Reciprocidad e individualismo: el conflicto de los opuestos entre acciones agápicas y desobediencia civil en el mundo contemporáneo

Beatrice Gnudi*

*Centro Interuniversitario di Ricerca “Popolazione Ambiente Salute” - C.I.R.P.A.S. Università degli Studi di Bari Aldo Moro -Italia. Correo electrónico:beagnudi@gmail.com

Artículo recibido:13/05/2020     Artículo aprobado:20/10/2020

MIRÍADA. Año 13, N.º 17 (2021), pp. 155-171.

© Universidad del Salvador. Facultad de Ciencias Sociales. Instituto de Investigación en Ciencias Sociales (IDICSO). ISSN: 1851 9431

Resumen

La desobediencia civil es una forma de lucha pacífica que ofrece una alternativa no violenta a los que resisten a la autoridad. El individuo que elige adherirse a ella está dispuesto a incurrir en las sanciones previstas por la ley. También los que eligen el accionar agápico corren el riesgo de volverse “enemigos subversivos” (Araujo et al., 2015, p.40) de los que aman su propio mundo particular porque el accionar agápico es universal. El artículo examinará el caso de Domenico Lucano(Candito, 2019; LaC, 2016), el exintendente de un municipio en el sur de Italia que ha hecho de la acogida de migrantes un modelo admirado e imitado en toda Europa, y apunta a entender/reflexionar sobre el lazo que puede existir entre la desobediencia civil y el accionar agápico.

Palabras clave: desobediencia civil, actuar agápico, don, solidaridad, inmigración.

Abstract

Civil disobedience is a form of peaceful fight that offers a non-violent alternative to resist a superior authority. The individual who chooses to join is willing to incur the penalty provided by law. Those who choose agapic action risk to become “subversive” enemies in regard to people who only love their particular world because the agapic action is universal(Araujo et al., 2015, p. 40). This article examines the case of Domenico Lucano(Candito, 2019; LaC, 2016), a former mayor of a municipality located in southern Italy who has made the reception of migrants a regarded and imitated model throughout Europe, and it aims to understand the link that may exist between civil disobedience and agapic action.

Keywords: civil disobedience, agapic action ,gift, immigration ,reception.

El concepto de desobediencia civil no es nuevo en la humanidad Scotti (2019): en la civilización nacida en torno al Mediterráneo alrededor de los siglos V-IV a. C., se ha practicado desde la Edad Clásica (nos referimos al periodo de desarrollo pleno del pensamiento griego).Uno de los más famosos dramaturgos de la tragedia griega, Sófocles (496-406 a. C), se centra en la tragedia de Antígona[1], precisamente en el conflicto de los opuestos y, usando un lenguaje moderno, podríamos decir que está enfocado en la contraposición entre Derecho natural (aquel inscrito en la naturaleza humana y no escrito) y Derecho positivo (aquel que es fruto del acuerdo humano y que debe estar formulado y escrito en la ley). Esta tragedia nos hace reflexionar sobre el hecho de que, en un Estado, incluso democrático, las tensiones y los diversos rostros de la disparidad del poder, incluida la tiranía, pueden repetirse en sus estructuras. Así es, por ejemplo, cada vez que un legislador no tiene en cuenta la dimensión ética, el sentimiento común, el contexto cultural, la lógica y los valores presentes en un grupo social determinado, incluso minoritario, no tomándolos en consideración como válidos.

En uno de los diálogos elaborados por Sófocles(442 a. C./2007) entre el rey Creonte y Antígona, este le pregunta a la joven el motivo por el cual se atrevió a transgredir una ley suya, y ella responde así:

no fue Zeus quien me lo ordenó, ni Dike, que vive con los dioses de los muertos, él decretó leyes de este tipo entre los mortales. Tampoco pensé que tus órdenes tuvieran tanta fuerza que tú, un mortal, pudieras superar las leyes no escritas pero seguras de los dioses. En efecto, no viven desde hoy ni desde ayer, sino desde siempre, y nadie sabe desde cuándo aparecieron. Yo no podía, y no temo el pensamiento de ningún hombre, cumplir una pena ante los dioses por esto: en efecto, sabía que iba a morir aunque tú no lo hubieras decretado. Por tanto, si muero antes de tiempo, para mí esto es una ganancia(vv.450-458).

En este breve pasaje, surge la esencia de la desobediencia civil. Antígona transgredió porque en su conciencia no podía aceptar vivir pensando que el hermano muerto no tendría digno entierro y prefirió contravenir la ley del rey, consciente de que desobedeciendo pondría en riesgo su propia vida.Antígona consideró la muerte como una ganancia, en lugar de vivir negando su conciencia. Aunque el concepto de desobediencia civil aún no ha entrado en la acción colectiva de la época, esta tragedia pone de relieve el fuerte imperativo que un ser humano puede sentir de no cumplir una ley del Estado si esta no se corresponde con lo que dicta su conciencia, especialmente si la acción que emprenderá puede beneficiar no solo a él mismo, sino también a la colectividad.

