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El Partido Comunista de la Argentina: un balance de
su frente popular y de su accionar político y sindical
en la década peronista1
Silvana Andrea Staltari*
Resumen
El objetivo de este trabajo es realizar un balance de la estrategia del frente
popular del Partido Comunista argentino y de su aplicación tanto en su
línea política como en su línea sindical durante los dos primeros gobiernos
peronistas. Se atenderá a los vínculos entre los componentes que debían
integrar el frente y aquellos del propio partido. Para reconstruir esto último,
se analizaron los órganos ociales Orientación, La Hora, Nuestra Palabra, y
documentación interna del partido. Nuestro propósito será indagar la cons-
trucción de un planteo estratégico político y gremial a partir del triunfo de
Juan Domingo Perón en las elecciones de febrero de 1946, para aportar al
conocimiento acerca de una de las principales corrientes ideológicas con
inserción entre los trabajadores y su deriva.
Palabras clave: Partido Comunista, estrategia, Frente Popular, peronismo
The Argentine Communist Party: a balance of its popular front and its
political and trade union actions in the Peronist decade
Abstract
The aim of this article is to analyze how the Communist Party in Argentina
aempted to apply the popular-front strategy, and how it was done in the trade-
unions organization, during the Peronist governments (1946-1955). The focus will
be the relationships between the members that were to be part of that strategy and the
members of the Party itself. We will study its ocial press: Orientación, La Hora,
Nuestra Palabra, and other internal documents. Our purpose is to investigate the
construction of the political and trade-unions strategies since the triumph of Juan
1 El escrito fue terminado con indicaciones de la autora por Mercedes López Cantera y Eze-
quiel Murmis
* Universidad de Buenos Aires.
Artículo recibido: 15/04/2021 Artículo aprobado: 29/12/2021
MIRÍADA. Año 14, N.º 18 (2022), pp. 279-309.
© Universidad del Salvador. Facultad de Ciencias Sociales. Instituto de Investigación en
Ciencias Sociales (IDICSO). ISSN: 1851 9431
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 279-309
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Domingo Perón in 1946, in order to contribute to a beer understanding of one of
the main ideological and political movements.
Keywords: Communist Party, strategy, Popular Front, Peronism
Es preciso tener en cuenta la máxima leninista de que el arte del comunis-
ta consiste en saber aprovechar las menores posibilidades de obtener un
aliado de masas, aunque sea temporal, vacilante, poco seguro, condicio-
nal.
—La Hora, 23 de abril de 1947, s. p.
No olvidar que el peronismo es un fenómeno circunstancial y que el
Partido es permanente. El peronismo no es nada nuevo, es lo viejo vestido
de nuevo […]. Hay que partir del principio que en el Frente Democrático
Nacional (antioligárquico, antiimperialista, y pro paz) deben participar
junto con los comunistas, los peronistas, radicales, socialistas, etc., así
como sus partidos políticos, a n de conseguir que sea un verdadero
Frente Nacional.
—Codovilla, 1953, p. 12
La cita perteneciente a Victorio Codovilla reeja, casi siete años después
del triunfo de la fórmula Perón-Quijano en las elecciones del 24 de febrero
de 1946, que el Partido Comunista argentino (PC) continuaba tratando de
materializar su estrategia de frente popular, vigente desde 1935, y que, a
partir del XI Congreso de agosto de 1946, fue llamado Frente de Liberación
Social y Nacional (FLSN). Este frente se formaría bajo la nueva línea políti-
ca de apoyar lo positivo y criticar lo negativo del gobierno, para lo cual se
reestructuraron una serie de organizaciones y se proyectaron nuevas. Sin
embargo, en 1953 el partido daba muestras de sus límites para obtener los
resultados planicados con la nueva línea sindical en el movimiento obre-
ro: la “unidad desde abajo” y la táctica de motorizar, impulsar y direccionar
sus luchas. Con ellas debían presionar al gobierno lo suciente como para
que los militantes comunistas explicasen las contradicciones del peronis-
mo y demostrasen que no era la “verdadera” representación política de los
trabajadores. Esto último se encontraba relacionado con dos puntos del XI
Congreso. El primero fue que la tesis aprobada estableció que el desarrollo
político-económico del país tenía dos posibilidades, y ello dependía de lo
que ocurriese dentro del propio peronismo y de lo que pudiera hacer el PC
con la clase trabajadora. El segundo fue la caracterización del peronismo
como una fuerza heterogénea para la cual la lucha interna sería inevitable,
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dado que en su composición social y política se encontraba el germen de las
presiones de cada grupo y sus intereses contrapuestos.
Para el momento de las palabras de Codovilla, la perspectiva de un mo-
vimiento popular con hegemonía del proletariado y de la realización de la
revolución agraria-antimperialista quedaba enterrada por la perspectiva de
un movimiento con hegemonía de la oligarquía ligada a la burguesía y a los
monopolios extranjeros. En plena crisis económica y ante la paralización de
los convenios colectivos en 1952, la postergación del segundo plan quin-
quenal el mismo año y la cuestión de la carestía de la vida, los comunistas
evaluaron en 1953 que el resultado de la elección había sido por los sectores
burgueses reaccionarios, que habían relegado políticamente a la corriente
obrera y popular. Meses después, explotaron las bombas en la concentra-
ción de la Confederación General de los Trabajadores (CGT) en Plaza de
Mayo, Perón llamó a la “Conciliación Nacional”, y el PC atravesó una crisis
interna que terminó con la expulsión del secretario de Organización Na-
cional. A pesar de esto, el peronismo obtuvo la mayoría en las elecciones
parlamentarias de 1954, y los sectores obreros resistieron primero el plan
de estabilización económica de 1952 y luego el Congreso de la Productivi-
dad. En ese contexto, el PC acompañó y promovió aquellos posicionamien-
tos obreros junto a algunas huelgas de alcance signicativo hasta el golpe
de Estado de 1955, el cual condenó como hizo con los intentos golpistas,
mientras desmentía su participación. La constante campaña anticomunista
desde los inicios del peronismo en el gobierno fue intensicándose y cam-
biando las herramientas para llevar a cabo la obturación de la presencia del
PC, más que nada dentro del movimiento sindical.
El presente artículo, cuya metodología se inscribe en un estudio de his-
toria social y política, busca realizar un balance de la actuación del PC ar-
gentino entre 1946-1955. Hará hincapié en la construcción del frente que se
propuso formar en los ámbitos político y sindical. Algunos interrogantes
que orientan el trabajo son: ¿cómo se organizaron las estructuras y recursos
necesarios? ¿Cómo fue la relación con los demás partidos en el terreno de la
política nacional? ¿Cuáles fueron las condiciones de posibilidad que los co-
munistas encontraron al desarrollar su tarea dentro de los sindicatos? Y, por
último, ¿cuáles fueron las dinámicas puestas en práctica para enfrentar los
elementos de obturación a su presencia dentro de las organizaciones obre-
ras? Para aclarar dichos interrogantes, se trabajó con distintos documentos
internos del PC, sus publicaciones y la prensa partidaria. En primer lugar,
iniciaremos nuestro recorrido con un balance historiográco; en segundo
lugar, desarrollaremos el trabajo con algunos sectores populares y progre-
sistas que debían conformar el frente y, en tercer lugar, veremos, en el espa-
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cio sindical, las condiciones de posibilidad y las acciones de obturación que
dicultaron el accionar partidario entre 1946-1955, para luego analizar las
respuestas del PC en cada contexto.
Balance historiográco. ¿Con qué parte de “lo imposible del todo” quedarse?
Las diversas y múltiples perspectivas de análisis sobre el PC argentino que
han abordado sus particularidades como las generalidades compartidas
con otros partidos de su tipo dicultan las posibilidades de realizar recons-
trucciones históricas que abarquen una totalidad ideal de planos y de ele-
mentos en recorridos de largo alcance. Partiendo de lo establecido por Perry
Anderson (1984), debería tomarse al partido como unidad de análisis, es
decir, en un primer término, la trayectoria de la política interna, con su ori-
gen, integrantes, organización, líderes, su política, las tendencias y las rup-
turas. En este sentido, si comenzamos un recorrido historiográco desde los
inicios del PC hasta 1946, contamos con los estudios académicos de Daniel
Campione (2005) y de Hernán Camarero (2007), quienes abordan sus oríge-
nes a partir de las discusiones dentro del Partido Socialista (PS), la aparición
de la corriente de izquierda, su desprendimiento y expulsión, la formación
del Partido Socialista Internacional, hasta nalmente, en diciembre de 1920,
la adopción del nombre PC. Según Camarero (2007, 2008), mientras el vín-
culo con la clase obrera crecía y las crisis internas se sucedían, se fue confor-
mando un perl obrero, pero con una estructura partidaria más jerárquica,
burocrática y centralizada en Victorio Codovilla y los hermanos Rodolfo y
Orestes Ghioldi principalmente, en sintonía con la Comintern estalinista.
