Independentismo en Europa: ¿Bonanza económica o redescubrimiento de la identidad?

Rodrigo Ventura de Marco*

* Relaciones Internacionales – Universidad del Salvador. Correo electrónico: rodri.ventura@live.com

Artículo recibido: 28/07/2017                Artículo aceptado: 06/02/2018

MIRÍADA. Año 10 No. 14 (2018) p. X-X

© Universidad del Salvador. Facultad de Ciencias Sociales. Instituto de Investigación en Ciencias Sociales. (IDICSO). ISSN: 1851-9431

Resumen

En el contexto de una Europa centrada en procesos de integración regional, con enfoques cooperativistas y globalistas, desde mediados del siglo xx se han desarrollado expresiones regionales nacionalistas. A pesar de que dichos movimientos políticos tienen como fin un objetivo común, las causas que los motivan varían: desde reivindicaciones étnicas hasta un mayor desarrollo económico como manifestación del carácter nacional.

A partir de ello, en este artículo nos dedicaremos a analizar el independentismo europeo bajo dos hipótesis disímiles pero complementarias: el carácter étnico-cultural como condicionante del surgimiento de los movimientos independentistas y el desarrollo económico como factor causal a la hora de analizarlos. Hemos tomado como casos el País Vasco en España, Escocia en el Reino Unido, Padania en Italia y Kosovo en Serbia.

Palabras clave: Independentismo; Nacionalismo; Carácter Étnico Cultural; Desarrollo Económico.

Abstract

In a context in which Europe is centered on regional integration processes, with cooperative and globalist approaches, it is possible to note that since the mid-20th century regionalist nationalist expressions have been developed. Although these political movements aim at a common goal, the causes that motivate them range from ethnic claims to economic development as a manifestation of national character. It is from this fact that in this article we will analyze European independentism under two dissimilar but complementary hypotheses, such as the ethnic-cultural character as a condition of the emergence of the independence movements and then take into account economic development as a causal factor to analyze the different cases of independence movements. To explain these hypotheses we have taken as cases of analysis the Basque Country in Spain, Scotland in the United Kingdom, Padania in Italy and Kosovo in Serbia.

Keywords: Independentism; Nationalism; Ethnic-Cultural Character; Economic Development.

Introducción

En algunos casos, el regionalismo es entendido como un proyecto sociopolítico cuya principal aspiración reside en la restauración de la autonomía a partir de patrones étnico-culturales. En otros, se trata de una invención del presente, a menudo basada en distorsiones históricas y en reclamos de una determinada etnia. A su vez, existen casos que combinan estos dos factores para tener una mayor legitimidad (Giordano, 2000).

A partir de la relevancia que han tomado los movimientos independentistas en Europa a partir de la segunda mitad del siglo xx, procederemos a analizar las causas que generaron que determinadas regiones decidan fomentar, y en algunos casos lograr de manera parcial, la secesión o una mayor autonomía de los Estados a los cuales conforman. Una característica fundamental de los movimientos indepedendentistas es su lucha por la autodeterminación. Como plantea Horowitz (1981): “The powerful ideology of self-determination helps explain the emergence of a political environment hospitable to territorially divisive claims, but it cannot explain which groups will take up the cause” (p.166).

Abordaremos el tópico a partir de dos hipótesis divergentes pero complementarias: en primer lugar, la variable étnico-cultural como condicionante del surgimiento de los movimientos independentistas europeos; luego, el desarrollo económico como factor causal a la hora de analizarlos. En cuanto a nuestros objetos de análisis, se trata de casos que comparten similitudes: el País Vasco en España, Escocia en el Reino Unido, Padania en Italia y Kosovo en Serbia. Haremos una breve descripción acerca de la situación política, cultural y económica en la cual están inmersas las regiones, teniendo en cuenta la influencia de líderes y partidos políticos, grupos armados e instituciones influyentes en la economía regional. A su vez, enmarcaremos el contexto en el cual las aspiraciones políticas de carácter nacionalista plantean una desmembración estatal y la conformación de una nueva unidad política bajo las hipótesis anteriormente mencionadas.

Identidad, etnia, nación y autodeterminación

Todo movimiento independentista tiene como quintaesencia una crisis de identidad que trata de resolver mediante la consolidación de un carácter nacional propio, así como la conformación de una unidad política asentada en dichas bases. Por ello, el concepto de nación es indispensable, ya que provee de sentido a la causa independentista y da raisond'être a las comunidades carentes de identidad. Smith (1991) alega que

[…] what we mean by 'national' identity involves some sense of political community, […] common institutions and a single code of rights and duties for all the members of the community. It also suggests a definite social space, a fairly well demarcated and bounded territory, with which the members identify and to which they feel they belong” (Smith, 1991, p. 9).

Dicha definición nos provee de una serie de elementos que son esgrimidos como argumentos por los movimientos independentistas, pero que caracterizan a las comunidades autodefinidas como nación.

La identificación con el suelo, así como un espacio social definido y la elaboración de derechos propios de cada comunidad son las bases de la identidad nacional. A su vez, es importante remarcar el rol que presta el carácter étnico y mitológico: “The rediscovery of the ethnic past furnishes vital memories, values, symbols and myths, without which nationalism would be powerless” (Smith, 1998, p. 45).

Por su parte, Barth (1998) alega que los grupos étnicos son categorías de adscripción e identificación de los propios actores, que tienden a configurar las dinámicas de los miembros; una característica propia del carácter nacional. Empero, en sí la etnia no depende de cualidades físicas, sino que, más bien, es un tipo de comunidad cultural, con mitos de descendencia y reminiscencias históricas, diferenciada por características religiosas, lingüísticas, institucionales y consuetudinarias. Estas son doblemente históricas, en el sentido de que las memorias históricas no solo son esenciales para su continuidad, sino que cada etnia es el producto de fuerzas históricas específicas y, por lo tanto, está sujeta a cambios y a la disolución (Smith 1991,1998).

La identidad nacional, enmarcada en el aspecto cultural, es el nexo generacional que brinda continuidad a lo largo de la historia ya que permite, no por su homogeneidad sino por su persistencia, que el carácter nacional perdure y mantenga el destino colectivo. A ello se suma la interacción constante con diversas comunidades y la amalgamación de culturas, que permiten la proyección atemporal de la identidad nacional (Smith, 1991; Barth, 1998).

En cuanto al papel del suelo, la concepción de patria, bajo la óptica del carácter nacional, brinda sacralidad a la geografía, así como un sentido mitológico en cuanto a los sucesos de santos y mártires nacionales. Eso altera la concepción del espacio, solo entendido en tanto parte de la nación (Smith, 1991).

La mencionada significación de la geografía bajo el espectro de una nación crea la concepción de una región, un determinado espacio caracterizado por una historia, una cultura, unos recursos o una economía particular en el cual las naciones y las comunidades lograron desarrollarse, y al cual adoptaron como parte de sí. A su vez, es necesario remarcar otro aspecto importante elucidado por Smith (1991): […] the idea of a patria, a community of laws and institutions with a single political will” (Smith, 1991, p. 10). Él nos conduce a la clarificación de la ideología política del carácter nacional, o el nacionalismo.

El surgimiento del nacionalismo como tal es la culminación de la expresión política del carácter nacional acompañada por un sentimiento de identificación con las instituciones políticas. En ese contexto, podemos enmarcar la autodeterminación como un elemento propio del nacionalismo. Al respecto, Horowitz (1981) fundamenta que “[…] separatism is appropriately viewed as the working out of the logic of an idea - that 'political self-expression', usually on a territorial basis, is a necessary concomitant of group distinctiveness” (Horowitz, 1981, p.166). Por su parte, para Margalit y Raz (1990) los casos relevantes de autodeterminación poseen características propias de una etnia o nación; sus rasgos culturales, que influyen en gran parte de los aspectos de la vida humana, les permiten ahondar en un amplio espectro sociopolítico, así como en torno al bienestar individual de los miembros de la nación.

Teniendo en cuenta que hemos esgrimido y esclarecido conceptos tales como nación, etnia e identidad nacional, así como también hemos dotado de importancia pertinente el rol que ocupa el suelo geográfico, la cultura, la lengua y las costumbres, describiremos el fenómeno nacionalista y, por ende, el independentismo como vertiente.

Nacionalismo como base de una nueva unidad política

Nationalism is not engendered by nations. It is produced –or better, it is induced– by political fields of particular kind” (Brubaker, 1996, p.17).

En este apartado nos centraremos en explicar el nacionalismo como fenómeno político, especialmente en su vertiente independentista. Diferenciaremos también dicha inclinación de otras, como el regionalismo o el irredentismo. Para ello, debemos tener en cuenta las bases del movimiento y su aplicación política.

Habida cuenta de ellas, así como del argumento de Qvortrup (2004) en torno a la filosofía política de Rousseau, “Nationalism is the embodiment of the new imperative of cultural homogeneity, which is the very essence of nationalism for the first time in world history a high culture becomes the pervasive and operational culture of an entire society” (Qvortrup, 2004, p. 44). Dicha homogeneidad cultural es, a su vez, aplicada a la esfera política, cristalizada en movimientos nacionalistas, los cuales buscan la conformación de una unidad política bajo los valores culturales, la delimitación geográfica, la lingüística y la etnicidad de su nación, apelando así al carácter identitario de la sociedad a la que se adscribe. En dicho punto coincidimos con la visión de Ayal (1966), quien plantea que “Nationalist ideology is thus a potent force of identity” (Ayal, 1966, p.232).

