De la Polémica Encendida a lo Íntimo Individual: los Bares y Cafés en Sobre Héroes y Tumbas

 

Marilé Ruiz Prado[1]

 

Nota del Editor

La autora, estudiosa de la obra de Ernesto Sábato, quien editó este año un volumen de la revista Islas de Cuba dedicado al escritor argentino, presenta un peculiar estudio semiótico de la configuración del espacio novelesco en Sobre héroes y tumbas.

 

Resumen: La configuración del espacio artístico en Sobre héroes y tumbas dota al texto de un sistema de connotaciones determinante en la construcción de su sentido. Entre los escenarios que se destacan en la obra, los bares y cafés, ámbitos paradigmáticos dentro de los universos públicos, crean una singular interacción semiótica con el mundo privado. Del reconocimiento en el texto de cada uno de los momentos en que lo narrado hace referencia a ellos, deriva un conjunto de significaciones que pueden ser agrupadas en disímiles unidades temáticas: lugar de encuentros, espacio de reflexión y polémica, territorio propicio para vaticinios, y zona de refugio. La manifestación de la angustia como elemento determinante en la configuración del personaje urbano, así como eje central del relato, la crisis de identidad que deriva de esta, los mitos que refieren a la fuga de la ciudad rumbo a zonas rurales, el pragmatismo y el utilitarismo como desacralizadores de valores milenarios, y la presencia de un cromatismo que destaca por su recurrencia en los tonos sombríos son algunas de las principales significaciones que descansan en la configuración de estos escenarios, y que se articulan con la red de significados que el sistema espacial del texto construye, al tiempo que ilustran la plena maduración narrativa de Ernesto Sábato en lo que concierne a su acertado manejo del espacio artístico como fuente esencial de significaciones.

Palabras clave: Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas, espacio artístico, bares, cafés.

 

Abstract: The configuration of the artistic space on Sobre héroes y tumbas, gives the text a system of conclusive meanings to its understanding. Among the scenarios highlighted in the work, bars and cafes, as paradigmatic places of the public universe, establish a singular semiotic interaction with the private world. From the examination of these moments, discovered throughout the text, origins a set of meanings that can be grouped in many thematic units: encounter sites, spaces of reflection and polemic, helpful territory for predictions, shelter zone. The demonstration of distress as a distinctive element of the urban character and as a central vortex of the story; the identity crisis derived from it; the myths related with migration from the city to rural spaces; pragmatism and utilitarism as irreverent to ancient values; the presence of a chromatic noted for its recurrence in somber tones; are some of the main meanings that lie at the raising of these scenarios, and are articulated in a network of meaning that the text builds up, at the same time shows the full development of Ernesto Sábato narrative regarding his successful artistic use of space as an essential source of meaning.

Keywords: Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas, artistic space, bars, cafés.

 

En Sobre héroes y tumbas, obra de marcado simbolismo y susceptible a múltiples lecturas, se ha advertido en reiteradas ocasiones el modo en que desde un magistral dominio del arte narrativo, logra Ernesto Sábato ofrecer una visión dramática e intensa de los agudos conflictos que han conmocionado no solo a la ciudad de Buenos Aires, sino también a las grandes urbes latinoamericanas. Destacable resulta que la tematización que el autor hace de esta problemática se instituye, entre otros tantos aspectos, a partir de un singular y armónico tratamiento de la configuración de la espacialidad que permite evaluar la existencia de una semiótica del espacio implantada en su discurso narrativo, y que se constituye en clave inestimable para la consecución del sentido total del texto.

En el presente estudio, considero oportuno afrontar la lectura crítica de Sobre héroes y tumbas atendiendo a sus códigos topológicos, específicamente, a través del análisis de los escenarios que remiten a bares y cafés, ámbitos paradigmáticos del espacio público y desde los que se perciben múltiples connotaciones. La presencia de dichos ambientes en el discurso narrativo sabatiano se hace expresa desde El túnel, texto en el que estos resultaban representativos de la crisis de valores, pero también lugares propiciatorios para alejarse del contorno exterior y lograr la liberación de angustias reprimidas. Se retoma la misma visión y se amplía en Abaddón el exterminador, novela que sintomáticamente inicia en un café.

Los cambios que, en los órdenes de la vida social, trajo el pasado siglo serían determinantes en las proyecciones de la espacialidad en los textos artísticos, al punto de que uno de los tantos factores desde los que es posible identificar las diferencias entre los modos de narrar decimonónicos y los modos que marcan este arte en el siglo xx radica en las transformaciones que se dan en el sistema topológico del texto. Estas variantes no resultan de la simple asunción de nuevas notaciones espaciales, sino de una comprensión de las funcionalidades del espacio mucho más complejas, acordes con la nueva dinámica de la época, hecho que no escapa a Ernesto Sábato, uno de los más lúcidos representantes del proceso de renovación narrativa que se experimenta en Latinoamérica entrado el siglo xx.

Ya casi nadie duda de que el espacio artístico ocupa hoy una posición favorable en los intereses investigativos, luego de que, por mucho tiempo, fuese considerado únicamente como la estructura sustentadora de la acción del relato o como un simple componente de la realidad presentada. Algunos estudiosos del fenómeno, incluso, han llegado a considerarlo

el centro de la semántica de la obra y la base de otros ordenamientos que aparecen en ella. La fábula, el mundo de los personajes, la construcción del tiempo, la situación comunicacional literaria y la ideología de la obra aparecen cada vez más frecuentemente como derivados respecto de la categoría fundamental del espacio, como aspecto, particularizaciones o disfraces de ella (Slawinski, 1989, p. 268).

Aunque en la narrativa que recrea los ambientes citadinos es común encontrar la recreación de escenarios que aluden a bares y cafés, en el caso de la Literatura Argentina, ello apunta a una singularidad muy propia, dado el hecho de que las imágenes que reproducen la figura de un hombre sentado ante la mesa de un bar, que ansía definir su condición, resultan determinantes en los intentos por dilucidar el carácter nacional del ser argentino. Estas imágenes con notoria frecuencia son reproducidas por las letras de tangos e incontables novelas, y no escapan a Sobre héroes y tumbas, obra tan profundamente nacionalista:

Una llovizna impalpable caía arrastrada por ese viento del sudeste que (se decía Bruno) ahonda la tristeza del porteño, que a través de la ventana empañada de un café, mirando a la calle, murmura, qué tiempo del carajo, mientras alguien más profundo en su interior piensa, qué tristeza infinita (Sábato, 2008, p. 234).

En el panorama de la Literatura Latinoamericana, fundamentalmente, a partir de los años ‘40, es perceptible la recurrencia en aludir a aquellos escenarios como genuina materialización de los conflictos sociales que permean la vida del continente, o como signos evidentes del proceso de descentralización urbana que abre paso al origen y proliferación de los espacios marginales. Necesario es recordar cómo, a fines del siglo xix, la transformación que experimentaron las ciudades latinoamericanas llevó aparejada la mutación de sus sociedades por cuanto fue preciso consagrar un estilo de vida que mostrara a la burguesía en su condición de clase superior, hecho que se concreta en

la aparición de nuevos signos exteriores de riqueza y poder, acompañados de comportamientos sociales inéditos hasta entonces que, en muchas ocasiones, se expresan en instituciones o asociaciones de nuevo cuño y, en otras, reutilizando de modo diferente los lugares tradicionales de ocio, de reunión o de esparcimiento (Salvador Jofre, 2002, p. 155).

Estos signos, de los cuales dio fe la escritura modernista, sufrieron un giro inusitado en la literatura luego de que los procesos de modernización compulsiva en el continente comenzaran a mostrar sus primeros índices de frustración.

