Huellas en Papel VIII / No.13 (2020)


Distinguido doctor, Querida mamá

La correspondencia de los doctores Finochietto, entre lo público y lo privado

Es abril de 2020 y lo que en febrero nos parecía cotidiano dejó de serlo. Quizás nunca lo había sido, pensamos. O sí, pero los humanos, al fin y al cabo, nos acostumbramos demasiado rápido a cualquier rutina nueva. Es abril de 2020 y hay elementos que en marzo todavía no extrañábamos del todo, pero que ahora ya sí: el contacto con los otros, las charlas, los recorridos en el espacio, los viajes. La distancia funciona por estos días como una estela de vapor: nos aleja y nos difumina. Es como si hubiera un océano entre nosotros y quienes queremos abrazar. Las cuadras son kilómetros y los días, meses: la percepción humana y cotidiana de eso que Albert Einstein describió, para la física, como relatividad.

Es también claro que los humanos hemos dado siempre con modos de salvar las distancias temporales y espaciales. Mensajes en botellas, cartas de amor, telegramas y retratos. Fotografías que fijan un presente, grabaciones en casetes, llamadas telefónicas y filmaciones en videotapes. Discos Voyager, faxes, mails, chats, juegos en línea, videollamadas y videoconferencias. Si estos artificios funcionan o no, ese ya es otro asunto. Quizás este abril de 2020 sea un buen momento para pensarlo: ¿qué tipo de contacto surge del uso de estos dispositivos? ¿Logran estos recursos salvar la distancia o, en cambio, fundan un nuevo tipo de cercanía? ¿O quizás ocurran las dos cosas al mismo tiempo?

Son curiosas las palabras y las imágenes: a la vez confirman la distancia e intentan acortarla. La letra, la imagen, en fin, la representación funciona, entre muchas otras cosas, como promesa de cercanía. Porque, como ha señalado Jacques Derrida (1998), la escritura viene a amplificar el alcance de la voz y el gesto en el acto comunicativo. Aunque, claro, ese movimiento que realiza la escritura no es nunca invisible; deja huellas, trazos y señala lugares equívocos, que no se dejan apuntalar. Esas cosas ocurren cuando asociamos distancia y escritura: ponemos en circulación unas intenciones que pueden, de golpe, salirse por la tangente.

En la Biblioteca Histórica de la USAL, dentro de la colección Papeles de Enrique y Ricardo Finochietto, encontramos una serie de objetos gráficos que vienen a recordarnos justamente esto: la capacidad ambivalente de las palabras y las imágenes que nos enviamos cuando estamos lejos, palabras que evidencian la lejanía y quieren salvarla. Se trata de cartas, postales, sobres sueltos, tarjetas de felicitación, de invitación y de visita; objetos, todos, que tienen en común dos cualidades: por un lado, son parte de un acto comunicativo, de intercambio; por el otro, han sido hallados dentro de los libros que conforman la colección mayor, libros que pertenecieron a la biblioteca de los dos doctores. A recorrer esas promesas de cercanía nos dedicaremos en el texto que sigue. Porque, de nuevo, es abril de 2020, y los artificios para acercar aquello que nos ha quedado lejos se han vuelto, de golpe, cruciales.

La vida pública: “Distinguido doctor”
Un posible modo de abordar esta serie de piezas comunicativas es pensar qué lugar ocupan en el continuum que va de la esfera de lo público a la esfera de lo privado, dónde se ubican, en palabras de Georges Duby, a lo largo de ese “contraste (…) que opone lo privado a lo público, a lo abierto a la comunidad popular y sometido a la autoridad de sus magistrados” (1990, p. 10). Pues cada una de estas piezas de la Biblioteca Histórica responde a un tipo más o menos estable de género discursivo, que, a su vez, responde también a un ámbito de acción específico. Así, estos papeles, a veces manuscritos, a veces mecanografiados, van desde la carta de tópico laboral, la publicidad o el intercambio de materiales de estudio, propios de la esfera pública, hasta los saludos navideños, las invitaciones a casamientos y las cartas familiares, más cercanos al ámbito de lo privado. De algún modo, entonces, recorrer estos objetos es recorrer también estos distintos ámbitos de la vida de, sobre todo, el doctor Ricardo Finochietto, a quien están dirigidas la mayor parte de las cartas y las tarjetas de la colección, a excepción de una serie de postales que, como veremos, le corresponden a su hermano Enrique.

