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Juventud, pobreza y desesperanza en el Japón del siglo XXI

Martha Loaiza Becerra*

María Elena Romero*

Cristina Tapia Muro*

Resumen

Este artículo se sostiene en la premisa de que en las sociedades de los países desarrollados la brecha entre los ricos y los pobres se ha ensanchado durante la última década. Esta tendencia a la desigualdad económica se ha convertido en una amenaza seria para la seguridad y el crecimiento. Japón, país que ha atravesado más de dos décadas de estancamiento económico no es la excepción. Los jóvenes se han convertido en el segmento más vulnerable. Las tasas de desempleo se han disparado y con ello crece la incertidumbre y la desesperanza. ¿Qué significa ser pobre en un país que no reconoce la pobreza como problema social y que en consecuencia no tiene política alguna para abatirla? Consideramos que esta realidad plantea un reto superlativo a la democracia japonesa. La década de 1990 y su secuela de incertidumbre generalizada que devino en reformas, reestructuraciones y transformaciones para apalancar la globalización han generado desigualdad y esta a su vez hará imposible que todos los jóvenes japoneses aborden el tren del bienestar y éxito en el siglo XXI.

Palabras clave: Juventud; Pobreza; Japón; Desempleo.


Abstract

This paper is supported on the premise that in societies of developed countries the gap between rich and poor has widened over the past decade. This trend of economic inequality has become a serious threat to security and growth. Japan, which has gone through more than two decades of economic stagnation, is not an exception. Young people have become the most vulnerable segment. Unemployment rates have soared and thereby uncertainty and despair are increasing. What does it mean to be poor in a country that does not recognize poverty as a social problem and therefore has no policy to reduce it? We believe that this reality presents a serious challenge to Japanese democracy. The 1990s and their aftermath of uncertainty became a period of reforms, restructuring and transformations in order to face the inequality generated by globalization, and this in turn will make it impossible for all young Japanese to get into the train of welfare and success in the XXI century.

Keywords: Youth; Poverty; Japan; Unemployment.


Introducción

Parece que los mayores hicieron mal su trabajo. La niñez y la juventud del mundo han sido arrojadas a la mazmorra de la desesperanza ¿qué pasó con los ideales de un mundo rico, igualitario y feliz que impregnaron los sueños y las pesadillas de quienes fueron jóvenes en la década de 1960 y 1970? Nuestros padres tuvieron ideales que se deshicieron de cara a una realidad feroz y arbitraria. Como cantaba Sabina en su éxito de 1990:


Ese tipo que va al club de golf si lo hubieras visto ayer dando gritos de "Yankie go home", coreando slogans de Fidel. Hoy tiene un adoquín, en su despacho, del muro de Berlín. Ese mismo que tanto admiró la moral estilo soviet por un catorce por ciento cambió, la imaginación al poder. Desde que a Hollywood, llega una línea, del metro de Moscú (Sabina, 1990).


Haber trocado la “imaginación al poder” es un eufemismo, dado que muy pocos, pudieron hacer tal cosa, la mayoría trocó la “imaginación al miedo”. El miedo invadió todos los órdenes de la vida social. El miedo a la revolución, al cambio, a la pérdida del statu quo y los valores que lo acompañan, entre muchos otros, que llevaron a un aletargamiento si no es que paralización del activismo y las iniciativas sociales.1

El miedo ha generado un vacío, todos los días tenemos que enfrentarnos con él. Los jóvenes adultos de México y el mundo tienen muy pocos elementos para resolver la situación que el miedo y el vacío han provocado. La palabrería que inunda las editoriales de los periódicos de mayor circulación en nuestro país de vez en vez hace alusión al “desgaste del tejido social” ¿Qué es eso? ¿Qué significa? Acaso querrán decir que la solidaridad que alguna vez existió se desvaneció o tal vez tratan de señalar que aunque existe mucha “gente mala” todavía hay “gente buena” que con esfuerzo podríamos abocarnos a regenerar ese tejido.

Lo cierto es que vivimos en un mundo de antivalores todos los promovemos directa o indirectamente cada vez que alentamos a alguien a “competir” y a “ser el mejor” en cualquier cosa que emprenda, ya que lo importante será siempre alcanzar el éxito. Las recompensas y los beneficios de tipo material se han convertido en la meta. La propaganda y la promoción de los antivalores están cobrando facturas. Los asesinos seriales de las violentas mafias de la droga no viven en ciudades perdidas, ni en barrios marginados, sino en barrios elegantes en ostentosas residencias rodeados del lujo que el dinero puede comprar. Vivimos en una contradicción.

Pero ¿cuánto ha cambiado el mundo entre el fin del siglo XX y la primera década del siglo XXI? Esta pregunta generalista incide sobre una reflexión fundamental: ¿es el mundo en 2014 un mejor lugar que en 1990? Han pasado veintitrés años desde que la URSS, la “otrora omnipotente” contrincante de los Estados Unidos y el Occidente capitalista se disgregara en 15 diferentes países dando fin a la Guerra Fría.

La década de 1990 se presentó como un abanico de posibilidades todas oscurecidas por la fría sombra de la incertidumbre traduciéndose en reformas, reestructuraciones y transformaciones encaminadas a cambiar el rostro del mundo, un mundo que desde entonces se autoproclama globalizado. Pero la globalización insiste a mediados de la segunda década del siglo XXI en mostrarnos su cara más sucia: la desigualdad producto de la pobreza y de la imposibilidad para la mayoría de abordar el tren hacia el bienestar y el éxito. Esta realidad cotidiana en el contexto latinoamericano está apareciendo en países como Japón que parecían haberla superado en el último tercio del siglo XX.

En este trabajo describimos e interpretamos a partir de nuestra propia realidad por qué ha reaparecido la pobreza en Japón, entre sectores que en sentido estricto deberían estar blindados como lo son los niños, los jóvenes y los adultos mayores. Consideramos que nuestra experiencia de vida en Japón nos permite hacer una observación crítica sobre un fenómeno que si bien no es reconocido cabalmente en el contexto japonés nosotras como mexicanas entendemos muy bien. Así, en este trabajo presentamos las aristas de este fenómeno social que se ha recrudecido debido a factores como la triple catástrofe de 20112 y sus consecuencias. No sólo utilizamos los indicadores y estadísticas económicas que genera el gobierno japonés a través de sus Ministerios sino también la información provista por los medios de comunicación independientes que operan en la red así como los documentales que muestran la situación de los menos favorecidos. Pretendemos hacer que nuestra investigación sea significativa como evidencia de que ningún país del mundo está a salvo de los costos sociales que implica el cambio de la estructura económica.

El mito de la prosperidad japonesa. Entendiendo la pobreza

Durante décadas las cátedras de economía japonesa impartidas en las universidades occidentales han perpetuado el mito de que Japón tiene una estructura económica orientada hacia el exterior. Sin embargo, Japón posee una economía orientada hacia el mercado doméstico como podemos verlo en la gráfica 1 en donde es visible la potencia del sector terciario. Su fortaleza y potencial se han ubicado en su economía, propiciando una imagen de igualdad social, que está lejos de la realidad.

A fin de entender el problema de la pobreza en Japón, partimos del hecho de que la sociedad en Japón es compleja. Pocos son los enfoques que trabajan el tema y el discurso a menudo es permeado por el sentido de “teorías de la japoneidad”, que sostiene el paradigma de Japón como una sociedad homogénea caracterizada por su compromiso de lealtad con el grupo como su valor primario; con un dominio de lealtad vertical y recreando una sociedad de consenso (Sugimoto, 2014). Sin embargo, la sociedad japonesa dista de ser así, su homogeneidad e igualdad son cuestionadas por temas como la diferencia de etnias, las minorías invisibilizadas y el fenómeno en aumento: la pobreza.

