Un análisis historiográfico sobre las relaciones entre Corea del Norte y América Latina en el marco de la Guerra Fría

 

Camilo Aguirre Torrini*

*Instituto de Estudios Internacionales, Universidad de Chile. Correo electrónico: camaguirre@uchile.cl

Artículo recibido: 15/09/2024            Artículo aprobado: 23/02/2025

MIRÍADA. Año 17, N.º 21 (2025), pp. XX-XX.

©  Universidad del Salvador. Vicerrectorado de Investigación y Desarrollo. Instituto de Investigación en Ciencias Sociales (IDICSO). ISSN: 1851 9431

 

Resumen

En 1963, el politólogo estadounidense Robert A. Scalapino fue pionero al observar la relación entre Corea del Norte y América Latina, señalando que, mientras el foco de interés se centraba en Cuba, Pionyang desafiaba el orden bipolar de la Guerra Fría al interactuar con otros estados latinoamericanos a través de misiones culturales. Desafortunadamente, esta constatación no se tradujo en el desarrollo de una literatura especializada. No se trata de un hecho aislado, puesto que solo en los últimos años la literatura sobre las relaciones de Corea del Norte con el Tercer Mundo ha experimentado un crecimiento tanto cuantitativo como cualitativo. Con esto en mente, este estado del arte examina el limitado número de estudios existentes sobre las relaciones entre Corea del Norte y América Latina. La escasez de investigaciones motiva una revisión exhaustiva que incluye tanto obras publicadas como tesis doctorales y de maestría, escritas tanto en inglés como en coreano y español. Dado que los enfoques y objetivos de los estudiosos del tema varían según la región de publicación, este estudio se organiza en tres secciones principales. Primero, se examinan los trabajos en inglés, excluyendo a los autores surcoreanos que han publicado en este idioma. En segundo lugar, se analizan las contribuciones de los académicos surcoreanos, escritas tanto en inglés como en coreano. Por último, se consideran las perspectivas de los académicos latinoamericanos. El objetivo ulterior de esta revisión es proponer un enfoque que se nutra de los aspectos positivos de las tres corrientes historiográficas.

Palabras Clave: Corea del Norte, América Latina, Guerra Fría, diplomacia, historiografía

A historiographical analysis of North Korea-Latin America relations during the Cold War

Abstract

In 1963, US political scientist Robert A. Scalapino was a pioneer in observing the relationship between North Korea and Latin America, noting that, while the focus was on Cuba, Pyongyang challenged the Cold War bipolar order by interacting with other Latin American states through cultural missions. Unfortunately, this realization did not translate into the development of a specialized literature. This is not an isolated fact, as it is only in recent years that the literature on North Korea's relations with the Third World has experienced both quantitative and qualitative growth. This literature review examines the limited number of existing studies on North Korea-Latin America relations. The paucity of research motivates a comprehensive review that includes both published works and doctoral theses, written in English as well as in Korean and Spanish. Since scholars' approaches and objectives vary according to the region of publication, this study is organized into three main sections. First, English-language works are examined, excluding South Korean authors who have published in English. Second, contributions by South Korean scholars, written in both English and Korean, are analyzed. Finally, the perspectives of Latin American scholars are considered. The further aim of this review is to propose an approach that draws on the positive aspects of the three historiographical currents.

Keywords: North Korea, Cold War, diplomacy, Latin America, historiography, Latin America

 

En 1963, el politólogo estadounidense Robert A. Scalapino fue el primer experto en estudios asiáticos señalar que, si bien la atención de la República Popular Democrática de Corea (RPDC, también Corea del Norte) en el hemisferio occidental se centraba en Cuba, Pionyang también “invita a misiones culturales y políticas de otros estados latinoamericanos” (Scalapino, 1963, p. 48). Esta observación, no obstante, suscitó poco o ningún interés entre los estudiosos de las relaciones exteriores de la RPDC. No se trata de un hecho aislado en lo que respecta al estudio de las relaciones de Corea del Norte con el Tercer Mundo. En efecto, en su revisión de la literatura sobre las relaciones Corea del Norte-África, el académico surcoreano Ryu Seung Hwan (2022) ha señalado que los lazos de Corea del Norte con los países del continente africano no han sido un tema de interés, ni para la historiografía de la Guerra Fría, ni para los estudios de política exterior que profundizan en la competencia diplomática entre las dos Coreas. Desafortunadamente, lo mismo aplica para las relaciones entre Corea del Norte y América Latina.

El presente análisis historiográfico busca examinar los trabajos académicos previamente publicados sobre las relaciones entre Corea del Norte y América Latina. Debido a la escasez de trabajos, esta revisión es bastante exhaustiva e incluye no solo obras publicadas, sino también tesis doctorales y de maestría. Abarca trabajos escritos en inglés, coreano y español, producidos tanto durante la Guerra Fría como en años más recientes. Dado que los enfoques y objetivos de los académicos en las distintas regiones difieren, los méritos y debilidades se juzgarán por regiones. En la primera sección, son examinadas las obras publicadas en inglés, excluyendo los trabajos de autores surcoreanos que han publicado en ese idioma. La segunda sección se centrará en las obras de académicos surcoreanos. En la tercera sección se examinarán las contribuciones de académicos latinoamericanos. La última sección concluirá con una evaluación general de los trabajos académicos anteriores con el fin de desarrollar una nueva agenda de investigación.

