Costumbres y Religiones de China/ Mateo Ricci, Ismael Quiles, Walter Gardini. Buenos Aires: Ediciones Universidad del Salvador, 1985. 150 páginas. ISBN 950592013X.


Desde tiempos remotos, e incluso en la actualidad, China se ha presentado para algunos como el espacio de lo desconocido o lo exótico. Sin embargo, el Padre Mateo Ricci propone a partir de sus relatos una mirada más afable de las costumbres y religiones de este país respaldados en su propia experiencia. Como jesuita, fue destinado a dichas tierras de Asia en 1582 para permanecer en las mismas hasta su muerte en 1610, periodo donde gobernó la dinastía Ming.

Costumbres y Religiones de China”, traducida al castellano por Nerina D’Alfonso, es originalmente parte de una obra más grande de Ricci titulada “Della Entrata Campagnia di Giesú e Christianitánella Cina”, escrita en italiano y traducida al latín por el Padre Nicolás Trigault en 1614 cuando se disponía a llevar los manuscritos a Europa. En el siglo pasado la versión completa fue traducida a varios idiomas y considerada de gran valor siendo base de la sinología. La reedición de lo que conformaría la primera parte de la obra completa cuenta con el prólogo del Dr. Jorge Malena, Director de la Tecnicatura Universitaria en Estudios sobre China Contemporánea, y conserva de su primera edición la introducción de Walter Gardini. Todos los capítulos están acompañados de un cuantioso número de notas que vienen a ampliar y detallar la información. Lo destacable de las mismas es que pocas veces debe corregirse a Ricci, demostrando la precisión de su descripción y análisis.

En palabras del Padre Ricci, el objetivo de sus escritos radica en dejar constancia de un gran desafío como lo fue el viaje que emprendió hacia un mundo desconocido. A su vez, buscó dar cuenta de los primeros pasos del cristianismo en China. Su testimonio forma parte de la labor que realizó la Compañía de Jesús para evangelizar y, lejos de emprenderla como una tarea ofensiva, se puede apreciar a medida que se desarrolla la lectura la sensibilidad de Ricci para tratar con aquello que ignoraba. A esto se le suma la pedagogía que caracterizó su búsqueda por comprender a los que lo rodearon durante 28 años. Como bien cita Gardini sobre el impacto de la obra de Ricci “ningún otro libro del siglo XVII ejerció mayor influencia en el desarrollo de la vida literaria, científica, filosófica y religiosa de Europa” (p. 18).

El libro está compuesto por diez capítulos donde, a través de forma comparativa con Europa, relata distintos aspectos que constituían la cultura china. El relato a través de diferencias y semejanzas parece el método utilizado por Ricci para hacer más comprensibles las costumbres desconocidas para los europeos. En cada capítulo se presentan una serie de párrafos numerados que van tratando temas puntuales que hacen al título del apartado.

En los primeros capítulos, Ricci nos introduce al conocimiento estructural de China, explicándonos su geografía y su nombre, la producción de su tierra y la de sus manos. En un análisis detallado menciona elementos tan característicos como la seda, la porcelana o el uso de nitro para fuegos artificiales. Como se mencionó, la descripción se realiza siempre comparando con las costumbres europeas sugiriendo cuáles hábitos chinos deben imitarse.

Este “método” es enunciado explícitamente por el Padre Ricci en el capítulo cuatro “De las artes mecánicas de este país” donde distingue a los artesanos chinos y a los “nuestros” refiriendo a Europa. Desde aquellos momentos los chinos buscaban que sus productos fueran menos costosos utilizando el menor tiempo posible en su producción. Esta es la mayor distinción que hace respecto a las obras europeas, incluso arquitectónicas, que las caracteriza por su calidad y durabilidad. Sin embargo, no ocurre lo mismo con la imprenta china cuya técnica permite que sea más perdurable y menos costosa que en Europa. En estos relatos puede percibirse el sinocentrismo que destaca Ricci, especialmente cuando escribe que, a pesar de la destreza manual y del ingenio de los chinos, estas virtudes no se reflejan en sus pinturas y esculturas debido a la falta de comunicación con otras naciones para inspirarse. También sugiere que elementos como el reloj de agua, la tinta negra o abanicos son dignos de ser imitados.

La obra no es solamente una descripción de China sino que Ricci nos proporciona interesantes análisis como por ejemplo el por qué en la diplomacia y el mundo chino primó la escritura antes que la oratoria, considerando que el léxico común difería al modo de escribirse. Esta predominancia de la comunicación por escrito también facilitó entenderse con sus vecinos. Respecto al idioma, Ricci destaca el mandarín por su sencillez de ser aprendido y la existencia de distintos dialectos hablados en las provincias.

En cuanto a las ciencias, el texto nombra a la ética como la de “mayor grado” y la disciplina en la que más aportes ha presentado China. No era posible que Ricci olvidase a Confucio y sus obras, al cual pone a la altura de los filósofos europeos y asegurando que el seguimiento de sus preceptos no iban en contra de los mandamientos cristianos.

Otro punto para resaltar de esta obra es el análisis político que realiza sobre las estructuras que conformaban a la China de aquel momento. Además de ocuparse de los distintos niveles de estudio que un chino podía alcanzar, dedica todo un capítulo a explicar las jerarquías y funcionamiento del gobierno “monárquico” de China, comentando cómo los magistrados manejan el poder de forma “tan diferente a todos nosotros”. En su estudio, al cual caracteriza como escueto, comenta cuestiones centrales como las leyes, los tributos, la administración pública y la división política del territorio. Este trabajo se enmarca junto con referencias históricas donde Ricci relata las diferentes invasiones que sufrió China y la influencia que ha tenido el contacto con otras culturas como la india y la árabe.

Yendo a un plano individual de análisis, en los capítulos siete y ocho Ricci nos explica cuestiones de la vida cotidiana que hacen a las costumbres y formas chinas como así también describe su aspecto y la vestimenta que los distingue en jerarquía.

Por último, los últimos dos capítulos están dedicados a temas que conciernen a Ricci por su experticia. Por un lado, habla sobre las supersticiones instaladas en la China. Además de enumerarlas, proporciona una explicación de por qué las considera como tales. Entre las más destacada está el deseo de prolongar la vida y el rol que juega la alquimia en intentar proporcionar dicho deseo a los chinos. Finalmente, en el capítulo diez refiere a sectas y su relación con la religión. En este apartado se nombra una amplia de variedad de grupos que habitan en China como los cristianos, mahometanos o taoístas, siempre manteniendo el eje de comparación, esta vez estableciendo la cercanía o distancia con la religión que él profesa, y su labor de evangelizar. Para Ricci, en este sentido China presenta la misma cantidad de errores respecto a la religión que otras civilizaciones no cristianas ya conocidas por los europeos.

Pese a todas las dificultades que suponían para los chinos establecer relaciones con los extranjeros, el libro muestra el esfuerzo y compromiso de un jesuita como el Padre Mateo Ricci ante la misión que se le encomendó, logrando ser recibido en la corte y reconocido luego de su muerte en la misma China. Su pedagogía también se ve reflejada en la forma sencilla de escribir, lo que hace esta lectura llevadera y, a su vez, interesante si se considera la madurez para su época con la que el P. Ricci vivió su estadía en el país asiático.

María del Mar Lunaklick

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