311
Pensar la izquierda en clandestinidad. La experiencia
del Partido Socialista de los Trabajadores ante el
terrorismo de Estado (1976-1979)
Martín Mangiantini*
Resumen
El presente artículo se propone abordar el devenir de una expresión trots-
kista dentro de la izquierda argentina de los años setenta, el Partido Socia-
lista de los Trabajadores (PST), durante el contexto de mayor represión bajo
el terrorismo de Estado. Mediante un análisis de la documentación interna,
se analizará el modo en el que la represión y la clandestinidad pesaron so-
bre la organización partidaria, su dinámica interna y sus mecanismos de
intervención y militancia.
Palabras claves: trotskismo, clandestinidad, partidos de izquierda
Thinking about the underground leftist parties. The experience of the
Socialist Workers Party (1976-1979)
Abstract
This article aims to analyze the performance of an Argentine Trotskyist expression,
the Socialist Workers Party (PST), during the repression that began with the 1976
military coup. In scrutinizing some important unknown sources, we explain how
repression and secrecy aected the internal dynamics of the party, the modes of
political intervention and the varied repertories of militancy.
Keywords: trotskyism, clandestinity, left parties
* Instituto Ravignani, Consejo Nacional de Investigaciones Cientícas y Técnicas - Universi-
dad de Buenos Aires. Correo electrónico: martinmangiantini@gmail.com
Artículo recibido: 10/06/2021 Artículo aprobado: 08/11/2021
MIRÍADA. Año 14, N.º 18 (2022), pp. 311-341.
© Universidad del Salvador. Facultad de Ciencias Sociales. Instituto de Investigación en
Ciencias Sociales (IDICSO). ISSN: 1851 9431
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 311-341
312
Mediante el Decreto N.º 6, el gobierno castrense que alcanzó el poder el 24
de marzo de 1976 suspendió la actividad político-partidaria tanto a nivel
nacional como provincial y municipal. Como complemento de ello, escaso
tiempo después, la dictadura promulgó la Ley 21.322, mediante la que di-
solvió o declaró ilegal a un conjunto de organizaciones políticas, sindicales
y estudiantiles. Entre ellas, se destacaban los partidos políticos del campo
de las izquierdas, especícamente aquellos provenientes de diversas expre-
siones trotskistas y maoístas, como así también diferentes entidades subsi-
diarias de ellos. Esta diferenciación permitió a determinadas organizacio-
nes continuar el desarrollo de disímiles actividades políticas no públicas
(como fue el caso del Partido Comunista o diversas expresiones del socia-
lismo vernáculo, por ejemplo) (Casola, 2015), mientras que aquellos agru-
pamientos afectados por la mencionada regimentación se vieron forzados
a continuar con su derrotero en un marco de absoluta clandestinidad. Con
relación a este último conjunto, el presente trabajo se propone dar cuenta de
la dinámica militante de un partido perteneciente al campo del trotskismo:
el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) durante los primeros tres
años de la última dictadura cívico-militar1.
Al analizar el derrotero del Partido Comunista alemán, Hobsbawm
(2010) se preguntó qué ocurría con un partido revolucionario cuando se
iniciaba una situación que no lo era. A partir de la indagación de una abul-
tada documentación interna, escasa o nulamente explorada, este artículo
se propone analizar la dinámica de un partido como el PST, que, ante su
prohibición como tal, pugnó por desarrollar la continuidad de su militancia
y su funcionamiento bajo una lógica de estricta clandestinidad.
Al momento de indagar la dinámica de diversos partidos insertos en el
escenario del terrorismo de Estado, existen ciertos interrogantes factibles
de ser explorados: ¿cuán previsible fue el golpe de Estado y sus efectos
para una organización revolucionaria? ¿Cómo se reorganizó una estructura
1 Representada por la gura de Nahuel Moreno, esta trayectoria política se originó en los
años cuarenta con la formación del Grupo Obrero Marxista, luego rebautizado POR (Partido
Obrero Revolucionario). En los cincuenta, esta corriente formó parte del Partido Socialista
de la Revolución Nacional y, tras la caída de Perón, practicó la táctica del “entrismo” en el
movimiento obrero peronista a través de la publicación Palabra Obrera. En 1965, tras la fusión
con el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericanista Popular), dirigido por los hermanos
Santucho, nació el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Luego de un proceso de de-
bate interno, en 1968, esta organización se dividió en dos grupos diferenciados: la corriente
“morenista” conformó el denominado PRT - La Verdad, que actuó hasta 1972, año en que se
fusionó con un desprendimiento del Partido Socialista Argentino (dirigido por Juan Carlos
Coral), lo que dio origen al PST. Con esta denominación, actuó (de manera legal y clandesti-
na, respectivamente) hasta la nalización de la dictadura en 1983, para luego convertirse en
el Movimiento al Socialismo.
Mangiantini, M. / Pensar la izquierda en clandestinidad
313
partidaria antes legal ante la imposición de una obligada dinámica clandes-
tina? ¿Qué metodologías para la preservación de su militancia se practica-
ron? ¿Qué contradicciones se desprendieron entre aquellos mecanismos de
resguardo ante la represión y la búsqueda de sostenimiento de una militan-
cia inserta en diversas esferas del movimiento social? ¿Cómo era posible
articular la militancia clandestina en el país con aquellos referentes del par-
tido obligados a salir al exterior como medida de cuidado?
El trabajo pretende establecer un diálogo entre, por un lado, diversos
aportes subsidiarios de la teoría de partidos y, por otro, una vacancia his-
toriográca existente para el caso argentino con el objetivo de analizar el
funcionamiento de una estructura partidaria revolucionaria en un contexto
nocivo para su desarrollo. Se parte de una coincidencia con el acabado ba-
lance de Gabriela Águila (2019), quien dio cuenta de los múltiples tópicos
posibles de abordar y aquellos vacíos historiográcos aún presentes en el
estudio de las izquierdas durante la última dictadura. Especícamente, en
lo pertinente al PST en este período, se destacan los aportes de Florencia
Osuna (2015), trabajo con el que se polemizará tanto en sus conclusiones
como en determinados criterios metodológicos para su construcción y, des-
de otro registro, aquellas elaboraciones subsidiarias de experiencias mili-
tantes en clave crítica o testimonial (Coggiola, 2006; Movimiento Socialista
de los Trabajadores [MST], 2015).
El recorte temporal, circunscripto al período que data entre 1976 y 1979,
se inscribe en dos lógicas. Por un lado, desde el análisis del contexto nacio-
nal, se trató de los tres años de represión más álgida desarrollada desde el
Estado, lo que, en el caso de las organizaciones políticas perseguidas, obligó
al desarrollo de una militancia en extremo subterránea y bajo mecanismos de
estricto resguardo. Hacia 1979, sin menospreciar la continuidad de prácticas
represivas, comenzaron a visualizarse determinadas muestras de oposición
al régimen por parte de disímiles sectores, lo que, por ejemplo, se materializó
en el esbozo de huelga general del 27 de abril, transformado en el primer
ensayo de un rechazo más visible al derrotero político existente. Simultánea-
mente, en lo pertinente a la dinámica partidaria del PST, el golpe de Estado de
marzo de 1976 obligó a determinadas redeniciones metodológicas (como,
por ejemplo, la profundización de medidas de clandestinidad ya esbozadas
desde hacía algunos meses o la partida al exterior de determinados dirigentes
más expuestos). Este proceso simultáneo de resguardo y militancia de nuevo
tipo no se produjo sin contradicciones ni oscilaciones, lo que, hacia 1979, deri-
en un ciclo de discusión interna de fuste que colocó a este partido al borde
de su atomización. Los siguientes cinco apartados buscarán dar cuenta de las
transformaciones y el devenir de una herramienta partidaria revolucionaria
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 311-341
314
construida bajo la sombra de una dinámica ilegal, lo que condicionó y moldó
indefectiblemente su accionar.
La previsión del golpe por venir
Un primer interrogante desprendido del abordaje de las izquierdas ante el
proceso dictatorial iniciado en marzo de 1976 recae en dilucidar si la llegada
castrense fue presagiada por las organizaciones y, en razón de ello, el modo
en el que analizaron no solo esta alternativa, sino también su posterior de-
venir. En el caso del PST, la visualización en torno a la concreción de un
golpe de Estado fue un motivo de debate interno escasos años después de
haberse producido.
De los insumos documentales de la organización en los momentos pre-
vios al 24 de marzo se desprenden ciertas ambigüedades. Por intermedio
de aquellos boletines internos dirigidos a la militancia responsable de las
diversas células, hacia febrero de 1976, la conducción partidaria planteó la
posibilidad concreta de un golpe de Estado en ciernes aunque, no obstante,
dejaba abierta la alternativa de que ello se dilatara en razón de un accionar
gubernamental que, al pugnar por un freno a la conictividad social, aún
continuaba siendo favorable a los intereses de las clases dominantes. En
este escenario, se vislumbraron variantes posibles, como el desplazamiento
de la presidenta María Estela Martínez de Perón y el recambio de guras
dentro del propio gabinete en sintonía con las presiones dirigidas desde
determinados núcleos de las Fuerzas Armadas (PST, 1976a, 1976b).
La inmediatez del posible golpe fue motivo de discusión dentro de aque-
lla militancia con responsabilidades de decisión. Desde el boletín interno, se
informó a los dirigentes intermedios la existencia de tres visiones divergentes
presentes en el partido. Ellas se sintetizaban, en primer orden, en aquellos
responsables que impugnaban la posibilidad cierta de una alteración del or-
den institucional al no tratarse este de un interés concreto de la burguesía; en
segundo orden, quienes sostenían que el golpe era inevitable e inminente; y,
por último, una expresión intermedia que analizaba que la inmediatez se su-
peditaría al devenir de la conictividad y a las posibilidades de la burguesía
de frenar el accionar del movimiento obrero. Esta última opinión, sostenida
mayoritariamente por la dirección nacional del partido, se apoyaba en la ex-
periencia de los preexistentes golpes de Estado aseverando que ellos habían
derivado nalmente en nuevos ascensos de los trabajadores y en mayores
tensiones en el interior de la burguesía. No obstante, en la medida en que el
gobierno se debilitara en sus posibilidades de pesar dentro del mundo del
trabajo, se presagiaba que la burguesía acabaría por desprenderse de este y
vislumbraría una salida castrense a la crisis (PST, 1976c).
