La sabiduría que
transforma
Entrevista al Dr. Bernardo Nante,
investigador de las relaciones
entre la filosofía, las religiones y
la psicología. titular de la
Comisión de doctorado de
y asesor en el VRID8.
"…hay otro
aspecto de la obra de Quiles
que es fundamental y
quiero señalar,
es el diálogo
interreligioso.
Bueno, es importante
ver que antes
de ser
interreligioso, el diálogo
tiene que ser diálogo."
L.R.: Bernardo, querríamos
reconstruir aquel encuentro, cuando el Padre Quiles ya era un referente como
filósofo y teólogo en el estudio de las religiones y usted, el joven filósofo
ya interesado por la antigüedad y por las religiones.
B.N.: Considero que tuve una doble suerte.
Primero, por tenerlo como profesor en un seminario que él dio en
L.R.: ¿Qué implicó trabajar con Quiles?
B.N.: Siempre
era muy grato, pero no sólo por lo que él sabía sino por su humildad, daba
mucho espacio para que uno creciera. También estudié con él el tema de la
interioridad en San Agustín en el marco del CONICET; lo interesante es haber
podido ver su trayectoria en su etapa final. En ese entonces Quiles comenzó a
interesarse por los pensadores del Japón, y yo fui heredando muchos de sus
intereses; por ejemplo Teilhard de Chardin, Aurobindo, temas que en
L.R.: Nosotros escuchamos constantemente
en torno al Padre Quiles la referencia a su actitud de apertura. Nuestra
pregunta es ¿esa apertura de Quiles se circunscribe sólo a una escucha, o en su
obra se observan las huellas, los rasgos de otras culturas?
B.N.: Quiles es un pensador que intentó una síntesis
filosófica teórico-práctica: claramente en su obra trabaja con frecuencia la
relación entre filosofía y vida. Repetía esa expresión de Pascal que dice que si
la filosofía no sirve para la vida, no vale la pena dedicarle una hora. Hay que
pensar que Quiles ha sido un gran estudioso,
L.R.: ¿Cuáles son los ejes
del diálogo entre la cosmovisión que desarrolla Quiles y los filósofos de su
época?
B.N.: Cuando él desarrolla su sistema
filosófico, lo hace en diálogo con los pensadores predominantes de la época,
porque un sistema filosófico siempre se construye en diálogo coetáneo. Cuando
Quiles desarrolla su cosmovisión, tenía mucha vigencia el existencialismo, y
también Heidegger. Quiles veía que el existencialismo describe con mucha
profundidad la angustia del hombre, el hecho de sentirse perdido en el mundo.
Hay toda una rica literatura de posguerra que tiene que ver con la angustia
existencial, ontológica, etc. Pero le preocupaba que estas filosofías describieran
la situación del hombre, sin dar respuestas, en definitiva le preocupaba su
pesimismo o desesperanza, con la excepción de algunos como Gabriel Marcel. Para
algunas concepciones filosóficas contemporáneas hipercríticas, escépticas (y
prefiero no detenerme en esto) puede parecer ingenuo intentar respuestas “de
vida”; pero desde el punto de vista humano, existencial o, si quiere – en
términos de Quiles – “in-sistencial”, esto es de gran necesidad y profundidad,
por lo que decíamos antes respecto de Pascal. Por ello, más que nada la filosofía
de Quiles es una antropología filosófica y una “ascesis antropológica” es
decir, el centro es el hombre que en última instancia se abre al mundo y al
Dios que lo sostiene, pero el peso de la cuestión o del dilema existencial está
– en términos “naturales” – en el hombre, en el uso sensato, sabio, del libre
arbitrio y del trabajo sobre sí (recordemos el bello libro Cómo ser sí mismo). Quiles retomaba la antigua idea de la filosofía
como forma de vida, como horadación de la sabiduría, como ἔπιμελέια ἕαυτοữ (epiméleia heautou), “cura
sui” (“cuidado de sí”). Quiles se pregunta por la esencia del hombre, y comprende
que el concepto de existencia, que literalmente significa estar fuera de las
causas, estar hacia afuera, (existere
sugiere esa idea= ex-sistere) da cuenta de una cara del hombre, que el hombre
es eso porque fundamentalmente hay un centro, un punto interior desde donde
surgen y hacia donde van todos los actos humanos al que le dio un nombre, lo
llamó “in-sistencia”: in hacia dentro, en griego ἔndon (endon),
y sistere es una reduplicación
radical del verbo stare que significa
“estar parado” (sistere: estar parado firmemente); por lo tanto in-sistere sería “estar parado adentro firmemente”.
