Comentario bibliográfico
Diego Gonzalo Murcia
Proyecto Argentina. Bases para el
Consenso en un Plan Nacional
Luis María Savino (coordinador);
autores: Hugo Arce, Felipe de la Balze, Adriana Don, Luis Lozano, Carlos
Manfroni, Gustavo Martínez Pandiani, Raúl Motta, Enrique Peltzer, Mario Pérez
Latorre, Humberto Petrei, Ángel Robledo,
Rubén Rotondaro, Hugo Salaberry, Luis Savino, Waldino Suárez, Juan Tobías,
Pablo Varela, Ernesto Villanueva.
Editorial Fundación Centro de
Estudios Americanos, 2003, 204 páginas.
I
La obra colectiva coordinada
por el Licenciado Luis María Savino y prologada por el Doctor Juan Alejandro
Tobías, Rector de la Universidad del Salvador, analiza los problemas
resultantes de la grave crisis política e institucional argentina
(2001-2002) y, propone algunas
soluciones alternativas a las ensayadas por las fuerzas políticas de aquel
entonces. Puede decirse que constituye un verdadero programa político
nacional.
El coordinador es presidente de la “Fundación Centro de
Estudios Americanos”, institución argentina sin fines de lucro que desde 1990,
ofrece programas que brindan información y conocimiento, acerca de temas
nacionales e internacionales, a dirigentes de los distintos sectores de la
sociedad argentina. A este respecto, se organizan ciclos, conferencias y, se
realizan investigaciones cuyos resultados, son publicados por la editorial de
la fundación, tal como ha sucedido con el presente libro.
Desde
la fecha de publicación de la obra, hasta el presente, corrieron más de once
años y, con ello, uno puede preguntarse si, el contenido del libro, mantiene su
vigencia; salvo algunos datos estadísticos, la tiene claramente, porque “la
pregunta por el progreso humano en una república permanece abierta y no ha
perdido un ápice de actualidad”[1].
La
palabra crisis proviene del griego “krísís” y, este del verbo “kríneín” que
significa “separar” o “decidir”; es un hecho con consecuencias problemáticas
que, para producir algunas rectificaciones, impone una “crítica” previa.
Un análisis crítico de
la crisis y, una lectura crítica del libro, permite concluir que además de la
actualidad de la publicación, el tema escogido debe ser prioritario en un programa
de Gobierno, porque los “Estados débiles
o fracasados causan buena parte de los problemas más graves a los que se
enfrenta el mundo, como son la pobreza, el sida, las drogas o el terrorismo”[2].
En el caso argentino,
la corrupción, brilla con luz propia,
porque, como señala Natalio Botana es “un elemento constitutivo del estilo
político de los argentinos, una hiriente tensión jamás apaciguada que puebla
innumerables escándalos en el territorio
de la desconfianza”[3].
Para tan vasta y
compleja labor, Savino convocó a
diversos y calificados especialistas de las áreas más sensibles a la crisis,
para que realicen su contribución.
Los borradores fueron discutidos y
consensuados en el ámbito institucional de la Universidad del Salvador;
cuentan, a su vez, con enriquecedoras
observaciones del, por aquel entonces,
Monseñor Jorge Bergoglio (actual Papa Francisco), del General de Brigada
Daniel M. Reimundes y del embajador de
los Estados Unidos, James D. Walsh.
En la introducción se
expresa que son el fruto de más de un año de trabajo y jalonan “una primera
etapa”, a la cual, se le irán agregando otras, en la medida que surjan nuevos
puntos de vista.
Puede
decirse, entonces, que es una obra largamente meditada, que no incurre en un
criticismo fatuo sino en una crítica constructiva de propuestas; el
coordinador afirma que en este proceso se dio “prioridad a la diversidad
conceptual antes que a la unidad de pensamiento”, pero no por ello se dejó de
consensuar en algunos puntos sustanciales.
Savino escribe que el
libro tiene como destinatario a la dirigencia pública y privada y a la opinión
pública.
Dentro de esta última
categoría puede comprenderse a los profesores y alumnos universitarios de todas
las Carreras porque el material logrado
es de suma utilidad; no solamente para cumplir con el principio
pedagógico de “proximidad a la vida cotidiana” sino, fundamentalmente, para
llenar la función institucional “compromiso social” de la Casa de Altos
Estudios: la Universidad es una institución que es de la sociedad y está
en la sociedad.
