Comentarios críticos


Una historia en dos tiempos

De alguna manera, observar detenidamente un objeto artístico del pasado implica dos movimientos. En primer lugar, uno que tiende a la historización: ¿de qué cultura proviene?, ¿cuál es su datación histórica?, ¿en qué contexto se produjo? Son preguntas, por supuesto, muy valiosas. Pero no son las únicas. Al mismo tiempo, estar frente a un objeto de arte del pasado también abre hacia un movimiento contrario: más que preguntar por la historia, más que querer rastrear un origen, nos quedamos quietos esta vez, detenidos en el objeto mismo, acumulados en el instante de contemplación. Es justamente este doble movimiento como manifestación de la idea moderna del tiempo el que estudia muy detenidamente Giorgio Agamben en Infancia e historia. ¿Cómo superar la idea de tiempo lineal, progresivo y homogéneo que nos ha dejado el positivismo? Según Agamben, la experiencia del placer podría ser una clave, porque es inconmensurable en términos del tiempo cuantificado: “sólo como lugar original de la felicidad puede la historia tener un sentido para el hombre”, señala. (Agamben, 2007, p. 154). Construir una historia a partir del placer, entonces. Pues bien: es esa tendencia a fusionar cronología con placer estético la que aparece en Primeras culturas argentinas, libro de Alberto Rex González y José Antonio Pérez4 que formó parte de la Biblioteca del Instituto de Arqueología de la Facultad de Historia y Letras de la USAL y que, ahora, conforma también el Fondo Instituto de Arqueología Prof. Juan Manuel Suetta, a resguardo en la Biblioteca y Archivo Históricos de la USAL.
Publicado en 1971 por Filmediciones Valero, el libro cuenta con 82 páginas ilustradas, con fotografías, y un conjunto de 32 diapositivas a color. Todo gira en torno a las distintas culturas del noroeste argentino, y más especialmente en torno a sus expresiones artísticas. El placer ante el objeto artístico, por eso, se cruza en el libro con la construcción de una historia: ambos polos están en equilibrio a lo largo de las páginas y las imágenes o, lo que es mejor, se retroalimentan el uno al otro porque, como señalan los autores en el inicio del libro, “como antropólogos debemos interrogarnos respecto de la relación social que existía en las culturas indígenas del Noroeste argentino entre artesanos y objetos materiales”. (p. 6).
Alberto Rex González (1918-2012) fue Director del Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, también Jefe de la División Arqueología del Museo de La Plata y profesor en la misma institución. Recibió numerosas distinciones a lo largo de su vida, como la Distinción Especial de la American Archaeological Society y el Premio Konex de Platino en 1986 y 1996. Con más de cien textos publicados, entre libros y artículos, Rex González se destacó especialmente en el estudio de las culturas indígenas del Noroeste de nuestro país, de las cuales pudo delinear una periodización. En el libro que nos ocupa, junto a Pérez, la describe muy especialmente. En primer lugar, señalan, se encuentra el Período Precerámico, que se inició hace entre 10 mil y 12 mil años con los primeros cazadores que llegaron a la zona desde América del Norte. Le sigue el Período de Agricultura Incipiente y, más tarde, el Período Temprano, que se extiende entre el año 0 de nuestra era y el año 650. El cuarto período es el Medio, marcado por la presencia de la Cultura La Aguada. Y, por último, el Período Tardío, que se inicia en el año 900 y se extiende hasta la conquista incaica, en 1480.
La periodización, sin embargo, deja también lugar al detenimiento y al análisis: es que, como decíamos, la línea de la historia se combina, aquí, con el registro detallado de la actividad artística de cada una de las culturas del Noroeste, donde “hallamos los pueblos que alcanzaron el mayor desarrollo cultural prehistórico en la Argentina” (p. 5). Pero antes de adentrarse en el análisis y la observación detenida de la producción artística de cada cultura, los autores nos acercan una historia más: la de, justamente, los registros y lecturas de esa misma actividad artística. Se trata, en parte, de una historia de los descubrimientos de las diferentes piezas y obras; y, también, en parte, de una historia de su recepción, que fue creciendo y haciéndose más y más rica con el paso del tiempo. Rex González y Pérez mencionan a Imbelloni, a José León Pagano, a Van Oest y a Antonio Serrano como los primeros en interesarse, estudiar y valorar el arte del Noroeste. Y, también, incluyen en la lista a Ricardo Rojas, quien, afirman, incorporó el arte indígena al patrimonio nacional y americano.
En este marco, entonces, viene a colocarse esta nueva mirada, la que los autores exponen en Primeras culturas argentinas. Estudian detenidamente cada una de las culturas del noroeste y, para cada una, suman fotografías y diapositivas a color. Con un capítulo dedicado a cada cultura, los autores incorporan una descripción general, tanto de aspectos económicos y sociales como tecnológicos, que les sirve luego de base para la exposición de las piezas artísticas. De la Cultura Tafí, por ejemplo, que abre la sección analítica del libro, comentan su modo de vida en viviendas circulares, su economía basada en la agricultura y la cría de llamas y también el trabajo sencillo que realizaban en cerámica. En contraste, Rex González y Pérez destacan los trabajos en piedra, ya que, cuentan, la Cultura Tafí llegó a producir grandes monolitos y menhires de hasta tres metros de altura. El libro avanza por orden cronológico: comienza, entonces, con la Cultura Tafí y llega, al final, a la Cultura Inca. Incluye, en el medio, muchas más: Cultura Condorhuasi, Alamito, Ciénaga, Candelaria, Aguada, San José, Santa María y Belén. Además, suma una sección especial dedicada a piezas de dudosa ubicación cultural.
El efecto de lectura es felizmente dual: el libro nos deja con la sensación de haber leído una historia en términos de pura cronología y, al mismo tiempo, de haber recorrido el tiempo de a saltos, en busca de la mirada que, ante los objetos del arte, nos deja quietos, nada más que mirando para después pensar. Lo mejor de los dos mundos. O de los dos tiempos.


4 Registro no. 101 del Catálogo periódico impreso. (N. de la Ed.)