Este movimiento hacia adentro él lo ve como condición necesaria para todos los
actos del hombre; es el principio fundamental, el principio del hombre, el
principio óntico que lo constituye. Lo interesante es que no es un principio al
que se llega por vía lógica, racional, aunque hay una aproximación racional que
acompaña un movimiento integral. La obra de Quiles lo que intenta, sobre todo
en los últimos tiempos, es indicar la necesidad de una ascesis, de un
movimiento, un trabajo hacia adentro; el
hombre tiene que darse el tiempo para buscarse a sí mismo y ser más
autoconsciente, porque de esa manera se llega a un mayor autocontrol, más
autodeterminación, entonces se alcanza una mayor libertad. Como decía Sócrates,
una vida sin indagación no merece la pena de ser vivida. Y esa indagación no
puede ser meramente racional. En esta ascesis de Quiles, hay siempre una
fidelidad al cristianismo, pero sin duda con un enriquecimiento por parte de
los métodos ascéticos del Oriente, particularmente el yoga.
L.R.: ¿Sobre qué autores
descansa el pensamiento del Padre Quiles?
B.N.: Si bien él tenía una gran formación
tomista, aunque la escolástica de Quiles pasa mucho por Suárez y también por
Escoto – pero este es un tema técnico que prefiero soslayar –, tienen una gran
importancia San Agustín y la ascética de San Ignacio. San Agustín trabaja mucho
la interioridad, y en San Ignacio sus ejercicios espirituales llevan a la
reflexión acerca del mundo, al puesto del hombre en el cosmos, etc., pero
haciéndolo desde una meditación que es verdadera “contemplación”, no solamente
desde una lucubración. De este modo comienza a integrar la filosofía tomista
con elementos más vitales. Por eso, su obra es integradora; así cuando Quiles
da a entender que “persona” es el “ser que está en sí mismo” entiende que en Santo
Tomás esto se corresponde con el “retorno a su esencia” … reditione completa, con antecedentes en el Pseudo-Dionisio.
L.R.: Es muy tentador para
los bibliotecarios pensar al Padre Quiles frente a una gran diversidad de
libros, recorriendo bibliotecas, bibliotecas de Oriente, aparentemente tan
lejanas ¿cómo se asimila en su propuesta filosófica este contacto concreto?
B.N.: Claro, en la década del ‘60 Quiles viaja a través de un programa de
L.R.: ¿Quiles practicaba el
yoga?
B.N.: Sí, sí. Él era un yogi extraordinario
… ¡al menos en términos occidentales!. Con la frágil salud que tenía, Quiles
podía estar en un aeropuerto haciendo un asana,
inmutable en medio del bullicio y de un público sorprendido, más en esos
tiempos. Quiles practica el yoga desde mucho antes de comenzar a profundizar en
estos temas. Él me dijo muchas veces que el yoga le había salvado la vida, porque
le permitió sobrellevar su problema pulmonar. Pensemos que él llega a
L.R.: En este movimiento
hacia adentro que señala Quiles debe hacer el hombre para encontrarse ¿qué tipo
de psicología se plantea?
B.N.: La psicología como disciplina
empírica, científica, surge en la década de 1870. Antes en Occidente la
psicología era – si exceptuamos cierta psiquiatría dinámica romántica del siglo
de fines del XVIII y principios del XIX – era una rama de la filosofía, un
estudio teórico acerca del alma. La empiria científica comienza a fines del
siglo XIX marcada por un intento de ser científica, aparecen laboratorios de
experimentación (William Janes y W. Wundt), cosas que son muy útiles, que han
permitido establecer vínculos entre ciertos aspectos de la conducta animal y la
psicología del hombre. El psicoanálisis freudiano se separa un poco de este
modelo, pero sigue siendo en algún sentido positivista, al menos sin dar cuenta
de una dimensión espiritual de la psique humana, lo espiritual está descartado.