La
responsabilidad social de la Universidad se traduce en “la conversión del conocimiento en acción y
resultados dentro de la comunidad”[4];
respecto a la aplicación del conocimiento a los problemas sociales, advertía Juan Bautista Alberdi que: “Vamos a estudiar la filosofía evidente
(…) no la filosofía aplicada a la teoría abstracta de las ciencias humanas,
sino (…) la filosofía política (…) Es necesario ya de que aspiremos a cosas más
positivas y prácticas”[5].
Cada Facultad debe contribuir, entonces, con la aplicación de su disciplina y con la
colaboración de las otras, a una
aplicación interdisciplinaria que presente respuestas eficaces, a los problemas
argentinos políticos, sociales, económicas, educativos.
Por ejemplo, y sobre
este particular, el libro sugiere, en el capítulo “La Educación”: reorientar la educación superior, de excesiva
tendencia libresca y teoricista, hacia un enfoque que privilegie más la
innovación, la creatividad y la articulación efectiva con la sociedad;
generar estructuras de educación
superior de nivelación formativa hasta que los jóvenes procedentes del nivel
medio o polimodal se encuentren en condiciones de asimilar el nuevo rol
estudiantil; mejorar la oferta académica
de educación superior no universitaria y vincularla con opciones no formales de
educación; perfeccionar los mecanismos
de integración, complementariedad, articulación y coparticipación entre los
diferentes tipos institucionales de la educación superior; desarrollar un programa de acciones directas de las
instituciones de educación superior hacia los restantes niveles del sistema
educativo y hacia la sociedad.
Para las
universidades, propone especialmente, el
impulso de la creación de títulos intermedios; la lucha contra la deserción
estudiantil a través de un amplio sistema de tutorías, de incentivos para los
cursantes, de modificación de planes de estudio; establecer un sistema de
pasantías universitarias, con características diferenciales según la disciplina
de que se trate.
II
Cuando
en la introducción se lee que
“concluimos que resulta imperiosa la reconstrucción de la Argentina en
su conjunto”, pareciera, a primera
vista, un planteo utópico propio del
“argentino típico” (José Ortega y Gasset)
que “se identifica con la grandeza abstracta y promitente de su tierra
(la Pampa, tierra inmensa y bendecida) y se hace una imagen de sí mismo acorde
a esa semejanza: su imagen se diluye en su grandeza y queda reducida a
incumplida promesa”[6];
sin embargo, el prejuicio se diluye porque la tarea es ciertamente “inmensa”
pero necesaria y de coraje, porque hay una “tremenda necesidad” de
pensamiento, conocimiento y nuevas ideas y, para ello se necesitan muchas
personas del conocimiento para “estrechar el canal del logro, de la
oportunidad y del avance”[7]
; además “las instituciones públicas requieren, para su buen funcionamiento,
unos determinados hábitos de pensamiento y se rigen por complejos mecanismos
que no admiten ser trasladados (de un país a otro)”[8].
No obstante la observación de mecanismos eficaces o de los países cuyas sociedades son estables y
funcionan, no es un asunto baladí.
No es casualidad, por
ejemplo, que la educación argentina, en buena parte del siglo XX, gozó de alto
prestigio en Sudamérica y, eso se debe,
a la visión de Domingo Faustino Sarmiento quien entre los años 1845 a 1847 por envío
del gobierno de Chile realizó un viaje de estudios a Europa, África y Estados
Unidos, a fin de observar y comparar los sistemas de educación primaria;
su libro “Educación Popular”, plasma un proyecto propio de la instrucción
pública, gratuita y laica, es decir un programa político de educación,
señalando los medios conducentes. Y en sentido contrario, tomar prestados
modelos de países en vías de desarrollo, de dudosa ejemplaridad, produce más
crisis.
A la abundancia de
ideas y a la observación del funcionamiento institucional de los países
desarrollados, se le agrega la necesidad de contar con mucho tiempo para
su implementación profunda; porque la
“buena política siempre debe tener presente el largo plazo. En última
instancia, esta reflexiva visión de las cosas traza la frontera que separa a un
político mediocre de un hombre de
Estado”[9].
