MIRÍADA. Año 3, No. 5 (2010)

© Universidad del Salvador. Facultad de Ciencias Sociales.

Instituto de Investigaciones en Ciencia Sociales (IDICSO), ISSN: 1851-9431

 

 

Mozart. Sociología de un genio / Norbert Elias. Barcelona: Ediciones Península, 1991. 206 p.  ISBN: 84-297-3341-8

 

     Mozart. Sociología de un genio  fue publicado un año después de la muerte de su autor, el sociólogo Norbert Elias, en 1990. Luego de haber dejado la Alemania fascista, vivió durante 40 años en Inglaterra, donde trabajó principalmente en la Universidad de Leicester. Elias fue reconocido sólo en los últimos años de su carrera cuando vuelve a su país de origen y se desempeña en la Universidad de Frankfurt.

     Su obra resiste a categorizaciones inmediatas, tanto por la originalidad y la multiplicidad de los temas que trata (desde los modales de mesa hasta las profesiones navales, las relaciones de género y la muerte) como por la pluralidad de disciplinas que aborda, excediendo ampliamente las fronteras de la Sociología para abordar la Historia, la Psicología, la Antropología y la Ciencia Política. La obra de Elias trata sobre el proceso civilizador desde una perspectiva figuracional, que evita detenerse en estados estáticos de la realidad social. En este proceso operan tres tipos de control: primeramente el control de la naturaleza por los hombres a través de la ciencia y la técnica, en segundo lugar el control social a través de la interdependencia y la organización de los individuos, y por último el control que el individuo ejerce sobre sí mismo. En el marco del estudio de esta última dimensión –que focaliza sobre la historia del autocontrol de la violencia y la interiorización de las emociones en obras como La soledad de los moribundos,  El proceso de la civilización o Deporte y ocio en el proceso de la civilización-  Elias se interesa por el caso de Mozart desde una perspectiva ontogenética.

 

     Este libro fue pensado por su autor como parte de un proyecto intitulado  El artista burgués en la sociedad cortesana, en el cual trabajó durante los años ‘80. Los manuscritos y ensayos que pertenecían a esta publicación fueron recogidos por Michael Schröter, un viejo colaborador de Elias. El libro fue compuesto por siete documentos que el editor ha ordenado en tres capítulos. A pesar de advertir al lector las redundancias de esta organización, algunas ideas innecesarias aparecen como un mal menor.

      El autor analiza primeramente al compositor desde una dimensión que podríamos llamar objetiva, en tanto busca revelar cómo a partir de un caso particular, la vida de Mozart, se puede ejemplificar como la transición de un arte artesanal hacia un arte artístico. El primero se produce bajo la demanda de un conocido que ocupa una posición social más elevada que la del productor. El artista debe subordinar sus fantasías artísticas a los criterios estéticos de quien encarga la obra. El segundo, en cambio, es producido por un mercado de compradores anónimos a través de instancias mediadoras como los coleccionistas, los editores musicales o los empresarios. Elias detecta un cambio en el equilibrio del poder hacia los productores y una mayor independencia del artista frente a la estética predominante de la sociedad. Mozart representa en esta lógica un artista encerrado en el régimen de producción artística de la nobleza de corte cuando en realidad busca ser un artista libre, diversificar su público y vender sus obras en el mercado. El conflicto del compositor con su padre o el príncipe, que representaban los valores de la sociedad cortesana, es en realidad un conflicto social entre dos concepciones de la tarea de un músico: una ya estaba establecida y la otra no tenía aún un lugar concreto en la sociedad. Elias deja entrever en esta hipótesis su visión de Mozart como un vanguardista, es decir, alguien que quiere ocupar un espacio en el medio artístico y que para ello debe modificar sus reglas de funcionamiento.  La figura de artista individual que Mozart busca según Elias, supone que el productor disponga de un margen más amplio para crear y experimentar bajo su propio control, idea que el autor lleva al extremo cuando afirma que en este régimen, el de producción artística, la obra de arte se basa sobre  la autointerrogación de una sola persona, sobre lo que le gusta y sobre lo que imagina que puede provocar en su audiencia. La obra se dirige así a un público de personas aisladas, que se preguntan qué sienten individualmente cuando escuchan la pieza.

