¿Qué fue ‘lo hipster’?
Una investigación sociológica / Mark Greif (Ed.), traducción: Juan Bautista
Bilbao Lopategui. Barcelona, Ediciones Alpha Decay, 2011. 209 páginas. ISBN
978-84-92837-21-2
El autor de la presente obra, Mark Greif,
es profesor de literatura en
Aunque Greif no provenga del campo de
En el prefacio del libro se encarga de explicitar sus
intenciones, aclarándonos que
El
proyecto carece deliberadamente del ‘rigor’ (como dicen los profesores
universitarios) y de la formalidad de una empresa académica, pero pretende
hablar sobre la vida real de las personas”; así como también la razón del
subtítulo: “los conocimientos que subyacen a las opiniones ofrecidas provienen
de los testimonios escritos por sociólogos, antropólogos, urbanistas y
geógrafos (…) De ahí la pequeña presunción en el subtítulo de este libro: Una
investigación sociológica (p.16).
También en este punto, reconoce que
lamentablemente, son voces ausentes las de los profesionales de la
investigación social. En este sentido, el material no sería pasible de críticas
metodológicas, ya que el propio autor reconoce que su estudio no sigue
parámetros académicos o científicos. No
obstante ello, el presente ensayo tiene como objetivo analizar las reflexiones
que constituyan aportes al debate subcultural contemporáneo.
El libro está
estructurado en un prefacio y cuatro partes. La primera parte llamada
‘Simposio’, presenta las transcripciones de las ideas vertidas durante la mesa
redonda, una introducción al tema a cargo de Mark Greif y el diálogo posterior
de los expositores. En la segunda parte titulada ‘Dossier’, se exponen dos
artículos que detallan las apreciaciones de escritores luego de haber
participado en dicho debate. La tercera parte, ‘Respuestas’ describe las
opiniones de varios expertos a los cuales se les facilitó el material
desgrabado. La última parte, ‘Artículos’
consta de publicaciones periodísticas que fueron mencionadas durante el debate.
Greif, basándose en
un ensayo de Anatole Broyard de 1948 sitúa
el origen de este término en las décadas de 1940 y 1950 en Estados Unidos,
dicho escritor señala que los afroamericanos lo empleaban para autodenominar
una jerga y afirmar una identidad. En la década siguiente, el término amplía su
significado a un estereotipo de subcultura blanca que pretendía “crear una
vanguardia que le permitiera liberarse de los estereotipos blancos y adquirir
la sabiduría, la energía, el exotismo, el atractivo y la violencia de los
negros estadunidenses” (p.28), esta
caracterización queda retratada en un ensayo de Norman Mailer de 1957, El negro blanco.
Aquí resulta oportuno
señalar que Dick Hebdige (1979) en su libro Subcultura.
El significado del estilo, una de las obras más representativas de los
Estudios Culturales, también describe a los hipsters como una vanguardia de
blancos, músicos y espectadores de jazz, que además se identificaban con cierta rebeldía de la cultura negra: “…a
mediados de los cincuenta un nuevo espectador blanco, más joven, empezó a
reconocerse en la oscura, peligrosa, desigual superficie del espejo de la
vanguardia contemporánea, por más que los músicos responsables del New York
Sound pugnasen por limitar la identificación de los blancos creando un jazz
difícil de escuchar y aún más difícil de imitar. El beat y el hipster, no
obstante, empezaron a improvisar sus estilos propios y exclusivos en torno a
una forma menos comprometida de jazz:
un jazz de “abstracción pura” que “cortocircuitaba lo obvio” (p.70).
Los Estudios
Culturales de
Empleando el concepto gramsciano de la hegemonía, los
autores interpretaron la sucesión de estilos culturales juveniles como formas
simbólicas de resistencia, síntomas espectaculares de una disensión más amplia
y, por lo general, subterránea que caracterizó todo el período de posguerra.
(p. 112)
Otra interpretación
interesante -aunque menos reconocida en la opinión pública- es que el estilo de cada subcultura puede ser
leído como diferentes respuestas a la presencia de inmigración negra
proveniente de las colonias británicas:
La sucesión de formas subculturales blancas puede leerse como una serie
de adaptaciones en la estructura profunda que simbólicamente amparan o eliminan
la presencia negra en la comunidad de acogida.
