NOTA EDITORIAL

 

“Los occidentales debemos pensar que ni en filosofía, ni en arte, ni en las demás manifestaciones del espíritu, incluso en la religión, hemos expresado todas las modalidades y todas las posibilidades humanas.”   (Quiles, Qué es el yoga,  pp. 3-4)

 

Las representaciones más comunes que Occidente ha forjado en torno a Oriente desde mediados del siglo XIX divulgaron imágenes de pueblos asiáticos, semitas, musulmanes, árabes, judíos, como portadores de “otras” mentalidades y “otra” cultura. Un imaginario que habla de Oriente como un conjunto de “otras” naciones con seres exóticos y de una sensualidad estereotipada, un lugar distante y envuelto en aquella atmósfera fantástica de los antiguos relatos infantiles con que nos arroparon nuestras abuelas. Tanto las miradas románticas de “aquello distinto y lejano”, como los análisis que hacen hincapié en el “choque de civilizaciones”  y en “fanatismos” ideológicos,  conciben a un Oriente totalmente “afuera” de nosotros, como una realidad que está allí, mientras que Occidente se encuentra acá. Se suman a este escenario de opuestos, otras corrientes ideológicas de diversos orígenes que, durante el siglo XX, han buscado en el Lejano Oriente inspiraciones místicas, como las experiencias hippies de los años sesenta y la New Age expandida a partir de la década del noventa, con el fin de alcanzar nuevos niveles de conciencia.

El párrafo que antecede posiciona la obra del Padre Quiles en un lugar fundamental en la historia de la cultura occidental. Efectivamente, en una época que se mueve entre el relativismo y el esnobismo, aparentemente ajena a la profundidad constitutiva de la persona y a las dimensiones del misterio y de lo sagrado, el trabajo intelectual de Quiles postula un modelo de conocimiento que, alejándose de los reduccionismos que ocultan trasfondos políticos, clisés etnocentristas o vías espirituales vacías de significado, permite acercarnos a lo que hoy podríamos llamar el “Oriente espiritual profundo”. Un gigantesco esfuerzo del pensamiento donde se recuperan las tradiciones de Oriente en comunicación con las voces filosóficas del siglo,  con el fin de descubrir un modo de enlazar las conciencias de una humanidad que se enriquece a partir de su pluralidad, abandonando la confrontación beligerante, pero también el exotismo o pasatistas fórmulas de espiritualidad.

Todas las personas que hoy recuerdan al Padre Ismael Quiles en la Universidad, nos relatan de forma insistente, su actitud de gran apertura y humildad. En este sentido, hacemos alusión al relato contemporáneo Samsara del argentino Rosetti, allí el protagonista que se encuentra volviendo de su viaje a Irán nos dice: “Yo siempre admiré casi más que cualquier otra cosa, esa calidad que algunas personas poseen para evitar lo que separa y acentuar lo que une, lo que es posible compartir”. (p. 175).

Siendo el P. Quiles una persona fundamental en el origen y en la identidad de la Universidad del Salvador, Huellas en papel presenta en esta entrega cuatro entrevistas que constituyen un abanico de posibles abordajes a los rasgos de su persona y de su legado.

De este modo, el Dr. Pablo Varela nos abre las puertas de sus entrañables recuerdos de aprendizajes vivenciales junto al Padre, la hondura de un puñado de hechos que transcribimos con la esperanza de poder transmitir aquellas realidades que, aunque intangibles, moldearon los perfiles de quienes hoy constituyen la Universidad del Salvador.

En el diálogo con el Dr. Jorge Martin nos acercamos a las etapas que se distinguen en la evolución del pensamiento de Quiles, y al marco que posibilitó el desarrollo de su sistema filosófico, el Concilio Vaticano II, uno de los acontecimientos religiosos más importantes del siglo XX porque tendió puentes con la cultura moderna y porque potenció el ecumenismo a partir de la afirmación de Juan XXIII: “Son más las cosas que nos unen que las que nos separan”.

La entrevista con el Dr. Bernardo Nante es insoslayable para comprender que el contexto de estudio y la búsqueda intelectual de Quiles estaba guiada por un amor a conocer “a fondo”; una escucha que lo llevó a rescatar los valores de las tradiciones religiosas de Oriente, haciendo posible aquel sueño de vivir la modernidad como un espacio propicio para una experiencia espiritual liberadora.

El asombro del encuentro con lo otro, y la apertura que significa a nivel personal y formal la Escuela de Estudios Orientales desde hace cuarenta y seis años, son relatados en la amable conversación mantenida con el Lic. Carlos Rúa. Cerramos así la sección La entrevista: huellas orales en papel, confiando que nuestros lectores puedan recrear o concebir un no tan lejano Oriente.

Presentar en esta entrega los libros que constituyen sólo parte del Fondo Quiles que se atesora en nuestro Archivo Histórico, nos lleva a encontrarnos con una colección que socava la antinomia Oriente-Occidente, pero que además nos cuestiona. Porque para analizar la cultura y la religión propia a la luz de otras voces, es imprescindible aceptar la invitación de abandonar miedos o prejuicios, de modo que podamos tomar contacto con aquellas “semillas de verdad” que subyacen en otras perspectivas del mundo.

En síntesis, este nuevo fascículo de Huellas en papel presenta aquellos libros que susurran por detrás de una obra que nos convoca a comprender aquella máxima del libro de los Vedas: La Verdad es una, los sabios hablan de ella con múltiples nombres.

            Quizás en este y el otro lado del mundo podamos observar la realidad desde la mirada de lo tenue, y desde la experiencia espiritual del haiku serenamente vislumbremos, junto al poeta japonés Matsuo Bashō (1644-1694), esta nostalgia:

 

Las gentes del siglo

no contemplan las flores

del castaño cerca del tejado

 

Liliana Rega

Directora

Red de Bibliotecas de la USAL