Estrategias organizativas y luchas en un territorio disputado
Dra. Paula Rosa*
Mag. Inés Liliana García**
* Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Correo electrónico: paularosa@conicet.gov.ar
**Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Correo electrónico: ilgarcia@conicet.gov.ar
Artículo recibido: 16/5/2023 Artículo aprobado: 5/6/2023
MIRÍADA. Año 16, N.º 20 (2024), pp. X‑X.
© Universidad del Salvador. Facultad de Ciencias Sociales. Instituto de Investigación en Ciencias Sociales (IDICSO). ISSN: 1851 9431
Resumen
La Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra es una organización de trabajadores rurales de la provincia de Mendoza. Producen y comercializan alimentos mediante el desarrollo de chacras agroecológicas, la elaboración artesanal de conservas, licores y vinos y la creación de espacios de intercambio autogestivos a nivel local, provincial y nacional. Desde hace más de dos décadas, impulsan la soberanía alimentaria y la reforma agraria integral. Como movimiento social, han generado una red, que se extiende en todo el territorio nacional, junto con otras agrupaciones campesinas en pos de fortalecerse y generar leyes y políticas públicas que contemplen sus necesidades como organización, pero también desde una mirada estructural del problema.
Excluidos del circuito productivo hegemónico, en territorios periféricos, buscan obtener tierras para el cultivo frutihortícola alternativo. Su disputa central es por ellas y por el acceso al agua, así como también contra los intereses de emprendedores inmobiliarios que las pretenden para extender el turismo de élite de la llamada “ruta del vino”. En este escenario, lograr la sostenibilidad cotidiana de centenares de familias campesinas, junto a la creación de espacios de formación comunitaria, ha implicado el despliegue de un repertorio diverso de acciones y estrategias a través de los años.
Este artículo pretende posar la mirada en esta organización, recuperando su conformación y desarrollo como colectivo, atendiendo a sus formas de lucha y manifestación, las redes que construyen y los recursos que movilizan en ese proceso, pues se entiende que estas permiten comprender las formas en las cuales opera el actual modelo económico en los territorios en relación con el uso y apropiación de los recursos naturales, así como también permiten visibilizar las lógicas que asume el poder local en estas apropiaciones.
Palabras claves: organización campesina, producción y comercialización de alimentos, autogestión, estrategias organizativas, territorio
Organizational strategies and struggles in a disputed territory
Abstract
The Union of Landless Rural Workers is an organization of rural workers in the province of Mendoza. They produce and market food through the development of agroecological farms, the artisan production of preserves, liquors and wines and the creation of self-managed exchange spaces at the local, provincial and national levels. For more than two decades, they have been promoting Food Sovereignty and Integral Agrarian Reform. As a social movement, they have generated a network that extends throughout the national territory, together with other peasant groups in order to strengthen themselves and generate laws and public policies that consider their needs as an organization but also from a structural perspective of the problem.
Excluded from the hegemonic productive circuit, in peripheral territories, they seek to obtain land for alternative fruit and vegetable cultivation. Their central dispute is for them and for access to water, as well as against the interests of real estate entrepreneurs who want them to extend elite tourism on the so-called "wine route."In this scenario, achieving the daily sustainability of hundreds of peasant families, together with the creation of community training spaces, has implied the deployment of a diverse repertoire of actions and strategies over the years.
This article intends to look at this organization, recovering its conformation and development as a collective, taking into account its forms of struggle and demonstration, the networks it builds and the resources it mobilizes in this process, since these allow us to understand the ways in which the current economic model operates in the territories in relation to the use and appropriation of natural resources, as well as make visible the logic that local power assumes in these appropriations.
Keywords: peasant organization, food production and marketing, self-management, organizational strategies, territory
Introducción
Es posible identificar en la Argentina un profundo campo de análisis en el estudio de los movimientos. Esto es debido, en gran parte, a la emergencia, desarrollo y consolidación de diversidad de movimientos sociales de diferente índole (movimiento obrero, estudiantil, de derechos humanos, desocupados, ambiental, entre otros), especialmente a partir de la década de los noventa y de manera creciente a partir de la crisis del año 2001. Con amplias diferencias en sus estilos, articulaciones socioestatales, objetivos y formas de manifestación públicas, son actores clave para la construcción de políticas públicas y programas de gobierno. Asimismo, por su relevancia y visibilidad son parte de diversidad de estudios e investigaciones que indagan en su surgimiento, en el impacto que puedan tener en la agenda pública o en cómo actúan colectivamente (Tricot, 2012).
Diversas tradiciones son parte de estas indagaciones en las cuales se conjugan abordajes diferenciados, debates y perspectivas que en muchos casos resultan complementarias, especialmente en la actualidad, momento en que las problemáticas sociales poseen cada vez mayores complejidades para su comprensión. Más allá de las propias tensiones del campo, los estudios sobre los movimientos sociales continúan teniendo gran vigencia y amplio desarrollo —sobre todo en las ciencias sociales—, dadas sus virtudes para el entendimiento de procesos sociales más amplios.
En este artículo, se retoma parte de la perspectiva teórica del campo de los movimientos sociales con el fin de adentrarse en la organización Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra de la Provincia de Mendoza. Interesa revisar las formas en la que actúa la organización a través de la perspectiva teórica identificada con el análisis de la movilización de recursos y los repertorios de la acción colectiva. Específicamente, desde este marco analítico, interesa conocer su conformación como organización, los objetivos que persiguen, sus formas organizativas y lógicas de acción para alcanzar esos fines, sus modos de movilización, las redes que despliegan y la manera en la cual se manifiestan los conflictos/tensiones en el territorio y cuáles son los recursos que movilizan para sortear estos desafíos.
Debido a la complejidad que reviste adentrarse en los estudios de los movimientos sociales, para este artículo se seleccionaron las perspectivas que se consideraban más fructíferas y acordes para el estudio que se pretendía realizar. Esto se menciona dado que no se desconoce “la naturaleza cambiante” del campo organizativo, por lo cual, se reconoce la necesidad de que su estudio se adapte constantemente, refinando las teorías y los métodos según el fenómeno puntual que se quiera analizar (Inclán Oseguera, 2017).
En este artículo se presentan inicialmente los marcos y concepciones desde las cuales se parte para realizar el análisis, estas están basadas en interpretaciones de reconocidos autores/as especializados en la temática. Así, el artículo se encuadra en la perspectiva que aborda la acción colectiva, buscando aportar en el conocimiento de las maneras de intervención en política que despliegan los movimientos sociales, observando cómo actúan, se manifiestan o participan políticamente, estudiando, además, las variaciones o cambios que se puedan producir en lo que ha sido identificado como repertorios de acción colectiva (Tricot, 2012). Para este análisis, se tiene como premisa el carácter multidimensional de la acción colectiva y la complementariedad de aspectos que deben tenerse en cuenta para su conocimiento. Entendiendo que para poder llevar a cabo este tipo de análisis se deben considerar las lógicas de acción, como así también sus formas de movilización, posando la mirada en cómo han logrado actuar conjuntamente y mantenerse ya sea frente a sus adversarios, o en un proyecto de movilización social sostenido frente a la sociedad hegemónica (Álzate Zuluaga, 2008).