Desde el estallido de la economía burbuja y la permanente crisis que afronta Japón, su sociedad es considerada como kakusashakai, “sociedad desigual” (Sugimoto, 2014). Esa estructura económica que le ubicó como la segunda economía en el mundo, sufre las consecuencias de la recesión. Su poder sustentado en la estabilidad laboral se desvanece ante el fenómeno de los trabajadores eventuales, los nuevos pobres con trabajo. Los datos económicos de diferentes organismos nos dicen que esa sociedad igualitaria no es tal y que el índice de pobreza va en aumento. De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), durante el periodo 1985- 2008 es posible apreciar un incremento en la inequidad en Japón (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, 2014). Esta tendencia es compartida también por otros países tradicionalmente entendidos como igualitarios, tales como Noruega, Dinamarca, Finlandia, etc. En la Tabla No. 1 se presentan en primera instancia los países más desiguales de la lista recopilada por la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico y, posteriormente, los cinco menos inequitativos. En este sentido, Japón no pertenece a ninguno de los dos grupos. Si bien presenta una tendencia ascendente en el tema, el coeficiente de Gini lo coloca como un caso intermedio respecto a los otros países analizados por el organismo mencionado (Organization for Economic Cooperation and Development, 2011).

Tachibanaki (2005) en su estudio sobre la desigualdad, citado por Sugimoto afirma que el nivel de desigualdad social en Japón se ha incrementado tanto que se ubica entre las sociedades más desiguales en el mundo.

En este artículo recuperamos la idea de sociedad desigual para explicar la profundización de la pobreza y el sentimiento de desesperanza que se agudiza en ese país, especialmente en los jóvenes y los efectos que esta situación tiene en el modelo económico japonés.

Así, la pobreza no es solo un asunto de ingreso, es una cuestión de sentirse excluido de la sociedad, no tener acceso a servicios y prestaciones sociales y a la incapacidad de realizarse como persona. En Japón el tema de la pobreza vinculada al ingreso nos remite al estándar de vida de la población, al costo que pagan por tener acceso a servicios y a la precariedad del empleo; mientras que en términos sociales, la pobreza también representa el fracaso y la desesperanza.

De acuerdo con los datos del Buró de Estadística de Japón actualizados hasta julio de 2014, en el segundo trimestre de 2014 Japón tenía una fuerza laboral de 66.220.000 personas, de los cuales 63. 750. 000 estaban empleadas. Si bien, la tasa de desempleo total fue del 3.7 % en julio de 2014, la tasa de desempleo entre los jóvenes situados en el grupo de edad de 15 a 24 años fue 6.8 % (Trading Economics, 2014) y del 7.3 de acuerdo con el Banco Mundial al cierre de 2013 (Véase gráfica 2). Mientras que, la tasa de desempleo a largo plazo ha crecido hasta 33.3% y alcanza el 66.8% en el caso de quienes sólo cuentan con educación primaria (Trading Economics, 2014). Esta tendencia no es exclusiva de Japón, ya que el 40% de los jóvenes del mundo cuyo rango de edad va de los 15 a los 24 años se encuentra desempleado (Foro Económico Mundial, 2014). El desempleo juvenil es una tragedia porque cancela la posibilidad de un futuro mejor. De acuerdo con Yuji Genda, a pesar de que haya más empleos para los jóvenes que para personas de edad media o adultos mayores hay una polarización entre los empleos en donde las condiciones laborales son extremadamente difíciles y aquellos empleos que son fáciles y no demandan habilidades especiales de los empleados; si la tendencia es que los jóvenes accedan a los empleos fáciles, luego entonces el desarrollo japonés sustentado en la productividad basada en la capacidad de los recursos humanos favorecerá el estancamiento de la economía (Genda, 2006).

En los últimos 20 años el llamado capitalismo de estilo japonés analizado por autores como Johnson (1982), y Nakamura (1990), ha cambiado debido al estancamiento del crecimiento, las crisis financieras y las reestructuraciones. Esto ha provocado que las empresas reduzcan el número de empleados y, en algunos casos, el abandono de los sistemas de protección social, como el empleo vitalicio. En 2009, uno de cada 6 japoneses vivía en condiciones de pobreza (Japan. Ministry of Health, Labour and Welfare, 2009). De igual manera, el 4.5% de los encuestados referidos por la Gallup World Poll señaló no haber contado con suficiente dinero para comprar alimentos durante el periodo 2011-2012 (Organization for Economic Cooperation and Development, 2014a). Actualmente, Japón tiene una de las tasas de pobreza más altas del mundo desarrollado y se ubica en sexto lugar después de Israel, México, Turquía, Chile y Estados Unidos (Véase Gráfica 3).

Este tema resulta muy importante puesto que existen 4.2 millones de PyMEs en Japón que son las que emplean al 84% de la PEA. El mundo corporativo japonés orientado hacia el mercado externo constituye una fracción ínfima. En septiembre de 2009 MakotoYuasa, secretario general de la Red Antipobreza definió el problema en los siguientes términos:

Desde la era del crecimiento económico acelerado de la década de 1960 existe el mito de que toda la población japonesa pertenece a la clase media. Sin embargo, el estilo de empleo japonés, que subyace en trasfondo del mito, se ha transformado por el aumento del empleo informal y otros factores, por ello un número creciente de japoneses vive en la pobreza (Yuasa, 2009, para. 6).

Ante todo debemos considerar que la pobreza en el mundo contemporáneo suele ser un fenómeno multidimensional. Las diferencias salariales han aumentado en forma progresiva desde el estallido de la burbuja económica. La brecha de ingreso que existe entre quienes trabajan en alguna de las grandes corporaciones del Nikkei 225 y los que lo hacen en alguna de las 4.2 millones de PyMEs es enorme; una tendencia que se manifestó desde el periodo de rápido crecimiento económico (Ikeda, 2002). Para algunos observadores agudos como el activista Makoto Yuasa allí reside una de las más grandes debilidades del sistema japonés.

La diferencia entre los más ricos y los más pobres en Japón ha ido en aumento: de acuerdo con la OCDE (2014), este es el décimo país con mayor inequidad a partir del valor alcanzado en el coeficiente de Gini calculado para el año 2010.

En este sentido, dicho indicador coloca al país asiático en las mismas condiciones de desigualdad que España, Grecia, Reino Unido y Portugal, reflejando un incremento del fenómeno entre el 2007 y el 2010 (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, 2014). Asimismo, tal como lo recupera Komamura (2015) al enfocarnos en datos de la OCDE correspondientes a 2011, la brecha entre el 10% de la población con ingresos inferiores y el 10% con ingresos superiores, corresponde en mayor parte al empeoramiento de los pobres, que a la mejoría de los más favorecidos (véase Gráfica 4).

