Acerca del clivaje
religioso en la historia argentina. Surgimiento y disolución de la Unión
Católica
Juan M. López Fidanza*
*Licenciado en Teología Sistemática (UCA). Docente UCA. Correo electrónico: juan_lopezfidanza@uca.edu.ar
Artículo recibido 02-05-12 Artículo
aceptado: 12-09-12
Resumen
Diversas teorías se han postulado sobre el surgimiento de los partidos políticos. Entre ellas, algunas remarcan el rol de los conflictos en este proceso. De los momentos de la historia argentina en los cuales tuvieron lugar enfrentamientos de tipo político-religiosos, solo los enfrentamientos de la década de 1880 y los que llevaron a la caída de Perón podrían haber devenido clivajes generadores de un partido católico que entrase en la arena política para defender las aspiraciones del catolicismo. En el presente trabajo, mi análisis se detendrá únicamente en el enfrentamiento de católicos y liberales de fines del siglo XIX. Tras presentar el conflicto, se estudia la reacción católica y, finalmente, se analizan los motivos que impidieron que el partido católico prosperase.
Palabras clave: Partidos políticos; Catolicismo;
Secularización
Abstract
Several theories have been exposed to explain the emergence of political
parties. Among them, some of these underline the role of conflict in this
process. In the history of Argentina, only the political-religious clashes
which took place in the late nineteenth century
Keywords: Political parties; Catholicism; Secularization
Introducción
Se han formulado muchas teorías sobre el origen de los partidos
políticos. Entre ellas, algunas remarcan el rol de los conflictos en este
surgimiento. A lo largo de la historia de nuestro país pueden destacarse
diversos momentos en los cuales tuvieron lugar enfrentamientos de tipo
político-religiosos. Entre ellos deben mencionarse, en primer lugar, los
choques entre católicos y liberales en la década de 1880 con motivo de las
leyes modernizadoras que las presidencias de Roca y Juárez Celman llevaron
adelante. En segundo término, el enfrentamiento del presidente Marcelo T. de
Alvear con el nuncio apostólico Giovanni Cardinale, quien defendía el rechazo
vaticano a la postulación alvearista de Mons. De Andrea a la sede arzobispal
porteña, conflicto que derivó en la expulsión del nuncio. En tercer lugar, el
feroz enfrentamiento que tuvo lugar al final de la segunda presidencia de Perón
entre este y
De todos los sucesos mencionados, a mi juicio solo los enfrentamientos de la década del ’80 y los que llevaron a la caída de Perón podrían haber devenido clivajes generadores de un partido católico que entrase en la arena política para defender las aspiraciones del catolicismo. En el presente trabajo mi análisis se detendrá únicamente en el enfrentamiento de católicos y liberales de fines del siglo XIX, dejando el estudio del período peronista para futuras investigaciones.
Para tal cometido, en primer lugar presentaré sucintamente la teoría de los clivajes formulada por Lipset y Rokkan. A continuación mencionaré los conflictos religiosos previos que registra nuestra historia. Me centraré luego en los conflictos de la década de 1880, presentado sucintamente las medidas liberales y la consecuente reacción católica. A partir de estos elementos analizaremos los motivos que impidieron que el partido católico prosperase.
Sobre el
surgimiento de los partidos políticos
Diversas teorías se han postulado sobre el surgimiento de los
partidos políticos, tales como las institucionalistas, las de crisis y las del
desarrollo -o de la modernización- (Malamud, 2003). Para este trabajo, nos
interesa la línea desarrollada por Martin Lipset y Stein Rokkan en su artículo Party
Systems and Voter Alignements: Cross-National Perspectives [1967]. Este es
el primer estudio comparativo que aportó una teoría que vincula la estructura
social con el sistema de partidos, el cual es considerado un texto clásico de
la sociología política. En el mismo, los autores ensayan una aproximación macro-sociológica
a partir de los patrones de conducta observados en los sistemas de partidos de
La teoría de Lipset y Rokkan postula
dos ejes en cruz: el territorial cultural-territorial En el primer eje, el extremo
l (latencia) presenta las oposiciones de tipo regional al poder central,
ya culturales o étnicas, ya por oposición de intereses. El extremo superior o
(objetivos) refleja
los conflictos dentro de la elite dominante: por el dominio del poder o por el
modelo de nación a desarrollar. Los conflictos planteados por el eje funcional
trascienden la geografía y mancomunan individuos de igual orientación respecto
a un tópico a lo largo del territorio, en detrimento de coaliciones meramente
locales. En el extremo a (adaptación)
se visibilizan los conflictos de tipo económico por el reparto de
ganancias, recursos, oportunidades (patronos vs. empleados, propietarios vs.
