PROCESOS DE
CONSTRUCCIÓN DE LAS REPRESENTACIONES SOCIALES EN
Aproximaciones a una utopía social justicialista
Fabián Lavallén Ranea
Introducción
Durante el período del Peronismo Clásico (1946-1955),
se formularon algunas de las expectativas colectivas, creencias, ideas y
asociaciones simbólicas, más asimiladas por nuestra nación. Por intermedio de
la prensa oficial y la propaganda (entre otros mecanismos), se difundieron e
impregnaron en la comunidad de aquellos años muchas de las ideas que sobre el
porvenir, sobre el pasado, y en general sobre la relación del individuo con el
poder, que más se han impregnado en la clase trabajadora. Enfatizando algunos
de estos elementos del Imaginario Social que se evidencian en la enunciación
discursiva, en la difusión ideológica, o en la construcción de pautas
comunes, podremos entonces direccionar ese caudal de elementos simbólicos y
doctrinarios, en miras de esquematizar algunos de los aspectos más relevantes
de la influencia que el peronismo proyectó sobre nuestro país. En dicha
proyección, el gobierno pudo ir conformando toda una escenografía
socio-política sobre la cual descansaría su visión de futuro, o lo que
podemos ver como una suerte de “utopía social” que el régimen diagramó para los
años venideros. Dicha utopía, no en el sentido despectivo e “irrealizable” del
término, no fue esbozada integralmente
en un solo trabajo, en un solo discurso, en una obra específica, sino que está
desarrollada de manera “dosificada”, por
goteo si se quiere, a lo largo de miles de publicaciones, afiches, frases,
revistas, trabajos, panfletos y libros de texto, que “inundaron” al pueblo, y fueron
germen de nuevas expectativas.
Representaciones Sociales, Universos
Simbólicos y Utopismo Social
El concepto de
“representaciones sociales” (RS), muy utilizado en las ciencias sociales, encierra
en su significado la idea de una serie de construcciones simbólicas,
vinculadas especialmente al campo colectivo. Como bien han analizado diversos
autores, estas construcciones son a las que los sujetos “apelan” o crean para
“interpretar el mundo”, para reflexionar sobre su propia situación y la de los
demás, e incluso para “determinar el alcance y la posibilidad de su acción
histórica".[1]
Moscovici observaba que las mismas son "sistemas cognitivos que poseen una lógica y un lenguaje particulares”, que permiten
descubrir la realidad y también ordenarla, en percepciones que son
compartidas en una comunidad. Por el contrario, para Durkheim, las representaciones
colectivas son “formas de conciencia” que la sociedad de alguna manera impone externamente
a los individuos, es decir, que es “compartida” esa imagen o representación,
por un grupo de individuos. A
diferencia de estas, las representaciones sociales de
Moscovici son elaboradas por los
propios sujetos sociales, es una producción y elaboración de neto carácter
social. En el abordaje de Durkheim, el grupo “impone” la cosmovisión al
individuo; en cambio, podemos decir que en la percepción de Moscovici el
individuo “aporta” elementos de percepción propios, y no se opera sobre él un
instrumento coercitivo como en la visión de Durkheim. Para Moscovici una RS se
define por la elaboración de un objeto social por parte de toda una
comunidad, por eso son parte de un proceso social, y por eso también, sólo son posibles en
sociedades en las cuales existe un discurso social, una comunicación que puede ser
coincidente o divergente. La opinión pública, por ejemplo, propia de las
sociedades modernas, incluye la idea de oposiciones y divergencias, y es en
ellas donde se construyen las representaciones sociales. También las RS tienen
una relación directa con la identidad social, la cual se
solidifica cuando un grupo es conciente de su pertenencia, de los reservorios de conocimiento y de
“sentidos comunes”.[2]
Denise Jodelet sostiene que RS se desarrollan de diversas maneras: a partir
de imágenes (que aglutinan un conjunto de significados), o “sistemas de
referencia” (a partir de los cuales podemos “interpretar” lo que se desenvuelve
en nuestro contexto socio-mental). Son entonces una forma de
conocimiento “socialmente elaborado y compartido”, orientado “hacia la
práctica”, que concurre a la construcción de una realidad común a un conjunto
social, referidas a “algo y de alguien”,
por eso es el vínculo, la acción por
la cual un sujeto establece una relación con un objeto. Son producto de
toda una construcción mental, en la que interactúa desde la historia particular
de la persona en cuestión hasta sus propias producciones psicológicas,
cognitivas y afectivas. Las RS son entonces el resultado de la condensación
que una persona realiza de toda esa información intelectual y afectiva que se
consolida en su propia percepción. Es una manera de ordenar y jerarquizar el
conocimiento, el cual permite a la sociedad situarse
en un “espacio discursivo común”, pero siempre en referencia, o en frente de una “realidad externa”,
ante algo objetivo (exterior) al grupo mismo. Ello no necesita del común
acuerdo de la totalidad colectiva, como dijimos, ya que puede haber disensos.
Pero lo que sí es necesario -para comprobar esa “representación social”- es la exposición “pública” de la misma, es
decir, que debe ser enunciada y recibida por el conjunto.[3] A partir
de lo dicho, queda claro que existen numerosas y trascendentes funcionalidades
colectivas que las RS poseen, como la solidificación identitaria de un grupo,
la conformación de patrones comunes (de conductas, valores, etc), la
comprensión de la realidad y su explicación,
la incorporación de nuevos conocimientos, la facilidad del intercambio y
la transmisión de opiniones, etc.
Relacionado con
este concepto, tenemos también el de Imaginario Social (IS), el
cual se constituye -como nos dice la
investigadora Esther Díaz- a partir de los
discursos (aspecto simbólico), las prácticas sociales y los valores
(aspecto concreto) que circulan en una sociedad. El "imaginario" actúa como regulador de conductas (por
adhesión o rechazo), y se trata de un
dispositivo móvil, cambiante, impreciso y contundente a la vez. Apunta
la especialista citada que el IS “produce materialidad”, es decir, que “produce
efectos concretos sobre los sujetos y su
vida de relación, así como sobre las realizaciones humanas en general”.[4] El imaginario social
no sólo se construye a partir de las
coincidencias valorativas singulares, sino que también, incluso a partir de las
“resistencias”; por eso su proceso de conformación es sumamente
complejo, a lo que debemos sumarle -siguiendo con Díaz- que una vez liberado de
las individualidades, el imaginario social cobra “forma propia”, instalándose en las distintas instituciones que componen
la sociedad en su conjunto. Sin duda, uno de los trabajos más importantes sobre
imaginarios sociales lo constituye el de Cornelius Castoriadis, quien lo
elabora en el clásico
Es decir, que los imaginarios sociales
serían una combinación del pasado y el
futuro en las percepciones colectivas, teniendo este último, una
consideración más importante desde una mirada política, ya que podría actuar
como “escenario proyectivo” del presente. Por ello es que, por ejemplo, el
pensamiento utópico, como idealización sobre lo que le depara el futuro a una
comunidad, es sin dudas un aspecto clave de dichos imaginarios. En el trabajo de Andrés Huyssen, abocado a indagar
sobre la “cultura de la memoria y el futuro”, el autor nos dice que al igual
que el arte, el pensamiento utópico siempre “ha sobrevivido a los entierros
prematuros, y en determinadas épocas ha protagonizado incluso resurrecciones
bastantes espectaculares”.[6] Pues bien, la utopía justicialista (utopía no como “imagen
ficticia” o proyecto irrealizable, como veremos, sino como “visión proyectiva”
a corto plazo), ha generado una idea de “paraíso perdido” en los sectores
desfavorecidos -y en el mundo del trabajo en general- el cual puede
identificarse como imagen recurrente de “aquellos años”, que se afianzó durante
el derrumbamiento (o desmantelamiento) del proyecto industrial justicialista.
