La visión geopolítica y geoeconómica de la India contemporánea: el rol de América del Sur
Paola Andrea Baroni*
*Universidad Siglo 21, Córdoba.
Correo electrónico: paolaandreabaroni@gmail.com
Artículo recibido:16/09/2024 Artículo aprobado: 11/02/2025
MIRÍADA. Año 17, N.º 21 (2025), pp. XX-XX.
© Universidad del Salvador. Vicerrectorado de Investigación y Desarrollo. Instituto de Investigación en Ciencias Sociales (IDICSO). ISSN: 1851 9431
Resumen
En el contexto de expansión de la globalización y la interdependencia, las prioridades geopolíticas y geoeconómicas de varias potencias se modificaron. India está en un proceso de reposicionamiento geopolítico: profundiza su multialineamiento, desarrolla una política basada en intereses nacionales, y construye lazos estratégicos con un amplio grupo de países. ¿Qué rol tiene América Latina en la concepción geopolítica y geoeconómica de India? Ambos cuentan con abundantes recursos humanos y naturales, tienen un creciente desarrollo de innovadores y emprendedores, y necesitan una estrategia multidimensional para potenciar el comercio bilateral y la cooperación. Pero América Latina es la región con la que los vínculos tienen menos desarrollo relativo debido a una falta de centralidad en la política exterior india. Empero, la situación alimentaria y energética del país surasiático admiten una lectura geopolítica y geoeconómica de los vínculos, ya que América del Sur puede jugar un rol mayor. India puede capitalizar los beneficios de la cooperación y estimular el desarrollo y alcanzar la autonomía estratégica a la vez que beneficia a los países latinoamericanos. El objetivo ha sido esbozar algunos conceptos e ideas revitalizadas sobre la geopolítica y la geoeconomía, y la concepción de India al respecto. En segundo lugar, analizar el rol de América del Sur en dicha visión y explorar las oportunidades en la profundización de los vínculos en las dimensiones comercial y de cooperación. Se recurrió a un estudio de carácter descriptivo, con la utilización de una metodología cualitativa, y con énfasis en las fuentes secundarias.
Palabras claves: geopolítica, geoeconomía, India, América del Sur
The geopolitical and geoeconomic vision of contemporary India: the role of South America.
Abstract
In the context of expanding globalization and interdependence, the geopolitical and geo-economic priorities of several powers have changed. India is in a process of geopolitical repositioning: deepening its multi-alignment, developing a policy based on national interests, and building strategic ties with a broad group of countries. What role does Latin America play in India's geopolitical and geo-economic conception? Both have abundant human and natural resources, a growing pool of innovators and entrepreneurs, and need a multidimensional strategy to enhance bilateral trade and cooperation. But Latin America is the region with which ties are relatively less developed due to a lack of centrality in India's foreign policy. However, the South Asian country's food and energy situation admits a geopolitical and geo-economic reading of ties as South America can play a greater role. India can capitalize on the benefits of cooperation and stimulate development and achieve strategic autonomy while benefiting Latin American countries. The objective has been to outline some revitalized concepts and ideas on geopolitics and geo-economics, and India's conception in this regard. Secondly, to analyze the role of South America in this vision and explore the opportunities for deepening ties in the dimensions of trade and cooperation. The study was descriptive in nature, using a qualitative methodology, with an emphasis on secondary sources.
Keywords: geopolitics, geoeconomics, India, South America
Introducción
El proceso de descentralización global iniciado a comienzos del siglo xxi se caracteriza por un desplazamiento del poder de Occidente a Oriente; un declive de EE. UU. como superpotencia; la aparición de potencias emergentes preponderantes, como China e India, y la multipolaridad en diversas dimensiones del sistema internacional (Baroni, 2019). Este desarrollo no ha sucedido sin tensiones ni conflictos. La crisis financiera mundial de 2008; los conflictos militares, como la guerra en Ucrania, el conflicto en Gaza y Yemen, y el Estado islámico; las tensiones de China con Taiwán y en el Mar de la China Meridional, y el conflicto comercial entre China y EE. UU., entre otros, crean una nueva realidad que reclama modificaciones en el orden económico y político mundial.
La globalización ha generado un aumento de las interacciones —tanto en número como en intensidad— a nivel global. Estas interacciones tienen una dimensión geográfica propia que conlleva a un proceso de conflicto y/o de cooperación, lo que pone de manifiesto que la geografía tiene importancia para los actores estatales. Aquí influye su interpretación política —la geopolítica—, su interpretación económica —la geoeconomía—, y su enfoque estratégico —la geoestrategia—. En los tiempos actuales, la globalización se orienta a una etapa más política, en donde se observa que países como India están mejorando su posición y otros, como China, se enfrentan a un medio más hostil. La acelerada transformación está creando, a su vez, un nuevo mapa geopolítico y geoeconómico, donde se reorientan los procesos comerciales, de inversión, las alianzas y la creación de valor, tanto en los estados como en las empresas (Capdevila, 2023).
En este contexto, se está redibujando un nuevo mapa mundial, donde la diversificación de socios se ha convertido en un eje central, sobre todo luego de la pandemia. En este sentido, se están buscando y generando nuevas redes de proveedores y clientes para así disminuir los riesgos y el impacto de distintas crisis. Es decir, se pasa de la búsqueda de eficiencia en cualquier lugar a asociaciones productivas en caso de crisis (del just-in-time al just-in-case). Esto ha tomado el nombre de friendshoring, lo que implica que los estados y las grandes empresas se acercan a países confiables a nivel político, económico, jurídico y social, entre otros puntos. Si los países llegan a ese nivel de confiabilidad, podrán formar parte de redes o cadenas internacionales en las cuales se generen comercio, inversiones y distintos tipos de alianzas. El punto está en qué tienen que ofrecer estos socios amigos, generándose lo que se llama una regionalización no geográfica (Elizondo, 2022). Un ejemplo de ello es el foro BRICS y su ampliación.
En este contexto, las prioridades geopolíticas y geoeconómicas de varias potencias se modificaron. En el caso de India, se encuentra en un proceso de reposicionamiento geopolítico que se observa cuando desarrolla una política basada en los intereses nacionales y en la autonomía estratégica, profundiza su multialineamiento y construye lazos estratégicos con un amplio grupo de países. Se advierte un incremento de la cooperación estratégica con los EE. UU. y con Japón y Australia, sus socios regionales. De esta forma, India tiene cada vez más una mayor relevancia geopolítica y geoeconómica.
¿Qué rol tiene América Latina en la concepción geopolítica y geoeconómica de India? Ambos cuentan con importantes recursos naturales y población, tienen un creciente desarrollo en la innovación —lo que genera un ecosistema para el emprendedurismo—, y necesitan una estrategia multidimensional para potenciar el comercio bilateral y la cooperación en diferentes áreas. América Latina es la región con la que los vínculos tienen un menor desarrollo relativo. Esto se ha denominado negligencia benigna y responde a una falta de centralidad de la región en la política exterior india (Gangopadhyay, 2019). Como consecuencia, aún no se ha desarrollado una política específica para Latinoamérica, tomando en cuenta sus diferencias políticas, económicas, comerciales y culturales, entre otras cuestiones, a excepción de Brasil y México.
