“Mujeres de confort” en China: una guerra intima / Su Zhiliang, Chen Lifei y María Del Pilar Álvarez. Universidad del Salvador (2020), 300 páginas.

Pasados dos decenios desde el comienzo del siglo xxi, es evidente que el eje de la geopolítica mundial se ha trasladado nuevamente hacia la región del Este de Asia. Las razones son múltiples. No solo una cuarta parte de la población mundial vive en esta región, sino que, además, cuenta con una valiosa posición estratégica. También incluye a importantes economías del mundo y, a la vez, a economías emergentes de rápido crecimiento. Sin embargo, los conflictos geopolíticos siguen tan vivos como durante los años de la Guerra Fría, volviendo cambiantes a las fronteras, produciéndose escaramuzas y crisis que no solo afectan a la región, sino que también mantienen al resto del mundo pendiente de la tensión.

Pero es imposible mirar hacia el futuro sin primero conocer el pasado e interiorizarnos con los problemas que afectan a las sociedades en cuestión. En muchos casos, estos malestares no conocen fronteras y se derraman más allá de los confines de un Estado particular. En este sentido, es absurdo comprender el camino que la región seguirá sin interiorizarnos en la historia de sus pueblos, su cultura, pero también sus penas y sus intereses. El libro de Su Zhiliang, Chen Lifei y María del Pilar Álvarez es un aporte fundamental para comprender los acontecimientos recientes, pero que son trascendentes en la historia de esta región. El eje temático que forma los ocho capítulos gira en torno a uno de los aspectos quizás menos conocidos, pero más controversiales que aquejan a las sociedades del Este de Asia Pacífico y que aún hasta el día de hoy, más de ochenta años desde que sucedieron estos hechos, está pendiente de resolución. Los autores logran resaltar desde una mirada profunda la explotación forzada de las “mujeres de confort”, niñas y mujeres que fueron obligadas a satisfacer los placeres de los soldados japoneses durante la guerra de ocupación en China, a partir de 1932 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. El dolor experimentado por las mujeres, como así también por sus familias es indescriptible e imposible de conmensurar. Los autores han logrado documentar los relatos y comenzar a comprender un poco mejor el sufrimiento vivido por las víctimas. Pero la lucha de estas mujeres y de sus sociedades no termina allí, sino que hasta el día de hoy continúan luchando para que el gobierno del Japón y la sociedad japonesa reconozcan los errores cometidos por sus antepasados.

Esta campaña ha sido, de acuerdo al título del libro en cuestión, y hasta muy recientemente, “una guerra íntima”. Desde el fin de la guerra, y el fin del cautiverio, la gran mayoría de las mujeres que fueron víctimas de los abusos han tenido que transitar su desdicha en privado. Muchas de las mujeres explotadas sexualmente, una vez liberadas, prefirieron callar sobre lo sucedido, en muchos casos por vergüenza propia y en muchos otros como consecuencia de la discriminación y el oprobio de sus propias sociedades. Es recién en 1991, con el primer testimonio de Kim Hah-soon, quien relató en público el sufrimiento vivido en una estación de confort organizada y explotada por el Ejército Imperial, que comenzamos a conocer el verdadero martirio de estas mujeres. Es a partir de entonces que la sociedad internacional empieza a comprender la dimensión y la brutalidad de estos crímenes. Además, gracias a la valentía de Kim Hah-soon, muchas otras mujeres alrededor del mundo juntaron coraje y tomaron la decisión de salir adelante y hablar públicamente de sus sufrimientos dando cuenta del nivel de sistematización de estos crímenes y la extensión geográfica, que llegó a alcanzar todos los territorios ocupados por el Japón. Sacados a la luz estos hechos horripilantes es como el proceso de sanación se inicia.

Que los crímenes cometidos por el Gobierno de Japón durante su guerra expansionista sean conocidos y condenados por la sociedad transnacional es un aspecto fundamental para que eventualmente el gobierno y la sociedad japonesa reconozcan su responsabilidad y sinceramente pidan disculpas, como lo reclaman las víctimas. En este sentido, los autores colaboran con este rol tan importante, que consiste en traer al espacio público de discusión un asunto que hasta ahora había sido relegado al ámbito privado y ocultado por los sucesivos gobiernos japoneses. Es que, en comparación con otros crímenes contra la humanidad y otras violaciones de guerra cometidos por otros países, llama la atención que el gobierno de Japón hasta el día de hoy no ha reconocido ni solicitado perdón por los daños causados, y en buena medida la sociedad japonesa ignora los hechos sucedidos. Inclusive aquellos japoneses que están familiarizados con estos indescriptibles crímenes los justifican por haberse llevado a cabo en el contexto de una guerra. Como dijimos anteriormente, este sigue siendo un punto de conflicto para las relaciones normales entre Japón y otros países víctimas de su imperialismo.

Pero, ante el desafío y la inmensidad de esta misión, casi desde el comienzo, estas valientes mujeres no fueron dejadas solas, sino que existe un conjunto de organizaciones no gubernamentales y otras tantas dependientes del gobierno que han decidido apoyar incansablemente sus reclamos. Las víctimas y las organizaciones se enfrentan conjuntamente a este enorme desafío, y tienen como fin último el exigir el reconocimiento por parte de la sociedad y un cambio de posición de las autoridades japonesas. En este sentido, los autores han logrado exponer el trabajo de estas instituciones que forman la vanguardia de la lucha por el reconocimiento de los derechos y en última instancia buscan traer al ojo público esta lucha aún en curso. Los esfuerzos de estas organizaciones que no conocen fronteras y sus repercusiones en los ámbitos gubernamentales son un aspecto que hasta ahora casi no ha sido tenido en cuenta en el ámbito de las relaciones internacionales.