Un primer grupo de piezas lo comprenden las cartas de tópico médico- laboral que fueron remitidas a Ricardo Finochietto entre 1910 y 1962. Si las releemos desde el presente, estas esquelas sacan a la luz la red de trabajo y consulta de la que formaba parte el doctor, una suerte de red social académica de principios y mediados del siglo XX. No hay más de seis grados de separación entre una persona y otra: eso estamos acostumbrados a escuchar en épocas de redes sociales virtuales. Sin embargo, esto mismo no parece del todo desacertado para pensar también los intercambios profesionales que aparecen en estas correspondencias de Finochietto.

La Sociedad Médica Argentina, la Sociedad Argentina de Pediatría, la Librería Italiana Moderna son algunas de las instituciones que dirigen carta al doctor Finochietto desde la misma ciudad de Buenos Aires. Pero la red comienza rápidamente a expandirse. Así, le llegan esquelas también desde la Sociedad Médica de Santa Fe, de la Universidad Nacional de Cuyo, del Sanatorio San Lucas, en San Pablo, y del Colegio Brasilero de Cirugía. Los intercambios exceden, además, el ámbito sudamericano: a Ricardo Finochietto lo consultan profesionales del Royal College of Surgeons of England, de la Mayo Clinic, en Minnesota, del Laboratorio General de Esterilización de París. La red de correspondencia conecta al doctor, en Buenos Aires, con colegas de Filadelfia, Nueva York, Berlín, Río de Janeiro, Montevideo, Boston, Londres, París, Rochester, Los Ángeles, San Pablo, Santiago de Chile, Turín, St. Louis, Tel-Aviv, Melbourne.

Las razones y los temas de estas cartas nos ayudan a ubicarlas, en este caso, en el extremo público del continuum al que nos referimos más arriba. Se trata de misivas de orden laboral y de estudio: las cartas muchas veces ofrecen intercambios de artículos y lecturas, refieren a estudios o nuevos productos y comentan resultados de cirugías.

Desde el Laboratorio General de Esterilización de París, por ejemplo, el 10 de marzo de 1921 le hacen llegar a Finochietto la lista de productos recibidos “por el último vapor llegado de Francia”, y que se pueden conseguir en farmacias o droguerías de Buenos Aires: Aceite Gris, Dispositivos Ravaut, Gluco 914. Desde Melbourne, Australia, el 20 de junio de 1949 le escribe a Ricardo Finochietto Sir Hugh Devine para mencionarle la noticia de un nuevo libro que ha publicado, junto con su hijo, en Inglaterra: Rectum and Colon. Le ofrece, también, enviarle un ejemplar por correo. En inglés y mecanografiada, la carta dice: “En ese libro está explicado prácticamente todo lo que sé sobre suturas del colon. Creo que le va a informar todo lo que quiere saber”. Asimismo, lo pone al tanto de sus avances en el tratamiento de la colitis ulcerosa, y, aclara, le hará llegar por correo una copia del artículo en donde detalla estos avances.

Los saludos con los que comienzan estas cartas hablan también de su pertenencia al ámbito público del trabajo y la profesión. “Distinguido Doctor”, “Dear Professor Finochietto”, por ejemplo. Con un “Muy estimado doctor” comienza la que le dirige la Librería Italiana Moderna, junto a un ejemplar a Cabot Diagnosi Differenziali. Esta carta, de las primeras de la serie, fechada el 10 de marzo de 1918, nos habla del interés y el cuidado que Ricardo Finochietto ponía a la lectura. A la vez, la esquela pone de manifiesto las condiciones materiales para la circulación de libros a principios del siglo XX: “Hemos tomado buena nota de su advertencia por el estado de la obra, y le hemos elegido el ejemplar que mejor teníamos, aunque está algo deteriorado. A causa de las tantas verificaciones por parte de la Censura todos los libros que hemos recibido durante la guerra han llegado continuamente deteriorados”.