Sin embargo, la situación alimentaria y la energética del país surasiático admiten tanto una lectura geopolítica como geoeconómica y allí, sobre todo América del Sur, puede jugar un rol mayor. India puede capitalizar los beneficios de la cooperación internacional con el fin de estimular el desarrollo y alcanzar Atmanirbhar Bharat (la autosuficiencia/autonomía) y, a su vez, beneficiar también a los países latinoamericanos.
Teniendo en cuenta lo planteado, el objetivo del trabajo es, en primer lugar, esbozar algunos conceptos e ideas revitalizadas en relación con la geopolítica y la geoeconomía, y la concepción de India al respecto. En segundo lugar, analizar el rol de América del Sur en dicha concepción y explorar las oportunidades en la profundización de los vínculos, tomando como eje su política exterior, en las dimensiones comercial y de cooperación. El recorte temporal seleccionado es del gobierno de Narendra Modi —quien asume como primer ministro en 2014—, ya que inicia un período más activo de la política exterior india y en su relación con la región latinoamericana.
El estudio se llevó a cabo a través de una investigación descriptiva y una estrategia metodológica cualitativa. La estrategia ha sido abordar un estudio de caso único a través de la recopilación e interpretación de datos sobre el fenómeno, lo que ha supuesto la exploración de la información disponible y de las relaciones no observables entre los datos. (Vieytes, 2004). Se tomaron diversas categorías para realizar el análisis, las cuales emanaron de los conceptos de geopolítica, geoeconomía y del pensamiento de Kautilya (entre ellos, intereses estratégicos, seguridad nacional, estrategia adaptativa y enfoque integral de la gobernanza, entre otros). La recopilación e interpretación de datos fue principalmente de datos secundarios, los cuales incluyeron datos estadísticos, documentales y periodísticos. A su vez, se recurrió a la triangulación de datos con el propósito de contrastar tanto los datos cuantitativos como cualitativos, lo que permitió evaluar la convergencia o divergencia de la información recogida (Valles, 1999).
Geopolítica y geoeconomía
Hacia fines del siglo xix nace la geopolítica, marcada por la competencia entre las potencias del momento por territorios, mercados y recursos. El imperialismo europeo en África y Asia dio impulso a la geopolítica y esto generó, como consecuencia, la superioridad europea y occidental en la geografía, la economía y el desarrollo científico-tecnológico (Fraga, 2022).
El concepto de geopolítica alude a la geografía política, es decir, la influencia de los factores geográficos en el desarrollo político de los Estados y sus sociedades. Se entiende, entonces, que la geografía tiene un papel central, por lo que el estudio de las estrategias de los Estados respecto a esta también lo es. En la actualidad, se plantea un concepto acorde a estos tiempos: Moneta (2020) indica que la geopolítica hace referencia a la combinación de prácticas concretas y representaciones destinadas a transformar el contexto espacial, su medioambiente y la organización política de ese espacio.
El término de geopolítica fue creado por el sueco Kjellén en 1916, quien usó como base las ideas del geógrafo alemán Ratzel. En el contexto de creación del concepto, las ideas planteadas anteriormente por Alfred T. Mahan (dimensión naval) y John H. Mackinder (dimensión terrestre) se convierten en aportaciones y se integran a este nuevo concepto (Cuéllar Laureano, 2012). Mahan, quien pone énfasis en el poder naval (1890), indica que para alcanzar el poder mundial era necesaria la superioridad marítima, tanto comercial como militar. Mackinder, por su parte, marcará la centralidad del poder terrestre y desarrollará la teoría del Heartland en el año 1904. Allí plantea que el territorio corazón es Eurasia y quien lo domine dominará el mundo (Rey Arroyo, 2023). Para Mackinder no solo importaba el tamaño del territorio y sus recursos como factor de potencia, sino también su posición relativa a nivel continental y global (Sánchez Herráez, 2021).
A principios del siglo xx, comienza el desarrollo de la escuela alemana de geopolítica de la mano de Karl Haushofer, quien, junto a sus colaboradores, estableció las bases de la geopolítica: plantea la vinculación entre la geografía y los hechos políticos y que la geopolítica da herramientas para la acción política. A su vez, la geopolítica debe ser la conciencia geográfica del Estado (Cuéllar Laureano, 2012). A partir de ese momento, el uso del término fue adaptado a las diversas situaciones históricas y, a su vez, fue vinculado a determinadas ideologías políticas, como los fascismos. En este sentido, la geopolítica fue acusada de ser la causante de las guerras mundiales y sus atrocidades y, por lo tanto, proscripta en los ámbitos académicos y en la opinión pública de la mayoría de los países occidentales.
Con el comienzo de la Guerra Fría, el concepto de geopolítica experimentó nuevas transformaciones y, además de vincularse con la toma de decisiones a nivel nacional, empezó a ser vinculado con las relaciones internacionales y adoptó un sentido más interdisciplinario (Rey Arroyo, 2023). Nicholas Spykman en 1942 definió la geopolítica moderna basándose en los preceptos de Haushofer. Para el geógrafo holandés radicado en EE. UU., la geopolítica estaba orientada a la política de seguridad de un Estado, y esta estaba vinculada a sus factores geográficos. Esta idea es la que fundamentó la política de seguridad (base de la Doctrina de Seguridad Nacional de 1947) y el pensamiento geopolítico de EE. UU. en esa época (Cuéllar Laureano, 2012).
Spykman critica las teorías clásicas por su determinismo geográfico e indica que es necesario tomar en cuenta diferentes factores permanentes y temporales que impactan en la política de los Estados, como la estructura económica, el régimen político y la demografía, entre otros (Rey Arroyo, 2023). Bajo su mirada, el anillo marginal que rodea el heartland —llamado el Rimland— juega un rol central, ya que con solo dominarlo se controla el heartland. De esta forma, el anillo marginal se convierte en un cerco, función que cumplió durante la Guerra Fría a través de las llamadas proxy wars (Sánchez Herráez, 2021). La teoría de la contención, desarrollada por George Kennan en 1947, tiene base en este pensamiento. De la mano de Henry Kissinger reaparece la geopolítica neoclásica en la década de 1970. Se vuelven a valorar estratégicamente los territorios y el término geoestrategia, entendido como la estrategia basada en el conocimiento y análisis de las condiciones geográficas de una región, es central para la geopolítica (Valdivia Santa María, 2017).
Finalizada la Guerra Fría, se da un proceso de reflexión sobre el significado de la geopolítica y su papel en la historia. En este contexto, se observa un incremento del rol y las capacidades de los actores no estatales —como las organizaciones internacionales y las empresas transnacionales— en el sistema internacional. Así, se argumenta que la geopolítica como estaba planteada no era apropiada, porque en el escenario de la globalización económica y la multipolaridad, primaba la idea de que el Estado nación desaparecería (Fraga, 2022). A su vez, ante las nuevas tecnologías, el territorio perdía importancia y los recursos naturales, valor. Será en estos tiempos cuando Zbigniew Brzezinski plantea la geopolítica occidental contemporánea. El académico consideró en sus análisis nuevas relaciones de poder y los nuevos actores. Por ejemplo, incluyó el rol de las organizaciones internacionales o los bloques regionales como la Comunidad Económica Europea (Pérez Rodríguez & Pérez Llanas, 2017).