Podemos ver como a lo largo de los golpes militares, dictaduras,
proscripciones, procesos des-peronizadores, etc, las referencias a
“aquel pasado”, y a todo “aquello” que se había
proyectado durante el gobierno de Perón, es como una suerte de “evitar
el presente” e inundar “lo epocal” con nostalgia, una
referencia contra-fáctica, una sistemática reflexión sobre el “que hubiese
pasado si…”, por parte de quienes se sintieron beneficiados con el régimen
justicialista. Un que hubiese pasado si continuaba el “proyecto”, si
continuaba Perón en el poder, si se materializaba integralmente la utopía social, que ya se acercaba, que ya comenzaba. La utopía de niños felices,
obreros dignificados, mujeres realizadas cívicamente, ancianos eternizados en
su reposo, con una Argentina como potencia, autoabastecida, integrada
regionalmente. En definitiva, si se cristalizaba la promesa que quedó trunca,
cuando casi parecía materializarse. Aunque el
justicialismo ha moldeado una imagen de cómo
pensar el porvenir de nuestro país, y aunque Perón estaba más habituado e
interesado en elaborar toda una nueva forma de percibir e imaginar el futuro,
tuvo que involucrarse también en las grandes discusiones sobre el pasado, lo
que gravitará en los rasgos identitarios nacionales, y lo que comparten en el
general muchos gobiernos occidentales de fin de siglo. Ana María Fernández apunta que el conjunto de significaciones por
las cuales un colectivo (grupo, institución, sociedad) se instituye como tal,
es creando al mismo tiempo los modos de sus relaciones sociales y/o materiales,
y también “sus universos de sentido”.[7]
Considera que los imaginarios sociales efectivos o instituidos forman parte de “la construcción de sus
identidades”, componen una figuración
totalizante de sí misma, “marcan su territorio, delimitan sus amigos y
enemigos, rivales y aliados”. Además, considera que muchas prácticas sociales
como ceremonias, banderas, rituales, cánticos, himnos, etc (elementos
clásicos de las formulaciones identitarias justicialistas) tienen en cada
sociedad su sentido de relación con la legitimación o no de un poder, sólo si
despliegan su solemnidad en los "cercos de sentido" que producen sus
universos de significaciones imaginarias. Estas ceremonias o rituales
políticos permiten generar un rasgo identitario ante la percepción social de
“pertenecer” a un todo inmediato, que se reúne, canta, enarbola, defiende, etc.
Como ya lo analizaran Berger y Luckmann en su clásico trabajo sobre la
construcción social de la realidad, el orden social se constituye como un
producto humano de tipo constante, en una continua externalización. Para
ello es indispensable la habituación. Todo acto “que se repite con
frecuencia”, consolidando una pauta que luego puede reproducirse con economía
de esfuerzos, es valido tanto para la actividad social como para la individual,
ya que hasta el individuo solitario “en la proverbial isla desierta introduce
hábitos en su actividad”.[8] Esta continua externalización bien puede
aplicarse a la ritualística política (analizada por Plotkin), lo que permite la
habituación de la que hablamos. Este proceso (habituación) es anterior a
la institucionalización, proceso último por el que los “productos
externalizados” de la actividad humana alcanzan el carácter de objetividad.
Berger y Luckmann plantean que la
conciencia retiene solamente una pequeña parte de la totalidad de las
experiencias humanas, la cual se sedimenta como experiencias
estereotipadas que perviven en la memoria, la cual incluso, se retiene “inter-subjetivamente”
cuando varios individuos comparten una “biografía común”, incorporándose a un
depósito colectivo de conocimiento.
Estos elementos nos permiten entender la conformación
de un universo simbólico, el cual se concibe como “la matriz de todos los
significados objetivados socialmente y subjetivamente reales”, compuesto por
toda la sociedad histórica y la biografía de un individuo, los cuales se ven
como hechos que ocurren dentro de ese universo. Pero, aunque este universo
simbólico se construye mediante objetivaciones estrictamente sociales, su
capacidad para “atribuir significados” supera el dominio de la vida colectiva;
por eso es que una persona individualmente puede “ubicarse” dentro de esta
matriz, aunque sea por intermedio de experiencias propias no sociales. El
régimen justicialista no sólo logró otorgarle esta dignidad a los sectores
sociales marginados, sino que permitió también consolidar una identidad propia,
trascendente y promisoria, que pudo ver en la “promesa” de la “Nueva Argentina”
un proyecto colectivo del cual serían los responsables, los artífices y los
principales beneficiarios. Y como
decíamos anteriormente, la dosificación
de esa utopía fue por intermedio de un impresionante aparato de publicaciones
oficiales, las cuales moldearan a modo de sedimentos las representaciones
sociales de muchos argentinos.
Literatura popular en
El peronismo ha logrado aprovechar la
consolidación del “nuevo público lector”, como lo ha llamado Roger Chartier de Anales. En nuestro país la conformación
de este “nuevo público” y su consecuente consolidación en el mercado editorial
va a ser tardía, pudiéndose constatar toda una producción de obras de acceso
para la mujer, el obrero y el niño, recién desde fines del siglo XIX o hacia
comienzos del siglo XX. En el desarrollo
de las primeras décadas del siglo pasado (sobre todo desde los ´30), aparecen
producciones dirigidas a todos los estamentos de los nuevos lectores, incluso
se resquebraja el dominio que mantenían los matutinos históricos (
Toda la política cultural del gobierno
buscará incorporar como “consumidores” habituales a aquellos que antes estaban
marginados de las políticas culturales, al menos en estas escalas tan grandes.
Incluso el régimen tendrá todo un desarrollo de bibliotecas populares, para lo
cual crea una Comisión dependiente
de
Dentro de
esta búsqueda de “incorporación” cultural, como decíamos, el obrero será uno de
los focos de dirección del gran aparato
propagandístico, en el cual se fijaban normativas respecto de los mensajes que
“deseaban transmitirse”, así como de la selección “de temas y figuras”, los
circuitos de distribución de los materiales, y la formación misma de los
equipos profesionales abocados a la creación de las piezas gráficas. Como nos
dice Marcela Gené, de esta manera la producción de cientos de afiches y
folletos, “centrados en la figura del trabajador como protagonista
casi excluyente”, presentaba una serie de alternativas iconográficas. Podía ser
el obrero “descamisado”,
el evocador de la epopeya del 17 de
octubre, el trabajador industrial o rural, el obrero referente de la
modernización industrial, o el obrero hombre de familia, en las piezas que hacían referencia a la
justicia social, este último ícono peronista por antonomasia, “portavoz
del nuevo orden que el naciente movimiento venía a encarnar”.[13] El
mismo régimen que comenzó teniendo prácticamente todos los medios en su contra
(como repetía el líder), irá consolidando una enorme red de publicaciones
diarias, semanales y mensuales. Los ámbitos serán extensos, desde información
política y general, hasta de entretenimientos y deportes, etc, a partir de la
cual se ensamblarán las “diversas partes” de un rompecabezas gigante del
imaginario social.
Mientras
que la prensa no oficialista se
constituye en el portavoz de la oposición, Perón decide contrarrestar este
frente con varias políticas muy polémicas y de largo alcance. Entre las
primeras decisiones adoptadas, podemos ver la sanción de leyes, decretos y ordenanzas (hacia
directores de diarios, e incluso periodistas), pero posteriormente, a través de
la compra y expropiación de medios desde 1947,[14] se consolida lo que
será la famosa empresa estatal ALEA
S.A., la cual irá creciendo paulatinamente con el correr de los años.
No debemos olvidarnos que el aparato de
propaganda de enormes tentáculos creado por el régimen llegará incluso a los
ámbitos más impredecibles e inimaginables, como es el caso del sistema
penitenciario, en el cual se asume que el recluso y el espacio carcelario eran
también un auditorio “ante el
cual pregonar los logros de
Uno de
los escasos medios gráficos opositores que van a mantenerse durante el ciclo
justicialista es el Diario
En la imagen que comienza a formarse sobre los intelectuales durante el
Peronismo, se agiganta esa brecha entre cierto “elitismo liberal” expresado a
través de los medios hegemónicos representativos de la “alta cultura” (
Las transformaciones sociales y políticas que se operan a lo largo del
siglo XIX van condensando en el público lector ciertas proyecciones y
especulaciones sobre el desenvolvimiento del mundo, tanto en el futuro lejano,
como también en el futuro más inmediato. Por eso, el “recurso” acerca de los futurismos,
que buscan explicar cómo se daría el desarrollo político en los tiempos
venideros “si ocurriese” tal cosa, “si se implementara” un proyecto socialista,
“si triunfaran” los movimientos anarquistas, etc; esto genera toda una
corriente al interior de la literatura, donde más allá del valor estético o
literario, lo que se pone en evidencia es la pugna ideológica que comienza a
estar en juego en el campo intelectual. Esto puede observarse claramente en el
socialismo utópico, que tan impactante será para el imaginario social contemporáneo
y que tanto dista de las configuraciones utópicas más antiguas.