Mangiantini, M. / Pensar la izquierda en clandestinidad
315
En balances posteriores, el principal dirigente de este partido narró que
el golpe se barajó sin estipular un momento especíco y, al mismo tiempo,
con la pretensión de no resaltar públicamente dicha alternativa como un
modo de evitar una postura que se comprendiera como un llamado a re-
vertir la conictividad contra el gobierno peronista bajo la certeza de que el
principal medio para evitarlo recaería en la caída de la presidenta a partir
de la movilización de masas (Veiga, 2006). En diversos trabajos (Coggio-
la, 2006; Osuna, 2015), se analizaron los posicionamientos sobre el devenir
de la dictadura esgrimidos por el PST a partir del relevo de sus iniciativas
editoriales. Ello conlleva un problema metodológico, dado que, como se
analizará, en sus inicios, estos se circunscribían a propuestas de publicacio-
nes legales que, como tales, matizaron y sopesaron signicativamente su
discurso bajo la (fallida) pretensión de sortear la censura. Por eso, resulta
clave entrecruzar el insumo de la voz pública con aquella documentación
interna de la propia organización.
Si bien no es objeto de este trabajo indagar minuciosamente el modo en
el que el PST analizó el derrotero del gobierno castrense a lo largo del pe-
ríodo, es factible aseverar que, habiendo transcurrido alrededor de un año,
este partido ajustó su denición caracterizándolo como un proyecto contra-
rrevolucionario que debía acudir a la liquidación del movimiento obrero
para garantizar sus planes económicos. No obstante, destacó que el éxito
denitivo de tal empresa no sería posible por dos motivos. Por un lado,
la tradición de lucha del proletariado argentino expresada en resistencias
moleculares permitía sostener la hipótesis de la inexistencia de un aplas-
tamiento histórico del movimiento obrero. Por otro lado, se identicaban
los resquemores de una burguesía temerosa de una explosión social ante la
extrema represión gubernamental, lo que la conducía a proyectar una sali-
da política como freno a la supuesta situación de conictividad por venir.
Respaldándose en estos elementos es que el PST utilizó la noción de “aper-
tura preventiva” visualizando con ello una inevitable transición hacia un
esquema de poder más favorable a determinadas libertades democráticas
(PST, 1977a, 1977b).
No obstante estas premisas, diversas acciones represivas experimenta-
das por el partido llevaron a complejizar los análisis advirtiendo sobre el
riesgo de minimización del carácter del gobierno. En relación con ello, se vi-
sualiza en la documentación interna un alerta de la conducción partidaria a
sus equipos en cuanto a la necesidad de evitar la simplicación de suponer
que el proyecto represivo de la dictadura se circunscribía al enfrentamiento
con las organizaciones armadas (PST, 1977c, 1978a). De hecho, hacia nales
de 1978, la conducción del PST identicó que la derrota de estas expresio-
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 311-341
316
nes político-militares colocaba al partido como un enemigo más claro y ex-
puesto del régimen dictatorial (PST, 1978b).
En los próximos apartados, se analizará si esa dubitación parcial en tor-
no a la inmediatez del golpe y, a su vez, si la posterior expectativa de una
rápida salida hacia un régimen de mayores posibilidades de participación
política fueron elementos que condicionaron, o bien fueron nocivos para el
desarrollo de este partido y sus posibilidades de conservación como expre-
sión política en los años de paroxismo represivo.
¿Qué hacer? La herramienta partidaria ante la clandestinidad
Como subrayó Broué (1963/2007) en su estudio sobre el bolchevismo ruso,
el paradigma partidario leninista subsidiario del ¿Qué hacer?, escrito en
1902 (Lenin, 2004) y que sirviera como modelo de construcción organizativa
para buena parte de la izquierda mundial tras el triunfo de la revolución
de octubre de 1917, sostuvo que la dinámica organizativa de un partido
revolucionario era clandestina en todo momento, siendo ello una de sus in-
dispensables condiciones de existencia. No obstante, esta lógica no excluía
la posibilidad de desarrollo de acciones y propaganda legal si el contexto
histórico lo permitía. En sintonía con esta reexión, es válido preguntarse
cuáles fueron los elementos de ruptura y qué aspectos se vieron inalterados
en la lógica organizativa de un partido como el PST al producirse el derro-
tero abierto en marzo de 1976.
Es posible indagar en el análisis de la estructura partidaria a través de
dos planos divergentes y, a la vez, simultáneos. Por un lado, desde la con-
solidación de sus enlaces verticales, esto es, la construcción de organismos
dirigentes del partido subordinados consecutivamente entre sí (Duverger,
1952/1969), es factible ilustrar a un partido como el PST como una estruc-
tura piramidal en la que los diversos eslabones superiores de la cadena
adquieren responsabilidades de mayor índole con respecto a las sucesivas
instancias organizativas que se hallan por debajo, encontrándose en ellas
aquellos dirigentes con mayor reconocimiento o trayectoria. Por otro lado,
a diferencia de estos organismos, en la base de esa pirámide se ubican múl-
tiples entidades, las células partidarias, con similares características y en
igualdad de jerarquía entre sí.
Al momento de indagar sobre los enlaces verticales, es posible establecer
un matiz entre el bagaje estatutario del propio partido y su puesta en prácti-
ca en un contexto de extrema clandestinidad. Según las normativas internas
que regían al PST, existían dos instancias directivas superiores: el Congreso
partidario y el Comité Central. Según su propio estatuto, anualmente debía
realizarse un congreso que orientara a la organización hasta la realización
del siguiente. Ello suponía, en sus momentos previos, la apertura de un pe-
Mangiantini, M. / Pensar la izquierda en clandestinidad
317
ríodo de discusión en el que todo militante poseía la autorización para or-
ganizar tendencias o fracciones que impulsaran y defendieran diversas dis-
cusiones y posiciones (PST, 1979a). No obstante, la conjunción de un núcleo
de peso de dirigentes que debió partir hacia otros países tras el golpe junto a
la dinámica clandestina obligada por el contexto local relegó la posibilidad
de sistematizar esta instancia deliberativa. El primer congreso recién se rea-
lizó en 1980, por fuera de las fronteras nacionales, debiéndose trasladar sus
delegados hacia Colombia (PST, 1980a, 1980b). Se encontraba asimismo el
Comité Central (CC), elegido cada año por el congreso, con representación
de las diversas regiones con presencia partidaria y con una dinámica ordi-
naria de reunión cada dos o tres meses (PST, 1979a). No obstante, aunque
en menor medida que la instancia congresal, también el funcionamiento de
este organismo pecó de irregular. La posibilidad de gestionar un encuentro
bimensual que nucleara a más de veinte dirigentes provenientes de disími-
les espacios geográcos suponía el desarrollo de una logística que dicultó
su pregurada periodicidad (Martín, miembro del Buró Político del PST,
entrevista personal, 7 de julio de 2021).
En la práctica, en los años de mayor clandestinidad, fueron dos los orga-
nismos partidarios determinantes para la ejecución de la política cotidiana y
el devenir organizativo. Por un lado, un Comité Ejecutivo, de funcionamien-
to semanal (o con reuniones extraordinarias cuando el mismo organismo lo
consideraba necesario) nucleó alrededor de diez miembros y tuvo a su cargo
la línea política, sindical y organizativa permanente, como así también la di-
rección de las publicaciones, la formación teórica de la militancia y el manejo
de las nanzas, entre otras funciones (PST, 1979a). Por otro lado, un Buró
Político (o Secretariado) que solía reunir a tres dirigentes, se encargaba del
control cotidiano de la organización, la preparación de las reuniones del Co-
mité Ejecutivo y el seguimiento de las diversas entidades regionales o de base
del partido (PST, 1979a). Este funcionó en el espacio de una ocina céntrica de
Buenos Aires disimulada como un estudio de abogados con presencia y tra-
bajo diario (Miguel, dirigente del Buró Político del PST, entrevista personal,
8 de mayo de 2020). La primacía de estos organismos da cuenta de que, en
un contexto de exacerbada clandestinidad, la centralización partidaria se for-
taleció en aquellas instancias con mayor capacidad pragmática de reunión y
resolución por sobre aquellos espacios deliberativos que suponían una ardua
logística para garantizar su funcionamiento.
Otra expresión de esta última armación fue la disolución de la orga-
nización juvenil del PST la Juventud Socialista de Avanzada (JSA), creada
años atrás. En 1973, la JSA se presentó como una iniciativa de conformación
de una herramienta juvenil autónoma del partido, pero, a la vez, vincula-
da a este. El PST entendió por autonomía su capacidad de tomar resolu-
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 311-341
318
ciones, contar con nanzas propias, locales y publicaciones particulares, lo
que, también, permitía acelerar el proceso de aprendizaje y formación de
nuevos cuadros juveniles bajo ritmos y normas disciplinarias divergentes
de aquellas que imperaban dentro de la estructura partidaria (PST, 1973).
La concreción del golpe de Estado de 1976 dictaminó su eliminación como
organismo y la disolución de su militancia más orgánica dentro de la esfe-
ra organizativa formal (Ateneo de Estudios Sociales Alfredo Palacios, 1976;
Miguel, dirigente del Buró Político del PST, entrevista personal, 8 de mayo
2020).
Como se mencionó, en la base de la estructura piramidal, se hallaron las
diversas células (o equipos partidarios), entidades más pequeñas y simi-
lares entre sí, sin jerarquización entre ellas. Con preexistencia al golpe, los
equipos se organizaron, por lo general, mediante una división seccional con
sus respectivas sedes físicas, es decir, con un criterio geográco que, en las
ciudades más populosas, se multiplicaba a partir de la estructura barrial y la
apertura de locales partidarios. En menor medida, otra variante fueron las
células fabriles sobre la base del aglutinamiento de diversos miembros del
partido pertenecientes a un mismo ámbito de trabajo. Los distintos equipos
aplicaban las resoluciones y la línea política organizativa del partido en su
región y, al mismo tiempo, atendían a las tareas especícas propias de su
espacio (Mangiantini, 2018).
Según Osuna (2015), el golpe obligó al PST a revertir la forma organiza-
tiva basada en la estructura de locales con criterios zonales. En realidad, ese
cambio se produjo con anterioridad. Desde los inicios de 1974, este partido
experimentó una ofensiva represiva tanto estatal como paramilitar siendo
blanco de diversos ataques por dos vías simultáneas: por un lado, median-
te atentados contra locales partidarios y la violencia contra sus militantes
perpetrada por estructuras parapoliciales, particularmente, la Triple A; por
otro, a través de una política de hostigamiento y persecución del sistema
represivo estatal mediante la presencia de operativos policiales y allana-
mientos en las sedes partidarias, o bien en los domicilios de su militancia
(Mangiantini, 2020). Cuando, en septiembre de 1975, el PST sufrió la deno-
minada Masacre de La Plata, consistente en el asesinato de ocho miembros,
este partido forjó una redenición metodológica factible de caracterizarse
como clandestina. Si bien existió una permanencia de escasas prácticas pú-
blicas, ellas se vieron alternadas con una primacía de metodologías subte-
rráneas de militancia, siendo la resolución más relevante la prohibición del
uso de los locales partidarios, lo que obligó a trasladar las reuniones celula-
res a domicilios particulares. Los resguardos para las llamadas telefónicas,
la circulación soslayada del periódico y de los boletines de la organización,
la reducción al mínimo de la impresión de los materiales internos, el cuida-
Mangiantini, M. / Pensar la izquierda en clandestinidad
319
do en el uso de la vestimenta y del aspecto personal como un modo de no
llamar la atención de las fuerzas de seguridad fueron algunas de las norma-
tivas que con frecuencia circularon entre la militancia (PST, 1975). Por ello,
es factible sostener como hipótesis que los organismos pertenecientes a la
base piramidal del PST ya se encontraban con un funcionamiento acorde
a un contexto represivo con preexistencia al quiebre institucional formal
acaecido en marzo de 1976.