En el plano estético (el vestuario, el baile, la música), en la retórica
del estilo en su conjunto, es donde el diálogo entre negros y blancos quedará
registrado con mayor sutileza y amplitud, aunque sea en forma de código. Al
describir, interpretar y descifrar dichas formas, podremos construir una
descripción sesgada de los intercambios entre las dos comunidades. Podremos ver
cómo, en las densas superficies de las culturas juveniles de la clase obrera
británica, aflora toda una historia virtual de las relaciones raciales desde
Luego de comprender
el contexto original del término el
autor nos plantea el interrogante
central que motiva su investigación: ¿por qué ese término arcaico de la
década de los cincuenta, está a comienzos del siglo XXI en boca de todos y qué
connotaciones tiene en una etapa post racial?
Para dar comienzo al debate presenta las tres
acepciones del término que identifica en la actualidad: el hipster blanco, que
observa en el barrio Lower East Side en 1999, de trabajadores migrantes
italianos, polacos y judíos. Da cuenta de esta primera definición enumerando
una serie de rasgos estéticos:
las gorras de camionero; las camisetas conocidas como
camisetas imperio, que en realidad son prendas de ropa interior pero que se
llevan sin nada encima; la estética de plató de película porno: iluminación
propia de fotografía Polaroid y habitaciones empaneladas con madera falsa; la
cerveza Pabst Blue Ribbon; los bigotes estilo pedófilo o actor porno; las gafas
de piloto; el conjunto de americana y camiseta empleado para los actos
sociales; los calcetines de deporte; los últimos discos de Johny Cash producidos
por Rick Rubin; los tatuajes; la revista Vice (...) Éstos fueron los emblemas
más visibles de una pequeña y sorprendente subcultura surgida de la nostalgia
de los suburbios blancos...” (pp. 30 - 31).
Una segunda
definición apela a los productos que dentro de las artes tradicionales pueden
ser considerados hipsters: música, series y su propia revista. Mientras que la
tercera se aplica como sinónimo de “consumidor a la última”, con la particularidad de que en el siglo XXI
se tiene un acceso inmediato a las nuevas tendencias a través de Internet:
…la persona que ve la compra de artículos de consumo
de masas (aunque con matices, pues él busca la camiseta vintage específica y la
comida específica) como una forma de arte…El hipster del año 2009 es ese
experto capaz de identificar y hacer suyas las últimas novedades en las
tendencias de consumo (p.33).
Es interesante
reflexionar sobre el viraje de sentido del término: mientras que la expresión
originaria se gestó en un marco de tensiones e identificaciones étnicas,
referenciando expresiones culturales endogrupales; la denominación
contemporánea connota un sentido peyorativo y snob asociado al consumo de
determinados artículos:
Creo que la denominación ‘hipster’ es peyorativa
porque hoy en día identifica una subcultura integrada por individuos de clase
dominante. El hipster es esa persona con algunos puntos en común con grupos
desclasados o desafiliados –el artista y el graduado muertos de hambre, el
neo-bohemio, el vegano, el ciclista punk, el skater punk y la persona
post-racial- pero que en realidad se alinea tanto con la subcultura rebelde
como con la clase dominante, abriendo peligrosos canales de comunicación entre
ambas (p.30).
Los hipsters de
Nueva York no parecen formar parte de un movimiento organizado, aunque Greif
relacione las ideas políticas de estos jóvenes con la obra de Zizek, el
movimiento antiglobalización y las protestas de Seattle del año 1990, el debate
no problematiza lo suficiente el plano
ideológico, centrándose en descripciones estéticas y opiniones sobre artículos
y publicaciones.
Es
un libro ameno y entretenido que transportándonos a escenarios locales de la
ciudad de Nueva York nos invita a
reflexionar sobre la pertinencia de la teoría subcultural para el análisis de
los procesos culturales contemporáneos y la necesidad de generar nuevos
conceptos y marcos interpretativos.
Carla Pagura
Referencias:
Hegdeige, D. (1979). Subcultura. El significado del estilo. Barcelona: Ediciones Paidós
Ibérica.