La entrevista: huellas orales en papel

Cuando operar era un acto religioso

Una serie de expresiones que rodean a los hermanos Finochietto se conjugan para crear una imagen mítica en torno a ellos: “la sala de operaciones”, “el apóstol de la medicina”, “el divino”, “el maestro”. ¿Por qué pervive tal sentido de respeto referido a ellos? ¿Por qué permanecen los relatos de la Escuela de Cirugía en el imaginario médico? En esta entrevista fundamental, los doctores Eduardo y Alfonso Albanese nos explican cómo su padre, el doctor Roque Albanese, discípulo de Ricardo Finochietto, les transmitió un modo de trabajo, herencia de aquella Escuela: el cuerpo a cuerpo con la enseñanza.

Dres. Eduardo y Alfonso Albanese

La Escuela Finochietto tuvo características tan
definidas que quien egresaba o se formaba allí,
salía con un sello
”.
Dres. Eduardo y Alfonso Albanese

 

L.R.: El Dr. Alberto González Varela señala en un artículo que además de los valores éticos, se pueden referir conceptos relacionados con lo estético y la belleza en el trabajo de Enrique Finochietto. Esto me hace pensar en la capacidad para el dibujo, en una cultura del dibujo y del apunte que se observa en anteriores generaciones de médicos. Aptitud que en cierto punto, relaciona el estudio de la anatomía con lo artístico… una destreza con el manejo de las manos.

E.A.: Entre otras exigencias, Ricardo Finochietto antes que alguno
de sus discípulos le hiciera la primera operación (cualquiera sea), le tomaba un examen de anatomía de la región. Entonces al lado del Rawson estaba el que ahora es el Hospital Borda (antes era el Vieytes). Allí guardaban los cadáveres de los fallecidos. El mismo Ricardo Finochietto iba muy temprano por la mañana y hacía disecciones de anatomía. Cuando a un discípulo le encomendaba una operación nueva, debía ir durante un tiempo allí para repasar la parte anatómica y les tomaba un examen. Ahora se encuentra todo en Internet, lo cual es una gran ventaja, pero muchas veces no es un conocimiento profundo del cuerpo. Concretamente tanto Ricardo como Enrique eran muy buenos dibujantes. Lo plasmaron en la parte médica, ellos tenían gran predilección por el dibujo y esto también lo exigían a los discípulos. Por ello mi padre también hacía todos los dibujos del cuerpo.

L.R.: ¿La personalidad y los intereses de los hermanos Finochietto
aparecen claramente diferenciados, se habla de una complementariedad en la que se basó la construcción de la Escuela.

E.A.: En el año 1996, cuando la Universidad del Salvador cumplió 40 años, cada Facultad organizó algún evento conmemorativo. La Facultad de Medicina organizó entonces un homenaje a la Escuela Finochietto. El Dr. Lizárraga, que era el Decano de la Facultad entonces, pidió a nuestro padre que hiciera una especie de presentación, un escrito en el que debajo de la foto de Enrique se puso “Genio”, y debajo de la foto de Ricardo, “Maestro”. Y así fue en la realidad.

A.A.: Claro, porque Enrique Finochietto era un investigador… creó tantos instrumentales… alguno de los cuales los tenemos en la Universidad. El separador intercostal es el más famoso en el mundo…

E.A.: Porque cuando hay que operar el tórax se abre entre costilla y costilla, pero después hay que mantener separadas las costillas porque si no se cierran. Entonces Enrique inventó un separador a cremallera que se usa hasta ahora, es el separador de Finochietto.

L.R.: Bueno, en la bibliografía aparecen mencionados más de 67 inventos…

A.A.: Sí, creó muchas cosas Enrique Finochietto. Tenía vínculos con artesanos que lograban ejecutar sus ideas.