Lo presentado en este artículo se enmarca en el proyecto de investigación “Procesos alternativos de producción y comercialización de alimentos en la Argentina. Actores sociales, políticas estatales y territorios en las primeras décadas del siglo XXI”[1], desarrollado durante los años 2022 y 2023. Se parte de un análisis de datos primarios (entrevistas en profundidad a referente y creadora de la organización analizada) y secundarios (informes de la organización y organizaciones afines, boletines elaborados por la organización, de información proveniente de redes sociales y de notas periodísticas).
Perspectivas teóricas
Adentrarse en este campo de estudio da cuenta de una vasta trayectoria de perspectivas analíticas y referentes teóricos que fueron cambiando, generando transformaciones en las propias vertientes teóricas, logrando diferentes corrientes y subcampos en su interior. Como señala Schuster (2005), el estudio de los movimientos sociales, las protestas y la acción colectiva en general es uno de los grandes campos de análisis de las ciencias sociales desde hace un cuarto de siglo. Para este autor, la acción colectiva comenzó a constituir un novedoso problema al desmoronarse las certezas acerca de los sujetos colectivos homogéneos, aquellas que dominaron casi un siglo de conocimiento. Como señala, después de la crisis relativa del concepto de clase como principal explicación posible para la acción colectiva, la noción de movimiento social surgió como una alternativa para dar cuenta del “surgimiento de fuerzas sociales que se mostraban en el espacio político bajo formas de constitución no clasista y con reclamos novedosos” (Schuster, 2005, p. 45).
Dentro de estos debates, la perspectiva denominada como movilización de recursos surge de teóricos norteamericanos de la acción colectiva y los movimientos sociales, como una respuesta al escaso poder explicativo de las teorías del comportamiento colectivo de la privación relativa y la elección racional (Jiménez Solares, 2007). El enfoque penetra en la acción colectiva a partir del análisis de la eficacia con que las organizaciones y movimientos sociales emplean los recursos de que disponen para alcanzar sus objetivos. Específicamente, con recursos hacen referencia a “todos los medios tanto materiales como simbólicos utilizados para el logro de sus objetivos” (Velázquez García, 2003, p. 2). Según esta perspectiva, las acciones colectivas se mueven en un contexto donde los recursos son limitados y en disputa. Así, la movilización es el proceso donde los grupos organizados se apropian de recursos, los controlan y canalizan para lograr y alcanzar cambios sociales (Jiménez Solares, 2007). Su punto de partida se vincula con comprender que los conflictos sociales son inherentes a las sociedades y que la acción colectiva depende de la forma en que los individuos se organizan y, de este modo, movilizan el conflicto (Jiménez Solares, 2007), el cual se basa en la lucha por el control de los recursos escasos en una sociedad. Su fortaleza como teoría se sostiene en que permite analizar cómo se forman las organizaciones, cómo se moviliza el apoyo público, cómo se desarrolla el comportamiento de las organizaciones y se decide la táctica política (Jiménez Solares, 2007). De este modo, es una teoría que permite analizar no solo el tipo de transformaciones en las formas de organización de las organizaciones sociales, sino sus consecuencias en tanto medios para lograr sus objetivos (Velázquez García, 2003).
Sidney Tarrow (1997), referente en esta corriente, indaga las circunstancias en las que surgen los movimientos sociales y analiza sus dinámicas a más largo plazo. Según el autor, hay momentos en los cuales el pueblo “acepta su destino” y otros en que “surge el poder” del movimiento. El poder del movimiento se cristaliza cuando los ciudadanos comunes “unen sus fuerzas para enfrentarse a las élites, a las autoridades y a sus antagonistas sociales” (Tarrow, 1997, p. 17). Estos movimientos atraen a la acción colectiva por medio de repertorios conocidos de enfrentamientos e introducen innovaciones en torno a sus márgenes. En su base se encuentran las redes sociales y los símbolos culturales a través de las cuales se estructuran las relaciones sociales. Los referentes de esta perspectiva comprenden que cuanto más densas sean las redes sociales y más familiares los símbolos, es más probable que los movimientos se generalicen y perduren. En este sentido, Tilly (1978 en Tarrow, 1997), uno de los exponentes más reconocidos de esta corriente, plantea que las organizaciones antes de movilizarse por la lucha de los recursos disponibles se agrupan con base a intereses compartidos —constituyendo redes solidarias entre ellas— y de estos depende el tipo de movilización adoptada. De este modo, el “repertorio de confrontación” es “la totalidad de los medios de que dispone un grupo para plantear exigencias de distinto tipo a diferentes individuos o grupos” (Tilly, 1978 en Tarrow, 1997, p. 65).
Tilly al utilizar el concepto de “repertorio” hace referencia a un conjunto limitado de rutinas aprendidas, compartidas y actuadas a través de un proceso de elección relativamente deliberado. Agregando que los repertorios son creaciones culturales, que no descienden de una filosofía abstracta ni toman forma como resultado de la propaganda política, sino que surgen de la lucha (Tilly, 2002 en Tricot, 2012). Así, en esta dirección, Tricot (2012) sostiene que estas acciones de tipo colectivas responderían a la historia particular de cada grupo, siendo las formas en que esta se lleva a cabo una expresión mnemónica de este y de su cultura, es decir que las distintas sociedades cuentan con sus propios repertorios de acción colectiva, los cuales pueden variar dependiendo del contexto. De este modo, la cuestión contextual posee centralidad para comprender la acción colectiva, Álzate Zuluaga (2008) sostiene que esta va “inaugurando nuevos canales de participación, nuevas relaciones entre medios y fines, conforme se van articulando y reconfigurando las relaciones de poder en el contexto territorial, cultural, económico y político en el que se desenvuelven” (p. 282). Como se puede evidenciar desde la perspectiva adoptada aquí, la noción de acción colectiva no es una categoría abstracta, pues no puede situarse al margen de la historia y la política. Desde la idea de “proceso”, Álzate Zuluaga (2008) sostiene que las acciones colectivas tienen un ciclo vital que puede conducir a su institucionalización y a ubicar sus relaciones de poder dentro del marco estatal, es decir que sostiene que el carácter litigante inicial no tiene que ser permanente, este puede estar sólo en algunos momentos de la acción política colectiva. Se plantea así la riqueza de poder desarrollar un análisis que desde la pluralidad de aspectos presentes en la acción colectiva y de la forma en la que cada uno de estos aspectos se sostiene en el tiempo, varía o se va incorporando a nuevas realidades, en un proceso permanente de autoconstrucción y resignificación del actor social (Álzate Zuluaga, 2008).
Tarrow (1997) sostiene que la acción colectiva es la base de los movimientos sociales, ya que se constituye en su principal y, a veces, el único recurso con el que cuentan. Esta puede adoptar diferentes formas —breve, mantenida, institucionalizada, disruptiva, monótona o dramática— y da lugar a la generación de movimientos cuando los actores sociales involucrados conciertan sus acciones en torno a aspiraciones comunes en secuencias mantenidas con sus oponentes o autoridades. De este modo, también pueden ir variando las formas de expresión adoptadas pues
el despliegue y poder de las acciones políticas colectivas se evidencian no solo en las calles con la realización de marchas y plantones, o con la existencia de ciclos de protesta; su mensaje movilizador se transmite a través de nuevos medios como Internet, o en las conmemoraciones de eventos significativos política y socialmente –con la realización, por ejemplo, de ‘carnavales por la vida’ en fechas que recuerdan un evento trágico y violento, o incluso, en actividades económicas de autosostenimiento, casi en contravía del orden productivo imperante. (Álzate Zuluaga, 2008, p. 282)
Para Tarrow (1997), los movimientos —especialmente los organizados— recurren a diversos tipos de acciones. Estas van desde la aportación de “incentivos selectivos” a los miembros hasta la consecución de un consenso entre los seguidores reales o potenciales, la formación de grupos de presión, la negociación con las autoridades y el cuestionamiento de los códigos culturales a través de nuevas prácticas religiosas o personales. Sumado a lo anterior, existe un motivo más habitual, por el que la gente se aglutina: plantear exigencias comunes a sus adversarios, a los gobernantes o a las élites. Sin embargo, esto no nos obliga a asumir que todos los conflictos surgen de intereses de clase o que el liderazgo carece de autonomía; solo que en la base de las acciones colectivas se encuentran intereses y valores comunes o solapados entre sí.
Los movimientos sociales no surgen en cualquier momento ni lugar, lo hacen cuando se dan las oportunidades políticas para la intervención de agentes sociales que normalmente carecen de ellas (Tarrow, 1997). En este sentido, cuando los movimientos sociales surgen es cuando se abren las oportunidades políticas para ello. Al hablar de estructura de las oportunidades políticas, Tarrow (1997) hace referencia a las dimensiones consistentes —aunque no necesariamente formales, permanentes o nacionales— del entorno político, que fomentan o desincentivan la acción colectiva. El concepto de oportunidad política pone el énfasis en los recursos exteriores al grupo —al contrario que el dinero o el poder—, que pueden ser explotados incluso por luchadores débiles o desorganizados. Con mayor claridad aporta que los cambios más destacados en la estructura de oportunidades surgen de la apertura del acceso al poder, de los cambios en los lineamientos gubernamentales, de la disponibilidad de aliados influyentes y de las divisiones dentro de las élites y entre las mismas. Desde el punto de vista de los resultados, lo importante es que, aunque los movimientos casi siempre se conciben a sí mismos como algo exterior y opuesto a las instituciones, la acción colectiva los inserta en complejas redes políticas, poniéndolos así al alcance del Estado.
El origen y su devenir
La Unión de Trabajadores Rurales sin Tierra (en adelante UST) es una organización de trabajadores rurales, campesinos, pequeñas familias agricultoras y miembros de pueblos originarios de la provincia de Mendoza, que nace en un contexto social, político y económico complejo como fue el del año 2001, atravesado por una profunda crisis socioeconómica. Esta devino como consecuencia de los cambios profundos que se iniciaran en la estructura productiva en los años 90. El modelo neoliberal implementado por el gobierno de Carlos Menem durante esta década desarticula una estructura productiva de inicios de los años 30, donde pequeñas familias productoras podían obtener una subsistencia estable y en ascenso, más allá de la hegemonía de los grandes productores que dominaban el mercado; muchas de ellas, con el trabajo de años lograron expandirse generando trabajo estacional —o llamado golondrina— y agregar valor con derivados de la propia actividad primaria (Rofman, 2012). Para entonces la producción hortícola y la vitivinicultura respondían a las necesidades del mercado interno, que crecía acompañando el ascenso social de trabajadores urbanos y rurales. La apertura de las importaciones de alimentos producidos en el país, como frutas, pastas, conservas, entre otros, iniciaron un proceso de abandono de fincas, tras el quebranto de sus históricos productores y acopiadores. Con la tecnificación en la producción de alimentos y derivados, y con el ascenso de un nuevo actor en el marco de la estructura productiva —los holdings de inversores agropecuarios, que buscaban obtener beneficios de los agronegocios a partir de la conformación de una nueva estructura de mercado exportador, de explotación intensiva monoproductiva y altamente tecnificada—, se fue expulsando a las pequeñas y medianas familias productoras en los primeros años de la década (Rofman, 2012).
Particularmente, en Mendoza, desde los años 90, se produce una reestructuración en la vitivinicultura por un proceso de reconversión y globalización, lo que fue generando una nueva configuración de relaciones y campo de fuerzas entre los actores y los territorios (Altschuler, 2017). La reconversión vitivinícola alentó en Cuyo[2], como en pocas, la salida masiva de las familias productoras[3], a contramano de su voluntad, pues las tierras periféricas a la zona de riego resultaban atractivas para la implementación de servicios gourmet, lugares de esparcimiento y nuevas urbanizaciones[4], entre otras, en detrimento de su origen productivo.
En este escenario, marcado por la apertura económica y la desregulación, las familias pequeñas productoras se tornaron cada vez más marginales[5]. La UST surge en el departamento de Lavalle, a partir de la articulación entre un grupo de familias de trabajadores rurales y productoras de menor escala y pequeños productores caprinos y un colectivo de agrónomos/as recientemente graduados en la Universidad de Cuyo. Estos últimos con la intención de aportar con la gestión de recursos y saberes a la organización popular a través de la figura de la Asociación Civil CAXI (Asociación para el Desarrollo Integral), creada para dicha finalidad (Liceaga, 2008). Como señala una referente de la organización y parte integrante del grupo originario, el inicio fue como el “encuentro entre dos mundos”:
estudiantes universitarios que militamos en la Facultad de Agronomía en la década del 90 ( ... ) cuestionamos firmemente la formación universitaria porque básicamente no ven personas, ¿no? No hablaba del sector del campo pobre; no se daban a conocer otras experiencias, otras organizaciones campesinas que en ese momento habían surgido, sobre todo en los 90, a partir de la lucha por la tierra de la mano de las sojización, de la expansión de la frontera agropecuaria. (Referente de la organización UST, entrevista, 01 de agosto de 2022)
Los primeros encuentros tenían el objetivo de buscar soluciones a su realidad cotidiana, centrándose en cómo generar emprendimientos que les permitieran sobrevivir y en lograr su permanencia en el territorio. Desde lo productivo, inicialmente, comenzaron con la experiencia de la producción del tomate en fincas que cultivaban muchas hectáreas y que, de la cosecha gruesa, los empresarios dejaban las plantas con frutos no extraídos. Esta situación fue vista como una oportunidad, dado que iban a esos campos y recogían el tomate que quedaba. Cómo relataba la referente:
nosotros íbamos y sacábamos lo que quedaba y buscábamos botellas, y se reciclaban. Comenzamos con el triturado para las casas y así arrancamos y con varias huertas, en las que trabajaban principalmente mujeres y todo eso era para el autoconsumo. (Referente de la organización UST, entrevista, 01 de agosto de 2022)
Con el paso del tiempo y con su afianzamiento como organización territorial, la producción que inicialmente era para autoconsumo se expandió hacia la comercialización de lo producido para mejorar los ingresos de las familias productoras. En la actualidad, la UST está compuesta por unas 1000 familias productoras, distribuidas por toda la región, es decir, es una organización de segundo grado nucleada en cuatro espacios regionales: Oeste (Jocolí), Este (Los Moluches), Valle de Uco y Sur (San Rafael). La UST tiene la intención de sumar cada vez más familias productoras, como señala una de las referentes: “nos podíamos haber quedado con una federación de 10 cooperativas, pero, al mismo tiempo, uno ve cómo vas transformando la realidad de esas familias y de otras familias”.