arrendatarios, productores, vs. consumidores, etc.). En la medida en que se
acerca al extremo i (integración) mayor es la cohesión del grupo de
igual ideología y más presente se hace la lógica amigo-enemigo. En este
subcuadrante se desarrollan los conflictos de tipo ideológico y religioso, que
tratan sobre la verdad moral o sobre el destino del hombre y la interpretación
de la historia. La pertenencia a alguno de los grupos en pugna en estos
conflictos supone una “lealtad difusa de «jornada completa»” bajo un continuo
control de impurezas para proteger el movimiento (Lipset & Rokkan, 1992, p.
242). Habitualmente los referentes empíricos de estos conflictos no recaen en
uno de los extremos de los ejes, sino que tienen componentes de diversas
oposiciones de modo yuxtapuesto. En primer lugar se dan los conflictos en torno
al eje territorial, dado que las oposiciones funcionales pueden desarrollarse
una vez consolidado territorio nacional. Desde una perspectiva histórica –y
pensando desde Europa principalmente-, los autores asocian estos clivajes a dos
revoluciones: la nacional y la industrial. Producto de la revolución nacional
son el conflicto entre el poder central que construye la nación y los grupos
periféricos que pierden poder en tal construcción, así como la oposición entre
los intereses centralizadores del Estado y los privilegios adquiridos e
intereses de
El clivaje religioso supone en el
enfrentamiento entre dos pretensiones totalizadoras: las del Estado central y
las de
Para el caso del partido católico
surgido de las disputas políticas de la década de 1880, esta perspectiva teórica
creemos que es útil, aunque debe aclararse que la utilizaremos de un modo
analógico. Tal como se verá en el desarrollo de este artículo, por estos años tuvo
lugar un enfrentamiento entre el Estado y
Por último, una cuestión
metodológica. Las leyes electorales y, aún más, las prácticas fraudulentas
asociadas que marcaron a la vida política argentina hasta 1916, entre otros
factores, distorsionaron este campo
imposibilitando la aparición de partidos modernos y competitivos.
Particularmente durante esta década, con la centralización realizada por Roca -que
aprovechó la alianza entre Partido Autonomista y el Partido Nacional- y
heredada por Juárez Celman, el escenario político se reduce a un partido único
en el cual se resuelven las internas a través de alianzas, reparticiones y,
también, traiciones. Por fuera del Partido Autonomista Nacional (PAN),
únicamente se encuentran un par de ‘aglomeraciones’
opositoras (Alonso, 2000). Estos partidos son de extrema labilidad, carentes de
solidez institucional y sometidos a fuertes personalismos. El experimento
político católico de esta década no escapará a estas circunstancias. De este
modo, el estudio del accionar de los católicos en política supone enfocarse
particularmente en una docena de ‘trayectorias’ personales, de modo de poder
encontrar trazas (inicialmente, muchos dentro del PAN, luego en
Antecedentes
del clivaje religioso en la historia argentina
En tiempos coloniales, si bien no han faltado conflictos políticos vinculados con la esfera religiosa –baste mencionar las escandalosas disputas entre el obispo Francisco de Vitoria y el Gobernador de Tucumán, Ramírez de Velasco- la institución del Real Patronato armonizaba las relaciones entre el poder cívico y el religioso. La corona española garantizaba la evangelización y la provisión de cargos eclesiásticos. En el nuevo mundo se reproducía el régimen de cristiandad, de modo que altar y trono se entrelazaban y donde la religión unánime era, sin posibilidad de elección, el catolicismo.