Obras en inglés y los límites de los marcos teóricos

Tuvieron que pasar aproximadamente tres décadas desde que Scalapino abordó las interacciones entre Corea del Norte y América Latina para que otros académicos se ocuparan del tema. El primero fue Joseph Bermudez Jr. en su libro Terrorism: The North Korean Connection (Bermudez Jr., 1990). En esta obra, Bermudez Jr. da cuenta de las actividades de Corea del Norte en el hemisferio occidental, destacando que “antes de la década de 1960, la RPDC no tenía ningún interés en las Américas, aparte de su odio hacia Estados Unidos[1]” (Bermudez Jr., 1990, p. 50). Según el autor, esto cambió tras el éxito de la revolución cubana acontecida en 1959 y la comprensión por parte de la RPDC de que los sentimientos nacionalistas dentro de los países latinoamericanos podían ser explotados para “promover sus propios objetivos y podían ser utilizados para golpear a Estados Unidos en su propio patio trasero” (Bermudez Jr., 1990, p. 50). En su visión panorámica de los vínculos de la RPDC con 21 países del hemisferio occidental, Bermudez Jr. describe a Corea del Norte como un país que actúa a instancias de Cuba y detalla la ayuda financiera y militar proporcionada por Pionyang a organizaciones revolucionarias de América Latina como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) argentino, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) boliviano y el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) chileno, entre otros.

Aunque no trata directamente de las conexiones entre Corea del Norte y América Latina, Korea versus Korea, de Barry Gills (2005), publicado en 2005, sigue siendo el trabajo más completo sobre la competencia diplomática intercoreana en el Tercer Mundo. Al analizar el compromiso de Corea del Norte con el Tercer Mundo, Gills sostiene que, en términos simbólicos, la irrupción de Pionyang en América Latina fue la más significativa, ya que esta región fue durante mucho tiempo el bastión de Estados Unidos y, por tanto, se daba por descontada por parte de Corea del Sur (Gills, 2005). A lo largo de las páginas de Korea versus Korea, Gills explora las relaciones diplomáticas de Corea del Norte con países como Chile, Uruguay, Argentina y Venezuela, aunque se limita a hitos como el establecimiento de relaciones comerciales o diplomáticas.

Una característica común de los dos trabajos descritos con anterioridad, probablemente derivada de su enfoque de ciencias sociales, es su gran dependencia respecto a las fuentes secundarias. La consecuencia de ello es que, al describir la interacción de Corea del Norte con el Tercer Mundo, las voces de las partes involucradas no son consideradas. Esta tendencia fue perdiendo fuerza a medida que los historiadores de la Guerra Fría empezaron a prestar atención a los países del Tercer Mundo como actores importantes (Westad, 2000a, 2000b). Sobre la base de estos trabajos, Charles Armstrong publicó Tyranny of the Weak (Armstrong, 2013), el primer análisis integral de las relaciones de Corea del Norte con el Tercer Mundo. Reflexionando sobre el desplazamiento de la atención de la historiografía de la Guerra Fría desde el conflicto de las grandes potencias hacia el rol de actores menores, pero con capacidad de moderar el conflicto, Armstrong (2013) afirma que Corea del Norte fue, en efecto, “uno de los primeros casos de este fenómeno” (p. 4). Sin embargo, y a pesar de su innovación, en lo que respecta a las relaciones Corea del Norte-América Latina, el libro tiene poco que ofrecer, ya que en palabras del propio autor: “La única zona del Tercer Mundo donde Corea del Norte tenía poco protagonismo era América Latina, todavía abrumadoramente dominada por gobiernos pro-estadounidenses” (Armstrong, 2013, p. 184). Dado que en el momento de la publicación de Tyranny of the Weak varias publicaciones destacaban la agencia de los actores latinoamericanos y su autonomía frente a Washington, esta valoración parece basarse más en la idea común de que todo el hemisferio occidental pertenece a los Estados Unidos, algo que Abraham F. Lowenthal ha denominado la “Presunción Hegemónica” (Lowenthal, 1976), en lugar de cualquier prueba fáctica.

Tyranny of the Weak, obra que le valió a Armstrong el prestigioso Premio John K. Fairbank de Historia de Asia Oriental, fue objeto de acusaciones de plagio y falsificación de fuentes (Flaherty, 2019). Aunque es difícil evaluar la repercusión de este escándalo en la literatura del estudio de las relaciones exteriores norcoreanas, las publicaciones que siguieron se alejaron de los enfoques globales o regionales, inclinándose por los estudios de casos de relaciones bilaterales (Choi & Jeong, 2017; Szalontai, 2016, 2019). Entre ellos, Benjamin Young (2018) y Moe Taylor (2015) se ocuparon de países situados en el hemisferio occidental, aunque centrándose en los países anglo-caribeños de Granada y Guyana, respectivamente.

Tanto Young como Taylor se han ocupado, a su manera, de los lazos entre Corea del Norte y América Latina en los últimos años. Young publicó Guns, Guerrillas, and the Great Leader (Young, 2021), la primera revisión exhaustiva de las relaciones de Corea del Norte con el Tercer Mundo desde la publicación de Tyranny of the Weak[2]. En lugar de considerar a Corea del Norte como un pequeño actor que se abre camino en la Guerra Fría, Young centra su análisis en las propias credenciales tercermundistas de Corea del Norte. El tercermundismo de Corea del Norte, que Young explica como un compromiso con el antiimperialismo y el anticolonialismo, no fue mera palabrería hacia los países recién descolonizados, sino “una parte fundamental de la identidad nacional de Corea del Norte durante la Guerra Fría” (Young, 2021, p. 4).

En lo que respecta a las relaciones entre Corea del Norte y América Latina, Guns, Guerrillas, and the Great Leader se centra en las relaciones entre Corea del Norte y Cuba, pero desde una perspectiva más amplia basada en el tercermundismo, emparejando así a Kim Il Sung y Fidel Castro con Mao, Sukarno y Ho Chi Minh (Young, 2021). Al igual que Bermudez Jr., Young (2021) también sostiene que la presencia de Corea del Norte en América Latina “surgió de sus contactos iniciales con Cuba” (pp. 15-16). Sin embargo, su enfoque es más matizado, ya que evita retratar a Corea del Norte como un país que actúa a instancias de Cuba e incluso entra a destacar momentos de tensión entre los dos países, como el episodio de discriminación racial que sufrió la familia del embajador cubano en la RPDC, Lázaro Vigoa, en 1965 (Young, 2021).

