¿Qué fue ‘lo hipster’? Una investigación sociológica  / Mark Greif (Ed.), traducción: Juan Bautista Bilbao Lopategui. Barcelona, Ediciones Alpha Decay, 2011. 209 páginas. ISBN 978-84-92837-21-2

 

El autor de la presente obra, Mark Greif, es profesor de literatura en la Universidad New School de Nueva York, Phd en American Studies de la Universidad de Yale y director de la revista n+1 de literatura, política y cultura.

Aunque Greif no provenga del campo de la Sociología, el propósito de su libro es profundizar en una temática cuyas raíces se encuentran en el comienzo mismo de los Estudios Culturales: la subcultura hipster, contextualizándola en los barrios Wialliamsburg y Lower East Side de la ciudad de Nueva York.  Nos presenta un tratamiento original: sin pretender desplegar disquisiciones sobre teoría subcultural y partiendo por el reconocimiento del sentido coloquial del término, organiza un  simposio de escritores y críticos de arte, cercanos a dicha subcultura; a los cuales da cita para debatir sobre “los hipsters” en la actualidad. Lo interesante, controversial y discutible es que no se erige en definir y caracterizar “objetivamente” o “desde afuera” un fenómeno cultural, sino que nos ofrece el resultado de las transcripciones de las opiniones vertidas en aquella mesa redonda en la New School de Nueva York en el año 2009.

En el prefacio del libro se encarga de explicitar sus intenciones, aclarándonos que

 

El proyecto carece deliberadamente del ‘rigor’ (como dicen los profesores universitarios) y de la formalidad de una empresa académica, pero pretende hablar sobre la vida real de las personas”; así como también la razón del subtítulo: “los conocimientos que subyacen a las opiniones ofrecidas provienen de los testimonios escritos por sociólogos, antropólogos, urbanistas y geógrafos (…) De ahí la pequeña presunción en el subtítulo de este libro: Una investigación sociológica (p.16).

 

También en este punto, reconoce que lamentablemente, son voces ausentes las de los profesionales de la investigación social. En este sentido, el material no sería pasible de críticas metodológicas, ya que el propio autor reconoce que su estudio no sigue parámetros académicos o científicos.  No obstante ello, el presente ensayo tiene como objetivo analizar las reflexiones que constituyan aportes al debate subcultural contemporáneo.

El libro está estructurado en un prefacio y cuatro partes. La primera parte llamada ‘Simposio’, presenta las transcripciones de las ideas vertidas durante la mesa redonda, una introducción al tema a cargo de Mark Greif y el diálogo posterior de los expositores. En la segunda parte titulada ‘Dossier’, se exponen dos artículos que detallan las apreciaciones de escritores luego de haber participado en dicho debate. La tercera parte, ‘Respuestas’ describe las opiniones de varios expertos a los cuales se les facilitó el material desgrabado.  La última parte, ‘Artículos’ consta de publicaciones periodísticas que fueron mencionadas durante el debate.

Greif, basándose en un ensayo de Anatole Broyard  de 1948 sitúa el origen de este término en las décadas de 1940 y 1950 en Estados Unidos, dicho escritor señala que los afroamericanos lo empleaban para autodenominar una jerga y afirmar una identidad. En la década siguiente, el término amplía su significado a un estereotipo de subcultura blanca que pretendía “crear una vanguardia que le permitiera liberarse de los estereotipos blancos y adquirir la sabiduría, la energía, el exotismo, el atractivo y la violencia de los negros estadunidenses” (p.28),  esta caracterización queda retratada en un ensayo de Norman Mailer de 1957, El negro blanco.

Aquí resulta oportuno señalar que Dick Hebdige (1979) en su libro Subcultura. El significado del estilo, una de las obras más representativas de los Estudios Culturales, también describe a los hipsters como una vanguardia de blancos, músicos y espectadores de jazz, que además se identificaban con  cierta rebeldía de la cultura negra: “…a mediados de los cincuenta un nuevo espectador blanco, más joven, empezó a reconocerse en la oscura, peligrosa, desigual superficie del espejo de la vanguardia contemporánea, por más que los músicos responsables del New York Sound pugnasen por limitar la identificación de los blancos creando un jazz difícil de escuchar y aún más difícil de imitar. El beat y el hipster, no obstante, empezaron a improvisar sus estilos propios y exclusivos en torno a una forma menos comprometida de jazz: un jazz de “abstracción pura” que “cortocircuitaba lo obvio” (p.70).