En un segundo término, según Anderson (1984), debería observarse la
esfera nacional, donde se contemplaría la relación con la clase obrera en
conjunto y con otras clases y grupos sociales, los demás partidos, los inte-
lectuales y la burguesía. Así encontramos los estudios ya citados de Cama-
rero (2007, 2008), como otros del mismo autor (2009, 2012, 2013) y los que
realizó con otros investigadores (Camarero y Ceruso, 2014, 2015, 2020), que
demuestran que el PC contribuyó al proceso de movilización y organiza-
ción del movimiento industrial. Las investigaciones de Diego Ceruso (2010,
2015) aportaron mayor especicidad sobre aquellos repertorios de las dis-
tintas corrientes en las fábricas e industrias, desde la gura del delegado,
las comisiones, los comités y los consejos y, cuando fueron necesarias, las
células obreras, temática retomada parcialmente en otras investigaciones
(Iñigo Carrera, 2000; Lobato, 2001). El conjunto de estos estudios permitió
comprender la importancia del PC en el desarrollo de la Federación Obrera
Nacional de la Construcción (FONC), la Unión Obrera Textil (UOT), el Sin-
dicato Obrero de la Industria Metalúrgica (SOIM), la Federación Obrera de
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la Industria de la Carne (FOIC), el Sindicato Único de Obreros de la Madera
(SUOM) y la Federación Obrera del Vestido (FOV).
Las relaciones con las corrientes de inuencia obrera y demás partidos
políticos dependieron del periodo estratégico en el cual se encontraba la
Internacional Comunista (IC) y sus liales. Desde 1921 la política de frente
único fue la línea que posibilitó a estos partidos establecer acuerdos con
otras fuerzas obreras de izquierda y desde 1925, con el reformismo bur-
gués nacional. El aislamiento sobrevino a partir del cambio de estrategia
entre 1928-1935, cuando se aplicó la política del llamado tercer periodo o clase
contra clase luego del VIII Congreso. Así, el radicalismo pasó a identicarse
como la expresión de la burguesía nacional contrarrevolucionaria, mientras
que se caracterizó al golpe José F. Uriburu (1930-1932) y a la presidencia de
Agustín P. Justo (1932-1938) como dictaduras reaccionarias y fascistas. Del
mismo modo, el socialismo y el sindicalismo fueron juzgados como agentes
o cómplices del fascismo. La década del treinta fue un periodo atravesado
por las luchas obreras y la reacción de la patronal y del Estado. Como re-
construye Mercedes López Cantera (2018), el partido enfrentó la hostilidad
de todos los actores “que compartieron un elemento en común que fue el
anticomunismo, un discurso contrarrevolucionario acompañado por las di-
versas prácticas de disciplinamiento social” (p. 134). La persecución de la
Sección Especial de Represión del Comunismo fue la herramienta por la
cual los militantes políticos y sindicales del PC fueron encarcelados, tortu-
rados, y, con la aplicación de la Ley de Residencia N.º 4.144, varios de ellos,
deportados.
En 1935, la adopción de la estrategia de Frente Popular por los partidos
comunistas a nivel mundial implicó un nuevo giro político. El diagnóstico
elaborado por la URSS ante el avance de los fascismos en Europa impulsó
una política de alianza con aquellas fuerzas democráticas y sectores progre-
sistas de la burguesía que dio por cerrada la intransigencia característica del
tercer periodo. La formación de frentes antifascistas en diversos países no
logró llevarse a cabo en la Argentina, aunque el PC local entabló lazos con el
PS y con sectores de la Unión Cívica Radical (UCR) y del Partido Demócrata
Progresista (PDP). Como señala Gabriel Piro Mielman (2018, 2020), al abs-
traer al fascismo de su carácter de clase, el comunismo pudo legitimar tanto
su acercamiento a actores “democráticos” como su integración al régimen
político. Más allá de la contradicción que le signicó esta estrategia política
(como las tensiones ante el impacto del acuerdo Ribbentrop-Molotov en
1939), el PC argentino incrementó su presencia en el ámbito sindical y en
el mundo obrero (Camarero, 2008; Durruty, 1969; Horowi, 2004; Korze-
niewicz, 1993), profundizando su activismo en la esfera artístico-intelectual
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(Pasolini, 2005; Petra, 2017). Así, el golpe de 1943 fue caracterizado por el
partido como profascista y reaccionario, dada su embestida anticomunista,
que incrementó las persecuciones y las clausuras de la prensa y de los loca-
les partidarios y sindicales.
De acuerdo con Ceruso y Staltari (2018), fueron esas banderas de “De-
mocracia y Unidad” las que guiaron las denuncias contra la represión y
las maniobras jurídico-administrativas en perjuicio de los sindicatos bajo
inuencia comunista. De esa forma, el PC trabajó con los sectores de la
oposición al gobierno de facto con base en tres niveles de organización: la
búsqueda de la unidad desde el gremialismo; el restablecimiento de los sin-
dicatos o federaciones bajo su inuencia y los trabajos de base; y la alianza
con los demás partidos opositores, que se plasmó en Unión Democrática
(UD). Esta última estrategia puede comprenderse a la luz de una serie de
trabajos que resulta necesario revisar. Nos referimos a aquellos dedicados a
la polarización identitaria ocurrida desde décadas anteriores que permiten
establecer continuidades y rupturas entre el antifascismo y el antiperonis-
mo (Azzolini, 2016; Ferreyra, 2020; García Sebastiani, 2005; Garzón Rogé,
2014; Lichtmajer, 2016).
En relación con los trabajos académicos que abordan al PC en el periodo
1946-1955, podemos concluir que, en su mayoría, se enfocaron en la segun-
da esfera de análisis de Anderson (1984): la nacional. Así, “lo cultural” y “la
relación partido-intelectuales” adquirieron un nuevo matiz (Altamirano,
2007; Caaruzza, 2008): se demuestra que la historia argentina fue proble-
matizada, interpretada y apropiada a través del trabajo de los intelectuales
del partido antes del peronismo. La presencia de la historia nacional se en-
cuentra también en los estudios sobre las trayectorias de guras intelectua-
les del PC (Acha, 2006; Massholder, 2014; Prado Acosta, 2015; Petra, 2017).
La relación con otros actores políticos fue tomada principalmente por
quienes analizaron los posicionamientos políticos del PC estableciendo la
relación comunismo-peronismo. Así, para Samuel Amaral (2008, 2018), los
alineamientos del partido —antes y después del triunfo de Perón— y las in-
terpretaciones con las cuales explicó la adhesión de las masas al peronismo se
encuentran ligados al vínculo soviético. Por su parte, Aníbal Jáuregui (2012)
y Andrés Gurbanov y Sebastián Rodríguez (2008) sistematizaron las posturas
del partido señalando procesos de acercamientos y alejamientos del peronis-
mo, reejados en una serie de apoyos a las políticas del Gobierno. Desde esta
última perspectiva, tomando como referencia la estrategia y las tácticas polí-
ticas, hallamos los estudios sobre los posicionamientos del PC con respecto a
las medidas sociales, económicas y políticas del gobierno peronista (Staltari,
2014a, 2014b), marcados por la continuación de su estrategia frentista y por la
táctica prevista para revincularse con los trabajadores peronistas.
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Sobre las relaciones con la clase obrera en general, las investigaciones
del periodo son escasas. Los trabajos se enfocaron en observar los orígenes
del peronismo para encontrar las explicaciones causales del vínculo que se
estableció entre el sindicalismo y aquella fuerza, lo que relegó la observa-
ción de las otras corrientes que continuaron operando en él. Los comunistas
son mencionados tangencialmente en la dinámica sindical de gremios es-
pecícos, pero sin reparar concretamente en la reconstrucción de su desen-
volvimiento (Contreras, 2014, 2017; Doyon, 2006; Schiavi, 2013). Las inves-
tigaciones sobre la relación y la dinámica del PC con el movimiento obrero
se caracterizan por la reconstrucción de conictos puntuales de sindicatos,
como Omar Acha (2008), los análisis de Verónica Norando (2020) de la orga-
nización y la vida de lo femenino y los de Staltari (2019) sobre la nueva línea
sindical y los primeros resultados y consecuencias para los comunistas en-
tre 1946-1948. También incluimos dentro de esta línea a quienes retoman el
PC desde un enfoque regional o provincial, lo cual ayuda cuantiosamente a
conocer las experiencias desarrolladas en el periodo y sus diferencias con la
dimensión nacional (Blanco, 2016; Prol, 2019; Tcach, 2020).