III
En la obra sobresale
el análisis del impacto de la crisis en los aspectos políticos, como por
ejemplo, la falta de acuerdos políticos básicos y de un ordenamiento
institucional idóneo que permita sostener en la práctica, las políticas públicas y
programas de gobierno; el “sistema” de
sobornos; el desorden del marco ideológico usado por los partidos políticos,
para expresarse públicamente; la
desarticulación reiterada y periódica de los cuadros de dirigentes; la crisis
de representatividad y; el agotamiento
del proyecto de modernización, debido a
las transformaciones del contexto global.
A esta retahíla de ejemplos podría
agregarse el grave problema de una democracia hegemónica, denominada por Natalio Botana, la “versión criolla del principado
contemporáneo”[10]
que no logra mutarse en una democracia institucional de ciudadanos.
Uno podría preguntarse si es más
importante, por ejemplo, producir una
efectiva descentralización hospitalaria por medio de la reconversión de los hospitales públicos en
empresas públicas de servicios con personería jurídica o combatir inmediatamente la pobreza donde se ve, a
diario, en las calles a argentinos revolviendo las bolsas de basura
para recuperar alguna cosa desechada. Claramente el segundo problema es más
importante y urgente, pero para que ambos sean solucionados, efectivamente, se
necesita la reforma política como marco de las acciones resolutivas.
Como expresa Juan
María Gutiérrez la “reforma debe comenzar por ser política, es decir creadora
de las instituciones que completen nuestro régimen de gobierno. Todas las demás
mejoras que miran a los intereses materiales han de resultar de las que primero
se introduzcan en la esfera política y legal. Sin aquéllas, estas son
imposibles o cuando más abortos imperfectos y fundaciones sobre arena”[11].
En el capítulo
correspondiente a la reforma política se propicia la “des-presidencialización” que comporta la unificación de los mandatos y calendarios
electorales, la desagregación del mapa electoral en pequeñas circunscripciones
y la redefinición del principio de la separación de poderes entre las funciones
ejecutivas y legislativas; la “re-federalización” del país que exige repensar
las relaciones intergubernamentales entre nación, provincias y municipios,
estandarizando procedimientos y creando nuevas instancias de coordinación y
gestión participativas; en cuanto a “la acción conjunta entre el estado y la
sociedad civil”, la necesidad de “institucionalizar” dichas relaciones en tres
instancias básicas (genérica, “policy-oriented” y, control ciudadano).
Sin
embargo, hay un vacío, en lo que respecta al fortalecimiento del partido
político que tiene reconocimiento constitucional y larga tradición. Sería tal vez conveniente, en posteriores
debates, discutir sobre las formas de su fortalecimiento, para que la
competencia electoral con el partido predominante de turno goce de una igualdad
real de oportunidades y; asimismo privilegiarlo frente a los nuevos agentes
sociales sin dejar de institucionalizar a estos últimos.
IV
El libro se
distribuye en cinco secciones, a saber:
La sección A, se
titula “La Sociedad Argentina” y
contiene un solo capítulo, denominado:
“Herencia, Cultura y Valores”.
Analiza la formación
histórica y axiológica que anima a la
cultura nacional y conforma el “carácter nacional”, para luego, definir y
consensuar algunos valores éticos, democráticos y económicos; reconociendo como
“opción necesaria y preferencial”, a la
reconfiguración educativa que profundice las herramientas disponibles, a fin de
facilitar el acceso a la escuela y a la formación personal.
Los “valores
culturales son, en realidad, fruto de la educación, del liderazgo y de la
interacción con otras sociedades y, además, cambian con el transcurso de los
años”[12].
A este último
respecto, en el capítulo “Educación”, se complementa que hay una crisis cultural como consecuencia del
debilitamiento de valores como la justicia, la veracidad, la laboriosidad, la
honestidad: “Carecemos de una orientación estratégica del sistema educativo
para refundar esos valores”.
La sección B, titulada
“Política y Estado”, abarca los capítulos: “La Reforma Política”; “Estado y
Buen Gobierno” y; “la Reforma Judicial”.
Considera,
principalmente, el problema político y, se sugiere, a este respecto, una profunda reforma y, la reconversión del Estado.