E.A.: El frontoluz, por ejemplo, y también una mesa de operaciones. Era muy creativo. Además tenía la experiencia de los años que pasó en Europa donde había visto muchas cosas. En el año 1946, dos años antes de morir, se hizo un Congreso Internacional de Medicina acá, en Buenos Aires, y vino el Dr. George Moyninhan, el mejor cirujano en el mundo en la parte del tubo digestivo en aquella época. Fue al Rawson y vio una gastrectomía hecha por Enrique Finochietto y al salir dijo: “Si yo el día de mañana me tengo que operar del estómago, vengo a operarme a Buenos Aires por el Dr. Enrique Finochietto”. O sea que era un cirujano de primera, pero además tenía una idea de lo que significaba un enfermo quirúrgico. Cuando vuelve de Europa en el año ’20 armó un servicio — y en esto fue un pionero aquí— que incluía un departamento de hemoterapia, de imágenes. En imágenes estaba el Dr. Malenchini, quien fue un gran radiólogo. Su servicio era muy completo. Enrique fue un creador, pero no era una persona de ir y perseguir al cirujano joven para enseñarle; siempre en silencio, callado, si se le preguntaba hablaba y contestaba; él no buscaba al discípulo, si le preguntaban, contestaba, pero no era de darse. En cambio Ricardo Finochietto era todo lo contrario.

A.A.: Hubo una diferencia fundamental entre los dos Servicios de Cirugía. Los dos eran del Hospital Rawson, pero cuando Enrique Finochietto se hace cargo del Servicio, éste ya estaba lleno de médicos, de modo que tomó médicos ya formados. En cambio Ricardo fue al revés.

E.A.: Fue así: Enrique fue Jefe a partir del año 1922 del Rawson. Ricardo fue también Jefe en el año 1931, pero en el Alvear donde tuvo sus primeros discípulos: los doctores Turco, Zavaleta, Aguilar. En el año 1933 Ricardo es Jefe en una sala nueva del Rawson, que por lo tanto no tenía médicos. Allí pudo organizar todo de cero. Ricardo buscaba al médico joven, porque decía que si no, venía medio contaminado…

A.A.: Tan es así que papá tiene una anécdota: parece que cuando fue a ver a Ricardo Finochietto éste le preguntó: - ¿Cuántos años de recibido tiene? Roque Albanese le dijo: - Un año. Y pensaba “acá me echa”. Pero Ricardo le dijo lo contrario porque no los tomaba si tenían una preparación que fuera de otro lado, que podía ser buena o mala, pero era de otro.

E.A.: En toda la década del ‘30 no había cargos en el Hospital, eran todos cargos honorarios. Recién en el año 1938 la municipalidad de Buenos Aires creó la carrera hospitalaria, entonces aparecieron los distintos cargos, Jefe de Clínica, etc. Ahora, ¿qué pasaba? Que para tener esos cargos que ahora eran rentados, había que tener una antigüedad de diez años. Pero en el servicio de Ricardo Finochietto ninguno tenía diez años de médico. A tal punto que un médico de otro servicio, refiriéndose a la Sala de Ricardo Finochietto, decía: “Ese es un jardín de infantes”. Y esa frase ya quedó por mucho tiempo…

A.A.: Nadie cobraba, excepto el Jefe y el Jefe de Clínica, sólo dos cobraban. Lo que pasa es que era una época en la que no había medicina prepaga, era todo privado, de modo que el médico podía ganar atendiendo por la tarde en su consultorio particular. Enrique Finochietto no perseguía como Ricardo, pero tenía también una disciplina rígida. Ricardo, por ejemplo, si entrara ahora acá diría: “Estas sillas no están bien, esto va acá, esto va allá…” Por eso se ha dicho que Ricardo podía hacer de cualquier médico un buen cirujano, era porque todos lo hacían igual, todos aplicaban el mismo procedimiento.

L.R.: ¿Cuáles son las características de la Escuela Finochietto?