También son pocos los trabajos académicos sobre la organización y la
vida interna partidaria en este periodo, es decir, los estudios que pertenecen
a la primera esfera de análisis según Anderson (1984). La reconstrucción
minuciosa de la formación y el desarrollo de las actividades y los integran-
tes de la Federación Juvenil Comunista de Isidoro Gilbert (2009) y las in-
vestigaciones de Adriana Valobra (2005, 2015), que abarcan a las organiza-
ciones y los espacios de articulación de demandas de las mujeres, como la
Junta para la Victoria y la Unión de Mujeres Argentinas, son un gran aporte.
Finalmente, en relación con el tercer término señalado por Anderson (1984),
la esfera internacional, podemos encontrar las investigaciones de Victor Jei-
fets y Lazar Jeifets (2014) sobre los emisarios de la Comintern, las de Augus-
to Piemonte (2015a, 2015b) y el libro de Gilbert (2007) sobre el papel de la
diplomacia y la inteligencia soviética en la Argentina.
A partir de este balance, nos proponemos iluminar acerca del peso que
el PC le otorgó al juego político nacional, con el objetivo de sopesar las
razones de aquel interés y el vínculo con otras áreas de trabajo partida-
rio exploradas y analizadas en los siguientes apartados. Como vimos en
la introducción, los comunistas asumieron una nueva línea política que se
acopló a su estrategia de frente y a las tácticas para llevarla a cabo y una
línea sindical que, luego de unos meses de prueba y error, debía continuar
nalmente por donde se podía, comenzando desde abajo. Todo ello implicó
una reorganización total de sus recursos. A continuación, observaremos de
forma general cómo esto fue llevado adelante, las modalidades que asumió
la dinámica vincular con los demás partidos políticos y grupos sociales y,
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por último, la reorganización de sus estructuras y recursos durante aquellos
años en el ámbito obrero.
Vínculo con los partidos políticos
Acorde con la estrategia de frente popular, el FLSN debía conformarse a
partir de la alianza establecida con los sectores progresistas, incluida la bur-
guesía nacional y los partidos políticos democráticos, siendo la clase obrera
la otra parte de este programa, basado en el colaboracionismo de clase. Sa-
bemos que estos propósitos no llegaron a cumplirse. En ese sentido, cree-
mos que es posible observar los límites que encontraron esos objetivos en
tres esferas que analizaremos a continuación. La primera corresponde al
trabajo con las fracciones progresistas y democráticas, condicionado por las
tensiones en el interior del total de los actores antiperonistas; la segunda
se relaciona con las conclusiones que pueden extraerse del famoso “caso
Real”; y una tercera se vincula con las posiciones del PC durante las elec-
ciones.
Con respecto a la otra fracción política y social de la conformación del
frente, los partidos y sectores progresistas y democráticos, la experiencia
del PC no era nada desdeñable, considerando su enorme tarea con los inte-
lectuales y con la juventud. A partir de 1935, los comunistas plantearon el
trabajo conjunto con otras fuerzas, apelando al PS, la UCR y el Partido De-
mócrata Progresista (PDP), lo que incluyó la conformación de listas conjun-
tas o la aceptación de apoyos políticos, como los intentos de 1937 y de 1942
(Camarero y Ceruso, 2020; Herrera, 2016; López, 2018). Si bien la derrota de
la UD de febrero de 1946 no había sido la primera experiencia de alianzas
que habían atravesado, el triunfo de Perón produjo un nuevo realineamien-
to de fuerzas políticas que condujo a centrar su atención en un nuevo sector:
el peronismo.
En el análisis que el PC realizó en el XI Congreso de la escena de la polí-
tica nacional, las realidades partidarias no resultaron alentadoras. Sus anti-
guos aliados de la UD sufrían crisis y reorganizaciones internas, vinculadas
a las dos posibilidades de desarrollo que estableció la tesis del Congreso. En
cada caso, incluido el peronismo, operaban luchas internas abiertas o encu-
biertas entre los sectores progresistas y reaccionarios. Como expusimos en
la introducción, el nuevo actor político nacía con enfrentamientos y crisis
garantizadas por su composición social, por lo tanto, había que esperar:
En el reagrupamiento de fuerzas que se está operando en el campo
del peronismo, es de prever que los elementos derechistas del grupo
radical quijanista se irán transformando en el apoyo político princi-
pal del Gobierno. Siendo su política coincidente con la de la tradicio-
nal ala derechista de la Unión Cívica Radical y, en ciertos aspectos,
Staltari, S. A. / El Partido Comunista de la Argentina: un balance de su frente popular...
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con la oposición de algunos grupos intransigentes, es probable que
el partido único gubernamental vea engrosar sus las con sectores
importantes de la Unión Cívica Radical y también con elementos sin-
dicalistas de tradición ‘apolítica’ (Comité Capital del PC, p. 15).
El peronismo demostró rápidamente sus internas de forma abierta. El
enfrentamiento entre el laborismo y los radicales renovadores por los pues-
tos parlamentarios y la disolución del Partido Laborista (PL) reconrmaron
la lectura del PC sobre la intención de Perón de poner bajo su control a los
líderes del sindicalismo (Torre, 1990). Cada vez que el PC realizó una ca-
racterización del movimiento en cuestión, lo hizo en los mismos términos;
solo hacia 1952, el discurso de los comunistas se volvió más duro en térmi-
nos de avance de los sectores reaccionarios del peronismo y la postergación
de los sectores populares y de los trabajadores. En cambio, para el PC, sus
viejos aliados de la UD experimentaban internas encubiertas que, aunque
sus múltiples causas provenían de tiempos previos a la actual coyuntura,
la dinámica de la construcción política y de poder del peronismo podrían
acelerar. Así, por ejemplo, en 1946 los comunistas señalaron:
En cuanto a la Unión Cívica Radical, si no se reorganiza sobre la base
de un programa de lucha coincidente con el de la revolución agra-
ria y antiimperialista y continúa en su seno las luchas intestinas -no
alrededor de la realización de ese programa- sino de predominio en
la dirección es de prever que irá perdiendo su carácter de partido
político de masas (Comité Capital del PC, s. a., s. p.).
El endurecimiento del análisis del partido en los años siguientes se re-
lacionó con el surgimiento a comienzos de 1951 de una nueva corriente del
radicalismo que, según los comunistas, carecía de lógica política por buscar
la unidad por encima de las diferencias, de ideas, principios y programas.
Además, sus dirigentes asumieron posiciones opuestas en un mismo tema
en el parlamento. La advertencia sobre un “radicalismo pro imperialista y
pro terrateniente es la cosa más parecida al partido Conservador” (Nuestra
Palabra, 1951a, s. p.) fue acompañada de la caracterización de un partido
paralizado2. Para 1954, sin dejar de reconocerle la importancia política y nu-
mérica, el PC lo caracterizó de “un gran cuerpo desvertebrado [sic]”, pues
se mezclaban cuestionadas elecciones internas, intervenciones de comités,
sanciones disciplinarias, y se confundían en un mismo bando aquellos que
calicaron como “unionistas e intransigentes” (Nuestra Palabra, 1954f, s. p.).
2 Los comunistas dan el ejemplo de la votación parlamentaria del Pacto de Río, cuando una
parte del bloque de la UCR desertó y el resto se quedó para votar en contra.
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Mucho más fuertes resultaron las caracterizaciones que se hicieron del
PS durante todo el periodo. El enfrentamiento con los dirigentes reejó las
viejas rencillas en una dinámica relacional donde cada uno de los partidos,
vía prensa, se recriminaron las distintas posturas políticas asumidas a tra-
vés de los años. Así, en 1946, los comunistas analizaron,
En cuando al Partido Socialista, de continuar acentuando su política
anticomunista y antisoviética puede ir a una crisis, pues en su seno
existe una corriente de lucha contra la oligarquía y los monopolios y,
por consiguiente, partidaria de la unidad de acción con los comunis-
tas de demás fuerzas populares (Comité Capital del PC, s. a., s. p.).