Otra serie de objetos forma también parte de este mundo de correspondencias laborales: las tarjetas de visitas. Con frases breves escritas directamente en las tarjetas profesionales del visitante, estos saludos vehiculizan a veces pedidos, otras veces agradecimientos y otras un simple saludo entre colegas: “Aaron de Anchorena saluda con su consideración más distinguida al Dr.” “Osvaldo P. Oaco. Respetuoso saludo y felicitaciones”. “Fernández Blanco saluda atentamente al amigo Finochietto y le agradecería se sirviera enviarle el monto de sus honorarios”.

Una zona intermedia: “My dear Fino”
Dentro de ese primer grupo de cartas encontramos también algunas que, lentamente, van ganando proximidad con el ámbito de lo privado, ese que el mismo Duby define como “una zona de inmunidad ofrecida al repliegue, al retiro, donde uno puede abandonar las armas y las defensas de las que le conviene hallarse provisto cuando se aventura al espacio público” (1990, p. 10). Es el caso, por ejemplo, de dos cartas que refieren un elemento que, para la escuela de los doctores Finochietto, era de suma importancia: la relación entre el médico y el paciente. En ellas, es el lenguaje el que da pequeños pasos en ese proceso de abandonar las defensas que son precisas para el ámbito público y, muy de a poco, se adentra en el tono de la amistad y la confidencia, más propios de la esfera privada.

La primera de esas cartas la recibe Ricardo Finochietto de Joaquín Gené, esposo de una paciente. Es conocido el primer verso del primer libro de poemas de César Vallejo,Los heraldos negros, de 1918: “Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé!” (Vallejo, 2013, p. 25). Casi en el mismo tono, con fecha del 6 de marzo de 1926, en ella le dice al doctor: “Mi Doctor. Hay hechos en la vida, que si bien encierran una inmensa gratitud, no puede dejarse sin que un testimonio certifique tan grande agradecimiento y es por esto que voy a Usted, doctor”. La misiva entera expone un caso de la relación médico-paciente, un vínculo que, aquí, mezcla confianza y cercanía con reverencia y admiración, que combina vínculo íntimo con vinculación profesional:

En un hogar de familia y de cariño, puede Ud. imaginar el ansia con que se espera la llegada del médico, en quien se cifran todas las esperanzas; el médico en estas circunstancias trae bajo su capa la vida o la muerte, y Ud. Doctor ha tenido la virtud de que esas esperanzas se hiciesen realidad desde que pisara los umbrales de esta casa que hago suya.

En 1959, encontramos otra escrita en los mismos términos medios, en esa ambivalencia de registro característica de una cercanía incipiente. Le llega a Finochietto de Herman Zeising, también esposo de otra paciente.

Ha vuelto la dicha a mi hogar. Después del diagnóstico tan grave, hecho en su casa, y la operación realizada por Usted, más difícil todavía, no nos queda sino admirar la perfección con la cual Usted dominó los medios de la ciencia creados por el hombre y en el caso particular por Usted mismo.

Otra vez, el tono del vínculo es de admiración y de reverencia, y como elemento de intimidad se añade aquí un componente más, una arista confesional por parte de quien escribe: “Nos dábamos perfectamente cuenta de que sin su intervención quirúrgica significaba el fin de mi mujer. Pasábamos los dos y nuestros hijos por duras pruebas. Pero realizada a la perfección la operación, creo que ayudó mucho a mi mujer en su estado psicológico”. La letra, en este caso, avanza un paso más hacia lo privado, y para quien escribe el médico ya no es solo médico, sino también alguien con quien intercambiar esos golpes de la vida a los que se refería Vallejo.

