La entrevista: huellas orales en papel

Una enseñanza jesuita básica: la autoridad como servicio

"creo firmemente, que el ámbito natural de una institución educativa en general, mucho más el de una institución universitaria, es la Biblioteca”

Dra. Alicia Lidia Sisca

La Dra. Alicia Lidia Sisca ejerció la Dirección de la Escuela de Letras. Actualmente es Profesora Emérita de la Universidad del Salvador y continúa desarrollando su tarea vocacional iniciada en 1970 como Auxiliar de Cátedra. Ofrecemos al lector el relato de una profesional que se formó en la USAL, a la que luego sirvió con su función académica y hoy sigue en la institución, formando parte del plantel docente y de la Comisión del Doctorado en Letras. Como testigo de este enriquecimiento mutuo, la evolución de una biblioteca.

L.R.: ¿Cuándo fue tu primer contacto con la Universidad del Salvador?

A.S.: Ingresé a la Universidad del Salvador en 1961 como estudiante de la carrera de Letras. A solo cinco años del acta de fundación la presencia de los sacerdotes de la Compañía de Jesús en las cátedras, en la Dirección de las Escuelas y en el Decanato de la Facultad, que entonces se llamaba Facultad de Historia y Letras, me dejó una marca indeleble. Yo transité la época en la que los padres fundadores Ismael Quiles, Avelino Gómez Ferreyra, Ernesto Dann Obregón, Ubén Gerardo Arancibia, Guillermo Furlong y muchos otros, nos mostraron presencialmente un camino muy claro en relación con la finalidad que querían darle a la Universidad. También nos legaron el criterio del respeto a la persona humana para enseñar e investigar y el concepto de compromiso como ciudadanos argentinos para la inserción en nuestra sociedad. Desde sus orígenes esta universidad de la que formo parte con orgullo, propició una mística esencial y distintiva, sintetizada hoy en su escudo: “Doy ciencia a la mente y virtud al corazón”. 1

L.R.: ¿Qué recordás en relación a la existencia de una Biblioteca?

A.S.: Yo diría que la Biblioteca pasó por etapas como así también la Institución. Cuando ingresé, las asignaturas se cursaban en las aulas del Colegio de Lasalle, pero algunas, como por ejemplo Introducción a la Filosofía que daba el Prof. Dr. Juan José Izurieta Craig o, más adelante en el Ciclo Pedagógico, Filosofía de la Educación a cargo del Padre Ismael Quiles, S.J., se dictaban en la manzana del Colegio del Salvador, con su famoso patio de las palmeras, el enorme Salón de Actos, la inmensa Biblioteca de los jesuitas, la capilla y la imponente Iglesia custodiada por San Francisco Javier y San Ignacio de Loyola. Imaginate la emoción de tener en semejantes ámbitos a esos grandes maestros.

