Nota editorial

“…aún los miembros de la nación más pequeña no conocerán jamás a la mayoría de sus compatriotas, no los verán ni oirán siquiera hablar de ellos, pero en la mente de cada uno vive la imagen de su comunión.”
(Anderson, Comunidades imaginadas, p. 23)

Acuarelas y dibujos, azules, costureros, telas, faldas, azulejos, capiteles, rejas, guipure, organdí, hombreras, broderie, sombreros, la sisa, la hechura, collages, tangos, escupideras antiguas, ángeles, guiones, letras, canciones, perchas, y el ramo de perchas regalado por Niní Marshall*, tarimas, escenarios; cortadoras, otra variedad de azules, costureras, colores, baile y milonga, movimiento, ensayos, ángeles, dorados, molduras, nostálgicos del tango, el dibujo de la rosa que descubrió Squirru*, óleos, vestidos de percalina, telones y pantallas, pinceles, alfileres, hilos, lápices, papeles, bordados y verdes, y transgresores, y grises, y libros; violetas, actrices, actores y cantantes, salivaderas, más azules, más ángeles, cornisas, maniquíes, fotos, la Singer, pinturas, amarillos, rojos, bocetos, bambalinas, grabados, esculturas, azules, azules y ángeles, espejos, tablas y la desbordante imaginación de un hombre gordo que lo reúne todo, que lo recrea todo extremando la creatividad en un mundo en el que se prohibía prohibir, y en el que la imaginación tomaba el poder. Una época: los Beatles*, el horror de Vietnam, el inminente mayo francés más allá del Atlántico; el rock nacional, el Di Tella1 y Eduardo Bergara Leumann acá. El ángel gordo, ese “dos ángeles en uno” como lo llamó la actriz española María Casares*, irrumpe en la escena cultural porteña cuando la minifalda y los pelos largos atravesaban dictaduras, sin saber que todavía no había llegado la barbarie mayor que vivió la Argentina. Intentamos decir en esta concisa nota cuál fue el universo desde el que inventó y se inventó Bergara Leumann, con qué elementos cotidianos se convirtió en un mago para adultos que, como María Elena Walsh* o como Quino* con su Mafalda, aceptaron el compromiso de mover fronteras estéticas, utilizando su talento para cuestionar los esquemas burgueses de pensamiento.
Pero ¿quién fue en verdad Eduardo Bergara Leumann? La respuesta desde la lógica formal incluiría un abanico de conceptos, respuesta tan difícil como querer definir ¿qué es la Botica del Ángel? ¿Qué ha sido esa Botica a lo largo de su historia iniciada en el año 1966?
Preferimos dejar que los lectores realicen de manera individual su “experiencia Bergara” porque como todo creador genuino la vasta obra que dejó tiene múltiples accesos, y cada uno podrá realizar su propio camino por un universo que se manifiesta en programas de televisión, dibujos, escenografías, vestuarios, guiones, espectáculos y, por supuesto, en la que es considerada su máxima creación, la mítica casona que todo porteño conoce como la Botica del Ángel, Museo que recibió como legado la Universidad del Salvador.
Los testimonios de quienes lo conocieron e interactuaron con él en el mismo devenir de su quehacer son una puerta de entrada insoslayable para comprender el alma de un hombre en constante estado de creación, dueño de una imaginación desbordante, y que nunca cejó en establecer lazos y continuidades entre artistas, creadores, fundaciones, etc. En este sentido, en la sección La entrevista: huellas orales en papel acercamos a nuestros lectores los recuerdos y vivencias de quienes fueran sus dos asistentes hasta el final: Lilian Yolanda Acuña y José Luis Larrauri; y también de dos de sus entrañables amigos: la cantante Marikena Monti* y el artista plástico Juan Carlos Benítez*. A todos ellos nuestro agradecimiento.
Atravesando ya el tercer año de Huellas en papel renovamos y reafirmamos nuestros objetivos y el alcance que nos proponemos con ella: ser una herramienta de difusión de los contenidos de la Biblioteca y Archivo Históricos de la Universidad del Salvador; privilegiando como destinatarios a todos los lectores capaces de percibir que el presente guarda lazos con el pasado. De este modo, siguiendo las tendencias actuales en cuanto a la inserción de los archivos en la vida cotidiana, asumimos que los fondos que la USAL ha acogido en custodia son una oportunidad para mostrar al público en general (y no sólo al público especializado) la potencialidad del patrimonio documental para la conservación de la memoria colectiva.
Las secciones que a partir de este número quedan fijadas luego del recorrido realizado por nuestros primeros seis números son las siguientes: Nota editorial, Catálogo periódico impreso, Reseñas históricas, Leer la historia, Prácticas de…, La entrevista: huellas orales en papel, Notas de vida y Glosario de términos técnicos.
Finalmente, siendo nuestra concepción que la historia es un bien que debe estar al alcance de todos, difundimos en esta entrega solamente los libros dedicados que componen el Fondo Bergara. Sin embargo adelantamos que, como será fácil imaginar, es imposible dar a conocer en un solo fascículo la totalidad de un Fondo constituido por múltiples tipos de documentos: programas, dibujos, grabados, láminas, bocetos, fotos, cartas… en diversos soportes.
Ya se abre la escena para los lectores, intentemos acercarnos a la vida de un hombre incansable: Eduardo Bergara Leumann, quien se sobrepuso a los golpes económicos, a los golpes políticos, a los períodos de indiferencia y a los períodos de gloria, se sobrepuso al paso y el peso de los años, mientras su Botica del Ángel era fundada, trasladada, clausurada, vendida, y vuelta a fundar. Por ello decimos que cuando una persona real, un hombre de carne y hueso logra combinar el pulso cotidiano de la vida con la fantasía, ese hombre se vuelve más cierto o completo porque imagina.
Y lo sabemos, si la realidad y la imaginación felizmente se descubren aparece un modo privilegiado de conocimiento, aparece el mito: la Botica del Ángel constituye para los porteños algo más que una casona bella, es mucho más que un collage escenográfico; es antes que nada ese lugar que alguna vez convocó a los artistas de todas las ramas para arriesgarse al juego de la pura libertad, una libertad sin límites; y es el lugar único en la Ciudad de Buenos Aires donde se realiza un homenaje a la memoria de los artistas argentinos.
Imposible narrarla. A la Botica del Ángel debemos concurrir con los ojos iniciáticos de un niño, vivir la travesía, arriesgarnos al amoroso asombro. Cuando salimos seguimos siendo argentinos,o porteños. Pero seremos otros.
Sin saberlo, la Botica del Ángel nos narra a cada uno, nos viene imaginando con nuestras contradicciones, silencios, olvidos aciertos e invenciones; y nos regala una historia para palpar. Es irreverente, nos recrea desde hace más de cuarenta años.

Liliana Rega
Directora

1Se refiere al Centro de Artes Visuales que funcionó en el Instituto Di Tella en la década del ’60 como espacio de promoción, fomento y desarrollo de la vanguardia artística en Buenos Aires