A.A.: Dentro de la Escuela Finochietto se escribía mucho, se tenía
todo sistematizado y escrito de tal manera que nada se hacía que no estuviera codificado, los procedimientos definidos para cada operación, nadie podía improvisar. El discípulo de la Escuela Finochietto se entrenaba para una operación.

E.A.: En la sala de operaciones el cirujano sabía dónde estaba cada elemento, cada instrumento.

A.A.: Estaba establecido lo que hacía el ayudante, lo que hacía el segundo ayudante.

E.A.: Por ejemplo, los días de operaciones todo el equipo tenía que estar a las siete y media en la sala. A las siete Ricardo Finochietto cerraba con llave la puerta del vestuario y se colgaba la llave en el cuello. El que llegaba después de las siete se quedaba sin operar.

A.A.: Sí, una de las características de la Escuela era la rigurosidad. Los días de recorrida de sala se comenzaba a las ocho y hasta las doce o una de la tarde no se iba nadie. Y a la noche se volvía a ver a los pacientes. Nosotros de chicos lo acompañábamos a papá y a veces eran plantones de hasta dos horas, estacionaba el auto en una de las entradas del Rawson y a veces era una espera…
E.A.: La Escuela Finoquietto tuvo características tan definidas que quien egresaba o se formaba allí, salía con un sello. Primero el orden y el cumplimiento de los procedimientos. Luego el paciente era lo primero, el respeto por el paciente era fundamental, en la sala de operaciones no se hablaba, sólo lo indispensable.

A.A.: Cosa que es un defecto ahora en las salas de operaciones, es terrible, bromas…

E.A.: Operar era un acto religioso…

A.A.: Bueno hay una película americana que se llama El Doctor, donde el protagonista es un médico desaprensivo, es buen médico, pero fallaba en el trato con la gente, y en un momento dado se enferma de cáncer y le toca estar del otro lado, entonces ahí cambia… Porque el trato al paciente influye en la cura.

E.A.: La tercera característica de la Escuela era la práctica de la cirugía experimental en perros. Ningún discípulo hacía una nueva operación si antes no la ensayaba varias veces en perros. Y finalmente los idiomas: Ricardo obligaba a sus discípulos a aprender inglés, francés, italiano y alemán también, porque en aquella época la cirugía alemana, antes de la guerra, era de primera.
Cada discípulo tenía acceso a distintos niveles de operaciones en la medida que iba aprendiendo idiomas. Un primer nivel era el inglés y francés o italiano, con esos niveles se podían realizar determinadas operaciones, para acceder a las más complicadas para la época había que por lo menos saber traducir alemán. Y acá hay una anécdota importante: mi padre un día lo va a ayudar a Finochietto y cuando salen del sanatorio, van en el auto y Ricardo le dice: -Dr. Albanese, usted tiene que aprender alemán porque tiene que pasar a otro tipo de operaciones.

Pero mi padre en ese momento todavía era un médico de barrio y le dice: -Mire, yo para pagar a una profesora de alemán no tengo, no puedo.
Entonces Ricardo Finochietto le contesta: - Yo se la pago.
Y se la pagó. Un día le toma el examen de alemán para que ingrese a otra jerarquía de operaciones, porque los exámenes de idiomas se rendían con Finochietto. Un verdadero maestro. Él le repartía a cada uno trabajos, artículos (entre diez y quince por médico) y una vez por mes había una reunión del grupo donde cada una exponía un resumen completo de lo leído. Esto pasaba a un archivo en la Sala, donde estaban los resúmenes para que cualquiera del equipo pudiera consultar. Mi padre tenía un amigo, que era el Dr. Quiroga y se tenía que operar de los meniscos, entonces lo opera Finochietto en el Alvear, lo cita el día anterior al paciente (el Dr. Quiroga) y delante de mi padre y del Dr. Fernández (aún no estaban recibidos) les mostró cómo se hacía la desinfección de la zona, porque en aquella época una de las complicaciones de la cirugía articular era la infección. Entonces explica cómo había que hacer toda la limpieza previa con yodo, con vendajes, le mostró todo. Y estaba al lado de Finochietto el Dr. Ferré1 que fue un gran traumatólogo y anotaba todo lo que Finochietto iba diciendo. Este fue el origen de los cuadernos donde se dejaba asentado cómo había que hacer cada cosa. Entonces luego cuando alguien se operara nuevamente de un menisco, repetían el procedimiento.