El concepto de conciencia ha sido un punto importante de discusión entre las mayores religiones monoteístas al igual que para muchos filósofos, moralistas, sociólogos, etc. a lo largo de la historia humana. Teresa Serra (2003), docente italiana de Filosofía del Derecho en la Universidad La Sapienza de Roma, en un interesante artículo acerca de la desobediencia civil, sostiene que el fenómeno necesitaría una reflexión conjunta, un diálogo entre moral, derecho y política en cuanto a que la desobediencia civil no es otra cosa que obediencia a los principios morales o políticos que son la base fundante que la sociedad define en un momento determinado. Y, si la desobediencia civil no se deja arrastrar por los intereses particulares, sino que mantiene su carácter instrumental en la formación de una conciencia de opiniones compartidas, esta puede ser un instrumento válido de educación para la sociedad en su conjunto, de modo que se sienta empujada a asumir responsabilidades. Si bien este no es el espacio para abordar esto, se comprende la urgente necesidad de crear interconexiones entre disciplinas con el fin de poder responder a las peticiones urgentes del mundo de hoy. Y surge una pregunta: ¿por qué desobedecer? ¿Y cuán importante es desobedecer?

La desobediencia civil

La democracia está viviendo un periodo de fuerte crisis. Esto es evidente un poco en todo el mundo. Por ello, más que responder a la pregunta “¿por qué desobedecer?”,sería más oportuno preguntarse “¿por qué obedecer?”. Se asume que estas instituciones, llamadas a representar a los ciudadanos (allí donde han sido elegidos democráticamente), no son capaces de sostener el peso de sus funciones. Esta pregunta nos remite a la base de que existe un respeto de fondo a las reglas y a los objetivos que toda forma asociativa exige y que, proyectados en política (polis=‘de todos’), son el fundamento de una nación o institución. Por tanto, la desobediencia civil es una forma de lucha pacífica, utilizada para ofrecer una metodología o proceso no violento, diferente a la objeción de conciencia[2]. Su objetivo es público y político: cambiar la ley impugnada. El bien de una comunidad impulsa a una persona o a un grupo a iniciar un camino de lucha para cambiar el estado de las cosas; es el individuo quien elige adherirse o no y está dispuesto a incurrir en las posibles sanciones previstas por la ley. Mahatma Ghandi[3], Nelson Mandela[4], Martin Luther King[5], Rosa Parks[6] son solo algunas de las muchas personalidades que han utilizado esta práctica.

La filósofa Hannah Arendt, en su libroDisobbedienza Civile(1970/2017), sostiene que quien practica la desobediencia civil, aunque actúa en desacuerdo con la mayoría, lo hace en nombre y en interés de un grupo. Como Arendt (2017) indica, un elemento constitutivo de la desobediencia civil es su intencionalidad social. Así, un individuo desafía la ley y las autoridades constituidas no porque quiera hacer una excepción para sí mismo y beneficiarse como individuo, a diferencia del delincuente, quien actúa solo y no puede justificar sus actos a los ojos de la colectividad.

En el siglo XIX, el filósofo estadounidense Henry David Thoreau usa el término desobediencia civil como título de su famoso ensayo(1849/2017) sobre este argumento, centrándose sobre todo en el tema de la esclavitud. En su obra explica que el ciudadano que practica la desobediencia civil no pide la abolición del gobierno, sino más bien una mejora de la sociedad. Este es uno de los objetivos principales de la desobediencia civil: mejorar la sociedad asumiendo las responsabilidades que esto puede acarrear. Thoreau (2017) argumenta que, aunque la mayoría sea más fuerte y se le permita gobernar, no está dicho que todos sus actos sean correctos ni equitativos para la minoría. Asimismo, indica las dificultades de un Estado para respetar y gobernar la conciencia personal, pero sostiene que antes de ser ciudadano se es persona. Por eso, un ser humano debe obedecer en primer lugar a su conciencia, ya que la única obligación real es seguir lo que cada individuo considera correcto incluso si esto contraviene la ley. La suya no es una exhortación a abolir el gobierno en sentido anarquista, sino a buscar siempre un mayor bien para todos escuchando y aceptando también el sentir de minorías tradicionalmente excluidas. Incluso la ley, cuando se aplica literalmente, sin un contenido moral o contractual, no hace que los seres humanos sean más justos, sino que, por el contrario, corre el riesgo de transformarlos en agentes de injusticia. Para Thoreau (2017), el ser humano no puede ser moldeado con la misma arcilla con la que se ha formado un país que se define libre, pero que en realidad abarca también personas que no tienen la libertad o posibilidad de expresar sus pensamientos.

Tomemos, por ejemplo, a Mandela (2014), que, para eliminar las desigualdades raciales que se habían creado en Sudáfrica, aceptó la lucha armada, dada la falta de diálogo con el Gobierno; para él “la única alternativa” fue “reaccionar por todos los medios” de los que disponían para defender al pueblo sudafricano(p. 29)de los abusos cometidos por los blancos; no tenía otro interés que el de devolverles la dignidad.Y por ello pagó su decisión con la cárcel, una determinación consciente, clara y libre. Es conocida su larga detención, pero también su intención de ayudar al pueblo sudafricano, representado por las diversas razas que lo componen, a reconstruir una conciencia común, con la institución, una vez elegido presidente, de la Comisión Verdad y Reconciliación (Potestà et al., 2017, p. 215).

