Globalización y
competencia. Apuntes para una macroeconomía estructuralista del desarrollo
/ Luis Carlos
Bresser-Pereyra. Buenos Aires: Instituto Torcuato Di Tella; Siglo XXI, 2010. 285
p. ISBN 9789871013821
El autor es brasileño, economista y profesor de
Bresser-Pereyra plantea en este libro la idea
del nuevo desarrollismo como un camino
adecuado para que las naciones en vías de desarrollo puedan tender a la
convergencia con los países desarrollados. Para él, la globalización de las
transacciones comerciales no es un obstáculo sino una oportunidad para estas
naciones emergentes que ya cuentan con unas burguesías más o menos sólidas y
unas industrias con suficiente grado de maduración, de resultas de su paso por
la etapa desarrollista clásica.
La deslocalización de las industrias
trabajo-intensivas desde las naciones de mayor desarrollo hacia las que tienen
costos de mano de obra más bajos les ofrece a estas últimas la oportunidad de
ver crecer sus economías y sus exportaciones dado el costo competitivo de sus
salarios. Aprovecharlas depende de que los Estados nacionales puedan aplicar
políticas apartadas de la ortodoxia y de las recetas del neoliberalismo. Estas
políticas —que requieren de un acuerdo con las burguesías y las clases
trabajadoras locales— consisten en el mantenimiento de un tipo de cambio
competitivo, de equilibrio para la industria, que es distinto del tipo de
cambio de equilibrio natural del sector externo.
En oposición a esta idea, Bresser-Pereyra afirma
que la globalización financiera es una maldición, porque el exceso de ingreso
de divisas provenientes del comercio exterior o de las inversiones
especulativas aprecia sus monedas y les hace perder competitividad. Aumentan
las importaciones, crece la deuda externa, el ahorro externo sustituye al ahorro
interno y el país se ve expuesto a una crisis de balanza de pagos, porque en
algún momento cesa el financiamiento (la experiencia argentina sobre el final
de la convertibilidad parece ilustrar muy bien las afirmaciones del autor).
Las naciones en vías de desarrollo deben
preservarse, pues, de este conjunto de fenómenos, conocidos desde hace décadas
con el nombre de enfermedad holandesa.
Y deben cuidarse muy bien del populismo cambiario, consistente en mantener una
moneda apreciada que abarata las compras externas. Tal fue la situación que
atravesó
Cuando el tipo de cambio se aprecia se produce
un aumento salarial artificial que provoca desempleo y reduce el ahorro interno
(debido a la alta propensión al consumo de los trabajadores y las clases
medias). Al mismo tiempo, la producción necesaria para abastecer esa mayor
demanda proviene del exterior en forma de importaciones. El ahorro externo —que
suple al interno— se destina al consumo y no, a la inversión: “Con el populismo
cambiario es el ‘estado-nación’ o país el que gasta más de lo que recibe, generando
déficit de cuenta corriente crónico” (p. 168).
Pero este efecto del populismo cambiario permite
lograr consenso en torno a las políticas de apreciación cambiaria, como también
sucedió en
La otra causa principal de la tendencia a la
sobrevaluación del tipo de cambio —afirma Bresser-Pereyra— está relacionada con
el ingreso de capitales: “Este ingreso es el resultado de la atracción
estructural que las altas tasas de beneficio y de interés ejercen sobre el
capital internacional. Pero también son consecuencia de una persistente
política de crecimiento con ahorro externo recomendada por la ortodoxia
convencional” (p. 164). El resultado es similar, independientemente de cuál sea
el motivo de la apreciación de la moneda local.
Como camino alternativo para las naciones en
vías de desarrollo, Bresser-Pereyra sostiene la importancia de impulsar las exportaciones
industriales, estrategia capaz de permitir la convergencia con los países
desarrollados. La economía convencional ha analizado el crecimiento haciendo
énfasis en el lado de la oferta, pero —como lo demostraron Keynes y Kalecki— la
oferta no genera automáticamente su propia demanda. Y la insuficiencia de
demanda es generalmente un obstáculo para el crecimiento. El autor piensa que
las exportaciones, como componente de la demanda agregada, solucionan
ventajosamente este problema. Particularmente, las exportaciones industriales
permitirían expandir la demanda agregada sin que se generaran tensiones
inflacionarias.
Ello no significaría —como se ha sostenido
muchas veces— dejar de lado la expansión del mercado interno, que el nuevo desarrollismo no descuida. Inclusive
el autor cree que los Gobiernos deben propiciar la redistribución del ingreso,
porque su concentración conspira contra la expansión de la demanda interna, al
tiempo que no estimula la inversión.
Este nuevo
desarrollismo, a diferencia del tradicional o clásico, no limita su
perspectiva a la industrialización que sustituye importaciones, que en cierto
momento afronta restricciones en el sector externo, sino que tiene un horizonte
de expansión de las exportaciones. Eso le permite a la industria superar los
límites de los mercados internos insuficientes. Bresser-Pereyra afirma que el
argumento que sostiene que el crecimiento con base en las exportaciones es
incompatible con la distribución del ingreso y el consumo masivo no es cierto,
ya que las exportaciones aumentan el empleo, los salarios y el consumo interno.
Hay otras notas, todavía, que diferencian al neodesarrollismo del clásico: las industrias no requieren otra
protección que un tipo de cambio competitivo y los déficit fiscales —aunque
posibles en el corto plazo— no deben ser duraderos y persistentes, porque inhiben
a los Estados para hacer políticas macroeconómicas y los conducen al endeudamiento.
En suma, los países que adoptan el nuevo desarrollismo crecen sobre la base
del ahorro interno, a condición de que mantengan un tipo de cambio competitivo,
una tasa de interés moderada y una política fiscal estricta. Deben rechazar la
política de crecimiento basada en el ahorro externo, así como evitar el mal holandés manteniendo un tipo de cambio
competitivo para la industria
Para evitar el mal holandés Bresser-Pereyra considera adecuado que los Gobiernos
apliquen un impuesto a las exportaciones, cuyo producto puede ser devuelto a la
sociedad en forma de inversiones públicas, de gasto social o bien bajando otros
impuestos. Un derecho de importación es insuficiente, pues protege a la
industria pero no neutraliza el mal
holandés sino con relación al mercado interno y no propicia ni estimula de
por sí las exportaciones industriales.
En
síntesis, la tesis principal del autor afirma que:
La principal razón por la que algunos países con ingresos
medios o emergentes crecen a gran velocidad y se encaminan a la convergencia
mientras que otros quedan relegados es que los primeros neutralizan la tendencia
a la sobrevaluación del tipo de cambio, mientras que los últimos no logran hacerlo.
(p. 162)
La historia económica reciente de
Horacio
Chitarroni*
* Sociólogo, profesor de