En este contexto de cambio, aparece el concepto de Geoeconomía. Será Edward Luttwak, un especialista en estrategia militar, quién lo desarrollará hacia 1990. El foco del concepto está en los modelos de desarrollo, la integración y la cooperación, y los enfrentamientos que estos provocan (Rojas Sánchez, 2019). Hacia 1990, la situación de EE. UU. era incierta ante los cambios que se sucedían: la caída de la Unión Soviética, la expansión de la globalización y de la interdependencia entre los Estados, y el crecimiento de la internacionalización de los mercados. De esta forma, mengua el predominio militar en la agenda internacional y se da un crecimiento de los temas económicos y comerciales porque se convierten en las principales preocupaciones de los Estados. Así, los temas vinculados a la seguridad se redefinieron en la geopolítica y se enfocaron en los intereses económicos dictados por la geoeconomía (Rojas Sánchez, 2019).
Blackwill y Harris (2016) plantean que la geoeconomía se basa en utilizar instrumentos económicos para alcanzar los intereses nacionales y para generar resultados geopolíticos beneficiosos. A su vez, se hace referencia a las consecuencias de estas acciones económicas en los objetivos geopolíticos de un Estado. Por su parte, Cowen y Smith (2009, como se citó en Rojas Sánchez, 2019) agregan que la geoeconomía expresa la reconfiguración de las relaciones internacionales, ahora con base en la lógica del comercio internacional y en la conformación de bloques económicos regionales, lo que indica que la geoeconomía está estrechamente vinculada a la globalización económica y la interdependencia.
Tomando en cuenta lo planteado, la política geoeconómica tiene como un objetivo importante posicionar a las industrias estratégicas propias y darles capacidad de impacto geopolítico. Para esto, los Estados toman en cuenta sectores de recursos cruciales como las tecnologías de la comunicación, las finanzas, el petróleo, los microchips, y sectores de energía, y la tecnología y la innovación para así ingresar a nuevos mercados. En la geoeconomía, entonces, se vuelve central el capital. En este sentido, muchos Estados tienden a apoyar a sus empresas más importantes a través de la creación del capital en empresas afines y en zonas geográficas específicas para así alcanzar las metas estratégicas (Jiménez Bastida & Briones-Peñalver, 2021).
En el mundo actual, la geoeconomía permite entender el comportamiento, las tensiones y el poder logrado por potencias económicas en la misma área geográfica, como en el caso de China e India. También nos acerca la comprensión sobre la conformación de nuevos bloques económicos regionales —como el Acuerdo General y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTPP, por su sigla en inglés) y la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por su sigla en inglés)—, que buscan adaptarse a las actuales tendencias de la economía mundial (Carvajal Villamizar, 2019). De este modo, se reafirma la importancia del territorio para la soberanía en un sistema internacional considerado anárquico y, por lo tanto, el eje está en el control de espacios terrestres y marítimos clave del globo (Sánchez Herráez, 2021).
Sin embargo, esto no significa que los vínculos con los mercados y socios más distantes se debiliten. En el contexto del cambio geopolítico y geoeconómico actual, la confiabilidad del entorno institucional en el que operan las empresas adquiere mayor importancia. En lugar de optar por un reshoring temeroso, las grandes empresas prefieren el friendshoring, buscando aliados en países confiables. Así, la calificación de un país como confiable en términos políticos, económicos, jurídicos, sociales y climáticos es crucial para participar en redes internacionales que gestionan inversiones, comercio y alianzas entre países, no solo con aliados cercanos, sino también con aquellos que comparten modelos y forman parte de una vigente regionalización no geográfica (Elizondo, 2022).
A esta situación, se hace necesario agregar el impacto de las nuevas tecnologías —por su velocidad y radicalidad en las innovaciones— en los Estados y en la sociedad, y en las diversas formas de analizar el mundo actual. Estas tecnologías han modificado la forma en que las dimensiones terrestre, naval, aérea, espacial y cibernética se ven influidas por la geografía (Pontijas Calderón, 2020). A su vez, impactan en los cambios de las estructuras económicas y sociales, en la redistribución del poder entre los Estados, y en la (re)configuración de las relaciones internacionales, de la geopolítica y la geoeconomía (Rey Arroyo, 2023). En la actualidad, potencias como EE. UU., China, Rusia, India y Turquía, entre otras, toman en consideración los principios geopolíticos, geoestratégicos y geoeconómicos, adaptándolos al desarrollo de la innovación tecnológica y su efecto sobre la interpretación del ámbito geográfico (Pontijas Calderón, 2020).
A modo de conclusión, y de acuerdo con Giacalone (2016), la geopolítica y la geoeconomía están entrelazadas: la primera incluye un cálculo económico y la segunda permite alcanzar objetivos políticos. En este sentido, para la geopolítica el rol del Estado es central, mientras que en la geoeconomía es más bien subsidiario, ya que lo más importante es el comercio internacional y la generación de riqueza, y esto incluye a otros actores (Rojas Sánchez, 2019). Así, en situaciones asociadas a la geoeconomía, los gobiernos se inclinan por negociar, y en aquellas vinculadas con la geopolítica tienden a confrontar.
La concepción india de la geopolítica y la geoeconomía
La India es una península, parte del denominado subcontinente indio, que se extiende en el océano Índico. Su geografía fue dividida por Gran Bretaña durante el período colonial y, debido a esto, la sensación de intranquilidad y, hasta cierto punto, de preocupación respecto a su entorno geopolítico ha sido una constante desde su independencia. Los distintos desarrollos geopolíticos a nivel mundial, junto con la inestabilidad política interna, los diversos conflictos y tensiones con los países limítrofes y la falta de recursos la forzaron a dar prioridad a sus fronteras continentales hasta fines del siglo xx, otorgándole menor importancia a la dimensión marítima en su pensamiento estratégico (Vashisht, 2023).
Se puede afirmar que la filosofía de Kautilya[1], reflejada en su obra Arthashastra, ha tenido un impacto significativo en el pensamiento geopolítico moderno de la India. Este texto destaca la importancia de la dinámica del poder, la manipulación estratégica y el mantenimiento del orden interno. El enfoque realista de Kautilya enfatiza el interés nacional y la gobernanza pragmática, lo que se refleja en la política exterior india actual, donde la seguridad nacional y los intereses estratégicos prevalecen sobre consideraciones ideológicas (Moneta, 2020).