Otras formas de lucha: el don y la acción agápica

Hasta aquí hemos visto que quien elige el camino de la desobediencia civil es consciente de que podría pagar en primera persona por las decisiones que tome. Podemos decir que quien opta por la acción agápica vive en cierto modo la misma experiencia, porque es por sí misma una acción social que, en cierto modo, irrumpe, aunque con delicadeza, en las conciencias de quien asiste a la acción y de quien se beneficia de ella. El amor como “cuidado del otro” (Donati, 2011, p. 177) es también un generador de relación y no calcula. Quien actúa puede convertirse en un “enemigo subversivo” si quien lo recibe está cerrado “en su propio mundo particular” (Iorio, 2015, p. 40), es decir, no está dispuesto a captar el beneficio. De hecho, quien practica la desobediencia civil entra en cierto modo en conflicto con el universo de las normas (morales y jurídicas) dentro del cual los juristas, los operadores de la ley y los ciudadanos valoran la obligatoriedad de las normas jurídicas y deciden si las obedecen o no (Biondo, 2012).

Pero ¿qué mueve a las personas que hacen tales elecciones, ya sean de desobediencia civil o de actuar agápico? ¿Quizás la cultura, el sentido cívico, el bien del prójimo? ¿Y por qué una persona debería pagar en su propia piel, arriesgando su vida, restringiendo su libertad, a veces la de sus seres queridos, para defender la causa de perfectos desconocidos? ¿Qué beneficios pueden obtener?

En los casos citados, como Mandela y Gandhi, podemos imaginar que ha intervenido el factor cultural (Potestàet al., 2017). Sabemos que Gandhi vivió en Sudáfrica y, al menos en parte, influyó en la acción de Mandela (Galtung, 2015). Pero ¿qué es lo que empuja a alguien a actuar en desobediencia civil hasta el punto de arriesgar la vida? ¿Qué impulsó, por ejemplo, al italiano Giorgio Perlasca[7] durante la Segunda Guerra Mundial a arriesgar la vida para salvar la de judíos húngaros? Podríamos encontrar la respuesta en el filósofo francés Paul Ricoeur(1990/1993), que dice que lo que se valora como algo bueno puede y debe convertirse en el punto de partida. Para él, la solidaridad mutua es lo que regula y sostiene las relaciones humanas.

         Escribe el filósofo francés P. Ricoeur (1993) que lo que califica la dimensión ética es el “tender a la vida buena con y para los demás dentro de instituciones justas”(p. 318).Podemos pensar entonces que las personas actúan por un bien común porque tienen clara ante todo su propia identidad personal, o identidad del yo, y más aún cada individuo está en relación con el otro, como el fin de ofrecerle reconocimiento y respeto.

Por lo tanto, aceptar ser agente de desobediencia civil y llevar adelante la causa de una minoría (o grupo) significa reconocer que estas personas tienen una dignidad, una identidad propia que les ha sido arrebatada sea por una ley o por un acto, incluso legal, que quien desobedece no considera justo. Por lo tanto, el reconocimiento de la dignidad individual no es un mero acto de cortesía, es un acto de adaptación a una norma social, de supervivencia colectiva. En este caso, un apretón de manos o un guiño según la cultura se puede convertir en una necesidad vital, una necesidad del individuo dela cual dependen el propio bienestar y la dignidad personal y del otro[8].

El reconocimiento de la dignidad del otro puede darse cuando primero un yo se reconoce a sí mismo en cuanto sujeto, con su propia dignidad. Solo después es posible la apertura a la alteridad, al yo del otro ser humano, siendo esta, la apertura al otro, una dimensión fundamental y constitutiva del sí mismo. Y este proceso es, por esencia, recíproco en un modelo altruista y agápico. Podríamos esquematizarlo de esta forma: yo(sujeto A) reconozco a mi interlocutor(sujeto B). Pero puedo hacer esto si parto de mi propia dignidad, que me hace reconocer una dignidad igual en el sujeto B, en cuanto que es un ser humano como yo.

Solo así puede darse una auténtica reciprocidad; en caso contrario, siempre será una supremacía del uno sobre el otro, y el posible diálogo podría estar desequilibrado, por una identidad A dominante que toma el control sobre una identidad B recesiva, o viceversa.Esto nos llevaría a adentrarnos en las sombras que nacen en las relaciones humanas, pero no es este el momento. Solo queremos puntualizar la necesidad de un equilibrio en las relaciones para que se reconozca y se respete la alteridad implícita.

Del mismo modo, quien actúa en desobediencia civil reconoce el valor y la dignidad de la persona que en ese momento representa, por la cual lucha en el mismo plano e incluso en un plano superior al propio, pero esto no niega su propia existencia como individuo.Elena Pulcini, socióloga e historiadora, en su libro L’individuo senza passioni: individualismo moderno e perdita del legame sociale (2001), sostiene que el otro es la parte que le falta a mi yo, el que me muestra mi “insuficiencia” y mi “inacabamiento”. Subraya que el otro me hace ver la finitud de mi ser, pues

es el donante de sentido de nuestra existencia de seres deficientes, finitos, hacia el cual estamos permanentemente en deuda; al cual estamos sujetos por una obligación que es imposible eludir en cuanto nos constituye.Nosotros hacia los demás (p. 196).