Duverger (1969) sostuvo que la célula es el modo organizativo más per-
tinente en un marco de clandestinidad. De los diversos modos de organiza-
ción celular, los equipos fabriles son aquellos más acordes porque suponen
el encuentro de los militantes en su ámbito natural (el trabajo cotidiano y
diario en los espacios de producción, la sociabilidad en los tiempos de des-
canso, entre otros). Sin embargo, en el caso del PST, no fue factible la orga-
nización del partido en células fabriles, dado el caudal cuantitativo de su
militancia y las posibilidades de concretar ello. La forma practicada fueron
las células locales (atendiendo a criterios de tipo regional y barrial) y, en
determinados casos, las células mixtas que congeniaban una lógica regio-
nal con una actividad o rubro laboral en particular. Por ejemplo, existieron
equipos sindicales amplios de una localidad en particular, o bien células es-
tudiantiles de una facultad en una provincia determinada. A la vez, funcio-
naron grupos particulares, como, por ejemplo, un equipo de intelectuales u
otro de profesionales (PST, 1978c).
Este organigrama se apoyaba en un elemento fundamental que, en la
terminología de la propia organización, recibió el nombre de tabicamiento.
Ello supuso que los diversos organismos y equipos actuaran con una lógica
compartimentada, es decir, cada uno llevó su actividad de modo escindido
y desconociendo la dinámica de sus pares. En la práctica, esto debía redun-
dar en una mayor autonomía por parte de cada zona o sector partidario,
los que deberían asumir, respectivamente, el devenir de sus propias acti-
vidades y la planicación de la seguridad especíca de ese grupo (Ateneo
de Estudios Sociales Alfredo Palacios, 1976). Como armó Duverger (1969)
al analizar el derrotero de los partidos comunistas, un partido dividido en
compartimentos estancos posibilitaba una práctica secreta que, ante una hi-
potética acción represiva o la caída de algunos de sus organismos, permitía
al resto de la estructura mantenerse indemne ante la ausencia de una liga-
zón práctica entre las diversas esferas.
En relación con ello, y como un modo tanto de preservación como de
extensión partidaria, existió durante este período una directiva tendiente a
la subdivisión cada vez más especíca de los equipos. Así, se instó a los diri-
gentes zonales a impulsar la formación de pequeñas unidades celulares que
involucraran a un número pequeño de militantes, lo que se justicó como
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 311-341
320
un mecanismo acorde a la supervivencia partidaria. De acuerdo con la mi-
rada de la dirección, las problemáticas de un dirigente zonal tales como, por
ejemplo, conseguir lugares de reunión, administrar las nanzas, distribuir
materiales, entre otras tareas, se verían simplicadas ante la emergencia de
nuevos dirigentes de núcleos más pequeños. Estas “zonitas”, según la jerga
interna del PST, poseían control político con independencia administrativa,
es decir, mientras que la dirección orientaba a cada núcleo sobre los aspec-
tos políticos generales, cada unidad partidaria sería la encargada de decidir
cómo llevar esa línea a la práctica de manera autónoma (PST, 1977d, 1978b)
Transcurrido más de un año de su aplicación, la dirección nacional des-
tacó como positivo el balance de este giro organizativo aseverando que ha-
bía permitido tanto la extensión partidaria como el surgimiento de nuevos
responsables. Pero, a la vez, instó a los diversos equipos a profundizar este
método tomando como criterio una lógica no solo geográca, sino también
enfocada en forjar una mayor presencia a nivel sindical o sectorial procuran-
do la construcción de equipos especícos de una fábrica, ocina o curso. Re-
sultaba habitual en los boletines internos el incentivo a que diversos cuadros
medios o militantes de base de una célula dieran un salto como dirigentes
pugnando por formar sus propios equipos en aquellos espacios en los que se
hallaran cotidianamente insertos (PST, 1978a, 1978d). Resulta de interés este
proceso de descentralización organizativa de la base piramidal partidaria sin
que ello fuera entendido como antagónico con una rígida verticalización y
homogeneización de las esferas de conducción descendentes.
Como parte del organigrama, y también con un funcionamiento de tipo
celular bajo la lógica de la compartimentación, se hallaban otro tipo de
equipos que eran piezas inherentes al funcionamiento cotidiano del partido
para la concreción de respectivas tareas especícas. Ejemplo de ello fueron
los grupos encargados de la confección del periódico de la organización
para su posterior distribución clandestina entre las diversas células. En los
inicios de la dictadura, el PST exploró dos intentos de poner en práctica
una publicación de carácter legal: Cambio y La Yesca. Ambas experiencias
fueron efímeras y posteriormente autocriticadas. Tanto Osuna (2015) como
Campione (2007) caracterizaron estas ediciones como parte de una minimi-
zación sostenida por el partido alrededor del contexto represivo. En la prác-
tica, su sentido original recayó en el impulso de una publicación carente de
identidad partidaria y con una retórica moderada que permitiera explorar
los márgenes de legalidad y de libertades existentes. La prohibición de es-
tos proyectos llevó rápidamente al PST a una lógica de publicaciones perió-
dicas editadas y distribuidas bajo mecanismos íntegramente clandestinos
(Veiga, 2006). Así, desde 1977 se editaron Unidad Socialista y, posteriormen-
te, Opción como los insumos regulares de propaganda política.
Mangiantini, M. / Pensar la izquierda en clandestinidad
321
También conllevó un funcionamiento celular particular la existencia de
imprentas, utilizadas tanto para la producción de los materiales internos
como de aquellos de difusión y propaganda. De hecho, la compra de la
imprenta principal utilizada en estos años fue una acción realizada por la
dirección del PST con anterioridad al golpe (aunque su uso se iniciara una
vez acaecido este), y fue un espacio desconocido por el conjunto de la mi-
litancia (Martín, miembro del Buró Político del PST, entrevista personal, 7
de julio de 2021).
A su vez, se da cuenta de equipos del partido que funcionaban en la le-
galidad y, en apariencia, sin identicación alguna con la organización. Por
ejemplo, existieron proyectos editoriales con ocina propia y comités de
redacción que elaboraron publicaciones de circulación comercial. Ejemplos
de ello fueron la revista Propuesta, impulsada con el objetivo de acercamien-
to a diversos núcleos juveniles a través de artículos relativos a la música, el
arte o las problemáticas inherentes a esa franja etaria (Mangiantini, 2021); o
la revista Todas, editada en 1979 bajo una retórica de índole feminista (Be-
llucci, 2018).
Un caso particular fue la dinámica del estudio jurídico del abogado y
dirigente del PST Enrique Broquen. Tras la concreción del golpe, este estudio
fue un espacio desde el que se presentaron habeas corpus en representación de
desaparecidos o presos políticos. La realización de este mecanismo judicial
excedió ampliamente a aquella militancia del PST detenida. Por el contra-
rio, el estudio presentó este recurso en representación de desaparecidos de
otras organizaciones del campo de las izquierdas y atendió a familiares de
víctimas de diversas tradiciones políticas. Se desprende una confusión del
trabajo de Osuna (2015) cuando arma que este espacio funcionó, de hecho,
como un local partidario del PST en donde se centralizaban las reuniones y
actividades de sus militantes abocados a la defensa y ayuda de los presos
políticos. En la mirada de la autora, ello pareciera responder a una lógica
partidaria que minimizó el carácter represivo de la dictadura, siendo facti-
ble, por ende, desarrollar una serie de actividades expuestas. En realidad, el
estudio de Broquen no funcionó como un local ni tuvo identicación con la
organización. De hecho, en estos años, este dirigente no tuvo prácticamente
ninguna vinculación con los organismos partidarios ni formó parte de otro
tipo de célula justamente en razón de su exposición pública, limitándose su
tarea a la concurrencia a este espacio formal. La propia Osuna (2015) recupera
el testimonio de una militante que participó del estudio quien narró que, al
iniciarse esta tarea, se restringía cualquier otro tipo de vínculo con el partido
(MST, 2015). En la práctica, el lazo de Broquen con la dirigencia partidaria
se limitó a una reunión individual y fuera del estudio con un miembro de la
dirección con cierta periodicidad (PST, 1979b).
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 311-341
322
De hecho, mientras que, por un lado, de un modo legal, funcionó el estu-
dio jurídico; por otro, existió un equipo partidario compartimentado encar-
gado de desarrollar una militancia alrededor de los derechos humanos, la
atención a los presos políticos del partido detenidos desde antes del golpe
y la ayuda económica a sus respectivos familiares (Nora, dirigente del PST,
entrevista personal, 6 de junio de 2018; Nelsa, militante del equipo de aten-
ción a los presos políticos del PST, entrevista personal, 28 de julio de 2020).
En denitiva, la clandestinidad dio forma a una organización partidaria
que congenió una estructura celular compartimentada y relativamente au-
tónoma en su praxis cotidiana con una centralización directiva que, a través
de los enlaces verticales, emanó la línea respectiva en cada etapa y las tareas
por privilegiar en los diversos núcleos integrantes del conjunto.
No obstante, este mecanismo gozó de particularidades inéditas hasta
aquel momento para esta corriente, dado que, durante el período dictato-
rial, es preciso complejizar aún más el organigrama partidario descripto a
partir de dos elementos de relieve. En primer lugar, este contexto coincidió
con la partida al exterior de cuadros partidarios del PST que, al momento de
producirse el golpe, poseían responsabilidades de relieve.
Para comprender este suceso, es insuciente pensar en el exilio de deter-
minados militantes como una mera lógica de preservación. Se identica, en
este caso, la centralidad dada a una noción de construcción autopercibida
como internacionalista. Acorde al sostenimiento de una teoría anclada en
el trotskismo, esta corriente compartió la necesidad de forjar un modo de
producción socialista a escala mundial, lo que se justicaba, dada la inter-
nacionalidad del sistema capitalista, la imposibilidad de supervivencia de
un Estado obrero en un solo país y, de allí, la búsqueda de un partido mun-
dial con diversas secciones. En su praxis, esta cosmovisión se expresó de
diversas formas, pero, primordialmente, a través de la participación en el
seno del Secretariado Unicado (SU) de la IV Internacional2. No obstante, la
materialización de una lógica internacionalista recayó en la puesta en prác-
tica de relaciones con diversos agrupamientos, partidos y corrientes a nivel
mundial con vistas a la construcción de una articulación entre expresiones.