India ha dividido al mundo en círculos concéntricos para desarrollar su política exterior, y esta acción tiene sus raíces en la teoría del mandala de Kautliya. El concepto de mandala expresa la supuesta disposición estructural de la política internacional en forma de círculos concéntricos abstractos: en la práctica, estos círculos concéntricos determinan el posicionamiento estratégico momentáneo de múltiples Estados en la política internacional (Shahi, 2019). En el caso de India, el primer círculo lo constituye su vecindario inmediato, Asia del Sur, donde busca su primacía y evitar la injerencia de otras potencias. El segundo círculo es llamado vecindario extendido e incluye el Sudeste Asiático, el Este de Asia, Asia Central, Medio Oriente y el océano Índico. Allí ha buscado incrementar su presencia y balancear la influencia de otras potencias, como China. En el último círculo, que incluye el resto del mundo, ha tratado de cumplir un rol de potencia a través de su accionar respecto a la paz y a la seguridad internacional (Mohan, 2006). En esta mirada, India le asigna posiciones preponderantes a EE. UU., Rusia, Europa y China.
Kautilya promovía estrategias adaptativas basadas en circunstancias cambiantes, un principio que resuena con la estrategia geopolítica actual de la India. La capacidad de cambiar de táctica, ya sea mediante iniciativas de poder blando o preparación militar, refleja el énfasis de Kautilya en la flexibilidad en el arte de gobernar, lo cual es crucial para las relaciones de la India con sus vecinos poderosos y su participación en foros globales.
Las ideas de Kautilya sobre el arte de gobernar alientan la formulación de una estrategia nacional global que se ajuste a los retos contemporáneos a los que se enfrenta India. Sus enseñanzas sugieren que un enfoque integral de la gobernanza —que equilibre el crecimiento económico, la preparación militar y el compromiso diplomático— es esencial para mantener el poder y la estabilidad del Estado. Esta visión holística es cada vez más relevante en un momento en que la India trata de reafirmarse como un actor importante en la escena mundial.
Aunque a menudo se asocia a Kautilya con la realpolitik, su obra también incorpora consideraciones éticas dentro de la gobernanza (dharma). Las interpretaciones modernas de sus ideas sugieren que la gobernanza ética puede mejorar el poder blando y la posición internacional de una nación. Este doble enfoque, realista y ético, está cobrando cada vez más importancia en la retórica y las prácticas diplomáticas de India.
La evolución geopolítica y geoeconómica de India ha sido moldeada por su contexto histórico, su posición estratégica y sus respuestas a los desafíos globales. En el período posterior a su independencia, la postura geopolítica inicial de India se centró en la no alineación, liderada por Jawaharlal Nehru. Este enfoque permitió a India preservar su soberanía mientras navegaba por el orden mundial bipolar. Al surgir como nación independiente en 1947, India tenía una economía débil y carecía de la capacidad militar necesaria para influir en los acontecimientos mundiales como lo hacían potencias como Estados Unidos o la Unión Soviética. Por lo tanto, sus líderes fundadores fueron visionarios al utilizar ideas para proyectar a India en la escena mundial, basándose en el poder de las visiones emancipadoras en la vida política, el poder normativo y potenciando la entrada de India en el mundo como un país relevante por su tamaño, población y civilización. La idea de no alineación fue innovadora al ofrecer un concepto alternativo de existencia para un nuevo Estado que no se situara dentro de las estructuras limitadoras de la Guerra Fría. Nehru consideró que la no alineación sería beneficiosa para India, ya que no era neutral ni pasiva, sino que tenía su propio conjunto de ideas y constituía una estrategia centrada en India (Chacko, 2015).
Teniendo en cuenta lo planteado, el proyecto de un Estado nacional desarrollista post independencia influyó en el compromiso internacional de India, el cual osciló en función de los cambios de dicho proyecto. India intentó contribuir al orden internacional de posguerra y a las organizaciones multilaterales que lo sustentaban. Buscó aminorar la competencia entre los Estados en el contexto de la Guerra Fría e integrar a los nuevos Estados poscoloniales en el orden internacional. Los cambios internos y globales ocurridos a partir de la década de 1970 pusieron en jaque el proyecto del Estado y, entonces, el compromiso global y regional de India comenzó a cambiar, impulsando la integración en condición de igualdad de los nuevos Estados en el orden mundial (Chacko, 2015).
A partir del fin de la Guerra Fría, tuvo que reconsiderar su proyecto de Estado desarrollista y se dan las bases para un cambio más profundo en un marco de apertura económica, crecimiento y competitividad, a través de formas geopolíticas de planificación central y desarrollo económico endógeno (Chacko, 2015). A su vez, la liberalización económica de la década de 1990 marcó un cambio significativo hacia la geoeconomía, integrando a India en la economía mundial y haciendo hincapié en el crecimiento económico como herramienta estratégica. Estos cambios dieron lugar a nuevos modos de compromiso mundial y regional y, además, llevó a India a repensar los supuestos del espacio geográfico que ocupa por lo que diseñó diferentes políticas —Look East Policy, Act East Policy y Connect Central Asia—, las cuales han tenido un resultado diverso (Baroni, 2019). Bajo el liderazgo de Narendra Modi, ha habido un resurgimiento de los principios kautilyanos, especialmente a través de la política de Vecindad Primero, que busca fortalecer los lazos con los países vecinos mientras reconoce las complejidades de las rivalidades regionales. India ha sido históricamente sensible a la presencia de otros poderes en su región y, por lo tanto, busca proteger sus intereses y expandir su influencia, balanceando la influencia de otras potencias en su vecindario inmediato y extendido (Chandra, 2018). Estos eventos ponen de manifiesto la presencia de las ideas kautilyanas de intereses estratégicos y estrategias adaptativas.
En los tiempos actuales, la visión geopolítica india tiene dos puntos centrales vinculados a su vecindario inmediato: Paquistán y China. Es aquí donde se observa la preeminencia de los intereses estratégicos indios y su seguridad nacional. En el primer caso, y debido a las históricas tensiones políticas y territoriales, busca aislarlo. En el segundo caso, busca hacer frente a la agresiva política exterior en su zona de influencia (Rojas Sanchez, 2019).
Dentro del conjunto de actores del sistema internacional, India es considerada una potencia emergente por sus capacidades materiales e inmateriales, y también por su habilidad para ir más allá de su propia geografía y proyectar su influencia en la región y a nivel global (Efstathopoulos, 2011). González Levaggi (2016) agrega que hay un vínculo entre el ascenso de una potencia emergente y su activismo en regiones periféricas y esto se debe a que este tipo de actor busca una mayor participación en los diversos organismos internacionales —como Naciones Unidas o la Organización Mundial del Comercio— y grupos informales —como el G20, BRICS e IBSA— para construir una interrelación política más intensa. Entonces, India —en términos de Kautilya— desarrolla un enfoque integral de una gobernanza pragmática. De esta forma, ha incrementado su rol en la región asiática y de Medio Oriente/África, pero es aún limitado en la región latinoamericana.