El
utopismo y las esperanzas colectivas
La utopía clásica es la leyenda o relato sobre una isla perdida, en la que
una “sociedad perfecta” es ignorada por el resto de la humanidad. Estos
rasgos se deben en enorme medida a la
herencia de Tomás Moro, aunque es importante tener en cuenta los antecedentes
griegos (
La
segunda mitad del siglo XIX se
caracteriza por una serie de nuevos intentos
de utopías,[29] pero
fundamentalmente hacia fines del siglo, y como parte de una serie de
especulaciones sobre las sociedades futuras
-para algunos llamadas “utopías cientificistas”-[30] entre
las cuales destacaríamos las de Sir Bulwer Lytton (
Ahora no sólo tenemos una serie de
escritos de intelectuales que siguen un único proyecto, sino que el lector
reclama estas consideraciones sociales, e impone una reelaboración de esta suerte de “futurismo
social”. Y el futuro mismo, nos dice Margarita Gutman, “en cualquiera de sus
formas, integra siempre, con mayor o menor
peso, la vida y el imaginario de toda sociedad”.[35]
Según Félix Weinberg,
existe en
Es de destacar varios puntos en
referencia a esto último mencionado por Weinberg. Primero que se enmarca en esa
serie de obras que “especulan” con la implementación de medidas tendientes a
modificar la realidad, y segundo, en que el público lector obrero es el
principal foco de tales especulaciones. Este futurismo va de la mano con las transformaciones que se están
operando en la fisonomía de las ciudades.
Transformaciones que no tienen antecedentes en la operatoria urbana de Buenos
Aires, y que son de una envergadura nunca antes vista por esta parte del mundo:
la inauguración del subterráneo, el comienzo de la construcción del puerto, y
la apertura de las dos diagonales desde
Ahora bien, ante el resquebrajamiento del modelo liberal a partir de la década del
`30, y las transformaciones que opera
Stalin en
Como bien sabemos, el primer gobierno de Perón fue
“profundamente cristiano” (como a él le gustaba definirlo) y católico, tanto en
lo ideológico como en lo político, lo que puede corroborarse en los estudios de
Lila Caimari. El estado benefactor que comienza a constituirse a partir
de la década del 30 es un estado que busca ofrecer las garantías sociales de
vivienda, educación, salud y trabajo, que se asocia con los valores humanistas
y cristianos, para ofrecer una “nueva clase” de utopía social, con una
comunidad organizada, regulada y armónica, donde se amplifique la idea de
democracia y ciudadanía, incluyéndose a los sectores no comprendidos en el viejo
orden de la democracia “restringida”. Aquí la prédica del utopismo estará muy vigente. Incluso, la influencia del socialismo utópico
se puede observar en muchos proyectos de infraestructura destinada a la
“Justicia Social”, donde son
emblemáticos, por ejemplo, los casos de
Ciudad Evita (especie de “Ciudad jardín” peronista), o la “República de
los Niños”. El peronismo, recordemos,
hasta tuvo su propio justiciero
social de ficción, el arquetípico José Julián, el cual era una
suerte de personaje ambiguo, “entre el detective y el superhéroe”, sin superpoderes ni “transformaciones”, excepto
“una increíble capacidad de sobreponerse a golpes y torturas espantosas,
gracias a una lealtad inquebrantable
y la guía de su líder que no le permite desvíos”.[40] Julián perseguía a los “traidores a la
patria” por cuenta propia, como un descamisado consagrado a resguardar
al movimiento y las buenas causas del peronismo. Para Gené, la situación social
y política en aquellos años “no podía ser más propicia” para lanzar las
aventuras de un trabajador peronista, con elementos casi pedagógicos, apuntando
a un público tan especial.[41] El
Peronismo, por intermedio del complejo sistema de publicaciones oficiales del
que hemos hablado, pero también desde discursos, construcciones materiales,
imágenes, promesas, y hasta por qué no, de políticas inmediatas, supo construir
su propia utopía, pero en el sentido del socialismo utópico
decimonónico, es decir, en el sentido de un “proyecto realizable”, el cual
cautivó las expectativas colectivas de los sectores beneficiarios de las
principales políticas del régimen, generando toda una “mutación cultural” en la
historia argentina,[42]
y sedimentando imágenes, íconos, proyectos en el imaginario colectivo. Al caer
el régimen a manos de
La construcción del pasado y el futuro: de
una “memoria colectiva” a la utopía social justicialista
Inicialmente, desde el golpe de 1943,
entre los objetivos más importantes planteados por el GOU estaba la unión
espiritual de los cuadros de la propia institución. Consideraban que las
circunstancias que vivían era un momento de gravedad excepcional “como no ha
habido otra”, según puede verse del reconocido trabajo de Potasch.[43] Luego
de un inicial comportamiento autoritario por parte del régimen (prohibición de partidos políticos,
estado de sitio, censura y persecución ideológica), desde 1944 comienzan
grandes replanteos y transformaciones en el gobierno, donde va a tener
protagonismo el Coronel Juan Domingo Perón. Con su triple cargo de Secretario de Trabajo y Previsión, Ministro
de Guerra y Vicepresidente, Perón será el nervio más activo de dicha
transformación, consolidándose como el resguardo del “nuevo estado de cosas”.
Como enfatizaba Perón por intermedio del enorme sistema de propaganda que se
irá consolidando a partir de 1946, las reivindicaciones logradas por los
trabajadores ya son una “norma instalada” en el Estado, y nada ni nadie
podrá “volver atrás”. Perón ya desde el
período 1943-1946 irá conformando toda una difusión, y una búsqueda clara de
explicar lo alcanzado y lo proyectado.
