Huellas en Papel IX / No.14 (2021)


Cartas de varones intelectuales y pudientes: a raíz de Un pliego de cartas del Dr. Thebussem1

En el siglo en el que la pluma de ave dejaba caer sus últimas huellas en el papel para perderse por los recodos del tiempo, un andaluz letrado de la España ilustrada2, Mariano Pardo Figueroa, despliega los rasgos de las intelectualidades acomodadas del siglo XIX: polígrafo, bibliófilo, polifacético, hombre del mundo literario que mantuvo una copiosa correspondencia con la crema de las personalidades cultas de su época. Y célebre embustero: este cervantista que revitalizó en su siglo la lectura del Quijote eligió varios anagramas como pseudónimos, pero la forma más conocida de su nombre fue la de Dr. Thebussem, un juego que le permitió esconderse como príncipe alemán bajo la palabra embustes.

Una de las vertientes que presenta su copiosa escritura nos ha llevado a preguntarnos sobre los cambios producidos en el siglo XIX en el mundo epistolar, porque no parece arbitrario el insistente interés en su obra por el correo y la filatelia de España. La dedicación3 y escritura obstinada del Dr. Thebussem sobre estos temas –por lo que fue nombrado Cartero honorario4 en 1880– nos convoca a conocer cómo evolucionaron las prácticas de la escritura de cartas, prácticas que antecedieron a los gestos y hábitos con los que Pardo Figueroa escribió las suyas.

Demos un salto milenario desde todos los dispositivos tecnológicos que moldearon nuestros gestos de escritura en las últimas décadas, hasta el mundo clásico de Occidente, donde encontramos los testimonios más antiguos de cartas esparcidos por el Mediterráneo. Se trata de textos de los siglos VI y IV a. C., textos de pocas líneas dispuestas en paralelo siguiendo el lado más largo de una de las caras de la lámina, y con la señal del destinatario en el centro de la otra cara. En el Egipto helenístico encontramos el primer archivo epistolar perteneciente a Zenón5, secretario de Apolonio, ministro de finanzas del rey Ptolomeo II Filadelfo (285-246 a. C.). Las epístolas del archivo Zenón nos enseñan el modelo más difundido del período6. Las cartas están escritas en tinta negra sobre una sola cara de la hoja en papiro, con el texto siguiendo las líneas de las fibras vegetales7; en la cara libre de escritura lleva los datos del destinatario. Estas escrituras de egipcios en lengua griega se han realizado con un cálamo vegetal cortado en uno de sus extremos a modo de pluma. La hoja de papiro de las cartas en el mundo antiguo se doblaba varias veces sobre sí misma (complicare, en latín), dejando la dirección en su exterior, luego se la ataba con varias vueltas de cuerda y finalmente se la cerraba con un sello. El texto está redactado de corrido y sin puntuación según el antiguo sistema scriptio continua. Por lo general estas cartas fueron escritas por escribas o secretarios, el remitente propiamente dicho escribía de su puño el saludo final, “que seas feliz”, y la fecha. La firma como hoy la conocemos no se utilizaba aún. Este modo de intercambio epistolar destinado a resolver las cuestiones prácticas de la vida diaria se vio ligeramente alterado con la expansión romana: a finales del siglo i a. C. aparecen cartas en latín, y así se produce la característica principal de la cultura escrita del mundo clásico: el bilingüismo y el bigrafismo. El cristianismo trae novedades en el mundo epistolar: el símbolo de la cruz antecede al texto que incluye citas del Antiguo y Nuevo Testamento, y los remitentes serán las comunidades. Finalmente, debe considerarse la recopilación de 852 cartas de Gregorio Magno8 el último excelso ejemplo del mundo antiguo, que se constituye en el modelo retórico y formal en la administración pública de Occidente. Sin embargo, entre el siglo IV y VI d.C. adviene una crisis de la comunicación escrita debido, especialmente, a la reducción de las personas alfabetizadas capaces de mantener una relación epistolar.