Los problemas comenzarán con la independencia: la desaparición de
dicho régimen de cristiandad está en marcha. Las primeras tensiones de
importancia en torno a este clivaje tendrán lugar con la reforma eclesiástica
rivadaviana. Durante el gobierno de Martín Rodríguez, su ministro de Gobierno,
Bernardino Rivadavia, encaró una modernización del Estado de la provincia de
Buenos Aires a través de una serie de reformas en el ámbito político, militar,
económico, educativo y religioso. En el caso de la reforma eclesiástica, buscó
centralizar la actividad en el clero secular, dependiente del gobierno según su
interpretación del Real Patronato. Por otro lado, en miras a reforzar las arcas
públicas, se ordenó la confiscación de diversas propiedades eclesiásticas. Estas medidas generaron un gran descontento
en personas que entendieron esta reforma como un ataque contra
El proceso de organización nacional y los debates de la asamblea
constituyente dieron lugar a que el clivaje clerical-anticlerical pudiera
activarse. El proyecto de país que se fue perfilando para mediados del s. XIX
incluía en su trazado ideal habitantes provenientes del norte de Europa,
particularmente de origen sajón, suponiendo por ello religiones posiblemente
distintas a la católica. Muchos debates se dieron en torno al tema religioso al
tratar la redacción de
Las reformas liberales.
El conflicto religioso más fuerte del siglo XIX será el
enfrentamiento del Estado con
Estos enfrentamientos habían sido preanunciados en diversos sucesos
de los años previos. El mundo católico empezaba a verse marcado por un clima
antiliberal propiciado desde Roma, del cual el Syllabus y de la encíclica
Quanta Cura de Pío IX son sus mejores exponentes.[6]
Esta tendencia cobra mayor fuerza en la iniciativa vaticana de tener una mayor
presencia en las iglesias latinoamericanas y buscar su ‘normalización’ (Di
Stefano & Zanatta, 2000). Las iniciativas laicistas, a su vez, tenían sus
primeros exponentes. En 1868, la instauración del matrimonio civil y el
proyecto de secularización de cementerios por parte de Nicasio Oroño en Santa
Fe es uno de los primeros casos testigo. En 1871, el escenario del nuevo
enfrentamiento entre católicos y liberales fue
Debe hacerse una precisión respecto de la propiedad de las
denominaciones que se utilizan para nombrar a los polos de este enfrentamiento,
dado que ambos términos –liberal, católico- en la época no son tan fácilmente
separables. Cuando nos referimos a ‘los liberales’, hacemos referencia al grupo
que, alineado con el gobierno, apoya las medidas de corte laicista que
presentaremos en breve. En rigor, estas medidas fueron mayormente de tipo
regalista y no de tono propiamente liberal (que bregasen por un estado
religiosamente neutro). En este grupo tendremos exponentes de un pensamiento
propiamente liberal, galicanos –los más abundantes- y librepensadores–positivistas
(Di Stefano, 2011b).[7] Salvo
miembros extremos de este último grupo, todos ellos se consideran católicos.
Pero dicha adscripción religiosa –proceso de secularización mediante- es
reservada a la esfera privada de sus vidas, sin incidir en su actuación
pública. Cuando hacemos referencia a ‘los católicos’, señalamos a las
personalidades públicas que entendieron su identidad católica en un sentido que
incluía lo político como modo de defender las prerrogativas de
Los primeros enfrentamientos que llevó delante el gobierno del
general Roca tuvieron como destinatarios
a los poderes provinciales, sin tocar temas religiosos.[8]
Con el ingreso del Dr. Eduardo Wilde –de públicas posturas laicistas- como
Ministro de Justicia, Culto e Instrucción en reemplazo del renunciante Manuel
Pizarro -asociado a las filas católicas-, empezarán los conflictos. El primer
combate se librará con motivo del proceso de organización de la educación
nacional. Debido a la federalización de la ciudad de Buenos Aires debían
crearse los organismos que rigiesen la educación en los territorios federales.