Siguiendo a Jacques Lacan (1974), el don es una deuda, y la “gran deuda” está constituida por el don del nacimiento y de la vida, la misma suerte común de las criaturas. El don, pues, transforma la obligación de donar en el deseo de una reciprocidad asimétrica que va más allá de un simple intercambio económico y nace de la conciencia de las carencias y de la necesidad de generar un vínculo con el otro. Para Lacan, este vínculo es lo que define el ámbito social, un vínculo que nace del don, que es frágil e incierto y que, en cuanto al donar, no tolera las reglas y ama la incertidumbre. Los sujetos que viven la desobediencia civil reviven este aspecto del don, no toleran reglas (algunas reglas que juzgan y que no son justas) y viven en la incertidumbre constante esperando un cambio que quizás, durante su vida, nunca verán.

Un aspecto considerable es que, cuando hablamos de don, siempre hay una referencia a un intercambio. En este sentido, Mauss (1950/2002), en su obra Ensayo sobre el don, utiliza este concepto para explicar las transacciones económicas en las Islas Trobiand en el Pacífico. Para Mauss el sistema de intercambio del don se realiza en el contexto de una “obligación” tácita entre quien debe donar y quien debe recibir. Este sistema de intercambio se rige por una norma social de balance.El don, en este caso, por lo tanto, no es una libre elección, sino una doble obligación para hacerlo y aceptarlo dentro de una lógica económica ligada al dar-recibir. En este sentido, por tanto, el don pierde su característica gratuita en cuanto a que, si soy libre para donar, no debo estar obligado a hacerlo, a recibirlo o a devolverlo como, sin embargo, sostiene Mauss (2002) que sucede, en cuanto que quien da espera una devolución. En sus estudios, Mauss pone de relieve que en muchas sociedades se dona para estar en relación, incluso si esto vincula a una obligación que es la del don, de su aceptación y de su devolución. En una entrevista de 2014 al sociólogo Boltanski realizada por Iorio y Cataldi (Araujo et al., 2016), este se muestra escéptico en relación con la teoría del don en cuanto a que nadie reconoce una deuda y nadie espera una devolución del don.

Aunque no está vinculado a este último, hemos de referirnos al actuar agápico, que Iorio (2015) define “a partir de sí y para sí sin interés, sin vuelta, contabilidad o justificación” (p. 31). Para hacer nacer el ágape no se necesita reciprocidad porque quien ama, afirma el autor,“a menudo, se encuentra rompiendo el circuito de la devolución” (p. 32). En efecto, la acción agápica nunca parte del “supuesto de que el otro devuelva el gesto, aunque representa siempre una invitación, sin pretenderlo ni buscarlo” (Iorio, 2015, p. 32).

En una crítica directa a Mauss, la característica del ágape es el excedente, es decir, dar más de lo que se exige del contexto, y esto se produce cuando las personas no contabilizan, cuando los comportamientos no son comprensibles o explicables con la lógica transaccional del do ut des (‘doy para que des’). Precisamente, con relación aesto, el sociólogo Boltanski (2011) describe el ágape como una interacción social que está al lado de otras acciones sociales, con una dignidad propia, y va más allá de esta lógica, delineando cinco características:

  1. No contabiliza y considera a cada individuo como insustituible en las relaciones sociales en las que vive.
  2. Es declinado hacia el presente, no mira al futuro.
  3. No está ligado al pasado, el horizonte que prevé es ilimitado. 
  4. Da gratuitamente, teniendo en cuenta las necesidades de los demás.
  5. Y, finalmente, no es un sentimiento o un estado de ánimo, sino una acción práctica.

Sobre el pensamiento de Boltanski surge una crítica: si se aceptaran sus rasgos del actuar agápico, nos arriesgaríamos a encontrarnos en un mundo de autómatas en el cual solo queda la acción, y la relación y la interacción social son eliminadas. Y esto, porque el sociólogo francés sostiene que cada uno está tan comprometido en donar que llega a ser ajeno y sordo al actuar del otro (Iorio, 2014).

Sorokin (2005), sociólogo y activista ruso, basándose en una metodología hermenéutica define en cinco dimensiones la acción agápica: intensidad, extensión, duración, pureza y adecuación.La intensidad en una acción agápica varía de mínima a máxima según la acción: es mínima si se predica el ágape, pero no se actúa. Por el contrario, son de gran intensidad las acciones concretas que son expresión del ágape, por ejemplo, aquello que realizan los médicos y todo el personal sanitario, poniendo en riesgo su vida para salvar a los infectados por el virus COVID-19.