Estas tareas la comenzará desde la inicial Secretaría de Trabajo y Previsión, y
La dirigencia obrera, que se mostraba
inicialmente escéptica, asume que la figura de Perón posibilitaba el asenso social y las mejoras en las
condiciones generales de la clase. La fuerte movilización social que se operará en
nuestro país [45]
a partir de la “revolución peronista” (como le gustaba autorreferenciarla al
propio régimen)[46] transformará para siempre las estructuras
sociales argentinas, acelerándose el deterioro de los vínculos tradicionales,
lo cual se materializa también en gran medida por las condiciones externas del
capitalismo. Ante la crisis del sistema global y su impacto en el modelo de
crecimiento hacia fuera del Estado argentino, el Populismo se convertirá en una de las vías de
“reacción política” regional. [47] El inicial proceso
sustitutivo, la implementación de políticas industriales, la urbanización
acelerada, y la consecuente transformación en las áreas del transporte y comunicación, alimentarán el notable proceso
de embrionamiento de una “nueva sociedad” argentina. [48] El resultado de todo esto
será la emergencia de un estado argentino con grandes obligaciones y una fuerte
participación en la vida social, donde las expectativas y las esperanzas de la
clase trabajadora, referidas a la misión del gobierno para con ellos, germinarán
sueños y deseos proyectados hacia el futuro. La histórica postergación de las
demandas de los sectores marginados por parte de la oligarquía había hecho proyectar
los sueños de los sectores populares hacia un “futuro lejano”. En cambio ahora,
con un gobierno que materializa las grandes transformaciones demandadas en el
corto plazo, y reproduce por intermedio de discursos, imágenes y sonidos el
perpetuo reclamo de los postergados, se acerca esa lejana “era dorada” hacia un
futuro más inmediato, hacia una escala temporal mensurable y más real. Es por eso que el peronismo se presentará
ante la crisis institucional como una fuerza
contraria al orden de cosas existentes, y como régimen fundante de un
nuevo orden, que unifica en un solo agente transformador (el
Líder) las atomizadas demandas de diversos sectores. Este nacionalismo de masas repite
predicas que ya existían desde mucho antes de la emergencia del Justicialismo,
pero con la clara “ventaja” –en palabras de Daniel James- de ser un discurso
articulado desde “una posición de poder estatal”.[49]
Este “nuevo orden” que emerge con el Peronismo
pretende dejar atrás el pasado inmediato (oligárquico, restrictivo,
elitista, etc), pero sí considerarse como “continuador y heredero” de un proyecto
nacional más antiguo, el iniciado en Mayo, más allá que, como veremos, en la
construcción de las Representaciones Sociales referidas a su proyecto político,
a Perón le interesaban más las referencias acerca del Futuro promisorio, que
del complejo Pasado. La vía reformista
intermedia que proponía Perón, con fuerte presencia del estado en la regulación
social, económica y política, lo hacía atractivo tanto para aquellos que
desconfiaban del capitalismo, como para aquellos que temían una Revolución Socialista en nuestras
tierras, ya que no amenazaba el principio de propiedad privada. El mismo Perón
desde iniciado su gobierno, hasta incluso el proceso final de su poder, deja
permanentemente en claro que el ciclo por él protagonizado es una auténtica
Revolución,[50]
como puede verse en la edición de
Por esto último, es
que el gobierno puede hablar de un “ellos”, o un “otro”, el anti-pueblo, lo que
invariablemente, se direcciona en un caudal
de respaldo simbólico a quien
emite dicho mensaje.[54] Todo este proceso,
incluso, va a redundar en una suerte de “monopolio del espacio simbólico público”
(la propia Plaza de Mayo, por ejemplo), donde los íconos nacionales son intrincadamente relacionados
con los símbolos del justicialismo, para
permanecer inseparables. [55] Paralelamente
a esta construcción por parte de la propaganda del régimen, los medios gráficos
opuestos al gobierno por aquellos años (
Como un intento de aproximarnos a la
ideología peronista en el proceso de construcción del Imaginario Social, sería crucial
observar el discurso político, no sólo por ser una dimensión fundamental
para el estudio de la ideología en sí, sino que también porque evidencia como forma de expresión y
reproducción la interacción social que
la ideología contiene. Sin pretender
“reducir” la ideología al estudio del
discurso, pretendemos con este acercamiento a la enunciación, al uso del
lenguaje y la comunicación en general, esbozar el proceso de reproducción
de los componentes mentales en una serie de prácticas sociales específicas, sin menospreciar
otras. Muchos analistas críticos del discurso toman como
punto de partida para sus investigaciones
la idea de que el lenguaje es un medio de dominación, por lo tanto, es entre otras cosas una “fuerza social”.
Habermas al igual que Foucault consideraba que el lenguaje sirve a los fines de
legitimar las relaciones de poder organizado. Van
Dijk sostiene que las ideologías caracterizan “los
principios sociales esenciales y sus fundamentos,” como por ejemplo las
normas y valores subyacentes a las estructuras y la formación de actitudes; es
decir, que “constituyen la representación del corpus mental de los objetivos
e intereses fundamentales de un grupo, bien sean sociales, económicos y/o
culturales.”[56]
Pues bien, uno de los aspectos más evidentes de la comunicación que el líder justicialista
elaboró durante toda su vida política es
la claridad que su mensaje ha tenido para cada uno de sus
auditorios. Perón ha sabido “adaptarse”
al ámbito de sus escuchas. Alberto Ciria, en uno de los trabajos más
reconocidos sobre el Peronismo,[57] al
analizar el lenguaje de Perón, consideraba que el líder practicó un estilo de
comunicación verbal “sumamente apropiado”, sobre todo, para establecer una serie de lazos directos entre
su función o cargo, y las masas “no del todo homogéneas de partidarios”.
Ciria destaca la evidente “habilidad expresiva” de Perón (la cual era
destacada desde hacía varias décadas), lo que le permitía emitir una suerte de mensajes personalizados.
Del pormenorizado análisis de Ciria, podemos extraer un grupo de características definitorias del discurso peronista, donde destacamos: el
englobamiento de los opositores en el mote de “Ellos”; el posicionamiento en el
mismo ambiente y plano de su auditorio (habilidad de adaptación); la
utilización permanente de refranes, metáforas, dichos populares, anécdotas, y
hasta cierto paternalismo evidenciado en ponderación de “consejos”; una “relativa innovación” de vocabulario que
modificó en cierto sentido el léxico político nacional; la popularización de
términos “rescatados” del léxico argentino, más ciertos neologismos con larga
trayectoria en América Latina; referencias
permanentes a la modificación del estilo de vida, fundamentado en una suerte de
bisagra producida por el 17 de Octubre; cierto “mimetismo expresivo” que permitió la formación de un
lenguaje común para los distintos auditorios como “eco de sus propias voces”.
Eliseo Verón considera que uno de los
tantos elementos que se repiten en la enunciación peronista
es la construcción de su posición de enunciador como la de “alguien que
llega”. Verón toma ejemplos de textos de
la década del 40, del 50 y del 70, donde el líder experimenta un
posicionamiento de alguien que arriba a una realidad totalmente nueva,
proviniendo de un ámbito distinto al nuestro.
Perón viene de "afuera", de una exterioridad difusa. Esa
“llegada” está dada por un servicio que el líder “debe” como soldado a su
pueblo. Este punto no sólo es interesante por la aparición del universo
metafórico militar, sino porque también porque ya empieza a esbozar una estructura retórica sumamente
profunda, que podemos extenderla al ámbito de la visión universal, como veremos en el último apartado.
Recordemos que toda estructura retórica (también llamadas “figuras de estilo”) sirven para manejar la atención de los receptores, y
que por lo general son metáforas, ironías, comparaciones, etc, ya sea para dar
o quitar énfasis a algún elemento del discurso. Eso, según Van Dijk, es parte
de la “comunicación persuasiva”, la cual desempeña un papel sumamente
importante en la manipulación ideológica.[58]
El cambio de un nivel al otro -sostienen Sigal y Verón- es una auténtica “ruptura”, por lo cual la
puesta en marcha de todo el gran
proyecto peronista es “una especie de vaciamiento de la historicidad
concreta propia a la sociedad anterior del proyecto”. Es una redención operada por el líder, héroe
del cambio, actor esencial de la ruptura, motor de la transformación hacia la
nueva era. Esto hace que el régimen
exprese desde diversas temáticas las evidencias de semejante cambio abruto. Es
por eso también que no han quedado prácticamente espacios sociales donde el
Peronismo no haya generado un cambio fundamental en lo que hace a la
comunicación. Incluso, como lo analiza
Mario Lattuada, en el espacio del campo Perón diagramó una importante
re-significación de su discurso.[59]
Su
“llegada” es desde todo punto de vista un momento especial de la
historia, es la “hora clave” del pasado del país, es el comienzo del momento
patriótico, y "el final" del
momento político. Esto implica una desvalorización de la política, la cual es
“superada” por la instancia justicialista. Como hemos visto a partir de nuestro
análisis, tanto en el orden doméstico como también internacional, el régimen
expresaba que existía anteriormente una situación de “injusticia”, o de desorden
y caos que el
peronismo ha venido a mitigar, a ordenar. La etapa anterior a su llegada no
sólo es “política” y desvalorada, es también el momento de desunión, de una
lucha permanente de argentinos contra argentinos, y como apunta Perón, su
llegada está asociada a la idea de
unidad definitiva. La unidad pasa a ser el primer objetivo, el
primordial de la misión impuesta al
“humilde soldado” (como puede verse también en la base orgánica del G.O.U.
según los trabajos de Potasch). Al colocar su objetivo en una instancia de
superación, y por ende también a su doctrina, toda disputa estrictamente
“política” que se le oponga no está a la altura de una causa casi trascendente,
y que se encuentra “por afuera” del ámbito político. La misión del régimen, y
por ende de
Cultura popular, educación y propaganda
En el ciclo histórico iniciado en el 43 y
consolidado en el período 1946 – 1955, se pueden distinguir según Julián Landi,
dos formas diversas de la cultura popular. La primera se
observa en la convivencia ciudadana: donde aparecen nuevas “pautas de
asociación colectiva” (en la esfera laboral y política), en las diversiones
mismas (bailes de carnaval, competencias deportivas, etc), como así también en
el turismo social argentino, una construcción material y psicológica de enorme
impacto en las representaciones del trabajador.