En el ámbito de la psicología hay que esperar la figura de Jung para que haya desde
este ámbito una apertura
a la dimensión espiritual. Por cierto,
luego vendrán las
escuelas humanistas, Frankl y las
controvertidas
corrientes transpersonales. Allí comienzan a
aparecer algunos
psicólogos que indagan profundamente los
antecedentes
occidentales, sobre todo cristianos, como la
indagación del alma que
hace San Agustín, o se meten con el
Oriente. Pero en general
la psicología predominante es adversa a
todo esto pues guarda un
sesgo psicopatológico, que es necesario pero que tiene como referente la
anormalidad. Porque la gran cuestión es, si al hablar
de lo inconsciente, lo
pensamos sólo como lo reprimido o el
residuo mnémico o de donde se encuentran los
trastos viejos del día. En ese caso … ¿para qué voy a ir adentro? Sólo voy a ir
adentro a sacar represiones, lo cual puede ser necesario. Pero si en lo
inconsciente hay una fuente de creatividad, una profundidad, por encima de todo
un centro interior o algo que me conecta con mi mismidad y de ese modo me abre
a lo más profundo mío y eventualmente me abre a una conexión con Dios o como
queramos llamarlo, esto ya es diferente. San Agustín dice que Dios es más
íntimo que mí mismo. La paradoja que uno puede decir es que la psicología es un
fenómeno contemporáneo, pero hay una psicología profunda tanto en Occidente
como en Oriente que por lo general hemos perdido, y que tiene que ver no
exclusivamente con lo reprimido, sino con dimensiones de la profundidad del
alma. Y la obra de Quiles trabaja esto, aunque con otras palabras.
L.R.: ¿Cuál sería la
originalidad de Quiles?
B.N.: Es originaria más que original. La obra de Quiles es un intento de
recuperar con un fundamento racional una dimensión espiritual del hombre, que
tiene una interioridad, un centro que describe como un punto irreductible desde
donde y hacia donde actúa con libertad. Ese “punto” que está “enrollado sobre
sí mismo” (algo así como la “fina punta del alma” neoplatónica, aunque en
Quiles es personal), fundamenta su ser y su libertad, porque sólo así, sólo en
este caso cuando el hombre dice ‘yo’ no es el yo de afuera (meramente
adaptativo) el que lo hace sino que hay una mismidad profunda, un sí-mismo que
está esencialmente en sí y a la vez abierto al cosmos, abierto al prójimo, a la
trascendencia. Quiles reformula estas ideas, pues si bien no fue el primero en
proponerlas, les otorga una base y un fundamento contemporáneo. Este aporte es
muy valioso e implica necesariamente un puente entre Oriente y Occidente.
Ahora, hay otro aspecto de la obra de Quiles que es fundamental y quiero
señalar, es el diálogo interreligioso. Bueno, es importante ver que antes de
ser interreligioso, el diálogo tiene que ser diálogo.
L.R.: Diálogo es una palabra
que me resulta interesante para pensar, porque su uso está muy extendido en los
medios, en la cotidianeidad, y no estoy segura que sea una práctica realizada
tal como el término lo señala. Es decir, entiendo por diálogo aquello otro que
surge nuevo del encuentro de A y B, debería surgir algo que sea C. Para lo cual
no es suficiente escucharse respetuosa, urbanizadamente, sino que se debe
renunciar, o al menos reformular algo de lo propio ¿cómo plantea el diálogo el Padre
Quiles?