Pero sin tener en cuenta la cobertura dada a Cuba, el tratamiento de América Latina en Guns, Guerrillas, and the Great Leader palidece en comparación con la representación de África y Asia y se limita a viñetas como el entrenamiento de guerrilleros norcoreanos en México (Solera, 2013) o el encarcelamiento del poeta venezolano Alí Lameda (Ali, 1979). Este desequilibrio podría tener que ver con la disponibilidad de fuentes. Young (2021) menciona que movilizó documentos de archivo de “los aliados occidentales más cercanos de Washington durante la Guerra Fría” (p. 12). Y aunque esas fuentes son especialmente relevantes en los casos de África y Asia, ya que las embajadas “vigilaban de cerca las antiguas colonias británicas en el mundo en descolonización” (Young, 2021, p. 12), lo mismo no aplica para el caso de América Latina.

Mientras que Young se ocupó de América Latina como parte de un Tercer Mundo más amplio, Korea, Tricontinentalism, and the Latin American Revolution, 1959–1970, de Moe Taylor (2023) es la primera obra sobre las relaciones exteriores de Corea del Norte que se centra solo en América Latina, aunque con especial atención en Cuba y su apoyo a la izquierda latinoamericana. Partiendo de una literatura incipiente que explora el Tricontinentalismo (Mahler, 2018; Parrott & Lawrence, 2022; Young, 2016), Taylor analiza la Conferencia Tricontinental de 1966 en La Habana no solo como un hito, sino como una fuerza histórica poscolonial, posimperialista y poscapitalista que facilitó el “primer período de intercambios importantes entre Corea del Norte y América Latina” (Taylor, 2023, p. 4). Taylor (2023) sostiene que, en la década de 1960, cuando se intensificó la cooperación entre Pionyang y La Habana:

Corea del Norte adquirió un nuevo grado de prestigio entre la izquierda internacional, influyendo en la política económica cubana, en el discurso de izquierdas en América Latina en general, y en las estrategias y tácticas empleadas por los grupos revolucionarios en varios países. (p. 6)

Este cambio del tercermundismo al tricontinentalismo, según Taylor (2023), tiene como resultado evitar “los escollos de operar dentro de un marco tan amplio” (p. 12), que daría lugar a considerar la política exterior de Corea del Norte como algo monolítico. En su lugar, Taylor (2023) se centra en los “importantes cambios en el análisis de los dirigentes norcoreanos de las condiciones internacionales y, por extensión, en su estrategia, tácticas y alineamientos en materia de política exterior” (pp. 12-13). Otro elemento que separa aún más a Taylor de sus predecesores es su uso de fuentes primarias procedentes de América Latina y sus referencias a trabajos en lengua española. De este modo, el autor moviliza eficazmente libros, periódicos, diarios, revistas, informes de prensa, diarios, entre otros (Taylor, 2023).

Por último, cabe mencionar el libro Among Women Across Worlds, de Suzy Kim (2023). Este libro aporta una nueva perspectiva al examinar las relaciones internacionales de Corea del Norte, un mundo tradicionalmente dominado por los hombres, a través de la lente de los intercambios de mujeres norcoreanas con organizaciones feministas internacionales. Un aspecto central del trabajo de Kim es la visita de la delegación de la Federación Democrática Internacional de Mujeres (FDIM) a Corea del Norte en 1951. Utilizando una amplia gama de fuentes primarias, entre las que se incluyen materiales norcoreanos y documentos de archivos europeos y estadounidenses, Kim excava el viaje que llevó a 21 mujeres de diferentes países, nacionalidades, creencias religiosas y opiniones políticas de Europa a Corea del Norte. Desgraciadamente, la disponibilidad de fuentes da protagonismo a las representantes europeas de la comisión, como la delegada británica Monica Felton, mientras que se explora poco a las dos delegadas latinoamericanas, la cubana Candelaria Rodríguez y la argentina Leonor Aguiar Vásquez (Chase, 2020; Kabat, 2018). A pesar de ello, el trabajo de Kim abre nuevas vías de investigación más allá de la diplomacia interestatal tradicional y la formación de guerrillas para los investigadores interesados en las relaciones entre Corea del Norte y América Latina.

En general, los estudios en lengua inglesa sobre los lazos entre Corea del Norte y América Latina pueden caracterizarse por tres aspectos diferentes. En primer lugar, son trabajos argumentativos. Esto puede parecer una perogrullada, pero las siguientes secciones mostrarán que no es necesariamente el caso en otros idiomas. Ya se trate de solidaridad socialista, tercermundismo o tricontinentalismo, los trabajos en lengua inglesa suelen recurrir a marcos más amplios para explicar los vínculos políticos entre Corea del Norte y América Latina. Sin embargo, estos marcos tienen el inconveniente de dejar de lado interacciones igualmente interesantes que no encajan en su narrativa, como los intercambios comerciales y culturales entre Corea del Norte y América Latina.

En segundo lugar, se identifica a Cuba como el actor clave en la región que vinculó a Corea del Norte con el subcontinente. Sin embargo, aunque la conexión cubana es importante, y el trabajo definitivo sobre las relaciones Corea del Norte-Cuba aún está por escribirse, no es todo lo que hay sobre las relaciones Corea del Norte-América Latina. Hay que tener en cuenta que Cuba fue expulsada del sistema interamericano en 1962 y, desde entonces, su capacidad para influir en actores más allá de los movimientos revolucionarios se vio gravemente reducida. La excesiva atención prestada a Cuba también tiene el efecto de oscurecer otras conexiones significativas. A lo largo de mi trabajo de archivo he podido constatar que China, Checoslovaquia y Yugoslavia también actuaban como puente entre Corea del Norte y América Latina, sin embargo, estas conexiones permanecen inexploradas.

En tercer lugar, la fascinación por las conexiones de Corea del Norte con los movimientos revolucionarios de la región. Esto a menudo se traduce en un menosprecio de las conexiones igualmente importantes que Pionyang tenía con gobiernos latinoamericanos no marxistas que buscaban impulsar políticas exteriores independientes que desafiaban la lógica maniquea de la Guerra Fría, así como también su despliegue de diplomacia pública a través de las invitaciones extendidas a individuos y organizaciones sociales y culturales.

