Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 311-341
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do consistente en la formación política de cuadros medios y dirigenciales. As-
pectos teóricos, lecturas de clásicos del marxismo, problemáticas históricas o
estudio de discusiones internacionales existentes en un momento determina-
do fueron algunas de las temáticas abordadas en los días de estudio. A la vez,
existieron intentos de instancias formativas de menor duración y en grupos
más reducidos para las propias células y la militancia de base. No obstante,
en este período, existió una frecuente autocrítica sobre la insuciencia de la
formación y la presencia general de un escaso nivel teórico-político, justicado
en razón del obligado recambio de dirigentes que conllevó la llegada castrense
(PST, 1977b, 1978a, 1978h, 1978q, 1978r, 1978s, 1978t).
Más allá de este elemento, es factible deducir que una dinámica de mi-
litancia clandestina llevó, indefectiblemente, a la ponderación de aspectos
de tipo logísticos y organizativos inherentes a la preservación diaria de la
estructura partidaria. El tiempo dedicado a las medidas de seguridad o a
la logística en torno al reparto del periódico partidario fueron temas habi-
tuales de discusión. A su vez, un elemento de tensión permanente fue la
problemática de las nanzas. Como se mencionó, las campañas nancieras
insumieron un considerable tiempo de debate sobre el modo de llevarlas
a cabo, a la vez que una presión para cumplimentar con los compromisos
jados. En estos tres años de clandestinidad, se contabilizan cuatro campa-
ñas nancieras con ambiciosos objetivos. Por ejemplo, en 1977, la dirección
indicó a los equipos partidarios la necesidad de alcanzar la magnicada
cifra de entre ochenta a cien mil aportantes. Una nueva campaña, un año
después, se propuso obtener alrededor de treinta mil nuevos aportes (en
la práctica, se lograron unos diez mil menos). Concluido este objetivo, los
equipos partidarios recibieron la directiva de iniciar una nueva campaña
para alcanzar cinco mil nuevos suscriptores del periódico partidario. Ello
derivó, nalmente, en el lanzamiento de una nueva iniciativa con el n de
consolidación partidaria a partir de la propuesta de incorporar a una mayor
cantidad de militantes a las reuniones regulares (PST, 1977b, 1977d, 1977i,
1977k, 1978d, 1978f, 1978h, 1978m, 1978p, 1978u, 1978v, 1978w).
Se desprende de esta descripción que, independientemente de las va-
loradas menciones sobre la formación, la propia dinámica militante y la
búsqueda de conservación de la herramienta partidaria provocaban, en la
práctica, la necesidad permanente de discusiones operativas, logísticas y
administrativas. Estas acababan por hegemonizar la cotidianeidad y los
tiempos militantes y, en parte, lesionaban el modo de articulación con otros
sectores sociales con quienes la vinculación acababa por convertirse más
bien en un acto administrativo que en un intercambio político. Ello da cuen-
ta, en denitiva, de las dicultades para congeniar inserción y preservación,
lo que llevó a tensiones internas factibles de considerar.