B.N.: Claro, está muy bien eso. Si no ocurre
lo que vos decís no hay un verdadero diálogo. Quiles dice que el diálogo es un
diálogo de amor. Cuando dialogo, el diálogo para Quiles comienza primero
internamente, primero debo haberme conectado conmigo mismo, con la
“in-sistencia”, con cierto ser y conciencia internos, porque si yo estoy
afuera, no es que el otro no se puede conectar conmigo sino que yo no estoy
conectado conmigo. Primero debe haber una afirmación de mí mismo, debe haber una
autoconciencia, una autoafirmación, de ahí en más me abro al otro con el menor
prejuicio posible, me abro al otro esencialmente, afirmo al otro. Me afirmo a
mí mismo, afirmo al otro y después vuelvo a mí mismo. En esa vuelta, cuando yo
vuelvo sobre mí mismo debería haber un enriquecimiento; en cambio, si cuando
vuelvo yo me quedé igual es porque no hubo diálogo. No necesariamente tiene que
haber “novedad”, porque generalmente confundimos lo “nuevo” (novum) con la novedad, y novedades
tenemos en muchos lados, en Internet tenemos novedades, datos, pero lo nuevo es
la renovación (renovatio), es decir, que
hubo un contacto con el ser del otro. En el encuentro humano necesariamente hay
algo nuevo que surge. En esto Quiles valorizaba mucho la obra de Martin Buber,
aunque no estaba totalmente de acuerdo, sí toma el concepto de Buber del hombre
como un “yo-tú”, no hay yo sin tú, por aquel cuento jasídico judío muy bello
que dice: si yo soy yo y tú eres tú, ni
yo soy yo ni tú eres tú; ahora, si yo soy yo y tú y tú eres tú y yo, entonces
yo soy yo y tú eres tú. Quiles lo que dice en esta postura de Buber es que
el énfasis está demasiado puesto en el “yo-tú”, para él es muy importante hacer
más presente esa “in-sistencia” que está abierta
esencialmente al otro, pero que a la vez está toda en sí misma. Uno cuando
piensa en el amor piensa solamente en el afecto, pero un diálogo de amor
entendido como un querer bien, implica afirmar al otro. Es un acto ontológico,
afirmo al ser del otro. Me afirmo a mí mismo en el momento in, afirmo al otro en el momento ex. Quiles decía que la in-sistencia es en realidad una in- ex in-sistencia,
adentro-afuera-adentro, en este movimiento, que no es mecánico, que es vital y
espiralado, se van enriqueciendo las personas porque hay una transformación. Si
no hay transformación, no hay diálogo. Y uno se da cuenta después. Cuando hubo
diálogo hay crecimiento en las personas.
L.R.: Necesito ir ahora a un
punto que para nosotros es difícil aunque crucial, porque en este número de
Huellas en papel estamos describiendo la colección que encontré en
B.N.: Claro, te encontraste con libros muy
extraños…
L.R.: Claro, yo tenía mis
prejuicios también, y pensaba encontrarme con libros de yoga, del hinduismo,
budismo zen, pero encuentro libros de quiromancia, libros teosóficos, de la
cábala en fin… ¿cómo describir esto?
B.N.: Sí, sí efectivamente yo conozco esa
colección, vos habrás podido ver por las fichas que soy uno de los pocos que
los ha utilizado…
L.R.: ¿Estos eran libros que
Quiles leía?
B.N.: Lo que ocurre es que Quiles era un
hombre que tenía una gran curiosidad, una gran apertura. Un verdadero
investigador como era Quiles seguía la idea de que para desechar algo, primero
hay que conocerlo; San Pablo decía “pruébalo todo y quédate con lo bueno”. Entonces
Quiles leía de todo, luego las obras que él cita son las que le importaron más.