Una segunda forma de cultura popular que se inicia en aquellos
años proviene de la “selección y especial lectura de los mensajes
recibidos a través de los medios de
comunicación masivos: diarios y revistas, libros de kiosco, radio, cine,
teatro, salas de espectáculo”. [60]
El
"imaginario", que como dijimos actúa como regulador de conductas (por
adhesión o rechazo), es un dispositivo
móvil, cambiante, impreciso y contundente a la vez, que “produce materialidad”,
es decir, que “produce efectos concretos sobre los sujetos y su vida de relación”,
lo que implica que dicha regulación simbólica ejerce un poder real sobre el
comportamiento colectivo.[61] En el caso del Peronismo,
el caudal de elementos simbólicos emanados por el régimen, absorbido por las
instituciones formales e informales, va a permanecer en estas (y a continuar
viviendo) aún posteriormente a la caída del régimen, adquiriendo procesos de
cambio propios y autónomos, y alcanzando lo que podríamos denominar una
"mitificación" arraigada en la memoria popular. El "dominio general" de la imaginación social (como lo han
intentado muchos regímenes políticos), el Peronismo lo ha alcanzado de una
manera inaudita en nuestro país, deslegitimando por intermedio de las nuevas
formas de cultura popular toda actividad o formulación ideológica que no
garantice la perdurabilidad del régimen.
Incluso, muchos llegan a asumir que si algo es “popular”, irremediablemente debe
ser peronista. Es por eso que el peronismo, como queda representado en las
“verdades fundamentales”,[62] no es
simplemente una formulación política
o social, es toda una filosofía de la vida; por ende, atentar contra
ella es denunciar las nuevas formas que ya ha adquirido -y aceptado-
la sociedad misma. Como el propio Perón decía, el Peronismo es una “nueva orientación del pensamiento”, no
una organización partidaria. [63]
Como apuntábamos
del trabajo de Berger y Luckmann, los órdenes institucionales se ven ante la
necesidad permanente de “poner una valla al caos”. Sabiendo que todas las
sociedades construyen sus universos simbólicos con el temor que sus sistemas se
desplomen, de que existe una amenaza recurrente a su propio modo de vida y
valores, es que en muchas oportunidades los regímenes buscar afirmar su imagen
como “garantes” del mundo que han organizado,[64] es por eso que puede
decirse que la realidad “se define socialmente”, pero tales definiciones
“siempre se encarnan”. El régimen peronista apeló en su discurso
permanentemente a hechos fundacionales de
Esta nueva patria debía “ordenar” las relaciones
sociales, para lo cual era necesaria toda una nueva armonía cultural, como
instrumento organicista de la realidad nueva, también coordinada y dirigida por
el propio líder. Perón, en gran medida, ocupa el espacio de “fundador” de esta
instancia, como ya dijimos. Merecería todo un capítulo aparte la “peronización”
de la educación, pero no podemos dejar de mencionar que se implementan, en
complemento con la nueva búsqueda de armonía cultural, las reformas educativas
del primer gobierno de Perón, reformas ya analizadas entre otros por Adriana Puiggrós.[65]
Finalmente, para entender la aceptación del imaginario
social justicialista es necesario tener en cuenta la aparición de nuevas ideas,
expectativas y utopías que empiezan a construirse en la sociedad argentina de
aquel tiempo, ante la crisis social y política del liberalismo. Como lo
investigaron Fortunato Mallimaci y
Roberto Distéfano, la crisis del consenso liberal comenzó a resquebrajar los “sueños y
sentidos” que tanto las elites dominantes como así también bastos sectores
sociales habían construido anteriormente. La búsqueda de alternativas a
las utopías liberales burguesas, generan un cuestionamiento del orden simbólico
en general. Es por ello que se produce una revitalización de utopías desde
distintas miradas ideológicas,[66] y donde encuentra una
coyuntura propicia la conformación de la utopia justicialista, como hemos querido caracterizarla. Recordemos que la sociedad de
comienzos y mediados de siglo XX era muy permeable a esta “búsqueda” de utopías
y proyecciones sociales, a partir de la frondosa literatura que desde el siglo
XIX recorría a la intelectualidad, e incluso, al “nuevo público lector”
consolidado (el obrero, la mujer y el niño), al que el Peronismo va a dirigir
su enorme aparato de propaganda, y donde
la construcción de la “nueva” Utopía tendrá mayor significado y trascendencia.
La visión del pasado
Para Perón era más importante relacionarse con el
heroico pasado “más difundido y
establecido”, como lo constituía
El parlamento, como decíamos, se transforma en un
recinto de atípicos debates historiográficos, a partir de los cuales se irá
popularizando el revisionismo en las filas oficialistas muy de a poco. Tengamos
en cuenta que la mayoría de los diputados del régimen son hombres sin
experiencia política o académica, ya que muchos de ellos provenían del
sindicalismo, razón por la cual se adentran en un debate sobre el pasado
argentino que era “exclusivo” de los intelectuales y académicos. Esto permite
entender cómo los enormes avances del revisionismo se dan en el campo de la
divulgación, pero llamativamente alcanzan un avance institucional “a medias”,
en lo que hace a las universidades. El revisionismo será respaldado por el
régimen, lo que le va a permitir
desarrollar un importante trabajo en el sistema de prensa y servicios de
informaciones oficiales, de los que podemos mencionar a los diarios Tribuna,
El Líder, Democracia,
Son incontables los documentos que desde el oficialismo
hacen referencia a la situación fundacional que implica el Peronismo con
respecto a nuestro pasado. Desde el enorme aparato de propaganda se consolida
toda una imagen refundadora del proyecto
emancipador originario, para lo cual es necesario autorreferenciar el proyecto
político en curso, como hilvanado a lo planteado por los padres fundadores. Por
esto, la figura del General José de San Martín es sin dudas la más importante,
lo que queda patentado desde el año de
1950, cuando se cumple un siglo del paso a la inmortalidad del Libertador. Las
referencias a San Martín son permanentes, sobre todo en momentos en que era
necesario enfatizar las directrices esenciales del nuevo proyecto, y cuando es
necesaria la selección de esta figura como tipo ideal de argentino, como
modelo, “arquetipo” según palabras de Perón, como ocurre en un
famoso “Mensaje a la juventud” difundido por todo el país, donde queda en claro
que San Martín no sólo es una vida para admirar desde el bronce, sino un modelo
de imitación.