Los bares y cafés como sitios de ocio se constituyen en zonas difíciles de clasificar en cuanto a su pertinencia a esferas interiores o exteriores, pues si bien devienen representativos de los espacios interiores típicos de la ciudad, su funcionalidad apunta a un criterio de franca apertura al mundo volcado al exterior, porque pueden ser considerados como lugares públicos; ofrecen al sujeto la posibilidad de alejarse emocionalmente del afuera, pues, a pesar de que resulten espacios representativos de la crisis de valores existente, se logra, en ellos, la liberación de las angustias reprimidas a partir de la pérdida de la inhibición. Estos ámbitos pueden leerse como el punto de confluencia entre los mundos privados y públicos del hombre moderno, donde convergen los dos extremos del movimiento que rige su vida: lo «exterior» urbano, el escenario público del paseante, el lugar donde se ve y se es visto, el sitio que ofrece la posibilidad de liberarse socialmente al poder expresarse sin reservas lo que se piensa; y lo «interior», lo íntimo individual, el lugar de la meditación, las evocaciones y nostalgias, el territorio al que se llega y del que se parte luego de un eterno vagar sin rumbo (Salvador Jofre, 2002, p. 62).

La configuración de ambientes que refieren a bares y cafés en Sobre héroes y tumbas, tanto en lo que concierne a su estructuración como a sus funciones semánticas, niega la supuesta neutralidad que en la conformación del sentido del texto ha sido acordada, en ocasiones, al espacio como componente de la narración. Dicha configuración no se encamina únicamente a informar sobre los entornos en que se sitúa la acción narrada, sino a dotar al texto de un sistema de connotaciones que junto a otros sistemas determinan su significación.

En el sistema de lugares instalado en Sobre héroes y tumbas, bares y cafés, en su generalidad, aparecen configurados desde una evidente ausencia de aquellos datos que completen la figuración del espacio presentado en términos de un escenario continente de elementos objetivos, es decir, construido estilísticamente sobre la base de denominaciones desnudas, sin modificadores y con un amplio empleo de la reiteración de objetos y detalles.

Solo en contadas ocasiones puede asistirse a la presencia de descripciones que subrayan los elementos que en su existencia corpórea los componen, pues en la mayoría de los casos en que la acción narrada aparece situada en alguno de estos escenarios, es perceptible la simple alusión a una coordenada espacial obligada para el sustento de la acción: «Alejandra, que se había puesto muy deprimida, sugirió ir hasta la Boca. Cuando bajaron en Pedro de Mendoza y Almirante Brown entraron en el bar de la esquina» (Sábato, 2008, p. 203); o la configuración de un ámbito construido como objeto de manipulación subjetiva libre, configuración contraria a la que ofrece una «fotografía» del espacio, pues no se subrayan tanto los elementos que integran el escenario en su existencia objetiva, sino su reconfiguración por parte del narrador, atendiendo el punto de vista y focalización empleados, tratamiento que favorece la disolución de las formas aparenciales, a favor de la captación de una atmósfera marcadamente espiritual[2]:

Se sentaron junto a una ventana que daba al Paseo Colón. El local estaba apenas iluminado por una sórdida lamparilla cercana a la caja, donde una mujer gorda y baja, de cara eslava, tomaba mate.

[…]

[Alejandra] Con un gesto le señaló las paredes: unos cosacos entrando al galope en una aldea, unas iglesias bizantinas con cúpulas doradas, unos gitanos. Todo era precario y pobre (2008, pp. 101-102).

[A Martín] le conmovían también aquellas pinturas baratas de las paredes, tan burdamente representativas de la patria lejana. ¡Qué emocionante era todo aquello, precisamente por ser tan barato y candoroso! (2008, p. 203).

Del reconocimiento en el texto de cada uno de los momentos en que lo narrado alude a estos escenarios, deriva un conjunto de significaciones que pueden ser agrupadas en disímiles unidades temáticas. Así, por ejemplo, pueden distinguirse bares y cafés como lugar de encuentros, como espacio de reflexión y polémica, como territorio propicio para los vaticinios del loco Barragán, o como zona de refugio.