Los Estudios Culturales de la Escuela de Birmingham influenciados por el estructuralismo, la semiótica, el marxismo y la nueva izquierda se dedicaron a investigar la diversidad de grupos juveniles en Inglaterra de la segunda posguerra, una de sus tesis principales es que los estilos de las diferentes subculturas representan síntomas de resistencia al proceso hegemónico:

Empleando el concepto gramsciano de la hegemonía, los autores interpretaron la sucesión de estilos culturales juveniles como formas simbólicas de resistencia, síntomas espectaculares de una disensión más amplia y, por lo general, subterránea que caracterizó todo el período de posguerra. (p. 112)

 

Otra interpretación interesante -aunque menos reconocida en la opinión pública-  es que el estilo de cada subcultura puede ser leído como diferentes respuestas a la presencia de inmigración negra proveniente de las colonias británicas:

                        La sucesión de formas subculturales blancas puede leerse como una serie de adaptaciones en la estructura profunda que simbólicamente amparan o eliminan la presencia negra en la comunidad de acogida.  En el plano estético (el vestuario, el baile, la música), en la retórica del estilo en su conjunto, es donde el diálogo entre negros y blancos quedará registrado con mayor sutileza y amplitud, aunque sea en forma de código. Al describir, interpretar y descifrar dichas formas, podremos construir una descripción sesgada de los intercambios entre las dos comunidades. Podremos ver cómo, en las densas superficies de las culturas juveniles de la clase obrera británica, aflora toda una historia virtual de las relaciones raciales desde la Segunda Guerra Mundial” (p. 67).

 

Luego de comprender el contexto original del término  el autor nos plantea el interrogante  central que motiva su investigación: ¿por qué ese término arcaico de la década de los cincuenta, está a comienzos del siglo XXI en boca de todos y qué connotaciones tiene en una etapa post racial?

  Para dar comienzo al debate presenta las tres acepciones del término que identifica en la actualidad: el hipster blanco, que observa en el barrio Lower East Side en 1999, de trabajadores migrantes italianos, polacos y judíos. Da cuenta de esta primera definición enumerando una serie de rasgos estéticos:

las gorras de camionero; las camisetas conocidas como camisetas imperio, que en realidad son prendas de ropa interior pero que se llevan sin nada encima; la estética de plató de película porno: iluminación propia de fotografía Polaroid y habitaciones empaneladas con madera falsa; la cerveza Pabst Blue Ribbon; los bigotes estilo pedófilo o actor porno; las gafas de piloto; el conjunto de americana y camiseta empleado para los actos sociales; los calcetines de deporte; los últimos discos de Johny Cash producidos por Rick Rubin; los tatuajes; la revista Vice (...) Éstos fueron los emblemas más visibles de una pequeña y sorprendente subcultura surgida de la nostalgia de los suburbios blancos...” (pp. 30 - 31).

Una segunda definición apela a los productos que dentro de las artes tradicionales pueden ser considerados hipsters: música, series y su propia revista. Mientras que la tercera se aplica como sinónimo de “consumidor a la última”,  con la particularidad de que en el siglo XXI se tiene un acceso inmediato a las nuevas tendencias a través de Internet:

…la persona que ve la compra de artículos de consumo de masas (aunque con matices, pues él busca la camiseta vintage específica y la comida específica) como una forma de arte…El hipster del año 2009 es ese experto capaz de identificar y hacer suyas las últimas novedades en las tendencias de consumo (p.33).

 

Es interesante reflexionar sobre el viraje de sentido del término: mientras que la expresión originaria se gestó en un marco de tensiones e identificaciones étnicas, referenciando expresiones culturales endogrupales; la denominación contemporánea connota un sentido peyorativo y snob asociado al consumo de determinados artículos:

Creo que la denominación ‘hipster’ es peyorativa porque hoy en día identifica una subcultura integrada por individuos de clase dominante. El hipster es esa persona con algunos puntos en común con grupos desclasados o desafiliados –el artista y el graduado muertos de hambre, el neo-bohemio, el vegano, el ciclista punk, el skater punk y la persona post-racial- pero que en realidad se alinea tanto con la subcultura rebelde como con la clase dominante, abriendo peligrosos canales de comunicación entre ambas (p.30).

 

Los hipsters de Nueva York no parecen formar parte de un movimiento organizado, aunque Greif relacione las ideas políticas de estos jóvenes con la obra de Zizek, el movimiento antiglobalización y las protestas de Seattle del año 1990, el debate no problematiza lo suficiente el  plano ideológico, centrándose en descripciones estéticas y opiniones sobre artículos y publicaciones.

            Es un libro ameno y entretenido que transportándonos a escenarios locales de la ciudad de Nueva York   nos invita a reflexionar sobre la pertinencia de la teoría subcultural para el análisis de los procesos culturales contemporáneos y la necesidad de generar nuevos conceptos y marcos interpretativos.

Carla Pagura

 

Referencias:

Hegdeige, D. (1979). Subcultura. El significado del estilo. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica.