Huellas en Papel VII/ No.12 (2019)
LA VIDA DE WERNER HOFFMANN A TRAVÉS DE SU HIJO.
Entrevista a Miguel Hoffmann
L.R.: ¿Cuál es el relato familiar sobre la vida de Werner Hoffmann en Alemania?
M.H.:Mi padre nació en Alemania en un pueblito cerca de la ciudad de Breslau, en Silesia, al sur de la que entonces era Prusia oriental, ahora es Polonia. Prusia oriental, perteneció alternativamente a Austria, a Polonia o Alemania. Fue un territorio siempre en disputa. Mis abuelos eran protestantes y se encontraban en una misión en África. Ellos disponían de una licencia cada cuatro años para volver unos meses a Europa, allí nació mi padre. El traslado, el viaje, solo insumía dos semanas. Por su afección de piel y alguna cuestión respiratoria, el médico recomendó que el bebé no viajara a África, entonces quedó a cargo de dos tías solteras, hermanas del padre, que eran las maestras del pueblo. Cuando fue la fecha del siguiente viaje desde África no llegaron a venir porque comenzó la guerra, y mi abuelo, que era alemán, fue internado en un campo de los ingleses para observar a los supuestos enemigos. Como mi abuela era suiza, quedó a cargo de la misión que tenían en Camerún. Los ingleses habían tomado posesión de estas tierras, así que pasó un tiempo largo hasta que se volvieron a reunir. Cuando mi abuela logró viajar nuevamente a Alemania, ya habían pasado doce años, en ese momento volvió a ver a mi padre. Hay un tramo de un cuento en un libro de memorias que se llama A la noche lloran las campanas (un texto que no está traducido), y cuenta que un día él salió caminando de su casa (tendría cuatro o cinco años) y cuando se quiso acordar estaba en pleno campo, se hizo de noche y llegó hasta un molino cerca del río. Los molineros le preguntaron cómo se llamaba, él contestó Hoffmann. Como las señoritas Hoffmann eran las maestras del pueblo, todo el mundo las conocía, entonces se quedó a dormir allí y al día siguiente lo regresaron. Yo creo que era una búsqueda de sus padres ¿dónde estarían?
Hizo sus estudios secundarios en Breslau, una ciudad tradicional que yo visité varias veces para conocer el ámbito donde él había estudiado, muy lindo, sobre el río, con viñedos. Luego hizo una especialización en Francia, donde estudió básicamente Filología (entonces estaba asociada a Historia), lo que ahora sería un máster en la Universidad de Heidelberg. Finalmente terminó su doctorado en la Universidad de Würzburg. Se ganaba la vida tocando el piano en los cines: las películas eran mudas, entonces se acompañaban con música. Estudió música desde pequeño y tocó el piano hasta su muerte, siempre tocó el piano, tenía uno de media cola que luego doné al teatro San Martín de Buenos Aires. También daba clases, pero como era la hiperinflación alemana, cobraba en especies. Sus cuatro hermanos fueron llegando de África a medida que tenían que estudiar, y también se alojaban con las tías. Werner Hoffmann partió de Alemania en 1934, Hitler tomó el poder, él tenía ideas un poco más sociales, pero no nacionalsocialistas… Entonces, luego de un enfrentamiento callejero, decidió dejar su país. Primero pensó en China, pero no pudo. Él había viajado mucho. Cuando terminó el secundario fue hasta Grecia en bicicleta, eran como tres mil y pico de kilómetros. Luego, al finalizar la universidad, se fue a dedo hasta Mongolia, todo Rusia. Fue un verano, tuvo cólera, entonces lo tiraron en una bañera con una canilla abierta y le dijeron “acá podés tomar agua y lavarte, si mañana estás vivo, te salvaste”. Y se salvó. Era fuerte, tenía una constitución sana. Entonces conocía algunos lugares por sus viajes. Eligió China, pero no encontró posibilidad de emigrar allí y vino a Sudamérica.
L.R.:¿E.T.A. Hoffmann19 es un antepasado de la familia?
M.H.: Sí, un antepasado lejano residente de Berlín.
L.R.:¿Cómo fue la vida de los otros hermanos?
M.H.:En general había una fuerte vocación religiosa en la familia, canalizada en el protestantismo, por la influencia del abuelo, por su misión evangélica en Camerún. Dos tíos míos fueron pastores, el otro no tuvo el dinero para pagarse toda la formación universitaria y llegó a diácono. Pero estuvo en el sur de Chile, en Osorno, treinta años. Tuvo cuatro hermanos: uno médico, dos pastores y otro diácono. Tomás, el hijo menor de mi tío Rudolf (el médico), hizo la recopilación de las cartas: son como doscientas cartas en alemán.
Cartas escritas desde la misión a Alemania. Posteriormente, reconstruyeron la correspondencia entre los hermanos. Hay muchísimo material. Me he reunido mucho con los primos, especialmente con uno, hijo del pastor mayor, que fundó la Comunidad de Taizé, una comunidad monástica cristiana ecuménica (hay protestantes, católicos, budistas).
L.R.:¿Cómo se inicia la relación de Werner Hoffmann con la Universidad del Salvador?