En diciembre de 1948, los comunistas acusaron a los dirigentes socialis-
tas de derecha de estar subordinados “al Plan Marshall y al imperialismo
de Gran Bretaña y de Estados Unidos” (Orientación, 1948c), lo que conside-
raban que podía incidir en la reforma constitucional. La gura de Américo
Ghioldi, principal dirigente del PS, fue un blanco central para el PC, sobre
todo luego de la publicación de su libro sobre el golpe de Estado de 1943 en
enero de 1951. El PC denunció que su contenido “revela la voluntad de los
socialistas de derecha, en común con los conservadores, con los peronistas
reaccionarios y con los radicales derechistas, de impedir el despertar de las
masas” (Nuestra Palabra, 1951a, s. p.). El debate abierto en la prensa sobre la
“indignación” que le produjo a la dirigencia socialista, exiliada en Montevi-
deo, un volante del PC con la consigna “Golpe de Estado ¡No!, Unidad por
un programa ¡Sí!” (Nuestra Palabra, 1951a, s. p.) muestra tanto el grado de
enfrentamiento que mantuvieron los dos partidos como sus posicionamien-
tos respecto al peronismo. El periodo terminó con acusaciones cruzadas:
del comunismo hacia el socialismo de estar a favor del golpe de Estado y
del imperialismo “yanqui”, y del socialismo hacia el comunismo de buscar
una alianza con Perón. La existencia de estos choques, además de demos-
trar las tensiones existentes en el campo del antiperonismo, expresaron las
incompatibilidades entre el proyecto del frente y “los sectores progresistas
y democráticos”, representados en este caso por los socialistas. La propues-
ta del comunismo local implicaba incluir a una clase trabajadora cada vez
más interpelada por el peronismo. ¿De qué manera podía llevarse a cabo
esa integración si también se buscaba anidad con la más extrema oposi-
ción al gobierno y a sus políticas?
Resulta llamativo que, en un escenario de potenciales fracturas internas
en casi todas las fuerzas que eran analizadas por el PC, este no hiciera men-
ción en su prensa a ningún conicto en su seno durante los comienzos del
gobierno peronista. Aunque luego del congreso se produjo el desprendi-
miento de la célula ferroviaria del barrio porteño de Barracas y del grupo de
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intelectuales en el que se encontraban Puiggrós y Eduardo Astesano, entre
otros, esta situación no tuvo repercusión. Recién en abril del año siguiente,
Orestes Ghioldi se rerió a ese grupo como una fracción “en desintegra-
ción” (La Hora, 1947f, s. p.) que intentó, con métodos provocativos, cambiar
la línea del partido. Sin embargo, hacia 1952 se desarrolló una de sus más
importantes crisis, el conocido caso Real.
El caso Real signicó un cimbronazo en la historia del PC durante la
década peronista. Consistió en un proceso de acercamiento del comunismo
al peronismo encabezado por el entonces secretario de Organización, Juan
José Real, que culminó con una investigación interna y la posterior expul-
sión del dirigente. Si bien su análisis merece un desarrollo más amplio, el
conicto puede reconstruirse a partir del guion de discusión interna prepa-
rado por el propio Real, en el que se postulaban una serie de críticas y au-
tocríticas acerca de las políticas partidarias, sus debilidades y las fuentes de
lo que se denominó “sectarismo” en la militancia y los espacios de trabajo
(Staltari, 2014a).
Para la elaboración de este informe, Real junto al secretario general
del partido, Arnedo Álvarez, presenciaron las discusiones en los comités
centrales, en algunos de base y en varias organizaciones; incorporaron las
posturas expresadas por las bases y les otorgaron una incidencia activa en
la preparación de esos contenidos (Real, 1952). En el informe mencionado,
Real recogió las críticas acerca de la forma en que condujo la dirigencia el
trabajo de base referente al acercamiento a las masas, razón por la cual se
dirigió al Comité Central (CC) para motorizar una “severa autocrítica” en la
dirección, las organizaciones intermedias y el sector intelectual. Según Real
y Álvarez, el problema para las bases radicaba en que las directivas y las
publicaciones del CC y el grupo intelectual expresaban un enfoque sectario
que limitaba el accionar de la militancia a la hora de intercambiar la prensa
con los trabajadores peronistas (Real, 1952).
Esta discusión abierta en 1952 se cerró abruptamente en los primeros
días de enero de 1953 con el retorno de Victorio Codovilla al país, quien
estableció inmediatamente una comisión investigadora del “caso Real y sus
derivaciones”. En el proceso de investigación, los integrantes del CC re-
ejaron contradicciones y justicaciones sobre lo expresado en el debate,
especialmente por parte de Álvarez (Álvarez, 1953). Si bien Real trató de
mantener algunas posturas frente a la comisión, nalmente terminó acep-
tando que su actividad había sido liquidacionista y que su accionar violaba
dos deberes morales: “el de defender el núcleo de la dirección del Partido”
y el de “defender intransigentemente la autoridad política del camarada
Codovilla” (Real, 1953, s. p.). A su vez, la comisión determinó que “no ac-
tuó sólo” (“Los miembros de la comisión investigadora reunida en con el
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 279-309
290
Comité Central informa”, s. a.) y fue acusado de participar del espionaje es-
tatal que el gobierno ejercía sobre el partido3. De este modo, Real se asumió
como único responsable de todos los cargos, y su expulsión fue raticada
el 2 de junio de 1953 (“J. J. Real a los camaradas integrantes de la Comisión
designada por el C.C. para investigar el caso Real y sus derivaciones”). Una
vez proscripto del partido, el debate sobre el sectarismo y el acercamiento
a las masas en estos términos fue clausurado, desligando al resto de los in-
tegrantes de la dirección de cualquier responsabilidad y manteniendo en la
organización a los militantes investigados como colaboradores de Real. Fi-
nalmente, el caso Real fue analizado luego por Codovilla (1953) en un texto
que se editó y se difundió como lectura obligatoria en el partido.
Los trabajos que retomaron el caso Real dan crédito a lo establecido
por la dirección del PC hablando de un acercamiento o una alianza entre
el partido y el peronismo, sin especicar cuáles fueron los términos o las
características. Quizás el llamado de Perón a formar un “frente popular
unido contra la conspiración oligárquico-imperialista” en el mes abril y la
respuesta de los comunistas les permitió suponer alianzas o acercamien-
tos. Consideramos necesario observar el documento de aceptación del PC,
donde advierte que hubiera admitido bajo ciertas condiciones y objetivos.
En medio de la inestabilidad política y la crisis económica, junto a una cre-
ciente campaña anticomunista, como veremos en el tercer apartado, habría
que constatar si realmente Perón quería incluir al PC y si este intentó mate-
rializar la alianza con algo más que aquel documento (Comité Central del
PC, 1952, s. p.).
Finalmente, las elecciones son el tercer parámetro para evaluar los vín-
culos existentes con los otros partidos políticos. En el marco de análisis
recién recorridos, la posibilidad de alianzas fue inexistente. En todos los
comicios, los candidatos del PC se presentaron solos, aunque en las campa-
ñas se llamase a la unidad. La plataforma comunista se basó en la reforma
agraria, el desarrollo de la industria pesada, la nacionalización de los servi-
cios públicos y las principales actividades económicas, la crítica al régimen
de empresa mixta, la elevación del nivel de vida de la clase trabajadora, la
lucha contra la carestía de la vida y la unidad sindical. Esta propuesta se
3 Es necesario citar que Isidoro Gilbert escribió que el caso Real habría sido una operación so-
viética para desestabilizar a Codovilla y cambiar el rumbo de enfrentamientos entre el PCA
y Perón (Gilbert, 2007). Adriana Petra (2017) reconstruye la crisis en el grupo intelectual a
través de un interesante planteo que demuestra que lo importante de la discusión interna fue
que reejó la lejanía en que se encontraron los intelectuales del PC de las masas, el marcado
antiperonismo y su tradición liberal, el trabajo de la SADE en esos años y las consecuencias
para aquella entidad y para las crisis identitarias-personales por la autocrítica de muchos
intelectuales.
Staltari, S. A. / El Partido Comunista de la Argentina: un balance de su frente popular...
291
repitió en las elecciones de marzo 1948, en las de noviembre de 1951 y en las
de abril de 19544 (La Hora, 1948c, 1948d, 1948e).
Tampoco hubo variaciones en los análisis que comprendieron las cam-
pañas electorales. En cada una se denunció las trabas y suspensiones a los
actos comunistas, las prohibiciones de participar en la radio y las posibili-
dades del ocialismo de contar con los recursos del Estado y monopolizar
la propaganda. Un ejemplo fueron las elecciones constituyentes realizadas
en diciembre de 1948. Allí, el partido editó un suplemento especial don-
de exigió la participación de las mujeres en calidad de votantes, al igual
que los ciudadanos de los territorios nacionales, y la realización de grandes
discusiones populares sobre el contenido. Además, propusieron incluir los
derechos del trabajador; el salario mínimo, vital y móvil; el derecho a recibir
igual salario por igual trabajo; el derecho a huelga; y la suspensión de la ley
de residencia (La Hora, 1948i). En ese marco, Rodolfo Ghiodi criticó al PS, al
PDP y al Partido Conservador porque resolvieron abstenerse de participar
(Orientación, 1948b); no así a la UCR, que, según los comunistas, con su mi-
noría dentro de la constituyente, deberían haber asumido la labor de evitar
que se aprobara a libro cerrado (La Hora, 1949a). Finalmente terminaron
denunciando como “el gran fraude” la aprobación del proyecto del Poder
Ejecutivo sin “presencia de la oposición”, apoyando una “Constitución de
tipo corporativa, clerical-fascista, tendientes a privar de sus derechos -espe-
cialmente el de huelga y de opinión- a la clase obrera y al pueblo” (La Hora,
1949b, 1949c, 1949d, 1949e).
En las elecciones presidencial y legislativas de 1951, Rodolfo Ghioldi es-
timó que la reelección era un hecho. Entre otras cuestiones, destacó que el
gobierno utilizaba “el odio popular” contra lo que signicaría un triunfo
de la oposición, entendida como la vuelta de la oligarquía y el imperialis-
mo. Este cuadro de situación era abonado con la idea de “perder el voto” y
la creación de un clima de falsa polarización entre ocialismo y oposición
(Nuestra Palabra, 1951d, 1951e). Ya para los comicios de abril de 1954, los
comunistas criticaron fuertemente al ocialismo por su apertura a “mono-
polios imperialistas” y sostuvieron que eran muchos los obreros peronistas
que ante ello se sentían engañados. De esa manera, encontraban una justi-
cación al acompañamiento que ellos pretendían ofrecer a las masas obreras:
“[hay que] aclararles, explicarles, persuadirlos. Decirles que las capitulacio-
nes del peronismo ante el imperialismo, que la carestía de la vida, que la
4 Los candidatos a diputados fueron los principales dirigentes políticos: Rodolfo Ghioldi,
Arnedo Álvarez, Juan José Real, Víctor Larralde, Orestes Ghioldi, Ernesto Giúdici, Rodolfo
Aráoz Alfaro; junto con los dirigentes sindicales más reconocidos, como José Peter, de la
carne; Luis De Salvo, de ferroviarios; Severo Cerro, de quinteros; y Rafael Alucino, de textil.
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 279-309
292
ofensiva contra los salarios, todo eso es el pasado con traje nuevo” (Nuestra
Palabra, 1954d, s. p.).
Mientras que hasta 1948 el PC había sostenido que los trabajadores vota-
ban a los candidatos de Perón por las “viejas aspiraciones” del programa de
febrero de 1946 (La Hora, 1948g, 1948h), en mayo de 1954, se planteó la idea
de una polarización fomentada por la jerarquía peronista y los dirigentes
radicales. Para el partido, una gran parte de los que votaron al peronismo lo
había realizado “a regañadientes”, por lo tanto, armaban: “los resultados
electorales no son un reejo verdadero del estado político de la opinión
popular” (Nuestra Palabra, 1954e). Finalmente, los comunistas festejaron que
habían obtenido cien mil votos en todo el país, porque signicó el “42%
sobre las elecciones 1951” (Nuestra Palabra, 1954a, 1954b).
Vínculo con los “sectores democráticos-progresistas”: estructuración y
recursos
La dinámica con los sectores sociales caracterizados de populares, progre-
sistas y democráticos es una tarea más ardua de denir, sobre todo en su
resultado. Por lo establecido, el FLSN se debía conformar a través del arma-
do de dos estructuras, los comités de lucha y algunas de las organizaciones
intermedias que se vincularían con aquellos sectores, fueran o no aliados
a otras fuerzas políticas, y sin distinción de ideologías y credos. En este
aspecto, el comité de lucha, los comités barriales, los “organismos anexos”
(Duverger, 1965, p. 47) o las organizaciones intermedias y las células de fá-
brica resultaron las estructuras más importantes para la nueva línea del PC.
Los comités de lucha surgían de los barrios a partir de los recursos hu-
manos disponibles, y debían cumplir la función de “agente motorizador”
de una reivindicación especial en donde participara un sector popular de la
población. Por ejemplo, por un lado, existieron aquellos convocados contra
la llamada “carestía de la vida” o por la “vivienda digna” que trataron de
interpelar a una gran mayoría, pero principalmente a las mujeres en sus
barrios; por otro lado, los comités de lucha por la educación laica y la con-
formación de clubes de barrio trataban de atraer a los jóvenes. La aclaración
de Codovilla sobre que “hay que partir del principio de que todo comité
unitario que se constituya para la lucha por reivindicaciones económicas,
políticas, sociales y culturales es un paso dado hacia la formación del frente
democrático” (Codovilla, 1947, s. p.) demuestra la importancia política que
tuvieron como nexos con las organizaciones intermedias y la constitución
del proyectado frente.
Los organismos anexos fueron aquellas organizaciones o instituciones
que (siendo del partido o no) se encontraron muy cerca de él para sumar
adhesiones. Tomaremos algunas para ejemplicar cómo participaron y la
Staltari, S. A. / El Partido Comunista de la Argentina: un balance de su frente popular...
293
función que adquirieron para la línea política del PC: la Junta Pro-Mejora-
miento Social (JPMS), el Movimiento Pro-Democratización e Independen-
cia Sindical (MPDIS), la Unión de Mujeres Argentinas (UMA), el Conse-
jo Argentino Por la Paz (CAPP) y la Liga Argentina por los Derechos del
Hombre (LADH), entre muchas otras. Si se atiende al sector social que qui-
sieron convocar y también a la composición social de la propia organiza-
ción, la JPMS, el MPDIS y la UMA buscaron principalmente la participación
de los sectores populares, trabajando a la par con los comités de barrio.
Con los últimos, el CAPP y la LADH generalmente trataron de movilizar a
los sectores caracterizados de burgueses o profesionales progresistas para
integrarse en las organizaciones y trabajar con las problemáticas populares.
No fueron pocas las veces que varias de estas organizaciones actuaron a
la vez en la lucha por una reivindicación inmediata. Esto fue común, por
ejemplo, con la carestía de la vida. Esta reivindicación ocupó las tapas del
diario del PC La Hora durante los años que estuvo saliendo, luego pasó a
Orientación y ya, cuando solo quedó el semanario provincial Nuestra Palabra
por la clausura y cierre de los otros dos, la problemática aún se encontraba
permanentemente en alguna sección. Con la carestía de la vida, trabajaron
los comités de lucha de cada barrio y en cada parte del país donde se pudie-
ron conformar, entrecruzados con la UMA, MPDIS y la JPMS. La problemá-
tica incluía la lucha contra la inación y, como consecuencia, las demandas
por aumentos de salarios, el aumento de precios de productos de primera
necesidad y su desabastecimiento, el aumento de los alquileres y el proble-
ma de los desalojos. Ángel Ortelli, militante destacado del partido y de la
JPMS, señaló a principios de 1947 que el aumento de precios de los artículos
de primera necesidad era de un 70 % y que el gobierno “no acepta la ayuda
popular”, en referencia a las juntas barriales y a los doce puntos propuestos
por el PC para combatir la carestía (La Hora, 1947c, s. p.). En la JPMS, exis-
tente desde 1945, se nuclearon comisiones barriales, con la intención de que
estuviesen compuestas por mujeres que se dedicasen al relevamiento de
precios, la recolección de rmas y la presentación de denuncias y petitorios
a las cámaras legislativas, al Poder Ejecutivo y a los representantes sindi-
cales. Varias son las veces que aparecieron denunciando lugares donde se
“acaparaban” productos de primera necesidad, esperando la intervención
del gobierno. También intervinieron en casos de desalojos, convocando a
movilizaciones para presionar al Senado por la prórroga de la ley de sus-
pensión de los desalojos (La Hora, 1947p).
Por su parte, la UMA trabajó en todas las reivindicaciones inmediatas
del periodo. Así la encontramos llamando también a una concentración
frente al Congreso de la Nación cuando presentaron un petitorio “por mejo-
res viviendas y por el abaratamiento de los artículos de primera necesidad”
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 279-309
294
(Orientación, 1948a, s. p.); en esa ocasión, con una representación de ciento
veinte mujeres, expusieron las problemáticas ante legisladores radicales y
luego se entrevistaron con el secretario del bloque peronista, “el Señor Ber-
daguer” (Orientación, 1948ª, s. p.). En 1951 volvieron a recolectar rmas por
las ferias de los barrios de la ciudad de Buenos Aires para entregar una car-
ta abierta al presidente, por la escasez y la carestía de la carne (Nuestra Pala-
bra, 1952). Según Valobra (2015), la UMA se constituyó en abril de 1947 con
el objetivo “de promover un movimiento que alejara a las mujeres del fenó-
meno peronista y reencauzara las energías de las agrupaciones de moviliza-
ción político-social femenina multipartidarias del período de entreguerras”
(p. 147). La organización contó con una estructura nacional, provincial y
barrial; y, según la autora, tuvo mayoritariamente un arraigo proletario,
aunque también participaron intelectuales. Hacia nales de 1948, comenzó
a sentir la represión gubernamental; no olvidemos que el peronismo movi-
lizó a las mujeres en el mismo momento, aunque de distintas formas y sin
protestas (Barry, 2009). Durante los años siguientes, la UMA fue perdiendo
la participación de mujeres de distintos partidos, credos e ideologías, y co-
menzó a caracterizarse por su sectarismo comunista, lo que nos conduce a
reconsiderar aquello que Real había advertido en dichos de las bases.
Asimismo, contamos con ejemplos de cómo la LADH y la JPMS traba-
jaron para montar redes de solidaridad con los obreros de fábricas en con-
ictos prolongados, donde los comités barriales volvieron a ser claves. Para
noviembre de 1946, se organizó una red de solidaridad donde recolectaron
dinero para asistir a los “comedores instalados por la Junta Provincial de la
Liga Argentina por los Derechos del hombre, en solidaridad con los obreros
de la carne” (La Hora, 1946e, 1946f, s. p.) que mantenían el conicto con las
empresas frigorícas. Del mismo modo, la lial del barrio porteño de la
Boca de la LADH, frente al conicto de la fábrica textil Alpargatas, recordó
en defensa de los obreros: “es uno de los principios de la entidad la solidari-
dad con los movimientos en huelga. En consecuencia, [se] comunica que ha
quedado abierto el local para el funcionamiento de la despensa” (La Hora,
1947a, 1947b, s. p.). La Liga, aunque estatutariamente se encontraba fuera
del PC, fue una de sus agrupaciones más antiguas y que contó con mayor
reconocimiento. Hasta el n del periodo, fue central su activismo, realizan-
do convocatorias y presentaciones por las detenciones de los obreros fe-
rroviarios de 1951; y trabajó también con los obreros a quienes se les quiso
aplicar la Ley de Residencia 4144 (Nuestra Palabra, 1951b, 1951c,1954g).
Existieron dos instancias más que resultan claves para comprender el rol
de las organizaciones intermedias de los comunistas. Ellas fueron la guerra
de Corea en 1950 y el conicto ferroviario de Rosario. El PC denunció, des-
de el Pacto o la Carta de Río de Asistencia Recíproca en septiembre de 1947,
Staltari, S. A. / El Partido Comunista de la Argentina: un balance de su frente popular...
295
el posicionamiento político internacional de Perón, donde la Argentina se
convertía en solidaria con la política “intervencionista” del presidente de
los Estados Unidos. Cuando se desató la guerra de Corea, los comunistas
pudieron colocar el hecho como prueba de una de las advertencias del VII
Congreso de la IC de 1935 que indicó que la ofensiva del capital podría ve-
nir con una nueva guerra (La Internacional, Buenos Aires, 1935). Así, frente a
la posibilidad de que la Argentina participase en la guerra, el PC empalmó
las críticas al Gobierno, es decir, comenzaron a remarcar lo que llamaron la
diferencia entre “los dichos y los hechos de Perón”. En este caso, el discurso
se centró en lo ilusorio de una tercera posición, la demagogia del antim-
perialismo del peronismo y la existencia solo de dos bandos: los organiza-
dores de la guerra y los que propiciaron la paz. Para los militantes del PC,
debía quedar claro que
El movimiento por la paz no es una ‘campaña’: es la acción esencial
de este periodo. Toda subestimación de la importancia del movi-
miento por la paz es un signo de oportunismo o capitulación. No hay
ningún problema nacional que no pase por el problema de la lucha
por la paz: así la carestía de la vida, el bienestar, la independencia
nacional, la democracia (Nuestra Palabra, 1950a).
A partir de 1950, en todos los números de Nuestra Palabra se encontraba
la necesidad de recordar la lucha por la paz como una lucha superior, gene-
ral que debería reunir a los sectores populares y progresistas. El Comité Ar-
gentino por la Paz se consolidó en 1949 como organización intermedia del
PC para esta lucha. Sus antecedentes se encuentran en 1947, en la ciudad
bonaerense de La Plata, en el Primer Congreso por la Paz y en los congresos
realizados en París en abril de 1949 y a n de ese mismo año en México.
Fue después de este último cuando el comité cambió de nombre por el del
Consejo Argentino por la Paz, que trabajó con un variado conjunto de redes
de alcance nacional e internacional, incluida la reunión de Estocolmo de los
movimientos por la paz en 1950. Petra (2017) señala que su estructura fue
clásica: en la presidencia siempre se ubicó a alguien que no fuera del PC,
mientras que la Secretaría General fue ocupada continuamente por Ernesto
Giudici, inuyente portavoz intelectual. Los comunistas denunciaron tem-
pranamente la persecución a los miembros del movimiento y a los colabo-
radores por sus detenciones cuando juntaban rmas o repartían volantes.
Este hostigamiento no solo se dio en la ciudad de Buenos Aires, sino
también en varias provincias. En Córdoba se denunció la detención de cien
personas, entre las cuales se encontró el secretario de la LADH (Nuestra
Palabra, 1950c). El 17 de julio de 1950 a la noche, según la crónica comunista,
en los galpones de máquinas de Rosario los obreros ferroviarios del ramal
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 279-309
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Mitre discutieron sobre el problema de Corea: “al partir el tren obrero para
Pérez, a las 5 de la mañana no se discutía otro problema que la necesidad
de realizar una acción inmediata para demostrar la voluntad de paz de la
clase obrera argentina” (Nuestra Palabra, 1950b, s. p.). Así comenzaron a mo-
vilizarse los obreros hacia la ciudad de Rosario. De acuerdo con el cronista
del PC, la marcha alcanzó las dos mil personas; de esa manera, hicieron pri-
mero un acto en la localidad de Pérez en homenaje a San Martín, y, cuando
llegaron a Arroyito, se les habrían unido otros tantos obreros ferroviarios.
Así, “durante el largo trayecto de 16 kilómetros, fueron exhortando a la po-
blación a engrosar las columnas” (Nuestra Palabra, 1950b, s. p.), con lo que se
les habrían unido otros gremios de la rama de la industria y del comercio.
Por último, se destaca en la crónica que los obreros peronistas “llevaban
sus propios carteles con retratos de Perón. En estos carteles decían entre
otras cosas ‘no queremos ir a Corea’” (Nuestra Palabra, 1950b, s. p.). Cuando
llegaron al centro, en la Plaza San Martín, se realizó otro homenaje al Liber-
tador, en el que hablaron como oradores obreros ferroviarios y el exsenador
laborista Figueiras.
Al momento de desmovilizar, ocurrió la represión por parte de la policía
y bomberos. Las detenciones de trabajadores continuaron los días posterio-
res, y se hizo cargo la LADH de lo que estimaron veinticinco detenciones.
Mercedes Prol (2019) señala que la prensa local mostró el hecho como con-
fuso, algunos lo expusieron como una marcha por la paz, y otros como un
engaño comunista. Si le damos crédito a las cifras del PC, entre veinticinco y
cincuenta mil personas (aun asumiendo exageraciones en medio del relato
heroico clásico de las luchas del partido), coincidimos con la autora en que
fue una demostración de la buena capacidad de movilización comunista
en la ciudad. A nales de aquel año, la UMA, la LADH y el Comité Per-
manente de Partidarios de la Paz en la Argentina trabajaron juntos para la
convocatoria al segundo congreso, que se realizó en Rosario (Nuestra Pala-
bra, 1950d, 1950e). La lucha por la paz en 1954 le dio paso en la prensa a la
vuelta a la lucha por la carestía de la vida y por la libertad de los “presos y
obreros políticos”; las manifestaciones y movilizaciones realizadas desde
las estructuras intermedias y desde el propio PC demostraron el clima de
tensión política (Nuestra Palabra, 1954f).
Con lo observado, podemos considerar que, en las organizaciones inter-
medias, los reclamos fueron tomados como bandera de lucha, realizando
un constante y gran esfuerzo para relacionar cada reivindicación inmediata
con un principio general, es decir, la nalidad política de la construcción del
frente, siempre pasando por el marco de la necesidad de la cuestión econó-
mica. Ni la carestía de la vida, ni las luchas obreras, ni la lucha por la paz y
por las detenciones de trabajadores quedaban por fuera de la necesidad de
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combatir al imperialismo, la nacionalización de los recursos nacionales, la
reforma agraria y la revolución democrática burguesa, en suma, el progra-
ma del FLSN.
El trabajo con los obreros organizados para la conformación del frente
Si nos preguntamos por las condiciones de posibilidad de actuación de los
militantes comunistas en los sindicatos, podemos distinguir, en primer lu-
gar, que aquellos en los que el PC venía trabajando desde décadas atrás
se encontraron muy disminuidos frente a los ociales. La debilidad de los
gremios con inuencia comunista se correspondió con la represión en el
periodo anterior a 1946 y con el descuido por parte del partido de las luchas
obreras en pos de privilegiar la formación de la UD. La situación hacia me-
diados de 1946 se completó con la falta de reconocimiento ocial y, por lo
tanto, con la pérdida de representación y de fuerza en las negociaciones de
los convenios colectivos. Las probabilidades o la posibilidad de revitalizar
los sindicatos con inuencia comunista y atraer a los trabajadores peronis-
tas fueron prácticamente nulas. El PC, entonces, intentó lograr la unica-
ción en condiciones de igualdad, pero la respuesta fue la negativa rotunda
de los sindicatos reconocidos ocialmente.
Recordemos que la nueva línea sindical, “la unidad desde abajo”, junto
con las tácticas de acompañar, impulsar y direccionar las luchas obreras
tuvieron como objetivo mostrar las contradicciones del peronismo y contra-
rrestar el inujo provocado por aquella fuerza en el movimiento obrero. En
especial, en esta esfera debían marcar los errores de los dirigentes sindicales
peronistas. Así se esperaba lograr la hegemonía de los trabajadores en el
FLSN. La disolución y abandono de los sindicatos que dirigían o codirigían
los comunistas, para incorporarse a los denominados “ociales” no fue fácil
ni se dio en todas las provincias por igual (Prol, 2019; Staltari, 2019). Los
gremios ociales a los cuales nos vamos a referir son la Unión Obrera de la
Construcción (UOC), la Asociación Obrera Textil (AOT), la Unión Obrera
Metalúrgica (UOM), la Federación de Sindicatos Obreros de la Industria de
la Carne y Anes (FSOICA), la Unión Obrera de la Industria de la Madera
(UOIM), la Unión Obreros de la Industria del Calzado (UOIC) y la Federa-
ción Obrera Nacional de la Industria del Vestido y Anes (FONIVA).
La apuesta principal del PC fue la de priorizar su presencia en las plan-
tas industriales, especialmente de la Capital Federal, el Gran Buenos Aires,
Rosario, Córdoba y Mendoza. Cada militante del partido debió integrarse
a la organización sindical de la empresa, fábrica o industria en la que traba-
jase, sin importar quiénes estuvieran al frente, actuando en las bases de los
sindicatos para convertirse en referentes de acción para los trabajadores pe-
ronistas. La reformulación de las tareas pasó nuevamente, como en décadas
Miríada. Año 14 No. 18 (2022) 279-309
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anteriores, por la estructura clandestina celular que se encontraba ligada a
los comités de barrios por las tareas de tipo político-pedagógicas que estos
debían organizar para las células.
Si volvemos a la pregunta de las condiciones de posibilidad de accio-
nar de los trabajadores comunistas, debemos señalar también que, una vez
dentro de las organizaciones ociales, observamos que tuvieron que en-
frentar mecanismos de obturación a su presencia. Si bien los trabajos que
reconstruyeron la dinámica relacional del sindicalismo, la CGT y el Estado
en este periodo coinciden en armar que, hacia nales de 1947 y principios
de 1948, las intervenciones actuaron como mecanismo para desplazar diri-
gentes importantes y combativos, o “atemperar” la movilización obrera y
disciplinar a los sindicatos sin distinción ideológica (Doyon, 2006; Schiavi,
2013), creemos que los mecanismos de obturación y las intervenciones fue-
ron ya sistemáticos entre septiembre de 1946 y los primeros meses de 1947
con el pretexto de la presencia comunista.
Al comienzo del periodo, se apuntó a los dirigentes sindicales comu-
nistas más reconocidos. Así Rubens Íscaro, Pedro Chiarante, Roque Alessi,
Mateo Lichi, Luis Trossi desde septiembre de 1946 pedían a los intervento-
res de la CGT en la UOC su ingreso; pero se les negó el carnet, mientras que
a otros se les dio de baja el ya emitido (La Hora, 1946b, 1946d; Orientación,
1946). En la rama del vestido, los dirigentes gremiales Julio Liberman, Da-
vid Pontela, Mauricio Ribak, Mauro Castillo y David Davidovich denun-
ciaron que se les rechazaron las solicitudes de ingreso sin darles “ninguna
otra explicación” (La Hora, 1946c, s. p.). Armaron que, por conversaciones
no ociales, se les dijo que la negativa se dio porque ingresarían “con el
propósito de copar la dirección” (La Hora, 1946c, s. p.).
Otra de las herramientas utilizadas fue asegurarse que no pudiesen lle-
gar a ganar cargos directivos, estableciendo tiempos mínimos de antigüe-
dad en los nuevos sindicatos para presentarse como candidatos en las elec-
ciones (La Hora, 1946g). No son pocos los ejemplos de expulsiones, como en
el caso del Sindicato del Calzado, donde primero se echó en mayo a Anto-
nio Forte; en ese momento, la CGT le comunicó que “quedaba eliminado
del libro de socios del sindicato por ser comunista” (La Hora, 1947l, s. p.).
Días después se volvió a acusar a los interventores de “separar del sindicato
a 15 obreros por ser perjudiciales a la organización”. En la asamblea de apa-
radores de la industria del calzado, se dijo que fue el secretario de Trabajo
y Previsión el que había manifestado que, mientras hubiera comunistas en
la comisión de salario, esta no sería ocializada. En esa oportunidad, “el
obrero Fimiani dijo que él era comunista y que si era un estorbo se alejaba”;
así se dio la orden de rearmar las comisiones (La Hora, 1947l, 1947m, s. p.;
Orientación, 1947b, s. p.). Los casos se repiten en el gremio textil, donde se
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denunció que, en el local de la AOT, el “secretario de la rama, Mancuzzi, se
expresó contra cuatro obreras allí presentes, exigiendo que abandonaran el
local por ser comunistas” (La Hora, 1947r, s. p.).
Para 1948, las solicitudes de despidos y destituciones de delegados y de
comisiones internas que estuviesen integrados por comunistas se reitera-
ron. Pueden mencionarse distintos ejemplos, como el de la fábrica textil Del
Sel, donde se despidió al delegado Casgliolo; el de la Manufacturera Algo-
donera, que despidió a Rodríguez; y el de Picaluga-Lanin, donde los inter-
ventores obligaron a renunciar a la comisión interna. En el sector de la car-
ne, en el frigoríco La Negra, se pidió también el despido de los que habían
sido elegidos para integrar comisiones de delegados de paritarias por el
hecho de ser comunistas. En la rama metalúrgica, se denunció la expulsión
de obreros comunistas por parte de un congreso de delegados; la aclaración
de los trabajadores separados fue que no existió tal cosa, sino una reunión
de delegados llamados telefónicamente (La Hora, 1948a, 1948b, 1948f). En la
empresa Siam Di Tella, tuvo lugar el caso de Norberto Landini de la UOM,
acusado de haber realizado “manifestaciones verbales en las que expresa
hostilidad hacia los delegados y miembros de la C. Interna” (La Hora, 1949f,
s. p.), a lo que se le agregó el pedido del sindicato de dejarlo cesante de la
empresa. A su vez, treinta obreros del rubro de la madera, entre los cuales
se encontró el dirigente Vicente Marischi, fueron separados por haber reali-
zado un acto conmemorativo al 30.° aniversario de la existencia de la Unión
Soviética (La Hora, 1949g). A partir de 1949, pueden observarse otras varia-
bles. Por el lado de los sindicatos, se sumaron los pedidos explícitos a las
empresas de dejar cesantes o despedir a los trabajadores identicados con
el comunismo; mientras que, por el lado de los comunistas, la realización
de protestas y asambleas buscó la solidaridad dentro de las fábricas en las
bases junto al MPDIS.
En este marco de situación, las consignas de luchar por la unidad y la
independencia se fueron incrementando durante todo el periodo. La inde-
pendencia fue el concepto que incumbió la separación del sindicalismo, del
Estado y de la vida interna de los partidos políticos, y una serie de cuestio-
nes que los comunistas llamaron “maniobras antiobreras” (La Hora, 1947d,
s. p.) de parte de la dirigencia sindical peronista y de la CGT. La primera
llamada de atención fue a propósito de la renuncia del secretario general de
la CGT, Luis Gay; el peligro provenía porque el hecho había sido forzado
desde fuera de la actividad sindical, por el choque de intereses dentro del
peronismo (La Hora, 1947d, s. p.).