El 28 de enero de 1881, el Consejo Nacional de Educación es creado por decreto
del Poder Ejecutivo. En dicho decreto se mandaba al recién creado Consejo
presentar un proyecto de ley de educación común. En este contexto,
mientras era ministro Pizarro, se convocó a un Congreso Pedagógico. El mismo
fue organizado por el ministro entrante, Wilde, y se realizó en 1882. Este
contó con una mayoría liberal tras la retirada de gran parte de los
representantes católicos -entre ellos, José Manuel Estrada, Miguel Navarro
Viola, Pedro Goyena, Tristán Achával Rodríguez- quejándose de la violación de
las pautas de trabajo establecidas por el mismo congreso (Auza, 1975). Entre
sus conclusiones finales se encuentra la recomendación de eliminar la enseñanza
religiosa en la educación pública. Este debate público fue un hito para ambos
bandos: los liberales vislumbraron que podrían tener éxito en sus planes; los
católicos percibieron que el panorama se ensombrecía y que carecían de
estructuras políticas para resistir. El gobierno y el partido oficial tomarán
matices ‘anticlericales’. En la sociedad civil se multiplicaban los clubes y
medios de prensa liberales. En este contexto, muchos miembros católicos de la
elite deciden poner medios en contra de esta dispersión. Tras su fallida
participación en este Congreso, dos meses más tarde es fundado el diario
El parlamento discutía, por pedido del Poder Ejecutivo, un proyecto
de ley de educación nacional. Los legisladores coincidían en la importancia de
la educación para el futuro del país. La piedra de toque era el lugar de los
contenidos religiosos en la misma. La comisión de Comisión de Culto e
Instrucción Pública de
Los debates parlamentarios se continuaban en la esfera de la opinión
pública. En los medios liberales, hombres públicos como Mitre y Sarmiento,
escribían desde
Volviendo al debate legislativo, su reapertura tuvo lugar con la presentación de un nuevo proyecto por parte de Onésimo Leguizamón, en el que se rescataban los resultados del Congreso Pedagógico. Este texto será el aprobado como ley 1420 el 8 de julio de 1884. Su artículo 8° determinaba que la enseñanza de la religión debía ser impartida por los ministros autorizados de los diferentes cultos a los niños de su respectiva comunión en un horario extraescolar con libre asistencia. La resistencia católica no logró su objetivo, pese a un recurso poco habitual para la época: juntó cerca de 180.000 firmas a favor de la enseñanza religiosa (Auza, 1975).
Los repudios católicos a la ley sancionada se multiplicaron:
reclamos eclesiásticos, sermones, artículos en diarios, reuniones en clubes.
Sin embargo, el hecho de mayor trascendencia tras la sanción de la ley fue el
conflicto con el nuncio Luis Mattera que derivó en su expulsión y la suspensión
de las relaciones con
¿Cómo explicar esta evolución del Presidente Roca para llegar a estas instancias? Sea por un cálculo político de Roca en el que buscaba medir su poder frente a uno de los pocos sectores que le hacían frente (Auza, 1975) o por la torpeza de los católicos que con su reacción provocó el apoyo del presidente a una serie de medidas que de otro modo no habría permitido (Malamud, 1997), el principal actor político de estos años fue dando lugar gradualmente a las peticiones del sector liberal más radicalizado, a la par que discernía el peso en las masas de la reacción católica. La inexistencia de dicha reacción popular lo confirmaba en su política. En un análisis detenido, diversas son las causas de este viraje laicista en la política roquista: su personalidad, el anticlericalismo de algunos colaboradores suyos, conveniencia política, pero por sobre todo, el afán de concentrar el poder en el Estado (Di Stefano & Zanatta, 2000).
En el annus horribilis del catolicismo se sancionará otra ley
de corte laicista: la creación del Registro Civil por la ley de 1565 del 25 de
octubre de 1884. La misma encomienda al Estado el registro de las personas,
función delegada en la institución eclesiástica desde la organización nacional.
El proyecto suscitó fuertes debates en el seno del Congreso Nacional, sin
embargo fue aprobada para los territorios federales, así como sancionada por el
presidente Roca y asumida por las provincias para sus jurisdicciones (Auza,
1975). Otras tantas medidas de esta tónica se sucedieron. Entre ellas, se eliminó del presupuesto las partidas
destinadas al mantenimiento de los cinco seminarios diocesanos existentes en el
país (Auza, 1975) a la par que el gobierno intervino la provisión de parroquias
(Auza, 1975). En
septiembre de 1886 cede al pastor anglicano Thomas Bridges ocho leguas en
Tierra del Fuego para la evangelización de los aborígenes, en contradicción con
el mandato constitucional de catequizar en la fe católica a los mismos (Auza, 1975). El último gran hito de esta oleada laicista fue la
discusión y posterior sanción de la ley 2393 de Matrimonio civil. Debe
señalarse que dicha ley ya denota una moderación en los embates anticlericales:
la moción de incluir el divorcio vincular en la misma no prosperó (Auza,
1975).