Entre las múltiples relaciones que en estos años estableció el PST argentino
con diversos grupos y partidos, se identica la vinculación con un agrupa-
miento colombiano denominado Bloque Socialista, que, tiempo después,
adoptó el mismo nombre que su par argentino y se conformó como una
2 Conformado en 1963, el SU fue un conglomerado de partidos y organizaciones que se au-
toproclamaban subsidiarios de la IV Internacional, fundada por León Trotsky en 1938. Un
año después de su creación, la corriente argentina encabezada por Nahuel Moreno (en ese
momento, Palabra Obrera) ingresó formalmente en esta entidad.
Mangiantini, M. / Pensar la izquierda en clandestinidad
323
organización a imagen y semejanza de este (Acevedo Terazona y Patiño
Romero, 2019; Mangiantini, 2018).
Cuando se produjo en la Argentina la llegada castrense, para el PST ello
supuso dos redeniciones de peso: la exacerbación de la militancia clan-
destina, pero, a la vez, la salida del país de aquellos referentes mayormente
expuestos y en riesgo. Sin embargo, la decisión de exiliar a parte de la con-
ducción no fue vislumbrada como un mero acto de refugio, sino también
como un modo de profundización de una labor de carácter internacionalis-
ta a través de la conformación o integración en sendas organizaciones en
distintos países que pudieran articularse entre sí para el fortalecimiento de
su propia tendencia. En este escenario, Colombia se transformó en el epi-
centro del asilo de los militantes argentinos (Mangiantini, 2017). El núcleo
de dirigentes argentinos instalados en Colombia, entre los cuales se hallaba
el propio Nahuel Moreno, tomó tres tareas centrales: la organización de
encuentros con representantes de organizaciones de diversos países con las
que estos activistas poseían vinculación con la pretensión de organizar una
tendencia internacional que se desenvolviera con mayor peso dentro de la
IV Internacional; el desarrollo de un proyecto editorial que impulsó una
publicación para distribuir en diversos países y reeditó obras clásicas del
trotskismo; y, por último, la realización de campañas internacionales liga-
das a los sucesos acaecidos en la Argentina, como, por ejemplo, la denuncia
sobre el accionar represivo (Comité Central [CC] del PST, 1980, 1981; Hugo,
1979; PST, 1977e, 1978a, 1978e, 1978g, 1978h, 1979c).
En la práctica, para el partido argentino, esto implicó un elemento co-
lateral de características relativamente extrañas respecto de las habituales.
Si bien la dirección partidaria se encontraba en el país y allí recaían las ins-
tancias resolutivas, no es menor identicar la presencia de un imaginario
interno dentro del partido que vislumbró que, en términos prácticos, la voz
autorizada y las decisiones denitivas se hallaban en el exterior a través
de un núcleo de dirigentes ya probados, lo que daba forma a una doble
dirección. En su materialización, la dirigencia radicada en Colombia no se
encontró ajena al devenir de la conducción en la Argentina, lo que se efec-
tivizó en viajes periódicos, llamados telefónicos (con un léxico en clave) y
envío de correspondencia (Miguel, dirigente del Buró Político del PST, en-
trevista personal, 8 de mayo de 2020).
Esta característica particular se complejizó aún más a partir de otro ele-
mento conexo de peso: el dirigente mayormente reconocido en el interior
de la estructura partidaria Nahuel Moreno se hallaba en el exterior, desde
donde intervenía sobre la realidad argentina. En determinadas organizacio-
nes, es factible identicar una tendencia hacia la personalización del poder
(Duverger, 1969). En la trayectoria de esta corriente, la gura de Moreno
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 311-341
324
tuvo ciertos rasgos de culto, lo que se materializó en una presencia abso-
lutamente activa de este dirigente en la cotidianeidad de la organización,
justicada además por tratarse de un liderazgo que vehiculizó el nacimien-
to de esta expresión política, por lo que las metas ideológicas originarias
del partido no eran fácilmente escindibles de su propia gura (Panebianco,
1982/1995). Ello dio lugar a resultados relativamente contradictorios. Por un
lado, el reconocimiento del conjunto de la organización de su papel permi-
tió que diversas disidencias internas fuesen matizadas a partir de su inter-
vención y que se lograse un equilibrio entre distintas partes; pero, por otro
lado, se destaca la existencia de una referencia en extremo ponderada, lo
que generó una dinámica (principalmente, en el seno de los organismos de
dirección) consistente en que, ante cada problemática, resultara necesaria
su intervención como modo de resolución (Mangiantini, 2018). Este rasgo
se volvió aún más complejo en los años de la clandestinidad, dado que esa
referencia carismática se encontró ausente en la práctica cotidiana, pero
igualmente vigente en el imaginario colectivo interno, lo que revirtió en un
cierto obstáculo para que dicha autoridad pudiera traspasarse de un modo
fehaciente y completo hacia el núcleo de militantes que continuó la tarea de
conducción partidaria en el país. Es sintomático que diversas muestras de
descontento o disidencias acaecidas en la Argentina acabaron por dirigirse
o canalizarse en Colombia desde donde se saldaron.
Las esferas partidarias intermedias en tensión
Al momento de complejizar el funcionamiento de una organización revolu-
cionaria en un contexto de clandestinidad, es ineludible la referencia al pa-
pel desempeñado por aquellos dirigentes intermedios, responsables ya sea
de una zona geográca o de un equipo partidario de relevancia. Se sostiene
como hipótesis que este núcleo particular de militantes se transformó en un
elemento determinante para comprender la supervivencia y continuidad
partidaria en este complejo escenario. Pero, a la vez, es factible aseverar
que, comparativamente, los cuadros medios de una organización clandesti-
na fueron los miembros con mayor nivel de exposición y tensiones latentes
al ubicarse como un nexo entre aquellas bases que dirigían y los organismos
a los que debían responder.
Como analizó Hobsbawm (2010), un partido revolucionario, para sobre-
vivir, debe poseer un aparato jerárquico y disciplinado de revolucionarios
profesionales. En tiempos de clandestinidad, este experimenta un robuste-
cimiento del centralismo, a la vez que la iniciativa de las bases se atroa. Sin
embargo, pese a la rígida presencia de enlaces verticales que garantizaban
el funcionamiento clandestino, es posible vislumbrar, siguiendo a Broué
(2007), una cierta paradoja, dado que la compartimentación suponía tam-
Mangiantini, M. / Pensar la izquierda en clandestinidad
325
bién una relativa autonomía de hecho y un margen para la iniciativa de
quienes se responsabilizaban de los equipos partidarios a la hora de apli-
car la línea política emanada desde las esferas superiores. En la práctica,
aquellos dirigentes intermedios experimentaron una dinámica consistente
en la recepción de las directivas políticas, pero, a su vez, con la posibilidad
de una autonomía suciente para aplicar dichos preceptos en sus propios
equipos de acuerdo con sus criterios.
En la cotidianeidad, las tareas de un responsable intermedio fueron nu-
merosas y dispares, como, por ejemplo, garantizar las medidas de seguri-
dad pertinentes ante cada reunión de célula o encuentro personal con un
militante del equipo; distribuir los materiales correspondientes a su zona
de inuencia (centralmente, el periódico partidario cada quince días o de
modo mensual, según el momento); recepcionar los boletines internos y dar
a conocer su contenido a quienes dirigiera; preparar las reuniones de sus
propias células; y, desde ya, resolver el modo de viabilizar en su círculo de
militancia el modo de aplicación de las respectivas campañas que la direc-
ción partidaria impulsara. A menudo, también se les exigía a estos cuadros
medios identicar en sus equipos a potenciales futuros referentes e impul-
sar su papel como dirigentes a través de la construcción de algún tipo de
subcélula más pequeña o con un criterio de nucleamiento según el ámbito
laboral (PST, 1977a, 1977e, 1977f). Este mecanismo de incentivos selectivos
(Panebianco, 1995) permitió al partido reclutar entre sus propias bases a las
futuras camadas dirigenciales y posibilitó, en cierto sentido, una autocon-
servación del medio exterior.
De aquellos boletines internos que estos dirigentes intermedios reci-
bían se desprenden, en oportunidades, exigencias y directivas que podrían
transformarse en motivos de tensión al momento de su aplicación. Dos te-
máticas solían conllevar polémicas o desatar algún tipo de confrontación:
las nanzas y la captación de nuevos militantes. Con respecto al primer
punto, con una regularidad generalmente anual, el PST impulsó una cam-
paña nanciera. Ello suponía que la dirección proponía un monto de dine-
ro como meta por lograr en un tiempo estipulado, lo que se justicaba en
los diversos gastos que requería el sostenimiento del partido (impresión
de materiales, viajes al exterior, alquileres, atención de presos políticos y
de sus familiares, entre otros ejemplos). A partir de la presentación de esa
meta, se exigía a los diversos equipos partidarios la realización de respecti-
vos planes para cumplimentar con ella. En el transcurso de estas campañas,
la caracterización por parte de la dirección del partido de una cierta lentitud
o falta de compromiso de algunos de los equipos traía como consecuencia
un motivo de reprimenda más o menos explícita. Aseveraciones como, por
ejemplo, “todo responsable que no haga militar para la CF [campaña nan-
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 311-341
326
ciera] como mínimo a 8 o 9 compañeros, estará demostrando que sus cua-
lidades como dirigente son muy dudosas” (PST, 1977d) interpelaban sobre
la idoneidad de los referentes. Pero, a la vez, directivas tales como “ningún
[compañero] se puede considerar militante si no hace tres aportes por se-
mana, o sea, 20 aportes en toda la campaña” (PST, 1977g) tensionaban en
extremo el vínculo entre ese dirigente intermedio y los militantes que de él
dependían a partir de un traslado de esa exigencia a su núcleo de trabajo.
Los augurios de fracasos si la campaña no se intensicaba eran también
parte de la retórica habitual e, incluso, la resolución de medidas tajantes,
como la prohibición a los dirigentes de tomarse días de vacaciones en el
verano para compensar los retrasos en los aportes económicos comprome-
tidos (PST, 1977g, 1977h, 1978h).
En un contexto represivo, la premisa de reclutamiento de nuevos mili-
tantes también pudo aparejar sus respectivas tensiones. El lanzamiento de
“campañas de consolidación” del partido que propusieron determinados
porcentajes de crecimiento en un plazo determinado o, incluso, adverten-
cias tales como la posibilidad de degradar a un militante a la gura de sim-
patizante si este no era capaz de incorporar a un núcleo de nuevos miem-
bros alimentaban aún más estas tensiones descriptas (PST, 1977d, 1978i).
