Randall
Roque*
Morirse
es un acto de amor
morirse es cosa de todos los días,
no hay necesidad de ataúdes,
caminos pausados, lutos iguales
alguna vez te dijeron:
la luz es un espacio vacío
sabrás que no es cierto,
hablarás del vacío y la luz
como si uno en otro existiera
no importa morirse hoy o mañana,
en la tarde, en la noche o después,
de las manos se regresa al tacto,
lo mismo que a la ausencia
tendrás que morirte conmigo
en muchas ocasiones
antes de que muera,
para nacer por un instante
de las plantas y las hojas,
en los gusanos,
en la yerba colorada,
en los pájaros silvestres
morirse es cosa de todos y ninguno,
nadie arranca la belleza de la tierra
sino para que muera por mirarla
déjame ser, morir tranquilo, irme,
la belleza de la flor es el cuido
de la tierra donde está,
nunca el jarrón, la ventana,
la casa donde la miras secarse
morirse, aunque no lo quieras,
es algo necesario e inútil,
es amor correspondido con la vida
morirse es un acto de amor
para salvar del llanto innecesario,
del recuerdo mal herido
a los que amamos,
de lo insufrible por silencioso
Poeta
de los abedules
las hojas caen de los abedules,
vieras qué bonito es verlas caer
a través de las parejas abrazadas
con sus abrigos gruesos,
da alegría ver la gente del parque,
andar y desandar como magnolias
hasta que todo el pasto es vino tinto,
hay días en que llego a aquella banca,
me siento por horas viéndolos pasar,
cómo se besan, se abrazan,
se dicen cosas bajito y ríen;
la verdad no sé en qué momento
algunos se llenan de lastre y discuten
luego se dejan, se abandonan,
como las hojas de los abedules
o magnolias secas como espejos;
nosotros lo hicimos y ahora pienso:
el rencor es un lastre inútil,
deberíamos ser como los animales,
amarnos sin pudores, amarnos más
sin uso de razón ni esperar nada del otro
o como aquel viejo roble de la esquina
que se desnuda cada invierno
solo para abrigar al pasto
El
Mary celeste
un barco a la mar lleva el alcohol intacto,
ratas cruzando de un lado a otro la despensa,
con sus velas desplegadas y sin tripulación,
ajeno a todo bote salvavidas o rescate,
como el mary celeste en el océano atlántico
así naufragan los barcos en altamar
escucho los pasos de una mujer,
no una mujer cualquiera,
sabe dejar el alcohol intacto,
espantar las ratas de la despensa,
se lanza a la mar sin botes salvavidas,
no tiene rescate,
naufraga, su vida es naufragar
el problema es que te aferras
de uno u otro modo a su historia,
a todas las tormentas compartidas,
luego te deja, sin decir nada,
tu vida es un caos por su culpa
y te deja
así nacen los barcos fantasmas
* Poeta
nacido en Cartago, ganador del premio otorgado
en 1998 por la Universidad Florencio del Castillo (UCA) por sus aportes a la
cultura; el Primer Lugar en la Categoría de Poesía en el concurso Letra Joven
de Costa Rica, 1998; en el Certamen Brunca de
la Universidad Nacional (2004); y en el Premio Internazionale
di Poesia Castello di Duino
(2007).
Correo electrónico: randallroque@gmail.com.
Gramma,
XXVI, 54 (2015), pp.
©
Universidad del Salvador. Facultad de Filosofía y Letras. Área de Letras del
Instituto de Investigaciones de Filosofía y Letras. ISSN 1850-0153.