     Por otro lado, Elias analiza el caso de Mozart de manera subjetiva, recurriendo a algunos conceptos básicos de la Psicología para lograr reunir  el Mozart como artista y el Mozart como persona. El compositor habría sufrido de una inseguridad afectiva que remonta a su infancia pero que lo acompañaría también durante su vida adulta. El autor demuestra a partir de datos biográficos la necesidad de obtener el afecto de su padre. Músico fiel aunque disconforme de la corte de Salzburgo, Leopold hubiera querido un cambio de status social a través del talento de su hijo. Las esperanzas de conseguir lo que él no había podido lograr por sí mismo habrían repercutido en la necesidad de Mozart de impresionar constantemente a su padre. De la misma manera, cada signo de los atributos musicales de su hijo le daba a Leopold una gran satisfacción y su entusiasmo se manifestaba en la intensidad de sus esfuerzos para desarrollar el talento de su hijo.

     Para poder explicar los antecedentes de su genialidad, Elias repara también en la formación particular que Mozart ha recibido desde su infancia, fuera de la escuela tradicional. Durante 20 años Leopold Mozart estuvo a cargo de toda la educación de su hijo. A los 7 años, su padre lleva a Mozart a viajar por Europa junto a su hija y su madre. Durante esos años, su padre intenta formar su conciencia musical de acuerdo a la tradición artística de la época, orientada a la recopilación de los conocimientos musicales que se correspondían con el gusto del público de la época. Esta audiencia esperaba de los jóvenes músicos piezas agradables y complacientes, pero difíciles a nivel técnico, exigencia que el joven Mozart podía cumplir debido a que interpretaba el piano casi como un adulto. Al haber tenido contacto con muchas obras de su tiempo, Mozart desarrolló así una educación musical precoz que le permitió tomar una dirección determinada a su trabajo antes que la mayoría de los músicos.

     El hecho de que Mozart tenía una capacidad de composición e interpretación extraordinarias que a su vez correspondían con la tradición musical de su época constituye una manifestación de procesos sublimatorios y no la expresión de energías innatas en sí mismas. Sin embargo, el autor explica también la especificidad de estas capacidades sublimatorias de Mozart. Sus fantasías más libres han podido ser canalizadas en combinaciones formales que se mantenían dentro de las reglas musicales que él había aprendido, incluso si en su interior sus composiciones iban más lejos. La combinación entre este saber y sus fantasías creativas han desarrollado en Mozart lo que Elias denomina como alta conciencia artística.

      Uno de los aportes más ricos de esta obra a la sociología del arte consiste en haber estudiado una figura particular de la música a partir de varios niveles de análisis. La genialidad de Mozart ha sido atravesada por un cambio de régimen artístico, por su educación parental, por sus viajes, por sus capacidades sublimatorias y por su riqueza imaginativa. En un trabajo de deconstrucción de la idea de genio, Elias intenta comprender en primer lugar las características exteriores a su obra y su voluntad de ser un artista fuera de su tiempo, y en segundo lugar precisar la relación entre la interioridad de un Mozart herido afectivamente y el desarrollo de una aptitud excepcional para transformarla en obras únicas.

     Sin embargo, si bien Mozart pudo haber ido en contra de las reglas de su tiempo, resulta problemática la idea de un cambio de régimen hacia un arte artístico donde los productores se encuentran libres de toda determinación y las restricciones desaparecen del momento creador. Distintas tradiciones en sociología del arte –incluso antagónicas- habían ya señalado el sistema de relaciones de las que depende el trabajo artístico y el carácter ideológico o de construcción social de la figura del artista singular y autodeterminado. Becker  demuestra en Los mundos del arte la importancia de la actividad cooperativa como condición para la realización y circulación de obras, y Bourdieu ya había evocado el carácter de autonomía relativa que tiene la producción artística frente a los campos englobantes político y económico. Aún antes, pensadores de la línea de Frankfurt consideraban que el artista moderno no gana en libertad artística, sino que la pierde frente a la transformación su obra en una mercancía reproducible.

      A la sociología del arte le cuesta pensar que hay figuras fuera de lo común. Para el autor, sin embargo, no existe ninguna contradicción entre el hecho de admitir la genialidad de Mozart  y la posibilidad de comprenderla sociológicamente. En este sentido, Elias toma el riesgo de analizar un aspecto evitado por otros trabajos sobre la producción artística: preguntarse qué es lo que hace a una persona excepcionalmente creativa.

 

Inés Dahn

 

Licenciada en Sociología, École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS)