Javier Alvarado*
Panamá,
ya sea en el Pacífico o en el Atlántico
Panamá en esta calle y en este tiempo que nos falta,
Antes de mis días y mis noches
(Y del poema) fluctuando entre los lirios como el agua,
Con sus gruesas murallas y sus edificios
Que le dan color de tacto a los espejos,
A las criaturas del mar que se advienen a mi fondo,
A mi lámpara de niño y a mi mano afiebrada de poeta.
Nunca antes por siglos volví a ver el mismo día
En que abrí los ojos tanteando la tierra
Y el polvo del lugar donde ocurrió mi nacimiento,
Donde me convertía en talingo y en estatua
Con peces de aire entrando por el mármol.
Panamá fue una musa entrando
—vena a vena—
Un arcoíris en la boca,
El tamaño de una brújula en el eros y en la gnosis.
Una ciudad en mi piel, como algo corpóreo
Como la música en una temporada de lluvia
O como un tamborito en una oleada de calor.
Siempre llego a ella aunque por otros caminos vaya
Dejando fuego, dejando amor, coloquios,
Algo de poesía. Mi talón siempre regresa al milagro
De su musgo, a sus piedras temerarias,
A su selva donde nunca he ido, donde nunca vuelvo,
Donde respiro la verdad del mundo
Ensalinada al borde de sus playas.
¿A dónde dejar el muro, el trapecio
Y las marcas de la reniñez como una mariposa en el sombrero,
El desnudo campo
Por donde persigo duendes y espejismos de luciérnaga,
Imágenes de Dios o de un caballo que atesora
Las caminatas imaginadas por el tucán en la tormenta?
Panamá
En el Pacifico, en el Atlántico,
¿En dónde está?, ¿en dónde estuvo?,
¿En dónde me encuentra el mar con su Canal
Y su memorial dolido? Panamá
la que siempre
Encuentro aunque por otros caminos vaya
Donde silbo a las criaturas que se advienen a mi fondo,
Con mi lámpara de niño y mi mano afiebrada de poeta.
Emily con su firmamento hermoso
Hay otro firmamento
Siempre sereno y hermoso.
Emily
Dickinson
Emily mira el
jardín interior que está más allá de las murallas
Quisiera tomar
ese territorio donde pule
su cayado el peregrino:
Donde la sombra
encuentra su gemelo
Y donde dice:
Poeta
entra en mi jardín, hermano, hay un firmamento
hermoso.
En los días ella
toma el hilo y la costura;
Poda la
perfección de la flor en cada paso
Va sembrando una
balada
En cada pétalo
que deshojan las alcobas
Donde se yergue
el mausoleo a la belleza
En los ojos
donde beben fuego las golondrinas de la sangre.
De resistirse al
océano de las almas
Su padre un
pastor de iglesia, la conmina
A la reverencia
de las luces
Y las aguas
En el rebaño del
señor,
Como una oveja
saludosa
Que va del pasto
ennoviado
Hacia pájaros y
campanas que se apagan
Es el recuento
de una historia y de otra historia,
Esposa purpúrea
y blanca
Donde el sol
penetra como una cabra en el bostezo
De los
escarpados soles de nuestras vidas y las vidas.
Allí plantando
un verso,
Un poema para la
bolsa
La crónica de
plata
Donde la sombra
encuentra su gemelo
Y donde dice:
Poeta
Entra en mi jardín, hermano, hay un firmamento hermoso.
* Poeta
nacido en Santiago de Veraguas. Ha sido galardonado con el Premio
Nacional de Poesía Joven de Panamá Gustavo Batista Cedeño en los años 2000,
2004, 2007 y 2014; con el Premio de Poesía Pablo Neruda 2004 y el Premio de
Poesía Stella Sierra en 2007. Poeta residente por
Correo
electrónico: poetajavieralvarado@yahoo.com.
Gramma,
XXVI, 54 (2015), pp.
© Universidad del Salvador. Facultad de Filosofía y Letras. Área de Letras del Instituto de Investigaciones de Filosofía y Letras. ISSN
1850-0153.