El empobrecimiento de la cultura escrita en Occidente durante la Alta Edad Media se expresa en la pérdida del bilingüismo y el bigrafismo, empobrecimiento que se mantiene hasta principios del siglo XI, cuando los enfrentamientos políticos entre la Iglesia y el Imperio en franco crecimiento, al igual que el demográfico y el de las ciudades, llevó a que la comunicación escrita (ahora exclusivamente en lengua latina) recobre un lugar clave en las decisiones políticas y en el flujo de la vida social. Estas características se mantendrán en los siguientes dos siglos, durante los cuales se destacan dos movimientos epistolares: por un lado, las cartas de un clero culto sobre de temas relacionados con la reforma de la Iglesia9, y por otro, cartas esporádicas de laicos en lengua latina sobre temas políticos o de naturaleza urbana.

La gradual recuperación de las relaciones epistolares progresa en el siglo XIII, junto con la posibilidad de escribir en lengua vulgar. El soporte para la escritura ahora será el pergamino (en el siglo XIII el uso del papel solo se registra en Italia), el tipo de letra será en general la cursiva gótica, junto con las variantes francesa lettre bâtarde (letra bastarda) para los textos literarios en esa lengua, o la cursiva documentaria en España (letra albalaes) para la correspondencia. De este modo, la creciente producción de cartas entre los siglos XIII y XV europeos en lenguas comunes sobre temas cotidianos da lugar al interés de conservarlas por parte de los destinatarios (aparición de archivos privados), junto con la utilización del papel como soporte de escritura. Es importante destacar además, que a esta convivencia del intercambio epistolar burgués y mercantil, junto a las epístolas cancillerescas y de la administración pública, deben sumarse los intercambios de las pocas mujeres alfabetizadas que, aunque siempre excluidas de las tendencias vigentes de la cultura y con formas gráficas anticuadas10, introdujeron la espontaneidad como elemento innovador en el género.

La tradición epistolar ciceroniana llega hasta nosotros a través de Francesco Petrarca. El humanismo de los siglos XIV y XV se abre paso a través de una red copiosa de extensas cartas que persiguen la imitación de las prácticas escriptóreas de Cicerón, hasta el punto de la copia. Tal es así que, de la voluminosa herencia epistolar de Petrarca, solo son de su puño 11 cartas, una enviada a su amigo Giovanni Dondi y las otras 10 cartas destinadas al gramático de Parma Moggio Moggi, las que fueron recogidas en la “colección Moggio” en la Biblioteca Medicea Laurenciana en Florencia. Este puñado único de cartas originales y privadas del poeta italiano se encuentran escritas sobre papel, las más extensas dispuestas en paralelo al lado más corto de la carta (sistema librario), mientras que las más breves, del lado más largo de la hoja. Además, debido al esmero gráfico extremo de tales cartas autógrafas (cuidada cursiva cancilleresca), se constituyeron en el modelo ejemplar en toda Europa. De todas maneras, la configuración formal de la carta del siglo xv en lengua latina es en primera instancia igual a la carta medieval (formatos de la hoja, sistema de plegado y sellado), y solo en segundo lugar esas formas fijadas por las antiguas artes dictandi dan lugar a las innovaciones humanistas: regreso a los usos clásicos ortográficos, el léxico, y la escritura plasmada sobre nuevas cursivas derivas de la antiqua. Las cartas escritas por mujeres fueron casos extraordinarios, los intercambios epistolares se perpetuaron en prácticas elitistas, masculinas y como símbolo de estatus sociocultural.

La explosión de la correspondencia escrita da lugar a la aparición de la carta moderna hermanada con el nacimiento del libro impreso. Efectivamente, en un clima de ebullición de la comunicación escrita inciden varios factores en el siglo XVI: un avance de la alfabetización general, la adopción de las diversas lenguas vulgares, movilidad de la población, creciente participación de las mujeres en la escritura, difusión debido a la imprenta de manuales de escritura y de modelos de cartas en lenguas vulgares, irrupción de la conciencia del valor para la memoria de los documentos epistolares. Es posible afirmar que los cambios de los aspectos formales y de fondo de las cartas llevan a una verdadera revolución respecto de la carta medieval: la adopción de formatos estandarizados del papel como soporte de escritura, uso de diversas tipologías gráficas cursivas, surgimiento de la firma de propia mano por parte de nobles y autoridades (letras en mayúsculas, levemente inclinadas hacia la derecha y subrayadas con un trazo horizontal), la extrema formalización gráfica y material y la consiguiente presencia de personal especializado (el secretario); finalmente, selección no arbitraria por parte de la clase ilustrada de la lengua latina o la vulgar11.