En relación con la mencionada independencia, la cuestión sobre la cual los
militantes comunistas pusieron mayor énfasis fueron las intervenciones de los
sindicatos, dado que ello traía aparejado la ausencia de democracia interna y
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el incumplimiento de los estatutos. Denunciaron que estas ocurrían cuando los
“trabajadores de esos gremios superan a sus direcciones en la lucha por resol-
ver rápidamente las conquistas de mejores salarios y mejores condiciones de
vida” (La Hora, 1946a, s. p.). Así, se dieron en 1946 las intervenciones de la UOC,
de la UOM y de la UO del Calzado; y en 1947 se sumaron el Sindicato de Obre-
ros Telefónicos, el sindicato de Good Year y la UOT (La Hora, 1946a, s. p.)5. El PC
advirtió que la forma en que se realizaron las intervenciones “chocaba con los
métodos de la democracia sindical” (La Hora, 1947e, s. p.). Comprendían que
el tiempo que duraban paralizaba las actividades sindicales y, de esa forma, se
avanzaba en la vida orgánica de las plantas. Por ejemplo, durante la interven-
ción a la AOT, también se afectó a las comisiones internas (CI) de la Algodonera
S. A. y de la fábrica Del Sel, y se quitaron las credenciales a obreros designados
para integrar consejos de asesores o comisiones de estudio de convenios (La
Hora, 1947s, 1947t). El incumplimiento de los estatutos fue denunciado como
falta de respeto a los métodos y procedimientos:
en muchos sindicatos, nuevos dirigentes han suplantado la consulta
del gremio por medio de asambleas generales, por reunión de dele-
gados, los que constituyen una ínma minoría, con el agravante de
que dichos delegados, que siempre han sido elegidos democrática-
mente por el personal, hoy son impuestos por la propia CD. En lo
que referencia a las CI, son suplantadas por delegados que hacen sin
consultar resucitando así un método superado ya desde los tiempos
del anarquismo (La Hora, 1947g, s. p.).
Los trabajadores comunistas tradujeron sus denuncias a campañas pú-
blicas de educación y formación sindical de base. Esto se plasmó en un
conjunto de artículos que abordaron diferentes tópicos que en conjunto
contribuyeron a estas campañas. Una primera serie de estos se dedicaron
a explicar qué era un sindicato, cómo se practicaba la democracia interna,
cómo debían funcionar los comités de empresas y las asambleas generales
y de planta, cómo se debían elaborar los pliegos de condiciones y cómo
debían elegirse los representantes gremiales (La Hora, 1947h, 1947i, 1947j,
1947k). Otra serie se destinó a la denuncia de un segundo mecanismo de
anulación de la independencia sindical, las crecientes declaraciones de ile-
galidad de huelgas con el apoyo de la CGT. Frente a ello, los textos reeja-
ron los porqués de las huelgas: la causa principal fue la carestía de la vida,
mientras que otros temas fueron el aumento de la producción con control
obrero, el cobro de las cotizaciones a cargo de la patronal y el papel de la
5 Se interviene a metalúrgicos en junio de 1946, construcción en agosto de 1946 y calzado el
10 de septiembre de 1946 (Orientación, 1947a).
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mujer dentro del movimiento obrero y de los sindicatos (La Hora, 1947m,
1947n, 1947o, 1947p; Orientación, 1947c). En relación con el trabajo femeni-
no, la mirada de los comunistas siempre estuvo presente. Así, se la interpeló
como obrera, aunque no por ello dejó de primar su lugar de ama de casa. De
allí que el PC trabajó permanentemente por la consigna “igual salario, igual
trabajo”, advirtiendo la desigualdad, pero también la competencia que ello
signicaba y la importancia cuantitativa en algunos gremios de buscar la
activación gremial de la mujer.
La última serie de materiales explicó las responsabilidades de la CGT
sobre la situación en la que se encontraba el movimiento obrero y los mo-
tivos por los cuales se volvió imperioso convocar al congreso de la Cen-
tral. Una vez realizado y pese a la renuncia del secretario general Aurelio
Hernández al poco tiempo, los trabajadores comunistas no vieron cambios
positivos. Tanto la forma de elección del reemplazante como la continuidad
en sus puestos de otros dirigentes y la clausura de los sindicatos rurales y
de la Unión Obrera Local de Mar del Plata fueron signos de que “la ten-
dencia de ciertas esferas ociales a corporativizar el movimiento obrero e
impedir sus luchas” seguía en marcha junto a la campaña anticomunista.
De esa manera, la conformación en 1949 del MPDIS tuvo como objetivo
erigir un frente de solidaridad con las luchas obreras que se realizaban. En
cada gremio donde se encontraron los comunistas, se organizaron las de-
nominadas “comisiones de unidad de lucha” y comenzaron a editar perió-
dicos por gremio. El MPDIS se integró con los obreros expulsados de los
sindicatos y cualquier trabajador que quisiese participar sin importar su
ideología. Durante 1949 y 1955, se lo ve actuar en todas las luchas de base
que se desarrollaron en los sindicatos históricamente integrados por traba-
jadores comunistas. Su secretario fue Rubens Iscaro, quien llevó adelante
en marzo de 1954 la Segunda Conferencia Nacional del movimiento, don-
de asistieron, de acuerdo con la crónica comunista, “delegados de las más
diversas ideologías, unidos por su común militancia gremial en defensa de
la clase obrera”. Este dirigente denunció que, para hacer frente a la política
del gobierno y los jerarcas sindicales, había que “vincular a la lucha por las
reivindicaciones económicas, la defensa activa de los derechos sindicales
y las libertades democráticas” (Nuestra Palabra, 1954c, s. p.). Las denuncias
sobre persecuciones, despidos y encarcelamientos a militantes comunistas
y de otras ideologías continuaron hasta el n del periodo, al igual que la
participación cada vez más activa del MPDIS.
Reexiones nales
A lo largo del trabajo, intentamos desgranar lo que signicó el armado con-
creto del frente propuesto por el PC entre 1946-1955, integrado por sectores
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populares, progresistas, partidos políticos democráticos y trabajadores. Se-
ñalamos, asimismo, los límites que encontró la postulación teórica de esta
estrategia.
En esta observación, comprendimos, en primer lugar, que el estableci-
miento de alianzas con cualquier partido político no fue un objetivo prio-
ritario de los comunistas, especialmente si estos se situaban en el extremo
del arco opositor, lo que dicultaba el encuentro con los sectores obreros
interpelados por aquellas políticas que esos potenciales aliados recha-
zaban. En segundo lugar, distinto fue el trabajo con las organizaciones
intermedias y con los comités barriales y de lucha. Estos aspectos de la
línea desarrollada le permitieron al partido el contacto cotidiano con los
sectores populares y progresistas. Ahora bien, en tercer lugar, la esfera
sindical mantuvo su nivel de importancia, acorde con su sostenido inte-
rés por mantener el vínculo con el movimiento obrero. En este caso, las
prácticas del partido debieron enfrentarse a las consecuencias de la llama-
da “conspiración comunista” denunciada por el gobierno. Esta acusación
buscó agitar protestas en los sindicatos que permitieron justicar los ca-
sos de expulsiones, así como disciplinar y contener al movimiento obrero.
La campaña anticomunista de los gobiernos peronistas, que la dirigencia
sindical y de la CGT acompañaron, responsabilizó al comunismo local de
promover descontentos, huelgas y “desobediencia” respecto de las auto-
ridades gremiales para eliminar su inuencia. Al observar los objetivos
y acciones que se propuso el trabajo del partido en el movimiento obre-
ro de esos años, encontramos cierto respaldo de esta denuncia de corte
conspiracionista: más allá de si los movimientos huelguísticos fueran o no
responsabilidad de los comunistas, se constata su presencia en ellos. De
ahí el rol del MPDIS que hemos analizado, organización que, junto a las
comisiones unitarias de lucha, cobró centralidad ante los impedimentos
con los que se enfrentaba su línea de unidad desde abajo.
Llegados a este punto, habría que pensar en los resultados de las di-
versas esferas del trabajo realizado por el partido. ¿Acaso, más allá de
las limitaciones y los fracasos, los comunistas no lograron mantener cier-
ta independencia en el interior del movimiento sindical? ¿Qué legado o
continuidades del activismo analizado pueden encontrarse en los años
posteriores al golpe de Estado de 1955? Esperamos que las reexiones
desplegadas en estas páginas colaboren en disipar estas dudas en estu-
dios futuros, para así poder seguir iluminando un periodo atravesado
tanto por las pasiones de sus contemporáneos como las de quienes lo han
abordado.
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