Señala que, en una
democracia moderna, el protagonismo del
pueblo no se agota en la elección de un gobierno representativo, sino que necesita, para expresar su voluntad, defender sus derechos y participar en el
manejo de los asuntos públicos de mecanismos adicionales de participación
directos y semi-directos.
Puede colacionarse que
la participación social activa, la ampliación de una democracia electoral a una participativa
presupone valores sociales y una organización de la sociedad; el “peligro de
las masas radica, precisamente, en su incapacidad de participar, en su apatía,
en su cínica indiferencia y total desesperanza”[13]
y, añade William Daros que “la complejidad de las sociedades
democráticas de los conocimientos tecnológicos y de las demandas sociales,
hacen manifiesto que la democracia necesita de asociaciones técnicas,
científicas y profesionales; y que ella no es la mejor de las formas posibles
de gobierno; sino, al menos, al parecer la menos ineficiente e inhumana”[14].
La sección C, titulada
“Política Exterior y de Seguridad” presenta dos capítulos: “Política Exterior
Argentina” y “Política de Seguridad del Estado Nacional”.
Aborda la inserción de
nuestro país en el resto del mundo y se relaciona con el concepto de seguridad
con lo nacional e internacional.
Explica que la
política exterior es responsable de definir e implementar la estrategia para
llevar a la práctica las negociaciones comerciales internacionales así como la
instrumentación de la promoción
comercial en el exterior, en forma
conjunta con la Fundación Exportar. Se advierte que todos los acuerdos de integración y
liberalización comercial son beneficiosos para la Argentina.
Como la Argentina debe
ser transformada “en una exitosa plataforma exportadora global”, se propone, la creación de un área
especializada en materia de negociaciones comerciales y economías internacionales
con expertos propios (no contratados) y con posibilidades de alcanzar las
máximas responsabilidades ministeriales.
La sección D, se
intitula “La Economía”, agrupa en tres capítulos, los temas de las “Lecciones de la Convertibilidad”, “La
Reforma Económica” y “La Cuestión Laboral”.
Trata sobre el
insuficiente crecimiento económico que se viene manifestando desde hace varias
décadas y que afectó, negativamente, la calidad de vida; a su vez, se reflejó
en la pérdida de importancia del país en los flujos de comercio y capitales en
el orden mundial. Se describen las causas mediatas e inmediatas del retroceso
económico y se proponen políticas activas para superar los efectos de dichas
causas.
En la cuestión
laboral, por ejemplo, propugna la realización de un programa de capacitación de
la fuerza de trabajo con carácter permanente, como una manera de incorporar a
vastos sectores marginales y vigorizar el proceso productivo; esta capacitación
permitirá al trabajador insertarse “en el sector formal que es el único que
puede elevar el nivel de vida de la población”. Deberá desarrollarse
principalmente en los campos técnicos, de informática y de gestión para crear
las condiciones de un mercado de trabajo que pueda adaptarse a los tiempos
modernos y dichos tiempos requieren un cambio constante de las formas y
procesos productivos.
En cuanto a los
trabajadores desocupados y los que ya han abandonado la búsqueda de empleo
formal, deben ser comprendidos, en un
plan de emergencia del empleo que contemple la adopción de numerosas medidas de
excepción de todo tipo, insertarlas en un plan de políticas activas.
Estas últimas, incluirán, entre otras, desgravaciones impositivas, apoyo financiero y
asistencia técnica a efectos de alentar la demanda de trabajo, bajar su costo y
promover el desarrollo de actividades de mano de obra intensiva, incentivando de este modo, nuevos esquemas de producción
basados en el empleo de los trabajadores.
Por
último, la sección E, lleva por título,
“La Cuestión Social”,
comprende a los capítulos
referentes a “La Salud”, “La Educación”
y “Las Políticas Sociales y Pobreza”.
Considera tanto las políticas universales como
los programas focalizados y, destaca que a la cuestión social le corresponde un papel preponderante
en una coyuntura de escasez, caracterizada por un cuadro de pobreza extendido.
Por su amplitud y complejidad, se desarrolla su análisis, respetando la identidad de las cuestiones vinculadas
con el sistema de salud, la educación y la lucha contra la pobreza.