La respuesta católica.
Esta efervescencia, producto del momento histórico y que no puede
restringirse únicamente a
Tras la elección, los partidos cayeron en una inacción. El grupo de
Rocha se dividía y los seguidores de Irigoyen se dispersaban. El mitrismo se
mantenía es su autismo. Las filas católicas acusaban el desgaste de cinco años
de enfrentamientos y en varias provincias las asociaciones católicas caían en
la inacción y muchos diarios confesionales dejaban de imprimirse. Ayudaba a
este fenómeno la política conciliadora que en un primer momento tuvo el nuevo
gobierno con
Los abusos del denominado Unicato
y los desmanejos en el área económica fueron fustigados por el grupo católico
desde
Conclusión: causas de la falta de productividad
del clivaje religioso
Tenemos los elementos necesarios para hacer un balance. Hay quien
niega que el catolicismo en esta época generó una identidad política consolidada
(Lida, 2005), pese a la acción de la prensa católica, la participación de políticos
católicos y la existencia una red de asociaciones católicas.[17]
Esta opinión exige a tal noción de ‘identidad política’ la capacidad de
“dividir a la sociedad argentina”. En tales condiciones, debería afirmarse que
no hubo identidades políticas en el período previo a 1912, dado que la
participación masiva tendrá lugar con el nuevo régimen electoral. Pensando
desde esta lectura analógica de Lipset y Rokkan y con los mismos elementos que
señala Lida, el cuadro presenta matices diferentes. Existió una identidad
política generada por los enfrentamientos entre los actores liberales y los
católicos. Esta identidad, fuerte en muchos miembros creyentes de la elite,
logró materializarse en estructuras políticas que buscaron la adhesión de
quienes se reconocían católicos, pero no apelaron a un estilo de movilización
popular que generase la participación de los estratos subalternos y buscase
demostraciones públicas de esta adhesión. Fueron escasas las iniciativas en
esta línea. Mencionamos dos: como logro, la junta de firmas en contra de la ley
1420; como fracaso, la campaña de inscripción en el padrón electoral para las
elecciones de 1886. El clivaje religioso generó un partido político católico
que no logró consolidarse en el momento propicio: cuando el clivaje estaba en
su punto más álgido. Su pecado original fue su concepción elitista de lo
político. No alcanzaban los discursos y los artículos en la prensa católica
para movilizar a las masas. Al no cimentarse en una base popular que engrosase
sus filas, nada pudo hacer con un aparato político basado en mantener el
abstencionismo electoral y gestionar un aparato clientelista que, con un tamaño
relativamente pequeño –en comparación con la totalidad de los ciudadanos- pero
de alcance nacional, lograba imponer sus candidaturas. ¿Podría el partido
católico, en estrecha conjunción con la institución eclesiástica, haber
generado una estructura nacional de movilización política que forzase al
oficialismo de turno venciendo las prácticas fraudulentas? Muy posiblemente,
pero es una hipótesis que no podemos corroborar. Con las modificaciones a
debidas a
Resumiendo, el conflicto religioso generó un partido político
confesional. Diversos factores hicieron que el mismo no perdurase en el tiempo.
En primer lugar, debido a la concepción elitista de la política de sus líderes,
el partido no logró movilizar el número suficiente de personas. No pudo polarizar
a la sociedad. La efervescencia que se percibía en los ámbitos sociales
católicos no se volcó en el campo político, las leyes no fueron resistidas, las
opiniones vertidas en los medios católicos no reverberaron. En parte por
responsabilidad de los referentes políticos creyentes: estos no buscaron, como
lo hará
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NOTAS
[1] El término clivaje es un anglicismo cuyo significado gira en torno a las nociones de escisión,
disociación o segmentación y fractura y es usado en diversas disciplinas
(psicología, lingüística, medicina). En Sociología y Ciencias Políticas es
usado en referencia a las divisiones o disociaciones por causas económicas, ideológicas,
culturales, étnicas, entre otras, de una sociedad, grupo o movimiento.