También están los factores de contexto como la recesión económica que se ha extendido durante más de dos décadas. Además, no debemos soslayar la indiferencia hacia la pobreza como una circunstancia de vida. La sociedad prefiere ignorar el fenómeno de la pobreza y sus consecuencias sociales y al hacerlo invisibiliza a quienes la padecen. Las personas no se asumen como pobres y los políticos no la incluyen como parte de sus agendas políticas. Durante décadas el Partido Liberal Democrático (PLD) utilizó el eslogan de: “En Japón no hay pobreza”. Si bien la pobreza es un problema económico que por razones culturales se prefiere invisibilizar; en uno de los sectores en donde la pobreza se puede palpar, el de la indigencia, a finales de los 1990, las autoridades locales no tenían presupuesto ni asistencia financiera del gobierno central para construir una política que ayudase a los indigentes, tomando solo medidas temporales y casuales (Sekine, 2008). No obstante, en 1999 a raíz de la Conferencia de Enlace con la Indigencia se creó el Grupo de Trabajo de Medidas para Apoyar la Autoayuda de los Indigentes; basados en los reportes de este Grupo se adoptó la Ley de Medidas Especiales Relativas al Apoyo para la Independencia de los Indigentes el 7 de agosto de 2002, en ésta se estableció un esfuerzo obligatorio (doryokugimu) del Estado para apoyar a este sector. El Estado diseñó entonces en julio de 2003 el Plan de Acción Básico para Asistir a los Indigentes (Sekine, 2008).También se ha lanzado un plan de acción para abatir la precariedad económica de los niños. El Instituto Nacional de Investigación de Población y Seguridad Social en un reporte publicado en 2014 señaló que:


Hasta muy recientemente, se consideró que Japón había resuelto el problema de la pobreza. La noción de que Japón había alcanzado el crecimiento económico y una sociedad igualitaria se hundió tanto y tan profundamente en la conciencia pública japonesa que devino en fuente de orgullo e identidad. De hecho, en la década de 1960 los estándares de vida de la gente se elevaron tan rápidamente que los problemas de escasez de alimentos tras el fin de la Segunda Guerra Mundial se convirtieron en cosa del pasado. Se acuñó el término ‘nación de clase media’ para describir al Japón del decenio de 1970 y se creyó que toda la gente, aún los de mayores desventajas se habían beneficiado con el crecimiento económico. El gobierno dejó de colectar y publicar estadísticas sobre pobreza en la década de 1960, así desapareció la pobreza del discurso político. Sin embargo, desde el decenio de 1970, la tasa de pobreza ha aumentado en forma constante (Japan. National Institute of Population and Social Security Research, 2014, p. 41).

Como podemos ver en la Gráfica 5, la tasa de pobreza relativa ha aumentado 4 puntos porcentuales entre 1985 y 2009, lo que convirtió a Japón en uno de los cinco países con la tasa más alta de pobreza entre los miembros de la OCDE.

La pobreza en Japón un fenómeno no reconocido

¿Por qué el gobierno y aún ciertos segmentos de la sociedad japonesa se niegan a reconocer la existencia de la pobreza como fenómeno social?

En un escenario en donde firmas como Toyota, Honda o Matsuda son excepcionales porque tienen enormes beneficios pero sólo ofrecen empleo al 5% de la PEA, las crisis financieras han generado la debacle de un número significativo de PyMEs, no obstante el 84% de la fuerza laboral trabaja en microempresas y aumentó hasta 11% el porcentaje de quienes se autoemplean (Japan. Ministry of Health, Labour and Welfare, 2014a). Hoy día, Japón enfrenta una difícil situación en materia de empleo. En el último tercio del siglo XX Japón se caracterizó por ser uno de los países en donde la brecha entre ricos y pobres era menor. La OCDE publicó en marzo de este año sus indicadores sobre pobreza y Japón ocupó el sexto lugar de la lista de los 35 países con las mayores diferencias entre niveles socioeconómicos. Mientras que Israel y México ocuparon los deshonrosos primero y segundo lugares con tasas de 20.9% y 20.4% respectivamente. Sato (2008), especialista en temas educativos e investigador de la Universidad de Tokio, señaló que desde finales de la década pasada el 40% de los estudiantes no podían pagar colegiaturas debido a la pobreza de sus hogares. En este año se confirmó la tendencia mundial de desplazamiento de los adultos mayores por los niños y jóvenes como los grupos de mayor riesgo de padecer pobreza (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, 2014; “Uno de cada seis niños en Japón vive bajo el umbral de la pobreza”, 2014). En los últimos años, a medida que ha cambiado su estructura de una sociedad industrial a una de tipo post-industrial se han trasladado las industrias que demandan mano de obra simple fuera del país y, en consecuencia, ha ido desapareciendo el mercado laboral para los jóvenes. Por ello, una gran cantidad se encuentra en situación de desempleo (Tomomici, 2010; Sato, 2008).3 Como puede apreciarse en la tabla 2, el desempleo juvenil se acentúa en los grupos etarios de los 20 a los 24 años y de los 25 a los 34 años. Además, se observa una tendencia ascendente en la tasa de desempleo hasta 2010 y posteriormente ligeros decrementos (Japan. Ministry of Internal Affairs and Communications, 2015c).

Lo anterior genera un círculo vicioso del cual es casi imposible escapar pues los padres desempleados o en situación precaria de empleo no pueden enviar a sus hijos a estudiar. Japón a pesar de ser la segunda economía a nivel mundial, sólo por debajo de los Estados Unidos, es una economía vacilante. Durante los últimos años (del 2006 al 2014) este país ha experimentado altibajos en sus tasas de crecimiento económico, alcanzando como punto más alto en este periodo 4.7% en 2010 y desplomándose hasta el -5.5 % en 2009 (Banco Mundial, 2015). Para el 2014 el crecimiento fue nulo: - 0.1% (Banco Mundial, 2015).

Desde que Yasuo Fukuda renunciara como Primer Ministro, a menos de un año de haber iniciado su gestión, debido a su falta de liderazgo y popularidad entre las facciones políticas, la contracción económica que enfrenta el país no ha cesado, por el contrario, la tragedia del 2011 la agudizó. La alegoría de un Japón que se hunde en todos los órdenes no sólo el económico no es ficción sino llana realidad. Sin embargo, los políticos conservadores desde Taro Aso hasta el actual Primer Ministro Shinzo Abe, ambos militantes del Partido Liberal Democrático (PLD), siguen conminando a la sociedad japonesa para trabajar en el reavivamiento de la economía. Su estrategia es elevar el gasto público para salir de la recesión, sin embargo, esta es una medida que se ha estado implementando desde la década de 1990, lo cual ha colocado a Japón entre los países industrializados con una de las mayores deudas públicas. A corto plazo, no se vislumbra un repunte de la economía. Los pronósticos son pesimistas.

Las problemáticas sociales generadas en países postindustriales como Japón son inéditas. La llamada Generación X (los nacidos en la década de 1970) tiene pocas herramientas para sortear las enfermedades y aflicciones de la “modernidad líquida”, como atinadamente lo ha señalado Zygmunt Bauman, quien acota lo siguiente:

En el vehículo del progreso, el número de asientos y plazas de pie no bastaba por lo general para acomodar a todos los pasajeros potenciales y la admisión era en todo momento selectiva; tal vez por ello resultaba dulce para tantos el sueño de sumarse a la expedición. El progreso se anunciaba bajo el eslogan de más felicidad para más gente; pero quizás aquello en lo que consistía en última instancia el progreso, el distintivo de la era moderna, eran en el hecho de que se necesitaba cada vez menos gente en movimiento, acelerando y ascendiendo hasta esas cotas que antaño habrían requerido una muchedumbre harto más nutrida para negociar, invadir y conquistar (Bauman, 2004, p. 28).