La UST se organiza a través de la conformación de cooperativas de trabajo. Esta forma le ha permitido sostener los espacios de trabajo. Dicho por ellos mismos: “La estructura organizativa y de toma de decisiones es horizontal y basada en el consenso, donde las discusiones de los grupos de base se trasladan a las reuniones generales a través de delegados rotativos para poder coordinar acciones” (Unión de Trabajadores sin Tierra, 2016, p. 1). Cada grupo de base tiene a su vez delegados en las diferentes áreas operativas en las que funcionan: Salud, Formación y Educación, Territorio, Agua y DD. HH., Producción y Comercialización y Comunicación.
La organización sostiene que la producción agroecológica de alimentos y la creación y sostenimiento de puestos de trabajo son objetivos necesarios para fomentar el desarrollo rural y el mejoramiento en las condiciones de vida de las familias pequeñas productoras. Por ello, en las diferentes etapas productivas, aparece la cuestión agroecológica como práctica concreta y como postulado (Jurado, 2018).
Parte de su crecimiento y expansión como organización se observa en el fortalecimiento de los emprendimientos de elaboración y comercialización de conservas, así como también en la diversificación que alcanzó su producción. Actualmente, producen vino artesanal, poseen huertas comunitarias, realizan apicultura, cría de animales de granja, entre otras. Sus productos son elaborados de manera artesanal, con maquinarias a pequeña escala, y frutas y verduras provenientes de la producción de agricultores asociados. También desarrollan conservas (cerezas, duraznos) realizadas sin químicos, ni conservantes. Asimismo, producen alpargatas de cuero curtido por una fábrica recuperada y latas de tomate triturado y entero elaborado en tres fábricas colectivas (UST, 2023). Parte de su crecimiento, se puede identificar con la expansión de lugares de comercialización, como es la creación del almacén propio de la organización localizado en la ciudad de Mendoza[6]. Poseen diferentes puntos de venta en ferias y mercados, y también a través de pedidos en su sitio web. Estas iniciativas se encaran desde el área de producción y comercialización, la cual es impulsada bajo los preceptos de la soberanía alimentaria, el comercio justo y la generación de mercados solidarios.
Una particularidad de su forma de comercialización se vincula con la presentación de los productos en el envasado. Los productos elaborados por las familias de la organización poseen imágenes del proceso de elaboración junto con fotos de las familias productoras encargadas de la producción. En este sentido, en las imágenes se puede observar el insumo sin procesar (original, frutas, cuero), a los trabajadores/as que lo producen, el entorno en el cual es elaborado y la incorporación del logo del Movimiento Nacional Campesino, como modo de identificación con un colectivo más amplio al cual pertenecen. Cuestiones no menores a la hora de dar a conocer su forma de trabajo, los principios que los movilizan, los recursos materiales con los que cuentan y los símbolos a los cuales apelan.
Figura 1
Publicaciones en la web de la UST



Nota. UST (2023)
Frente a las prácticas que desarrollan para impulsar esta área, llevan adelante otras acciones que tienen el objetivo de visibilizar las dificultades económicas que atraviesan las familias productoras para dar continuidad a su trabajo. Con este fin, la organización despliega diferentes repertorios de acción, como son la organización de protestas y manifestaciones en la vía pública.
Figura 2
Manifestaciones de la UST

Nota. Verdurazo, manifestación de productores en el Centro (2023)
El más reciente ‘verdurazo’ —modo para denominar el tipo de evento— de abril de 2022, se desarrolló bajo la consigna: “El campo alimenta”. Allí regalaron frutas y verduras en la explanada de Casa de Gobierno a los asistentes. La actividad incluyó, como parte de los repertorios, la incorporación de expresiones culturales como son la música y los bailes tradicionales. En dicho acto, pronuncian discursos y realizan diferentes tipos de notas periodísticas —radiales, de prensa— como medio de denuncia e identificación de su postura. Según las expresiones de la organización, este acto se llevó a cabo “como respuesta ante la inflación y la escalada de precios sin regulación”, pues la situación productiva es crítica, ya que faltan políticas provinciales para el sector (Furor por el ‘verdurazo’ frente a la Casa de Gobierno, 2022, 20 de abril).
Formas de movilización: Luchas por el acceso a la tierra y al agua
En la provincia de Mendoza, el acceso a la tierra y al agua es un tema extremadamente complejo y acuciante[7]. Por ello, parte de los principios que persiguen como organización están basados en la defensa de la tierra, el agua y los bienes naturales en general. Específicamente, llevan a cabo una lucha por el “acceso a la tierra y al agua para vivir, para consumir y para producir” (Unión de Trabajadores sin Tierra, 2016, p. 1). Este aspecto de la organización ha cobrado cada vez mayor centralidad debido a la expansión del agronegocio, la instalación de proyectos de megaminería y del turismo transnacional, acciones que han profundizado en los últimos años los conflictos sociales y territoriales. En esta dirección, Collado Mazzeo et al. (2020) señalan que la transformación estructural de la dinámica de acumulación provincial ha generado la “emergencia de conflictos socio-territoriales de tipo ambiental (defensa del agua, del territorio, del paisaje, de reservas naturales y humedales, de la producción primaria) más que circunscritos a la lógica laboral” (p. 153). En este escenario, las demandas de la organización se localizan de manera significativa en la disputa por el acceso a la tierra y al agua, como medio para que las familias puedan continuar produciendo y viviendo en sus territorios.