M.H.: En 1957 ingresa a la Facultad de Historia y Letras de la USAL, invitado por el padre Avelino Gómez Ferreyra, para incorporarse entre los primeros docentes que daban clase en la Universidad. Formó parte de ese primer equipo que fundó los institutos universitarios. Con los años, llegó a ser Decano de la Escuela de Letras (yo ingresé en 1959 a la Facultad de Medicina de la USAL, soy de la tercera promoción). Se relacionó con los padres jesuitas a través del profesor alemán Veuhoff, quien era Director de la Escuela del Norte (donde cursé la primaria y el quinto año nacional), que sería luego la Goethe Schule. Él enseñaba allí a los alumnos de sexto año, con el que aprobaban el bachillerato alemán y podían ir a estudiar a Alemania. Entró en la Universidad del Salvador en sus primeros esfuerzos por construir un centro de enseñanza. Era muy amigo del padre Furlong, quien cada vez que me veía me decía “vení, saludáme”, y me daba un cocazo. Era chico el grupo que dio inicio a la Universidad, después creció mucho la USAL… Mi hija mayor estudió medicina ahí, ingresó por el año 1983 y ya tenían el edificio de la calle Tucumán. Nosotros, en cambio, usábamos los viejos laboratorios del colegio; teníamos allí todo el material, los cadáveres, los microscopios…
L.R.:Su padre aunó su trabajo intelectual al de los padres jesuitas en las misiones en América del Sur, compartieron el interés por los pueblos originarios…
M.H.: Él estaba muy interesado en la misión de la Compañía de Jesús. Lo que destacaba mi padre era que los pueblos nativos habían desarrollado una cultura propia bajo su cuidado. La Compañía hizo una especie de paraguas protector para estos pueblos que estaban en pleno desarrollo. Llegaron a hacer obras de teatro pensadas y representadas por ellos. Hay un grupo muy interesante en el chaco boliviano que viene de vez en vez a Buenos Aires, han estado en Nueva York, Berlín y en otros lugares. Usan los instrumentos fabricados por los jesuitas. Mi padre relata en el libro sobre los chiquitanos20 cómo los jesuitas les enseñaron a los nativos a construir violines. Hasta el día de hoy los casamientos se hacen con violines fabricados con esa técnica y con la música de Baviera. Este grupo conserva la música barroca que se trajo en esa época, que fue transcripta una y otra vez por el agua, la humedad –llueve trescientos días al año en el chaco boliviano–. Conservan también los instrumentos originales: unas tubas larguísimas, que tienen como tres metros y que van apoyadas como en un taco, y otras flautas e instrumentos de cuerdas y de percusión, junto con los instrumentos europeos. Pero lo que mi padre destacaba de la cultura guaraní bajo el protectorado de los jesuitas fue que desarrollaron un orden social donde todo era de todos. Tanto fue así que la Corona, preocupada, los terminó echando porque tendían a la idea de la comunidad, –el movimiento del comunitarismo que llevó, en 1848, al nacimiento de la izquierda en Francia–. La izquierda alemana, el partido socialista alemán, nació en la comuna de 1848 y ese pensamiento estaba siendo trasladado por los jesuitas a Sudamérica. Por eso la Corona, en un momento dado, abrió los ojos y la Compañía fue expulsada.
L.R.: ¿Cómo convivieron en su padre el protestantismo de origen familiar y el catolicismo jesuita?
M.H.: Mi padre se terminó convirtiendo. Primero me convertí yo, a los veintiún años. Mi director espiritual era el padre Jacinto Luzzi, quien formaba parte de lo que los jesuitas llamaban Escuela de líderes. Fue una situación complicada, de politización progresiva, y muchos terminaron en el movimiento Montoneros. En la Escuela de líderes nos reuníamos una vez por mes, los domingos de 8 a 20hs.; se llamaba el Cenáculo. Se hacían meditación y lecturas religiosas, íbamos a las villas, entrábamos en contacto con los marginados. Muchos de los que eran maestrillos en la Compañía de Jesús desaparecieron. Yo era muy amigo de Miguel Urquiza, un jujeño fantástico. También de Miguel San Martín, un español a quien luego volví a encontrar varias veces: de aquí lo mandaron a Paraguay, allí hizo otra movida, luego entró en el sandinismo y entonces lo llevaron a España. Una vez lo traje a Buenos Aires, lo ayudé a venir, nos encontramos y me decía “no sabés lo que es esto, todo el día escuchando los pequeños pecadillos de haber comido crema…”. Entonces, a los veintiún años yo dejé el protestantismo y pasé a la fe católica. Posteriormente quise ingresar a la Compañía. El padre Luzzi condujo eso muy bien y a los tres años me dijo “No, claramente sos para este mundo, después en el otro, serás de la Compañía, pero acá tenés que formar una familia”. Mi padre tardó más, pero comenzó a charlar con Jacinto Luzzi, y se fue acercando. Lamentablemente el padre Luzzi se mató fumando, efectivamente fumaba cerca de cuarenta cigarrillos por día, murió… Había sido comunista y un día entró en una iglesia porque estaba escapándose de una corrida, tuvo una inspiración y se convirtió, se hizo practicante y luego entró a la Compañía. Mi padre lo conoció a través mío y le gustó. Jacinto Luzzi me casó en 1966 y creo que mi padre se convirtió en 1970. Luego fue muy muy practicante, lo ayudó mucho a reconstruirse personalmente. Fue muy grato.