En cuanto a la lucha
contra la pobreza propone la reformulación
de cursos de acción en ejecución y/o previstos en esta materia, adecuándolos a
una estrategia basada en siete principios.
Uno de ellos es el de “la
promoción asistida”, en virtud del cual, se facilita, por una parte, el acceso simultáneo a los beneficios propios
de la asistencia, es decir a una escala adecuada y a una mejora directa e
inmediata en la calidad de vida de los beneficiarios y, por la otra, la promoción, es decir, la superación sobre
bases sólidas del estado de pobreza de quienes reciben ayuda.
V
En resumen, el libro
comentado, es una obra de valía, porque presenta un programa político coherente
y señala medios conducentes para
“reconstruir la Argentina”: mucho se habla de los fines del Estado pero poco
de medios prácticos elaborados desde el conocimiento y la observación de países
desarrollados.
Es “necesario rehacer
la trama de nuestras cláusulas del progreso: reconstruir, en suma, una
civilización del trabajo y poner en marcha el motor del ascenso para los
sectores más postergados de la sociedad, el mismo que imprimió el sello
distintivo a la Argentina moderna”[15].
Con esas directrices y
con el tiempo, es posible hacer las mudanzas necesarias en el campo
sociopolítico, partiendo del proceso
educativo que “puede acentuar y apoyar esos cambios, generando situaciones
de aprendizajes democráticos; o bien puede avalar, con el silencio cómplice, la
inercia y el sentido de inevitabilidad del cambio social según las ideas
democráticas y dentro del régimen democrático”[16].
Se concluye con la
lectura de la obra que, el programa y
las instituciones que lo cumplan, requiere de argentinos formados
en capacidades gubernamentales y ciudadanas.
Las capacidades
gubernamentales, porque como escribe
James Madison, la “gran dificultad“ para organizar un gobierno
consiste en “capacitar al gobierno a
mandar sobre los gobernados; y luego obligarlo a que se regule a sí mismo”
(artículo 51 de “El Federalista”) y lo “que verdaderamente importa: (es)
establecer políticas coherentes, capaces de durar y abarcar la gestión de más
de un gobierno, sobre la base del respeto que merece la ley fundamental”[17],
en una palabra, preparar estadistas.
Esta capacitación en
virtudes gubernamentales puede encontrar uno de sus cauces, en el capítulo III
del libro: la creación de una carrera administrativa para
el servicio civil, porque se aduna, con Francis Fukuyama, “lo que más urge con
respecto a los países en desarrollo es incrementar la fuerza básica de sus
instituciones estatales para que proporcionen las funciones esenciales que solo
los gobiernos pueden desempeñar”[18].
Podría agregarse,
desde el punto de vista científico el
desarrollo de una teoría de la organización pública capaz de resolver el
problema de la capacidad decisoria delegada. Este es el problema central de la
teoría porque “si bien la eficiencia exige la delegación de capacidad de
decisión y de autoridad el acto mismo de delegar genera problemas de control y
supervisión”[19].
Las capacidades
ciudadanas requieren, por otra parte, de ciudadanos preparados, como
advierte Crawford Macpherson, “para mantener una participación política
fuerte y poder reducir lenta y legalmente las desigualdades sociales
injustas en el acceso a oportunidades sociales”[20].
Esta capacitación
exige preparar al ciudadano, en conocer
y poder ejercer el derecho a la libertad de pensamiento, de palabra, de
asociación; libertad para poder poseer lo que conlleva el derecho a la
diversidad de formas de vida dentro de una democracia transparente (no corrupta
que juega con las leyes, más bien practicar la justicia) “que garantice
legalmente esas propiedades; y derecho a la protección de la libertad de cada
uno contra la detención, el arresto y aprisionamientos arbitrarios”[21],
se debe adunar, como sostiene, Norberto Bobbio, que la ciudadanía no pierda conciencia que es soberana y que sea valiente en
defender su gran atributo[22];
que maneje “la frustración y espere los
tiempos legales para juzgar las gestiones de gobierno” sin acudir en la
violencia; el desarme de concepciones
ideológicas que se fundamentan en el positivismo normativo o en el escepticismo
de los valores que, en palabras de Guillermo Hoyos Vázquez y “puedan comprender
críticamente la ciencia y la tecnología, sin caer en reduccionismos de la razón
instrumental y del estructural-funcionalismo, pero tampoco en la demonización
fundamentalista de sus logros”[23].