A.A.: Repetir todo, pero no sólo la técnica, desde el inicio, la preparación, los ayudantes, los instrumentos.

E.A.: Finochietto no tenía instrumentista, porque para él un cirujano tenía que tener todo en la cabeza, el instrumental lo tenía que armar el cirujano…

AA.: Tenía todos los instrumentos colocados en un lugar preciso. Y esto nosotros lo heredamos a través de mi padre. Porque si poníamos una pinza por ejemplo en el lugar correcto, pero en otro sentido, ya estaba mal, ni hablar, era un desastre… Mi padre siempre dijo que de todos los discípulos el Dr. Ferré era el que operaba mejor. Fue jefe en el Fernández y se dedicó a la ortopedia.

L.R.: ¿Cómo recordaba su padre a Ricardo Finochietto como maestro?

A.A.: ¡Ah, hay una anécdota…! Eduardo la va a contar…

E.A.: Mi padre había hecho su Tesis de doctorado sobre la zona del cuello y cuando entra al servicio de Ricardo, había una operación de la cual él estaba muy orgulloso. En aquella época había mucha tuberculosis, no había antibióticos, y uno de los tratamientos que se hacía era colapsar las cavernas, entonces se paralizaba una de las dos mitades del diafragma, éste subía, comprimía el pulmón más enfermo para que dejara de funcionar.

A.A.: Era para inmovilizar, como poner un yeso, se podría decir que le hacían el yeso al pulmón, para eso le cortaban un nervio…

E.A.: Claro, el nervio que inerva el diafragma viene del cuello, es el nervio frénico. Entonces lo que se hacía era abrir acá el cuello, buscar el nervio, cortarlo, y se paralizaba la mitad del diafragma.

A.A.: Al paralizarse, el diafragma subía porque al contraerse, cuando uno toma el aire, se agranda y chupa.

E.A.: Entonces había una operación que se llamaba frenisectomía, que es una incisión en una sección del frénico. Ricardo Finochietto tenía una técnica de la que estaba muy orgulloso. Ahora qué pasa: la técnica era practicar una incisión más bien chiquita ¿por qué? Porque si se hacían grandes cualquiera iba por la calle y decían “este es un tuberculoso”.

A.A.: Claro, y el hombre va a pedir un trabajo y quizás tuviera problemas, porque esa cicatriz era un signo de tuberculosis.

E.A.: Se trataba que la incisión fuera lo más pequeña posible. La técnica de Finochietto dejaba una cicatriz de un par de centímetros.
Bueno, papá ve esa operación, y a raíz de la Tesis tenía los conocimientos anatómicos muy precisos.

A.A.: Más que precisos. Porque lo que ve es esto: porque todo elemento en el cuerpo va en láminas, no va suelto, sabía que si el frénico iba en esta lámina, no necesitaba verlo, con una incisión mínima, metía la tijera, llegaba a ese punto, hacía así y ya sabía que la había cortado. Por eso pudo mejorar la técnica.

E.A.: El asunto es que cuando termina la operación, sale Ricardo y papá le dice:

-Muy bueno, pero yo tengo la posibilidad de hacerlo mejor que usted. Entonces Finochietto se quedó mirando y le contesta:
-Bueno, tráigame mañana las cosas.
En el interín papá le cuenta esto al Dr. Aguilar, quien le dice: -¡Pero qué dijiste! Finochietto está orgulloso de esa operación…
Parece que papá esa noche no durmió porque pensaba: “mañana me echa...” Imagínense, recién había ingresado. Al día siguiente mi padre le lleva las cosas, las estudia y entonces Ricardo le dice: -Bueno muéstremelo en un cadáver.