Estos factores, que conforman el carácter nacional, serán la dialéctica del nacionalismo político. En palabras de Brubaker (1996) “It is a heterogeneous set of "nation"-oriented idioms, practices, and possibilities that are continuously available or "endemic" in modern cultural and political life” (Brubaker, 1996, p.10). Dichos movimientos apelan a la cohesión social, la cual implica no solo la unión a nivel étnico, cultural o lingüístico sino también político. Es para ello que los símbolos y los mitos nacionales son utilizados como elementos coercitivos por los movimientos nacionalistas, sobre todos aquellos que se sienten identificados con ellos. En palabras de Sorens (2008), “What nationalist movements have in common is a desire to align the tools of governance in some way with territorially defined populations” (Sorens, 2008, p. 327).

Teniendo en cuenta esto, debemos notar que existe una serie de aspiraciones políticas enmarcadas en la óptica nacionalista. No obstante, solo nos centraremos en la que recae sobre el independentismo. A diferencia de las demás corrientes nacionalistas, el independentismo aspira a la conformación de una unidad política y social emancipada de cualquier otra unidad que no comparta sus valores culturales ni políticos, ni su lengua, ni su etnia. En palabras de Kuzio (2001): “A cohesive society cannot be constructed without a mínimum body of common values, encoded in legislation and constitution. These values cannot be wholy morally neutral as they inevitably endorse one type of behaviour and set of values” (Kuzio, 2001, p.147).

Según Meadwell (1991), el regionalismo no solo aspira a una mejora dentro de los arreglos institucionales preexistentes sin la necesidad de perder su status en el contexto de centro-periferia, sino que también tiene como fin último la descentralización territorial; así como el irredentismo apela a la secesión para la integración a un Estado existente. Por el contrario, el independentismo se asienta sobre las bases de la conformación de una nueva unidad política.

Sin embargo, el fenómeno independentista, más precisamente en Europa, posee diversas aristas a las cuales los grupos políticos se aferran a la hora de reclamar su derecho de secesión en la arena política. Teniendo en cuenta el argumento de Bisaschi (2015), no podemos cometer el gran error de considerar al independentismo europeo como un fenómeno unitario: cada caso en particular posee una historia y un desarrollo diverso, así como sus propias reivindicaciones y demandas políticas.

Frente a ello, podemos argumentar que existen dos corrientes principales dentro del espectro independentista: una adscripta en fundamentos de corte étnico-culturales; otra vinculada a las condiciones económicas regionales (ya sean geográficas o demográficas) y al derecho de autodeterminación. Por ello, es necesario realizar una tajante distinción entre las concepciones étnico-culturales de un Estado nacional y el ideal democrático de la consolidación de un Estado de corte cívico, asentado en el derecho de libre asociación y autodeterminación. Esto se debe a la naturaleza de ambas concepciones, ya que la idea de un demos, portador de la autoridad política, confronta la visión de un ethos prepolítico, asentado sobre las bases de un linaje, una tradición compartida o un lengua común. A su vez, dichas visiones dentro de una misma unidad política tienden al conflicto, ya que la concepción de Homeland o patria se ve alterada, y se convierte en un tópico en pugna entre dichas comunidades (Lehning, 1998; Connor 2015).

A fin de complementar las distintas ópticas, podemos sumar la división ideológica, ya que los movimientos independentistas, pueden situarse tanto en el espectro de izquierda como de derecha:

 

[…] secessionist and regionalist parties can increase or limit their electoral appeal by taking positions on traditional left-right issues: for instance, […] the Lega Nord have combined secessionism with populist anti-immigration rhetoric, while at the other extreme Herri Batasuna has espoused a Marxist-Leninist ideology (Sorens, 2008, p. 333).

Nacionalismo como expresión étnico-cultural y lingüística

Hemos señalado ya la distinción tajante entre el independentismo étnico-cultural y su variante cívico-económica. Nos explayaremos respecto al primero, dentro de lo que Buchanan describe como grupos adscriptivos dentro de las teorías del derecho primario, teniendo en cuenta la visión de Connor, Margalit y Raz, Horowitz, Kuzio y Smith, entre otros.

Según Buchanan (1997), los grupos adscriptivos argumentan que existen características no políticas que fundamentan la asociación política de forma independiente. Dentro de esas podemos remarcar el hecho de compartir una historia común, una lengua, una cultura, así como la identificación con un determinado territorio; en otras palabras, ser una nación. “No actual political organization of the group, nor any actual collective choice to form a political association, is necessary for the group to be a nation or people” (Buchanan, 1997, p. 38).

Por su parte, Smith (1991) alega que aquellas naciones consolidadas sobre recursos culturales tales como la historia étnica, la lengua, la religión tienden demostrar un nacionalismo étnico dirigido tanto hacia adentro, para revitalizar el 'verdadero' carácter nacional y sus miembros, como hacia fuera, contra los opresores y competidores extranjeros en torno al poder político. Esto nos da la pauta de que el independentismo, en su carácter étnico, no solo gira en torno a la identidad nacional, que no se puede obtener, sino que es inherente cada miembro de la nación y al sentimiento de libertad política y resentimiento hacia etnias y culturas opresoras y ajenas (Connor, 2015; Margalit y Raz, 1990).

Por su parte, Kuzio (2001) plantea que “The policies of the `nationalising state' create an image (real or perceived) within the national minorities and external homeland of an `oppressive' state that is attempting to homogenise the country and eradicate regional identities” (Kusio, 2001, p.138). Dicha alteración en el carácter identitario de una comunidad minoritaria es el condicionante del accionar político dentro de los movimientos independentistas de corte étnico-cultural.

[…] cuando un colectivo o un grupo es consciente y activo en la defensa de su etnicidad, ello suele dar lugar a un movimiento social de carácter étnico. Los movimientos étnicos nacionalistas tratan de combinar la movilización social con la política, basándose en la presunta situación de injusticia y desigualdad sufrida por el grupo étnico en cuestión en una sociedad determinada (Romero, 2006, p.172).

Se puede apreciar cómo cuestiones concernientes al carácter étnico de un colectivo pueden manifestarse a través de corrientes culturales y artísticas, como en el caso de la Escuela Vasca de Arte Contemporáneo en Euskadi, surgida durante la década de 1960; o en el de la influencia del Renacimiento literario escocés en el Scottish National Party, a mediados del siglo xx. Dichas manifestaciones, como reivindicaciones étnico-culturales, logran generar sentimientos de pertenencia en regiones que, a pesar de estar integradas coercitivamente dentro de un aparato estatal y nacional, tienen características heterogéneas en relación al resto.

En cuanto a ello, Smith (1991) arguye que los movimientos nacionalistas (etnoindependentistas), mediante la movilización vernácula de su pasado étnico sumada a politización de su patrimonio cultural por medio de la literatura, así como por la reivindicación sus siglos de oro, logran conformar una identidad política de carácter secesionista y nacional. La lengua es el primer condicionante para dicha diferenciación, a la que se suman características folclóricas propias, expresadas en la literatura y la música, que logran generar una concepción de otredad frente a las regiones lindantes. “El uso de la lengua como factor de diferenciación con respecto a un grupo de identificación […]. También es asociado con manifestaciones políticamente más relevantes de micro-nacionalismo […]” (Shabad & Gunther, 1982, p.450).

Según Giordano (2000) esto se ve reflejado en la movilización política, más sencilla donde hay una distinción lingüística puesto que el lenguaje es una herramienta política para todo movimiento regional, y fácilmente conlleva a un potencial conflicto. Un caso que refleja dicha contraposición es la dicotomía existente entre las familias lingüísticas de Gran Bretaña, ya que la imposición forzada de la lengua inglesa, de origen anglosajón, difiere sustancialmente del gaélico escocés, de origen celta. La sumisión y represión de la lengua materna, consideramos, pueden ser un punto de partida para la manifestación política del nacionalismo. En dicho caso debemos tener en cuenta lo planteado por Hetcher (1975), ya que “By identifying with the advantaged group, these individuals may attempt to 'pass,' and thus undergo a subjective re-identification of their ethnic identity” (Hetcher, 1975, p. 41).

Un ejemplo de características similares es el vasco: el pueblo de Euskal-Herria, desde los albores de la civilización, ha logrado mantener de forma pura y sin influencia de otra familia lingüística, el tronco del euskera como lengua propia del norte de España y del sur de Francia. Una vez más, el punto de contacto es la represión política por cuestiones lingüísticas y culturales, tanto con Escocia en el Reino Unido –de hegemonía inglesa– y el País Vasco, anexado y dividido entre españoles y franceses.

En cuanto a cuestiones culturales, el caso kosovar presenta una complejidad mayor ya que no existe una homogeneidad en el pueblo, como sí la hay en los casos anteriormente nombrados. En parte se debe a que la composición lingüística de Kosovo es igual de diversa que su constitución étnica, ya que el serbio y el albano son las lenguas mayoritarias y oficiales, a pesar de que tienen orígenes y sistemas de escritura diversos. El albano es una rama independiente respecto del resto de las lenguas indoeuropeas, mientras que el serbio se enmarca dentro de la familia de las eslavas; de ello deriva que posea un alfabeto cirílico, mientras que el albano usa el alfabeto latino. Debido a dichas diferencias, a principios de la década de 1980, se empezaron a gestar conflictos étnicos entre ambos grupos, que estallaron a partir de la disolución de Yugoslavia.

A la hora de hablar de las cuestiones culturales, étnicas y lingüísticas del independentismo padano debemos remarcar que el argumento esgrimido para generar un concepto de otredad hacia el Sur de Italia es el origen étnico, así como la “contaminación” por parte del islam y el cristianismo ortodoxo en épocas pasadas. Los padanos se consideran celtas y más próximos a los pueblos germanos que al resto de Italia, a los cuales consideran descendientes de árabes y más próximos al continente africano. En términos lingüísticos, los independentistas defienden el carácter propio de los dialectos regionales por sobre el italiano. No obstante, son una variación del italiano y no puedan ser considerados como una lengua independiente.