La obra de Quiles es una obra filosófica que tiene una fuerte vertiente
clásico-cristiana, con un gran diálogo con el pensamiento contemporáneo, la
figura de Heidegger, todo el existencialismo, Bergson, y también el Oriente;
trabajó el hinduismo, budismo, tradujo textos de Plotino, Santo Tomás; conocía
a los autores de la antropología filosófica contemporánea, es decir, todo libro
vinculado con esas corrientes no tiene que sorprendernos porque es el Quiles
que conocemos. Efectivamente, se van a encontrar otra clase de libros porque, y
esto lo digo salvando las distancias enormes, a mí también me pareció que había
que leer de todo porque si no, uno no investiga, uno no puede quedarse
solamente con los autores que le interesan, de lo contrario uno no comprende. En
este sentido el surgimiento del orientalismo vino acompañado en algunos casos en
Occidente de cierta rémora ocultista, particularmente teosófica. Pero hay que
atender también a una cuestión, no
olvidemos que en Argentina había mucha dificultad de acceso a determinada
bibliografía, entonces Quiles compró más de una biblioteca en bloque. La
colección que se está difundiendo en esta entrega Quiles la compró a un bibliófilo
francés que vivía en Argentina y tenía muchos libros de temas esotéricos y de
ocultismo. Era un hombre conocido en el ambiente bibliófilo de temas religiosos
y espirituales, yo no lo llegué a conocer, de nombre sí, era un bibliófilo que
juntaba libros raros. Por ejemplo yo recuerdo que hay libros clásicos de antigüedad
o de egiptología como Moret, Maspero, Mayassis,
etc; pero también hay libros de magia, libros ingleses de fines del siglo XVIII
y principios del siglo XIX como por ejemplo las traducciones de Taylor, un gran
traductor inglés de textos platónicos y neoplatónicos que influyó en
Wordsworth, Blake, etc.
L.R.: Es muy enriquecedor
para nosotros que conozca la colección.
B.N.: Bueno son libros interesantísimos,
libros excelentes para una persona estudiosa de estos temas, se entiende… pues
además respecto del ocultismo debe señalarse que forma parte de las corrientes
que deben ser estudiadas en la historia de las religiones. Desde sus raíces
renacentistas relevantes como Cornelio Agrippa hasta autores teosóficos, no
sólo Blavatsky, e incluso autores franceses como Abellio, Amadou, etc. que no
eran teósofos y que son de gran interés filosófico y cultural. Todas obras
discutibles pero en este caso son autores de gran cultura. ¿Cómo desechar el gran
estudio de Viatte sobre el ocultismo en el Romanticismo? Hoy estos temas se
tratan en cátedras específicas, en
L.R.: Es muy importante
acercarnos a estas prácticas de lecturas en contexto.
B.N.: Claro, luego él también le compró
libros a un orientalista argentino, Raúl Ruy, un hombre que ni siquiera hizo el
secundario, y que sin embargo tradujo del Pali textos budistas y también
tradujo poesía china. Tenía la mejor biblioteca privada orientalista en
Argentina de aquel entonces. Tenía 10.000 volúmenes preciosos, incluida una
extraordinaria colección de libros tibetanos. Se fue deshaciendo de a poco de
su biblioteca por problemas económicos. Quiles le compró mucho. Yo lo conocí
porque yo también le compré, por ejemplo la enciclopedia Hastings de religiones
(13 v.) y Science and Civilization in
China, de Joseph Needham, entre otros.
L.R.: ¿Existe alguna referencia
a los teósofos en la obra del Padre Quiles?
B.N.: Sí, hay algunos textos, pocos, donde
él mismo advierte sobre las discutibles interpretaciones teosóficas. Por
ejemplo, en la “Iniciación bibliográfica” consignada en Qué es el yoga reconoce haber utilizado la traducción de Alice
Bailey de los aforismos de Patanjali, aunque advierte que debido a su
inspiración teosófica (y utiliza el término “teosofismo” que se distingue,
claro, de la teosofía neoplatónica) no deben tenerse en cuenta sus interpretaciones
por carecer de valor científico y filosófico. Por cierto, esta obra precede,
por ejemplo, la edición de Patanjali de Walter Gardini que trabajó en
L.R.: Es indudable que
Quiles fue a fondo cuando tuvo que conocer lo otro.
B.N.: Por supuesto. Además Quiles fue una
persona muy abierta, humilde. Si con algo o alguien estaba en desacuerdo, no
perdía tiempo en ensañarse. Si alguna persona hablaba mal de él, no se detenía,
no hablaba mucho de eso, escuchaba, seguía adelante. Quiles era muy “inteligente”
desde el punto de vista crítico, pero también – o sobre todo – era muy
profundo, lo cual no es lo mismo. La sabiduría no se detiene en las
distinciones racionales; el sabor sapiente toca el alma y por eso transforma.