Resumiendo, podríamos definir las acciones agápicas como aquellos actos mediante los cuales se ofrecen ventajas, salud, alegría, etc. a otras personas, conocidas o no, de forma gratuita. Por extensión, Sorokin (2005) entiende la capacidad de una persona para reconocer la alteridad cuando la acoge, basada también en una matriz a varios niveles de proximidad. Así, es mínima cuando la acción agápica va dirigida a una persona que pertenece a un núcleo familiar cercano o a un grupo de amigos. La acción es máxima cuando la atención se dirige a extraños, desconocidos, a la naturaleza, a los animales. Al mismo tiempo, la duración puede variar de un momento corto o durante toda la vida. Así que, por ejemplo, yo puedo arriesgar mi vida para salvar a alguien que se está ahogando, pero, después de este acto, regreso a la vida normal; o, en cambio, como padre/madre de un niño/a con discapacidad, dedico mi vida a él. También la pureza se utiliza como un punto descriptivo cuando se presenta en varios grados desde un punto máximo, que es precisamente el ágape, hasta la mínima acción realizada no midiendo o contabilizando lo que se ha dado con lo que se ha recibido. Es importante considerar que esta dimensión fue tomada en consideración por Sorokin (2005) cuando discute el concepto de adecuación, que existe cuando coinciden la relación entre las manifestaciones objetivas y la intencionalidad subjetiva del ágape.

Iorio (2015) sostiene que la acción agápica “produce una realidad sui generis: una unidad entre sujetos en la acción agápica recíproca que desemboca en una dimensión social generativa y propia”. Afirma que lo dicho podría rubricarse bajo el rótulo de estados de paz (p.39), según la definición de Boltanski (1990/2005), pero en una realidad de reciprocidad donde las personas no son desconocidas, “no suspenden la autorreflexividad, no dejan de emplear sus propias facultades para vivir para el otro, pero son el presupuesto. La acción social se convierte en relación” (Iorio, 2015, p.39).

En Italia, en 2011, la revista Sociologia, Società, Mutamento e Politica dedica al ágape un número monográfico, y así se vuelve a abrir el debate y se pone de relieve la exigencia actual de volver a discutir sobre el amor.Como confirmación de lo que Boltanski (1990/2011) escribe respecto al actuar social que se convierte en relación, podemos citar también el sociólogo P. Donati (2011), que pone de relieve la importancia social del ágape y el hecho de que “el amor como relación es el cuidado del Otro[...]en tanto que sujeto en/deuna relación que de otro modo no existiría sin él” (p. 177). La acción agápica, por tanto, crea relación como cuidado del otro, creando y reforzando el tejido social y las relaciones humanas.

Lucano, los inmigrantes, la acción agápica y la desobediencia civil

Domenico Lucano[9]fue alcalde de Riace (Reggio Calabria), un municipio de poco más de dos mil habitantes en el sur de Italia que hizo de la acogida a los inmigrantes un modelo de referencia, imitado en toda Europa, cuando en 1998, llegaron doscientoskurdos. Mimmo, el nombre abreviado por el que es conocido, ha sabido transformar, junto con sus conciudadanos, un problema en una oportunidad, transgrediendo a veces la ley con el objetivo de que el mayor número de inmigrantes pudiera beneficiarse del permiso de residencia y no solo esto, sino acogerse a una serie de ayudas y derechos.

Las acciones de Lucano (alcalde desde 2004 hasta 2018) pueden ser interpretadas como un ejemplo de desobediencia civil en cuanto que, en conciencia y excluyendo fines personales, Lucano ha intentado todas las vías posibles para acoger e integrar a los migrantes (Eco Della Locride, 2018),incluso a costa de romper la ley italiana, pero asumiendo todas las responsabilidades. El dinero que llega a Riace para la gestión de los migrantes corre el riesgo, como en tantos otros lugares, de formar parte de los famosos fondos “evaporados”[10] o usados con otros fines. Pero Domenico Lucano se hace responsable, justifica con exactitud, hasta el último euro gastado. Las inversiones están a la vista de todos (Sasso, 2012, p. 33).

A finales de 2016, unas declaraciones del alcalde lo ponen de manifiesto: “demasiadas cosas en el aire, complots”(Sasso, 2018, p.25). A las primeras señales, el alcalde estalla.“Basta dimito.No tengo nada que ocultar”, dice a Chiara Sasso(2018, p. 25), activista y escritora. Es el inicio de la historia judicial del alcalde, incluido por la revista Fortune en 2016 como uno de los cincuenta hombres más influyentes del planeta.En 2018, Lucano es arrestado y acusado de ayudar a la inmigración ilegal y de abuso de poder.Una vez liberado (bajo libertad provisional), le prohíben entrar en Riace (Candito, 2019).Los cargos no se sostienen en la Corte, al igual que la acusación de fraude al Estado: los fondos destinados a los inmigrantes recién llegados se utilizaron también para los inmigrantes de larga duración. El exalcalde siempre sostuvo que la forma en la que actuó no es un fraude, porque un inmigrante sea nuevo o de larga duración es siempre un inmigrante.

De los numerosos artículos de periódicos italianos analizados por Mongelli y Contini (2019), se desprende que la polarización entre partidarios-detractores no tiene por objeto la esencia de la acción de Lucano, sino que más bien los detractores se centran en el método usado, mientras que los defensores se fijan en el valor de la acción realizada; y, de todos modos, ni unos ni otros pueden rebajar su valor y su contenido intrínsecamente agápico.