Fue un diciembre de 2002, fecha cercana a sus orígenes, cuando la UST organizó su primera movilización contra la concentración de la tierra y por el acceso al agua. Esta manifestación se convirtió en el hito de conformación de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra dado que generó el reconocimiento público de la organización en torno a su lucha, especialmente porque allí por primera vez se dieron a conocer por su identidad común como UST (Moro, 2012, 03 de diciembre). Desde entonces, y en coincidencia con el Día de la Lucha Campesina, cada año la UST se moviliza por las calles de la ciudad, con el fin de dar a conocer las demandas campesinas en el medio urbano. Años después, decidieron realizar acciones directas de toma de fincas abandonadas:
integrantes de la organización hicieron uso de un canal de forma tal de obtener agua para el riego de unos campos en la zona. Si bien la acción fue ilegal, les permitió nuevamente tornar visible el conflicto en torno a este recurso fundamental para la producción. (Jurado, 2018, p. 169)
Figura 3
Manifestaciones de la UST

Nota. UST (2023)
Por la revalorización que atraviesa la tierra en los últimos años, en la zona hay muchos conflictos; problemáticas puntuales entre las pequeñas familias productoras y empresas, en muchos casos extranjeras, por intentos de desalojos de las fincas, la persecución a las familias, la destrucción de los puestos de cuidado de los animales, los alambrados de parcelas, la rotura de las instalaciones (maquinaria, galpones), los cercamientos ilegales, las intimidaciones a las familias con amenazas y golpes, etc. En muchos casos, las familias trabajan en la finca desde hace décadas, pero como no poseen título de propiedad se vuelven más vulnerables a la persecución y al desalojo. Como señala un referente de la UST en una nota periodística: “En los últimos años se han agudizado los conflictos con capitales extranjeros. Durante mucho tiempo hubo conflictos con terratenientes locales, ahora se ha agudizado el tema con los capitales extranjeros” (FARCO, 2011).
Desde el área dedicada a la defensa de la tierra, el agua y los derechos humanos, se llevan a cabo diferentes repertorios de acción. Entre ellos, el acompañamiento a las familias para poder resistir al desalojo y la creación de equipos jurídicos que actúan ante las demandas por deudas y acciones de desalojo de las fincas. Según señala la referente entrevistada, esto es fundamental pues:
por gente que va y alambra, hay ligas de abogados que saben cómo funciona el sistema, entonces te ponen un alambre y al otro año te ponen otro y de repente te clavan la prescripción veinteañal y se llevan puestos los derechos de la familia; entonces, en esa zona, sí hemos tenido y hemos ganado por suerte muchos conflictos con compañeros con ese perfil de producción. (Referente de la organización UST, entrevista, 01 de agosto de 2022)
En el caso particular del agua, el problema mayor es su escasez. Esta resulta central porque la provincia de Mendoza está localizada en una región de clima y suelos áridos y semiáridos por lo que atraviesa períodos de sequía, lo cual genera restricciones en su uso y altos costos, y trae grandes dificultades a las familias pequeñas productoras a la hora de producir[8]. Según señala una referente entrevistada:
Hay una situación particular que es que, además de pagar por la tierra, pagas por el agua y por todo el sistema de riego por el que somos tan famosos: ¡las acequias! Y esa cosa que resulta tan romántica se paga igual, aunque vos no utilices el agua, entonces si vos estos 20 años sin cultivar una finca o 10 porque no te cierran las cuentas como ocurría en los 90 quedas con deudas enormes de riego. (Referente de la organización UST, entrevista, 01 de agosto de 2022)
Para una de las referentes del área de prensa y comunicación:
La tierra y el agua deben cumplir una función social y el Estado debe poder expropiar para poder asignarla a campesinos e indígenas sin tierra ( ... ) No esperamos sentados que el gobierno de turno cumpla sus promesas, por eso fomentamos en distintos lugares urbanos o rurales que el pueblo empiece a trabajar para solucionar sus problemas. (Cano, 2006, párr. 1)
Desde esta perspectiva, un integrante de la UST describe las acciones emprendidas por la organización como pasos de un “plan de lucha”:
El primer paso es la organización, porque había bastantes comunidades desorganizadas, y hoy ya hay una regional de la UST funcionando, con muchos compañeros que tienen elementos suficientes como para atender la emergencia y seguir promoviendo la organización de otras comunidades. El segundo paso en el que estamos trabajando es la demarcación del territorio campesino, con la idea de que tengamos más claramente cuál es el territorio que vamos a defender, para poder pasar a la ofensiva. El tercer paso es un proyecto de ley, que ya lo tenemos presentado en el ejecutivo, que es una ley que apunta a garantizar la permanencia en el campo de las familias campesinas que ya tienen tierras, y facilitar el acceso de los sin tierra. Todo nuestro plan de lucha va a apuntar a fortalecer esos tres momentos. (Tierra Amiga, 2007, párr. 7)
Sumado a esto, se llevan a cabo reclamos y manifestaciones públicas en defensa y denuncia de la situación en la provincia. Una de estas acciones fue un reclamo al gobernador provincial en una festividad provincial con alto reconocimiento público y convocatoria como es la tradicional Fiesta de la Ganadería. En este encuentro, en mayo de 2017, exigieron medidas concretas para la ganadería campesina y la agricultura familiar, como así también el fin de los desalojos a familias productoras y el acceso a la propiedad de la tierra. Dentro de las acciones desplegadas en ese acto, hicieron entrega de un petitorio en el cual se establecieron los puntos centrales de su reclamo (Mendoza: trabajadores rurales Sin Tierra reclamaron en la Fiesta de la Ganadería, 2017, 14 de mayo).
Anteriormente, en el año 2009, como parte de sus repertorios, realizaron una protesta por la persecución y criminalización de pequeños productores en toda la provincia, las trabas para acceder al agua y los constantes intentos de desalojos que sufren por parte del Estado y los privados. En esa ocasión, el reclamo y la manifestación contó con la venta de productos elaborados por familias productoras de la organización y también una propuesta cultural vinculada al festejo a través de presentación de cantantes populares (Marcha del Movimiento Nacional Campesino e indígena en Mendoza, 2009, 05 de octubre) en el espacio público. En otras oportunidades, la conmemoración de ciertas fechas es utilizada como un recurso para realizar reclamos específicos, este fue el caso en el año 2014 en el Día Internacional de la Lucha Campesina, día elegido por la organización para marchar a la sede del poder ejecutivo provincial en reclamo por el acceso a programas de comercialización directa, reclamar por la Ley de Banco de Tierras y el Plan de Ordenamiento Territorial, el acceso al agua de riego y agua potable, entre otras demandas (Funcionarios del Ministerio de Agroindustria acordaron con la Unión de Trabajadores Sin Tierra, 2014, 25 de abril).
El área de protección y defensa de la tierra y el agua, resulta la más defensiva y con mayor visibilidad por su despliegue y además por los aspectos “en” conflicto. Por esta razón, una de las referentes señala, en una nota periodística, que a esta área de la organización la denominan de la “resistencia” pues implica ejercerla ante los desalojos, las expulsiones forzadas de las familias que allí habitan y trabajan y para el reconocimiento de la posesión de las familias campesinas (Moro, 2012, 03 de diciembre).