De la década del 60, recuerdo un salón grandísimo, el lugar donde estaba la Biblioteca que había nacido dentro del Colegio del Salvador, creado en la última parte del siglo XIX. Había allí un sacerdote a cargo, un bibliotecario, un referencista y dos o tres ayudantes. En aquel momento la Biblioteca era centenaria y ya tenía referencista. Esto no era común. Sólo había referencistas en las grandes bibliotecas. Es que la Biblioteca del Salvador era una biblioteca muy importante. Hace poco un sacerdote jesuita, refiriéndose a la de Córdoba, dijo: “La biblioteca es como la cocina de los jesuitas: fue el punto central donde ellos vivieron, casi más importante que la capilla”.2 Luego, ya en la década del ’70, volqué todas las enseñanzas recibidas directamente de los jesuitas y mi relación habitual con las bibliotecas en la cátedra con la que comencé mi carrera docente, que fue Metodología de la Investigación Literaria. Recuerdo para entonces, la biblioteca de la calle Hipólito Yrigoyen 2442. Estaba detrás de un gran mostrador; no se podía ingresar. Había una empleada que por supuesto no era referencista, pero en el reducido espacio tenía todo muy bien organizado y hacía fácil, para los estudiantes, los préstamos de los pocos libros con los que contábamos. ¡Ah! Pero antes, me acuerdo de otra biblioteca más pequeña en la manzana del Salvador. En lo que llamábamos “el trencito”, una infraestructura precaria de madera realizada para las instalaciones de nuestra Facultad, se ubicaron la secretaría, el decanato y un instituto de investigaciones. En ese lugar humilde la Dirección de la Escuela de Letras estaba a cargo de otro gran maestro: el Dr. Arturo Berenguer Carisomo. Allí también había una biblioteca muy bien organizada y los alumnos podíamos acceder a los préstamos, pero claro, ni punto de comparación con la primera. De modo que cronológicamente existieron primero la Biblioteca del Colegio del Salvador, luego la que se encontraba en “el trencito” y después la de Hipólito Yrigoyen. Ya en la década del ’80 recuerdo el gran paso que se dio al otorgarle a la Biblioteca Central un lugar interesante en la calle Tte. Gral. Perón 1818. En ella comenzó a reunirse el material que había quedado disperso en cada Facultad a partir del año en que los Padres Jesuitas se desligaron de la conducción de la Universidad del Salvador. En 1983, después de tres años como Secretaria Académica de la Facultad de Historia y Letras, tuve el honor y la gran responsabilidad de ser designada Directora de la Escuela de Letras. En esa tarea de conducción y en esa etapa de la evolución de la Biblioteca establecí, concienzudamente, un vínculo estrecho con ella porque creí, y creo firmemente, que el ámbito natural de una institución educativa en general, mucho más el de una institución universitaria, es la Biblioteca. Además tengo que decir, aunque se haya olvidado, que en esos años los estudiantes no iban mucho a la biblioteca de la Universidad porque casi desconocían su existencia. De manera que me acerqué a Susana de Arteaga, una bibliotecaria muy amable y fue la que dio el primer paso para reorganizar, en un lugar pequeño para el público, lo que había quedado de la gran biblioteca del Colegio del Salvador. De este modo fue reestructurando los materiales y comenzó a volcarlos en un catálogo manual. Entonces empezó con la ardua tarea de incorporar algunas de las bibliotecas dispersas que habían ido formándose en las distintas Facultades, como ocurrió también en la Facultad de Historia y Letras. Todo estaba ocupado por estanterías, muchas vacías, y el resto era depósito que contenía mucho material pero literalmente amontonado. Luego la sucedió la Lic. Laura Martino que continuó y mejoró la obra iniciada y con quien también establecí una muy buena relación. En ese momento hubo un avance muy importante porque digitalizó el fichaje manual y comenzó con el ordenamiento de todo el material. Yo creo que lo más interesante que le ha ocurrido a la Biblioteca de la USAL es haber contado en la dirección con profesionales idóneas y con vocación de servicio. Por eso en cada etapa por las que pasó no hubo una ruptura total con lo logrado en la anterior. La Biblioteca Central ha crecido basándose en los pasos ya dados. Cuando me acerqué a vos, como siempre lo había hecho para establecer una comunicación directa con la nueva conducción de la Biblioteca, encontré no solo a una profesional preparada sino a una persona con mucha iniciativa. Además, coincidimos en la formación como profesionales de Letras y en el estilo de trabajo en equipo, para lograr que cada uno dé lo mejor de sí, de acuerdo con sus capacidades personales y su especialización. Es indudable que en esta última etapa el giro que está dando la Biblioteca es mayor y veo una potencialidad de proyección enorme.

1 Scientiam do menti, cordi virtutem. (N. de la Ed.)

2La frase es de Martín Morales, S.J., y pertenece a su disertación dentro del Ciclo organizado por la Casa de Trejo y la Universidad Católica de Córdoba, “400 años de la UNC: reflexiones sobre el período jesuita”, en Córdoba, agosto de 2012.

