La entrevista: huellas orales en papel


Lo sagrado en nuestro pasado: pioneros argentinos en
arqueología de alta montaña


La Dra. María Constanza Ceruti es Licenciada en Antropología y Doctora en Historia, participó de numerosas exploraciones arqueológicas y ascensiones a cumbres en las regiones andinas de Argentina, Chile, Perú y Bolivia. Ha sido premiada y reconocida a nivel nacional e internacional. Su mayor hallazgo es el de las momias descubiertas en la cima del volcán Llullaillaco (en el oeste de la provincia de Salta, Argentina), consideradas como unas de las momias en mejor estado de conservación del mundo. Es la única arqueóloga especializada en el campo de Alta Montaña a nivel mundial.

L.R.: ¿Cómo se prepara un arqueólogo al iniciar una exploración?

C.C.:
En general se comienza con un estudio bibliográfico para ver qué antecedentes de trabajos arqueológicos hay en la zona, si hay registro de trabajos previos, intervenciones de personas aficionadas a la arqueología, hallazgos esporádicos o circunstanciales que se hayan producido; después se diseña una instancia de prospección o exploración en la que ya se trata de contestar preguntas acerca de lo que existe en el registro arqueológico de una región. La prospección permite un abordaje inicial sobre regiones que no han sido estudiadas con anterioridad.

L.R.: ¿Por qué tu interés por la exploración de altas montañas?

C.C.:
Lo que planteé en mis años de arqueología de alta montaña acá en Argentina era tratar de tener un conocimiento de cumbres por encima de los 5000 metros de altura, aquellas elegidas por los Incas para la construcción de sus santuarios. Mi intención inicial en la etapa de prospección era poder ascender a la mayor cantidad posible de montañas que tuvieran más de 5000 metros. En lo personal, me encanta esa etapa, en la que se logra documentar inicialmente los sitios. Como parte de la prospección, cuando aparece alguna forma de estructura arquitectónica, se lleva a cabo también un trabajo que se conoce como relevamiento arquitectónico. La prospección permite una mirada pionera a paisajes y lugares que no han sido explorados antes. En esta etapa se toman fotografías, se hacen mediciones con brújula y cinta métrica. Es un trabajo sencillo, que los arqueólogos de alta montaña tenemos que realizar con elementos que se puedan cargar en la mochila, por lo tanto llevamos lo mínimo: la brújula, cinta métrica, cámara de fotos, y GPS. Intercambiando con colegas que hacen arqueología de glaciares en los Alpes he visto que ellos también usan técnicas y métodos sencillos. El límite que nosotros tenemos es el peso que se puede llevar en la mochila. Hay que pensar también que la calidad del trabajo no se mide por el instrumental utilizado; muchas veces con técnicas muy sencillas se logra un trabajo de calidad.

L.R.: ¿Cuándo se inicia la arqueología de alta montaña en Argentina?