Extendiendo redes: recursos y alianzas en acción
Como parte de su estrategia y movilización de recursos, desde la UST priorizan establecer vínculos con diversos actores e instituciones públicas en la búsqueda de llevar adelante acciones conjuntas y contar con mayor respaldo y expansión. Por ello, al poco tiempo de iniciadas sus primeras acciones, en el año 2005, la UST conformó el Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI), junto a más de 20.000 familias, que se articulaban en el Mocase-VC de Santiago del Estero, el Movimiento Campesino de Córdoba (MCC), la Red Puna y Quebrada de Jujuy, la organización GIROS de Santa Fe, el Servicio a la Cultura Popular (Sercupo) de Buenos Aires y el Encuentro Calchaquí de Salta. Asimismo, articulan con la Federación de Cooperativas la Unión Trabajadores de la Tierra (UTT), organización de amplio crecimiento en los últimos años, que nuclea a familias pequeño-productoras y campesinas de todo el país (Unión de Trabajadores Rurales sin Tierra, 20 años de lucha campesina en Cuyo, 2022, 05 de diciembre). En un plano mayor, la organización también se vincula con Vía Campesina, instancia que coordina internacionalmente a organizaciones campesinas de 40 países de África, Asia, América y Europa (Moro, 2012, 03 de diciembre). A partir de las redes que fueron conformando, extendieron su cobertura, reconocimiento social y político, como así también al sumarse mayor cantidad de familias productoras como integrantes lograron un crecimiento como organización.
Dentro de sus alianzas, se identifican como centrales las articulaciones permanentes con organismos del Estado Nacional orientados a la promoción de la economía social, el desarrollo rural y la agricultura familiar, específicamente. Según una de las referentes del movimiento, la ayuda estatal la localizan a partir del 2003[9], momento desde el cual, de manera continuada, han podido ir gestionando con el Estado la participación en diferentes programas y organismos públicos[10]. La referente entrevistada reconoce el cambio en cuanto a la oportunidad de apertura política en comparación con las dificultades que atravesaron al inicio, cuando desde la estructura estatal no eran tenidos en cuenta. En este sentido, afirma que “no existía ni en el INTA, ni en la Secretaría de Agricultura Familiar, para ese sector no había nada o había muy poco” (Referente de la organización UST, entrevista, 01 de agosto de 2022). Si bien reconocen apertura y ámbitos para el diálogo, la referente entrevistada, también identifica que, al Estado, “le tenés que mostrar un modelo alternativo, ( … ) tenemos como desafío, también, el dialogar con el Estado, de transformar el Estado, o sea, hacerle propuestas o de participar” (Referente de la organización UST, entrevista, 01 de agosto de 2022).
Las alianzas con organismos públicos han resultado un pilar fundamental del proyecto, ya que proveen recursos, capacitación y asistencia técnica a gran escala. Por ejemplo, en la actualidad, se articulan con el Estado Nacional a partir del desarrollo de cursos bajo el modelo de “campesino a campesino”, seminarios, talleres y campañas de semillas nativas hasta las Escuelas e Institutos de Formación en Agroecología. Por otra parte, a partir de las redes construidas lograron articulaciones con organismos internacionales y con la agencia de cooperación de diferentes países. A partir de estas articulaciones, junto a subsidios estatales y los ingresos propios, logran obtener los recursos para sostenerse.
Dentro de la lógica organizativa, la transmisión de conocimiento resulta clave como parte de los recursos de los que disponen y como estrategia para el sostenimiento de las articulaciones construidas. Apuestan a la formación y capacitación de las familias productoras sobre derechos humanos, derecho a la tierra y al agua, la salud, al género, la soberanía alimentaria, la reforma agraria y el comercio justo a través de diferentes formatos. De acuerdo con los dichos de la referente entrevistada:
Todo el tiempo estamos tratando de generar propuestas de capacitación ( ... ) que vayan incluyendo cada vez a más productores; pretendemos productores cada vez más grandes, más capacitados para vender incorporando tamaño, complejidad ( … ) hay que ir acompañándolos a que puedan tomar sus propias decisiones, un aspecto que requiere determinación política. (Referente de la organización UST, entrevista, 01 de agosto de 2022)
Desde el Centro de Estudios e Investigación y la escuela secundaria han surgido cohortes con especialización en Economía Social y de maestros de escuela primaria. Además, reciben estudiantes de toda la provincia y de otras a sus cursadas; les brindan alojamiento una semana al mes y las restantes semanas realizan prácticas en sus territorios[11]. Para aportar a la formación de las futuras generaciones de las familias productoras, conformaron la Escuela Campesina de Agroecología entre los años 2009 y 2010. En 2016, surgió la Tecnicatura Superior en Economía Social y Desarrollo Local; en 2018 avanzó la propuesta del Profesorado de Maestros Rurales, la Tecnicatura Superior en Agronomía, con orientación agroecológica; en 2020, la Diplomatura en Agroecología y Manejo Sostenible del Territorio, y la Escuela Popular de Género Anita Quiroga[12] .
Asimismo, como formas de trasmisión de sus ideas y lógicas organizativas, llevan adelante radios comunitarias y dos revistas: Grito Cuyano y Revista del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI). De este modo, la UST gestiona sus medios de difusión y también sus propias estrategias de comunicación. Estas propuestas, basadas en la creación de medios de comunicación no tradicionales o alternativos, pueden ser comprendidos como parte de los repertorios de acción que moviliza la organización para dar a conocer su trabajo, denunciar y visibilizar diferentes conflictos a un público más amplio y diverso.
En cuanto a la relación de la organización con el gobierno provincial, esta resulta conflictiva pues han atravesado tensiones por los espacios que gestionan. Hacia fines de 2022, la UST denunció que las autoridades provinciales pretendían cerrar la Escuela de Agroecología, desconociendo su currículo y realizando excesivas inspecciones desde la Dirección de Escuelas, pues tampoco admiten su metodología de enseñanza y evaluación. La referente entrevistada señala que:
Hemos sufrido persecuciones, inspecciones de todo tipo hasta una vez por semana y pasan más de 5 horas revisando papeles, nos tiran de las bolas pues no toleran este tipo de proyectos alternativos ( … ) el ministro (de Educación) proviene de la enseñanza privada, son modelos políticamente incorrectos para ellos. (Referente de la organización, entrevista, 01 de agosto de 2022)
La directora de la Escuela en una nota periodística señala que el conflicto se inicia porque el gobierno de la provincia de Mendoza no renovó el convenio de cogestión con la Escuela Campesina de Agroecología y de esta manera no está garantizando el derecho a la educación de muchos estudiantes que optan por esta escuela para terminar sus estudios (No al cierre de la Escuela Campesina de Agroecología en Mendoza, 2022, 01 de agosto).
La mirada estructural
Como parte de sus estrategias, vinculadas a la movilización de recursos externos al grupo, la UST apunta también a una proyección más estructural. Su propuesta es lograr alcanzar una política integral donde los derechos de todas las familias productoras sean reconocidos. De este modo, con miras a escalas más amplias, de largo plazo y desde un plano que considera las oportunidades políticas, la UST ha emprendido diversidad de acciones vinculadas a la presentación de leyes y la generación de espacios de incidencia vinculados a programas y políticas públicas tanto provinciales como nacionales.