El régimen difundió toda una forma de interpretar el
pasado en cientos de publicaciones oficiales,[73] donde era permanente la
sistemática reiteración del “cambio que implicaba” el Peronismo para el
desarrollo de nuestra política, nuestra cultura, nuestras ciencias, nuestro
arte, hasta incluso el deporte. Un conjunto de estas publicaciones, en una
serie de ediciones de destacada calidad material y gráfica, hace una suerte de
raconto de la política, la diplomacia, las letras y las ciencias. En cuanto a
Como lo ha estudiado Aversa recientemente, el gobierno
se consagró en “una relectura del pasado próximo (principalmente los años 30)”,
con el fin de señalar el “final definitivo” de una etapa de “humillación y
segregación” de los sectores populares operada por la oligarquía. [75]
La misma idea de transformación integral se imprime desde las publicaciones oficiales
referidas, en lo relativo a las letras y la cultura de nuestro país. Por primera vez
hay una valorización completa de las “manifestaciones autóctonas” de nuestro
arte, estimulándolo en su desarrollo, y consolidando un espíritu de unidad
desde estas expresiones. [76]
El porvenir: la utopía social
Las consideraciones ideológicas de Oscar Ivanisevich
acerca del futuro de nuestro país muestran una fuerte convicción en un destino
promisorio donde
Paralelamente a las transformaciones económico-sociales,
las imágenes emanadas desde el régimen buscaban explicar permanentemente al
obrero el alcance de las realizaciones, y captar a este “trabajador”,
consolidando una suerte de figuras ideales del
“descamisado” argentino que “apoya” el proceso de cambio. Podemos ver, a partir del trabajo de Marcela
Gené ya comentado, cómo el peronismo mediante su discurso hegemónico elaboró una
“estrategia visual” de autorrepresentación, formulando toda una selección de tradiciones de representación
disponibles, e incluso re-significando o adecuando algunas de ellas. La autora, especialista
en la estética y la propaganda justicialista, en una entrevista reciente
destaca que la propaganda peronista “rompe con el mensaje laborista” que tenía el socialismo hasta esos años, al
instalar al obrero “en un presente feliz”, es decir, en un momento de
realización de lo prometido, e incluso, un presente venturoso del que “se dan
garantías de perpetuidad.” Cuando a la investigadora le preguntan si toda esa utopía
justicialista no es siempre “exclusivamente propaganda,” ella es enfática
al considerar que no debería considerarse a la propaganda como un “mero lavado
de cerebros”, ya que también “actúa sobre los deseos”, los cuales, ahora, con
las realizaciones del régimen, son expresados como deseos inmediatos, no del
futuro. [79]
Si se quiere, el peronismo construyó una
tríada de oficios sacramentados, tal como el orden feudal tipificó al labrador,
al monje y al guerrero.[80] En nuestro caso, el
modelo tipo es el “obrero”, hombre ideal justicialista, enarbolando tres
órdenes especiales de
esos oficios que representan cabalmente el estereotipo del trabajador argentino: el obrero
industrial, el peón rural, y la enfermera,
imágenes “condensadas” según las palabras de Gené, en esa totalidad
social que es la familia, elemento indispensable de la
representación social justicialista. Incluso se elabora una “estrategia visual” de
autorrepresentación, formulando toda una selección de tradiciones de
representación disponibles, adecuando algunas de ellas. Juan Carlos Torre también profundiza esta
idea, considerando que hasta incluso
el “proceso de democratización del bienestar” al que asistió
Como puede en una de las producciones gráficas más
difundidas del gobierno sobre el tema, titulada “Infancia Privilegiada”,
Perón advierte sobre “la importancia de
la niñez en la vida futura del hombre”, detallándose el proyecto del gobierno
de “universalizar las conquistas sociales”, tomando como paso inicial el ideal
de alcanzar en el mediano plazo una “República de Niños Felices”. En el futuro
próximo, según Perón, ya “no nacerá el niño argentino en la cama colectiva o
sobre el piso de un rancho”, para lo cual se dispone de los monumentales
proyectos hospitalarios,[81] que como bien dice el
reconocido trabajo de Sidicaro, en contraste con lo que se había realizado durante
el intervencionismo conservador, “los políticos peronistas institucionalizaron
un sistema público de mejora de la equidad social”, dirigido a satisfacer
las expectativas de los sectores sociales que les daban el apoyo político y
electoral. Difunde incluso Perón, en
varias publicaciones, la formación de toda una generación de líderes
que, “leales, decididos y disciplinados”, [82] custodiarán el buen
ejercicio de los derechos alcanzados para la mujer y el niño.[83]
Como hemos dicho, esta
nueva patria se consolidaba con un claro
“re-ordenamiento” de las relaciones sociales, para lo cual era necesaria
toda una nueva armonía cultural, y donde sobreviene toda una “peronización” de
la educación. En complemento con esto,
como ha quedado evidenciado en las páginas anteriores, con la crisis del
“consenso liberal” comenzaron a resquebrajarse los sueños y sentidos que las
elites dominantes habían construido, lo que dio paso a cierta búsqueda de
alternativas a las utopías liberales burguesas, generándose todo un cuestionamiento
del orden simbólico, al que el
Peronismo va a dirigir su enorme aparato de propaganda.
Como han analizado
Lila Caimari, Adriana Puiggros, Piñeiro Iñiguez y otros autores, Perón tiene
una predica cristiana en su discurso y en su formación intelectual
desde que se desempeña como docente en
Esta nueva
simbología le va permitir a Perón incorporar a católicos antiliberales y
anticomunistas, que se identifican con la composición social y la cultura
popular del insipiente movimiento, entre los cuales se destaca el emblemático
sacerdote jesuita Hernán Benítez. Según el trabajo de Humberto Cucchetti,
Benitez es uno de los máximos responsables en la construcción de esa suerte de
utopía católica que consolidaba el Peronismo. Gracias a Benitez se profundiza
la idea de que el Peronismo incorpora una alternativa
nueva, donde el “obrerismo cristiano” pone a resguardo a
Según Cucchetti,
Perón se permite insinuar a partir de 1950 en sus discursos que cierto
sector de
En este esquema de la justicia social,
también están presentes permanentemente los elementos cristianos y humanistas
de esa nueva sociedad en construcción, como bien lo difunden varios folletos
del régimen, donde se toma como piedra angular a
Como destaca Daniel Santoro, las imágenes
referidas a la transformación social del peronismo siempre tienen cierta
“meticulosa ingenuidad”, en colores rosa apastelados, salvo cuando se hace referencia al “pasado oprobioso”, donde aparecen los
grises y las sombras.[90] Según palabras de Horacio González, Santero
ha logrado captar el “ideal utopístico
de la afichería peronista, tomado del realismo socialista”. [91]
La mujer, como venimos
viendo, junto con el obrero y el niño,
son los pilares de la imagen de la utopía social y la dignificación del futuro
inmediato. Como puede leerse en el difundido Hogar de
Esta mejora, esta
“evolución” y “elevación progresiva” que permite el ejercicio de la doctrina
dinámica justicialista, conjuntamente con la búsqueda de una libre determinación
del Pueblo que busca el movimiento político, permite que el Pueblo sea “el creador de su
propio destino”, ya que incluso el líder, en la visión de Granaba, simplemente
es un intérprete de la voluntad colectiva, intérprete que nunca debe olvidar
que el pueblo crea a la par suyo. La condición mas valiosa del conductor es,
para la escritora, su capacidad de interpretar la voluntad popular en “todo lo
que ella significa, en su relación con el presente y en su proyección hacia el
futro”, en su necesidad presente y en su
esperanza sobre el destino.
Conclusiones
Todos aquellos
escenarios que proyectaban los constructores de mundos imaginarios en el
futuro, en la estética justicialista se materializa con un panorama visual que
combina las “realizaciones alcanzadas” por el régimen, con todo “lo prometido”
para el corto plazo. Los planes quinquenales, a través de los monumentales
manuales gráficos de difusión, son la apoteosis de esta mixtura entre lo realizado
y lo realizable. “Utopía” y “proyecto” se naturalizan, se ensamblan, a partir
de imágenes que, justamente, buscan proyectar la utopía.
Si observamos por
ejemplo las imágenes que adornan los boletines de difusión de Las
realizaciones argentinas en el orden económico, del Servicio Internacional Publicaciones
Argentinas (SIPA), podemos ver cómo se yuxtaponen bocetos de la argentina
futura o (
Estas imágenes
permiten, como vimos, que en la sedimentación que condensa el universo
simbólico, se absorba para los resquicios de nuestra memoria una doble imagen y
funcionalidad de la utopía, de esa extraordinaria “era dorada” donde se alcanza
la realización integral del proyecto justicialista. Es un doble mensaje
incorporado a las representaciones sociales del mundo trabajador. Por un lado,
es la “promesa” del futuro de la república proyectada, donde los beneficios
sociales ya alcanzarán irremediablemente a todos, y donde los custodios de ese
orden de justicia social serán los propios trabajadores, empapados de
Esas imágenes, esas
fotos, gráficos, descripciones, constituyen un elemento más que esencial de las
representaciones sociales del justicialismo, ya que se incorpora entonces, como
la era dorada proyectada (utopia) y
también como la era dorada perdida, donde además de hombres
felices, niños privilegiados, mujeres dignificadas, y ancianos en descanso
activo, existía una Argentina tercerista,
ofrecida al mundo para su recuperación y desarrollo.
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[1] Vasilachis de Gialdino Irene (1997), La construcción de representaciones sociales: el
discurso político y la prensa escrita, Barcelona. Gedisa.
[2] Moscovici, Serge (1979),
El psicoanálisis, su imagen y su público, Buenos Aires. Huemul. Para el autor apuntado, las RS son entonces "un
sistema de valores, de nociones y de prácticas relativas a objetos, aspectos o
dimensiones del medio social, que permite, no solamente la estabilización del
marco de vida individuos y los grupos, sino que constituye también un
instrumento de orientación de la percepción de situaciones y de la elaboración
de respuestas".