C.C.:
El Dr. Schobinger1, a quien encontré como autor en Antiquitas, fue mi mentor. Schobinger creó y fue Director del Instituto de Arqueología y Etnología de la Universidad Nacional de Cuyo e intervino en los estudios y rescates de las momias del cerro El Toro en 1964, y de la momia del niño del Aconcagua en 1985. Él es el padre de la arqueología profesional de alta montaña en Argentina. Antes hubo aficionados, personas que no eran arqueólogos, pero que se dedicaron a hacer exploraciones. Hoy en día esto no sería recomendable, esto es importante subrayarlo. Pero en esa época no había arqueólogos especializados en alta montaña. El Sr. Antonio Beorchia Nigris2 en la provincia de San Juan realizó exploraciones en alta montaña y publicó detalladamente sus observaciones.
El Dr. Schobinger, en el prólogo de uno de mis libros, dice que mi trabajo significó llevar a nivel científico la arqueología de alta montaña, lo que no se había dado todavía en la Argentina. En aquel momento yo era recién recibida en Antropología por la UBA y no me daba tampoco demasiada cuenta de la significación de lo que estaba haciendo. Era la primera vez que la prospección se encaraba de forma sistemática, con ciertas características; hasta ese momento las intervenciones exploratorias habían sido principalmente la de aficionados, en tanto que profesionales como el Dr. Schobinger realizaban sus investigaciones cuando ya se había producido el hallazgo. Entonces nosotros iniciamos una etapa de ascensiones sistemáticas en el norte de Argentina. Desde el año 1996, cuando me recibí, inicié mis tareas en el Instituto Interdisciplinario de Tilcara. Viviendo en Tilcara tenía acceso más directo a las montañas, aún yendo a pie, porque saliendo para los valles orientales varios kilómetros o con desplazamiento “a dedo” hacia la Puna Jujeña, se encontraban montañas con cumbres que no habían sido exploradas por ningún arqueólogo. Estas montañas en algunos casos tenían algún tipo de utilización moderna porque los pobladores locales a veces ascendían para hacer algún ritual a la Pachamama. Entonces en mi trabajo arqueológico se volvió muy importante el componente etnográfico para poder interpretar acertadamente la mirada andina sobre el paisaje. En las procesiones modernas en la Quebrada de Humahuaca la gente va hasta alturas considerables (4700 metros) a hacer rituales, a veces como parte de ritos colectivos. Me interesaba estudiar esas peregrinaciones para comprender mejor los santuarios de altura incaicos.
Los resultados de los trabajos arqueológicos se dan a conocer en publicaciones científicas. El trabajo relacionado con lo etnográfico, con las procesiones andinas, por ejemplo, también encuentra lugar en libros que pueden ser de interés para el público en general. La editorial de la Universidad Católica de Salta publicó en 2013 un libro mío sobre el tema de las procesiones andinas en altura.

“En mi opinión, la arqueología de
glaciares no es un universo distinto,
sino una continuidad natural de la
arqueología de alta montaña.”
Dra. María Constanza Ceruti


En la etapa de prospección se suele encontrar evidencia de intervenciones anteriores que no eran realizadas por arqueólogos. Lamentablemente en muchos casos son solo buscadores de tesoros, cuyo impacto en el registro arqueológico es muy destructivo. Es lo que llamamos “huaqueros”, palabra que viene del quechua, de la palabra huaca3, que define a los objetos sagrados, y hay quienes se dedican a apropiarse de ellos. Desafortunadamente, en el norte argentino y en particular en la zona de Salta, hay mucha evidencia de los huaqueros, mucha actividad que se desarrolló en la década del ‘70. Los arqueólogos tratamos de documentar los sitios como forma de prevenir su destrucción. El trabajo de exploración del arqueólogo se plasma en informes que son presentados en la Dirección de Patrimonio Cultural de cada provincia, que son las instituciones que dan los permisos para que se pueda realizar un trabajo arqueológico.

L.R.: ¿Qué querrías comentarle a un joven que vislumbra un interés en la arqueología?