Entonces van al lado del Hospital, papá le muestra.

A.A.: Como Aguilar estuvo un tiempo en los dos servicios, en el Rawson y en el Tornú2 donde hacía la parte de pulmón, Finochietto envía a mi padre allí para que Aguilar informara si la técnica podía ser. Y Aguilar informó favorablemente.

E.A.: Entonces Finochietto le hizo hacer demostraciones en la Sala, y como iba a Córdoba donde operaba (en esa época los tuberculosos estaban allí) lo llevaba también a mi padre.

A.A.: Había unas Jornadas y Ricardo Finochietto dijo: - Bueno, yo en esta Sala opero con mi técnica y usted Albanese, en la otra Sala, opere con su técnica. Así la gente ve las dos técnicas. Eso fue algo genial, de una gran generosidad profesional.

L.R.: ¿Cómo es la transmisión del conocimiento hoy en la medicina?

A.A.: La tecnología da mucho acceso a la información ahora…

E.A.: Bueno, el sistema de residencias, el sistema de medicina social ha desvirtuado un poco la figura del “maestro”.

A.A.: La medicina social es un avance en el sistema de salud, pero plantea otra estructura, los métodos de diagnóstico y las técnicas cambiaron mucho. Yo que ya me veo más como paciente que como médico me parece bárbaro todo esto…

E.A.: Se podría decir que hay maestros, pero quizás no se destaquen por el sistema general de salud.

A.A.: Nosotros tenemos todos los años los jefes nuestros que se reciben y pasan a residencia, entonces eligen y les importa mucho elegir. Ahora se ve más por institución que por personas, vamos a tal Hospital… porque además hoy se necesita mucha tecnología.

L.R.: ¿Por qué la Biblioteca, junto con el mobiliario y el instrumental fueron donados a la Universidad del Salvador?

A.A.: Ellos habían estudiado en el Colegio del Salvador y tenían mucho de la formación jesuita, una de sus características era la rigurosidad en los horarios.

L.R.: ¿Era la biblioteca de ambos, de los dos hermanos?

E.A.: Sí, era la biblioteca de ambos, de Enrique y de Ricardo. Hubo un tercer hermano también médico que falleció joven, de cáncer de pulmón. Ricardo falleció en abril de 1962 y donó la Biblioteca en 1960.

L.R.: ¿La camilla en dónde estaba?

E.A.: Ellos tenían su biblioteca y consultorio en Paraguay y Carlos Pellegrini, en la época en que todavía no se había hecho el ensanchamiento de la Av. 9 de Julio. Enrique, que era soltero, primero vivió en la calle Paraná, luego se muda allí. Esa era la biblioteca de ambos y el consultorio y la camilla también la compartían. Los dos atendían allí.

L.R.: Entre los libros que recibimos, encontramos un cuaderno de apuntes de Nicolás Repetto, escrito en lápiz. Está encuadernado como un libro con las letras doradas en el lomo que dicen: Nicolás Repetto Notas de viaje 1895. ¿Ustedes recuerdan algo sobre el vínculo de los hermanos Finochietto con el Dr. Repetto?