El siglo de la expansión y revolución de la carta moderna coincide con el Siglo de Oro español, punto culminante de la riqueza e influencia cultural de España en el mundo occidental. Así, el rey Felipe II fue también llamado durante su largo reinado de cuarenta y dos años (1556-1598) Rey papelero, Rey escritófilo, Rey grafómano, Rey de los papeles. Tales apelativos se deben a su fanatismo por la comunicación escrita, la formación de una aristocracia cortesana consciente que gobernaba mediante la escritura, la producción de manuales en lengua castellana para la enseñanza de escritura de cartas. Es importante advertir que en el mismo Don Quijote de Cervantes (autor que sostuvo los desvelos de nuestro embustero) aparece la carta de Sancho Panza a su mujer12, episodio que permite observar que la difusión de la alfabetización formó también grupos de personas semianalfabetas capaces de escribir y producir epístolas breves, escritura de la inmediatez en muchos casos llamados billetes.

Antes de llegar a la sobriedad con la que se expresaron las epístolas burguesas del siglo XVIII, la escritura de las clases cultivadas y de quienes detentan el poder13 se sumergirán en el virtuosismo caligráfico y el despliegue ornamental de la carta barroca: dibujos antropomorfos, fantásticos, zoomorfos, abstractos (nudos, garabatos, paisajes imaginarios) exhibidos como prueba de destreza en los trazos. La letra se inclinará cada vez más hacia la derecha, y los miembros de las elites agregarán al final un monograma.

Durante el siglo XVIII surgirá gradualmente un modo de escribir menos artificioso que el de la etapa anterior debido a la difusión de la educación masiva, progresiva tendencia a la burocratización del Estado y el clima sociocultural impuesto por la primera Revolución Industrial. La carta burguesa se presentará con nuevas formas: medida invariable de los espacios, geometrización de la línea, regularidad de los caracteres, de los espacios entre palabras, de la puntuación y del uso de las mayúsculas y eliminación de todo exceso del gesto caligráfico ornamentado. La comunicación escrita cierra el siglo en franca expansión entre las elites cultas debido a la adopción de los valores de la cultura iluminista, y el consecuente deseo cada vez mayor de incidir, confrontar, participar en la vida política de la sociedad.

Un pliego de cartas debería ser comprendido a la luz del impacto que el siglo XIX trajo a la cultura escrita, lo que significó otra revolución en la comunicación. En efecto, es un siglo de grandes transformaciones debido, por un lado, a la capacidad de escribir cada vez más extendida, junto con la velocidad de circulación de las cartas; y por otro, debido a cambios en los aspectos materiales: la aparición del sobre que permitió abolir el sello y garantizaba el secreto epistolar; la introducción de las estampillas14; uso de papel más fino y liviano, de color azul; la invención y difusión de la pluma de acero (compitiendo con la prestigiosa pluma de ave); la gradual reducción del espacio entre el saludo inicial y el inicio del texto, y el uso de la sangría a comienzo de los párrafos. Todas estas innovaciones se continuaron y afirmaron en el siglo XX como características propias de la correspondencia escrita. Sin embargo, a pesar de ser un período de alfabetización masiva, los archivos epistolares conservados pertenecen a las clases más altas de la sociedad: escritura de hombres e intelectuales. La posibilidad de disponer hoy de cartas de varones, intelectuales y pudientes frente a la carencia de cartas de “los humildes” de los siglos XIX y XX, es decir de mujeres y de hombres subalternos, se debe a que sus escasos testimonios de escritura surgieron en condiciones desfavorables.