Representativos como lugar de encuentros resultan el bar Adam, La Helvética, el café de Almirante Brown y Pedro de Mendoza, el Moscova, y el bar de Esmeralda y Charcas. Así, por ejemplo, destacan las repetidas zonas del texto que ubican la acción en este último, del que apenas se ofrecen enunciados que permitan aprehenderlo en sus caracteres particulares, no obstante lo trascendentes que serán los encuentros de Martín y Alejandra en él: «Logró estar con ella algunos minutos en el bar de Esmeralda y Charcas, que lo dejaron en un estado de ánimo peor que el de antes» (2008, p. 154); «Ante la insistencia de Martín, le dijo que lo esperaba a tomar un café en el bar de Charcas y Esmeralda» (2008, p. 195); «Fueron por Charcas hasta el bar que hay en la esquina de Esmeralda» (2008, p. 213).

Enunciados como los citados anteriormente pueden hacer suponer la existencia de estructuras espaciales que tienen como única finalidad sustentar la acción del relato, servir como mero decorado de fondo; sin embargo, si bien es cierto que la configuración espacial de los bares y cafés como sitios de encuentro o de angustiosa espera no suponen una deleitación morosa en los objetos y detalles que dan cuerpo al lugar, sí puede derivarse de lo que en estos ámbitos acontece, un sentido francamente trascendente que traduce la sensación de fracaso liberado por los personajes, quienes resultan prolongación del sentimiento de no realización que ha definido al ser argentino y latinoamericano. Considero que buena parte de los sitios presentados alusivos a bares y cafés no se constituyen, en el texto, en espacios equivalentes de los estados emocionales del personaje; más bien resultan ser la causa de sus estados anímicos.

Por su parte, las tradicionales y acaloradas polémicas de aquellos que se reúnen en torno a la mesa del café, motivo reiterativo en el corpus de la Literatura Argentina, han sido entendidas como formas degeneradas o resabios del contrapunto en la payada, derivado este, a su vez, del duelo criollo entre cuchilleros, que hoy alcanza la forma civilizada y mitigada de la polémica en el bar.

La representación de escenarios que reproducen el ambiente de estas acaloradas discusiones, casi siempre improvisadas, resulta representativa en Sobre héroes y tumbas, a partir de la recreación de recintos que acogen a clásicos personajes reunidos alrededor de la mesa de un café que discuten sobre los destinos del país, la historia nacional, el acontecer sociopolítico, o glorifican un pasado para ellos ya legendario, como fórmula a utilizar quizás para olvidar las incumplidas promesas o la imposibilidad para concretar acciones futuras:

Después entraron en el bar: hombres de mameluco azul y sacos de cuero, con botas y borceguíes conversaban ruidosamente, tomaban café y ginebra, comían enormes sándwiches, cruzaban recomendaciones, se hablaba de gente de la ruta […] (Sábato, 2008, p. 445).

El bar «Chichín», sito en la avenida Almirante Brown, esquina Pinzón, espacio que reproduce el ejemplo anterior, es el reflejo típico de los ambientes populares perceptibles en los cafetines del Bajo donde destacan signos iconográficos representativos de la cultura de masas:

Irse lejos, el sur frío y nítido pensaba Martín mirando el retrato de Gardel en frac, sonriendo con la sonrisa medio de costado de muchacho pierna pero capaz de gauchadas, y la escarapela azul y blanca sobre la Masseratti de Fangio, muchachas desnudas rodeadas por Leguisamo y Américo Tesorieri, de gorra, apoyado contra el arco, al amigo Chichín con aprecio y muchas fotos de Boca con la palabra ¡campeones! y también el Torito de Mataderos con malla de entrenamiento en su clásica guardia (2008, p. 34).