Un cambio que se observa en su política exterior desde mediados de la primera década del siglo xxi, y vinculado a las transformaciones geopolíticas indias y a la flexibilidad que planteaba Kautilya, ha sido el multialineamiento. Este puede definirse como una mayor predisposición a diferentes opciones de alineamiento o vinculación que en el pasado. Asimismo, involucra un mayor énfasis en el multilateralismo, que permite la difusión el poder, y recurrir a asociaciones estratégicas bilaterales (Hall, 2016). India busca equilibrar sus relaciones con diferentes países, considerando factores económicos y políticos. Esto se refleja en su enfoque de geometría variable en las relaciones internacionales, donde busca maximizar sus intereses económicos y políticos (Moneta, 2020). Esta noción, a su vez, se compatibiliza con la política de autonomía estratégica, la cual se entiende como la capacidad y el deseo de una nación de tomar decisiones independientes en materia de política exterior para alcanzar sus principales intereses nacionales, sin restricciones por parte de otros estados. Esta concepción se sintetiza como una combinación del realismo y el no alineamiento e indica que India busca no favorecer a ninguna potencia en particular. En los tiempos actuales de interdependencia, la autonomía estratégica debe proporcionarle el mayor número de opciones en sus relaciones con el resto del mundo, lo que implica aumentar el espacio estratégico de India y su capacidad de agencia independiente (Aryal & Pulami, 2023).
El desafío geoeconómico que enfrenta India en la etapa contemporánea es congeniar los intereses económicos y de seguridad con la realidad de un Estado subcontinental/asiático dividido política, económica, geográfica y culturalmente (Moneta, 2020). Como el desarrollo económico ha sido central dentro del pensamiento indio, con el fin de la Guerra Fría, India se enfrenta a la necesidad de abrir más su economía. Entonces, su política geoeconómica se basa en el desarrollo de una gran variedad de asociaciones, diversificando sus vínculos bilaterales como multilaterales a nivel comercial. El fin es ampliar los mercados y las fuentes de abastecimiento de recursos, y lo hizo integrando la diplomacia económica en su política exterior. Con la crisis económica-financiera de 2008, se impulsó aún más la estrategia del multialineamiento por medio del desarrollo de sus capacidades materiales y la vinculación con sus intereses económicos (Tambi, 2022).
La política exterior india posee una perspectiva netamente pragmática y esto la posiciona en un punto estratégico privilegiado —sumado a su posición geográfica— que le posibilita ampliar sus redes comerciales y diversificar fuentes de capital y tecnología con una red diversa, y a veces conflictiva, de socios con eje en la región, pero también más allá de ella. Esta orientación hacia el multialineamiento la ha convertido en una alternativa a China y esta situación se relaciona con la geoeconomía y con su nueva estrategia de desarrollo, centrada en una política industrial proactiva (Heydarian, 2024). De esta forma, los discursos geoeconómicos tienen un primer plano en la India como resultado de la aparición de un proyecto de Estado en el que las dimensiones institucional e internacional de la construcción del Estado reflejan la priorización del crecimiento económico y la competitividad global (Chacko, 2015).
El gobierno de Modi desarrolla una política exterior enfocada en los objetivos geoeconómicos del país: la reforma económica y la promoción del desarrollo se convierten en su base. Para poder llevar a cabo estos objetivos, el gobierno desarrolló diversas iniciativas y proyectos con el fin de transformar la economía india y consolidarla como una gran potencia emergente. En este sentido, comienza un cambio en su estructura económica: luego de varias décadas basada en los servicios, se aspira a convertir a India en un centro mundial de fabricación, con la apuesta en las industrias orientadas a la exportación (Heydarian, 2024). Para este fin, lanza el programa Make in India (Hecho en India), el cual busca inversiones extranjeras y se sustenta en una enérgica política comercial de acceso a materias primas y fuentes de energía —para la seguridad energética y alimentaria—, a través del desarrollo de un sistema logístico que mejore su infraestructura (Heydarian, 2024; Rojas Sánchez, 2019).
A su vez, apuesta a los espacios regionales —multilateralismo— para alcanzar sus objetivos y asegurar su liderazgo en la región, como es el caso de la Asociación Regional para la Cooperación de Sur Asia (SAAR, por sus siglas en inglés), a través de herramientas geopolíticas y geoeconómicas, como la ayuda internacional y la apertura de su mercado. En este sentido, también busca la integración entre las economías del Sur de Asia y de Asia Occidental —por ejemplo, el acuerdo con ANSEA—, y apuesta a convertirse en una potencia naval, para así proteger sus intereses vinculados a los recursos naturales y las vías de comunicación marítima en el océano Índico (Rojas Sánchez, 2019). Aquí, nuevamente se vuelve al enfoque integral de una gobernanza pragmática y a la flexibilidad que planteaba Kautilya.
Como se observa, la influencia geopolítica y geoeconómica más importante de India está centrada en la región asiática y, por lo tanto, la influencia en América Latina está limitada a temas puntuales a través de acuerdos bilaterales.
India y América del Sur
Los vínculos entre India y la región latinoamericana han sido prácticamente inexistentes hasta fines de la primera década del 2000. Entre los motivos que se citan, están la falta de vínculos históricos, la distancia geográfica y cultural, las diferentes tendencias políticas, como también la prioridad dada a temas tanto internos como regionales por parte de ambos (Ross, 2010). Desde una mirada geopolítica, América Latina no afectaba la seguridad india y Asia no era el centro de atención de la política exterior de los países latinoamericanos, por eso las vinculaciones fueron escasas hasta principios del siglo xxi. América Latina ha sido históricamente estable, carente de capacidades nucleares entre sus países y con mínimos conflictos intraestatales desde finales del siglo xix. Esta estabilidad la convierte en un socio atractivo para India en sus complejas relaciones globales.
Teniendo en cuenta esto, la política de India hacia América Latina ha mostrado pocas transformaciones debido a una percepción casi homogénea de la región. Empero, uno de los cambios que se observa en el siglo xxi es que ha identificado algunas realidades locales a nivel económico, político y social en los casos de los mayores Estados de la región, como Brasil y México. Gangopadhyay (2019) indica que esta situación expone la negligencia benigna de India hacia la región, lo que implica una ‘no política’ por parte del gobierno. Teniendo en cuenta la teoría del mandala, esto se debe a que la atención se centra en otras temáticas y regiones que son calificadas como prioritarias para sus intereses nacionales. En este sentido, la política exterior india no le ha dado una oportunidad a América Latina y el desarrollo de los vínculos se ve afectado por la existencia de una importante brecha de desconocimiento mutuo (Jaishankar, en INDIAN INSTITUTE OF MANAGEMENT AHMEDABAD – IIMA, 2022).
Sin embargo, la relación de India con América Latina está cada vez más moldeada por los principios derivados del pensamiento de Kautilya. El pensador indio destacaba la importancia de la fortaleza económica como pilar del poder estatal. América Latina ofrece a India diversas oportunidades en términos geoeconómicos de seguridad alimentaria (aceite vegetal y granos) y energética (petróleo y gas), de desarrollo industrial (hierro, litio y cobre), y de la cooperación Sur-Sur (I+D). Además, se observa un margen importante para el crecimiento de la cooperación energética, del sector automotriz y de servicios. En este sentido, es la dimensión económico-comercial la que rige las relaciones con América Latina. Con los países sudamericanos cuenta con una complementariedad comercial basada en un intercambio interindustrial, por lo que importa aceites vegetales (soja y girasol); granos (maíz, trigo); minerales (oro, cobre, carbón, hierro) y petróleo crudo. Por otro lado, exporta agroquímicos, derivados del petróleo, motocicletas, autopartes, agentes farmacéuticos activos, tinturas, textiles, y productos de acero y hierro, entre otros. El tipo de comercio cambia cuando se hace referencia a México, América Central y el Caribe, ya que es de corte intraindustrial (textiles, autopartes, electrónica), aunque también se comercian materias primas (Sistema de información de comercio exterior de la ALADI [SICOEX], 2024). En la última década se observa un cambio gradual en este patrón, a medida que la región empieza a exportar a India más productos acabados con valor agregado, desde productos electrónicos fabricados en México hasta alimentos procesados de Brasil, vino de Argentina y frutas frescas de Chile (Seshasayee, 2023). No obstante, el aumento del sector primario en las exportaciones latinoamericanas hacia India presenta una brecha importante respecto al nivel de complejidad de dichas exportaciones.