Con respecto a esto, la importancia de estas organizaciones es que aportan a la maduración, casi de forma inconsciente, de una sociedad civil global. Su ardua labor permitió construir un movimiento social transnacional muy relevante e influyente que ha logrado borrar las fronteras formales para enlazar un abanico de organizaciones no gubernamentales (en su gran mayoría), valiéndose de las características más positivas de la globalización. Más aún, sus esfuerzos han logrado ejercer presión a los gobiernos de los países donde esas víctimas residen para reconocer el sufrimiento de sus propios ciudadanos.

Aunque Japón no acepta los hechos cometidos en tiempos de guerra, es evidente la magnitud e influencia que ejerce el movimiento transnacional. Así lo demuestran sus vanos esfuerzos por tratar de silenciarlo. Con relación a esto, el trabajo de este libro es importante. Además de hacer público el caso de las mujeres de confort en China, y de llevarlo al alcance de la población hispanoparlante, los autores hacen un análisis muy claro y detallado de los esfuerzos que estas instituciones realizaron.

El libro está bien estructurado, es académico y, al mismo tiempo, es de fácil lectura y atrapante. Aportará conocimiento a cualquier profesional de las ciencias sociales como al público medio interesado en los sucesos de la región en cuestión. Los autores lo han dividido en tres partes, que establecen los pilares de este trabajo. La primera parte incluye la documentación relacionada con las mujeres de confort y las estaciones de explotación sexual que el Ejército Imperial estableció a medida que sus tropas conquistaban nuevos territorios. Se destaca en esta primera parte el trabajo de categorización y tipificación de la explotación que los investigadores realizan. En este sentido, es relevante la labor de recopilación de documentos, entrevistas a vecinos y sobrevivientes. En esta sección se evidencia por primera vez la labor incansable de la sociedad civil transnacional, representada en este caso por aquellos grupos y ONG que, muchas veces, sin colaboración de los gobiernos nacionales luchan sin dejarse limitar por las barreras nacionales. Los crímenes fueron más allá de las fronteras y, por lo tanto, los esfuerzos deben traspasar los límites geográficos artificiales.

La segunda parte, a cargo de la Dra. Pilar Álvarez, está compuesta por la presente lucha por la verdad, memoria y justicia de las víctimas y las sociedades que sufrieron aquellas vejaciones. En primer lugar, se analiza la posición del gobierno y la sociedad japonesa con respecto a los crímenes. Resulta interesante ver como estos crímenes aberrantes no fueron incluidos en los juicios a los líderes japoneses. Esto se combinó con el bombardeo atómico sobre Japón y la posterior victimización de la sociedad japonesa, lo que, en cierta forma, y de acuerdo a un funcionamiento muy misterioso de la moral, parece blindarla de reconocer los crímenes cometidos. En esta sección, nuevamente se destaca el rol de las ONG que trabajan en múltiples dimensiones llevando adelante diversas actividades sin perder de vista el fin último. Este es uno de los mayores logros de los museos y de los monumentos de rememorización del sufrimiento de las mujeres de confort. En palabras de la autora:

        uno de los mayores logros de estos espacios de reflexión y aprendizaje es el de poder deconstruir y cuestionar los tradicionales marcos cognitivos que sostenían que este tipo de violencia era algo propio del mundo privado, de la vida doméstica, de la intimidad de las mujeres (Álvarez, 2020, p. 259).

 

El trabajo de estos sitios de memoria y de sus voluntarios ha logrado no solo conectar a las víctimas del imperialismo japonés, sino que, a su vez, son la vanguardia de los reclamos de reconocimiento, pedidos de disculpas y eventualmente reconciliación.

La tercera y última parte incluye un registro de vivencias personales de aquellas víctimas que sufrieron en carne propia la explotación cometida por el Ejército Imperial y su lucha por dejar atrás aquellas tragedias, lograr el reconocimiento y el correspondiente pedido de disculpas. Hacia el final del libro, se expone la importancia de los esfuerzos de reconciliación transnacionales. Como consecuencia del paso del tiempo, la gran mayoría de las mujeres que fueron esclavizadas durante los años 30 y 40 ya han fallecido. Sin embargo, como en muchos otros casos de graves violaciones a los derechos humanos, la ofensa seguirá viva hasta tanto las sociedades no se hayan reconciliado, estén vivas o no las víctimas directas de aquellos crímenes. Por lo tanto, tomar testimonio de las sobrevivientes y recopilar sus experiencias durante aquellos años es una labor fundamental para mantener la llama de la memoria viva.

En suma, el libro “Mujeres de confort” en China: una guerra íntima es un aporte muy importante en relación con los desafíos que existen en el ámbito de las relaciones internacionales y entre las sociedades de la región del Asia Pacífico. Aunque la reconciliación no es absolutamente necesaria para que exista paz entre dos naciones, un mayor grado de acercamiento y diálogo es importante para evitar que nuevas tensiones vuelvan a surgir entre los países involucrados. Por lo tanto, traer a la luz estos hechos aberrantes, y eventualmente lograr que la sociedad japonesa y el gobierno japonés reconozcan los errores cometidos en el pasado y en consecuencia pidan perdón por ellos, es fundamental para el establecimiento de un sistema internacional más justo y menos conflictivo.

Para finalizar, creo que es importante para cualquier profesional o para el público en general interesado en los sucesos y el devenir de esta región familiarizarse con el tema en cuestión y comprender la complejidad del asunto. El trabajo de estos autores es un excelente aporte en este sentido y debería tomarse como un antecedente académico para cualquier análisis futuro.

Agustín Claret 

Universidad del Salvador