Varios factores nos llevan a pensar en una persona que actuó con espíritu agápico: el modelo de integración que el Ayuntamiento de Riace ha desarrollado durante casi veinte años, los resultados a los que ha llegado; el hecho de que Lucano buscase el interés colectivo y no el propio[11], a pesar de los riesgos y la cárcel, y de que haya actuado por el bien de una comunidad en necesidad[12]. No podemos negar las infracciones de la ley que se le atribuyen; entre otras cosas, se le acusa de celebrar matrimonios “de conveniencia” para obtener permisos de residencia[13]. Es importante mencionar que, en la sentencia y en los cargos, nunca se menciona la apropiación de dinero y, a pesar de todo, en las numerosas entrevistas con los ciudadanos no se pone de relieve lo problemático, lo difícil, sino la belleza de la integración[14]. Además, hay que subrayar que la acogida a los migrantes ha revalorizado el pueblo, ha aumentado las relaciones y el bienestar de los ciudadanos[15], ya que los intercambios con personas de otras nacionalidades han enriquecido el tejido social.

De acuerdo con la periodista Tiziana Barillà (2017), se constata claramente que Lucano fue movido por su conciencia. Él mismo, que no se define como un individuo poderoso, más bien como una persona contenta “de haber sido útil para mejorar” (cit. en Barillà, 2017, p. 13) lo que lo rodea, continúa sosteniendo que lo que hizo no fue por buena persona, sino más bien porque se sintió impulsado por un instinto de ayudar, pero no a su carrera política: “Siento que pertenezco a los últimos y no a los primeros”. Sigue afirmando su incomodidad por haber sido incluido en la clasificación de la revista Fortune y afirma así mismo que en su alma se siente contento: “me da la sensación de que lo que estamos haciendo ha transmitido el mensaje de humanidad de un lugar, a pesar de sus precariedades económicas y sociales y los condicionamientos de la delincuencia organizada” (cit. en Barillà, 2017, p. 14). El exalcalde de Riace los acogió porque para él esto era un acto requerido por el hecho de ser un ser humano, constitutivo de la persona; es reconocer a estos inmigrantes y darles una identidad, esa identidad negada al extranjero que emigra dos veces: cuando parte de su país de origen y cuando llega a destino.

Lucano sostiene que “las personas que llegan a Riace no deciden si son solicitantes de asilo o refugiados políticos” (cit. en Tussi y Cracolici, 2019, p. 54). Esto lo decide una política que él considera injusta. El exalcalde de Riace encuentra en los emigrantes su tierra, su familia, sus paisanos, porque el pueblo de la Calabria ha sido y sigue siendo un pueblo de migrantes. En Riace, un pueblo semiabandonado por los italianos que lo habitaban, que irónicamente por razones similares emigraron, ha sido posible construir “una pequeña comunidad global” (cit. en Tussi y Cracolici, 2019, p. 56), una comunidad que experimenta localmente las fuerzas globales que expulsan y atraen a los inmigrantes.  

Los efectos de este encuentro multicultural han sido muchos. En las tiendas de arte, el encuentro entre artesanos italianos e inmigrantes ha transformado la artesanía local en “otra cosa”. Ya no se producen solo objetos típicos calabreses, sino que inmigrantes y autóctonos han encontrado nuevas fórmulas creativas, instaurando un diálogo transformador de escucha recíproca, y esto produce algo que es diferente del objeto típico y artístico de su país de pertenencia. Hoy en día, el inmigrante que habita en Riace no es un número o un desconocido: es kurdo, etíope, sirio; tienen nombre, se llaman Israel, Khadim, Sharon. Son personas, y Lucano y sus conciudadanos han podido abrirse a la alteridad, al conocimiento de lo diverso, vencer el miedo del extranjero acogiéndolos, abriéndoles sus casas, vacías y decrépitas, y dándose cuenta de que, en lugar de perder con la acogida, ganaban ellos también

Esta acogida posee muchos matices ciertamente. La acogida del otro lleva una cierta “incomodidad”: hay que hacer espacio, aceptar los perfumes de la cocina, los sonidos, los colores…todos distintos de aquellos a los que la población estaba acostumbrada, pero la ganancia ha sido para todos. En las callejuelas de los pueblos se podían encontrar fácilmente las mujeres del lugar o “las viudas, que se vestían de negro”, así como las “mujeres árabes, mujeres afganas con burka, mujeres del África subsahariana” (Tussi y Cracolici, 2019, p. 57). Este encuentro, a veces no es fácil,

ha llevado a la recuperación de una identidad muy abierta, plural, y a reconocer en otras personas no como un problema, sino con naturalidad un recurso, y no para perseguir un credo político y religioso, sino simplemente porque la acogida es un gesto espontáneo (Tussi y Cracolici, 2019, p. 58).

Y la profusa infraestructura construida —por ejemplo, el acueducto, la renovación del casco antiguo—es también un ejemplo de esta ganancia común. Y, en otro sentido, también lo son la reducción o supresión de impuestos y tasas municipales, o la creación de puestos de trabajo, etc. Teniendo en cuenta que la acción de Lucano, como escriben Mongelli y Contini (2019), no es intencionalmente agápica, es decir, no se mueve por una opción consciente del ágape, su manifestación expresa el rasgo añadido de lo agápico, particularmente eficaz para favorecer dinámicas positivas. Pero tiene matices agápicos puestos de relieve no por Lucano mismo, sino por sus conciudadanos, ya sean italianos o extranjeros

Esel caso de Lemlem Tefahum, de veinticinco años, etíope, que, mientras Lucano fue alcalde, trabajaba como intérprete para una de las cooperativas que dirigía el proyecto de la acogida.Cuenta su vicisitud antes de llegar a Riace: el desierto de Libia, travesía del mar Mediterráneo, varios viajes a Italia y Europa después del primer centro de acogida con un embarazo en curso. En algún momento, alguien en la calle le indica Riace y “un buen alcalde y con él una solución” (Barillà, 2017, p. 79).