En Japón sólo los empleados de las corporaciones multimillonarias y los burócratas tienen el privilegio de mantener los beneficios del empleo vitalicio: salario que aumenta por antigüedad y pensión tras el retiro. Sin embargo, en Japón el tema del salario se convierte en un reto para la sobrevivencia. El salario mínimo en Japón es revisado cada año en cada Prefectura, de hecho este salario es bajo, creando incertidumbre en las microempresas en función de la relación salario mínimo y satisfacción de las necesidades de vida de los trabajadores, lo cual sugiere que el papel del salario mínimo creado como una red de seguridad para que el trabajador satisfaga sus necesidades fundamentales es dejado de lado. Este factor a la par del incremento de tipos irregulares de empleo están contribuyendo sin duda a la emergencia de un nuevo sector: los trabajadores pobres (Sekine, 2008). Oguma (2014) destaca que existen en Japón dos estilos de vida que están definidos por: a) el sistema por antigüedad y el empleo vitalicio en una compañía y, b) el sistema flexible y de subcontratación que genera movilidad laboral de quienes no poseen educación superior y trabajan por temporadas en el interior de las prefecturas. En general, cerca del 90% de la población comparte la percepción de pertenencia a la clase media (Japan. Ministry of Health, Labour and Welfare, 2014a).4Si bien los niveles educativos de los jóvenes son altos esto no evita que caigan en el desempleo o la indigencia. La crisis del empleo afecta las relaciones interpersonales y familiares de diversas maneras pero todas ellas negativas (“Youth unemployment Generation jobless”, 2013; Index Mundi, 2009). Los cineastas japoneses contemporáneos han retratado los efectos colaterales de manera magistral pero en un tono irremediablemente pesimista. Bástenos con recordar Tokyo Sonata (2008) de Kurosawa Kiyoshi que narra la lenta desintegración de una familia japonesa de clase media después de que el padre es despedido de la gran empresa de equipo médico Tanita, o bien, Okuribito de Takita Yojiro, una película interesantísima que relata la transformación de un chelista desempleado en nookanshi, un especialista en la preparación de los cadáveres para la ceremonia de incineración y el ritual budista de despedida de los muertos, y el sentimiento de repudio, asco e incomprensión que su nuevo e impensable trabajo provoca en su esposa.

La creciente inseguridad laboral genera sentimientos de ansiedad y esto está teniendo especiales repercusiones en los jóvenes quienes son calificados como no-empleados voluntarios, quienes renuncian a su trabajo porque éste no les gusta. En este sentido, clasificar el desempleo en términos de voluntario o involuntario tiende a considerarse como un estándar inequívoco de medición, pero en realidad encierra muchas ambigüedades, de hecho con esta clasificación es extremadamente difícil analizar objetivamente el tema del desempleo en los jóvenes y clarificar las causas por las cuales renuncian a sus trabajos. (Genda, 2006).

De acuerdo a Genda (2006), en Japón hay una tendencia a decir que el desempleo en los jóvenes (con un rango de edad entre quince e inicios de los treinta años) es voluntario, con la ambigüedad que ello implica, pocos lo miran como un problema serio, en comparación con la situación de los graduados de la universidad de mediana edad y de edad avanzada que se encuentran desempleados y que están enfrentando dificultades para resolver el costo de vida.

Las implicaciones de medir la pobreza en Japón se ubican en la aceptación del problema mismo. Por un lado, como afirma Genda, se dice que los jóvenes han encontrado una oportunidad en vivir con los padres y resolver la vida a partir de las jubilaciones que éstos reciben, lo cual permite que puedan dejar empleos que no encuentras satisfactorios; sin embargo, es más complicado que eso. El joven que no encuentra un incentivo en las grandes corporaciones, y a su vez, su empleo depende del desarrollo de habilidades extra, se ve envuelto en un dilema: la corporación decide no invertir en capacitación; y a este joven se le exige más y vive bajo presión. Por otro lado, encontramos a aquellos que están en busca de un empleo, ellos no son considerados desempleados, sino simplemente como una población que “no está en la fuerza laboral”, término que se aplica para los adolescentes de quince años que no están empleados, pero cuyo rango de edad se está ampliando debido a que cada vez un mayor número de personas están buscando empleo, pero no son considerados desempleados (Genda, 2006).

De manera que la aceptación de la pobreza como condición social y económica implica la aceptación tácita del fracaso, lo cual es muy difícil de digerir para la sociedad de un país que sigue siendo nacionalista y conservadora.


Pobreza y Abeconomía

Los últimos nueve años Japón ha tenido 7 primeros ministros (PM) desde que Junichiro Koizumi dejara el poder a Shinzo Abe en septiembre de 2006. Desde entonces han detentado el cargo de primer ministro el propio Shinzo Abe, Yasuo Fukuda, Taro Aso, Yukio Hatoyama, Naoto Kan, Yoshihiko Noda y otra vez Abe.

Shinzo Abe (1954) ocupó el puesto de PM por segunda vez en diciembre de 2012 tras el triunfo del Partido Liberal Democrático. Abe ganó la elección con base en una plataforma de reflación5 y liberación del yen lo cual anticipa una expansión monetaria. En su campaña también hizo un fuerte llamado a la disminución de las regulaciones para promover la inversión, así como las contrataciones con el fin de estimular el crecimiento. La “Abeconomía” es un grupo de medidas drásticas para estimular la economía tras veinte años de estancamiento.

La irrupción de Abe con una agenda política en la que establece como prioridad los temas económicos se decanta por las viejas fórmulas prometiendo “volver a encender los reactores nucleares cuando se confirme que son seguros”. En la agenda de la ‘Abeconomía’ se estipulan: a) la recuperación económica; b) la reconstrucción y c) la gestión contra la crisis. Los ejes son tres: 1) Fomento económico estatal masivo; 2) Impulso monetario; 3) Promoción de la reforma estructural. Para el año fiscal 2013 el presupuesto para la reconstrucción aumentó de 202 mil millones a 266 mil millones de dólares. La inversión en el rubro de infraestructura fue de 23. 4 mil millones de dólares para restablecer y reforzar escuelas y vías de comunicación (Japan. Ministry of Foreing Affairs, 2013).Uno de sus principales objetivos es convertir a Japón en un destino para la inversión global.

El tercer eje que comprende la reforma estructural tiene como metas impulsar los aumentos salariales, flexibilizar el mercado laboral y desregular para incentivar la inversión extranjera. Por supuesto, todas ellas son metas para alcanzar la recuperación económica en el corto plazo.

En junio de 2013 convocó a sus consejeros en materia de política económica, política fiscal, competitividad industrial y en ciencia y tecnología. Los resultados de las discusiones fueron:

  1. Japón debe buscar la revitalización económica y la reconstrucción fiscal simultáneamente mediante el logro de la recuperación económica vía un aumento de la productividad mientras se reduce la deuda pública. El gobierno bajará a la mitad el déficit fiscal comparado con los niveles fiscales de 2012 hacia 2015, alcanzando un superávit presupuestal hacia el año fiscal 2020.

  2. Para alcanzar estas metas los gastos de gobierno necesitan ser recortados y ni la seguridad social, las obras públicas o las finanzas de los gobiernos locales serán perdonados.

  3. Innovación será la máquina conductora de la recuperación y se enfocará en 5 áreas prioritarias: sistemas de energía limpios y baratos; avances de salud y longevidad vía nuevas tecnologías, tales como investigación de células madre pluripotentes inducidas (iPSC –por sus siglas en inglés); introducción de infraestructura de próxima generación; revitalización de economías locales y la reconstrucción tras el Gran Terremoto del Este de Japón.

  4. Mayor participación por parte de las mujeres en todos los aspectos de la economía. El gobierno se ha fijado como meta elevar el ingreso per cápita un 40 por ciento. (Japan. Prime minister and his Cabinet, 2013). En líneas generales y resumidas este es el bosquejo de la estrategia de crecimiento de Abe cuyas metas son el estímulo a la inversión en el sector privado, rotulado como el “tercer eje” de la Abeconomía junto con una política fiscal flexible y el relajamiento monetario radical. La reforma interna demanda que se dé impulso a los salarios que se flexibilice el mercado laboral y que se relajen las regulaciones internas para estimular la inversión extranjera.

La percepción sobre el gobierno de quienes forman parte de los segmentos menos favorecidos está lejos de considerar al actual gobierno japonés un buen gobierno, ya que los valores y las instituciones han dejado de ser eficaces puesto que no generan motivación, ni protegen el trabajo, ni controlan la corrupción, ni la inflación, tampoco garantizan las inversiones ni la distribución equitativa de la riqueza. La queja es que el gobierno ignora, o prefiere ignorar, el sufrimiento de la gente (Kim, 2014).