L.R.: Bueno, se intenta siempre dar un paso más en la organización de los recursos de información, y además necesitamos ir absorbiendo los avances de la tecnología que ha impactado tanto en las bibliotecas. Yo creo que en este tema como en casi todos, las preguntas que debemos hacernos al momento de dirigir un cambio son ¿qué de lo heredado debe continuar, qué debe transformarse y qué debe indefectiblemente morir para dar lugar a algo nuevo?

A.S.: Claro, pero vuelvo al concepto de la necesidad de respetar de dónde se partió para realizar los cambios, porque en nuestra Universidad, por tradición jesuita, los avances deben realizarse sin desatender lo ya transitado. Tiene que haber una continuidad y una coherencia de acuerdo con los orígenes. Esa fue mi manera de trabajar en la Escuela de Letras. Este, podríamos decir, mandato es el que nos dejó el entonces Monseñor Jorge Mario Bergoglio, S.J., hoy Papa Francisco, como uno de los tres criterios fundamentales, en un célebre documento, la Carta de Principios. Fue en 1975, año en que la Compañía de Jesús le confió la conducción a la Asociación Civil Universidad del Salvador. Se trata de un “avance mediante el retorno a las fuentes”, cosa que, observo con alegría, han hecho siempre en la Biblioteca. Ninguna de sus Directoras destruyó lo logrado con anterioridad. Por el contrario, fomentaron la evolución a partir de lo que había y desde ahí dieron nuevos pasos. Claro que este proceso supone mucho trabajo y el trabajo de mucha gente en equipo. Así los experimentados enseñan a los nuevos y se potencian los recursos, se enriquecen las personas y la institución crece. En el caso de la Biblioteca Central el resultado fue excelente y hoy está a la vista.

L.R.: Cuando recién te conocí, hace algún tiempo, te escuché una idea que nos ha servido mucho para pensar nuestra inserción en la Universidad. Es el concepto jesuita de la autoridad, pensar la autoridad como servicio. Porque además se encuadra perfectamente con el sentido de nuestra profesión de bibliotecarios.

A.S.: Claro, pero es porque va muy de acuerdo con tu manera de encarar profesionalmente la tarea directiva. El querido Padre Quiles, del que como te dije fui discípula en el Ciclo Pedagógico, nos enseñó los principios de su filosofía “in-sistencial” (la verdad que tiende hacia la Verdad está dentro del hombre mismo) sustento de lo que él denominó “la educación personalista”, porque siguiendo sus palabras “el hecho de ser ‘personas’nos orienta sobre la naturaleza del hombre como educando y como educador”. Imbuida de sus enseñanzas considero que el ejercicio de la autoridad debe ser servicio porque la conducción está enmarcada dentro de una relación entre personas. Eso es lo que intenté transmitir durante el desarrollo de mi función. Creo que es bueno legar esto a las nuevas generaciones: una cosa es conducir exigiendo y otra cosa es conducir persuadiendo y acompañando como personas desde la función que cumplimos. Sobre la base de lo que hicieron otros, compartimos el trabajo de continuar la tarea entre muchos y a su vez, es lo que dejaremos para que continúen los que nos sucedan. Este es el espíritu que, gracias a Dios, yo pude vivir en el ejercicio de mi función durante muchos años y observo que ahora vos también estás llevando la conducción de la Biblioteca Central de la misma manera: ejercés la autoridad como servicio y a la vez estás formando a un equipo de discípulos que sé que van a continuar trabajando con esa mística vital jesuita.

L.R.: A veces se observa que se agradece en una Unidad el buen servicio, pero ¿estamos agradeciendo lo que debe ser en realidad toda la Universidad, una institución de servicio?

