NOTA EDITORIAL.

 

                        En su Discurso  a los participantes en la plenaria de la Congregación para la Educación Católica (Sala Clementina 13 de febrero de 2014), el Papa Francisco con su natural dulzura y firmeza conceptual, expresó: Es preciso que las instituciones académicas católicas no se aíslen del mundo, sino que entren con valentía en el areópago de las culturas actuales y dialoguen, conscientes del don que tienen para ofrecer a todos.

                        Aunando este pensamiento con la necesidad que, en el contexto actual del orden  social, moral y económico, representa la educación para el buen desarrollo de estos aspectos tan caros a toda sociedad, queremos sumar al Derecho como otro gran e indispensable colaborador en la superación de aquellas pautas que nos conduzcan al tan ansiado Bien Común.

                        El diálogo en todos los ámbitos –ciencia, culturas diversas, religiones, etc- , como así también la escucha de todas las voces y el pensamiento crítico y profundo, serán los hitos que marquen el punto de inflexión a partir del cual una sociedad madure y se realice como Nación.

                        Sin embargo, tales objetivos no logran realizarse plenamente sino a través del desarrollo de dos  herramientas de alta eficacia: la educación y la investigación científica y, en nuestro caso, jurídica. Es por ello que, en este número de Aequitas, las reflexiones de quienes escriben abarcan  temas de ardiente y polémica actualidad,  tales como el concepto de muerte a la luz de los nuevos avances científicos, el gran desafío que presenta la aparición y utilización de las redes sociales y la importancia de que la justicia repare, entre otros tópicos, en la trascendencia de establecer un régimen adecuado de comunicación entre padres e hijos.  

                        Empero, todo análisis de una situación actual, no podría efectuarse de un modo completo y arrojar un resultado de veracidad, sin haber abrevado en el pasado histórico que ha jalonado y contribuido a nuestra formación como sociedad.  Adhiriendo a esta concepción, entonces, también resulta de fundamental relevancia no olvidarnos de la historia y, en dicha inteligencia, es que  nuestras páginas  se encuentran abiertas a ello, en esta edición a través de una enjundiosa reflexión acerca de la personalidad de uno de  los grandes hombres que hicieron nuestra Patria: Manuel Belgrano, paradigma de honradez e inteligencia.

           

                       

María Eleonora Cano

Directora Revista Aequitas.