El recorte del gasto gubernamental en áreas que son prioritarias como la seguridad social es un hecho. Rubros como el bienestar social, salud y sanidad, y medidas para el empleo y accidentes de trabajo; presentan altibajos y disminuciones constantes en el periodo comprendido del año 2000 al 2013, tal como puede apreciarse en la tabla 3.

La persistencia y aumento del desempleo juvenil obliga a que los padres sigan cuidando a sus hijos adultos como si fueran niños porque no se pueden independizar. La gente joven en Japón retarda su casamiento o no se casa, y por eso mismo no tienen hijos; además de incrementarse las rupturas matrimoniales (Ghosh, 2014). De acuerdo con los datos del Japan Statistical Yearbook, la tasa de divorcios prácticamente se ha duplicado desde 1980 al 2012 (pasando del 1.22 al 1.87 y alcanzando su punto máximo en 2002 con un valor de 2.30), al tiempo que ha disminuido levemente la tasa de matrimonios (del 6.7 al 5.3) (Japan. Ministry of Internal Affairs and Communications, 2015a)

Esto tiene impacto directo sobre la economía interna: inhibición del consumo; contracción de la industria de la construcción, entre otras. ¿Cómo revertir el estado de cosas actual? No hay respuesta sencilla para esto, en un contexto en donde la oferta laboral es de empleos de bajo perfil para los que están sobrecalificados. Sin empleos debidamente remunerados no hay esperanza; el presente se ha vuelto ‘líquido’ e inasible. La gente joven en Japón al igual que la de otros lugares en el mundo está teniendo muchas dificultades para construir su futuro. Las instituciones gubernamentales y privadas promueven el emprendedurismo con el fin de generar el autoempleo. Pero son pocos los que tienen el ánimo, el dinero y el talento para comenzar negocios por su cuenta. Son más los que se quedan en casa aburridos, deprimidos: sin estudiar ni trabajar, lo cual a su vez impacta negativamente en la cultura, la política y la economía. En suma, con pocas o sin alternativas.

Jóvenes pobres o pobres jóvenes

La velocidad de los cambios ha producido efectos complejos en la juventud japonesa y en la sociedad en general. Uno de esos cambios es el crecimiento de comunidades de marginados que viven en tiendas de campaña de color azul en los márgenes de los ríos, debajo de los puentes y en los parques públicos. Algunos otros tienen menos que eso y se acomodan en las estaciones de trenes y metros al caer la noche en cajas de cartón. Los conocidos como ‘nojukusha’ o homeless son cerca de 30 mil y su existencia en los grandes centros urbanos del país ha destruido otro de los grandes mitos económicos del Japón contemporáneo: el paraíso de la clase media (Hasegawa, 2006).

Las personas sin hogar no son una ‘rareza’ ni un estereotipo vinculado con la idea romántica de que son gente que eligió su propio derrotero con el fin de vivir sin las responsabilidades o cargas que la exigente sociedad japonesa les imponía. Hoy en día las comunidades de personas sin hogar se organizan a través de las redes sociales y se involucran en actividades políticas para defender sus derechos, especialmente el de vivir y expresarse.6 También se manifiestan contra el poder de las grandes corporaciones y su rapacidad pues consideran que esto ha dejado a muchos sin trabajo y que está orillando a muchos otros a la misma situación.

En el distrito de Sanya en el noreste de Tokio viven por lo menos 15 mil personas sin hogar. ¿Cómo sobreviven estas personas? En gran medida gracias a los esfuerzos humanitarios de asociaciones no gubernamentales y otras sin fines de lucro como la Sanyukai fundada en 1984. Esta última se transformó en una asociación civil sin fines de lucro en 2002 para poder trabajar en red con otros organismos privados y con las autoridades distritales, sin embargo debido a su estatus no es beneficiaria de fondos gubernamentales y depende de donativos privados para brindar apoyo a las personas sin hogar.

Pero ¿quiénes y por qué han caído en la indigencia económica y social? Durante décadas el problema de las personas sin hogar fue referido como el resultado de una decisión personal vinculada con problemas domésticos. Hay algo de verdad en ello, la mayoría de las personas sin hogar son hombres de más de 50 años que han perdido su empleo y con el también a su familia. También está el problema del endeudamiento. Muchos perdieron su hogar debido a préstamos no cubiertos pues al perder su fuente de ingreso se vieron imposibilitados de amortizarlos. El problema de las personas sin hogar es terrible porque no tienen una dirección permanente. Si no se tiene una dirección no se existe en una sociedad como la japonesa. Se les ve desde las 3 de la mañana recogiendo latas que luego jalan en carretas por las calles de Tokio y Osaka. Las personas sin hogar son un sector muy vulnerable que crece constantemente en proporción directa con la tasa de desempleo.

De acuerdo con datos de la OCDE la tasa de pobreza relativa para el grupo de edad de 51 a 65 años fue de 15.1% en 2009 casi tan alta como la del grupo de 18 a 25 años que alcanzó el 18.7%. La situación es aún peor para los grupos de 66 a 76 años con 16.6% y mayores de 76 años con 22.8% en 2009. Tal como lo señala Komamura (2015), si bien el índice de pobreza relativa aumenta en la población japonesa, la velocidad con que esto ocurre en la población joven es mayor que en los casos de los infantes o los adultos mayores.

Las imágenes icónicas de Japón con las que muchos crecimos se desdibujan frente a una realidad muy distinta. Tras la triple catástrofe afloró el pánico, el miedo y el enojo hacia el gobierno japonés que mantiene hasta ahora una actitud ambigua con respecto a los problemas de salud de la población vulnerable, el desempleo, la inestabilidad económica, la contaminación radioactiva, entre otros. En el discurso sólo importan el crecimiento económico y la recuperación del estatus del país en el escenario internacional. Sin embargo, al revisar las fuentes noticiosas alternativas descubrimos la incredulidad de la gente y el desencanto que manifiestan no sólo en relación con su situación actual sino también con el futuro.

Lo cierto es que la era Koizumi dejó un legado de privatizaciones y quiebras masivas de PyMEs que dejaron a miles sin empleo permanente. La legislación laboral al flexibilizar el empleo lo precarizó y los jóvenes son quienes ahora viven con empleos de medio tiempo que sólo permiten resolver el día a día. No obstante, son egresados universitarios, ‘pobres altamente educados’ como los ha calificado Oguma (2014). Entre los años de 2000-2006 la brecha social se hizo más grande. A partir de entonces las tasas de desempleo se dispararon como resultado de la privatización del servicio postal; la contracción de la industria de la construcción y la quiebra y/o ralentización de las industrias.

Existe un fuerte cuestionamiento de la preeminencia de la antigüedad respecto de la habilidad, y en general, una erosión de los valores tradicionales. Así como de la japoneidad como constructo de identidad cultural: ¿qué significa ser japonés en el siglo XXI? Y, en este sentido, Murakami (2009a,b,c,d) es el autor que ha hecho el mejor retrato de sus contemporáneos. Particularmente, el tema de las contradicciones de los valores tradicionales en una era de antivalores.