[3] En toda RS existe una idea de pertenencia, en donde
son cruciales los valores del grupo, los
cuales solidifican las ideologías, las normas y las conductas aceptadas en el
seno de la comunidad. En este punto hay
muchas variantes para considerar a las RS. Para algunos analistas puede ser
considerada la expresión de “una sociedad determinada”, de un grupo que
comparte experiencias, percepciones, condiciones, deseos, carencias,
sueños, anhelos. Para otros las RS pueden ser consideradas una “forma de
discurso”, una situación comunicacional que expresa la pertenencia
social de los sujetos que componen al grupo. Para las visiones más
sociológicas, como está expresada por Pierre Bordieu, las RS pueden ser
actividades donde se reproduzcan los esquemas de pensamiento “socialmente
establecidos”, visiones esquematizadas por las ideologías dominantes. Por ello
la importancia, como ya citáramos, del discurso y la comunicación.
[4] Díaz, Esther
(1998); La ciencia y el imaginario social. Ed.Biblos. Buenos Aires.
[5] Castoriadis,
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de
[6] Huyssen, Andres (2001); En busca del futuro
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Cultura Económica. Bs. As.
[7] Fernández, Ana María (2007): Las lógicas
colectivas. Imaginarios, cuerpos, multiplicidades. Ediciones Sin Fronteras. Bs As. p.30.
[8] Berger, Meter y Luckmann, Thomas (1995); La
construcción social de la realidad. Amorrortu Editores. Bs. As.
[9] Uno de los grandes impactos
populares lo consigue El Mundo, que contrasta con la solemnidad y
seriedad de
[10] Ulanovsky, Carlos (2005); Paren las rotativas.
Diarios, revistas y periodistas. Historia de los medios de comunicación en
[11] Ulanovsky cita la particularidad sobre la costumbre
que aparece ante la disminución del papel prensa por aquellos años, de
“prestarse” el diario de mano en mano.
[12] Fiorucci, Flavia
(2007); La administración cultural del peronismo políticas, intelectuales y
estado.
[13] Gené, Marcela (2008), José Julián, el
heroico descamisado. En: Nuevo Mundo, Mundos Nuevos, Debates.
2008.
(http://nuevomundo.revues.org/index30547.html).
[14] Algunos de esos medios que se incorporan a la
reproducción del discurso oficial son Democracia,
Noticias Gráficas, Crítica, Mundo Argentino, Selecta, El
Hogar, Mundo Deportivo, Mundo Agrario, Mundo Atómico, Mundo
Infantil, Mundo Radial, Caras y Caretas, P.B.T, y el
diario
[15] Caimari, Lila (2004): Apenas un delincuente. Crimen, castigo y cultura en la. Argentina,
1880-1955, Siglo XXI. Los reclusos por supuesto también leían La
razón de mi vida de Eva Perón.
[16] Sidicaro, Ricardo (1993); La política mirada desde arriba. Sudamericana. Bs As. p.200.
[17] Sidicaro, Ricardo (1993); op. cit. p. 206
[18] Gonzáles, Horacio (2007): Perón, reflejos de una
vida. Colihue. Bs As.
[19] Risco, Ana María (2008); Escenarios conflictivos en
la conformación de una página literaria. En: Espéculo. Revista de
estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. (http://www.ucm.es/info/especulo/numero39/esceconf.html).
[20] Los escritores que se apartan de esta primera
vertiente, se identifican al poco tiempo con el
invencionismo y surrealismo.
[21] Ranea, Eduardo (1951):
[22] Perón, Juan Domingo (1948); Problemas Políticos,
Sociales y Económicos de
[23] Sigal, Silvia (2002); Intelectuales y Peronismo.
En. Nueva Historia Argentina. Tomo VIII: Los Años Peronistas.
Sudamericana. p.507-510.
[24] Fiorucci, Flavia (2007); La administración cultural del
peronismo políticas, intelectuales y estado.
[25] Posteriormente habría
que citar como referentes de este “modelo” a Bacon (
[26]
Hauser, Arnold (1999); Historia Social de
[27]
Mumford, Lewis (1965);
[28] Dentro de esta corriente puede encontrarse al Conde
Henri de Saint Simón (Carta de un habitante de Ginebra a sus contemporáneos, y la famosa
De la organización europea), quien tendrá una importantísima
fidelidad de seguidores en nuestro país,
incluso desde época temprana. Escritos como los de Saint Simón, y en
general los de los Socialistas Utópicos, sitúan ahora sus utopías en el futuro, y no en
lugares exóticos o inhóspitos. Sin dudas uno de los socialistas utópicos más importantes fue
Charles Fourier (1771-1837), quien
elaboró una fuerte crítica a la sociedad
burguesa (El nuevo mundo industrial,
Teoría de los cuatro movimientos, etc.).
Criticó duramente el parasitismo
de los comerciantes, los abusos de la competencia liberal, el poder de los
monopolios, los errores de la agricultura, y la proletarización de las masas.
Fourier le ha dedicado un importante espacio a las “consideraciones sobre la
alienación” derivada de la monotonía en las fábricas, la esclavitud de las
mujeres, y la corrupción política y moral,
doctrinas muchas de las cuales fueron
continuadas por el discípulo Victor Considérant (El Destino Social
del hombre), que ha tenido un notable impacto en los Estados Unidos, hasta
inaugurarse toda una corriente conocida como fourierismo, entre los
cuales se destacan el filósofo Emerson, y el incasillable Henri Thoreau (Walden),
quien propuso el establecimiento de
colonias para “probar la razón del socialismo utópico”.
[29] Luego del impacto de las obras de Marx y Engels
-quienes mantuvieron frecuentes relaciones con varios socialistas
utópicos- la crítica marxista no se hace esperar. Engels puntualmente (El
Desarrollo del socialismo, de la utopías
a la ciencia) los acusa
de que sólo proponían ideales de
sociedad en abstracto, olvidando que el
comunismo “verdadero” consiste en la realización de objetivos históricos y concretos.
[30] “La
utopía cientificista tuvo numerosos cultores en la literatura rioplatense del
siglo XIX, sobre todo a partir de la publicación de Looking backward or The
year 2000 (1888) de Edward Bellamy, texto modélico del género. Entre los
principales ejemplos destacan Buenos Aires en el año 2080 (1882) de A. Sioen,
El socialismo triunfante o Lo que será mi país dentro de 200 años (1898) de
Francisco Piria (fundador, dicho sea de paso, de la ciudad uruguaya de
Piriápolis), y Buenos Aires en el siglo XXX (1891) de Eduardo de Ezcurra, obra
que centrará nuestro análisis.” Abraham, Carlos Enrique; El Género
Utópico en
[31]
Munford, Lewis;
[32] Fromm,
Eric; Prólogo a
[33]
Reinach, Teodoro (1909); Cien años después. El año 2000. Biblioteca
[34] Baczko, Bronislaw (1999); Los
Imaginarios Sociales. Memorias y esperanzas colectivas. Nueva Visión.
Buenos Aires. p.7-10.
[35] Gutman, Margarita (1995); Espejos en el
tiempo; imágenes del futuro. En:
AA.VV; Buenos Aires 1910. El
imaginario de una Gran Capital.
Eudeba. Buenos Aires. p.31.
[36]
Pueden verse los casos famosos de numerosos viajeros que describían el
futuro del país, con una inusitada confianza en el afianzamiento de Buenos
Aires como una urbe líder a nivel mundial. Son notorios los casos de Emilio
Olson (The Argentine: Ge land of the future) de 1903, y la de Manuel
Menacho (Un viaje a
[37]
Weinberg, Félix (1976); Dos Utopías Argentinas de comienzos de siglo.
Hachette. Colección El pasado argentino. Buenos Aires. p.10-11.
[38]
Armus, Diego (1999);
[39] Hay varios ensayos sobre la higiene de
[40] Gené, Marcela
(2008); op.cit.
[41] “Tanto el superhéroe de la capa como el detective de
anguloso perfil eran ya bien conocidos desde fines de los años 30 por el
público porteño, fanatizado por las historietas. A comienzos de la década del
40, la publicación de comics norteamericanos
traducidos, muy populares desde los 20, se fue replegando en la medida que
aumentaban las tiras de autores argentinos. Batman y Superman, difundidas en Pif Paf,
convivían con Cirilo
el audaz, un gaucho, héroe
autóctono, con la que Enrique Rapela desde El Tony, responde a la proliferación de superhéroes
extranjeros, al tiempo que Alberto Breccia dibuja El Vengador que, aunque parecía inspirarse en el
hombre-murciélago, era anterior a éste según su creador. Ya en 1947, Breccia
realiza el personaje de Vito Nervio, un
rudo detective, para el popular semanario Patoruzito.” Gené, Marcela
(2008); op.cit.