El cúmulo de tareas que los cuadros medios cumplimentaron con el ob-
jetivo de aplicar la línea política desarrollada desde la dirección partidaria
llevó, en ocasiones, a tensiones de diverso tipo, como, por ejemplo, el reclamo
de ser absorbidos por una rutina administrativa y organizativa tan intensa
que acababa por vetar la posibilidad de un desarrollo teórico o la posibilidad
de sistematizar la formación política de la militancia primando las acciones
de tipo cuantitativas (número de aportes obtenidos, cantidad de periódicos
distribuidos, porcentaje de militantes incorporados, etc.) (Bollini, 1978).
Militar y preservar
Más allá del organigrama descripto, uno de los elementos centrales de la
clandestinidad fue la puesta en práctica de un repertorio de acciones ten-
dientes a garantizar el funcionamiento de los equipos a través de un con-
junto de iniciativas y medidas que tenían por objeto conciliar la dinámica
militante con la preservación de la estructura partidaria en un escenario de
álgida persecución. Como se mencionó, el pasaje a la clandestinidad del
PST no se desarrolló desde la concreción del golpe de Estado, sino que se
puso en práctica con sistematicidad desde nales de 1975 en conjunto con
una serie de normativas internas. De hecho, más allá de las discusiones y
matices narrados en torno a la posibilidad inmediata del golpe, desde la
dirección partidaria se instó a los responsables de las distintas regionales
a tomar aquellas medidas preventivas necesarias ante esa posibilidad. A
Mangiantini, M. / Pensar la izquierda en clandestinidad
327
través de boletines internos, se indicó la obligación de modicar los lugares
de vivienda de aquellos militantes residentes en domicilios en apariencia
expuestos o la incorporación de una mayor rigurosidad en la preparación
de las reuniones de células. La incorporación de normativas para el ingreso
o la retirada de los encuentros, o la confección de un argumento (el deno-
minado “minuto”) que sirviera como justicación de una reunión determi-
nada en caso de requisa policial ya eran prácticas incorporadas en los meses
previos a marzo de 1976 (PST, 1976a).
A lo largo de los años más álgidos de la represión estatal, es factible
identicar a través de los boletines internos de qué modo la militancia
del PST pugnó por incorporar metodologías acordes a las necesidades de
resguardo y qué tensiones existieron alrededor de ellas. Directivas como
la necesidad de disminuir al mínimo las citas en la vía pública, no forjar
encuentros en el microcentro porteño o en la intersección de avenidas con-
curridas, utilizar solo determinados bares de categoría para encuentros
exclusivos de dos personas con una consistente justicación predetermi-
nada, tener una tolerancia de tiempo reducida para esperar a una persona
previo a una reunión o la precaución sobre qué destinatarios recibirían
un periódico antes de distribuirlo eran advertencias corrientes vertidas
hacia los diversos equipos, como así también el no utilizar como espacio
de reunión un domicilio determinado si existían dudas sobre su segu-
ridad, encontrarse alerta ante la posibilidad de un seguimiento callejero
o la obligación de comunicar de modo inmediato a los responsables de
una célula cualquier anomalía percibida (PST, 1976a, 1977c, 1978a, 1978j).
En ocasiones, existieron sugerencias particulares acordes a determinados
momentos, como, ante las estas de n de año, cuando se le sugería a la
militancia no transgredir medidas de seguridad, por ejemplo, acudir a
domicilios potencialmente expuestos (PST, 1978k).
Por su parte, ofensivas experimentadas por el partido merecieron rear-
mar o subrayar las medidas de seguridad, por ejemplo, cuando, hacia na-
les de 1978, el PST sufrió la caída de un núcleo de militantes de la ciudad de
Rosario, se informó a las restantes regionales sobre las fallas en el modo de
compartimentación a partir de un erróneo uso de las anotaciones y de los
llamados telefónicos (PST, 1978k, 1978l). Provocaron también advertencias
acciones como, por ejemplo, el reparto indiscriminado de volantes por par-
te de una célula en un transporte que trasladaba operarios o la utilización
indebida por parte de cuadros zonales de boletines internos que, en lugar
de ser destruidos tras su lectura, fueron trasladados en la vía pública sin
camuaje o cedidos a otros militantes (PST, 1977j, 1978i).
Como un modo de concientización de los referentes intermedios de la
organización, en ocasiones los boletines internos reejaron sanciones apli-
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 311-341
328
cadas por la dirección partidaria ante fallas en las normas de seguridad.
Ejemplos de esto son la separación de un cuadro de la dirección cordobesa
a quien se le vetó su condición de militante rentado ante la detención de su
equipo partidario; o bien la separación de un militante que no acató una
directiva de modicación de su actividad laboral, lo que, en el análisis de
la dirección, ponía en riesgo la seguridad partidaria (PST, 1978a, 1978m).
Merecieron también directivas los modos de vincularse a los trabajadores
a partir de premisas que pugnaron por evitar tanto la exposición como la ex-
pulsión del ámbito laboral. Desde los inicios de la dictadura, se instó a omitir
aquellos métodos de inserción propios de contextos anteriores que resulta-
ban habituales en la cotidianeidad militante, como, por ejemplo, la realiza-
ción de encuentros amplios dentro de los espacios de trabajo sin un estudio
previo detallado de los invitados (como asados o reuniones sociales) (PST,
1976d, 1978b). Las prevenciones de seguridad al momento de vincularse con
el trabajador se volvieron aún más complejas cuando se trató de militantes
mujeres. En relación con ello, las sugerencias de seguridad, en ocasiones, aler-
taron a estas sobre la necesidad de disimular sus formas de desenvolverse,
como, por ejemplo, en el cuidado del aspecto personal o pugnar por no expo-
nerse en lugares públicos mostrándose como la voz central de una reunión
en un bar, o bien evitando discusiones con hombres que pudieran llamar la
atención ante la disonancia con la cultura patriarcal hegemónica (PST, 1978n).
¿Preservación o inserción?
Como hipótesis central, se sostiene que la dinámica de la estructura parti-
daria en un contexto de aplicación de tajantes medidas de clandestinidad se
encontró, centralmente, con dos problemáticas que atravesaron a la organi-
zación. En la práctica, suponía una creciente complejidad preservar al partido
de la represión mientras, en simultáneo, se pugnaba por lograr su inserción
y desarrollo en el interior de diversos sectores del movimiento social que se
pretendía representar evitando un extremo aislamiento del exterior.
Según Hobsbawm (2010), es preciso juzgar el comportamiento de los
partidos comunistas no solo cuando acceden al poder, sino también cuan-
do, al no tenerlo, estos son capaces de integrarse al movimiento obrero
aprovechando las oportunidades que se les presenten. En este sentido, es
factible aseverar que las posibilidades de inserción del PST en el movimien-
to social durante los primeros tres años dictatoriales se vieron limitadas por
dos elementos yuxtapuestos. Por un lado, un contexto en el que la protesta
social mermó por la represión imposibilitó la tradicional vía de ligazón de
las organizaciones de izquierda con la clase trabajadora mediante la parti-
cipación y solidaridad con los conictos. Por otro, encontraron la dicultad
maniesta de lograr congeniar con cierta destreza la vinculación con diver-
Mangiantini, M. / Pensar la izquierda en clandestinidad
329
sos sectores sociales en simultáneo al resguardo del partido de la represión
y la persecución.
Las disposiciones de la dirección del PST dieron cuenta de la necesidad
de saber combinar las medidas de seguridad con el trabajo político hacia di-
versos sectores a través de un estudio minucioso de los potenciales espacios
de inserción y de los contactos establecidos. La premisa recayó en forjar una
inserción militante que, indefectiblemente, supondría una exposición, pero, a
su vez, que, al desarrollarse desde una célula partidaria escindida del conjun-
to, permitiría una visibilidad que no afectara al conjunto del partido en el caso
de una caída (PST, 1978b). No obstante, en la práctica, de la documentación
interna se desprende una frecuente inquietud por parte de los equipos par-
tidarios alrededor de la posibilidad de congeniar realmente ambas esferas.
Eran habituales las dicultades como, por ejemplo, las complicaciones para
establecer vínculos con potenciales simpatizantes ante la ausencia de activi-
dades o encuentros a los que, dado el contexto, fuera factible acercarlos para
dar a conocer la propuesta política o, incluso, la imposibilidad de forjar un
acercamiento a partir de los vínculos personales (PST, 1977e, 1978d). Como
testimonio de ello, en un documento, un militante reexionaba sobre las ba-
rreras para establecer un lazo rutinario con sus pares en el espacio laboral:
“me convierto en malabarista, pues nunca falta el compañero o compañera
que me pregunta dónde vivo, qué hago a la tarde, y yo invariablemente ten-
go que distribuir evasiones lo más convincentes posibles” (PST, 1978o, s. p.).
Ello acababa por deteriorar las posibilidades de relacionamiento a partir de
un recurso habitual en épocas anteriores como era la sociabilidad cotidiana.
Más compleja aún resultó la posibilidad de inserción en el seno de la cla-
se obrera para las militantes mujeres, preocupación que, desde hacía algu-
nos años, se encontraba presente dentro de esta corriente política (Casola,
2021; Trebisacce y Mangiantini, 2015). Si la persistencia de una idiosincrasia
patriarcal provenía de tiempos previos, en un contexto de clandestinidad,
se alertó que determinadas prácticas eran potenciales fuentes de peligro.
Por ejemplo, que una militante esperara a un obrero en la puerta de un re-
cinto para dialogar o que una mujer fuera el centro visible de una reunión
con hombres en un lugar público eran actitudes que podían vulnerar las
medidas de seguridad. Se sugirió también a las militantes del partido no
concurrir a la casa de un contacto obrero con el n de sortear un posible
conicto con su dinámica familiar, o bien evitar un frecuente retorno al ho-
gar en un horario tardío, a los efectos de no despertar la atención de otros
residentes de ese espacio (PST, 1978n)
Inherente a este tópico, Panebianco (1995) conceptualizó el fortale-
cimiento de un partido con la noción de institucionalización. Uno de los
elementos que viabiliza ello recae en las posibilidades que este posee por
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 311-341
330
extender su hegemonía a través de organizaciones próximas. Ante el esce-
nario de clandestinidad, en el correr de estos años, el PST se valió de dife-
rentes tácticas para vincularse con disímiles sectores sociales y buscar una
mayor inserción de un modo soslayado. Su táctica recayó en la combinación
de una organización partidaria clandestina que, en simultáneo, se insertara
(sin dar cuenta de su identidad política) en organizaciones legales con in-
uencia entre diversos sectores sociales como un modo de incrementar su
inuencia en ellos (Comisión redactora del CE del PST, 1979).
Bajo esta lógica, existieron inicialmente dos intentos de vinculación con
entidades externas al partido con el objetivo de posicionarse en ámbitos
que se hallaban al margen de la prohibición gubernamental, con la expecta-
tiva de incidir en ellos en un contexto próximo futuro de menor represión.