También con algunos colegas la relación, según leemos, pasa de ser estrictamente profesional a amistosa. Es el caso de la pequeña carta que a Finochietto le envía el doctor Rodney Maingot, desde Inglaterra. El encabezado ya habla de la familiaridad que los doctores habían adquirido en el trato: “My dear Fino”. Con fecha del 24 de febrero de 1944, en su carta en inglés Maingot agradece a Finochietto un regalo: “una hermosa variedad de comestibles, que llegaron en perfecto estado. Rossie y yo queremos agradecerte mucho”. Pasa, después, a temas laborales.

Hay, en la colección que estamos estudiando, otros objetos que caen también dentro de esta zona amena, amable, que media entre la materia laboral y la personal. Es el caso de las postales y las tarjetas de felicitación. Por ejemplo, fechada el 27 de septiembre de 1959, encontramos una tarjeta postal que un exalumno le envía a Finochietto. Esta postal, además, manifiesta el uso extendido de los inventos de los doctores Finochietto. En el reverso, leemos:

Lleguen hasta el Dr. Ricardo Finochietto afectuosos saludos de quien tiene grato recuerdo de las enseñanzas de su escuela. Aquí en Philadelphia estoy haciendo el segundo año de la residencia en cirugía torácica con el doctor Thomas O’neil. (…) En Philadelphia usan el retractor de Finochietto sin alteraciones y lo llaman solo Finochietto. Al Dr. O’neil le agradaría mucho tener en su office una fotografía de los hermanos Finochietto.

Entre las tarjetas de felicitación, encontramos una serie de saludos navideños que, en tres oportunidades, le hacen llegar Cherrie e Irving Cooper, siempre con retratos o fotografías de sus tres hijos. Son, nuevamente, escritos que habitan una zona intermedia entre lo exterior y lo interior, entre lo ajeno y lo familiar, entre lo distante y lo cercano.

La vida privada: “Querida mamá”
En la Biblioteca Histórica de la USAL, más precisamente en el Fondo Héctor César Gotta1, encontramos una pequeña caja de madera. Adentro, numerosas postales que Enrique Finochietto le envió desde Europa a su madre, Ana C. de Finochietto, entre 1907 y 1931. “Querida mamá”, escribe Finochietto en todas, y así arranca sus mensajes.

En una de las primeras postales, del 21 de febrero de 1907, se lee: “Querida mamá. Esta tarjeta representa una calle de Berlín tal como estaban en estos días, qué linda la nieve! Te saluda con muchos besos y un abrazo, Enrique”. El conjunto de la postal, la imagen del dorso y la letra de Enrique Finochietto, sugiere una cercanía particular: aquella que se funda cuando nos acostumbramos a comunicarnos a la distancia. De postal a postal, Enrique Finochietto construye y arma una conversación con su madre, que cubre informaciones básicas (“la salud bien”, dirá muy seguido, por ejemplo) pero que también incluye particularidades y detalles que forman parte de un género bien preciso: el relato de viaje.

Así, a través de la seguidilla de postales podemos armar el recorrido europeo de Enrique Finochietto, un viaje de estudios que, a principios de siglo XX, todavía guardaba algunas de las formas del viaje de formación decimonónico. Estocolmo, Bonn, Basilea, Bologna, Lausana, Berlín, Ginebra: algunos de los destinos desde donde escribe Enrique Finochietto.

En una postal de agosto de 1907, que incluye una foto en blanco y negro de Basilea, dice Finochietto: “Querida mamá. Estamos en Basilea, donde hemos pasado la noche, y esta tarde salimos para Zúrich. La salud buena. Saludos a todos”. En otra del mismo año, que envía desde Berlín, detalla sus actividades y repone el contexto climático:

Querida mamá. Recibí varias cartas de ustedes, entre ellas dos postales tuyas (…) En estos días te escribiré más extensamente. Ahora estoy muy ocupado en el estudio del alemán y las idas a los hospitales. Desde hace algunos días no hace tanto frío, ha desaparecido la nieve y estamos en temperaturas de 2º a 6º sobre cero, que como se va bien abrigado ni se sienten. Llueve todos los días, como en París, y el sol se ve algunos minutos de vez en cuando. Me encuentro bien, muchos saludos a todos. Recibe un abrazo y muchos besos de Enrique.