Hemos descrito, hasta el momento, las bases que caracterizan a los casos de análisis. Procederemos ahora a explicar puntualmente cada uno de ellos y cómo estas características, ya sean lingüísticas, étnicas o culturales, derivaron en manifestaciones políticas proclives a la independencia de cada región en particular.

Euskadi: Jaungoikua eta LagiZarra (Dios y la vieja ley).

Según Corcuera Atienza (2000) “La historia del nacionalismo vasco es la historia de la relación entre radicales y moderados […]” (Corcuera Atienza, 2000, p.24). A partir de la tercera guerra carlista y la pérdida de fueros en los territorios de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, así también como en Navarra, la autonomía que antes gozaban estas regiones se vio obstruida por el centralismo de Madrid, que impuso la lengua castellana y las normas establecidas por el gobierno español.

Con la caída de la Republica Española, a la cual Euskadi había defendido durante la guerra civil, y el posterior ascenso de Franco al poder, la lengua y la cultura vasca se vieron oprimidas hasta el punto de la ilegalidad. En este contexto podríamos enmarcar el surgimiento de movimientos independentistas de corte nacionalista en Euskadi, debido a que el nacionalismo se genera a partir de la toma de conciencia de la situación de dominación y ocupación del territorio nacional por parte de actores foráneos, lo que produce un accionar radicalizado en los grupos oprimidos (Romero, 2006).

De acuerdo con Romero (2006), “En el País Vasco predomina un nacionalismo de tipo étnico, cuya construcción social e histórica se habría realizado enfatizando aquellos aspectos de la identidad que sirven para diferenciar mejor al endogrupo de los grupos ajenos” (Romero, 2006, p. 175). Entre ellos, señalamos la construcción de un pasado histórico, que se condice con los intereses actuales, así como la persecución a lo propiamente vasco por parte de los maquetos (españoles); la revalorización de símbolos históricos de carácter nacional para la persistencia de una causa histórica en pos de la defensa de la identidad vasca, el uso de la lengua euskera como quintaesencia del carácter original y puro del pueblo vasco, la creación de una identidad étnica y nacionalista a partir del reconocimiento frente a las otras identidades; sumados a la división intrasocietal entre nacionalistas y no nacionalistas, la cual implica encasillar a aquellos no nacionalista como antivascos (Serrano Pascual, 1998; Romero, 2006).

A su vez, debemos refutar la visión de Zabalo (2004) pues “En el nacionalismo vasco actual, y desde hace medio siglo, se cruzan, especialmente, dos tipos de definición de la nación: la que la basa en la lengua; y la que lo hace en el territorio” (Zabalo, 2004, p.83). La concepción de nación conlleva de forma indivisible la unión lingüística y territorial, así como la identidad inherente para todo aquel que es vasco.

A su vez, Romero (2006) plantea que “[…] la política nacionalista se fundamenta en su oposición a la centralista, y viceversa. Ello facilita la formación de un frente nacionalista contra la amenaza común, las fuerzas políticas españolas o estatales” (Romero, 2006, p.177). En este contexto surgen los dos principales actores políticos vascos que analizaremos: el Partido Nacionalista Vasco (PNV) y Euskadi Ta Askatasuna (ETA), cuyo brazo político es la izquierda abertzale. Ambos actores aspiran a un objetivo común, la independencia del País Vasco de España, pero la diferencia sustancial entre ambas organizaciones se da a partir de los métodos para la cristalización de dicho fin.

El Partido Nacionalista Vasco se origina con posterioridad a la tercera guerra carlista; como consecuencia de la derrota del bando vasco, la pérdida de los fueros terminó con el viejo régimen foral, que garantizaba leyes diversas al resto de los territorios para las tierras vascas. A partir de ello, en 1895, Sabino de Arana decide conformar el partido, cuya principal aspiración es la independencia de Euskadi desde una plataforma democrática. La propuesta incluía la búsqueda de apoyos internacionales, como el de Estados Unidos durante la guerra hispano-estadounidense bajo el argumento de que Euskadi tenía una situación similar a la de Cuba:“Il nacionalismo basco nasce quindi reazionario e tradizionalista, marcatamente razzista e incarna la nostalgia verso un passato ancestrale in cui i baschi vivono soli, liberi e sereni.” (Bisaschi, 2015, p. 114). Bajo esta visión Sabino de Arana formula las bases de un nacionalismo vasco que debía realzar la cultura y la lengua, así como combatir a los maquetos dentro de su propio hinterland (Heiberg, 1989).

La conformación inicial del PNV se asienta en un pequeño grupo de independentistas, a los cuales se les suman posteriormente exforistas carlistas e industriales bilbaínos. La razón por la cual la el grupo de industriales de Bilbao decide unirse a la causa de Arana se puede argumentar a partir del siguiente razonamiento:

[…] son las élites las que lideran el proceso de concienciación nacionalista, tratando de inculcar al resto de la población sus señas de identidad cultural y étnica. Ello es así porque las élites aspiran a convertirse en agentes de poder local, es decir, son capaces de manipular hábilmente el sentido de la etnicidad para acceder al poder, a las riquezas o a cualesquiera otras posiciones ventajosas (Romero, 2006, p. 174).

Por su parte Bisaschi (2015) señala que “Il primo nacionalismo basco, elaborato dottrinalmente sull’identità euskera formulata da Sabino Arana, rappresenta una «reazione negativa» allos viluppo economico” (Bisaschi, 2015, p.114).

Gradualmente el PNV comienza a tomar fuerza dentro del territorio vasco, gracias al rol fundamental que cumplió el carácter étnico de las ideas de Arana. Este fue aprovechado por las elites bilbaínas debido a la capacidad aglutinante de la etnicidad en sí, y logró captar individuos de diversas clases sociales, niveles educativos, sexo y edad; así, se constituyó en una alternativa a la lucha de clases (Romero, 2006). Con el ascenso de Franco al poder y la supresión de la lengua y la cultura euskera, surge un nuevo actor dentro de la política, no solamente vasca, sino también española.

A partir del debilitamiento y la sumisión del PNV, así como del fracaso de sus políticas diplomáticas, un grupo de estudiantes miembros, disidentes de la dictadura franquista y ajenos a la política del partido, deciden en 1958 tener una actitud más activa, inspirados en la descolonización de Argelia y las guerras de liberación nacional. Conforman, entonces, un movimiento de resistencia armada vasco. Rompen con el PNV y deciden formar Euskadi Ta Askatasuna. A diferencia del PNV, ETA tiene la lucha armada como vía para la independencia de Euskal Herria, así como el carácter unilateral de dicha decisión. En palabras de Bisaschi (2015) “L’identità euskera esiste come contrapposizione a quella spagnola, dispregiativamente chiamata maketa, la patria vasca euskalherria è stata usurpata e deveessere riconquistata con ogni mezzo necessario. Questo contrasto radicale non dàspazio a compromessi, la lotta armata è l’unicavia” (Bisaschi, 2015, p.115).

ETA centró su lucha en el ataque a figuras políticas españolas, así como francesas, con el objetivo de negociar frente a los partidos mayoritarios. Pero dicho carácter reaccionario también ha de tener una manifestación política: la izquierda abertzale. La izquierda patriótica está integrada por una serie de partidos (Ex Batasuna, hoy Sortu, Eusko Alkartasuna, o la Coalición Bildu) que eran los principales focos ideológicos de ETA durante su lucha armada y actualmente impulsan sus medidas dentro del Parlamento Vasco.

Hay que tener en cuenta el rol de ETA dentro de la búsqueda de independencia vasca, puesto que la organización etarra es la expresión y respuesta armada hacia la represión lingüística, étnica y cultural en tanto:

El nacionalismo radical se asocia, asimismo, a una situación de descontento, que sería el resultado de un estado de privación relativa intergrupal, asociado al empleo de atribuciones de carácter externo. Todo ello incitaría al cambio social y político, justificando así incluso cualquier tipo de acción emprendida contra el exogrupo (Romero, 2006, p.175).

Lo curioso del caso vasco no solamente es la antinomia entre radicales y moderados, sino la antinomia que también existe dentro del espectro ideológico entre izquierda y derecha. En este apartado coincidimos con lo planteado anteriormente por Sorens (2008), ya que el fenómeno independentista, al igual que las demás variantes del nacionalismo, apela al debate ideológico de izquierda/derecha. Podemos enmarcar al PNV como el núcleo de los partidarios de un independentismo moderado y de derecha, el cual aspira a la consolidación política dentro del territorio vasco. De esa manera se proponen negociar política y bilateralmente la independencia de Euskal Herria.

Por otro lado, dentro de los sectores moderados, encontramos a los partidos de la izquierda abertzale, que poseen una postura más áspera a la hora de negociar la salida del territorio vasco del Reino de España, ya que consideran que debe hacerse de forma unilateral. Y, por último, ETA es el reflejo de grupos de izquierda radicales que le han declarado la guerra al gobierno español y creen que la única vía posible para la independencia de Euskadi es la militar, a partir de la cual desgastarán la voluntad de negociación del estado español y lograrán establecer un estado vasco. Esto en parte se debe a que

 

[…] ETA ha tendido a autoproclamarse, básicamente, como heredera de los gudaris (guerreros, soldados nacionalistas del Gobierno vasco en la guerra civil), y continuadora de la lucha mantenida por los guerrilleros carlistas en contra de la abolición de la independencia foral (Romero, 2006, p. 177).

Así como también la postura de ETA a la hora de establecer una estrategia de negociación en base a ganancias absolutas frente al Gobierno español (Domínguez, 2004).