Ambas experiencias no carecieron de polémicas. La primera de ellas par-
tió de una caracterización que presagiaba una crisis del peronismo como
identidad central entre los trabajadores y otros sectores sociales y, en razón
de ello, la posibilidad de que en un corto plazo fuera factible la gestación
de una corriente socialista amplia y con peso. En esta perspectiva, el PST
avizoró que diversos grupos subsidiarios de viejas tradiciones socialistas
podrían conuir en un proyecto común con prédica entre la clase obrera, la
juventud o las mujeres. La militancia partidaria debía seguir con atención
este proceso reivindicándose como parte de su gestación y, ante la pros-
cripción partidaria, presentándose ante otros como un componente más de
una confederación de grupos socialistas en desarrollo, lo que permitiría la
vinculación con amplios sectores (PST, 1977a).
Según el trabajo de Osuna (2015), retomado en otros aportes (Seia, 2021),
esta táctica promovió la realización de eventos abiertos con el n de nuclear
a un considerable número de personas, lo que resultaba contradictorio con
la lógica de la clandestinidad. Se identica aquí un problema interpretativo
de la documentación a la par que metodológico, dado que el texto citado
como insumo de tal armación no da cuenta de la materialización de este
tipo de encuentros, sino de la posibilidad de exploración de ello. Justamen-
te, de este documento se desprende como una autocrítica la necesidad de
“romper el sectarismo” y viabilizar estas propuestas. A la vez, en este es-
crito, se planteaba la necesidad de amalgamar dicha táctica con la conser-
vación de las prácticas clandestinas, como, por ejemplo, en caso de realizar
un encuentro con personas ajenas al partido, que a este no concurrieran la
totalidad de los militantes de un equipo, sino solo uno o dos para proteger
al conjunto ante cualquier falla en la seguridad (PST, 1977b). Asimismo, se
identica un problema metodológico en estos trabajos citados al analizar
ciertas propuestas partidarias de un momento particular de manera escin-
dida de balances posteriores. Ello imposibilita vislumbrar si ellas fueron
Mangiantini, M. / Pensar la izquierda en clandestinidad
331
llevadas realmente a la práctica y de qué modo. Con relación a este tema,
son numerosos los documentos posteriores autocríticos ante la ausencia de
una materialización concreta de esta iniciativa, que se diluyó en una pro-
clama abstracta nunca realizada (PST, 1977a, 1978p). De hecho, la crisis que
experimentó el partido en 1979 acabó por echar por tierra esta propuesta.
El segundo modo de vinculación con entidades exteriores al partido, en
efecto, conllevó un mayor índice de exposición, más allá de ponerse en prác-
tica bajo una identidad política invisibilizada. A raíz de un análisis contextual
que vislumbró una ofensiva contra las conquistas de los trabajadores, el PST
juzgó que la dirigencia sindical carecía de posibilidades de desempeñar un
papel de arbitraje entre los sectores propietarios y los trabajadores, por lo
que se vería obligada a desarrollar diversos tipos de movilización como un
modo de sobrevivir como casta ante la falta de concesiones gubernamentales.
El posible desarrollo de luchas defensivas del movimiento obrero habría po-
sibilitado así la línea de construcción de un frente único con la denominada
burocracia sindical mediante un acercamiento que no implicara la identica-
ción partidaria. Bajo esta premisa, el PST impulsó como línea a los diversos
equipos la idea de un acercamiento al sindicalismo tradicional mediante acti-
vidades políticamente inocuas, como la organización de eventos recreativos
en las fábricas, la iniciativa de algún petitorio o el acercamiento por proble-
máticas de índole administrativa (como aquellas vinculadas a las obras so-
ciales u otros trámites) (PST, 1977a, 1977b). La incorporación de esta línea de
intervención no se llevó a la práctica sin limitantes que impidieron su siste-
matización y sus riesgos porque, independientemente de soslayar la identi-
dad partidaria, la concurrencia al sindicato implicaba un modo de exposición
que, en ocasiones, derivó en despidos por parte de las empresas (Germán,
militante de base del PST, entrevista personal, 18 de octubre de 2018).
Las dicultades maniestas por lograr una extensión de la inuencia
partidaria a través de entidades externas a la organización se vieron, a su
vez, complementadas con otro elemento consistente en una férrea actividad
militante que, en la práctica, tenía por centro la conservación de la propia
organización. Es posible sostener como hipótesis que las problemáticas ex-
perimentadas para forjar una mayor presencia partidaria en diversos sec-
tores acabaron por consolidar una tendencia hacia una militancia que pon-
deró la preservación de la propia estructura, lo que motivó debates álgidos.
Existieron elementos identicables como expresión de esta armación. En
primer lugar, un tópico regularmente mencionado en este período fue la pre-
sencia de una cierta minimización de la elaboración de herramientas teórico-
conceptuales e instancias políticas formativas de la militancia. Ello no supone
que este aspecto fuera ignorado por el PST. Anualmente, y a lo largo de los
períodos estivales, se llevó a cabo la denominada escuela de cuadros del parti-
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 311-341
332
do consistente en la formación política de cuadros medios y dirigenciales. As-
pectos teóricos, lecturas de clásicos del marxismo, problemáticas históricas o
estudio de discusiones internacionales existentes en un momento determina-
do fueron algunas de las temáticas abordadas en los días de estudio. A la vez,
existieron intentos de instancias formativas de menor duración y en grupos
más reducidos para las propias células y la militancia de base. No obstante,
en este período, existió una frecuente autocrítica sobre la insuciencia de la
formación y la presencia general de un escaso nivel teórico-político, justicado
en razón del obligado recambio de dirigentes que conllevó la llegada castrense
(PST, 1977b, 1978a, 1978h, 1978q, 1978r, 1978s, 1978t).
Más allá de este elemento, es factible deducir que una dinámica de mi-
litancia clandestina llevó, indefectiblemente, a la ponderación de aspectos
de tipo logísticos y organizativos inherentes a la preservación diaria de la
estructura partidaria. El tiempo dedicado a las medidas de seguridad o a
la logística en torno al reparto del periódico partidario fueron temas habi-
tuales de discusión. A su vez, un elemento de tensión permanente fue la
problemática de las nanzas. Como se mencionó, las campañas nancieras
insumieron un considerable tiempo de debate sobre el modo de llevarlas
a cabo, a la vez que una presión para cumplimentar con los compromisos
jados. En estos tres años de clandestinidad, se contabilizan cuatro campa-
ñas nancieras con ambiciosos objetivos. Por ejemplo, en 1977, la dirección
indicó a los equipos partidarios la necesidad de alcanzar la magnicada
cifra de entre ochenta a cien mil aportantes. Una nueva campaña, un año
después, se propuso obtener alrededor de treinta mil nuevos aportes (en
la práctica, se lograron unos diez mil menos). Concluido este objetivo, los
equipos partidarios recibieron la directiva de iniciar una nueva campaña
para alcanzar cinco mil nuevos suscriptores del periódico partidario. Ello
derivó, nalmente, en el lanzamiento de una nueva iniciativa con el n de
consolidación partidaria a partir de la propuesta de incorporar a una mayor
cantidad de militantes a las reuniones regulares (PST, 1977b, 1977d, 1977i,
1977k, 1978d, 1978f, 1978h, 1978m, 1978p, 1978u, 1978v, 1978w).
Se desprende de esta descripción que, independientemente de las va-
loradas menciones sobre la formación, la propia dinámica militante y la
búsqueda de conservación de la herramienta partidaria provocaban, en la
práctica, la necesidad permanente de discusiones operativas, logísticas y
administrativas. Estas acababan por hegemonizar la cotidianeidad y los
tiempos militantes y, en parte, lesionaban el modo de articulación con otros
sectores sociales con quienes la vinculación acababa por convertirse más
bien en un acto administrativo que en un intercambio político. Ello da cuen-
ta, en denitiva, de las dicultades para congeniar inserción y preservación,
lo que llevó a tensiones internas factibles de considerar.
Mangiantini, M. / Pensar la izquierda en clandestinidad
333
En relación con ello, la corriente política que encarnaba el PST respondió
al modelo leninista de partido, lo que implicó la noción de un funciona-
miento interno acorde a las premisas del denominado centralismo demo-
crático. Esta concepción suponía que una organización poseía instituciones
y mecanismos cuyos nes eran dar a conocer a su dirección los puntos de
vista de las bases para luego tomar una decisión válida, asegurándose que
ella contara con una adhesión general que permitiera ser aplicada en todos
los escalafones partidarios. Se trató de un funcionamiento centralizado en
el que las decisiones eran tomadas por una conducción en función de una
opinión general e implicó un intento de articulación entre la libertad de dis-
cusión del conjunto del partido con una disciplina rigurosa una vez tomada
una resolución (Duverger, 1969, p. 87).
Tres años antes del golpe de Estado, el principal referente de este parti-
do (Moreno, 1973/2013) teorizó sobre esta metodología de funcionamiento
como un mecanismo consistente en la combinación de dos elementos. El
primero era una disciplina estricta y centralizada, justicada en la necesi-
dad de una coordinación férrea que posibilitara el enfrentamiento contra
los sostenes del régimen capitalista, tales como las fuerzas represivas del
Estado, los grupos parapoliciales, los partidos contrarrevolucionarios o las
conducciones sindicales burocratizadas. Pero, al mismo tiempo, el segundo
elemento consistía en una vida interna democrática manifestada en la ela-
boración colectiva de la línea política. En su visión, esta metodología debía
evitar dos riesgos: tanto un centralismo rígido en el que la dirección aca-
bara por resolver unilateralmente el conjunto de las problemáticas, como
así también el peligro de una dinámica de constante deliberación que diera
lugar a un permanente estado de debate. La primacía por cada uno de estos
mecanismos debía modicarse y ser precisada en cada momento acorde a la
dinámica de la lucha de clases, a la coyuntura y al prestigio de la dirección
ante su base. Se desprende de ello que, en períodos represivos, se impon-
dría una centralización y una disciplina más rígida que en etapas en las que
un partido se desarrollaba con mayores garantías democráticas.
La organización celular compartimentada solía ser favorable para evitar
debates internos álgidos dentro de un partido revolucionario, dado que una
disidencia maniesta en el interior de un equipo no era factible de trasladar-
se a otros organismos pares (Duverger, 1969). Un primer ejemplo de debate
interno surgió desde la conducción del equipo partidario que nucleaba a los
intelectuales de la organización. En una serie de documentos, se realizaron
críticas de peso a las derivas del partido, tales como, por ejemplo, un compor-
tamiento acorde a una “secta política”, el personalismo presente en la gura
de Moreno o un cierto desdeño por las tareas intelectuales en benecio de
una prédica de carácter obrerista (Bollini, 1978). Más allá de las intenciones
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 311-341
334
de sus impulsores (que remitieron su visión no solo a la dirección nacional
partidaria, sino también a aquellos dirigentes que se hallaban en el exilio co-
lombiano e, incluso, a la conducción del Secretariado Unicado de la IV In-
ternacional), estos planteos quedaron contenidos en el marco del sector de
intelectuales y no se trasladaron a otras esferas partidarias de similar rango.
No obstante, cuando el descontento no se limitó a ciertos militantes de base
de una célula o a algún dirigente aislado, sino que se hizo maniesto entre
diversos cuadros intermedios, ello redundó en la penetración de los cues-
tionamientos en los órganos de resolución intermedios, como, por ejemplo,
una dirección zonal; y nalmente lograron instalarse estas problemáticas en
la agenda de los principales organismos de resolución. En el caso del PST, la
emergencia de un conjunto de disconformidades por parte de diversos diri-
gentes intermedios y ciertos núcleos de la militancia de base derivaron en una
tensión interna que llevó a la organización al riesgo de la segmentación.
El ejemplo más claro de ello acaeció a lo largo de 1979 cuando el partido
fue atravesado por una discusión intestina de envergadura que, en parte, le-
sionó la metodología del tabicamiento permitiendo una mayor exposición.
El motivo de discusión fue múltiple, pero sus voceros incluyeron tanto la
revisión de caracterizaciones preexistentes (como, por ejemplo, la incorrec-
ción sobre la línea de enfrentamiento al gobierno de María Estela Martínez
de Perón ante la amenaza golpista y la crítica a la minimización del riesgo
de la dictadura en los momentos previos a ella) como, centralmente, un
cuestionamiento a la dirección surgida en marzo de 1976 y a los modos de
intervención por ella aplicados. Los métodos de vinculación con disímiles
esferas sociales a través de la “corriente socialista” o del acercamiento a las
dirigencias sindicales tradicionales fueron parte de esta crítica, como así
también una lógica de militancia que ponderó la sucesión de iniciativas de
tipo organizativas y administrativas como, por ejemplo, las sendas cam-
pañas nancieras (JB y JR, 1979). El crecimiento de esta expresión interna
de descontento llevó a la conformación de una fracción en el interior del
partido, categoría que se hallaba contemplada en las propias normativas
estatutarias de la organización, pero que, en un contexto de clandestinidad,
revestía mayor complejidad, dada la aparición de un debate que podía le-
sionar los compartimentos propios del tabicamiento.
Más allá de las minucias del debate, resulta de interés revisar los me-
canismos utilizados para revertir un clima de fractura interna que atrave-
formal e informalmente a las diversas esferas organizativas. En primer
lugar, bajo una logística propia de la clandestinidad, el Comité Central
organizó la realización de una Conferencia Nacional del partido a la que
concurrieron delegados de diversas zonas y equipos elegidos a través de
plenarios junto a la representación de aquellos núcleos disidentes de la di-
Mangiantini, M. / Pensar la izquierda en clandestinidad
335
rección. El resultado de este encuentro consistió en la renovación del Comi-
Central del partido, la reorganización de diversas células y direcciones
regionales intermedias y, al mismo tiempo, la votación de tareas tendientes
a una mayor intervención en la conictividad (PST, 1979d, 1979e, 1979f).
No obstante, determinados cuadros políticos disidentes del devenir de
la dirección consideraron insucientes los resultados de la conferencia, por
lo que las problemáticas tuvieron continuidad una vez nalizado este en-
cuentro. Esto dio origen a una fracción dentro del partido que, entre otras
demandas, cuestionó la ausencia de un debate político profundo denun-
ciando la persistencia de las prácticas cuestionadas y la exclusión de voces
disidentes de los renovados órganos de dirección (PST, 1979f, 1979g, 1979h).
El corolario de este proceso disruptivo halló su resolución a partir de
una intervención de modo directo de aquella dirección partidaria que se en-
contraba instalada en el exterior desarrollando una militancia internaciona-
lista. La realización de un encuentro de dos días de duración en Colombia
que reunió a dichos referentes con las respectivas delegaciones del Comité
Ejecutivo del partido argentino y de la fracción conformada derivó en un
acuerdo entre las partes que dictaminó una superación de la crisis a través
de la incorporación de respectivos miembros de la minoría disidente tanto
al Comité Ejecutivo como al Comité Central del partido. Resultado del en-
cuentro fueron también la publicación de un boletín de discusión para que,
en el interior de las diversas células, se conocieran los debates existentes
y sus respectivas posiciones; y el envío a la Argentina de un miembro de
la dirección partidaria radicado en Colombia para organizar un organis-
mo transitorio: la Comisión Moral. Integrada por ambas partes en tensión,
esta entidad tuvo por objetivo ordenar el debate partidario, garantizar la
distribución de las diversas posiciones a todos sus miembros, pugnar por
evitar que el clima de discusión atentara contras las normas de seguridad y,
al mismo tiempo, relevar de un modo férreo la fortaleza cuantitativa de la
fracción en cada célula y zona, de modo tal de contemplar su representati-
vidad al momento de conformación de los nuevos organismos de dirección
y de la elección de delegados para un futuro congreso partidario3, el cual
acabó realizándose al año siguiente en Colombia zanjando las diferencias
antes experimentadas en la Argentina (Comisión Moral PST, 1979a, 1979b;
PST, 1979i).
3 De un abultado caudal de documentos indagados, se rastrea la realización de, por lo me-
nos, 114 reuniones de células diferentes en las que se permitió un informe de la fracción, la
respuesta de la dirección partidaria, un intercambio por parte de los miembros del equipo
y, nalmente, la confección de un acta en la que se asentaba la cantidad de miembros que
adherían a los planteos críticos presentados por los sectores disidentes a la conducción de
ese momento.
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 311-341
336
En denitiva, la crisis interna del PST fue posible de superar a través de
una vía de resolución de las disidencias propias de este tipo de estructuras
partidarias, como es la incorporación de determinados representantes de
aquellas voces divergentes a los respectivos organismos de resolución del
partido en un proceso de captación y absorción interna que permitía sor-
tear los riesgos de ruptura. Pero, también, es factible armar que, en este
caso, resultó trascendental la presencia de aquel núcleo de dirigentes que se
hallaban en el exterior al momento de la crisis, cuya intervención permitió
encontrar determinados caminos de conuencia al tratarse de una dirección
prestigiada y reconocida por el conjunto del partido en sus diversas expre-
siones. En este sentido, y sin pretensiones de reexiones contrafactuales, es
pertinente aseverar que la salida de este conjunto de dirigentes al exterior
fue un componente de cierta tensión en el interior del PST, dada la obligada
materialización de un recambio de nombres y funciones en un escenario
complejo, pero, no obstante, su presencia por fuera de las fronteras naciona-
les permitió también convertirse en una reserva de prestigio cuya interven-
ción fue sustancial para evitar la atomización de una organización en vías
de experimentar una crisis aún mayor.
Reexión nal
Los partidos políticos poseen un “umbral de supervivencia” (Panebianco,
1995, p. 363), esto es, la posibilidad de mantenerse con vida el mayor tiempo
posible, aun bajo dicultades de distinto tipo. Los factores que determinan
ese umbral son uctuantes y obedecen a razones heterogéneas. En el caso
analizado, es posible aseverar que las posibilidades de supervivencia del
PST como estructura política se encontraron supeditadas, centralmente, a la
capacidad de adaptación a un medio hostil que posibilitara sortear la per-
secución contra sus miembros pugnando, al mismo tiempo, por mantener
la vinculación con disímiles sectores ajenos al propio partido y conservar
indemne la cohesión interna precisa para el funcionamiento cotidiano.
En este sentido, se sostiene que el PST logró sortear las barreras de la
supervivencia como partido, pero bajo lógicas y dinámicas que implicaron
un cúmulo de tensiones y contradicciones. La aplicación de una metodo-
logía que llevó la clandestinidad al paroxismo trajo consigo diversos ele-
mentos no carentes de dicultades. En primer lugar, obligó a un recambio
dirigencial acorde al resguardo de determinadas guras expuestas, lo que
conllevó, más allá de las experiencias previas de quienes asumieron la tarea
de conducción, el desafío de transformarse en el centro visible de una pro-
puesta política en un contexto de extrema complejidad sin el respaldo sim-
bólico y el imaginario colectivo de una dirección probada que pesaba sobre
los antiguos referentes. En segundo lugar, la clandestinidad trajo consigo
Mangiantini, M. / Pensar la izquierda en clandestinidad
337
no solo nuevos desafíos en cuanto a la necesidad de evitar el accionar repre-
sivo estatal, sino también en relación con distintas novedades que el partido
debía asimilar. La comunicación permanente con aquellos dirigentes que se
hallaban en el exterior, el manejo de la información en un contexto de com-
partimentación, las nuevas necesidades económicas imperantes (acordes a
la atención de familiares de militantes presos o desaparecidos o de los viajes
frecuentes hacia otras latitudes) fueron algunas de las disímiles tareas que
debía afrontar una dirección recién conformada como tal. Ello llevó a la exa-
cerbación de una militancia que primó, centralmente, el sostenimiento de la
propia organización a través de campañas nancieras, de consolidación, de
suscriptores del periódico, etc., lo que derivó en una dinámica en extremo
desgastante para quienes debían llevarla a cabo y acabó por provocar ten-
siones internas que llevaron al PST al borde de la ruptura.
Por último, la clandestinidad provocó una contradicción de peso entre esa
militancia que pugnó por sostener al partido y las necesidades de crecimiento
y de vinculación de este con aquellos sectores externos que toda organización
posee. Se sostiene que la primacía de tareas organizativas y administrativas
lesionó las posibilidades de mayor presencia en los distintos núcleos del mo-
vimiento social que se pretendía representar y provocó un estancamiento
en la militancia. En relación con ello, Osuna (2015) sostuvo que existió en el
partido un “romanticismo de la ilegalidad” (p. 77), lo que suponía que, para
la militancia, la acción política predilecta se producía en estos períodos con
la consecuente dicultad para continuar el compromiso político en momen-
tos de legalidad. Por el contrario, esta armación omite que, justamente, este
partido experimentó su mayor período de crecimiento en los momentos de
legalidad previa al golpe de Estado, cuando, ante la apertura de locales y en
el marco de la participación electoral, vivenció un salto cuantitativo de peso.
Luego vio mermada su militancia orgánica en los momentos de mayor repre-
sión estatal durante la última dictadura cívico-militar y, nalmente, alcanzó
nuevamente un crecimiento notorio al producirse la transición democrática
que acabaría con esta experiencia y derivaría en la apertura de 1983, con la
consecuente transformación del PST en el Movimiento al Socialismo.
Referencias bibliográcas
Acevedo Terazona, A., y Patiño Romero, F. (2019). Orígenes del trotskismo
en Colombia: de los colectivos socialistas revolucionarios al Blo-
que Socialista (1971-1977). Historia Caribe, 14(34), 123-149. hp://
dx.doi.org/10.15648/hc.34.2019.4
Águila, G. (2019). La izquierda argentina, entre la dictadura y la transición
democrática: notas para su estudio. Revista de Historia Social y de las
Mentalidades, 23(2), 277-304. hps://doi.org/10.35588/rhsm.v23i2.4109
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 311-341
338
Ateneo de Estudios Sociales Alfredo Palacios (1976). Boletín interno. Funda-
ción Pluma.
Bellucci, M. (2018). Revista Todas: un compromiso feminista con el puño
en alto [ponencia]. XI Seminario Internacional Políticas de la Memoria,
Centro Cultural Haroldo Conti, Buenos Aires, Argentina.
Bollini, C. [Carlos Brocato] (1978). Contra el espíritu de secta monolitizado.
Fundación Pluma.
Broué, P. (1963/2007). El Partido Bolchevique. Ediciones Alternativa.
Campione, D. (2007). La izquierda no armada en los años setenta: tres casos,
1973-1976. En C. Lida, H. Crespo y P. Yankelevich (Comps.), Argen-
tina, 1976. Estudios en torno al golpe de Estado (pp. 85-110). Fondo de
la Cultura Económica (FCE) - El Colegio de México.
Casola, N. (2015). El PC argentino y la dictadura militar. Militancia, estrategia
política y represión estatal. Imago Mundi.
Casola, N. (2021). Las bolcheviques. Izquierda partidaria y movimiento de
mujeres en la Argentina reciente. Archivos de Historia del Movimien-
to Obrero y la Izquierda, 19, 43-64. hps://doi.org/10.46688/ahmoi.
n19.328
Comité Central [CC] del PST (1980). Balance de actividades y situación del par-
tido. Fundación Pluma.
CC del PST (1981). Balance de actividades. Fundación Pluma.
Coggiola, O. (2006). Historia del trotskismo en Argentina y América Latina. Edi-
ciones RyR.
Comisión Moral PST (1979a, 01 y 03 de agosto). Acta de la primera reunión de
la Comisión Moral. Fundación Pluma.
Comisión Moral PST (1979b, 13 de agosto). Tercera reunión de la Comisión
Moral. Fundación Pluma.
Comisión redactora del CE del PST (1979). Construir el partido con inuencia
de masas, dirigiendo la resistencia a la dictadura. Fundación Pluma.
Duverger, M. (1952/1969). Los partidos políticos (J. Campos y E. González
Pedrero, Trads.). Fondo de la Cultura Económica (FCE).
Hobsbawm, E. (2010). Revolucionarios. Ensayos contemporáneos (J. Sempere,
Trad.). Crítica.
Hugo [Nahuel Moreno] (1979, abril). Carta a los delegados de la conferencia del
PST-A [La Revolución de Mayo de 1810]. Fundación Pluma.
JB y JR (1979, 28 de abril). En defensa de la Fracción Bolchevique – En defensa del
PST (A). Fundación Pluma.
Lenin, V (1902/2004). ¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento.
Luxemburg.
Mangiantini, M (2017). Redes militantes y acciones en el exilio. La política
internacionalista del Partido Socialista de los Trabajadores (1976-
Mangiantini, M. / Pensar la izquierda en clandestinidad
339
1982). Revista Estudios. Revista del Centro de Estudios Avanzados, 38,
87-104. hps://doi.org/10.31050/re.v0i38.19130
Mangiantini, M. (2018). Itinerarios militantes. Del Partido Revolucionario de los
Trabajadores al Partido Socialista de los Trabajadores (1965-1975). Ima-
go Mundi.
Mangiantini, M. (2020). La izquierda no armada ante la ofensiva armada.
Respuestas y tensiones del trotskismo frente a la represión estatal y
paraestatal (1973-1976). Revista E-Latina, 18(72), 44-65. hps://publi-
caciones.sociales.uba.ar/index.php/elatina/article/view/5540/0
Mangiantini, M. (2021). ¿El trotskismo tiene rock? Diálogos y tensiones en-
tre la militancia de izquierda y el rock argentino como contracul-
tura (1974-1980). Revista Historia Social y de las Mentalidades, 25(1),
1-28. hps://doi.org/10.35588/rhsm.v25i1.4660
Moreno, N. (1973/2013). El partido y la revolución. Teoría, programa y política –
polémica con Ernest Mandel. El Socialista.
Movimiento Socialista de los Trabajadores [MST]. (2015). Rastros en el silen-
cio. El trotskismo frente a la Triple A y la dictadura. Ediciones Alterna-
tiva.
Osuna, M. F. (2015). De la Revolución socialista a la Revolución democrática: Las
prácticas del Partido Socialista de los Trabajadores/Movimiento al Socia-
lismo durante la última dictadura (1976-1983). Universidad Nacional
de La Plata, Universidad Nacional de General Sarmiento, Universi-
dad Nacional de Misiones.
Panebianco, A. (1982/1995). Modelos de partido. Organización y poder en los
partidos políticos (M. Trinidad, Trad.). Alianza Editorial.
Partido Socialista de los Trabajadores (PST) (1973, 28 y 29 de julio). El rol de
la JSA en la construcción del partido [ponencia]. II Congreso Extraor-
dinario. Buenos Aires, Argentina.
PST (1975, 9 de septiembre). Boletín interno. Fundación Pluma.
PST (1976a, 10 de febrero). Boletín Interno N° 4. Fundación Pluma.
PST (1976b, 18 de febrero). Boletín Interno N° 5. Fundación Pluma.
PST (1976c, 3 de marzo). Boletín interno N° 6. Fundación Pluma.
PST (1976d). Carta a los concurrentes a las charlas del Ateneo. Fundación Pluma.
PST (1977a, febrero). Documento nacional. Fundación Pluma.
PST (1977b, agosto). Minuta situación nacional y actividades [Renacimiento
español]. Fundación Pluma.
PST (1977c, 19 de abril). Boletín interno N° 1. Fundación Pluma.
PST (1977d, octubre). Boletín interno sobre campaña nanciera [Historia Ar-
gentina]. Fundación Pluma.
PST (1977e, 7 de junio). Boletín interno N° 4. Fundación Pluma.
PST (1977f, 24 de mayo). Boletín interno N° 3. Fundación Pluma.
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 311-341
340
PST (1977g, 25 de octubre). Boletín interno N° 9. Fundación Pluma.
PST (1977h, 11 de octubre). Boletín interno N° 8. Fundación Pluma.
PST (1977i, 13 de diciembre). Boletín interno N° 11 [Curso de Economía I].
Fundación Pluma.
PST (1977j, 10 de mayo). Boletín interno N° 2. Fundación Pluma.
PST (1977k, 27 de julio). Boletín interno N° 7. Fundación Pluma.
PST (1978a, 4 de abril). Boletín interno N° 19. [Curso de lógica]. Fundación
Pluma.
PST (1978b, 28 de noviembre). Boletín interno N° 35 [San Martín y las campa-
ñas libertadoras a Chile y Perú]. Fundación Pluma.
PST (1978c, 27 de junio). Boletín interno N° 25 [Introducción al derecho ro-
mano]. Fundación Pluma.
PST (1978d). Campaña nanciera [Filosofía]. Fundación Pluma.
PST (1978e, 4 de enero). Boletín interno [Cuaderno 5]. Fundación Pluma.
PST (1978f, 1 de marzo). Boletín interno N° 17 [Nociones de lógica]. Funda-
ción Pluma.
PST (1978g, 8 de agosto). Boletín interno [Filosofía]. Fundación Pluma.
PST (1978h, 29 de marzo). Boletín interno N° 16. [Nociones de lógica]. Fun-
dación Pluma.
PST (1978i, 2 de mayo). Boletín interno N° 21 [Historia]. Fundación Pluma.
PST (1978j, 19 de septiembre). Boletín interno N° 31 [Boletín técnico agrario].
Fundación Pluma
PST (1978k, 12 de diciembre). Boletín interno N° 36 [Curso de Historia Ar-
gentina: San Martín]. Fundación Pluma.
PST (1978l, 24 de octubre). Boletín interno N° 33 [Primeros auxilios]. Funda-
ción Pluma.
PST (1978m, 7 de noviembre). Boletín interno N° 34 [Accidentes menores:
primeros auxilios]. Fundación Pluma.
PST (1978n). El aspecto interno. Fundación Pluma.
PST (1978o). Algunas consideraciones generales. Fundación Pluma.
PST (1978p, 16 de mayo). Boletín interno N° 22 [Historia]. Fundación Pluma.
PST (1978q). Citas para el curso de América Latina. Fundación Pluma.
PST (1978r). Curso sobre América Latina. Fundación Pluma.
PST (1978s). Eurocomunismo. Fundación Pluma.
PST (1978t). Curso sobre el frente obrero. Fundación Pluma.
PST (1978u, 19 de abril). Boletín interno N° 20 [Historia]. Fundación Pluma.
PST (1978v, 13 de junio). Boletín interno N° 24 [Introducción al Derecho Ro-
mano]. Fundación Pluma.
PST (1978w, 29 de mayo). Boletín interno N° 23 [Introducción al Derecho
Romano]. Fundación Pluma.
Mangiantini, M. / Pensar la izquierda en clandestinidad
341
PST (1979a). Estatuto del Partido Socialista de los Trabajadores [Geografía Eco-
nómica General y Argentina]. Fundación Pluma.
PST (1979b, 21 de abril). Acta de la reunión preparatoria Conferencia. Funda-
ción Pluma.
PST (1979c, 10 de julio). Boletín interno N° 42 [Geografía]. Fundación Pluma.
PST (1979d, 7 de abril). Reunión de CC e invitados. Fundación Pluma.
PST (1979e, 16 de abril). Acta de la reunión preparatoria Conferencia. Funda-
ción Pluma.
PST (1979f). Informe de actividades PST (A). Fundación Pluma.
PST (1979g). Aclaración. Fundación Pluma.
PST (1979h, 21 de junio). Acta acuerdo. Fundación Pluma.
PST (1979i, 20 de junio). Acta FB, CE y FM del PST (A). Fundación Pluma
PST (1980a, febrero). Documento nacional [ponencia]. Congreso Nacional del
PS. Bogotá, Colombia.
PST (1980b, febrero). Balance de actividades [ponencia]. Congreso Nacional
del PST. Bogotá, Colombia.
Seia, G. (2021). El movimiento estudiantil de la Universidad de Buenos Ai-
res durante los primeros años de la dictadura (1976-1978). Estudios
Sociales, 31(60), 25-48. hps://doi.org/10.14409/es.v60i1.8539
Trebisacce, C., y Mangiantini, M. (2015). Feminismo, diversidad sexual y re-
laciones sexo-afectivas disidentes. Apuestas y tensiones en el PST,
1971-1975. Archivos de Historia del Movimiento Obrero y la Izquierda,
7, 101-120. hps://doi.org/10.46688/ahmoi.n7.137
Veiga, R. (2006). El tigre de la pobladora. Diálogos inéditos con Nahuel Moreno.
CEHUS.