Obras de académicos surcoreanos y el legado del anticomunismo

En primer lugar, cabe señalar que América Latina ha sido una preocupación periférica para los estudiosos surcoreanos que trabajan sobre las relaciones exteriores de Corea del Norte (Young, 2021). Durante la Guerra Fría, los pocos estudios que abordaron la cuestión eran trabajos destinados a informar la elaboración de política exterior en el marco de la competición intercoreana. En este contexto, se pensaba que las llamadas naciones neutrales desempeñaban un papel decisivo a la hora de inclinar la balanza a favor de una de las Coreas. Sin embargo, el interés académico por las relaciones de Corea del Norte en América Latina no comenzó hasta después de la Conferencia de Ministros de Asuntos Exteriores del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) celebrada en Lima entre el 25 y el 30 de agosto de 1975. En esta reunión, no solo Corea del Norte se unió al MNOAL con el apoyo de los países latinoamericanos que acababan de incorporarse al movimiento, incluido el anfitrión del evento, sino que una petición similar de Corea del Sur fue rechazada (Gray & Lee, 2021). Esto otorgó a Pionyang su mayor victoria diplomática sobre su rival en el sur.

Como respuesta, el 15 de septiembre de 1975, el Institute for Far Eastern Studies (IFES), el principal think tank surcoreano sobre estudios de los países del bloque socialista, incluidos Corea del Norte y China, publicó un libro en el que criticaba el acercamiento de la RPDC a las naciones del MNOAL. Según el IFES, Corea del Norte aprovechó el auge del nacionalismo en África, Asia y América Latina que siguió a la Convención de Bandung de 1955 para lograr su objetivo final, crear condiciones favorables para comunitarizar toda la península coreana (The Institute for East Asian Studies, 1975) En cuanto a América Latina, la publicación denunciaba que los norcoreanos “habían entrenado como guerrilleros a 50 jóvenes radicales mexicanos, y supervisaban y financiaban sus actividades de sabotaje en México”, y que “se ha descubierto una exportación similar de guerrilleros por parte de los comunistas norcoreanos a otros países de América Latina y África” (The Institute for East Asian Studies, 1975).

El IFES publicó un volumen titulado North Korean Diplomacy en el que Kim Sejin (1977) contribuyó con un capítulo sobre la política exterior latina de Corea del Norte hacia América Central y del Sur[3]. Kim argumenta que, para comprender la realidad de la “infiltración” de Corea del Norte en América Latina, es necesario tener en cuenta tres aspectos: los métodos desplegados por Corea del Norte, los antecedentes socioeconómicos históricos de América Latina y las problemáticas relaciones de la región con Estados Unidos. Desgraciadamente, la aplicación se queda corta, especialmente en su tratamiento de América Latina, demostrando un análisis excesivamente superficial. Un aspecto que sí destaca en el trabajo de Kim es la cantidad de datos. Aunque el autor no revela sus fuentes, el conocimiento de ciertos hitos diplomáticos e intercambios de delegaciones entre Corea del Norte y Latinoamérica demuestra el acceso privilegiado de los investigadores del IFES a materiales norcoreanos, que en su momento estuvieron vedados al público surcoreano.

El IFES publicó otro volumen, esta vez en inglés, titulado The Foreign Relations of North Korea: New Perspectives, en el que Lee Manwoo (1987) dedicó un capítulo a las relaciones entre Corea del Norte y América Latina que, además de consolidar investigaciones anteriores, se centra en gran medida en la competencia intercoreana en un momento en que Corea del Sur intentaba desafiar el dominio de Corea del Norte en el Tercer Mundo. En la subsección “Actividades Norcoreanas”, Lee detalla la amplia gama de actividades de Pionyang en la región, que incluyen la exportación de la revolución, la promoción de la ideología Juche, la diplomacia por invitación y la política de no alineados. Precisamente en relación con Juche, Lee (1987) señala que:

las naciones del Tercer Mundo en América Central y del Sur tienen audiencias potenciales que pueden ser impresionadas por la teoría de autosuficiencia de Kim Il Sung, especialmente en vista de la imagen negativa que tienen las naciones latinoamericanas del coloso del imperialismo yanqui. (p. 423)

Aunque en teoría se trata de un punto interesante, los relatos biográficos publicados recientemente de destacados visitantes latinoamericanos a Corea del Norte sugieren que el Juche —y especialmente el culto a la personalidad en torno a la figura de Kim Il Sung— tuvieron poca tracción en América Latina (Altamirano & Salazar Vergara, 2010; Llamas de Madariaga, 2002; Sanguinetti, 2017). Así, la visión de Lee (1987) sobre América Latina, a la que describe como un “semillero de revoluciones potenciales” (p. 423) y el lugar donde también se originaron la teología de la liberación y la teoría de la dependencia, junto con “otras consignas antiimperialistas” (p. 423), parece estar más informada por el anticomunismo que por un estudio detallado de la realidad latinoamericana. Del mismo modo, su lectura de la propaganda norcoreana, que aparentemente tomó al pie de la letra, le llevó a sobrestimar el impacto de la propaganda Juche (Lee, 1987, p. 423).

Aunque el IFES se define ahora como un think tank independiente y apartidista, las obras aquí reseñadas, publicadas en plena Guerra Fría, destilan un profundo anticomunismo y reducen cualquier forma de diplomacia norcoreana a un intento de infiltración, convirtiendo a las naciones del Tercer Mundo en actores pasivos a los que había que advertir de las malas intenciones de Corea del Norte. Este enfoque ha informado no solo la investigación contemporánea en Corea del Sur, sino también algunas obras publicadas en inglés que movilizaron a las publicaciones surcoreanas. Por lo tanto, a la hora de estudiar las relaciones exteriores de Corea del Norte es imperativo interrogar estas obras y abordarlas de forma crítica (Schmid, 2018).