Síndrome de la plaza llama Graciela Scheines (1991, p. 114) a las cotidianas polémicas donde grupos de transeúntes, muchas veces desconocidos entre sí, se detienen en plena calle convocados por las discusiones improvisadas, las cuales son prueba de la genuina vocación por la palabra espectacular que siente el argentino, quien logra a través del dominio de su arte un auténtico erotismo verbal. La denominación podríamos extenderla y hablar entonces del síndrome de bares y cafés, pues resultan singular expresión del fenómeno expuesto; incluso, podrían considerarse los sitios originarios de las controversias que luego pasarían a formar parte del espectáculo callejero.

En Sobre héroes y tumbas estos escenarios devienen signos inequívocos del mencionado síndrome; así por ejemplo, el capítulo xv de «El dragón y la princesa» da fe de lo antes mencionado cuando Humberto J. D’Arcángelo, en una muestra de inusitado virtuosismo oratorio, se entrega con plena solvencia a un apasionado soliloquio en el que se mezclan su pasión y conocimiento del fútbol, el malestar que le provoca la situación del país, y su añoranza de tiempos pasados y mejores:

Aquí, a este paí hay que avivarse. O te aviva o te jodé pa todo el partido […] Vo leé el diario y te entera de un negociado. Y capá que seguí pensando a la luna o leyendo eso libro y como Poroto y El Rengo dijeron ma qué está diciendo D’Arcángelo con sorna comentó y lo del Tucolesco este también e una joda y los otros respondieron bah, también lo diario a lo que Tito replicó volviendo a poner su índice vertical, moviéndolo hacia la mesita y repitiendo su conocido aforismo. Aquí todo es cuestión de coima. Y te alvierto que yo no estoy hablando de Perón. Porque cuando yo era así de chiquito, y puso la mano abierta, a la altura de la pantorrilla, ¿quiénes manejaban l’estofao? Lo conserva: coima y robo. Cuando yo era así y subió la mano de nivel radicale: coima y robo. Después el Justo ese: coima y robo. ¿Recuerdan el negocio de la Corporación? Después, ese chicato Ortiz: coima y robo. Después la revolución del 45. Siempre eso milico dicen que vienen a limpiar, pero a la final coima y robo. Y entonces, ajustándose la corbata, miró con ojos coléricos hacia la calle Pinzón y volviéndose después de un breve instante de (rabiosa) meditación filosófica, agregó: Vo estudia, hacéte un Edison, inventa el telégrafo o cura cristiano, ándate en el África como ese viejo alemán de bigote grande, sacrifícate por la humanidá; sudá la gota gorda y va a ver cómo te crucifican y cómo lo otro se enllenan de guita. ¿No sabé, acaso, que lo prócere siempre terminan pobre y olvidado? (Sábato, 2008, pp. 93-94).

Si bien es cierto que algunos de estos espacios típicos del empedrado citadino obligan a la adhesión a determinadas posturas condicionadas por el ambiente circundante, como lo hace suponer el encuentro de Martín y Alejandra con Bordenave, en el capítulo i de «Los rostros invisibles», es perceptible, y con marcada preponderancia respecto de la actitud anterior, la plena manifestación de lo que al principio denominé lo íntimo individual. Nótese cómo en el ejemplo citado destaca el estado reflexivo del personaje; su lucidez se presenta también como rasgo característico de muchos de los protagonistas de la obra (Fernando, Alejandra, Martín, Bruno), personajes que en más de una ocasión se ofrecen detenidos frente a la mesa de un bar bajo poses que hacen suponer una persistente conmoción nostálgica.