Las condiciones sociopolíticas y económicas desde el año 2003 en adelante permitieron el encuentro y debate de esta problemática en escenarios diversos y con mayor recepción. A nivel nacional la UST, junto a otros movimientos, desarrollaron y presentaron una serie de proyectos de ley en el Congreso de la Nación tendientes a democratizar el acceso a la tierra y a la producción de alimentos para la población; iniciativas gestadas en asambleas regionales/nacionales o en encuentros de discusión con diferentes sectores del agro, pequeños y medianos productores, arrendatarios y propietarios, comunidades campesinas e indígenas y población urbana empobrecida sin tierra.
Como organización, movilizan sus recursos, que en muchos casos implican la confrontación de intereses, logrando apoyos en el poder político. Han logrado ciertos apoyos estratégicos para la presentación de proyectos centrales vinculados a su propuesta integral. Como señalan Jasinski et al. (2022), los proyectos logran ser acompañados por las fuerzas políticas que cubren buena parte del arco político e ideológico conocido, entre la derecha y la izquierda, entre el progresismo y el conservadurismo, entre el oficialismo y la oposición. Es que, según indica el autor, pese a estas diferencias, estas fuerzas comparten una preocupación sobre la creciente concentración de la propiedad y gestión de la tierra y la expulsión de familias del mundo rural.
Junto con la UTT, han presentado iniciativas ante el Parlamento Nacional como el Proyecto de Ley de Acceso al Hábitat y el Suelo “Programa Nacional Tierra Techo y Trabajo” —que obtuvo media sanción en Diputados en 2021—, el cual plantea crear una línea de créditos blandos para que las cooperativas o el pequeño productor familiar pueda comprar la tierra sobre la que trabaja, permitiéndole mejorar la escala de producción y generar procesos de recuperación y regeneración del suelo de manera sostenida. Además, la UST acompañó, en el año 2020, un proyecto de ley para la creación del Programa Nacional Marcha al Campo, que otorgaría al Estado el rol rector de una distribución de tierras fiscales para la producción y arraigo rural, unos 12 millones de hectáreas fiscales en zonas rurales de todo el país, según lo expresado. Pero no se propone entregar las tierras en propiedad —ni siquiera colectiva—, sino en carácter de comodato a largo plazo, manteniendo el estado “la nuda propiedad del dominio fiscal, descartando su transmisión al dominio privado” (Proyecto de Ley Programa Nacional Marcha al Campo, 2020).
Asimismo, en articulación con otras organizaciones con las cuales poseen alianzas, impulsan un proyecto de ley para la protección de tierras para la producción de alimentos, como espacios verdes y para la generación de viviendas para las familias productoras. El Proyecto de Ley de Acceso al Hábitat y el Suelo “Programa Nacional Tierra Techo y Trabajo”, presentado en octubre de 2022 por la UST junto a la gran mayoría de movimientos campesinos, rurales y de pequeños y medianos productores y presentado a comisión por el Diputado Juan Carlos Alderete, se propone en su Artículo 1.° (p. 1):
a) Reducir el déficit habitacional de la población a partir de la construcción de soluciones habitacionales, viviendas nuevas o infraestructura social básica. b) Instrumentar políticas de acceso a la tierra que prioricen la agricultura familiar, campesina y originaria, comenzando por la población registrada en el RENAF generando, de esta forma, arraigo y fomento para las economías regionales.
Como parte de los espacios de incidencia en los cuales participa la organización, hay uno que resulta clave: el espacio en la Mesa Agroalimentaria Argentina, donde se expresan y se discuten propuestas para un sistema agrario nacional alternativo y donde se visibilizan los aspectos críticos que tienden a la exclusión de las familias productoras, organizaciones y cooperativas[13] identificadas como el “otro campo” (Se lanzó la Mesa Agroalimentaria Argentina, 2021, 10 de junio) De manera simbólica también, con estas expresiones y formas de organización ponen en discusión modelos que se encuentran en disputa. En esta dirección, el lanzamiento de la Mesa se llevó a cabo en una finca recuperada en la provincia de Mendoza —convertida en sede del Centro de Formación e Investigación Campesina—, como una forma de manifestación del conflicto latente no solo sobre las formas de producir y los obstáculos que enfrentan en este sentido, sino también como un medio de visibilización de la cuestión de la propiedad de la tierra y las amenazas de desalojos que enfrentan las familias productoras. Las referencias también apuntaban a poner de manifiesto la crisis alimentaria que enfrenta el país, garantizar el abastecimiento de alimentos de calidad y a precios justos. La conformación de esta Mesa pretende generar un espacio propio de representación para diferenciarse de lo representado por la Mesa de Enlace[14] y del Consejo Agroindustrial Argentino, ya que en ella intervienen distintos eslabones de la cadena de producción y comercialización (Se lanzó la Mesa Agroalimentaria Argentina, 2021, 10 de junio).
Reflexiones finales
En función de lo analizado, es posible identificar el despliegue de tres grandes ejes en los cuales funciona la organización, conforma redes, despliega estrategias y moviliza diversidad de recursos. En cada caso, conforman tres aristas que hacen a su constitución y, a la vez, permiten conocer sus características particulares como colectivo. Si bien fueron identificadas como acciones diferenciadas —por una cuestión analítica—, estas están en articulación permanente y no puede entenderse una sin la otra. De este modo, se comprende que cada uno de estos ejes va cambiando, incorporándose a nuevas realidades, en un proceso en donde la organización se resignifica y se construye como un relevante actor social, político y económico.
El primer eje se vincula con la forma organizativa que posee la UST para la producción y comercialización de alimentos. En este punto, desde la organización, se despliegan acciones para fortalecerse como un actor que produce y comercializa productos agroecológicos. Este proceso se ve acompañado por la generación de espacios de formación con escuela agroecológica, su expansión en tecnicaturas, en la generación de talleres y charlas para diferentes públicos, y en el acompañamiento técnico a la producción campesina, así como también en el desarrollo de canales propios de comercialización. La conformación de una red de espacios de comercialización de la propia organización resulta clave para comprender su expansión y afianzamiento como un actor relevante en la provincia y para comprender su capacidad para gestionar los recursos con los que cuenta y movilizar otros para lograr sus objetivos.
El segundo eje central se vincula con la conformación de redes y alianzas estratégicas para su consolidación como colectivo, para fortalecer la producción y comercialización y para poder posicionarse como un actor relevante y, a la vez, llevar a otras escalas los principios que fomenta la organización, aspectos que están en estrecha relación. Su articulación con movimientos sociales a nivel nacional y regional para aunar las luchas —especialmente las vinculadas a la defensa y el territorio para vivir y producir— les permite constituirse como parte de una red más amplia como el “otro campo”. En particular, en la situación provincial, la lucha por el acceso a la tierra y el agua es central para la organización como estandarte de su lucha. En este aspecto, la movilización de los recursos se relaciona con una lógica más confrontativa que implica reclamos y manifestaciones en la vía pública, especialmente dirigidas a las problemáticas provinciales. En este punto, las disputas territoriales son más evidentes y la forma de accionar se vincula con la denuncia y defensa de situaciones puntuales de desalojo de familias productoras. Se asocian y se enfrentan a las autoridades y actores antagonistas en función de las oportunidades políticas; sus objetivos pueden ser inmediatos (fin de desalojos, ocupación de tierras), mediatos (capacitación y sostenimiento legal de sus actividades) y futuros (la concreción de una soberanía alimentaria sustentable).