C.C.:
La arqueología es una ciencia que estudia las sociedades del pasado a partir de los vestigios materiales que se encuentran en el presente. Dentro del campo de las ciencias antropológicas, es una disciplina en sí misma. Pero en EE.UU. muchos profesionales se dedican a la arqueología proviniendo del campo de la antropología cultural. En la Argentina se estudia una arqueología más vinculada a lo antropológico en la UBA, mientras que una arqueología más cercana a las ciencias naturales se estudia en la Universidad Nacional de La Plata. El estudiante debe ver estas diferencias. Las posibilidades de trabajo luego también van a estar permeadas por estos enfoques, porque la gente que tiene más afinidad con las ciencias naturales es posible que se termine sintiendo más cómoda trabajando en la Patagonia; en cambio quien tiene interés en las altas culturas andinas puede sentirse más atraído por el NOA. Pero esto no es excluyente en absoluto. A mí me interesa mucho la antropología cultural, yo soy antropóloga con especialización en arqueología. Valoro mucho el titulo de antropóloga porque me permite entrar a lo etnográfico con solvencia. También valoro mi doctorado en historia porque cuando hacemos el trabajo etnohistórico –que en arqueología de alta montaña es necesario para poder interpretar, por ejemplo, cómo los incas elegían las montañas sagradas a partir de documentos escritos por los misioneros, o por los extirpadores de idolatrías y los conquistadores– tenemos mucha evidencia en lo escrito, en los documentos históricos. Entonces para mí la formación en historia me ha servido mucho. A la arqueología se llega por diferentes vías. En Europa es común que se vea como parte de la prehistoria, o en el caso de la arqueología clásica, relacionada con las grandes civilizaciones como la romana o la griega. La egiptología ya se considera una disciplina con identidad propia. Las perspectivas de trabajo concretas para un joven que se dedique a la arqueología quizás sean un poco limitadas, en eso no se debe ser excesivamente romántico. No obstante a la persona que se decide por la arqueología le recomiendo seguir estudios de antropología y arqueología porque es muy gratificante descubrir acerca de nuestro pasado, ser arqueólogo más allá de las dificultades, de las burocracias, más allá que haya o no subsidios para las tareas de investigación o formas de financiación directa. Hoy también en el mundo se está valorando más nuestro trabajo desde la perspectiva del cambio climático. En este sentido en algunos países se está consiguiendo bastante apoyo económico para desarrollar arqueología de glaciares, la que está muy relacionada con la problemática del cambio climático.

L.R.: ¿La arqueología de glaciares es un área de investigación nueva?

C.C.:
Es un campo de investigación que cobró fuerza en los últimos años. En el 2014 se publicó el primer volumen del Journal of Glacial Archaeology que contiene un artículo que la describe como una disciplina emergente4. Hay un paper mío en ese volumen con el tema de las Momias de Llullaillaco5. Desde mi perspectiva veo a la arqueología de glaciares como una “descendiente” de la arqueología de alta montaña que venimos realizando en Sudamérica y en Argentina desde hace muchos años. En este sentido querría destacar que estas tareas de prospección que se están realizando desde la arqueología de glaciares tienen mucho que ver con la tarea que nosotros sistematizamos con las prospecciones en altura en las montañas del NOA. En mi opinión, la arqueología de glaciares no es un universo distinto, sino una continuidad natural de la arqueología de alta montaña.

Fecha de la entrevista: 17/05/2016

11Juan Schobinger (1928-2009). Pionero en los estudios profesionales de arqueología de alta montaña y en ofrendatorios incaicos cordilleranos en la Argentina. En el año 1963 un grupo de montañistas hallan una momia en el cerro El Toro (provincia de San Juan) de 500 años de antigüedad; Schobinger participa de las investigaciones posteriores de las que surge el primer estudio integral de un cuerpo humano ofrendado en la montaña en Argentina, La “momia” del cerro el Toro, el cual sentó las bases metodológicas para el tratamiento de este tipo de evidencia arqueológica (registro 108 del Catálogo periódico impreso). En 1985 es convocado por el hallazgo de un enterratorio incaico en el cerro Aconcagua a 5300 metros. Schobinger organiza el rescate arqueológico para luego investigar minuciosamente el cuerpo congelado del niño inca ofrendado en las alturas. (N. de la Ed.)

2Reconocido andinista llegado de Italia en 1935. Con 19 años se radicó en la provincia de San Juan donde vive desde entonces. Realizó el hallazgo de la “Momia del Cerro El Toro”, al que siguieron otros descubrimientos de santuarios de altura. Fue fundador del Centro de Investigaciones Arqueológicas de Alta Montaña y autor del libro El enigma de los santuarios indígenas de alta montaña publicado por la Universidad Nacional de San Juan. (N. de la Ed.)

3Para la explicación del término “huaca”, véase la nota al pie número 2 de la primera entrevista. (N. de la Ed.)