Sin embargo, la significación que entrañan en el texto bares y cafés no se limita solo a la configuración de recintos que se ofrecen como espacios que condicionan la actitud meditativa del personaje o su predisposición para exteriorizar a través de la polémica su experiencia derivada de esta actitud, también alcanzan en el texto particulares dimensiones en cuanto a su capacidad para ofrecer nuevos matices semánticos vinculados con la noción de refugio. Al teorizar sobre los rasgos singulares que caracterizan al hombre del Río de la Plata, Graciela Scheines hallaba en estos escenarios significaciones que coinciden con ciertos motivos que pueden ser perceptibles en Sobre héroes y tumbas; las horas del café, ese tiempo muerto entre el horario de oficina y la vuelta a casa —«[…] las grúas habían cesado en su trabajo y los estibadores y cargadores empezaban a retirarse hacia sus casas o hacia los bares del Bajo» (Sábato, 2008, p. 101)— devienen en un paréntesis:

un respiro a la urgencia por salvarse, por mantenerse a flote. Patria transitoria, territorio falso y precario, otra dimensión a la que se entra y se sale, pero mientras se está uno se siente a salvo, kibbutz, refugio, expectación, especie de congelación del tiempo y del día, agazapamiento (Scheines, 1991, pp. 114-115).

¿Cómo explicar entonces topoanalíticamente modos tan diferentes de interactuar en un espacio que lo mismo puede ser uno de los ámbitos más adecuados para volcarse e interactuar con el mundo exterior, o por el contrario, en extremo propiciatorio para el retraimiento o el repliegue sobre sí? Para dar respuesta al interrogante resulta de cabal trascendencia la valoración de lo que supondría la noción bachelardiana de rincón. Es significativo cómo cuando el texto intenta ofrecer estados meditabundos o contemplativos del personaje en bares o cafés, aluda a dicha noción, ya sea porque constituyen un rincón perdido de la ciudad, o porque dentro de estos el personaje busca un rincón para agazaparse:

Entraron en La Helvética. Era un local oscuro, con su alto mostrador de madera y su vieja boiserie. Espejos manchados y equívocos agrandaban y reiteraban turbiamente el misterio y la melancolía de aquel rincón sobreviviente.

Se levantó un hombre muy rubio, de ojos celestes y anteojos con vidrios increíblemente gruesos. Tenía un aire sensual y meditativo y parecía tener unos cuarenta y cinco años (Sábato, 2008, p. 138).

Gaston Bachelard ha referido cómo todo espacio reducido donde nos gusta acurrucarnos, agazaparnos sobre nosotros mismos, es para la imaginación una soledad, el germen de un cuarto, de una casa:

La conciencia de estar en paz en su rincón, difunde […] una inmovilidad. La inmovilidad irradia. Se construye una cámara imaginaria alrededor de nuestro cuerpo que se cree bien oculto cuando nos refugiamos en un rincón. Las sombras son ya muros, un mueble es ya una pared, una cortina es un techo (Bachelard, 1983, p. 172).

El bar agazapado o el rincón del bar en Sobre héroes y tumbas se ofrece como sitio deseado; es asidero, tiempo suspendido, inmovilidad, hogar:

Sus pasos lo llevaban mecánicamente al bar, pero su mente seguía con Alejandra. Y con un suspiro de alivio, como al llegar a un puerto conocido después de un viaje ansioso y lleno de peligros, oyó que Tito decía este paí ya no tiene arreglo (Sábato, 2008, p. 171).

Martín apoyó la cabeza sobre el pecho de Alejandra y ya nada le importó del mundo. Por la ventana veía cómo la noche bajaba sobre Buenos Aires y eso aumentaba su sensación de refugio en aquel escondido rincón de la ciudad implacable.

[…] se sentía aislado mágicamente de la dura realidad externa, como sucede en el teatro […] mientras estamos viviendo el mundo del escenario, mientras fuera esperan las dolorosas aristas del universo diario, las cosas que inevitablemente golpearán apenas se apaguen las candilejas y quede abolido el hechizo (2008, p. 103).

Sintomático resulta que el enemigo del que protegen estos escenarios no se asocie, como puede suponerse, a otro personaje o a cuerpos represivos vinculados, por ejemplo, con el sistema político imperante, sino a un espacio otro que deviene fuerza hostil y destructora del elemento humano: la ciudad de Buenos Aires, ámbito totalizador en Sobre héroes y tumbas:

Parecía un símbolo: aquel bar era el primero en que había conocido la felicidad. En los momentos más deprimentes de sus relaciones con Alejandra siempre acudía al espíritu de Martín el recuerdo de aquel atardecer, aquella paz al lado de la ventana, contemplando cómo la noche bajaba sobre los techos de Buenos Aires. Nunca como en aquel momento él se había sentido más lejos de la ciudad, del tumulto y el furor, la incomprensión y la crueldad; nunca se había sentido tan aislado de la suciedad de su madre, de la obsesión del dinero, de aquella atmósfera de acomodos, cinismos y resentimiento de todos contra todos. Allí, en aquel pequeño pero poderoso refugio […] parecía como si toda la burda realidad externa estuviese abolida (2008, pp. 202-203).

La postura también contemplativa y solitaria de Alejandra —«Martín corrió al bar y la encontró esperándolo: fumaba mirando hacia la calle» (2008, p. 195)— confirma la idea; el bar se ofrece como espacio dador de la posibilidad de arrojar las máscaras, brinda al personaje la ocasión de transparentarse y anula los esquematismos que arrojan modos de actuar preestablecidos.

La interacción semiótica que establecen entornos públicos y privados no deriva de una oposición binaria en cuanto a los modos de configuración espacial de unos u otros. No son perceptibles rasgos que permitan instituir diferencias tanto en lo que concierne a sus modos de estructuración como a sus funciones semánticas. Puede llegar incluso a hacerse manifiesto que espacios públicos por excelencia posean características distintivas de la semantización de los privados. Estos, en conjunto armónico con el resto de los escenarios que se articulan en Sobre héroes y tumbas, son definidores del ámbito totalizador que signa la novela: la ciudad de Buenos Aires. En tal sentido, puede percibirse también desde ellos uno de los significados más profundos proyectados por el texto: la crítica y la cancelación de aquel arquetipo mítico que en más de un momento del proceso de formación cultural del continente creyó ver en el espíritu civilizatorio con que quedó signado el vivir en ciudad, un signo ineludible del mejoramiento humano.

 

Referencias Bibliográficas

Bachelard, G. (1983). La poética del espacio. México: FCE.

García Yero, O. (2003). Novelar también es derretirse. Camagüey: Ácana.

Sábato, E. (2008). Sobre héroes y tumbas. Edición crítica por María Rosa Lojo. Université de Poitiers: Centre de Recherches Latino-Américaines. Archivos.

Salvador Jofre, A. (2002). El impuro amor de las ciudades (Notas acerca de la literatura modernista y el espacio urbano). La Habana: Casa de las Américas.

Scheines, G. (1991). Las metáforas del fracaso. Sudamérica ¿geografía del desencuentro? La Habana: Casa de las Américas.

Slawinski, J. (1989). El espacio en la literatura: distinciones elementales y evidencias introductorias. En D. Navarro (Selec. y Trad.). Textos y contextos (pp. 265-287). La Habana: Arte y Literatura.



[1] Graduada en Letras por la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas y Magíster en Cultura Latinoamericana, por el Instituto Superior de Arte. Profesora de Literatura Latinoamericana para las carreras de Letras, Periodismo y Comunicación Social, en la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas, Cuba. Correo electrónico: marile@uclv.edu.cu

Fecha de recepción: 21-10-2011. Fecha de aceptación: 19-11-2011.

Gramma, XXII, 48 (2011), pp. 32-41.

© Universidad del Salvador. Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Investigaciones Literarias y Lingüísticas de la Escuela de Letras. ISSN 1850-0161.

[2] Cfr. García Yero (2003, pp. 160-167) para ahondar en las concepciones de espacio configurado como continente de elementos objetivos y espacio construido como objeto de manipulación subjetiva libre, concepciones a las que se suman las del espacio onírico, mítico e idílico, texto en el que la autora presenta un sistema categorial aplicable a estudios que intenten la aprehensión del espacio artístico en textos narrativos.