El tercer eje se relaciona con la conformación y participación de espacios institucionalizados, que se articula con los puntos anteriores. Se da cuenta del aprendizaje asimilado desde un origen “en solitario” hasta su conformación como colectivo de referencia, lo cual les permite generar y sostener espacios a través de canales más institucionalizados. Este eje se identifica como un accionar de tipo propositivo de la organización, entrelazado con las oportunidades políticas. La movilización de recursos se expresa en las articulaciones que se generan y se entablan con funcionarios y políticos nacionales en la búsqueda de apoyos en el poder estatal, así como también en la constitución de espacios propios conformados por diversidad de actores (por ej., Mesa Agroalimentaria Argentina). En este punto, las acciones se vinculan con propuestas (redacción y presentación de proyectos de leyes, la generación de normativas complementaria, la conformación de espacios de debate) para plantear reformas más estructurales centradas en las problemáticas centrales del sector, entre ellas, reforma agraria, tenencia de las tierras, extensión de la soberanía alimentaria, freno de los desalojos.
Al tiempo de su gestación, en un contexto de alta conflictividad social, la organización se expandió por toda la provincia, promoviendo la ocupación de tierras devenidas improductivas por su situación de abandono, la construcción de pozos de agua, de fábricas de agregado de valor de alimentos y la creación de sistemas alternativos de comercialización. Todo esto fue logrado a partir de la movilización de recursos y el despliegue de acciones en diferentes escalas —propositivas, institucionalizadas, confrontativas y organizativas—.
La UST como organización, y como parte de movimientos y redes más amplias, ha pensado más allá de las pequeñas experiencias autogestivas en los “bordes del sistema” para lograr avances en términos de visibilización de la problemática en entornos más amplios, por fuera de la realidad local, en espacios de confrontación de intereses —máxime en una economía devastada por décadas—, donde cualquier “manta siempre es corta”, tratando de disputar el sentido de las formas de trabajo imperantes, de las políticas públicas y de las lógicas que asume el Estado para con las pequeñas familias productoras.
La UST lleva a cabo un proceso organizativo que se fue fortaleciendo a lo largo de 20 años. Su trayectoria y accionar la posicionan en un entramado complejo, basado en disputas y confrontaciones, como un actor relevante que fue creando sus “propias oportunidades” para consolidarse.
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[1] Proyecto de Investigación Plurianual PIP-CONICET. Las autoras son investigadoras del mencionado proyecto y pertenecen al CEUR/CONICET.
[2] “La provincia de Mendoza, ubicada al centro-oeste de Argentina, posee una población de casi 2 millones de habitantes en la actualidad, constituyendo el cuarto aglomerado urbano a nivel nacional. Si bien desde el punto de vista económico la actividad vitivinícola no representa la principal actividad, la misma es considerada como la ‘actividad madre’ de la provincia, con fuerte significación a nivel socio histórico e identitario” (Altschuler, 2017, p. 84).
[3] Las familias que no pudieron afrontar la reconversión vitivinícola permanecieron bajo una economía de subsistencia y trabajos temporarios en espacios periféricos de la producción hegemónica, perdiendo sus tierras endeudadas por falta de pago del servicio de acequias y, las nuevas generaciones, migrando hacia periferias urbanas (Rofman, 2012).
[4] Los cambios en la producción de vino y aceite de oliva de alta gama y varietales, además de la concentración de capitales y de tierras en manos de pocas familias tradicionales o inversores nacionales o extranjeros, habilitó una serie de actividades paralelas para su promoción en el territorio. Muchas bodegas/aceiteras anexaron a sus plantaciones un polo turístico de élite con degustaciones gourmet, hotelería y, más recientemente, proyectando un complejo con pistas de esquí con miras a aumentar el flujo turístico con altos recursos económicos.
[5]Según los datos recopilados por el Censo Agropecuario Nacional (INDEC, 2018), si al inicio del milenio había poco más de 333 mil explotaciones, en 2018 se registró un veinticinco por ciento menos, casi 251 mil. En términos de población, la pérdida fue de un 40 % entre 2002 y 2018.
[6] El almacén funciona desde el año 2021, allí de manera permanente ofrecen frutas, verduras, hortalizas, conservas, yerba mate, lácteos, cervezas artesanales, pollos, chivos, insumos orgánicos para la huerta, frutos secos, artesanías y semillas, entre otros
[7] La tierra productiva y el agua resultan bienes muy escasos.
[8] En Mendoza se estima que con los actuales sistemas de riego solo es posible regar el 3 % del territorio. Esta zona es la que queda sujeta a riego y se denomina oasis, mientras que el 97 % restante es el secano. También es un problema la escasez de agua para consumo humano y producción, a pesar de que la ley de aguas pone el consumo de agua de las poblaciones como primera prioridad, para su uso los pobladores de la zona del secano no tienen acceso, ni siquiera para el consumo humano (“No esperamos sentados que el gobierno de turno cumpla sus promesas”, 26/04/2006).
[9] Tras dos años de inestabilidad política, en 2003 asume la presidencia Néstor Kirchner con apenas 22 % de los votos y la negativa del candidato Carlos Menem de ir a balotaje. La debilidad política fue superada por su estrategia de transversalidad con otros sectores políticos afines y emprendiendo una firme política de institucionalizar a las expresiones sociales surgidas de la crisis para incorporarlos a políticas gubernamentales de subsidios y generación de empleo, otorgar personería jurídica a los movimientos espontáneos de la sociedad civil y matricularlos en cooperativas de trabajo ante el INAES
[10] Entre las principales alianzas construidas cabe mencionar los acuerdos con el Ministerio de Desarrollo de Social de la Nación, Programa CONAMI y Programa Manos a la Obra; la Universidad Nacional de Cuyo, el Ministerio de Industria de la Nación, el Ministerio de Agricultura de la Nación, la Secretaría de Agricultura Familiar sede Mendoza; el Programa FOMECA-AFCA, Secretaría de Comunicaciones de la República Argentina; el Ministerio de Ciencia y Técnica, entre otros.
[11] Actúa mediante convenios con Institutos Superiores de Educación de la Provincia de Mendoza.
[12] Según señalan más de 350 compañeras y compañeros campesinos, han terminado sus estudios secundarios, han pasado por procesos de alfabetización y hoy sostienen la educación superior en el campo (UST, 2013, 14 de abril).
[13] Referentes de La Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT), el Movimiento Nacional Campesino Indígena Somos Tierra (MNCI ST) y la Federación de Cooperativas Federadas (FECOFE), junto a organizaciones de pequeños y medianos productores de 18 provincias, lanzaron la conformación de la Mesa en junio del 2021.
[14] Está integrada por la Federación Agraria Argentina, CONINAGRO, la Confederaciones Rurales Argentinas y la Sociedad Rural Argentina. Entidades que representan a los grandes hacendados.