A.S.: Todas las Unidades deben ser de servicio porque es la impronta general que le dieron los Padres fundadores a la Universidad del Salvador y es lo que la diferencia de otras universidades, estatales o privadas. Cada uno, desde su rol específico, debe ser servidor. Como dicen dos versos del Martín Fierro “el fuego pa' calentar/ debe empezar desde abajo”3 , porque aunque se respeten las jerarquías todos los miembros son necesarios para que exista una institución organizada. El liderazgo es necesario para que las instituciones evolucionen y para que haya coordinación en las tareas específicas propias de cada uno. Pero el punto es que eso no nos hace más importantes, cumplimos distintos roles, distintas funciones, aunque todos seguimos siendo iguales como personas. También los jesuitas nos enseñaron incansablemente que uno, en determinado momento, está en una función o cargo jerárquico y en otro momento, está en otra tarea, aparentemente menor pero también necesaria. La importancia de la tarea está dada por la calidad que le imprime quien la hace, no por el cargo que ocupa. Los logros son de la Universidad del Salvador y de todos los que la constituimos, sobre todo si actuamos de acuerdo con la mística jesuita sintetizada en los conceptos de la Carta de Principios que siempre nos orienta y, reitero, nos distingue como Casa de Altos Estudios.

3 Hernández, José. Martín Fierro, “La Vuelta”, vv. 4839-40. (N. de la Ed.) 

L.R.: Parte de la colección para el estudio de las Letras que se encuentra en la Biblioteca Central se debe a una donación que vos misma gestionaste.

A.S.: Sí. En realidad yo coordiné, tiempo atrás, la concreción de varias donaciones para la Biblioteca Central, de importantes profesores de la Escuela de Letras, como por ejemplo la del Dr. Werner Hoffmann o la de la Dra. Ofelia Banchs. Luego, en mi Facultad, por el hecho de dirigir la Escuela de Letras, me fueron dando muchos libros no sólo de Letras sino también de Historia, de Teología y de Arqueología. Este material, más unos quinientos libros específicos de Literatura y Lingüística que donaron los padres de una alumna que no pudo terminar la carrera porque falleció, constituyeron un número suficiente como para organizar una pequeña Biblioteca que llamamos “Dr. Arturo Berenguer Carisomo” en homenaje a nuestro maestro. Al comienzo, y durante tres o cuatro años, conté con docentes y estudiantes entusiastas que colaboraron ad honorem para atender la circulación. Pero como no teníamos personal y los primeros colaboradores se fueron graduando, cada vez más las consultas se hacían de manera relativa y esporádica. Entonces, cuando en 2010 se trasladó la Escuela de Letras a la calle Lavalle donde está actualmente, aproveché la ocasión de convencer a los profesores y estudiantes para que ese interesante acervo bibliográfico se trasladara a la Biblioteca Central. Porque si bien ellos estaban muy acostumbrados a la comodidad de tener los libros en el mismo edificio, entendí que los libros debían estar siempre a disposición para ser consultados, es decir tenían que estar en la Biblioteca Central. Les puedo asegurar que me costó mucho tomar esa decisión, porque había afecto, costumbres de uso, en fin…también mucho esfuerzo y horas de trabajo voluntario. Pero es imprescindible que las colecciones se reúnan en el lugar natural donde viven los libros y en nuestra Biblioteca Central, que ofrece un verdadero servicio, tuvieron ese lugar que les correspondía. Esta decisión fue tan buena para los libros como para los estudiantes y los profesores.

L.R.: Sí. También es muy importante entender que cada Facultad o Escuela forma parte de un todo que es la Universidad del Salvador, y que justamente la Biblioteca es el lugar clave para la comunicación e interacción académica entre los alumnos, docentes e investigadores de diferentes disciplinas. Creo que no hace falta referir a la riqueza que suscita esta cercanía de saberes.

A.S.: Lógico. Fue esto lo que yo busqué cuando decidí un verdadero acercamiento de la Escuela de Letras y la Biblioteca. Y, si bien siempre fui cordialmente recibida, con vos la comunicación se hizo mucho más fluida. Por eso quiero agradecerte, especialmente a vos pero también a tu equipo, esta posibilidad de encuentro que nos ofrece hoy la Biblioteca Central propiciado por tus iniciativas.

