es realizado por los miembros de la organización económica cuando deben registrar en el cuaderno: lo sacado, el valor de lo sacado y quién lo ha sacado. Las dimensiones que anidan en este indicador son dos.  La primera es la calidad del registro que se lleva, el cual puede ser flexible, precario, ambiguo, difuso y, si hay mucha demanda de cuenta, disperso; y su resultado es la fractura en la trayectoria de la organización económica. También en sentido inverso, un registro de cuentas sistemático donde lo que deben los clientes corresponde con su nombre y las formas de lograr el pago; y su resultado es la inclusión del negocio en la construcción colectiva de la economía.

     La segunda dimensión es el sustento del poder adquisitivo de los trabajadores del sector formal de la economía con base en las cuentas de las organizaciones económicas gestionadas en medios sociales urbanos pobres, las cuales muestran las dependencias de esos trabajadores con la organización estudiada.

      El tercer indicador de la cultura de la organización económica es el uso adecuado de los artefactos y relaciones que expresan la información técnica del saber hacer negocio, y fue precisado a través de las dimensiones reconocidas por Espinosa y Zimbalist (1984), a saber:

a) nivel de problemas administrativos: contratación y despidos, reglas de trabajo, servicios sociales, relaciones laborales, sistema de participación y forma de remuneración, b) nivel de problemas productivos: mejoramiento de las condiciones de trabajo, rotación de empleos, cambios en la administración del trabajo, mantenimiento de equipos de trabajo, control de calidad, abastecimiento de materias primas, política de ventas, investigación y desarrollo de nuevos productos y selección e incorporación de artefactos, y c) nivel de problemas financieros: inversión, planeación de producción, situación financiera, situación de pérdidas y ganancias, política de sueldos, financiamiento de la inversión, financiamiento de los gastos de operación y presupuestos y costos de inversión. (p. 80)

      A través de este indicador fue posible observar a las trabajadoras del negocio que participan en la administración de los artefactos del saber hacer negocio, como si dicha forma de estar en el mundo fuese la única manera posible. Posteriormente, a ellas se fueron agregando otros individuos que administran circunstancialmente los artefactos del saber hacer negocio, y ese estar en la organización económica les permite co-construir hitos de arraigo que desenvuelven parte del tiempo social de la trayectoria de la organización económica. Por lo cual, el indicador y sus dimensiones expresan la calidad y cantidad de los trabajadores que reproducen el saber hacer negocio.

     En cuanto a la teoría en construcción, se asumió que las interpretaciones que la sostienen deben adecuarse a los contextos pragmáticos de las reglas o a las tradiciones (García, 1994) donde el sentido de una acción hecha en el caso, adquiere coherencia. Entonces, ese saber tácito y pre-científico fue conceptualizado como el que está en las acciones que remiten a las reglas del obrar obligatorio (Durkheim, 2004).

     Lo anteriormente expuesto, trajo consigo la incorporación de las mismas competencias que posee el mundo de la vida “de las del carrito” a la dialéctica del conocer, y supuso que el obrar de la actividad de investigación debía ir más allá de la observación directa de los artefactos, trabajadores, clientes, organizaciones y prácticas que están ahí (García, 1994). Fundamentalmente porque esos objetos ya preconstruidos obligó un involucramiento en relaciones de entendimiento que es donde se muestran las lógicas y los procedimientos de su constitución (Batallán & García).

     En consecuencia, el problema que surgió fue entre apariencia y realidad y, siguiendo a García (2003), pudo ser resuelto cuando se estimó que en el mundo de la vida de “las del carrito” no hay más realidad que el mundo que ahí se construye, por lo cual, la especificidad del quehacer teórico fue mostrar la génesis de su apariencia: explicar por qué la cultura de esta organización económica se presenta de esa manera, y no de otra.