Los jóvenes viven en la incertidumbre económica y la frustración. Este estado emocional ha permitido el surgimiento de organizaciones y cultos fanáticos de vocación terrorista que se han constituido en amenazas a la estabilidad como la secta budista AumShinrikyo, perpetradora de los ataques a los usuarios del metro de Tokio con gas sarín la mañana del 20 de marzo de 1995, que como la Hidra mitológica se ha convertido en un monstruo de múltiples cabezas ya que en el 2000 pasó a ser Aleph y desde el 2002 ha dado lugar a otras facciones como la constituida por Fumihiro Joyu, conocido lugarteniente del bizarro gurú milenarista Shoko Asahara, quien anunció la formación del grupo Hikari no wa (Aro de Luz) en 2007 y que desde 2012 es objeto de investigación policial (“Joyu – led splinter cult raided, Aum guru images found”, 2007). Esto está directamente vinculado con el crecimiento de la violencia que encuentra cauce de expresión a través de crímenes cruentos y conductas perversas como el ijime o acoso escolar. El aumento escalofriante del número de suicidios por vergüenza o alienación en una sociedad que históricamente ha aceptado la muerte voluntaria como una salida decorosa de una situación infeliz: desempleo, depresión, presión social, insolvencia, o bien, una forma de expiación por sentimiento de culpa o de lealtad. En Japón ocurren no menos de 30 mil al año desde 1998 (Japan. Ministry of Health, Labour and Welfare, 2014b). En el 2011 la tasa de suicidios por cada 100,000 personas alcanzó el 20.9 colocando a este país como el cuarto con mayor incidencia de entre los miembros de la OCDE (Organization for Economic Cooperation and Development, 2014b). Cabe destacar que, en contraste con las cifras promedio de los países incluidos en esta organización, la tendencia de Japón no es decreciente sino que existe en general un aumento en las cifras de 1990 respecto a nuestros días. También han aparecido formas alternativas de supervivencia laboral que abjuran del empleo de por vida y el elitismo. Los supervivientes de los trabajos de medio tiempo son conocidos como furita (freeter) y suman 6 millones. También existen categorías como los nito (NEET) denominación para aquellos que no están enrolados en un empleo, en una institución educativa o un programa de entrenamiento y que se caracterizan por permanecer desempleados por largos periodos, su número se calcula actualmente en 500 mil. Según la OCDE, la tasa total de jóvenes entre los 15 y 24 años en esta situación fue del 6.9% durante el 2012, de los cuales el 4.2% pueden catalogarse como “inactivos” y el 2.7% como “desempleados” (Organization for Economic Cooperation and Development, 2014c). Por supuesto, sería erróneo suponer que viven en la indigencia, ya que se las arreglan gracias a que viven en casa de sus padres. Esta población va en aumento y se estima que alcanzará en los próximos años los 10 millones.

El agravamiento de disfunciones sociales como el fenómeno de los hikikomori (murciélagos ocultos/aislados sociales), jóvenes que se enclaustran en sus habitaciones y renuncian a la socialización tal vez en protesta a la imposibilidad de actuar individualmente en un sistema que no promueve el debate, ni el pensamiento crítico, ni el liderazgo, ni la creatividad y que sólo acepta la solidaridad al interior del grupo al que se pertenece en el marco de una estructura jerárquica de obediencia estricta a los mayores en un orden social demasiado rígido e inflexible que simula respetar el individualismo y la diversidad.

El cambio de actitud de las mujeres respecto al matrimonio y sus implicaciones y el ascenso de las prioridades personales en las metas de vida: carrera, viajes y confort material que aparece ligado a la reticencia a casarse, al aumento de casos de divorcio y a la postergación y o renuncia a tener hijos. En 2011 se estrenó en Japón Himizu del poeta y director Sono Shion. Fue la primera película en mostrar el daño físico causado por el temblor y el daño emocional de la sociedad japonesa. El guion se centra en los personajes de dos adolescentes cuyas vidas devastadas semejan el caos y la destrucción tras el tsunami del 11/03/11. En la trama están presentes temas como la brutalidad, la soledad, el abandono, la violencia, la criminalidad, el vicio, el abuso, la desesperanza, la tristeza, la oscuridad, la disfuncionalidad familiar y la pobreza. No es una obra fílmica fácil. Pero, es una película que pueden entender mejor los jóvenes que los adultos en un sentido emocional porque es muy intensa y honesta –es la búsqueda del amor perdido por túneles de insondable oscuridad. El guion escrito por el propio Sono Shion está basado en el manga homónimo de Minoru Furuya publicado entre 2001-2003. En el comic los personajes viven en un estado mental confuso agobiados por las presiones y sinsabores de la vida moderna. La intención del artista era mostrar la desesperanza, futilidad y estrés de la vida bajo un capitalismo desbocado. Los personajes principales son Yuichi Sumida, un estudiante de tercer año de secundaria, hijo de un padre alcohólico abusivo y de una madre prostituta que lo abandona. Keiko Chazawaes la compañera de salón de Sumida. Ella también tiene padres disfuncionales que la ven como un estorbo y desean que ella tome eventualmente la decisión de suicidarse. Los personajes se desenvuelven en ambientes deprimentes en situaciones límite en donde parecería que lo mejor es morirse. Las madres de los adolescentes no cumplen con su papel como protectoras. Ambas han “abandonado” a sus hijos. Mientras que la joven Keiko quiere ser para Yuichi lo que su madre no es para ella. En cuanto a los hombres: el padre, su profesor, sus amigos indigentes, el ladrón y los yakuza constituyen todos juntos una tropa de fracasados de diverso tipo. Pero, ¿es Japón un lugar destruido, mísero, violento y sin esperanza?

La pobreza en el cine: una lucha contra la invisibilización

El cine contemporáneo japonés ha contribuido a develar una verdad dolorosa: la reaparición de la pobreza, una pobreza que se creyó extinta tras la época del rápido crecimiento económico. Pero ¿qué tipo de pobreza es la que ha vuelto visible el cine y por qué? Vamos a ilustrar nuestras respuestas con las siguientes obras: Tokyo Godfathers (Tōkyōgoddofāzāzu, 2003) de Satoshi Kon; Nadie sabe (Daremoshiranai, 2004) de Hirokazu Koreeda y Tokyo Sonata (2008) de Kiyoshi Kurosawa.

En Japón el cine como arte ha servido para mostrar la realidad de la sociedad desde las décadas de 1920 y 1930. Esto tiene su origen en el desarrollo potente que alcanzaron las artes interpretativas desde la época Kamakura (1185-1333) hasta el auge del espectacular teatro kabuki a lo largo del siglo XIX con sus representaciones de dramas humanos.

La predilección por tópicos inherentes a las tribulaciones de la vida es clara. Existe un género fílmico, shōmin-geki, que alude a la vida cotidiana de la gente común clasificable en la categoría genérica de clase media baja y que se ocupa de mostrar la realidad de personajes ordinarios. Las obras de notables directores de cine como Kenji Mizoguchi (1898-1956),Yasujiro Ozu (1903-1963), Mikio Naruse (1905-1969) y, Akira Kurosawa (1910-1998) pueden inscribirse en este género. En su filmografía podemos encontrar estudiantes, asalariados, niños y mujeres enfrentados con la pobreza, el desasosiego, la ruptura o la incomprensión.7 El cine de postguerra japonés que en Occidente suele identificarse con Akira Kurosawa refleja las aflicciones de la sociedad japonesa tras la devastación física y psicológica como resultado de la Guerra del Pacífico. El propio Kurosawa alude a la vida en pobreza o en precariedad en narraciones fílmicas como Un domingo maravilloso (Subarashikinichiyōbi, 1947), El ángel ebrio (Yoidoretenshi, 1948), Perro callejero (Nora inu, 1949), Vivir (Ikiru, 1952), Cielo e infierno (Tengokutojigoku, 1963), Barbarroja (Akahige, 1965) y, Chucu, chucu, uh, uh! (Dodes’ka-den, 1970). Entre 1947 y 1970, Kurosawa transita de la esperanza y la fe de un día domingo, no obstante las consecuencias de la guerra, a la más desoladora y desesperanzada realidad de un barrio pobre en las inmediaciones de un Tokio industrial en pleno auge económico. En Chucu, chucu, uh, uh! nos muestra la otra cara o, la verdadera cara, del desarrollo económico en el mismo estilo crudo y sin concesiones de Buñuel en Los olvidados (1950); retrata no sólo la injusticia social sino también lo sucio, feo y malo que implica la condición de pobreza mostrando la degeneración del ser humano. Los cineastas jóvenes como Satoshi Kon (1963-2010), Hirokazu Koreeda (1962) y Kiyoshi Kurosawa (1955) son herederos de los cineastas clásicos pero hacen su propia lectura de la realidad, siempre artificial, del Japón urbano actual sirviéndose del escenario que ofrece la megalópolis Tokio.