L.R.: Bueno, la bibliotecología o más exactos, la ciencia de la información, es una ciencia social que si bien atiende al modo en que se preserva y conserva la información, también analiza los modos en que la misma circula y usa en un lugar determinado. De allí surgen los sistemas que proponemos. Para nosotros esa comunicación a la que hacés referencia es muy importante.

A.S.: Por ello insisto, podemos hacer lo que corresponde a un cargo o función. Pero la manera fluida y sencilla para establecer una verdadera comunicación que es la que nos permitió trabajar realmente en equipo, es lo que les agradezco a ustedes. Creo que un ejemplo que resume lo que estamos destacando y se encuadra en el avance retornando a las fuentes y en la educación personalista es la revista Gramma, que actualmente tiene una trayectoria de más de 25 años. Gramma nació bajo la mirada del Padre Víctor Marangoni, S.J., quien me apoyó mucho en el proyecto de iniciar una publicación de la Escuela de Letras. El primer número de 1989, sólo consistía en tres hojitas mimeografiadas. Esta forma, tan rudimentaria como original, fue copia de los Boletines Informativos que distribuía el Departamento de Teología del que el Padre Marangoni era Director. Gramma tuvo muchos años de lucha y recorrido para llegar a ser lo que es hoy, siempre con el apoyo de las autoridades de la Facultad y de Rectorado. Sin duda, la evolución que alcanzó Gramma fue por el esfuerzo de un equipo de trabajo constituido por graduados, profesores y estudiantes de la Escuela de Letras que me acompañaron en el proyecto. Sin embargo la innegable e importantísima difusión internacional que tiene hoy se debe no solo a su nivel académico gracias al equipo que la sostiene sino al sistema propuesto por la Biblioteca Central de entrar al Portal de Publicaciones en Línea y también al hecho de que ustedes decidieron ocuparse del intercambio con publicaciones periódicas de otras instituciones.

L.R.: En función de tu recorrido académico y del conocimiento de la institución ¿qué expectativas te genera pensar en el futuro de la Biblioteca de la USAL?

A.S.: Las mejores. Contar con profesionales que aman su labor diaria y están capacitados para acercar los avances de las nuevas tecnologías es asegurarnos una Biblioteca con crecimiento permanente. Ya han logrado mucho porque ofrecen un lugar agradable, cercano y accesible a todos, muy nuestro, pero veo feliz que siguen avanzando, no solo cuantitativamente sino en calidad profesional. Como ejemplo concreto de la excelente evolución dentro del marco de la Universidad del Salvador, tomo solo dos pasos dados últimamente por la Biblioteca Central. El primero es la organización del Programa Memento dentro del cual nació Huellas en Papel. Me parecen dos emprendimientos valiosísimos para fortificar una institución educativa como la nuestra. El segundo paso fue la presentación del último fascículo el pasado 14 de octubre en el Salón San Ignacio. Esa actividad mostró el trabajo profesional del equipo de nuestra Biblioteca Central, aplicado al rescate y difusión de la colección Finochietto. La manera como se presentó ese logro profesional hizo que este acto resultara un cálido homenaje a los Doctores Enrique y Ricardo Finochietto, quienes desinteresadamente le dieron mucho a la Universidad del Salvador y se dieron generosamente para la formación de discípulos. Por eso el desarrollo de ese acto, me evocó el lema jesuita de nuestro escudo y por asociación, la filosofía de trabajo que rige el trabajo de Biblioteca. Retomo tu pregunta y te digo que pensar la proyección de la Biblioteca me genera las mejores expectativas sustentadas en el trabajo de ustedes, fruto de la vocación que sienten por las ciencias de la información en general y por la bibliotecología en particular. Esto y sobre todo la calidad humana, que distingue a vos y a tu equipo, aseguran que el futuro de la Biblioteca Central de la Universidad del Salvador sea muy promisorio.

Fecha de la entrevista: 10/11/2015