[42] Sigal, Silvia
(2002); op.cit. p.516.
[43] Potash, Robert (1984); Perón y el GOU. Los
Documentos de una Logia Secreta. Sudamericana. Buenos Aires. P.11.
[44] Perón, Juan Domingo (1945); Las reivindicaciones
logradas por los trabajadores no podrán ser destruidas. Secretaría de Trabajo y Previsión. Jefatura
de Difusión y Propaganda. Bs. As.
[45] Baily, Samuel L (1984): Movimiento Obrero,
Nacionalismo y Política en
[46] Uno de los autores vitales de las difusión de la
imagen de
[47] Ianni, Octavio (1975); La formación del Estado
populista en América Latina. Era. México.
[48] Amorosino, Mauro (2007);
[49] Citado por Carlos Altamirano (2002) en; Ideologías
políticas y debate cívico. Nueva Historia Argentina: Los años Peronistas.
Sudamericana Tomo VIII. p.223-224. /Ver: Amorosino, Mauro. op.cit.
[50] Las referencias a esto son múltiples, pero puede verse
por ejemplo en los postreros mensajes de Eva, como por ejemplo: Escribe Eva
Perón. Presidencia de
[51] Altamirano
(2002), op.cit.
[52] Plotkin, Mariano (1994); Mañana es San Perón. Propaganda, rituales políticos y educación en el
régimen peronista (1946-1955). Ariel. Bs As.
[53] Plotkin, Mariano: Rituales políticos, imágenes y
carisma: la celebración del 17 de Octubre y el imaginario peronista
(1945-1951). En: Torre, Juan Carlos (comp.); El 17 de Octubre de 1945. Ariel. Bs As, 1995. P.171.
[54] Para Plotkin el período de 1948-1950 fue fundamental para el desarrollo del
imaginario político peronista, y sobre todo para la significación de sus
rituales políticos. Para inicios de ese ciclo, el notable Oscar Ivanissevich,
que iba a ejercer “gran influencia en la formación simbólica del régimen”, fue
nombrado Secretario de Educación, cartera desde la cual intentará ligar al peronismo a “ciertos valores
trascendentes”.
[55] Martín, Ana Laura (2008); Hogares,
hospitales y enfermeras. El “ayer y hoy” de las políticas sociales según prensa
oficial del peronismo. Papeles de trabajo. Revista electrónica del
Instituto de Altos Estudios Sociales de
[56] “…Los discursos políticos, los debates parlamentarios, los informes
políticos de las agencias de prensa y los comentarios, tratados internacionales
y conferencias, la propaganda y los programas de los partidos configuran la
manifestación “textual” del sistema político.” Van
Dijk, 2003ª, Pág.68.
[57] Ciria, Alberto (1983): Política y Cultura Popular:
la argentina peronista. 1946-1955. Ediciones de
[58] Van Dijk; op.cit. p.263.
[59] Lattuada,
Mario (2002): El peronismo y los sectores sociales agrarios. La
resignificación del discurso como articulador de los cambios en las relaciones
de dominación y la permanencia de las relaciones de producción. Mundo
Agr. v.3 n.5
[60] Landi, Julián; Patria,
Pueblo y Perón: la contracultura peronista. Peronismo y su incidencia dentro de
la cultura popular, la formación de una cultura hegemónica alternativa.
I.S.P. Joaquín V. González.
[61] Díaz, Esther
(1998); La ciencia y el imaginario social. Ed.Biblos. Buenos Aires.
[62] El análisis más
profundo que se hizo en aquellos años sobre las 20 Verdades, fue el
trabajo de Carlos Berraz Montyn (1951); Ensayo
sobre las Verdades Fundamentales del Justicialismo, Santa Fe.
[63] Perón, Juan
Domingo (2005); Filosofía Peronista.
CS Ediciones. P.14.
[64] “El temor que acompaña la muerte de un rey,
especialmente si acaece con violencia repentina, expresa este terror. Por
encima y más allá de las emociones de pesar o de las preocupaciones políticas
pragmáticas, la muerte de un rey en tales circunstancias trae el terror del
caos a una cercanía consciente. La reacción popular ante el asesinato del
presidente Kennedy es un ejemplo poderoso. Puede comprenderse fácilmente por
qué a los acontecimientos de esa índole tienen que sucederles inmediatamente
las más solemnes reafirmaciones sobre la realidad continuada de los símbolos
protectores.” Berger y Luckmann (1995); op.cit.
[65] Puiggrós, Adriana (2006); Que pasó en
[66] Mallimaci, Fortunato y Di
Stéfano R. (comp.) (2001); Religión e Imaginario Social. Manantial,
Buenos Aires.
[67] Romero, Luis
Alberto (2004);
[68] Ver: Donghi,
Tulio Halperin (1970); El revisionismo histórico argentino. SXXI. Buenos
Aires./ Jauretche, Arturo (1973); Política Nacional y Revisionismo
Histórico. Lillo. Buenos Aires.
[69] Puiggrós, Adriana (Dir.) (2006); Peronismo: cultura política y educación (1945-1955). Galerna. Bs
As.
[70] Quatrocchi-Woisson, Diana (1998): Los males de la memoria. Historia y Política en
[71] Nos referimos, por ejemplo, a la iconográfica Radiografías
de una Dictadura, de “Argentino Cantinflas” (Juan Pérez, Hijo). Ed.
[72] Libro Negro de
[73] Recordemos también la “interpretación justicialista de
la historia” que se emite con
[74] Síntesis Histórica. Ministerio de Relaciones
Exteriores y Culto: Subseceretaría de Relaciones Exteriores. Dirección General
de Relaciones Culturales y Difusión. Buenos Aires. Sin fecha.
[75] Aversa, Maria Marta (2008); La asistencia social a
la infancia popular en las publicaciones oficiales peronistas (1946-1955). Papeles de trabajo. Revista
electrónica del Instituto de Altos Estudios Sociales de
[76] Síntesis de las Letras Argentinas. Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto: Subsecretaría
de Relaciones Exteriores. Dirección General de Relaciones Culturales y
Difusión. Buenos Aires. Sin fecha.
[77] Puiggrós, Adriana (2006). op.cit.
[78] Altamirano, Carlos (2001); op.cit.
[79] Entrevista de Matilde Sánchez
a Marcela Gené. Diario Clarín,
Revista Ñ. 1 de Octubre de 2005.
[80] Ver el trabajo
de Anales desarrollado por George Duby (1980), donde se exploran las
representaciones sociales de
[81] Infancia Privilegiada. Servicio Internacional
de Publicaciones Argentinas. Bs As. Cap. V.
[82] Lealtad y Disciplina. Directivas Complementarias
del Consejo Superior. Parido Peronista. Buenos Aires, 1952.
[83] Perón, Juan Domingo (1954): Discurso de
Inauguración de
[84] Mallimaci - Di
Stéfano (2003): op.cit.
[85] Jornadas Doctrinarias. Partido
Peronista. Buenos Aires, 1955.
[86] El trabajador en la función pública. S.I.P.A. Servicio
Internacional Publicaciones Argentinas. Buenos Aires (sin fecha).
[87] Proveedurías Eva Perón. SIPA. Servicio Internacional de Publicaciones
Argentinas. Bs As (sin fecha).
[88] Villaverde, Juan (1953); La organización social y
los Derechos de
[89] Franco, Alberto (1953):
[90] Santoro, Daniel (2006): La construcción imaginaria
de un mundo. En: Indij, Guido: Perón Mediante. Gtráfica Peronista del período clásico.
[91] Gonzáles, Horacio (2007): Perón, reflejos de una
vida. Colihue. Bs As.
[92] Infancia Privilegiada. Op.cit.
[93] El hogar de
[94] Las realizaciones argentinas en el orden económico.
Servicio internacional publicaciones argentinas (SIPA). Buenos Aires. Sin
fecha.