     Esta constatación ameritó imponer controles metodológicos a la validez de la interpretación para que se adecuara a los modelos objetivos y comprobables. Este requisito, sin embargo, no asegura que mediante la observación de conductas un determinado significado se vea más correspondiente a una expresión que a otra, fenómeno que Quine llama “la indeterminación de la traducción y la inescrutabilidad de la referencia.” (García, 2003, p. 25)

     Por lo tanto, fue posible comprender que los sentidos conocidos de la cultura de la organización económica solamente se vuelven objetivos y comprobables en sus contextos de prácticas comunes, por lo que su significado es inseparable de seguir las reglas o tradiciones de acuerdo a lo cual se establece un criterio de identidad que permite hablar ahí de lo mismo (García, 2003).

     A continuación, es necesario orientar toda vigilancia epistemológica (Bourdieu et al., 2004; Díaz, 2005) hacia el lenguaje común que constituye el principal vehículo de la construcción simbólica de la organización económica estudiada como caso, por lo que una crítica lógica y lexicológica de ese lenguaje surgió como el paso previo para la elaboración controlada de las categorías que se asumieron como conocimiento científico.

     Lo enunciado implicó que el descubrimiento de la cultura de la organización económica no se redujera a una lectura de lo que a primera vista se observa o, al decir de Bourdieu et al., la investigación condujo a reunir lo que vulgarmente se separa o a distinguir lo que vulgarmente se confunde. Por tanto, a esta manera de hacer Ciencias Sociales se le asignó la responsabilidad de mostrar “cómo se establecen los nexos que permiten reconstruir la lógica informal de la vida cotidiana conjuntamente a las estructuras históricas conformadas” (Batallán & García, p. 167).

     Dicho quehacer se vio facilitado porque en el trabajo de campo (Guber, 2004) existió la disposición a incorporar los distintos puntos de vista de las fuentes de informaciones (Pardinas) o su convergencia metodológica (Vasilachis de Gialdino, 1992), y cuyos datos contribuyeron a sostener la validez de las hipótesis (Kirk & More, 1984). Esto permitió poner a las hipótesis en un ejercicio intenso de pruebas de validez y constatar o refutar las claves de la articulación de los criterios de interpretación de los sustentos del texto en el que se inscriben los resultados de la verificación (Batallán & García).

     En esos términos resultó relevante fortalecer los datos mediante la declaración de las dimensiones abiertas por ellos, o serendipity (Pardinas). Las mismas dieron curso a nuevos procedimientos de validación de las anticipaciones de sentido que ellas permitieron y, como señalan Kirk y More, consolidó los componentes de la situación de investigación: lugar, tiempos e informantes; y los problemas e instrumentos administrados. Esta forma de proceder, donde se triangulan fuentes y datos, remite a una “confiabilidad sincrónica” (Kirk & More, p. 40) que orientó la construcción de los registros de campo al exponer las intensiones y valores como las relaciones entre experiencias penetrantes con análisis teórico en una especie de tejido de la textura del conocimiento (Kirk & More)

     Luego, el análisis estructural de contenido se inició con 31 códigos de base construídos desde el diálogo entre el marco conceptual y las interpretaciones hechas en los registros de campo de la observación participante. Posteriormente, fueron analizadas las transcripciones de las entrevistas, en donde se utilizaron 89 códigos de base.

     Una vez que fueron conocidos estos códigos y que se dejó la realidad inmediata como si estuviese suspendida, prosiguió una etapa de triangulación entre las categorías usadas por las que trabajan en el carrito y las que se derivan de su análisis. En este ejercicio fue crucial reconocer que el carrito mostraba: a) la existencia de dos formas de atribuir un precio a las cosas, b) la incorporación de trabajadores, los cuales combinaban dicha participación en lo propio con trabajos en [lo ajeno], c) la coordinación entre ecúmenes mercantiles, y d) la existencia de posesiones simbólicas que distinguen las distintas participaciones de los que trabajan en lo propio en el medio social urbano pobre.

      A partir de estos resultados, logramos hipótesis en forma de cruces axiales y de topología del discurso, las cuales fueron sometidas a controles de validez teórica mediante la observación participante y la entrevista estructurada en el carrito y en el segundo caso: el cachurero.

     El cachurero se nos presentó como un desempeño laboral individual. Luego, cuando nos introducimos en las relaciones de su negocio, se apreció la participación de su señora. Y, en la feria, el cachurero pasa a ser el colero que se coordina con los que trabajan igual que él.