En definitiva, que
esos conocimientos por la repetición de actos, se formen en virtudes y que con
el tiempo maduren “en costumbres
democráticas” en el mayor número posible de ciudadanos, capaces de formar
“desde abajo” una “vida típicamente humana, en la cual caben diversas formas de
vida y expresión culturales”[24].
En fin capacidades ciudadanas, para “constituir sociedades civiles, cada
vez más –razonable y afectivamente- inclusivas de personas, La tolerancia con
los diversos puntos de vista tiene, sin embargo, un límite, si no desea contradecirse a sí
misma: ella solo puede ejercerse dentro de la democracia, lo que implica el
deber moral de la reciprocidad de trato social y político”[25].
En suma lo “importante
es que, gobierne quien gobierne, controle con transparencia, la
transparencia de la gestión de los gobernantes”[26]
y que los corruptos sean sancionados indefectiblemente.
[1] BOTANA, Natalio R. Poder y Hegemonía, Emecé Editores, Buenos Aires, 2006, p.194.
[2] FUKUYAMA Francis. La construcción del Estado. Hacia un nuevo orden mundial en el siglo XXI, (traducción María Alonso), Ediciones B.S.A., Barcelona, 2004, ps.10, 9.
[3] BOTANA, Natalio R. Poder y Hegemonía, op.cit., p. 142.
[4] DRUCKER Peter. Escritos fundamentales. La sociedad, (traducción Julio Sierre), Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2002, p.211.
[5] ALBERDI, Juan Bautista. Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina. Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1971, p.162.
[6] DAROS William R. “¿Cómo somos los argentinos”, recuperado el 5 oct.2014: http://williamdaros.files.wordpress.com/2009/08/w-r-daros-como-somos-los-argentinos.pdf, p.8
[7] DRUCKER Peter. Escritos fundamentales. La sociedad, op.cit., ps.216, 214.
[8]FUKUYAMA Francis. La construcción del Estado. Hacia un nuevo orden mundial en el siglo XXI, op.cit., p.9.
[9] BOTANA, Natalio R. Poder y Hegemonía, op.cit., p. 134.
[10] BOTANA, Natalio R. BOTANA, Natalio R. Poder y Hegemonía, op.cit., p.107.
[11]BOTANA, Natalio R. Poder y Hegemonía, op.cit., p.195.
[12]FUKUYAMA Francis. La construcción del Estado. Hacia un nuevo orden mundial en el siglo XXI, ob.cit., p.56
[13] DRUCKER Peter. Escritos fundamentales. La sociedad, op.cit., p.21.
[14] DAROS, William R, “Democracia, educación y solidaridad tolerante”, recuperado el 5 oct.2014:http://williamdaros.files.wordpress.com/2009/08/democracia-educacic3b3n-y-sociedad-tolerante.pdf, p. 2.
[15] BOTANA, Natalio R. Poder y Hegemonía, op.cit., pp.215-216.
[16] DAROS, William R, “Democracia, educación y solidaridad tolerante”, op.cit., p.6.
[17] BOTANA, Natalio R. Poder y Hegemonía, op.cit., p.110.
[18] FUKUYAMA Francis. La construcción del Estado. Hacia un nuevo orden mundial en el siglo XXI, op.cit. p.69.
[19] FUKUYAMA Francis. La construcción del Estado. Hacia un nuevo orden mundial en el siglo XXI, op.cit., p.72.
[20]DAROS, William R, “Democracia, educación y solidaridad tolerante”, op.cit., p.10.
[21] DAROS, William R, “Democracia, educación y solidaridad tolerante”, op.cit., p.11.
[22] DAROS, William R, “Democracia, educación y solidaridad tolerante”, op.cit., p.10.
[23] DAROS, William R, “Democracia, educación y solidaridad tolerante”, op.cit., p.6.
[24] DAROS, William R, “Democracia, educación y solidaridad tolerante”, op.cit., p.6.
[25] DAROS, William R, “Democracia, educación y solidaridad tolerante”, op.cit. p.11.
[26] DAROS, William R, “Democracia, educación y solidaridad tolerante”, op.cit., p.10.