De todos modos, visto el siglo en su conjunto y aunque no todos los grupos se integraron a la escritura, la carta pasó a ser un elemento clave de la evolución económica e intelectual para las franjas intelectuales de cada país. A su vez las cartas se manifiestan heterogéneas, sus diversas formas responderán a diversas características familiares, políticas, afectivas, profesionales. Por ello, los Estados desarrollaron y garantizaron un servicio postal público y extendido con el propósito de cubrir el planeta entero. Los modelos de cartas de las clases cultas eran fundamentalmente autorreferenciales, modelos que se encontraban dentro del mecanismo educativo de su clase de pertenencia: cartas recibidas, leídas, colecciones impresas e incluso novelas epistolares; en cambio, para los correspondientes de la clase media baja se trataba de modelos escolares y administrativos, y para los semianalfabetos y mujeres los modelos familiares y quizás escolares. En cuanto a las técnicas de ejecución, se afirman más o menos en todas las clases sociales la pluma metálica o plumín, aunque entre los intelectuales, siempre reticentes a los materiales escriptóreos nuevos, se seguirá usando la pluma de ave15, símbolo de la escritura culta. En la segunda mitad del siglo XIX, el floreciente escenario de la comunicación escrita epistolar sufrió el impacto de dos nuevos objetos: el telégrafo y la tarjeta postal16 con franqueo pago. Como ambas novedades tenían en común la brevedad del mensaje no resulta llamativo que los semianalfabetos y las mujeres (los grupos menos habituados a la comunicación escrita) prefirieran las tarjetas postales o ilustradas que las cartas propiamente dichas. Finalmente, para completar el panorama de este revolucionario siglo, debemos referirnos a la incidencia que la burguesía ilustrada ejerció para la aparición de la pluma estilográfica. Considerando que el plumín era una desacertada imitación de la pluma de ave que necesitaba ser sumergida en tinta a veces escasa, deseaban un stylo que fuera cómodo, transportable, y con capacidad de trazos indelebles; un instrumento que reuniera en un solo instrumento el portaplumas, la pluma y el depósito de tinta: la pluma estilográfica. Tal objeto se fabricó por primera vez en Estados Unidos en el último cuarto del siglo XIX y si bien, como en todas las etapas de la evolución de la cultura escrita los profesionales de la cultura resisten los cambios en las materias escriptóreas, la pluma estilográfica finalmente fue adoptada y se difundió rápidamente.

“El hombre no tuvo sociedad hasta que tuvo correo; y el mundo no ha principiado á ser mundo hasta que todos los hombres han podido comunicarse”, nos dice el Dr. Thebussem en Un pliego de cartas (p. 17). Ahora comprendemos mejor su eufórica dedicación al mundo de las epístolas y los correos.

Aunque su perfil de clase y época no le permitiera ver que en su siglo los hombres no estaban aún todos comunicados, y que la palabra “hombres” escondía la mayor de las injusticias.

Bibliografía

Gallego Cuiña, A. (2013). El valor de una carta. Una introducción. En A. Gallego Cuiña & E. Martínez (Eds.), Queridos todos: el intercambio epistolar entre escritores hispanoamericanos y españoles del siglo XX (pp. 11-25). Bruselas, Bélgica: Peter Lang.

Hintzel, G. & Zandanel M.A. (2012). Algunas nociones sobre el género epistolar a propósito de las cartas de Francisco Romero. Cuyo. Anuario de filosofía argentina y americana, 29, 13-33. Recuperado de https://bdigital.uncu.edu.ar/5585

Reyes, A. (1998). Estudio preliminar. En AA.VV., Literatura epistolar (pp. 9-24). Barcelona, España: Océano.

Referencias

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Ordoñez Cámara, A., Iglesias Vidal, Á., Aranaz del Río, F., Gómez-Agüero Jimenez, J. P., Panés Cantero, J., García Fernández, M. A. (2017). Diccionario filatélico ilustrado. Madrid, España: Federación española de sociedad filatélicas. Recuperado de http://www.fesofi.es/wp-content/uploads/2019/08/Diccionario-19-XI-17-comprimido-1.pdf

Petrucci, A. (2018). Escribir cartas, una historia milenaria. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Ampersand.

Ravina, A. (2009). Archivos revisitados: la correspondencia epistolar como fuente para la historia social. Jornadas Nacionales de Historia Social, La Falda, Argentina. Recuperado de http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.9682/ev.9682.pdf Thebussem, Dr. (1891). Un pliego de cartas. Madrid, España: (s.n.).

1 Un pliego de cartas / por el doctor Thebussem. ‒ Madrid: [s.n.], 1891, ‒ 172 p.: il.; 22 cm. ACADEMIA E2-CU2 de la Biblioteca Histórica de la USAL.