     A diferencia de las trabajadoras del carrito, este negocio emprende las  actividades en lo propio conjugándola con el trabajo en [lo ajeno] como auxiliar en el aseo y cuidado de la infraestructura de una escuela y con las propias del hogar.

     En una primera observación vemos que el cachurero debe hacer tres actividades. La primera es la búsqueda de cachureos, o, cachuriar. Esta actividad supone conocer los lugares físicos donde los que tienen un poder adquisitivo elevado dejan sus desechos o las cosas que para ellos ya no cuentan con valor de uso y de cambio, o lisa y llanamente donde se dejan “desechos industriales” (Macri & van Kemenade, 1993, p. 30).

     El segundo quehacer del cachureo está referido al saber identificar qué tipo de cosas que están en su fase de desperdicio son posibles de llevar al estado de mercancía, para lo cual, no sólo requiere conocer qué tipo de mercancías son las demandadas. Además, debe tener información técnica que le permita adaptar, transformar, reparar o separar las partes del cachureo. El tercer quehacer está referido al uso de las posibilidades que ofrecen determinadas cosas para ser medios de transporte de sus cachureos. En algunos casos esos artefactos que transportan podrían ser adquiridos ya hechos o, como puede suceder en los inicios de la actividad, se espera que sean los cachureros quienes los elaboren.

     El cachurero, al igual que las trabajadoras del carrito, posee un puesto que establece una diferenciación en las concepciones que desde el medio social urbano pobre se estiman sobre la calle. En este puesto se realiza el ambiente social donde emerge el valor de las cosas y entrega una dignidad y un cargo al cachurero que lo presenta simbólicamente como un colero. El puesto se encuentra vinculado a las regulares disposiciones de las cosas ofrecidas, a los otros puestos y a la feria. Aquí, entonces, la diferenciación con la calle no se hace desde el puesto a secas, sino que desde el puesto en la feria.

     En el caso del cachurero el uso de las técnicas fue en sentido inverso al seguido en las del carrito, especialmente porque ya contábamos con los tópicos para orientar la conversación de la entrevista y el registro de campo de la observación. Estos tópicos fueron: tipo de vínculo del entrevistado con la organización económica, antecedentes de la organización económica, trayectoria temporal y espacial de la organización económica, relaciones entre vendedor y cliente, difusión de la existencia de la organización económica, fijación de precios, modo de evaluación sobre las utilidades, registros de anotaciones del negocio, relaciones sociales que: sustentan la contabilidad, conforman el mercado y permiten el abastecimiento de insumos de la organización económica; personas que han participado en la génesis del negocio, personas que actualmente están comprometidas con el negocio, participación de los miembros de la organización económica en otras organizaciones y participación actual de los miembros de la organización económica en otras organizaciones.

     Entonces Miguel, uno de los cachureros, fue invitado a narrar su experiencia como niño de población y cachurero. En esa oportunidad presentó a su primo Marco.  A la semana siguiente, se mantuvo nuevamente una conversación con Miguel, y después con Marco y Miguel. Semanas después, en casa de Miguel, fue posible hacer una entrevista estructurada a su padre. Este último, sólo al final de su vida combina su desempeño como cachurero con el trabajo en [lo ajeno] como cuidador de una escuela. En esta entrevista participó como entrevistador Miguel. Esto fue posible a fines del año 2008.

     En cada uno de los días domingos de los meses de enero, marzo y abril de 2009, se utilizó la invitación de Marco para estar en su puesto, en la cola de la feria. (Ver Figura 2).  Ahí se observó y registró las características físicas de su puesto y de  la cola. Además, fue posible la observación participante en su negocio durante el cuidado del puesto, la compra de desayuno, el acto de respuesta  a los potenciales compradores de las cosas que ahí estaban para la venta, y el abastecimiento  de cosas para la venta, las cuales fueron llevadas a su casa (septiembre de 2009).

     Al final del año 2009, con 8 registros de campo, Marco nos presentó con los de la directiva del sindicato de la cola, donde fue relevante el Huaso; gracias a lo cual pudimos participar de las conversaciones que se dan entre ellos y en la asamblea de final de año. En ese tiempo, se mantuvo nuevamente una conversación con Miguel, en el puesto de Marco en la cola, se conoció entonces que ya se había titulado de profesor y que su padre había muerto de cáncer.