India está entre los 10 principales destinos de exportaciones de América Latina. El comercio se ha incrementado: en el período 2000-2001 era de 1490 millones de dólares, en 2010 de 22 800 millones y en el período 2021-2022 de 36 670 millones de dólares. Se resalta que India exporta más a Brasil y a Guatemala que a países como Camboya, Japón o Tailandia, pero la región solo participa con el 3,54 % en el comercial global indio. En este sentido, también están concentrados los socios de India en la región, ya que Brasil, México, Argentina y Colombia concentraron el 84 % del comercio total bilateral (Béliz, 2023; Department of Commerce, 2023). Los recientes esfuerzos diplomáticos de India y su compromiso económico estratégico, especialmente bajo la dirección del ministro de Asuntos Exteriores, S. Jaishankar, reflejan este principio a través de un renovado interés por los lazos económicos con América Latina. Sus visitas oficiales en los últimos dos años a países como Guyana, Panamá, Colombia y la República Dominicana, además de Argentina, Brasil y Paraguay, tienen como objetivo establecer una sólida presencia económica en la región, con un comercio entre India y América Latina que va en aumento. Este compromiso económico coincide con la opinión de Kautilya de que un gobernante debe asegurarse la riqueza para garantizar la estabilidad y el poder.
El enfoque realista de Kautilya es evidente en el reconocimiento por parte de India de la dinámica geopolítica en juego en América Latina. A medida que India busca aumentar su influencia global, reconoce la necesidad de construir alianzas que puedan contrarrestar la creciente presencia de otras potencias, en particular China. Se observa un principio de cambio marcado por un mayor acercamiento indio a la región, que va más allá del tradicional intercambio comercial de bienes primarios por manufacturas y se enfoca en la tecnología de la información y el incremento de las inversiones indias (Rojas Sánchez, 2019).
Uno de los actores principales de la inserción comercial internacional india ha sido su vasto sector externo. Las empresas indias que operan en el exterior son mayormente privadas y tienen una gran experiencia respecto a las vinculaciones con empresas occidentales. Para estas empresas, América Latina se encuentra en un punto intermedio entre los mercados altamente regulados y competitivos (EE. UU. y Europa) y los mercados menos competitivos (África), y cuenta con un importante poder adquisitivo. Además, constituye un mercado en crecimiento que está listo para ser captado, donde se destacan los sectores de los automóviles y vehículos, productos farmacéuticos, tecnologías y servicios, y energía. La inversión extranjera (IED) india total se estima en unos 16 000 millones de dólares, y las empresas indias de tecnología de la información emplean a más de 40 000 personas en la región. Entonces, las inversiones indias en la región, a diferencia de las chinas, promueven la industrialización con empleo registrado y alto valor agregado (Seshasayee, 2023). Sin embargo, también se encuentra concentrada, ya que 3 países explican el 58 % de las IED india hacia la región en las 2 últimas décadas: Brasil (32 %), Colombia (14 %) y México (11 %) (Béliz, 2023, p. 14). El énfasis en las relaciones bilaterales y los acuerdos comerciales refleja la noción de Kautilya de utilizar las alianzas estratégicamente para reforzar los intereses nacionales estratégicos.
Las ideas de Kautilya sobre la gobernanza, tanto realista como ética, ponen de relieve la importancia de comprender la dinámica regional. La estrategia de compromiso de India debe tener en cuenta las complejidades de los esfuerzos de integración regional de América Latina. En este sentido, comenzó a participar en ámbitos regionales multilaterales, como en el Sistema de Integración Centroamericana (SICA) y en la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (CELAC), donde busca trabajar sobre diversos temas como energía, agricultura, medicina y astronomía, entre otros. Al reconocer estas dinámicas, India puede posicionarse mejor como un socio que respeta las aspiraciones regionales, a la vez que promueve sus propios intereses estratégicos. Estos ejemplos, aunque son foros y no organizaciones formales, son parte de la nueva regionalización no geográfica.
Puede decirse, entonces, que se observa el cambio hacia una política de compromiso estratégico con la región, aunque los vínculos están por debajo de su potencial. El ministro de Asuntos Externos, S. Jaishankar, indicó que América Latina forma parte del objetivo geopolítico de India de convertirse en una potencia mundial líder. Para esto, plantea que India debe desarrollar un camino en la región a través de relaciones que impacten, con importantes inversiones y acciones de cooperación (como se citó en Seshasayee, 2023).
En cuanto a las excepciones, en el caso de Brasil, se han identificado intereses en común en la agenda internacional, y esto llevó a una diversificación e intensificación de los vínculos con la firma de la Alianza Estratégica en 2006. La participación de ambos en foros como BRICS e IBSA complementa esta mirada. (Gangopadhyay, 2019). En síntesis, América del Sur ofrece importantes oportunidades a India en términos de seguridad alimentaria y energética, e India es una alternativa de diversificación de mercados de exportación, de fuente de inversiones y de cooperación.
Oportunidades y desafíos
Kautilya abogaba por aprovechar las fuerzas complementarias para lograr beneficios mutuos. Desde el punto de vista geopolítico, India y América Latina comparten sinergias potenciales en ámbitos como la seguridad alimentaria, las energías renovables y la transferencia de tecnología. Esta relación complementaria es crucial para ambas regiones a medida que navegan por la recuperación pospandémica y afrontan retos globales como el cambio climático. En este sentido, la región latinoamericana presenta ventajas geopolíticas relevantes, como no presentar conflictos bélicos; una gran variedad de recursos naturales; un muy buen nivel de innovación tecnológica (unicornios), y la disponibilidad de recursos humanos calificados (Camino, 2023).
Desde el punto de vista de la geoeconomía, América del Sur puede jugar un rol importante a través del trípode agroalimentos, energía y minerales. Para esto, es necesario que los países se definan friendshoring, es decir, confiables ante una situación de just-in-case. Esto implica la necesaria existencia de condiciones institucionales y jurídicas estables, así empresas, trabajadores, actores comerciales y generadores de conocimiento pueden operar en un contexto donde se recalifica la internacionalidad y no se tiende al constante cambio de las reglas de juego (Elizondo, 2022). La confiabilidad es central en la incertidumbre actual.