A finales de la década de 1980, y como consecuencia de los cambios en el entorno internacional, en concreto las transiciones democráticas de los países del antiguo bloque soviético, los académicos surcoreanos se dieron cuenta de la necesidad de una política exterior global surcoreana que pudiera ir más allá del bloque soviético y llegar al Tercer Mundo (Suh, 1989). Para reflexionar sobre ello, una serie de tesis doctorales de diferentes universidades coreanas abordaron el tema de la competencia intercoreana en el Tercer Mundo y recomendaron estrategias para que Corea del Sur obtuviera ventaja sobre su rival (Kim, 1990; Park, 1989; Park, 1988; Song, 1990). Por ejemplo, Park Jong-man argumentó que Seúl necesitaba reforzar su política exterior de invitaciones, promover los beneficios bilaterales mediante el desarrollo económico y social y ampliar los intercambios culturales y académicos (Park, 1988).

La lectura de estos trabajos de estudiantes surcoreanos podría sorprender al lector contemporáneo, ya que la valoración general era que, en cuanto al alcance diplomático, Corea del Sur se encontraba en una situación de inferioridad frente a Corea del Norte. Entre las tesis publicadas sobre este tema, destaca The Third World Policies of South and North Korea: A Comparative Analysis, de Choi Bum-sik (1988). Aunque publicada en inglés —Choi se doctoró en la Universidad George Washington—, esta obra encaja mejor en la literatura coreana, ya que fue escrita por un académico surcoreano que compartía las mismas preocupaciones que sus colegas en la península coreana.

La tesis de Choi examina el desarrollo histórico de las políticas norcoreanas hacia el Tercer Mundo mediante el análisis de documentos y el estudio de casos. Este último es relevante para los vínculos entre Corea del Norte y América Latina, ya que uno de los casos de Choi es México, un país con relaciones de larga data con Corea del Sur que estableció relaciones con Corea del Norte en 1980. A través del caso mexicano, Choi analiza toda la región latinoamericana y argumenta que el éxito de la ofensiva diplomática norcoreana fue posible gracias a la indiferencia surcoreana, ya que Seúl daba por sentada el alineamiento de la región con los Estados Unidos y Occidente. Choi también da cuenta de cómo Corea del Sur priorizó a África y Asia por sobre América Latina, estableciendo relaciones con el mayor número posible de países africanos para desafiar la superioridad numérica de Corea del Norte y abandonando su postura inicial favorable a Israel en Oriente Medio (Choi, 1988).

En 1995 se publicó otro volumen sobre la diplomacia norcoreana, con un capítulo sobre América Latina escrito por Lee Young Jo (1995). La principal innovación de Lee es que, en lugar de tratar a los países latinoamericanos como una unidad coherente, propone la siguiente categorización. 1) regímenes procomunistas o de izquierdas como Cuba, Chile bajo Salvador Allende, Granada bajo Maurice Bishop y los sandinistas en Nicaragua, 2) países prooccidentales dispuestos a comprometerse con los socialistas sobre el principio del universalismo como Costa Rica y Venezuela y 3) países no alineados como Argentina, Guyana y Jamaica (Lee, 1995). Según Lee, fue en este último grupo en el que Corea del Norte hizo serios esfuerzos, que se vieron revertidos por el declive del MNOAL y la caída de los gobiernos de izquierda en dictaduras militares.

El desinterés por las relaciones Corea del Norte-América Latina en el mundo de la posguerra fría se refleja en North Korea and World (Koh, 2004), que dedica sendos capítulos a Estados Unidos, Japón, China, Rusia y Corea del Sur en la política exterior norcoreana, mientras que ignora por completo a América Latina. Más recientemente, Kim Do Min (2020) retomó la cuestión en su tesis doctoral, en la que examina la competencia intercoreana hacia las naciones neutrales. Aunque Kim centra su atención en Asia y África, señala que el interés de Corea del Norte por los movimientos de liberación nacional llevó a Pionyang a ampliar su alcance a América Latina a finales de la década de 1950, una región formada por repúblicas técnicamente independientes, pero con una parte significativa de su población que compartía la postura antiimperialista y antinorteamericana de las naciones afroasiáticas. También da cuenta de cómo el Rodong Sinmun, órgano del Partido del Trabajo de Corea, describió la región latinoamericana como una nueva etapa del movimiento de liberación nacional.

Siguiendo este marco, los vínculos de Corea del Norte con América Latina a través de intercambios de delegaciones y el establecimiento de asociaciones de amistad son vistos por Kim (2020) como un reflejo de los esfuerzos de Corea del Norte para promover la solidaridad y el apoyo solidario a los movimientos de liberación nacional. Mientras que la mayoría de las investigaciones exploran las relaciones entre Corea del Norte y América Latina desde comienzos de la década de 1960, tras el éxito de la Revolución Cubana, Kim introduce un nuevo elemento en el estudio al recuperar la década de 1950 como periodo relevante.

En general, la principal característica de los estudios surcoreanos sobre los vínculos entre Corea del Norte y América Latina es el uso de publicaciones norcoreanas, que permiten a los investigadores exponer los intercambios de delegaciones y de los principales hitos, como el establecimiento de relaciones bilaterales o comerciales. Sin embargo, es posible identificar elementos comunes a la mayoría, si es que no a todos los estudiosos surcoreanos sobre este tema, que resultan problemáticos.

En primer lugar, la tendencia a agrupar a los países latinoamericanos junto con África y Asia utilizando etiquetas como Naciones Neutrales o Naciones No Alineadas. Hay que tener en cuenta que, en el marco de la Guerra Fría, las repúblicas latinoamericanas eran signatarias del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) con Estados Unidos, lo que difícilmente les permitiría cumplir los criterios de neutralidad. Fue precisamente este elemento el que provocó su tardía entrada en el MNOAL. Mientras que Cuba se unió al movimiento en 1961, el resto de los países latinoamericanos o bien tenían estatus de observadores o se unieron formalmente al movimiento a partir de la década de 1970.