En Riace, y también en otras partes del territorio nacional italiano, se ha visto aplicada “una educación recíproca a la alteridad, sea de los italianos hacia los extranjeros, sea de los extranjeros hacia los italianos, sin negar la circunstancia culturalmente ineludible de que de todos modos estamos en Italia” (Ricca, 2010, p. 96).Si la desobediencia civil al igual que el ágape pueden ser acciones sociales, es importante entender que tales acciones no se pueden realizar sin una interacción social. A este respecto, Iorio (2014, p. 28) sostiene que el ágape no puede existir sin sociedad, es decir, sin “otra persona” y, por tanto, sin relación o interacción social. Incluso cuando el ágape no es relación o interacción, sino únicamente una acción social, se caracteriza por un determinado sentido que le atribuye un sujeto.

Si estas acciones son solidarias, entendiendola solidaridad como la acción realizada por un grupo “solidario que lucha por el mismo fin” (Campello y Iorio, 2015, p. 56), es decir, un grupo cuyos miembros están en relación solidaria para un mismo fin, estas acciones llevan a las personas a tener los mismos intereses, y entre ellos nacen relaciones de reciprocidad(una reciprocidad no siempre dictada por las propias acciones, pero sí vinculadas al logro del objetivo). Si, además, este propósito tiene como fin el bienestar de las personas desconocidas, aun violando o combatiendo una ley injusta, hasta el punto de poner en peligro su vida, podemos decir que estamos frente a acciones de desobediencia civil con matices agápicos. Es el caso de “Mimmo” Lucano y su comunidad, y, escriben Mongelli y Contini (2019), en el nivel meso-social, el caso Riace representa un modelo de actuar agápico. Y, como sujeto incómodo, el exalcalde calabrés pagó en primera persona, asumiendo la plena responsabilidad, pero generó reciprocidad y confianza entre la gente de su pueblo, y no soloallí.Para Lucano no eran importantes las obras de infraestructura pública, sino más bien el hecho de influir sobre las conciencias y la contribución tanto a nivel local como global. Quizás, como tantos otros idealistas que abrazaron la desobediencia civil, Lucano tenía hambre de humanidad y no supo, o no quiso, ser indiferente a estas personas y al viento que empujó ese barco de kurdos en el lejano 1998.

Antes de concluir, no podemos dejar de citar una experiencia que tiene tantas analogías con el caso presentado: el movimiento americano santuario (Montel, 1989), nacido en los años ochenta del siglo pasado como respuesta a quien huía de su país (particularmente Guatemala y El Salvador) en las fases de violencia aguda y no veía acogida su petición de asilo en los Estados Unidos. Para el gobierno estadounidense, reconocer a estos emigrantes como refugiados políticos hubiera supuesto reconocer las violencias sufridas en la propia patria y un implícito acto de acusación a gobiernos financiados por ellos mismos en función de su anticomunismo. Así, inicialmente, las iglesias cristianas y, más tarde, ciudades y universidades se han convertido en un “santuario”, es decir, lugares de asilo y refugio para estos “sin papeles”. También en este caso, como en el descrito de Lucano, entran en juego la soberanía estatal y la desobediencia a las leyes del Gobierno. De hecho, han sido muchas las amenazas, algunas recientes, del Gobierno americano a estas ciudades (Atlanta, Los Ángeles) y universidades que los acogen[16].

Y, sin embargo, los adherentes al movimiento santuario, así como Lucano, no se han rendido. Si bien no podemos generalizar, porque no todos los casos de desobediencia civil son de matriz agápica, en conclusión, podemos afirmar que la acción de Lucano en particular ha sido una de desobediencia civil de naturaleza agápica porque Lucano ha sido motivado por un interés gratuito hacia los demás y no ha buscado sus intereses. Don Milani (1965/2017), párroco de un pequeño pueblo toscano en Italia, en Carta a los jueces escribió: “Sobre una pared de nuestra escuela está escrito en mayúscula: I CARE. Es el lema intraducible de los mejores jóvenes americanos. Me importa, lo tengo en el corazón. Es el exacto contrario del lema fascista: me desentiendo”. Lucano ha hecho lo mismo. Se ha acogido a los inmigrantes como algo propio que llegaban a las playas de su pueblo y, sin hacerse tantas preguntas, se ha hecho cargo de ellos. Ha actuado en conciencia y, quizás ingenuamente, porque ha creído en las personas y en la ley intrínseca del amor.


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[1]La tragedia narra la historia de Antígona, que, contraviniendo las órdenes del rey, enterró al hermano muerto en combate. La tragedia termina con la muerte de la muchacha, del futuro marido de esta (hijo del rey) y de la madre de este último, así como esposa del rey.