[2] En
la línea de Lipset y Rokkan, pensando desde el proceso de separación de esferas
propio del proceso de secularización, es condición necesaria para la existencia
del clivaje la presencia de una iglesia fuerte que cuente con recursos,
influencia y poder necesarios para ser considerada como un oponente por el
Estado. Podría pensarse otras variantes de clivaje religioso, como ser el
enfrentamiento entre dos religiones (hinduistas vs. musulmanes en el norte de
India) o denominaciones distintas (como
se dio en
[3] Si
bien es innegable la influencia de las ideas anticlericales de
[4] Ya
vigente para
[5]
Debe señalarse la ambigüedad que conlleva el verbo “sostener”. ¿Mero aporte
económico? ¿O interés en resguardar y promover? Sea como se interprete, implica
un reconocimiento de
[6] Este clima antiliberal ultramontano había tenido antecedentes locales que prepararon los conflictos. Particularmente debe destacarse la carta pastoral de Mons. Escalada de 1857 prohibiendo a los masones su participación eclesial. La masonería local no había renegado oficialmente del catolicismo hasta ese entonces. Su accionar posterior será claramente anticlerical (Di Stefano, 2011b, p. 13).
[7] No pretendemos profundizar en este trabajo sobre el rol de la masonería en los sucesos que estudiamos. Debe señalarse que la misma tenía una gran penetración en la elite gobernante.
[8]
Durante la gestión de Manuel Pizarro como Ministro de Justicia, Culto e
Instrucción –quien integrará las filas católicas una vez alejado del gobierno-
no hubo eventos destacables en la materia que nos ocupa. Sin embargo, dos
hechos menores pueden tomarse como antecedentes. En primer lugar, el intento
del claustro liberal de
[9] Estos dos diarios respondían uno al autonomismo el otro al mitrismo. En cuanto medio oficialista uno y el otro opositor tuvieron discursos divergentes. En lo que hace a la cuestión religiosa, compartieron un tono en común. Sobre estos diarios véase los trabajos de Paula Alonso (2003, 2007).
[10]
La pastoral prohibía, además, la lectura de ciertos diarios irrespetuosos hacia
[11] Téngase presente que este fenómeno se dio el las grandes urbes y particularmente Buenos Aires.
[12]
Existieron pocos antecedentes de prensa católica: en Buenos Aires se fundó en
[13] Debe destacarse un pequeño ‘experimento’ llevado a cabo en Catamarca con motivo de las elecciones legislativas de 1884. El partido oficial, como en prácticamente todas las provincias que había logrado dominar –por medio de una intervención en caso de haber sido necesario-, era el único en presentarse a las elecciones legislativas de la provincia. La asociación católica provincial decidió enfrentarlo. Si bien los artilugios digitados por el presidente lograron que se terminase postulando un candidato de compromiso acordado entre ambos partidos, el mismo se declaró oficialista una vez elegido. Ante esto, los católicos catamarqueños presentaron batalla para las elecciones de la legislatura provincial logrando numerosas bancas. Este resultado llevó a la clausura de la legislatura provincia y a la intervención nacional, pero los católicos tomaron coraje para enfrentar la maquinaria electoral oficialista (Auza, 1975, pp. 254-259).
[14]
Al antecedente catamarqueño se sumó el de la ciudad de Buenos Aires: con motivo
de las elecciones de concejales de 1884, la participación de católicos en la
misma fue motivada desde
[15]
Esta percepción se basaba tanto en la falta de avances laicistas como en
ciertas medidas del gobierno: se elevó una propuesta a
[16]
El 17 de mayo de 1892 fallecía Pedro Goyena. El 17 de septiembre de 1894, José
M. Estrada. Antes ya habían fallecido Tristán Achával Rodríguez (1887), Miguel
Navarro Viola (1890), José Gorostiaga (1891).
[17]
Debe mencionarse que una investigadora de la talla de Paula Alonso (2000: 61) a
diferencia de los casos de Chile o Colombia, en Argentina “el conflicto no se
convirtió en fuente de división de la arena política nacional”.
[18]
La historia argentina será testigo de otros intentos de fundar un partido
confesional:
[19] Baste mencionar algunos elementos que prueban esto: no se aprobó el proyecto de divorcio, ni se prohibió la enseñanza religiosa, ni se impidió el trabajo en hospitales públicos de congregaciones religiosas femeninas y menos aún se dejó de alentar el útil trabajo de otras congregaciones como los salesianos.