Existe una larga trayectoria de sucesos que fueron claves en la negociación entre ETA y el Estado español pero, sin lugar a dudas, la Ley de Partidos de 2003 fue un antes y un después a la hora de analizar el independentismo vasco. Esta fue el punto de partida para el viraje de enfoque de ETA a la hora de buscar la independencia vasca. La ley ponía en jaque a la organización; a partir de ella el brazo político de ETA, Batasuna, se veía desarticulado y se sumaba a la clandestinidad, al igual que su brazo militar. Dicha estrategia, según Rogelio Alonso,

 

[…] abrió la vía a una negociación entre ETA y el gobierno de Rodríguez Zapatero, eje de una errónea política antiterrorista que impidió la materialización de una derrota policial como la que se había vislumbrado en el cambio de siglo (Alonso, 2012, p. 155).

Frente a estas condiciones ETA se abocó, con una estructura debilitada, a continuar con su lucha armada hasta 2011, ya que para ese entonces la estrategia militar había fallado. Eso se vio reflejado en el “cese definitivo de la actividad armada”, lo que generó un resurgimiento de su brazo político mediante la coalición Bildu. Este clivaje da una nueva perspectiva de la situación vasca; al haber fallado ETA militarmente, el independentismo radical vasco intenta establecer una estrategia común a la del PNV. Retomamos a Rogelio Alonso (2012) una vez más, quien argumenta que “La ‘izquierda abertzale’ está aprovechando los éxitos obtenidos en estos frentes para contrarrestar una situación muy desfavorable en el ámbito operativo, que también lo fue en el terreno político hasta su reciente fortalecimiento electoral” (Alonso, 2012, p. 168).

A la hora de establecer las causas del fin de la lucha armada de ETA y su viraje hacia la lucha política, no solamente podemos establecer las políticas antiterroristas llevadas a cabo por medio de los gobiernos de Aznar hasta Rajoy, sino que hemos de tener en cuenta que luego de la caída del franquismo y a partir del gobierno de transición, la opresión lingüística-cultural se vio disminuida progresivamente, así como el apoyo del pueblo vasco a la lucha armada. El ascenso de la izquierda abertzale, así como el de la figura de Arnaldo Otegui (líder de Sortu y referente de la Izquierda Abertzale), significan que los sectores ajenos ideológicamente al PNV, así como a Ibarretxe en primer lugar y actualmente a Urkullu, han optado por una independencia vasca de forma unilateral y dentro del espectro ideológico de izquierda.

Frente a ello Alonso (2012) retoma a Rafael Aguirre, quien plantea que el Acuerdo de Aiete significó el cese de la actividad armada de la organización pero, sin embargo, “[…] ‘No se acabó con ETA, se acabó con su violencia pero pagando un precio político al nacionalismo vasco más radical’ que también se tradujo en un notable incremento del apoyo electoral y de su respetabilidad” (Alonso, 2012, p. 168).

A partir de ello podemos argumentar que el nacionalismo vasco se vio inmerso en tres etapas. En primer lugar, consideramos que el surgimiento del PNV es consecuencia del derrumbe del régimen foral, ergo, la pérdida de autonomía y de autogobierno. Durante este periodo, el PNV y Sabino de Arana fueron el foco de aglutinamiento del espíritu vasco contra el centralismo de Madrid, así como de la reivindicación del derecho ancestral de los fueros en Euskadi. En ese momento

 

La nueva etnicidad vasca católico-racista dibujada por Arana trata de resaltar las virtudes de lo vasco, oponiéndolo demagógicamente a la figura de lo otro, representado por una imagen de España compendio de vicios y maldades, y encarnación paradigmática del mal absoluto (Romero, 2006, p. 178).

Desde sus orígenes, el PNV de Arana mostró rechazo hacia los maquetos y un fuerte sentido de pertenencia hacia la "raza" vasca y orgullo hacia la lengua euskera. Con el ingreso de los grandes capitales bilbaínos, el enfoque de Arana y del partido viró hacia el establecimiento de una región vasca autónoma y, posteriormente, independiente.

Como etapa subsiguiente, podemos tomar el periodo transcurrido entre el ascenso de Franco al poder hasta la Conferencia Internacional de Paz de San Sebastián, o Acuerdo de Aiete. Esta extensa etapa está marcada por una supresión de la lengua y la cultura vasca. La consecuente respuesta es el surgimiento de la lucha armada de ETA a fines de la década de 1950, así como el renacimiento político del PNV y otros partidos con el gobierno de transición y la monarquía parlamentaria. Este proceso de más de cincuenta años fue la culminación del independentismo radicalizado, que frente a las imposiciones forzadas por parte del gobierno franquista y luego el gobierno español reaccionó de forma violenta a la incapacidad de expresarse. La apertura democrática, el estatus autonómico y el resurgimiento cultural en Aiete, ETA, el PNV y la izquierda abertzale, junto con el gobierno español, sumados al apoyo de personalidades políticas de gran envergadura que buscaban la paz, logran establecer el fin de la lucha armada, y dieron fin a esta etapa dentro del nacionalismo vasco.

Sin embargo, a pesar de que sectores del nacionalismo vasco hayan optado por actuar de manera radicalizada, el objetivo seguía siendo el mismo, con Franco o con el Rey, ya que

[…] nunca había sido una lucha contra el franquismo, sino contra España, estado opresor del pueblo vasco. El régimen había caído, pero la ocupación continuaba. El susodicho plan soberanista de Ibarretxe ha venido a corroborar, mucho tiempo después, que el PNV compartía esta misma visión, pero que, en aquella época, le era más útil desmarcarse de ETA, adoptando una estrategia gradualista frente al maximalismo etarra, y tratando de aprovechar todas las posibilidades de autogobierno para avanzar, pasito a pasito, hacia la independencia (Romero, 2006, p. 181).

Desde el acuerdo de Aiete hasta la actualidad se establece la tercera etapa del nacionalismo vasco, caracterizada por una politización de ETA bajo el espectro de la izquierda abertzale, cuyo principal objetivo es la independencia unilateral de Euskadi, por medio del control del Parlamento Vasco y gracias a una consolidación electoral. El diferencial entre las posturas políticas del PNV y los partidos como Sortu a la hora de hablar de las formas de independizar al país vasco reside, principalmente, en el carácter bilateral que ha optado el PNV. No obstante, el carácter nacionalista de ambos no está en tela de juicio.

Por otra parte, los partidos integrantes de la izquierda abertzale plantean "[…] la puesta en marcha de una vía vasca para la construcción de una EuskalHerria, una vía de carácter democrático y unilateral." (Sortu apuesta por una "vía vasca de carácter democrático y unilateral" para la "construcción de Euskal Herria, 2014, p. 6), según las palabras de la portavoz de Sortu, Amaia Izko.

El independentismo vasco tuvo, a lo largo de la historia, una serie de clivajes que marcaron su nivel de radicalización así como el espectro ideológico de las distintas organizaciones que luchaban por su independencia. Sin embargo, a fin de cuentas, una constante en el caso euskera es el sentimiento de otredad frente al resto de los pueblos lindantes, que se ve reflejado en la dicotomía entre lo autóctono, encarnado en el bien, y lo foráneo como el mal; la bendición de Euskal Herria como tal; la oposición tajante al centralismo de Madrid; la unidad en la resistencia; el pensamiento del pasado como un tiempo de mayor prosperidad, sumado a la incursión del mal en tierras vascas a partir de la derrota del carlismo. Esta conllevó la abolición de los fueros y la pérdida de la lengua y la pureza racial, así como la aparición de una figura redentora, encarnada en Sabino Arana o en ETA, capaz de liberar a Euskal Herría (Romero, 2006; Serrano Pascual, 1998).

Kosovo: New Born (Recién Nacido).

Conducir desde Serbia central hacia Kosovo se siente como cruzar una frontera nacional, y una militarizada: guardias fronterizos serbios, luego tierra de nadie, luego un control fronterizo gestionado por la policía de Kosovo como también por personal de ONU y OTAN (Kupchan, 2005, p.1).

La situación en el territorio Kosovar no solamente está marcada por una fuerte militarización, tanto por parte de grupos locales como por la coalición de OTAN –presente desde 1999–, sino que también existe una ruptura en la convivencia entre grupos étnicos dentro de la sociedad kosovar, como la mayoría albana y la minoría serbia. Desde la disolución de Yugoslavia y el subsiguiente proceso de balcanización, los territorios que antes integraban la federación que supo conformar Josip Broz sufrieron no solo un violento y sangriento conflicto armado; también su consolidación estatal se vio reflejada en la desmembración de grupos étnicos, así como en el establecimiento de fronteras discordes. Bieber argumenta que

En el caso de Kosovo, el foco del conflicto también estuvo en el territorio, con Serbia como actor principal no participando formalmente en la configuración institucional de la región. Como resultado, la institucionalización de la etnicidad en la post guerra se centró menos en la inclusión de los grupos como en la creación de legitimación institucional (Bieber, 2005, p.92).

No es posible vislumbrar una consonancia entre el territorio kosovar y el resto de Serbia tanto lingüística, religiosa, como étnicamente. El conflicto étnico- cultural entre serbios y albanos no fue consecuente a la balcanización, su origen está en la llegada de los eslavos a la península balcánica; esto se debe a que el afincamiento de los serbios en el actual Kosovo generó que los albanos se trasladaran hacia el oeste (actual Albania). Con la conformación del Imperio serbio, “[…] Kosovo fue, “el corazón de Serbia”, o en otras palabras el estado político, económico y cultural de la nación serbia” (Bieber & Daskalovski, 2003, p. 15).