Los tópicos de las cartas, entonces, cubren los usos del género del relato de viaje: Finochietto da cuenta de su derrotero, habla del clima, cuenta sus progresos, sintetiza actividades, compara ciudades y promete seguir escribiendo. Pero este uso de los elementos del relato de viaje se realiza aquí en el marco de una postal destinada a la madre. Se trata, pues, de un relato de viaje de circulación familiar, destinado a ir y venir de un lado al otro en el vínculo entre madre e hijo.

Y aquí, quizás, damos con ese elemento de secreto que menciona Duby para caracterizar la vida privada. Leídas hoy, en el contexto más amplio de la Biblioteca Histórica de la que forman parte, las postales que envía Enrique Finochietto a su madre son objetos de ubicación dislocada. Alojados en el Fondo Héctor César Gotta, y no en la Colección Papeles de Enrique y Ricardo Finochietto, resultan cartas trastocadas de su lugar más previsible. Es esa traslación inesperada la que suma también particularidad a estas postales. Pertenecientes al ámbito de la intimidad familiar, son objetos cuyos sujetos han sido trocados, movidos; cartas encontradas en un punto imprevisto, con marcas de ausencia, tal como piensa Derrida para el análisis que Lacan había hecho de “La carta robada”, de Edgar Allan Poe (Derrida, 1980).

Una intimidad desplazada, un secreto no tan secreto, entonces, define a este grupo de postales. Todas encabezadas con un “Querida mamá” y todas, a la vez, halladas en Fondo Héctor César Gotta, lejos de su destinataria original, incluso lejos de sus hijos. Una vida privada, privada al menos en parte de su intimidad y de su secreto. Las cartas íntimas, en tanto escritas, en tanto enviadas, cierran el círculo entre lo público y lo privado, y de vuelta a empezar. Escribe Duby:

Hay un área particular (…) donde uno se distiende, donde uno se encuentra a gusto, ‘en zapatillas’, libre del caparazón con que nos mostramos y nos protegemos del exterior. Es un lugar familiar. Doméstico. Secreto, también. En lo privado se encuentra encerrado lo que poseemos de más precioso, lo que sólo le pertenece a uno mismo, lo que no concierne a los demás… (1990, p. 10)

La vida privada: ese espacio tanto físico como simbólico en el que nos sentimos a resguardo, protegidos. En lo familiar no hay distancia, todo es pura cercanía o identidad: algo que, este abril de 2020, aislados puertas adentro, separados de lo que no es nosotros y nuestra familiaridad, aprendemos a apreciar y temer al mismo tiempo. Aunque tal vez toda intimidad tienda a llenarse de afuera y tal vez, entonces, no estamos tan solos puertas adentro. Y al revés también: quizás este abril de 2020 nos encuentre pensando en un día futuro, un día en que podamos ser nosotros mismos en ese lugar extraño que siempre fue el afuera.

REFERENCIAS

Derrida, J. (1980). La tarjeta postal. De Sócrates a Freud y más allá. México DF, México: Siglo XXI.

Derrida, J. (1998). Firma, acontecimiento, contexto. En Derrida, J. & Marín C.G., Márgenes de la filosofía (pp. 347-372). Madrid, España: Cátedra.

Duby, G. (1990). Prefacio. En Ariès, P., & Duby, G. (Dirs.), Historia de la vida privada. Imperio Romano y Antigüedad tardía. Madrid, España: Taurus.

Vallejo, C. (2013). Poesías completas. Buenos Aires, Argentina: Losada.

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1N. de la Ed. El Fondo Héctor César Gotta se compone de fotografías, correspondencia y postales que aún se encuentran en proceso de organización y registro.