2En este texto seguiremos las conceptualizaciones de Ravina: “…sectores letrados, en el sentido de haber tenido acceso a una alfabetización completa y sistemática” frente a “los sectores semialfabetizados, o de analfabetos funcionales o puros, productores de correspondencia, en muchos casos por delegación gráfica, es decir porque un tercero ponía por escrito aquello que necesitaban transmitir y solamente podían hacerlo por vía oral o no confiaban completamente en su habilidad escritora para encarar la tarea por sí mismos” (2009, p. 5).

3La revista cultural Puerta del Sol recoge este recuerdo de la niñez de José Amosa Utrera: “Uno de los entretenimientos que me agradaban en extremo era cuando, en la biblioteca, el Doctor se dedicaba a ordenar y encuadernar la numerosa correspondencia de los escritores amigos de los que acabo de hacer mención, ya que era un hábil encuadernador; cartas que, en volúmenes, quedaban luego cronológicamente guardadas en un anaquel especial para esta finalidad, situado detrás del sillón que siempre utilizaba cuando permanecía en aquel lugar...” (Amosa Utrera, 2003, párr. 7).

4“Cartero Honorario es un título honorífico que se concede a personas que, sin ser empleados de Correos, han dedicado su obra y escritos a prestigiar al Correo y a sus funcionarios. El nombramiento conlleva el derecho de figurar en el escalafón de Carteros, sin sueldo y sin derechos por antigüedad y el uso de uniforme. Su principal prerrogativa consiste en que pueden enviar toda la correspondencia sin tener que franquearla, estampando una marca especial, franquicia, en la que consta el título. En España, hasta la fecha, seis personas han sido nombradas Carteros Honorarios: Mariano Pardo de Figueroa, “Doctor Thebussem”, (1880), Rafael Álvarez Sereix (1893), Camilo José Cela (1982), Ramón Carande (1985), Antonio Mingote (1998) y S. M. Sofía de Grecia (2013)” (Ordoñez Cámara et al., 2017, p. 77).

5Como resultado de reiteradas excavaciones se encontraron 260 cartas dirigidas a él, y ciento veinte a terceras personas vinculadas a Zenón.

6Además de los soportes de escritura blandos y lisos destinados a la escritura con cálamo y tinta, existieron otros materiales escriptóreos en el mundo antiguo. Se han encontrado cartas breves sobre terracota, ostraca (fragmentos de ánforas), plomo, cuero, cerámica, madera (tablillas); el punzón metálico se utilizó para dejar las incisiones sobre el soporte duro.

7 En general, se utilizó el sistema bustrófedon (según el recorrido que siguen los bueyes al arar el campo), en este, el texto se distribuía en líneas alternadas derecha – izquierda – derecha.

8 Papa entre en el período 590-604.

9Para Petrucci se trata más bien de textos pseudoepistolares, debido a que se acercan a pequeños tratados nacidos con el afán de confrontación, en un clima de tensión intelectual bajo la forma de disquisiciones doctrinales.

10“…las mujeres, aunque fueran de extracción social media alta, según las convenciones difundidas recibían una educación escolástica bastante limitada…” (Petrucci, 2018, p. 76)

11Era el tema y no el destinatario el factor que determinaba el uso de la lengua. ¿Temas erudito o tema de ocasión, cotidiano? La respuesta determinaba la elección de la lengua latina o la vulgar.

12“Carta de Sancho Panza a Teresa Panza, su mujer” es un fragmento del capítulo XXXVI de la 2a parte de la obra El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.

13Las personas “cultas” y las “mujeres y semianalfabetos” son categorías que seguirán utilizando modos expresivos diferenciados, esta última se mantendrá ajena a las tendencias manierista y barroca de las cartas públicas.

14Las primeras estampillas surgen en Inglaterra en 1839, el uso de la tasa postal a cargo del remitente libera al destinatario del pago a la llegada de la carta o a su retiro.

15La pluma metálica para ser sumergida en el tintero, que consistía en una lámina metálica alargada, curva y ahuecada, cortada en punta para insertarse en un cortaplumas que en general era de madera. Era de fácil uso y conservaba la tinta por más tiempo que la pluma de ave.

16La postal ilustrada de distribución privada y atractiva (una de sus caras portaba imágenes amenas, artísticas) fue muy usada para las comunicaciones familiares y sentimentales.