En segundo lugar, la subordinación de los objetivos de política exterior de Corea del Norte a su meta de comunizar toda la península coreana. En este sentido, los países latinoamericanos suelen ser retratados como actores pasivos fácilmente manipulables por Pionyang e incapaces de comprender los verdaderos objetivos de Corea del Norte. Como resultado de esta interpretación, las victorias diplomáticas de Corea del Norte se entienden como algo perfectamente evitable y se atribuyen más a la pasividad surcoreana que al interés de las repúblicas latinoamericanas por acercarse a Corea del Norte.

En tercer lugar, una falta generalizada de una comprensión más profunda de la región. Por desgracia, además de señalar los hitos diplomáticos entre Corea del Norte y América Latina, la motivación de las repúblicas latinoamericanas para entablar relaciones con Corea del Norte queda al margen. Por ejemplo, en el caso de la tesis de Choi Bum-sik (1988): ¿por qué México, un país que el autor identifica como prooccidental, establecería relaciones con Corea del Norte? El autor lo atribuye al principio de universalismo de la política exterior mexicana, pero el hecho de que un país latinoamericano esté abierto a los países socialistas no implica necesariamente que esté dispuesto a mantener relaciones con Pionyang. En efecto, es posible encontrar ejemplos de gobiernos latinoamericanos que, a pesar de estar abiertos al bloque socialista y mantener relaciones con países como la Unión Soviética y Checoslovaquia, vacilaron a la hora de establecer relaciones con Corea del Norte[4].

Obras de académicos latinoamericanos y el desafío de ir más allá de los archivos

Tradicionalmente, el estudio de los vínculos de Corea del Norte en América Latina ha sido solo un apéndice de trabajos mucho más desarrollados sobre el estudio de las relaciones con Corea del Sur. Y mientras que el objetivo de los trabajos en lengua inglesa ha sido la verificación de hipótesis informadas por un determinado marco teórico y el de los trabajos en lengua coreana ha sido la formulación de política exterior, el objetivo principal de la mayoría de los estudios realizados por académicos latinoamericanos ha correspondido a estudios históricos exploratorios que buscan relevar los fondos documentales disponibles en los archivos de las cancillerías.

El caso más representativo de este tipo de trabajos es el del académico argentino Gonzalo Paz Iriberri (2001). Su trabajo de 28 páginas sobre las relaciones de Argentina con Corea del Sur, publicado en 2001, dedica 8 páginas al estudio de las relaciones bilaterales Corea del Norte-Argentina, que iniciaron con la llegada al poder del tercer gobierno peronista en el año 1973 y finalizaron en 1977, cuando la dictadura militar argentina encabezada por el general Jorge Rafael Videla rompió las relaciones con Pionyang. Este episodio es descrito por Paz Iriberri (2001) como “uno de los capítulos más misteriosos, extraños y desconocidos” de la historia diplomática argentina” (p. 33).

Según Paz Iriberri (2001), la decisión del gobierno argentino de establecer relaciones diplomáticas con Corea del Norte fue coherente con una nueva línea de política exterior, cuyo rasgo más notable fue quizás la apertura hacia el bloque soviético. Esto supone en sí mismo una ruptura con los trabajos publicados tanto en inglés como en coreano, que centran su análisis en la política exterior norcoreana y, salvo excepciones, ignoran las condiciones internas de los países que deciden establecer lazos con Pionyang. En el caso de Argentina, para el establecimiento de relaciones bilaterales, la iniciativa norcoreana tuvo que coincidir con el deseo del gobierno peronista de acercarse a los países socialistas, algo que sucedió, ya que Argentina estableció casi simultáneamente relaciones con Vietnam y la República Democrática Alemana, y envió una misión comercial a la URSS, Polonia, Hungría y Checoslovaquia (Paz Iriberri, 2001. Véase pie de página 17).

Otro ejemplo de este tipo de enfoque es el del historiador chileno Milton Cortés Díaz (2018), quien, al igual que Paz Iriberri, también ha abordado las relaciones Corea del Norte-Chile en el marco de un proyecto de investigación sobre los vínculos con Corea del Sur. En su artículo, Cortés Díaz (2018) busca entender las oscilantes relaciones de Chile con ambas Coreas a la luz de la política interna chilena. Siguiendo este esquema, el punto álgido de las relaciones de Corea del Norte con Chile lo marcó la elección del candidato socialista Salvador Allende como presidente en 1970, mientras que el punto más bajo se produjo inmediatamente después del golpe de estado contra Allende el 11 de septiembre de 1973.

Este tipo de investigación, centrada en Corea del Sur y que solo aborda tangencialmente a Corea del Norte, ha dado paso a nuevos enfoques, ya que coreanistas latinoamericanos y estudiosos de Asia en la región han comenzado a considerar a Corea del Norte como un actor relevante. Tal es el caso de los argentinos Luciano Bolinaga y Alejandra Conconi (2022), quienes, en una novedosa aproximación que combina los enfoques de las RR. II. con el trabajo de archivo, han analizado las relaciones de Corea del Norte tanto con Argentina como con Brasil, aunque estas últimas se desarrollaron en la posguerra fría y quedan fuera del alcance de esta reseña.

La mayor innovación de Bolinaga y Conconi (2022) en el campo de las relaciones Corea del Norte-América Latina es la inclusión de Estados Unidos como factor decisivo, en sus propias palabras “no se puede perder de vista la influencia y, en muchos momentos, hegemonía que Estados Unidos ejerció sobre nuestras orientaciones externas” (p. 18). Los autores argumentan que la cuestión coreana implicó un determinado posicionamiento político por parte de las repúblicas latinoamericanas que se vio sesgado por la presión ejercida por Washington. Así, Bolinaga y Conconi ven el establecimiento de relaciones bilaterales formales entre Corea del Norte y las repúblicas latinoamericanas durante la década de 1970 como una respuesta directa al acercamiento entre Estados Unidos y China y la oportunidad que este brindaba.