[2] La desobediencia civil es una forma de resistencia civil que consiste en la transgresión de una ley o, más en general, de una disposición de una autoridad pública que se realiza por un grupo de sujetos, la mayoría de las veces por la iniciativa de un solo individuo, sobre la base de la convicción de que la obligación impuesta sea injusta en relación con un valor superior. Quien se convierte en protagonista de una iniciativa así persigue un doble objetivo. El primero e inmediato es llamar la atención públicamente sobre una presunta injusticia del acto en sí mismo a través de acciones u omisionesque suscitan ruido y que tienen una influencia mediática. Otro, mucho más lento, está dirigido a influir sobre el legislador con la intención de obtener la modificación o la supresión del acto. En cualquier caso, el fin último es obtener una innovación de la norma, aunque no su supresión revolucionaria. La objeción de conciencia, en cambio, protege un espacio de libertad individual (la conciencia precisamente): no se trata, pues, de cambiar una ley, sino de garantizarla, salvaguardando tanto el respeto de la conciencia individual como el respeto de la ley misma. De hecho, en ningún caso la objeción de conciencia puede tener lugar fuera de la ley, y quedan excluidas todas las pretensiones de autodeterminación personal. Desde el punto de vista jurídico, por lo tanto, constituye uno de los ejes de un sistema político liberal, en el que, junto al principio democrático de la participación de todos en las elecciones vinculantes para todos, se establece el principio de la garantía y seguridad de la libertad individual.

[3]Mohāndās Karamchand Gāndhīes un conocido personaje indio (1869-1948), pionero y teórico de la resistencia a la opresión a través de la desobediencia civil en masa que llevó a la India a la independencia. Fue asesinado por un fanático.

[4]Nelson Mandela, al iniciar su lucha política, no quería un cambio de gobierno, sino más bien justicia para el pueblo no blanco de Sudáfrica. El cambio fue una consecuencia de su lucha política en un momento en el que el gobierno no estaba dispuesto a modificar.

[5]Martin Luther King (1929-1968), pastor protestante, político, activista americano y premio Nobel de la Paz (1964), se expuso siempre en primera línea con el fin de abatir cualquier prejuicio étnico en la realidad americana de los años cincuenta y sesenta. Predicó el optimismo creativo del amor y de la resistencia no violenta como la alternativa más segura, sea frente a la resignación pasiva, sea frente a la reacción violenta preferida por otros grupos de color. Fue un apasionado estudioso de Ghandi, en el que se inspiró. Murió asesinado.

[6] Rosa McCauley Parks (1913-2005) fue una activista americana conocida también como la “madre del movimiento de los derechos civiles” porque, al subir a un autobús, ocupó el primer lugar tras el área reservada a los blancos, en el sector de lugares accesibles tanto a blancos como a negros, con la obligación para estos de ceder el sitio si un blanco lo solicitaba. Cuando el chófer le pidió que se levantara y fuera al fondo del bus para darle su asiento a un pasajero blanco que había subido detrás de ella, manteniendo una actitud tranquila y digna, se negó a hacerlo. Entonces fue arrestada y encarcelada por conducta impropia y por haber violado las normas ciudadanas.

[7]Giorgio Perlasca fue un italiano que, durante la Segunda Guerra Mundial, fingiendo ser un diplomático español, salvó en Hungría a casi nueve mil judíos húngaros.

[8]En algunas culturas del sur de Italia, en las sociedades del medio-este o en asociaciones de tipo mafioso, se encuentra todavía vivo el concepto de honor y el respeto por el honor para la familia. En las organizaciones mafiosas, para quien lo rompe la pena es la vida propia, de un hijo o de un hermano. En algunos casos, cuando la desgracia es tan grande, es el mismo pariente el que tiene que matar al pariente.

[9]Para más información, ver LaC (2016), La7 S.p.A. (2018) y Candito (2019).

[10]Se han efectuado numerosas investigaciones sobre la utilización de los fondos europeos destinados a los migrantes y han salido a la luz enormes irregularidades además de otras infiltraciones de la mafia en la gestión del dinero de estos fondos. Para mayor información, ver Affaritaliani.it (2019).

[11]“No he hecho nada para tener una ventaja” (LaC, 206).

[12]De una entrevista: “La burocracia, los papeles cuentan más que las personas. No solo en la acogida. Pero en general. Para mí es una amarga constatación […]. No he puesto límite a la acogida, por una idea política. Siempre he pensado que, mientras haya casas disponibles […], como bienvenida en estado puro, sin que nadie nos pague. Tenemos personas para las que no recibimos nada […] ¿Damos una bienvenida global?” (LaC, 2016).

[13]En las escuchas telefónicas, el exalcalde discute con una señora africana, proponiéndole estaperspectiva para evitar la expulsión. Sin embargo, no se ha verificado si el matrimonio se ha celebrado (Candito, 2019).

[14]Durante la Segunda Guerra Mundial, muchos italianos, entre otros, falsificaron documentos para salvar a los judíos.

[15]En numerosas entrevistas, los ciudadanos describen Riace como un lugar tranquilo, donde nunca pasa

nada (La7 S.p.A., 2018).

[16]Para más información, ver Miolinari (2020) y Metelli (2014).