Sin embargo, el avance del imperio otomano, y la conversión al islam como elemento de integración, produjo el desplazamiento de los serbios hacia el norte del actual Kosovo y el establecimiento de los albanos. Dicha migración generó una mayoría étnica albana en el territorio kosovar, bajo protección otomana. Sin embargo, Bieber y Daskalovski (2003) plantean que “Desde ese tiempo, la iglesia ortodoxa serbia, intelectuales y líderes han intentado invadir la tierra de los albanos” (Bieber & Daskalovski, 2003, p.18).

Durante el siglo xix los conflictos de las potencias europeas desarrollados en los Balcanes, como la guerra serbia-otomana de 1878, dieron paso a “[…] masivas y forzadas movilizaciones de albanos de sus tierras natales” (Bieber & Daskalovski, 2003, p. 19). Luego de la “crisis del Este” de 1878 y la reestructuración geopolítica de los Balcanes a partir del tratado de Berlín, la administración de Kosovo quedó en manos serbias, a pesar de que la región poseía una mayoría étnica albana. Frente a ello, Bieber y Daskalovski (2003) plantean que “Para cambiar el balance étnico de Kosovo, el gobierno serbio tomó medidas extremas, incluyendo matanzas regulares de albanos, expulsiones forzadas y colonización por serbios de Serbia” (Bieber & Daskalovski, 2003, p. 19).

A causa de la limpieza étnica, la colonización de tierras albanas, las movilizaciones forzadas y la campaña de “serbianización” de Kosovo, la estructura étnica de la región se vio alterada significativamente, ya que un gran porcentaje de la población de origen albano se vio reducida entre 1912 y 1941 (Bieber & Daskalovski, 2003). Dichas discrepancias se cristalizaron abiertamente en el conflicto étnico que se generó durante la década de 1980 entre ambos pueblos. A pesar de que durante el liderazgo de Broz los grupos albanos poseían un alto grado de autonomía dentro el territorio yugoslavo, a su muerte se vieron inmiscuidos en un conflicto étnico frente a la mayoría serbia. El nacionalismo serbio, al mando de Slobodan Milosevic, fue el principal impulsor de medidas represivas, tanto de índole político como económico. A partir de la resistencia armada albana que comenzó en 1998, se generó una campaña de limpieza étnica dentro de Serbia y con mayor énfasis dentro del territorio de Kosovo, donde más de la mitad de la población era albana (Kupchan, 2005).

Desde la intervención de la OTAN el territorio kosovar atraviesa una situación inversa a la de 1998 (Figura 1). Esto se debe al cese de las hostilidades por parte de las fuerzas armadas serbias, así como a la misión de establecimiento y posterior mantenimiento de la paz, realizada por el grupo KFOR (Kosovo Force), en el marco de la resolución 1244 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que establecía la creación de la Misión de Administración Provisional de las Naciones Unidas en Kosovo (MINUK). MINUK logra imponer a la mayoría albana por sobre la minoría serbia dentro de la sociedad. Según Kupchan, luego de la retirada de las fuerzas serbias y la posterior intervención de OTAN, los grupos étnicos de origen albano se vengaron: durante la guerra y las represalias subsecuentes miles de kosovares fueron asesinados, mientras que otros tantos huyeron hacia el norte. Aún hoy es observable en la segregación de las restantes comunidades serbias, las cuales se refugian en guetos dentro de las ciudades kosovares, o inclusive en el rechazo al contacto entre ambas comunidades. La mayoría albana continua evocando la discriminación étnica sufrida durante la década de 1990 (Kupchan, 2005).

En este contexto de discriminación étnica y cultural, en 2008 el Parlamento de Kosovo, con el Primer Ministro HashimThaçi a la cabeza y el apoyo de Estados Unidos y una parte del bloque de la Unión Europea (España se opuso debido a que reconocer a Kosovo como una nación independiente significaría lo mismo respecto al País Vasco), declaró la independencia del territorio de forma unilateral. Frente a ello, desde Belgrado se mostraron reticentes al accionar de Pristina mediante declaraciones como las del premier Vojislav Koštunica o las del presidente Boris Tadić.

Dicha declaración –a diferencia de la anterior, de 1990, que no tuvo relevancia alguna tanto a nivel interno como externo– generó controversias dentro de la sociedad internacional, ya que los Estados con movimientos independentistas o con disputas territoriales (España es un claro ejemplo), así como los pro Serbia (entre ellos Rusia), se mostraron reticentes hacia la aceptación de Kosovo como un Estado soberano. Por otra parte, aquellos países que habían tenido un rol dentro de la MINUK y habían colaborado a partir de la disposición de efectivos dentro de la KFOR (Estados Unidos a la cabeza y gran parte de la Unión Europea) no solo legitimaron el nuevo Estado kosovar, sino que inclusive brindaron personal de seguridad y de justicia. En el caso de la UE, sucedió en el marco de la misión civil de la Unión Europea en Kosovo para el imperio de la ley (EULEX). Dicha misión tiene como objetivo un establecimiento y mantenimiento del orden democrático dentro de Kosovo, de acuerdo con el plan Athisaari, que aboga no solo por las garantías democráticas y constitucionales, sino que además reconoce la herencia religiosa y cultural del pueblo kosovar.

Dicho plan fue propuesto por el exmandatario finlandés Martti Athisaari como enviado de Naciones Unidas frente a la situación kosovar en 2007. Para ese entonces, Athisaari presento su plan a Koštunica y a Tadić, quienes se negaron a aceptarlo pues implicaba la independencia de Kosovo. En cierta manera, y dentro de los sectores albano-kosovares que sí lo adoptaron, impulsó la declaración de independencia de forma unilateral, ya que el independentismo kosovar, con HashimThaçi, sintió el apoyo de la comunidad internacional, así como el soporte cívico militar para enfrentar a Belgrado.

Sin embargo, ese mismo año, la diplomacia serbia logró llevar frente a la Asamblea General de Naciones Unidas un pedido a la Corte Internacional de Justicia que analizaba la legalidad o la violación del derecho internacional de la declaración emitida por el Parlamento de Kosovo. Con su aprobación, la CIJ consultó a expertos de distintas nacionalidades, quienes concluyeron que la declaración no constituía una violación al derecho internacional ni a la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad. A pesar del fallo a favor de Kosovo, Orakhelashvili plantea que existe una encrucijada a partir de la decisión unilateral, ya que la legalidad de la independencia de Kosovo debe ser medida no solo en la referencia fáctica a su existencia, también ha de considerarse el carácter legal de su categoría de Estado (Orakhelashvili, 2008).

Kosovo falla a la hora de constatar la legalidad. Esto se debe, según Orakhelashvili, a la falta del reconocimiento de un Estado parental, en este caso Serbia, que garantice la desmembración de su estructura para la conformación de un nuevo Estado soberano (Orakhelashvili, 2008). Una situación similar transitó el resto de los países de ex Yugoslavia, sin el reconocimiento por parte de Naciones Unidas hasta que se lo otorgó la República Federal de Yugoslavia, hoy Serbia. Sin embargo, para dichos casos, el derecho internacional fue un amparo de su carácter independiente y étnico-cultural diverso al serbio, ya que bajo el principio de uti possidetis juris (lo que posees poseerás), Croacia o Bosnia fueron reconocidos por el ex Estado Yugoslavo.

No obstante, el caso kosovar se diferencia de los anteriores por el estatus diferenciado que poseía como tal, ya que la autonomía política permitió a Pristina, durante el régimen de Broz en la ex Yugoslavia, un cierto estadio de libertad de acción de Belgrado dentro de la comunidad albano-kosovar. Por añadidura, el principio de uti possidetis juris no le es aplicable ya que siempre fue parte de Serbia en términos geopolíticos.

A partir de esta situación, consideramos la validez de la declaración unilateral por parte del Parlamento de Kosovo como una manifestación de autodeterminación de los sectores mayoritarios de origen étnico albano, quienes se manifestaron en contra de Belgrado y vieron, en la intervención realizada por OTAN y UE, la posibilidad de ejercer el derecho de la mayoría en un ambiente pacificado por agentes externos. Jia plantea, respecto al carácter étnico del caso, que a partir de la independencia la división entre los grupos étnicos en el territorio es más pronunciada que nunca. Esto genera la posibilidad real de que el modelo kosovar sea emulado por los grupos serbios, mayoritarios en el norte (Jia, 2009). En el mismo sentido, Kupchan plantea algo similar en un contexto de mayor tensión armada y previo a la declaración unilateral de independencia: la exclusión de los territorios kosovares al norte del río Ibar, con alta concentración de grupos serbios, diversos al resto de la demografía predominante en el territorio (Kupchan, 2005).

Continuando con la postura de Ji respecto a la validez de la declaración como una manifestación de la diversidad étnica y cultural albano-kosovar, podemos argumentar que, en primer lugar, el territorio estuvo bajo la supervisión internacional luego de los violentos sucesos causados por la disolución, tanto física como política, de un Estado multicultural como Yugoslavia. Dichos eventos implican, más allá de las modulaciones de cada caso, una minoría étnica, cultural, lingüística o religiosa que se ve hostigada por una mayoría, regente del Estado (Jia, 2009). Kosovo es más próximo, no solo geográfica sino también étnico-culturalmente, a Albania que a las autoridades serbias en Belgrado.