Pero su innovación no se queda ahí. Además de considerar a Estados Unidos como un factor decisivo, se apartan del enfoque bilateral tradicional y examinan las relaciones de Corea del Norte con otros países más allá de sus estudios de caso. Siguiendo esta lógica, Bolinaga y Conconi (2022) sitúan el establecimiento de relaciones entre Corea del Norte y Chile bajo el gobierno del presidente marxista Salvador Allende como el inicio de un efecto dominó: Chile en 1970; Argentina en 1973; Venezuela, Guyana y Jamaica en 1974; Barbados en 1976, y Nicaragua y Santa Lucía en 1979.

Por último, Bolinaga y Conconi (2022) centran su atención en las circunstancias internas de Argentina. Para ellos, más que un intento de acercamiento a los países del bloque soviético por parte de la Argentina, como había argumentado anteriormente Paz Iriberri (2001), fue la resonancia de la experiencia norcoreana con el discurso antiimperialista y antioligárquico del peronismo lo que hizo posible el acercamiento entre ambos países.

Hasta ahora, hemos mencionado a dos gobiernos latinoamericanos que entablaron relaciones bilaterales plenas con Corea del Norte y luego encontraron un trágico final a manos de dictaduras militares. A medida que se deterioraban los lazos oficiales entre la RPDC y los países latinoamericanos, comenzaron a fortalecerse los lazos no oficiales con las organizaciones armadas y guerrilleras. En este sentido, el historiador argentino Luciano Lanare (2023, 2024) ha abordado el estudio de los vínculos de Corea del Norte con movimientos revolucionarios del Cono Sur, desde una nueva perspectiva que se nutre de la historiografía de los movimientos revolucionarios en América Latina. Así, a pesar de tener el mismo punto de partida que autores como Joseph Bermudez Jr. (1990), los resultados a los que llega Lanare son completamente diferentes, ya que no se ha propuesto denunciar a Corea del Norte como un estado patrocinador del terrorismo, sino descubrir hasta qué punto Corea del Norte fue un punto de referencia para los movimientos revolucionarios.

Para el caso de Montoneros y el Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), haciendo un uso considerable de fuentes impresas y entrevistas, Lanare (2023) llega a la conclusión de que, más allá de las visitas oficiales de altos funcionarios norcoreanos a Argentina, y viceversa, la relación del peronismo con Corea del Norte “no pasó de ser una cuestión declarativa que formó parte de la construcción de una narrativa propia de la teoría de la liberación nacional en el llamado Tercer Mundo” (p. 132).

En el caso del Movimiento de Izquierda Revolucionario Chileno (MIR), Lanare (2024) hace un uso notable de la historia oral y reconstruye la travesía de un grupo de guerrilleros chilenos al país asiático a instancias del mismísimo Fidel Castro, quien habría recomendado a los chilenos la instrucción norcoreana por las similitudes geográficas de ambos países. Como en el caso anterior, más allá de corroborar el apoyo norcoreano a la guerrilla chilena, Lanare cuestiona la eficacia de dicho entrenamiento, ya que sus entrevistados relatan diferencias entre el terreno nevado y montañoso de Chile y Corea del Norte que hacían impracticables las técnicas de combate aprendidas en Asia.

Otro proyecto de investigación prometedor es el del brasileño Leonardo Vinicius Brisola Barbosa (2021) sobre la Guerra de Corea, y más concretamente sobre los prisioneros de guerra norcoreanos y chinos que llegaron a Argentina y Brasil tras elegir ser enviados a un país neutral en lugar de ser repatriados o enviados a los homólogos capitalistas de sus países. Pero además de la historia de los prisioneros de guerra, el tratamiento que hace Brisola Barbosa de la Guerra de Corea y sus implicaciones para América Latina no tiene parangón, y su uso del Archivo Histórico Itamaraty del Ministerio de Relaciones Internacionales de Brasil, un archivo hasta ahora olvidado que ofrece una nueva perspectiva de la dimensión internacional de la Guerra de Corea.

Por mi parte, he analizado las relaciones de Corea del Norte con Uruguay, en particular la efímera existencia de una oficina comercial norcoreana en la capital de ese país, Montevideo, entre 1963 y 1966 (Aguirre Torrini, 2023). Utilizando material de archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores de Uruguay y prensa, tanto uruguaya como norcoreana, he argumentado que la promoción de la coexistencia pacífica por parte de la Unión Soviética y el clima de distensión de la Guerra Fría experimentado durante la primera mitad de la década de 1960 permitieron la cooperación económica entre estos países anteriormente desconectados. En mi análisis de fuentes he dado cuenta de cómo, en su acercamiento a Uruguay, Corea del Norte enfatizó sus credenciales socialistas y se benefició del apoyo de la izquierda uruguaya, algo que se aleja del marco tradicional del tercermundismo utilizado para explicar las interacciones de Pionyang con el Tercer Mundo.

Dejando a un lado las intenciones de Pionyang, profundicé en las propias motivaciones de Uruguay para relacionarse con Corea del Norte. Un análisis detallado de la política exterior uruguaya reveló que detrás de la decisión de establecer relaciones comerciales con los países socialistas, entre ellos Corea del Norte, respondía a la necesidad práctica de encontrar nuevos mercados para sus productos, pero también a la necesidad de reafirmar su autonomía frente a Estados Unidos para hacer frente a las acusaciones de servilismo por parte de los partidos de la oposición (Aguirre Torrini, 2023).

Sin embargo, la investigación no llegó a conclusiones definitivas, ya que los documentos mostraban la coexistencia de diferentes voces dentro del gobierno uruguayo (Aguirre Torrini, 2023). Mientras que el Ministerio de Asuntos Exteriores era favorable al comercio con los países socialistas, el Ministerio del Interior estaba inmerso en una profunda cruzada anticomunista que terminó con la expulsión de delegados norcoreanos tras las acusaciones de que Corea del Norte se había infiltrado en los sindicatos uruguayos. Tradicionalmente, las investigaciones sobre los vínculos de Corea del Norte con los países de la región se han basado exclusivamente en documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores. Sin embargo, mi investigación demostró los límites de este enfoque y la necesidad de acceder a fuentes documentales más allá de las cancillerías, lo que supone un reto.