     Desde que se tomó contacto con las trabajadoras del carrito y con Marco el cachurero, entre fines del año 2008 y todo el año 2009, la investigación se focalizó en hacer entrevistas estructuradas a miembros de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales que tenían una relación directa con el tratamiento de lo económico en la comuna de Huechuraba.

     Los propósitos de estas entrevistas fueron: cotejar la fidedignidad de las informaciones entregadas por los informantes claves sobre los hechos de la historia de la comuna, y los argumentos que describen cómo fue posible que sus familias lograsen recursos (monetarios o no) que les permitieran avanzar hasta lo en ese momento se observaba como su negocio; identificar otras formas de interpretación sobre lo económico en el medio social urbano pobre, lo cual ellos nombraban como economía de subsistencia; y reconocer uno o dos casos que no siendo como las del carrito y el cachurero, nos permitieran constatar o refutar las funciones que cumplen las categorías que fueron organizando ese esquema de interpretación inherente a la cultura económica que descubríamos y teorizamos, al que llamamos saber hacer negocio.

     En esta otra ruta de técnicas y herramientas de investigación se logró conversar con integrantes del gobierno local, a saber: dos orientadores que trabajan diseñando y evaluando los programas de educación en dos escuelas públicas; dos funcionarios del Departamento de Educación Municipal (DEM) de la I. Municipalidad de Huechuraba, y un funcionario de Centro de Iniciativa Empresarial. En cuanto al sector no gubernamental, se entrevistó a un funcionario directivo de la Fundación Cristo Vive y a la directora del centro de Huechuraba de la Fundación Solidaridad Trabajo Para un Hermano.

     Finalmente, se logró identificar y entrevistar a los miembros de dos organizaciones económicas que fueron los que indicaron la etapa de saturación de las categorías de nuestros análisis sobre la cultura de las organizaciones económicas que estudiamos como casos.

     Una de estas organizaciones está dedicada a la preparación de alimentos para el almuerzo, por lo que se presenta como un restaurant poblacional, y fue lograda gracias a la búsqueda que hicieron los dos funcionarios del DEM. Así, se mantuvieron cuatro largas conversaciones con una de sus integrantes, la señora Olga, que tuvieron el propósito de repasar su vida como trabajadora en lo propio. Luego de dichas conversaciones, fue posible validar las categorías que habían sido ubicadas como posibilitadoras de la sociabilidad de lo económico en la población; lo que fue útil para constatar, nuevamente, las experiencias organizacionales de los pobladores en el período sociopolítico del golpe, e identificar cómo su organización se vincula con los “coleros” de la feria.

     La otra organización fue identificada por Marco, el cachurero estudiado, al plantearle que se necesitaba conocer una organización que se diferenciara de la suya, preferentemente, una que fuera totalmente distinta pero que también estuviese en la cola. Así fue posible acceder a don Carlos, el cual se aboca a trabajar como colero pero, a diferencia de los cachureros, éste lo hace ofreciendo cosas nuevas.

     A través de Don Carlos fue posible confirmar las cualidades de las relaciones de reciprocidad que permiten el desarrollo del sindicato de los coleros,  los cual invitó a aclarar los ámbitos en los que se describe la fijación del valor de las cosas. Asimismo, fue posible asumir, así como ya se había hecho a través de la señora Olga, que los trabajadores de la comuna son esencialmente trabajadores en lo propio, y que no gustan de participar como asalariados porque encuentran elementos subjetivos en sus propios desempeños que les reportan dignidad y prestigio poblacional, básicamente porque están confirmando ante los demás la concreción de los objetivos socialmente aceptados que se alcanzan a través del saber hacer negocio.

 

Figuras

 


Referencias

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[*] Mg. Desarrollo Humano. Universidad Católica Silva Henríquez. Doctorando en Ciencias Sociales de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Argentina. (FLACSO). Miembro del Área de Estudio del Sindicato Nacional de Trabajadoras Independientes Ángela Lina. Correo electrónico: paralelo7@hotmail.com