 Para entender el independentismo kosovar desde una óptica étnica, lingüística y cultural, la declaración unilateral de independencia del Parlamento de Kosovo no requiere de la tutela y reconocimiento de Serbia como Estado parental. La identidad kosovar dista de los principios culturales serbios y resulta acorde a los albanos, donde sí es reconocido como un Estado soberano. Consideramos exitosa la declaración, puesto que se ha ganado la aceptación de gran parte de la sociedad internacional. Este excluye los Estados que poseen disputas territoriales o con movimientos independentistas, pues apoyar esa legitimidad implicaría renunciar al derecho de establecerse sobre los territorios en disputa. Por otra parte, y desde el 2008 –aunque con la intervención de la UE por medio de EULEX dentro del orden civil, y de UN y OTAN a través de MINUK y KFOR en el plano militar y de seguridad–, en Kosovo rige un régimen distinto al de Belgrado, que emite sus propias leyes y elige a sus representantes y cuyos valores culturales y composición étnica son distintos.

En cuanto a lo que deparará el futuro, creemos al igual que Kupchan (2005) que “La separación pacifica de Kosovo de Serbia va a requerir una sostenida y adepta diplomacia por parte de la comunidad internacional, un valiente liderazgo de Belgrado y tolerancia y buena gobernancia de los albanos kosovares […]” (Kupchan, 2005, p.20). A su vez, consideramos que con el apoyo de la sociedad internacional, así como por medio de la negociación diplomática entre Belgrado y Pristina, se puede dar paso al establecimiento de un Estado sin la necesidad de las fuerzas de OTAN ni de la UE.

El bienestar económico como diferenciación geopolítica

En esta segunda parte analizaremos los casos de independentismo que no tienen como principal argumento cuestiones étnico-culturales como expresiones secesionistas hacia el Estado del cual son parte. Para ello, tomaremos como fundamento la teoría democrática de la autodeterminación de Harry Beran.

El autor propone el derecho de autodeterminación en base al principio de libre asociación:

 The right of self-determination is a liberty right, not a claim right. This means that, in virtue of the right, other entities have a correlative obligation not to interfere with the exercise of the right, but do not have an obligation to assist in its exercise (Lehning, 1998, p. 35).

Este principio brinda las bases a un independentismo de corte cívico, que se fundamenta en la voluntad de la comunidad de determinada región. Exponemos entonces que los movimientos independentistas de corte económico se encuadran en una unidad social y patriótica en torno a la profesión de un culto cívico de las leyes, esgrimidas por los valores propios de la comunidad (Qvortrup, 2004). En estos casos el carácter y la identidad nacional son sustituidos por la identidad de la comunidad, heterogénea culturalmente pero cohesionada en sus valores políticos. Beran afirma que

[…] some territorial communities can have the characteristics listed to a greater degree than other communities, and that the absence (or presence to a very low degree) of one of the less significant characteristics may not disqualify a social group from being a territorial community (Lehning, 1998, p.37).

En dicho contexto, el motor de los partidos políticos independentistas, así como de los electores, es la posibilidad de una mayor explotación de los recursos minerales y un mayor rédito de las producciones industriales. Frente a ello, Fearon y Van Houten (2002) señalan dos motivaciones claras: en primer lugar, si el ingreso per cápita de la región es mayor que el nacional, la independencia beneficiará a la región, que puede proporcionar la misma cantidad de gasto público con una tasa impositiva más baja (efecto base impositiva); en segundo lugar, si la distribución del ingreso regional varía en gran medida de la nacional, la independencia resulta ser una condición para obtener una tasa de impuesto más amena para la comunidad regional (efecto político). Dichos condicionantes serán el impulso del independentismo económico a la hora de fundamentar sus tesis en la arena política.

Por su parte, Connor (1984) propone que la clase política es percibida como el principal regulador de la economía por las comunidades, lo que genera descontento cuando consideran no estar recibiendo un porcentaje justo. Ello da paso a que dichas comunidades se movilicen políticamente en torno al fenómeno independentista en su variable económica.

A su vez, este tipo de independentismo se caracteriza no solo por reivindicar estandartes nacionalistas, también es diverso en lo que atañe a las cuestiones inmigratorias (Lega Nord promueve la xenofobia bajo el argumento del origen celta del norte de Italia, mientras que el SNP se caracteriza por la integración de inmigrantes dentro de la matriz económica y cultural). A diferencia de los casos en que el arraigo hacia una determinada identidad reside en una lengua, una tradición o una religión, aquí el contexto geográfico es condicionante de la identidad nacional.

[…] el proyecto político de la LN no está basado en un área que tiene reclamos históricos de carácter nacional. En cambio, la LN ha intentado inventar una etnia para el norte de Italia (o ‘Padania’) para justificar sus reclamos políticos para la protección de los intereses económicos de la región (Giordano, 2000, p. 445).

La cita refleja con claridad cuál es motor que impulsa el independentismo Padano, en contraposición a lo analizado hasta este momento. Sin embargo, se pueden dar ambivalencias en el análisis de casos en los cuales la bonanza económica impulsa la secesión de un determinado territorio. El padano se diferencia del escocés a la hora de determinar el beneficiado y el benefactor de la política económica; los motivos por los cuales Padania se independizaría de Italia residen en que la matriz productiva del triángulo industrial Milano-Torino-Génova genera un flujo de ingresos mayor al del resto del país, con lo cual la región se vería altamente beneficiada.

Por otra parte, el caso escocés dista radicalmente del padano en lo tocante a los ingresos de la industria pesquera y los de los pozos de crudo de British Petroleum, que no le generan beneficio alguno. A diferencia del desarrollo económico que existe en el norte de Italia, dicho flujo de ingresos es manejado por Londres, con muy poca capacidad de acción desde Edimburgo.

Escocia: El decaer de las gaitas y de los tartanes.

Frente a lo planteado por King (2012) sobre “¿Qué tipo de unidades merecen autodeterminación, sobre todo cuando basan su reclamo no en los derechos de las minorías, sino en el simple deseo de hacer las cosas a su manera?”(King, 2012, p. 114), podemos notar que el caso escocés se sitúa en el espectro de unidades que no apelan al derecho étnico de la minoría de la que son parte dentro del Reino Unido.

Ya ha quedado atrás el espíritu que motivó la causa jacobita, el independentismo del Scottish National Party (SNP) remite a cuestiones económicas y cívicas, en las cuales Escocia se ve obstruida por el poder político de Londres. Se trata de un caso particular, de índole multicultural, socialdemócrata y proeuropea, “[…] a modern, civic notion of Scottish identitys horn of ethnic particularism, embracing immigration and multiculturalism and sustained by groups such as Africans for an Independent Scotland, Asian Scots for Independence or Scots Asians for Yes” (Keating, 2015, p. 79).

La composición social de nación influye en los rasgos que adopta el movimiento independentista. Los altos niveles educativos, así como la diversidad étnica en los principales centros urbanos, como Glasgow o Edimburgo, sientan las bases para que la sociedad escocesa tienda al cosmopolitismo y rechace el euroescepticismo. El simple hecho de tener elementos culturales comunes no basta para determinar que los miembros de una comunidad conformen una nación, en parte porque que es necesario el desarrollo de una conciencia individual a la que se vincula la pertenencia; sin la adopción de un carácter nacional y su racionalización, el individuo sería ajeno a la nación en sí, más allá de que comparta la etnia con sus compatriotas, la lengua y la región (Romero, 2006).

Por ello, para el independentismo escocés la etnicidad no es un factor determinante, en tanto logró construir un carácter nacional a partir de la actividad económica y de la maximización de beneficios para todos aquellos que se consideren escoceses. Lo planteado por Connor (2015) es idóneo para el caso ya que la autodeterminación nacional sostiene que cualquier grupo de personas, simplemente porque se consideran una nación, poseen el derecho inalienable a determinar su afiliación política, incluyendo el derecho a la consolidación estatal. La esencia de la autodeterminación es la elección, no el resultado. Frente a ello:

 

Spesso definito come civic nationalism, si basa più sull’idea di una comunità di cittadini unitaed auto-organizzata piuttosto che su motivi etnici differenziali: la Scozia indipendente […] sarebbestata una Scozia amministrata e gestita diversamente dalla Scozia britannica, ma non culturalmente opposta a quest’ultima” (Bisaschi, 2015, p.116).

A dicho argumento, esgrimido por el SNP, añadimos lo postulado por Keating (2015), “The SNP has long argued that, with independence, it could join the ‘arc of prosperity’ of small, successful states in north-western Europe […]” (Keating, 2015, p.79).

En cuanto a la actividad económica, Escocia se sustenta gracias a la industria pesquera; también es poseedor de grandes reservas de gas y petróleo en el Mar del Norte. Se suman, además, importantes entidades financieras como el Royal Bank of Scotland, que no solo le permite emitir moneda, es de gran relevancia a nivel nacional y regional y compite con las entidades de la city londinense.

A pesar de que las presiones sobre Westminster sean constantes, notamos que el independentismo no cobró fuerza sino hasta la década de 1990, con la llegada de Blair, laborista y escocés, al 10 de Downing Street. Esto significó un viraje en la visión de Westminster sobre la dinámica política de la nación, que volvió a tener su propio parlamento y apoyó al gobierno de Blair. Pero el descontento con su gobierno, así como con el de Gordon Brown generó el contexto actual. El SNP supo aprovechar los errores de Londres, tanto durante los gobiernos laboristas como conservadores, y así ganar adeptos a la causa. Eso se materializó en ventajas que nunca antes habían gozado, como la mayoría en el parlamento regional, el control sobre el poder ejecutivo y la capacidad de enfatizar políticas de bienestar por sobre el carácter étnico (King, 2012).

Esto se ve reflejado en que

En vez de apostar su reclamo en su antiguo patrimonio o sus derechos de minoría, no obstante, el independentismo escoses moderno ofrece un argumento novedoso para la independencia: que el pueblo de Escocia adopte valores sociales y políticos que los separe de los habitantes de Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte (King, 2012, p. 114).

En este sentido, el reclamo independentista encamina su campaña, bajo los preceptos señalados que no dependerían de las decisiones de Westminster para controlar su política exterior ni la económica: lo harían a su manera. Sin embargo el reclamo de autodeterminación tiene como fin último la autogestión en materia impositiva, así como en políticas redistributivas. A pesar de que el restablecimiento del Parlamento, en 1999, otorgó nuevamente una independencia parcial en la esfera política, el principal reclamo a Westminster se encuadra en la gestión de la esfera económica (Keating, 2015).

Sin embargo, el fallido referéndum de 2014 y el Brexit, alteraron el panorama para el SNP y la causa. Esto se debe a que el referéndum significó el fracaso del proyecto liderado por Alex Salmond y un rechazo por parte del pueblo. Pero, a pesar de esa falla, la salida del Reino Unido de la Unión Europea favoreció la causa independentista, pues logró que no se alterase la estrategia del SNP. La situación adversa para la política económica del Reino Unido frente al cierre de mercados en Europa generó la apertura de otros nuevos, así como la pérdida de socios comerciales en la Europa continental. Frente a esta situación, las palabras de Salmond tienen una resonancia mayor ya que él hizo campaña

para la independencia no como un fin en sí mismo, sino como el medio por el cual la economía escocesa pueda crecer fuerte y sustentablemente; por el cual Escocia pueda tomar su lugar legitimo como miembro responsable de la comunidad internacional […] (King, 2012, p. 114).

Sin embargo, luego de las elecciones generales de 2017 y la pérdida de bancas en el parlamento regional, bajo el liderazgo de Nicola Sturgeon el SNP ha decidido velar, una vez más, por los intereses económicos de Escocia. Actualmente el foco del partido se centra en las negociaciones post Brexit. Sturgeon (2017) se ha manifestado reticente a un nuevo referéndum independentista debido al fortalecimiento de los unionistas en las pasadas elecciones, y postergó la propuesta para 2018. Por ello, ha decidido centrar el proyecto del SNP en las charlas post Brexit: “[…] refirmaremos, de buena fe, nuestros esfuerzos y nos pondremos al volante buscando influir en las conversaciones de Brexit de forma en que se protejan los intereses de Escocia” (Sturgeon, 2017,).

En síntesis, a partir de las declaraciones de los líderes del SNP y en consonancia con las acciones políticas llevadas a cabo por el nacionalismo escocés, y en virtud de su carácter cosmopolita, alegamos que este movimiento independentista no busca reivindicar el idioma gaélico, como tampoco a la figuras de William Wallace o Robert de Bruce; persigue la maximización de la industria escocesa y mayores ganancias del petróleo. Actualmente la presión inglesa sobre Escocia no recae en su cultura o en su lengua, sino en sus actividades económicas.

Padania: El sol de los Alpes.

Padania se basa en una identidad étnico-cultural ficticia, con el mero objetivo de un rédito económico dentro del Norte de Italia, ya que

El poder de movilización de los sentimientos nacionalistas reside en la vivencia subjetiva de una serie de creencias e ideas populares, […] cuya función principal es hacer creer a las personas que tienen un origen común, conectado con un pasado glorioso (Romero, 2006, p. 173).

La elaboración de dicha identidad, contrapuesta a la del Sur, tiene sus fundamentos en factores productivos, dados por la persistencia de diferencias económicas bien marcadas, en conjunto con diferencias lingüísticas, culturales e identitarias, particularmente en las regiones más industrializadas y avanzadas económicamente (Giordano, 2000). Esto genera, a su vez, que sectores periféricos con dichas características traten de reconfigurar el esquema de poder político en torno a una base regional con alta capacidad económica. En función de ello, legitiman dicho accionar mediante una configuración étnico-histórica que permite la confrontación política y económica contemporánea.

McDonnell (2006) argumenta que “The people and the Lega have enemies, not opponents. However, as mentioned earlier, the enemies of the people in Lega discourse have changed over time” (McDonnell, 2006, p. 128). Este independentismo se caracteriza por la asociación de regiones y territorios poco símiles en cuanto al plano étnico-cultural pero profundamente relacionados con la matriz productiva. Dichos territorios cumplen un rol fundamental y poseen determinadas necesidades dentro de la economía mundial (Giordano, 2000).

El fuerte carácter librecambista y desregulatorio de estos regionalismos es precondición de la política económica. Sin embargo, eso no implica que no tengan en cuenta la creación de una identidad común basada en una lengua, un territorio y un grupo de pertenencia. En parte se debe a una contracorriente hacia el centralismo como mecanismo de representación estatal, que genera una percepción geopolítica distante, social y culturalmente diferenciada, sumada a la dependencia económica de ciertas regiones hacia el estado central y viceversa.

En cuanto a ello, Sorens (2008) plantea que “[…] fundamental ideological differences have also sometimes generated regionalist or separatist movements, as the American Civil War and Italy’s Lega Nord demonstrate” (2008, p.330). Dicho carácter genera un valor político en el regionalismo vinculado a las dinámicas globales de la economía, que no varían a nivel macro sino en determinados puntos y regiones. Debido a ello, según Giordano (2000), la construcción de una identidad común es un elemento crucial. Lo que define la creación de una identidad común no es el concepto positivo de las características étnico-culturales, sino más bien su aspecto negativo, a partir del cual se genera el concepto de una otredad contrapuesta.

Sorens argumenta que “[…] independentist and radical utonomist parties are similar: both types of parties seek autonomy over economic and regulatory policies as well as cultural affairs, and regions that benefit from fiscal decentralization tend to support both types of parties” (2008, p. 329). Tal es el caso de Padania, cuyo reclamo se condiciona tanto en torno a la oposición del centralismo de Roma como al carácter foráneo del resto de Italia.

En este contexto, caracterizado por un temor al fin del boom económico que transitaban las industrias del Norte de Italia, se añade el escándalo político de tangentopoli, en el cual a fines de la década de 1980 surge la Lega Nord (LN). Conformada a partir de la unión de partidos regionales del Véneto y de Lombardía, LN tiene como objetivo la secesión de Padania, donde se encuentra el polo industrial italiano, a partir de la consolidación de un regionalismo neoliberal y euroescepticista. Mediante un referéndum pretenden conseguir la independencia de Roma y terminar con la dependencia económica del Sur.

LN se caracteriza no solo por el establecimiento de un modelo económico diverso al romano, en el que el Norte posee mucho mayor rédito en virtud de su capacidad industrial; también supone la creación de una identidad diversa a la del resto del país, especialmente del Sur. Consideramos la aparición de la Lega Nord en función del planteo de Sorens (2008): la independencia, así como la autonomía fiscal, son beneficiosas en términos económicos para las regiones de altos ingresos a causa del cese del flujo neto de impuestos al gobierno central.

A pesar de haber surgido en un contexto proeuropeo, durante el auge de la globalización, LN y el independentismo padano fueron variando su ideología en relación a las condiciones más favorables para el Norte italiano y su industria, hasta convertirse en un partido euroescepticista. Huysseune (2010) expone que, durante la década de 1990, se desarrolló un discurso etnonacionalista basado en un mítico pasado celta. Sin embargo, a partir de mediados y fines de esa década, y coincidiendo con el viraje hacia el euroescepticismo, el pensamiento de extrema derecha se incrementó en sus filas. Se generó así una mezcla de ideales xenófobos, antiinmigratorios y una postura antiislámica combinada con una férrea defensa de los valores cristianos clásicos.

Es en este punto que introducimos los escritos de Ayal (1966). Pues en nombre de la ideología, los líderes pueden disipar las contradicciones inherentes a la situación de desarrollo, e incluso a la propia ideología original, mediante la interpretación del nacionalismo en términos de desarrollo económico. Generan con ello expectativas de un rápido aumento en el nivel de vida, que se extienden en las masas.

A su vez, el viraje euroescéptico de la LN tiene dos explicaciones si seguimos a Huysseune (2010). En primer lugar, la actitud proeuropea se debe a una adopción de la postura del resto de los partidos regionales europeos de 1990; el cambio radical de políticas hacia la UE, a la influencia de la ideología de extrema derecha o a la resignificación o entendimiento de las políticas regionales en un contexto de globalización.

Sin embargo, existe una constante dentro del discurso de la LN, reflejo de una circunstancia: que el Norte sea la región más desarrollada, tanto económica como tecnológicamente, y que posea un acervo cultural propio. Sobre ella la  Lega Nord cimienta su derecho a la independencia. Para explicar su identidad, afirman que el Norte corresponde a Europa por un supuesto origen celta, por su carácter de pueblo productor y por su capacidad tecnológica y económica.

Esto los distingue del Sur, débil en términos productivos, relacionado étnicamente con África y culturalmente con el islam. De carácter xenófobo, el discurso de la Lega Nord frente a la inmigración se estructura en base a la alteración de los valores regionales, contra los que  esta atentaría (McDonnell, 2006). Acusan a Roma de opresión y parcialidad en la distribución de los ingresos en beneficio del Sur.

Esta postura a favor de la descentralización es típica dentro de los movimientos independentistas de corte cívico-económico, ya que es el derecho de autodeterminación lo que suscita dicha tendencia. “There is some plausibility to the claim that for a community to have the right of self-determination it must not only be able to govern itself but also to sustain itself economically; it must be economically viable” (Lehning, 1998, p. 38).

De manera sumaria, el nacionalismo padano y la Lega Nord se caracterizan por la creación de una identidad común de base regional como fuente de legitimación del secesionismo; por un fuerte carácter xenófobo sostenido en las capacidades productivas de la región; por una fuerte identificación con el continente europeo pero no así con la política económica del bloque; por la preferencia por políticas de libre mercado o el proteccionismo, dependiendo de la situación económica global, y por una fuerte crítica hacia el gobierno central de Roma, vinculada a la redistribución de ingresos.