En el caso de India, su estrategia geoeconómica se basa en tres elementos, presentes en su relación con la región bajo estudio: en primer lugar, su base demográfica, la cual es joven y productiva, ya que 2/3 de la población tiene menos de 35 años. El crecimiento demográfico es un indicador del crecimiento económico del país y, al mismo tiempo, marca la necesidad de planificar el acceso a distintos recursos vinculados a la seguridad energética y alimentaria, intereses estratégicos de India. En segundo lugar, la adopción de una diplomacia activa, sobre todo la económica. En este sentido, usa los instrumentos económicos (acuerdos comerciales y de cooperación e inversiones) para alcanzar sus intereses nacionales. Y tercero, su política exterior pragmática, la cual le permite ampliar sus redes comerciales y diversificar sus fuentes de capital y tecnología (Heydarian, 2024).
¿Dónde están las oportunidades? En primer lugar, la seguridad alimentaria es central para India. Países de la región son una fuente de aprendizaje para India, ya que tiene el reto de ampliar las fronteras de su producción agrícola, utilizar prácticas acordes al medio ambiente y fomentar aprendizajes en sus áreas rurales. En este sentido, Brasil y Argentina son líderes en tecnología agropecuaria de punta (por ejemplo, la biotecnología, los transgénicos, el manejo del riego y la agricultura de precisión), y pueden cooperar con India ya que esta tiende a una agricultura minifundista de subsistencia. Ante los nuevos desafíos de una población en crecimiento, necesita introducir nuevas tecnologías en la producción agropecuaria. Además, se observa la oportunidad provista por la biotecnología para tambos, ya que puede ayudar a mejorar la producción lechera india (Beheran, 2020) y respecto a las silo-bolsas, ya que India pierde un 25 % de la producción de granos por un acopio deficiente (Lais Suárez, en Secretaría de Integración Regional Córdoba, 2020). Un ejemplo de esta cooperación es el Programa de incubación transfronterizo Matri-Indo Brasil Agri Tech, el cual incluye 5 startups brasileñas e indias del sector del agritech, para la incubación y transferencia de tecnología y colaboración comercial (Béliz, 2023).
Dentro de este factor, se deben mencionar los productos alimenticios, ya que uno de los mayores desafíos para el gobierno es el nivel nutricional de su población, el cual se vio afectado por la guerra en Ucrania. Además de los aceites vegetales que ya se exportan —soja, girasol y palma—, se pueden sumar diversas manufacturas como los productos avícolas, los lácteos y la leche en polvo, entre otros, y productos primarios como las semillas y las legumbres. En este último caso, aunque India consume lo que produce, suele importar legumbres, ya que depende de los vaivenes de la producción local (Beheran, 2020). Como antecedente se puede mencionar que las empresas alimenticias latinoamericanas son las que presentan las trayectorias más exitosas en India. Los casos que se destacan son los siguientes: Grupo Bimbo (México), Grupo AJE (Perú), Namastrade y Piporé (Argentina) (Béliz, 2023).
En segundo lugar, la seguridad energética y la transición energética. En este ámbito, existen importantes oportunidades de agregar valor tecnológico a partir de la producción de materiales estratégicos que se encuentran en la región sudamericana. También el impulso conjunto a las energías renovables, ya que ambas regiones están situadas en la discusión sobre responsabilidades comunes pero diferenciadas. Este sector incluye la electromovilidad y la infraestructura para energías renovables limpias, lo que involucra el litio y el cobre. A su vez, se identificaron el petróleo y el gas. Por ejemplo, en el caso de Argentina, posee la cuarta reserva global de petróleo no convencional y la segunda de gas no convencional en Vaca Muerta, y la demanda mundial de ambos va a seguir creciendo. Esto también impulsaría el desarrollo de la industria petroquímica (Camino, 2023).
Una de las oportunidades vinculadas a este segundo factor, se encuentra en el sector automotriz y los cambios que está experimentando. Ha sido un sector primordial en los procesos de industrialización de América Latina y de India. Ambos se han posicionado como centros importantes de producción de autopartes a nivel internacional. Por ejemplo, las exportaciones de autopartes explicaron el 94 % del comercio automotriz de la región con la India. Aquí es necesario comprender que se basa, generalmente, en el comercio intrafirma vinculado a las cadenas de valor del sector. Además, el desarrollo de los vehículos eléctricos se ha constituido en un eje de la industria, por lo que la fabricación de baterías, motores, componentes y sistemas eléctricos generan oportunidades para el sector, ya que implica inversión en I+D+I y la generación de empleos calificados. América del Sur[2] es central, por el litio y el hidrógeno verde que posee (Béliz, 2023).
Respecto a la transición energética, además del litio y del hidrógeno verde, se suma la energía solar. India fue uno de los países fundadores de la Alianza Solar Internacional (ISA, por sus siglas en inglés), cuyo objetivo es ser una plataforma para la cooperación internacional en la materia y promover inversiones en energías limpias (Béliz, 2023). Los países miembros de América del Sur son Perú, Venezuela, Surinam, Argentina, Brasil y Chile. Se observa que, en estos temas, es importante el acceso al capital y la tecnología para el desarrollo de la energía solar y para la exploración, explotación e industrialización del litio y del hidrógeno. En este sentido, es esencial el impulso a los acuerdos mineros y comerciales firmados y a las empresas indias a invertir en la región.
En tercer lugar, se identifican los procesos de industrialización 4.0, la economía del conocimiento y las tecnologías de última generación que impactan a ambos. India es una líder en este sector y varios países de la región presentan ventajas competitivas respecto a los recursos humanos y a la cultura emprendedora. El sector servicios en la región está bien diversificado, ya que incluye software, audiovisual, geología, electrónica, comunicaciones, I+D, robótica, inteligencia artificial, nanotecnología, espacial y satelital (Camino, 2023). Por ejemplo, se destaca la cooperación entre países por imágenes satelitales y recepción de datos, sobre todo vinculado al clima, lo que puede aplicarse al manejo de desastres naturales y a la agricultura. A esto se suma la economía digital (e-commerce) y la inclusión financiera a través de innovadores medios digitales de pago.
Por último, las oportunidades están en el uso de la energía nuclear con fines pacíficos, los productos médicos y los productos farmacéuticos, donde India lidera (del Sar, 2021). Entonces, se observa una cross-fertilization en el sector nuclear y de satélites de Argentina; la agricultura de precisión y la biotecnología de Brasil; la electromovilidad y las nuevas autopartes, y las frutas y agricultura de Chile.
Se han identificado algunos desafíos que necesitan ser abordados tanto por India como por los países de la región, teniendo en cuenta la geoeconomía. Se reconoce que es necesario abordar el continuo —aunque va disminuyendo— déficit comercial de India, ya que afecta los vínculos, porque el intercambio comercial debe ser beneficioso para ambos. Por otro lado, se plantea que las inversiones indias enfrentan obstáculos operativos para invertir en la región, como son regulaciones y procedimientos administrativos complejos que aumentan los costos y los tiempos, poca flexibilidad en visados y permisos de trabajo y dificultad en el acceso a créditos, entre otras cuestiones (Béliz, 2023). En el caso de India, se plantea la necesidad de revisar las condiciones de acceso de productos a su mercado, principalmente los agrícolas; la reducción de tarifas arancelarias y paraarancelarias, y el incentivo a su sector privado para invertir en la región.