En colaboración con Dante Anderson (Aguirre & Anderson, 2024), hicimos uso de fuentes inéditas para arrojar nueva luz al estudio de las relaciones entre Corea del Norte y Argentina, centrándonos en los viajes de argentinos al país asiático, algunos de ellos anteriores al tercer peronismo (1973-1976). Desde un punto de vista teórico, conceptualizamos dichos intercambios como reflejo de la consonancia del contenido ideológico de los liderazgos de Kim Il Sung y Juan Domingo Perón. Y aunque nuestra investigación logró su objetivo al aportar nuevos antecedentes al que probablemente sea el caso más explorado de relaciones bilaterales entre Corea del Norte y un país latinoamericano, nos encontramos con muchas dificultades. Por ejemplo, el carácter furtivo de las visitas argentinas a la RPDC para el periodo anterior a los sesenta que impide conocer en detalle los itinerarios, así como también los vacíos en las fuentes norcoreanas que solo identifican a algunos miembros de las delegaciones, generalmente al jefe de la delegación, y a veces lo hacen con nombres que resultan muy difíciles de identificar desde el coreano.

Recientemente, el mismo Anderson (2024) también ha explorado las relaciones entre Argentina y Corea del Norte en lo que supone la primera monografía detallada de relaciones bilaterales entre la RPDC y un país latinoamericano. Esta obra de más de 300 páginas merece una reseña individual, pero cabe recalcar aquí su carácter innovador al remontar la historia de las relaciones norcoreano-argentinas al período anterior a la Guerra de Corea (1950-1953), donde destacan los informes sobre la península enviados por la embajada argentina en Shanghai.

Finalmente, además de los trabajos que tratan directamente sobre Corea del Norte, también existe una creciente literatura sobre los vínculos de América Latina con los países del bloque soviético que merece la pena explorar. El chileno Rafael Pedemonte ha estudiado los vínculos entre América Latina y la Unión Soviética, mientras que el académico checo Michal Zourek ha hecho lo propio con Checoslovaquia (Pedemonte, 2020; Zourek, 2014). Ambos autores conceden gran importancia al rol de los intelectuales como capaces de tender puentes entre América Latina y los países del bloque soviético. Del mismo modo, trabajos recientes sobre las redes maoístas en América Latina ofrecen algunas ideas sobre la articulación de la Asociación de Amistad y el papel de la diplomacia popular en el fortalecimiento de las relaciones entre América Latina y los países socialistas de Asia (Ahumada Figueroa, 2020; Montt Strabucchi, 2010; Rothwell, 2016; Rupar, 2017, 2020).

Conclusión

Este análisis historiográfico ha examinado la producción académica sobre las relaciones norcoreanas desde tres perspectivas diferentes: las obras en inglés, los estudios de académicos surcoreanos y los trabajos de investigadores latinoamericanos. En cuanto a las obras en inglés, se ha identificado el uso de marcos conceptuales como su característica distintiva, y también como su principal limitante. Por otro lado, los estudios surcoreanos destacan por su uso de fuentes norcoreanas, lo que constituye su mayor fortaleza, mientras que su principal debilidad radica en la escasa profundidad en el análisis de la realidad latinoamericana. En los trabajos latinoamericanos, se valora la capacidad de otorgar agencia a la región, aunque se observa que muchos de estos estudios mantienen un carácter exploratorio.

Al analizar las obras en conjunto, se evidencia una falta de diálogo entre las tres tradiciones. A excepción de algunos estudios en inglés que hacen referencia a trabajos de autores surcoreanos, las tres regiones han avanzado de manera paralela sin influirse mutuamente. Un aspecto relevante es la disparidad metodológica, ya que en todas las regiones se observan estudios sobre las relaciones exteriores de Corea del Norte que recurren a la historia sin una metodología histórica adecuada, que reconozca las limitaciones y sesgos de las fuentes disponibles. Asimismo, los historiadores tienden a utilizar conceptos de las relaciones internacionales (RR. II.) para cubrir las lagunas de sus fuentes, sin justificar adecuadamente sus elecciones, lo que refleja la brecha existente entre la Historia y las RR. II.

El reto al analizar las relaciones entre Corea del Norte y América Latina consiste en construir una síntesis que combine lo mejor de las tres tradiciones académicas. Esto implica utilizar un marco teórico que guíe el análisis de las fuentes, teniendo en cuenta el contexto y la agencia latinoamericana, para evitar un relato centrado en Corea del Norte. Para lograrlo, es fundamental superar las debilidades de cada tradición, adoptando marcos teóricos amplios que eviten reducir las interacciones a simples casos de infiltración, eliminando el sesgo anticomunista y la tendencia a generalizar la experiencia latinoamericana con la del Tercer Mundo. También es esencial emplear una metodología archivística que explore documentos más allá de los fondos de las cancillerías.

Este desafío solo podrá abordarse mediante el diálogo y la cooperación entre académicos de las tres regiones. El propósito final de este análisis, más allá de presentar un estado de la cuestión, es precisamente el de iniciar ese diálogo.


 

 

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[1] Las traducciones del coreano y del inglés al español son de exclusiva responsabilidad del autor.

[2] Para una revisión en mayor detalle del trabajo de Benjamin Young, véase Aguirre Torrini (2022).

[3] Los surcoreanos utilizan la palabra sino-coreana Jungnammi 중남미 (lit. América Central-Sur) en lugar de América Latina. Abarca todos los países al sur de Estados Unidos. Aún hoy, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Corea del Sur considera que México forma parte de Centrosur América, aunque el país esté situado geográficamente en Norteamérica. En cambio, es posible encontrar casos de uso de la palabra América Latina en la prensa norcoreana desde 1950.

[4] Consejo Nacional de Gobierno del Uruguay, 1959-1963 y Eduardo Frei Montalva en Chile, 1964-1970.