E.A.: Enrique nació en 1881, entró a Medicina en 1897 y se recibió en 1904 y entre 1904 y 1906 estuvo como médico en el Rawson. En 1906 viaja a Europa y allí estuvo hasta el año 1909 en Francia, Alemania, Austria, Viena donde estaban los Centros Quirúrgicos más importantes del mundo. En 1909 vuelve e ingresa como médico en el Hospital Rawson. En el 1918 vuelve a Europa junto con el Dr. Pedro Chutro, otro de los cirujanos grandes de la época. Se hace cargo del Hospital Argentino en París donde atiende a los heridos de las guerra del ‘14 al ‘18. Allí adquiere mucha experiencia en la parte de ortopedia y traumatología. Su desempeño, como el de Chutro, fue tan bueno que el gobierno francés les dio a ambos la medalla de oro a la Legión de Honor, que es la mayor condecoración. Y acá hay una anécdota que delinea las personalidades de ambos: Chutro valoró tanto esa distinción que pidió que cuando muriera en la pared principal de la bóveda se pusiera la medalla, la condecoración. En cambio con Enrique Finochietto fue distinto. Un día nuestro padre tenía que hablar en la Asociación Médica el día lunes; entonces
el domingo va a consultar la biblioteca (porque los discípulos podían ir a la biblioteca en cualquier momento). Entonces cuando Enrique ve qué temas quería le dice: -Yo creo que tengo unos apuntes en un rincón.

Y se sube a una escalera y entre unas cosas que tenía guardadas se le cae una caja y dice: -Ah sí, acá tengo esto que me dieron de la Legión de Honor, uh estaba acá, yo no me acordaba.

A.A.: O sea ni sabía que la tenía. Qué diferentes eran las personalidades de ambos…

E.A.: Enrique vuelve a Europa en el ‘20 y en el ‘21 lo nombran Profesor de Clínica Quirúrgica y Jefe de Sala en el Rawson. Allí siguió hasta el ‘48 cuando falleció. Yo creo que como Repetto no se dedicó a la medicina sino a la política se lo debe haber entregado como recuerdo.

L.R.: ¿Los viajes a Europa están relacionados con Enrique, no con Ricardo, verdad?

A.A.: Ricardo estaba casado con Delia Artola de Finochietto, pero no podían tener hijos, entonces Ricardo adoptó uno. Cuando Johnny era chico lo llevaba al Hospital y lo vestía de cirujano, porque quería que fuera médico. Pero el hijo, nada que ver. Cuando lo adoptaron enseguida se notó que era muy despierto, muy vivaz. Luego, con los años se vio que fue demasiado atorrante…
porque terminó en la cárcel. Enrique en cambio era soltero, trabajaba todo el día. Pero se dice que a las diez de la noche se vestía de punta en blanco, polainas, sombrero ¿y a dónde se iba? Al Chantecler3 donde se codeaba con los artistas y tangueros. De Caro le dedicó el tango Buen Amigo. Se dice que Enrique Finochietto, a raíz de recibir la medalla de la Legión de Honor, la de oro, se relacionó mucho, parece que esto le daba una entrada a todo, y como acá había conocido a Gardel…parece que fue Enrique Finochietto el que lo ayudó a Gardel a insertarse en Francia.

E.A.: Parece que en el año 1924 los dos viajaron juntos y Enrique fue el que lo introduce a Gardel en París. Porque Enrique Finochietto se codeó mucho con el ambiente artístico.

L.R.: ¿Cómo fue la relación de los hermanos Finochietto con el peronismo?

E.A.: En un primer momento, cuando surge el peronismo en la década del ‘40, Ricardo Finochietto era del grupo de los antiperonistas; Eduardo nunca se metió mucho, además en el ‘48 ya falleció. Pero en determinado momento Perón y Eva Perón lo llamaron a Ricardo, tuvieron un encuentro y desde ese momento se hizo peronista ¿Qué pasó? No se sabe, pero en el ‘51 o ‘52 se transformó en peronista. Esto hizo que cuando cayera Perón lo sacaran de Jefe de Sala. En el ‘55, Ricardo Finochietto tuvo que irse del Rawson.

A.A.: Papá tuvo un serio disgusto en relación con esto. Porque en un homenaje que se hizo dijo algo de esto, que a Ricardo Finochietto lo habían sacado, y como era el momento que gobernaba el antiperonismo… y como acá en Argentina depende de la época…se valora lo que se dice según quien gobierne… Hasta que aprendamos que hay cosas que tienen que permanecer pase lo que pase, Finochietto hacía una obra en el Rawson, y debió haber transcendido a cualquier cambio político.