En este sentido, la diversidad de recursos naturales estratégicos que ofrece la región latinoamericana debe ser acompañada por iniciativas regionales a través de la construcción de acuerdos multilaterales. De esta forma, el desarrollo de cadenas de valor regionales se presenta como indispensable para proteger a los países productores de los diversos minerales estratégicos utilizados en la transición energética.
En otro orden de ideas, India no ha formulado aún un mecanismo para tratar la región latinoamericana en su conjunto o para vincularse de manera significativa con los subgrupos de la región. Pero esto seguirá siendo difícil hasta que América Latina logre una clara política de integración regional. Por esto, India deberá concentrarse en sus relaciones bilaterales con los distintos países de la región y debe profundizar su relación con la CELAC, el Mercosur, la Alianza del Pacífico, así como con la Comunidad Andina a través de diálogos regulares (Seshasayee, 2023)
Teniendo en cuenta la integración y cooperación comercial, debe reforzar su relación económica con la región a través de la firma de acuerdos de libre comercio (ALC). Los actuales acuerdos comerciales preferenciales (ACP) que mantiene con el Mercosur y Chile siguen siendo de alcance limitado (Seshasayee, 2023).
Para que las políticas geoeconómicas —vinculadas a la política exterior— tengan éxito, como el friendshoring y la regionalización no geográfica, es necesario el conocimiento mutuo. En el caso bajo estudio, este todavía necesita mayor trabajo a través de un acercamiento multinivel y de múltiples actores, más allá del Estado. Otras cuestiones a tener en cuenta es mejorar la conectividad directa, bajar los costos delogística, el alto nivel de burocracia y generar las condiciones para una mayor inversión mutua.
Reflexiones finales
La globalización ha permitido la superación de muchas limitaciones del pasado que parecían insalvables. Esto generó un aumento de las interacciones, las cuales tienen una dimensión geográfica propia que conlleva un proceso de conflicto y/o de cooperación.
La geoeconomía pone su foco en los modelos de desarrollo, la integración y la cooperación económica entre los actores internacionales. Muchos de los conflictos existentes han reforzado que los temas vinculados a la seguridad se redefinieran en la geopolítica y se enfocaron en los intereses económicos dictados por la geoeconomía. Entonces, los instrumentos geoeconómicos se han vuelto importantes para el logro de los objetivos político-estratégicos de un estado. El capital y el impulso a las industrias y sectores estratégicos se convirtieron en elementos centrales en la relación con otros Estados.
Nuevos mapas geopolíticos y geoeconómicos se están dibujando en el mundo actual, donde se reorientan los procesos comerciales, de inversión, las alianzas y la creación de valor, tanto en los estados como en las empresas. Se está buscando disminuir la dependencia y ampliar la diversificación, optando por el friendshoring, es decir, la búsqueda de aliados en países confiables. Esto es importante en el cambio respecto a la producción, ya que se plantea cambiar del just-in-time al just-in-case. La pandemia puso en evidencia la alta dependencia de las cadenas de valor asiáticas, sobre todo las chinas. Pero, para ser elegido como parte de una alianza que genere inversión y comercio, es decir empleo y riqueza, y para que los factores de producción de un país participen en las nuevas redes de valor internacional (global innovation netwoks), los Estados deben garantizar instituciones sólidas, normas estables, y condiciones económicas sin incertidumbres.
La concepción geopolítica y geoeconómica de la India contemporánea se encuentra en un proceso de transformación significativa, marcado por un reposicionamiento estratégico en el escenario internacional, y sigue teniendo un fuerte eje en su vecindario. Si se entiende la geopolítica como la interrelación entre geografía y política, juega un papel crucial en las relaciones internacionales. India, como potencia emergente, ha buscado expandir su influencia más allá de su vecindario inmediato y este enfoque se basa en la filosofía de Kautilya, que enfatiza la adaptabilidad y el interés nacional. En este sentido, India ha comenzado a mirar hacia América del Sur como una región con potencial para fortalecer sus lazos económicos y estratégicos. Pero como el ministro de Asuntos Externos de India, Jaishankar, indicó que América Latina forma parte del objetivo geopolítico de India de convertirse en una potencia mundial líder, entonces sus acciones deben tomar un impulso mayor al descripto.
Se está observando una reconfiguración de las relaciones internacionales de la mano de la geoeconomía y con base en la lógica del comercio internacional. Las relaciones entre India y los países de América del Sur están centradas en esta lógica económico-comercial. Y aunque el intercambio comercial y las inversiones han avanzado, aún está muy por debajo de su potencial. Si la geoeconomía es hoy central para los países, en el caso bajo estudio, debe trabajarse para impulsar aquellas áreas geoeconómicas que generen resultados geopolíticos beneficiosos para ambas partes.
En los diversos análisis que se realizan sobre los vínculos entre India y América del Sur se identificaron diversas oportunidades que están en el centro de la agenda bilateral. Estas oportunidades están vinculadas a los temas energéticos y al cambio climático (energía solar); cadenas productivas conjuntas (por ejemplo, vinculadas al litio); una mayor promoción del contacto persona-a-persona; la cooperación en ciencia y tecnología (biotecnología animal, agrotecnología —semillas, maquinaria agrícola, agricultura sostenible—, nanotecnología, y economía del conocimiento —digitalización y el futuro del trabajo—); la cooperación en la industria audiovisual —producción conjunta de películas y series—, y la economía digital. En este contexto, si la política geoeconómica tiene como un objetivo posicionar a las industrias estratégicas de un Estado y darles capacidad de impacto geopolítico, India debe mejorar las estrategias vinculadas a su sector externo, para darles esta capacidad.
La geoeconomía impulsa los vínculos favorecidos por la regionalización no geográfica (las plataformas permiten a India proyectar su influencia y establecer alianzas estratégicas), el friendshoring y la búsqueda de socios económicos y tecnológicos que impulsan el reskilling y upskilling de habilidades y conocimientos para hacer frente al mundo que viene. Si se tienen en cuenta las consecuencias de las acciones económicas de India en América Latina en sus objetivos geopolíticos, se observa que en menos de 20 años ha transformado su posición en la región, presentándose como una alternativa para los países latinoamericanos. Los vínculos entre India y América del Sur están en una fase de crecimiento impulsada por consideraciones geopolíticas y geoeconómicas. A medida que ambas regiones buscan diversificar sus relaciones internacionales y fortalecer sus economías, es probable que se observe un aumento en la cooperación bilateral. La clave para el éxito radicará en la capacidad de ambas partes para adaptarse a un entorno internacional cambiante mientras aprovechan sus respectivas fortalezas.
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[1] Kautliya, conocido como Chanakya, fue un estadista y filósofo indio que escribió el tratado Arthashastra en el siglo iii a. C.
[2] Respecto al litio, se menciona el triángulo del litio, constituido por Bolivia, Argentina y Chile, que posee alrededor del 60 % de las reservas mundiales del mineral. Por otro lado, Colombia, Chile, Argentina y Uruguay tienen proyectos en desarrollo y/o en operación respecto al hidrógeno verde.