L.R.:¿El cambio cultural fue difícil para W. Hoffmann?
M.H.: El cambio cultural no fue traumático, a él le encantó Argentina y nunca quiso volver. La verdad es que disfrutaba muchísimo aquí, viajaba todos los veranos. Como era profesor en el secundario tenía enero y febrero libre: se iba a Bolivia, Perú, Colombia, Ecuador…En los viajes se compenetraba con las bibliotecas, entonces escribió La ciudad del plata, que era Potosí. Ese libro fue traducido del alemán al holandés. Siempre escribía en alemán. El reino de Dios en el Perú lo tradujo un boliviano, en él cuenta de la invasión de un sargento que se enamora de una india, se escapa y vive con ella en los cerros y ve las barbaridades que hacían los conquistadores. Es decir, ese libro es una denuncia de lo que se hacía en la conquista con los pueblos originarios.
L.R.: ¿Esa fue la postura de su padre?
M.H.: Definitivamente esa fue la postura de mi padre. Por ejemplo, en La ciudad del plata dice que Potosí, en 1790, era más grande que Londres, pero tenía más de cien mil esclavos explotados en las minas. Eran esclavos indígenas, no traían negros de África, eran los pueblos autóctonos que fueron sometidos al trabajo duro. Y había grandes corporaciones nacionales y transnacionales, muchas personas muy ricas que gracias a eso se enriquecieron mucho más… Después escribió otro libro sobre La Perricholi21, un personaje histórico interesante, una actriz de teatro peruana que enamoró al Virrey Amat y tuvo mucha influencia en el virreinato del Perú a través de su relación. Escribió una novela sobre ella, Un colibrí rojo fuego porque parece que era chiquitita, pero tenía un gran fuego interior y era muy inquieta. Todos esos son fenómenos de observación de aquellos interesados en saber qué pasa por debajo de lo aparente.
L.R.: Una pena que esas obras sean de difícil lectura para la mayoría de los americanos, por el idioma…
M.H.:Sí, a mí siempre me dio pena que no se tradujeran. Perdí varios manuscritos de mi padre. El que más lamento haber perdido es el que había escrito con el padre Benítez, un jesuita marginado porque había sido confesor de Evita, por su involucración política… cuando vino la Revolución Libertadora cambiaron varios cardenales y quedó al margen. Vivía en Florida, solo. Se venía todos los martes a comer a casa y escucharlo significaba escuchar la historia argentina de 1944 a 1953 en carne viva. Ese manuscrito se extravió en las idas y vueltas, pero llegué a mostrarle un capítulo a Eloy Martínez. Tomás me decía “esto es fantástico”… pero no lo pude recuperar entero. Hay otro, de tres tomos grandes, que se llama Madre María. Creo que me ayudará la profesora Rholand, que fue la titular de germanística en la UBA. Ella acaba de traducir Historia de los alemanes en la argentina, un libro que escribió mi padre con otros dos periodistas y para el que hizo la investigación histórica.
L.R.: Un gran intelectual y músico hasta el final de sus días.
M.H.:Estuvo dos años en Puerto Rico. Luego, en 1971, el presidente Lanusse les ofreció a los emigrados docentes volver con una beca equivalente a unos mil dólares, entonces regresó. Desde ese momento trabajó como investigador principal en el CONICET, hasta su muerte. Se trataba de la traducción de los diarios del padre Usinde, tenía la coordinación de entre diez y doce traductores argentinos y chilenos; él editaba, comparaba con las fuentes originales. Fue un trabajo estéril, no creativo, de revisión; eso lo estresó muchísimo y creo que colaboró mucho en su final. Murió rápidamente, luego de una hemorragia gástrica, el estrés provoca erosión de la mucosa gástrica.
L.R.: ¿Cómo recuerda a su padre?
M.H.:Entro al living de la casa, mi padre se encuentra en su escritorio escribiendo. Trabajando inmerso en una nube de humo. Cerca está su piano. También lo veo ahora a través de sus cuatro nietos y diez bisnietos.
Fecha de la entrevista:
15 de mayo de 2018
19 Ernst Theodor Amadeus Hoffmann (Königsberg 1776 - Berlin 1822) fue un jurista, músico, literato, dibujante, caricaturista, cuyo desempeño artístico se inscribe en el movimiento romántico alemán. (N. de la Ed.)
20 Hoffmann, W. (1979).Las misiones jesuíticas entre los chiquitanos. Buenos Aires, Argentina: Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura. En la Biblioteca Histórica HOFFMANN A2-PA20. (N. de la Ed.)
21María Micaela Villegas y Hurtado de Mendoza, 1748-1818, conocida como La Perricholi, fue una famosa cantante y actriz de teatro peruana. (N. de la Ed.)