E.A.: Entonces en el ‘55 cuando dejó la jefatura la Escuela ya decayó un poco. Porque al no estar Finochietto, la Sala seguía pero la Escuela se fue desvirtuando, no era lo mismo…

A.A.: Los verdaderos discípulos son los que podríamos llamar “hijos”, no los nietos. Porque a veces se habla de discípulo pero no se estuvo con la persona. Yo, por ejemplo, no soy hijo de Finochietto, soy nieto; nosotros con Eduardo lo vimos, lo vimos operar, pero no fuimos discípulos de él. Sí lo fue mi padre.

E.A.: A Eva Perón la operó el Dr. George Pack, que vino en el ‘51 a un Congreso Internacional de Cirugía. Sin que trascendiera le hizo el diagnóstico y después la operó. Ricardo Finochietto ayudó, y el otro que ayudó fue un médico que vivía acá a la vuelta, sobre Riobamba, la primera casa de departamentos, el Dr. Albertelli, que era ginecólogo. Operó Pack y ayudaron Finochietto y Albertelli. Pero era inoperable porque ya estaba todo muy complicado, muy comprometido.

L.R.: ¿Cuál es la última imagen de Ricardo Finochietto que ustedes quisieran dejar para este número de Huellas en papel?

A.A.: Cuando a Buenos Aires viene a un Congreso el doctor uruguayo Palma, que fue el primero en hacer en Uruguay las uniones de arteria con arteria, las anastomosis, papá lo invitó a operar en el Hospital Fiorito. Fue una operación de cinco horas. Finochietto estuvo presenciándola, pidió un banquito, se subió y estuvo las cinco horas arriba del banquito mirando la operación. Me acuerdo que nosotros estábamos allí, Finochietto tenía setenta años.

E.A.: Yo querría recordar algo que si bien tiene que ver con nuestra familia, muestra la personalidad de Ricardo Finochietto, que era una persona dura en el gesto, pero desde otros aspectos… Muy rígido con todo, el que no cumplía lo que él decía, mejor que se fuera. Él echó médicos, tenía un carácter, una personalidad fuerte. Pero en el año 1936, mi abuelo Cosme4 ya estaba enfermo, muy serio, y Finochietto, conociendo el contexto en el que estudió mi padre, llamó a mi madre sin que papá supiera y le dijo que lo llevara al Hospital Rawson porque mi padre haría una operación muy importante en una de las sesiones quirúrgicas, con gente que lo iba a ir a ver. Nuestro abuelo fue de incógnito, Ricardo Finochietto mismo le puso un traje para que pudiera estar detrás del vidrio. Imagínese… para un padre inmigrante, con un puesto de verduras en el Abasto… ver al hijo en esa situación… Al poco tiempo mi abuelo murió… Es decir ese fue un gesto que se le ocurrió a Ricardo, y lo pinta como persona.

Fecha de la entrevista: 22/05/2015

 

1Se refiere al Dr. Rodolfo L. Ferré, yerno de Jesús Hipólito Paz Campero, cuya biblioteca fue difundida en Huellas en papel, Año III nº 5 (2014). (N. de la Ed.)

2 Hospital General de Agudos Dr. Enrique Tornú. (N. de la Ed.)

3Famoso cabaret de la ciudad de Buenos Aires inaugurado en 1924 en la calle Paraná 440 (entre Corrientes y Lavalle). El lugar marcaba un hito en la historia del tango: significó que la sociedad porteña aceptaba en el “centro” una música nacida en los arrabales. Para su inauguración se convocó al sexteto dirigido por Julio De Caro (primer violín), uno de los gestores de esta nueva etapa del tango. (N. de la Ed.)

4 Cosme Francisco Albanese llegó en 1910 de Italia en el vapor Mafalda junto con sus dos pequeños hijos. Trabajó con su puesto de verduras en el mercado del Abasto de Buenos Aires. (N. de la Ed.)