Satoshi Kon muestra en la película animada Los padrinos de Tokio (2003) a los marginados del desarrollo económico con todos sus matices humanos. El argumento se construye en Miyuki, el personaje femenino, una chica adolescente que apuñala a su padre, un policía, porque cree que ha “tirado” a su gato y huye perdiéndose en el gran Tokio, en donde se encuentra con Gin, un indigente alcohólico, y Hana, un travesti anciano. Hurgando en la basura, los vagabundos encuentran una bebé abandonada, a quien nombran Kiyoko. En este filme se muestra la alineación, el abandono y la violencia. Todos tienen una historia de vida que explica su situación como “sin hogar”: desde la indigencia económica, hasta la discriminación pasando por la violencia intrafamiliar. Pero, sorprendentemente la realidad en Kon es aparente, todos ofrecen una explicación de por qué viven en la calle pero ninguna es cierta. La verdad o realidad contrasta con las apariencias que en términos contextuales son muy crudas: la vagancia, la mendicidad y la criminalidad de los bajos fondos urbanos en el comienzo del siglo XXI. Por su parte, Hirokazu Koreeda, otro de los directores que asume el legado del cine realista y con oficio de documentalista, nos envuelve en el drama Nadie sabe (Daremoshiranai, 2004). Es difícil etiquetar esta obra, algunos la catalogan como una historia de terror, otros como melodrama e incluso como documental, ya que el guion está inspirado en el incidente de los niños abandonados de Sugamo ocurrido en 1988. En ella se abordan tópicos como el maltrato infantil, la pobreza juvenil, la disfuncionalidad familiar, la prostitución juvenil y la negligencia. Es una película que nos envuelve en emociones porque a través de la fotografía nos sitúa en el vacío, abandono, desamor, soledad y desesperación. La postura del director es sobresaliente porque no nos ofrece soluciones morales sino por el contrario al convertirnos en testigos presenciales nos obliga a emitir un veredicto a partir de los hechos. Koreeda trabajó en el guion durante 15 años. Los personajes se desenvuelven en dos ambientes paralelos: en el externo se ubican Keiko, la madre, los padres ausentes, los amigos y Saki, la adolescente víctima de acoso y, en el interno los cuatro pequeños hermanos: Akira, Kyōkō, Shigeru y Yuki. El encierro impuesto por la madre contrasta con un Tokio urbano de edificios grises, tiendas de conveniencia repletas, y minúsculos departamentos generadores de claustrofobia y sueños de fuga. Es la historia de 4 niños abandonados a su suerte en la “jungla de asfalto”. Si bien la familia es el espacio en donde la identidad individual se construye a partir de la exposición social y los valores, la familia que nos hace observar Koreeda está desestructurada, inestable, carente de apoyo, sumida en el caos y en extremo vulnerable debido a la irresponsabilidad de la madre y a la ausencia de un padre; es un microcosmos familiar colapsado por el abandono de la madre de sus cuatro hijos menores. La madre como personaje se desvanece a lo largo de la trama y en sincronía con el dinero que les proveía para su supervivencia, así se convierte en la ausencia que desencadena la tragedia. No hay felicidad, no hay seguridad, no hay salida para los niños porque nadie sabe cuál es su situación, son ignorados por completo. No tienen posibilidad alguna de ajustarse con éxito a la estructura social fundamental, ni a la sociedad en su conjunto porque no existen. La culpa por la disfuncionalidad de la familia contemporánea ya no puede atribuirse a la ingratitud de los hijos hacia sus padres como en Historia de Tokio (TōkyōMonogatari, 1953) de Ozu puesto que […]

los padres quienes fueron alguna vez fuente de guía moral, hoy son figuras ridículas, peligrosas, destructivas o desvanecidas. La familia se ha convertido en un lugar de absurdo social y decadencia, violencia y abuso. En este ambiente, uno se pregunta, ¿cómo un individuo crece, aprende o sale adelante? (Iles, 2008, p. 103)

En este sentido para Kiyoshi Kurosawa la respuesta es simple porque asume que ‘todas las películas son de horror’ ya que todas producen impresiones, algunas indelebles, en nuestros sentimientos y emociones. Kurosawa inició su carrera como cineasta dentro del género J-horror con éxitos como La cura (Kyua, 1997) y El circuito (Kairo, 2001). Sin embargo, la realidad que introduce en Tokyo Sonata realmente produce escalofríos pues como lo hemos referido previamente alude a la desintegración familiar debido al desempleo del padre. Si bien, el final ofrece un escape a la violencia a través de la música y el talento de un niño para interpretarla, los claroscuros son muy marcados. Esta película aborda la erosión de los lazos sociales, esto es, la inhibición del tejido social, una de las problemáticas más dolorosas del Japón contemporáneo. En esta película la comunidad se desdibuja y los personajes quedan sumidos en la soledad y desvinculados, incluso al interior de sus propias familias.

En la última década se han filmado documentales que dan testimonio exacto de lo que está ocurriendo en los márgenes de la sociedad japonesa. Los refugiados del café-internet (Nettokafenanmin, 2007) del periodista Hiroaki Mizushima, es un ejemplo perfecto del cine documental que cumple con el objetivo expreso de informar sobre un aspecto concreto de la realidad. En su documental ha descrito la situación de jóvenes que viven en ciber-cafés debido a la precariedad económica. Otros temas del cine documental son “Los sin hogar” de Tokio y Osaka y, Los pobres ‘invisibles’ de las barriadas de San’ya y Kamagaseki (Lo, K.M., 2011 y Nourisson Oliver y Kenji, Lefevre – Hasegawa, 2008).

A manera de conclusión: Los activistas sociales en Japón ¿hay esperanza?

En este momento el mundo enfrenta el aumento de la desigualdad en los ingresos la “segunda mayor amenaza” de acuerdo con el informe Perspectivas de la Agenda Mundial 2014 del FEM. Ello debido a que la pobreza afecta la estabilidad social y la seguridad no sólo interna sino también internacional.

Un aspecto muy importante que debe ser considerado es que la opinión pública en Japón es ambigua con respecto al tema del aumento de la desigualdad. ¿Por qué? Porque incluso algún segmento de la gente joven considera que ser pobre es una elección individual desconectada del contexto. Otros comparten la opinión dominante en países como Estados Unidos o Gran Bretaña de que las leyes, las instituciones y el gobierno mismo se aplican, funcionan y trabajan, en ese orden, para favorecer a los más ricos, que son en última instancia los que definen el rumbo del país (Fuentes – Nieva & Galasso, 2014). Si esto es así como parecen mostrarlo los hechos en el caso japonés la desigualdad creciente y la pobreza subsecuente está influyendo en los procesos políticos y en las decisiones que de ellos se derivan.