Desde nuestra óptica creemos que el nacionalismo padano es una causa con una finalidad reducida y un accionar pendular y acotado a cuestiones económicas dentro del Norte de Italia. Su grado de éxito es minúsculo, ya que la escasa representación en el Parlamento y las dificultades de acceder así a un gobierno provincial y regional no le permiten establecer una nación autónoma. Su popularidad es baja fuera de determinadas regiones.

Conclusión

A pesar de que las corrientes independentistas en Europa se hayan cristalizado de formas diversas, de acuerdo con el contexto étnico, el lingüístico, el cultural y el económico, resulta curioso que regiones aisladas entre sí compartan características similares para la materialización de un fin común. Por ello, y en consideración de los distintos casos analizados y de los enfoques teóricos mediante los cuales los hemos abordado, hemos llegado a dos conclusiones.

En primer lugar, los movimientos independentistas con base étnico-cultural son proclives a la gestación de conflictos internos; mientras que en los fundamentados en cuestiones económicas son propensos a los externos. La apelación al derecho étnico-cultural parte de la construcción de una identidad común, que nuclea a diversos sectores políticos, económicos y culturales. Estas cuestiones tienen una influencia mayor en la vida de los individuos y las comunidades que la situación económica particular de determinado sector territorial frente al resto del Estado.

A su vez, el grado de politización, radicalización y violencia es equivalente al nivel de supresión étnico-cultural que sufren las sociedades. Eso resulta visible en casos como el de la sociedad vasca y el surgimiento de ETA durante la era franquista, o la irreconciliable situación entre las comunidades albanas y serbias al interior de Kosovo.

Por otro lado, cuando el fundamento es económico aumenta el grado de rechazo hacia las culturas foráneas y se incrementa el número de movimientos racistas o xenófobos. Algunas de las causales son al grado de competitividad del mercado laboral, así como a la imposición de tarifas impositivas de los Estados sobre las regiones con aspiraciones independentistas. Sirvan como ejemplo las quejas emitidas por la Lega Nord hacia Roma, así como también la búsqueda de independencia económica por parte del SNP en Escocia.

Resultan variables ciertas circunstancias en lo que atañe al independentismo económico: en el caso de Padania, la economía regional se encuentra por encima del promedio nacional y las aspiraciones independentistas emergen como manifestaciones a favor de la descentralización; en el de Escocia, la economía regional es limitada y su desarrollo iguala o se sitúa por debajo del promedio nacional. El reclamo, entonces, se dirige hacia el poder político en pos del bienestar económico de la comunidad.

En segundo lugar y en cuanto al poder de negociación, constatamos que depende tanto de cuestiones internas como externas, del nivel de diálogo y de la duración de la negociación . Esto es observable en el caso vasco, pues la radicalización fue mermando a lo largo de las negociaciones para dar el salto a la esfera política. Otro ejemplo es Escocia, que logró durante los 90 el restablecimiento de su órgano legislativo y para 2014 un acuerdo con Londres para la celebración de un referéndum, que significó la posibilidad de una Escocia independiente. En cuanto a las implicancias del orden externo, consideremos Kosovo y el apoyo de gran parte de la comunidad internacional, especialmente de la UE y OTAN, que  garantizaron una situación estable para la independencia unilateral.

Teniendo en cuenta que hemos expuesto diversos tipos de independentismo y analizado distintos casos, más allá de la diversidad de las motivaciones, el fin es siempre el mismo. Sin embargo, las tipificaciones resultan de gran utilidad para el análisis de los movimientos independentistas.

A modo de conclusión, nos remitimos a las palabras de King (2012): “La preocupante lección es que el secesionismo, inclusive despojado de sus adornos étnicos, todavía puede ser una estrategia seductora para los partidos regionales insatisfechos con las políticas de sus gobiernos centrales” (King, 2012, p. 124).


Figuras

        


Referencias

Alonso, R. (2012). El estado contra ETA: Entre la derrota policial y la victoria política. Cuadernos de Pensamiento Político, 34, 139-170.

Ayal, E. (1966). Nationalist ideology and economic development. Human Organization, 25(3), 230-239.

Barth, F. (1998). Ethnic groups and boundaries: The social organization of culture difference. Illinois: Waveland Press.

Bieber, F. (2005). The Challenge of institutionalizing ethnicity in the western Balkans: managing change in deeply divided societies. European Yearbook of Minority Issues, 3, 89-107.

Bieber, F. & Daskalovski, Z. (2003). Understanding the War in Kosovo. Londres: Frank Cass Publishers.

Bisaschi, L. (2015). Independentism and Nationalisms in Europe. Equilibri, 19(1), 121-129.

Brubaker, R. (1996). Nationalism reframed: Nationhood and the national question in the new Europe. Nueva York: Cambridge University Press.

Buchanan, A. (1997). Theories of secession. Philosophy & public affairs, 26(1), 31-61.

Connor, W. (1984). Eco or ethnonationalism? Ethnic and Racial Studies, 7(3), 342-359.

Connor, W. (2015). Ethnonationalism. En: J. Stone, M. D. Rutledge, A. D. Smith, P. S. Rizova y X. Hou (Eds.), The Wiley Blackwell Encyclopedia of Race, Ethnicity, and Nationalism (pp. 1–3). Nueva Jersey: John Wiley & Sons.

Corcuera Atienza, J. (2000). Las dos caras del PNV. Revista de libros de la Fundación Caja Madrid, 46, 24-26.

Domínguez, F. (2004). ETA: un análisis de situación. Cuadernos de Pensamiento Político, 4, 93-116.

Fearon, J. D., & Van Houten, P. (2002). The politicization of cultural and economic difference. Trabajo presentado en el Fifth meeting of the Laboratory in Comparative Ethnic Processes. Universidad de Stanford, Standford, Estados Unidos.

Fox, R. G., Aull, CH. H. & Cimino, L. F. (1982). Ethnicnationalism and the Welfare State. En Ch. F. Keyes (Ed.), Ethnicchange (pp. 198-245). Londres: University of Washington Press.

Giordano, B. (2000). Italian regionalism or ‘Padanian’ nationalism-the political project of the Lega Nord in Italian politics. Political geography, 19(4), 445-471.

Heiberg, M. (1989). The making of the Basque nation. Nueva York: Cambridge University Press.

Hetcher, M. (1975). Internal colonialism. Berkeley: University of California Press.

Horowitz, D. L. (1981). Patterns of ethnic separatism. Comparative Studies in Society and History, 23(2), 165-195.

Huysseune, M. (2010). A Eurosceptic vision in a europhile country: The case of the Lega Nord. Modern Italy, 15(1), 63-75.

Jia, B. B. (2009). The Independence of Kosovo: A Unique Case of Secession? Boston: Oxford University Press.

Keating, M. (2015). The Scottish Independence Referendum and After. Revista d'Estudis Autonòmics i Federals, 21, 73-98.

King, C. (2012). The Scottish Play: Edinburgh's Quest for Independence and the Future of Separatism. Foreign Affairs, 91(5), 113-124.

Kupchan, C. A. (2005). Independence for Kosovo: Yielding to Balkan Reality. Foreign Affairs, 84(6), 14-20.

Kuzio, T. (2001). ‘Nationalising states’ or nationbuilding? a critical review of the theoretical literature and empirical evidence. Nations and Nationalism, 7(2), 135-154.

Lehning, P. B. (Ed.). (1998). Theories of secession. Londres: Routledge.

Luan Zeqiri (2013). Percent of Albanias in the Republic of Kosovo, 2011. Recuperado de: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Albanians_in_Kosovo_2011_census.GIF

Margalit, A., & Raz, J. (1990). National self-determination. The journal of philosophy, 87(9), 439-461.

McDonnell, D. (2006). A weekend in Padania: regionalist populism and the Lega Nord. Politics, 26(2), 126-132.

Meadwell, H. (1991). A rational choice approach to political regionalism. Comparative Politics, 23(4), 401-421.

Orakhelashvili, A. (2008). Statehood, recognition and the United Nations system: A unilateral declaration independence in Kosovo. En: A. Von Bogdandy y R. Wolfrum (Eds.), Max Planck Yearbook of United Nation Law Vol. 12. (pp. 1-44). Holanda: Koninklijke.

Qvortrup, M. (2010). The political philosophy of Jean-Jacques Rousseau: The impossibility of reason. Manchester: Manchester University Press.

Romero, A. J. (2006). Etnicidad y violencia etarra. Granada: Universidad de Granada

Serrano Pascual, A. S. (1998). Manifestaciones étnicas y cívico-territoriales de los nacionalismos. Reis: Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 82, 97-125.

Shabad, G. & Gunther, R. (1982). Language, Nationalism, and Political Conflict in Spain. Comparative Politics, 14(4), 443-477.

Smith, A. D. (1991). National identity. Nevada: University of Nevada Press.

Smith, A. D. (1998). Nationalism and modernism. Londres: Routledge.

Sorens, J. (2008). Regionalists against secession: the political economy of territory in advanced democracies. Nationalism and Ethnic Politics, 14(3), 325-360.

Sortu apuesta por una "vía vasca de carácter democrático y unilateral" para la "construcción de Euskal Herria" (2014, agosto 24). Recuperado de: http://www.europapress.es/euskadi/noticia-sortu-apuesta-via-vasca-caracter-democratico-unilateral-construccion-euskal-herria-20140824124425.html

Sturgeon, N. (2017, junio 27). Discurso en Parlamento Escocés. [Audio]. No publicado.

Zabalo, J. (2004). ¿Es realmente cívico el nacionalismo catalán y étnico el vasco? Papers: revista de sociología, 72, 67-85.