En este sentido, si las instituciones del Estado trabajan sólo en la agenda de los ricos y favorecidos, la participación política se verá afectada pues cundirá el desánimo y la zozobra fracasando la tarea de cualquier régimen democrático que es la construcción de un sistema político incluyente. Entre los pobres existe la percepción de que todo es “culpa del gobierno” que se gastó el dinero sin pensar en lugares en donde la gente pudiera vivir y convivir. Los activistas sociales que trabajan con estas comunidades marginales afirman que son personas que trabajan y quieren mejorar su situación. Muchos de ellos se levantan al amanecer para recolectar latas y obtener algún recurso por su reciclaje. Algunos de ellos han vivido en campamentos en casas de cartón y plástico hasta por más de 30 años.

Hasta hace una década eran en su gran mayoría ancianos, trabajaron en el sector de la construcción que se ha manejado por el infame sistema de subcontratación así que al envejecer pierden ingreso y la posibilidad de reinsertarse en el mercado laboral. Pero, en la actualidad, la gente joven también está cayendo en la indigencia por la misma razón: la falta de empleo. El reto del gobierno japonés no es elevar el crecimiento económico per se sino generar las condiciones para que eso ocurra. Esto es, crear fuentes de empleo. Los jóvenes consideran que la situación de Japón no es buena y que cada año empeora. Hay pesimismo pero también esperanza. La esperanza se sostiene en la idea de que la gente debe tomar el control de sus vidas y dejar de esperar que la solución venga desde arriba. Los jóvenes activistas que provienen de sectores diversos trabajan en forma voluntaria para ayudar a resolver en alguna medida las condiciones adversas de vida de las personas sin hogar. Justamente, la esperanza radica en el hecho de ver la cruda verdad tal cual es y hacer algo para ayudar a que el mundo sea un mejor lugar para todos.

El cine no ha dejado de mostrar la pobreza como fenómeno social inherente al rápido crecimiento económico de Japón desde la postguerra hasta hoy. Este medio ha descrito contextos complejos para las clases media y baja mientras que, los directores en congruencia con sus posturas ideológicas, han ofrecido o bien cancelado la esperanza mediante los desenlaces a sus tramas. Si bien, se ha demostrado con datos duros que la pobreza ha “reaparecido” en Japón, es posible decir que en el cine siempre ha sido visible.



Gráficas y Tablas

Gráfica 1. Distribución del PIB por tipo de actividad económica (2011).

Fuente: Japan. Cabinet Office (2011)

Gráfica 2. Tasa de desempleo juvenil en Japón 2013-2014.


Fuente: Trading Economics, 2014

Gráfica 3. Tasa de pobreza relativa en 35 países miembros de la OCDE.

Fuente: OCDE, 2014d

Gráfica 4. Brecha de los hogares por grupo de ingresos

Fuente: Komamura, 2015











Gráfica 5. Aumento de la tasa de pobreza relativa en Japón de 1985 a 2009.

Fuente: Japan National Institute of Population and Social Security, 2014

Tabla 1. Inequidad en diversos países

PAÍS

COEFICIENTE DE GINI (2008)

Chile (2009)

0.494

México

0.476

Turquía (2007)

0.409

Estados Unidos

0.378

Israel

0.371

Japón (2006)

0.329

República Eslovaca

0.257

República Checa

0.256

Noruega

0.250

Dinamarca

0.248

Eslovenia

0.236

Fuente: Organization for Economic and Cooperation Development, 2011.

Tabla 2. Tasa de desempleo por rangos de edad (2000-2013)

Año

Total

15-19

20-24

25-34

35-44

45-54

55-64

65 y más

2000

4.7

12.1

8.6

5.6

3.2

3.3

5.5

2.2

2005

4.4

10.2

8.4

5.6

3.8

3.0

4.1

2.0

2010

5.1

9.8

9.1

6.2

4.6

3.9

5.0

2.4

2011

4.5

9.6

7.9

5.7

4.2

3.5

4.4

2.2

2012

4.3

7.9

7.9

5.5

4.1

3.3

4.1

2.3

2013

4.0

6.4

7.0

5.3

3.8

3.3

3.7

2.3

Fuente: Japan. Ministry of Internal Affairs and Communications, 2015c

Tabla 3. Gasto gubernamental en seguridad social (cifras en billones de yenes)


Seguridad social

Año

Total

Pensión, seguro médico y de cuidado de enfermería

Protección de medios de vida

Bienestar social

Salud y sanidad

Medidas para el empleo y accidentes de trabajo

Aseguramiento social

Medidas de desempleo

2000

17,761

-

1,484

4,036

585

-

11,241

416

2005

20,823

-

1,974

1,730

554

-

16,101

466

2010

28,645

20,343

2,460

4,403

803

636

-

-

2011

29,882

21,040

2,732

4,833

593

683

-

-

2012

29,450

21,580

2,809

4,199

481

380

-

-

2013

29,371

21,850

2,813

3,991

380

337

-

-

2014 (Presupuesto original)

30,518

22,556

2,922

4,448

409

182

-

-

Japan. Ministry of Internal Affairs and Communications, 2015d







Referencias

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Notas

* Profesora investigadora de la Facultad de Economía, Universidad de Colima, México. Correo electrónico: mloaiza@ucol.mx

* Profesora investigadora de Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad de Colima. Correo electrónico: meromero@ucol.mx

* Profesora investigadora de Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad de Colima. Correo electrónico: ctapia@ucol.mx


1 El filósofo Zygmut Bauman ha analizado el miedo como fenómeno social inherente a la naturaleza de los seres humanos vinculándolo con las amenazas reales y/o imaginadas de la vida moderna. De ahí que lo identifique con la incertidumbre que se deriva de la ignorancia de no poder hacer frente a los peligros que sobre el género humano se ciernen (Bauman, 2007).

2 La “triple catástrofe” es el terremoto de 9 grados Richter de magnitud ocurrido el 11 de marzo de 2011 que causó el megatsunami que inundó y estropeó el sistema de enfriamiento de los reactores nucleares de la Planta de Energía Eléctrica de la empresa TEPCO lo que provocó el derretimiento del núcleo y la consecuente fuga de Cesio 137 que contaminó la tierra y el agua de la ciudad de Fukushima.

3 Sato (2008) ha afirmado que el 90% del mercado laboral para los jóvenes ha desaparecido desde 1992.

4 En 1958 se realizó una encuesta de opinión en la que el 86% de los encuestados contestaron que pertenecían a la clase media. Esta percepción se ha mantenido sin cambio como lo demuestran la última Encuesta sobre Condiciones de Vida (Japan. Ministry of health, Labour and Welfare, 2014a).

5Reflación. Fenómeno económico generado por el Estado cuando propicia una subida en los precios con el objetivo de superar una recesión estimulando la producción. Esta estrategia implica un gran riesgo ya que puede ocurrir una superproducción lo que a su vez conducirá nuevamente a una caída de los precios.

6Véase el caso de la Coalición de Shinjuku estudiado por Hasegawa (2006) y para el caso del distrito de San’ya la obra de Fowler (1996).

7Ejemplos de esto son los filmes de Naruse: Calle sin fin (Kagirinakihodo, 1934); Esposa! secomo una rosa (Tsuma yo bara no yo ni, 1935); Toda la familia trabaja (Hatarakuikka, 1939), o los de Keisuke Kinoshita: Una tragedia japonesa (Nihon no higeki, 1953), o bien, los de Mizoguchi: Calle de vergüenza (Akasenchitai, 1956) y La mujer del rumor (Uwasa no onna, 1954).


Artículo recibido: 02/09/2015 Artículo aceptado: 16/12/2015

MIRÍADA. Año 8 No. 12 (Ene-Dic 2016) p. 171-202

©Universidad del Salvador. Facultad de Ciencias Sociales. Instituto de Investigación en Ciencias Sociales (IDICSO). ISSN: 1851-9431