Gramma, XXI, 47 (2010)
© Universidad del Salvador. Facultad de Filosofía Y
Letras. Escuela de Letras
Deleuze, el Arte, la
Literatura y el Crack Up
María Soledad Herrera e
Ingrid Terrile[1]
Nota del Editor
Trabajo presentado en la cátedra de Filosofía iii a cargo de la Licenciada Gilda
Musano. Ambas alumnas
cursan actualmente el tercer año de la Licenciatura en Letras.
Resumen: El Arte y la Literatura
son conceptos que tienen un papel central dentro del pensamiento deleuziano. En
varias de sus obras, Deleuze desarrolla, en forma directa o tangencial, su
visión particular de la Literatura. Pero es en Crítica y Clínica en el que
define sus conceptos más precisos sobre la Literatura, al elaborar una serie de
ensayos que dedica a «su canon personal» de escritores.
Su interés en Scott
Fitzgerald se centra en la obra Crack up, en la que el filósofo ve expresados,
en la forma literaria, varios puntos de contacto con su sistema de pensamiento
filosófico. A través del análisis deleuziano de esta obra, emerge una buena
parte de los conceptos fundamentales que atraviesan el mundo filosófico de
Deleuze.
Palabras clave: Deleuze, Arte,
Literatura, Scott Fitzgerald, Crack
up.
Abstract: Art and Literature are concepts that have a central
role in Deleuze’s thinking. In several of his written works, Deleuze develops,
directly or indirectly, his particular vision of literature. But it is
especially in Critique et Clinique that he defines his most precise concepts
about literature, when he elaborates a series of essays on «his personal
cannon» of writers.
His interest in Scott Fitzgerald is focused on his
book Crack up, in which the philosopher finds several contact points between
Fitzgerald’s literary expression and his own system of philosophical thinking.
Through Deleuze’s analysis of this book, an important part of the fundamental
concepts that define his philosophical world emerges.
Keywords: Deleuze, Art, Literature, Scott Fitzgerald, Crack up.
Introducción
Deleuze
consideró el Arte y, sobre todo, la Literatura como dos importantes objetos de
reflexión. En 1993 escribe el libro Crítica y Clínica, dedicado a ensayos que plantean un análisis diferente de la
Literatura.
Para
el filósofo, escritores como Proust, Kafka, Carroll, Zola y Fitzgerald, entre
otros, se constituyen en algo así como su «canon personal» y le brindan, a
través de sus escritos, un interesante material de estudio que muchas veces
funciona como espejo de sus pensamientos
y otras veces sirve como una luz de su particular modo de ver la vida.
En
este trabajo monográfico, queremos exponer cuál ha sido la visión de Deleuze
respecto de las manifestaciones artísticas, de la Literatura y de Scott
Fitzgerald en su conocidísima obra Crack Up.
Deleuze y el Arte
Las
menciones y reflexiones sobre el campo artístico abundan en la producción
deleuziana. El término «arte» aparece, ya, en su definición de filosofía: «el
arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos» (Deleuze, 1993, p. 8).
Reconoce así, desde un inicio, que la Filosofía
es, sobre todas las cosas, creación.
Por
eso, Deleuze explica en su conferencia de 1987: «Un creador no es un ser que
trabaja por el placer. Un creador no hace más que aquello de lo que tiene
absolutamente necesidad», y destaca además la palabra resistencia. El filósofo
crea no porque sí, sino cuando hay necesidad de un concepto, pero siempre que
aparece una noción nueva está, además,
la idea de resistir a algo.
Más
adelante, aclara en esta misma conferencia que «la obra de arte no es un
instrumento de comunicación, porque no contiene la mínima parte de información.
Por el contrario, hay una afinidad fundamental entre la obra de arte y el acto de resistencia». Y concluye con una
idea terminante sobre el Arte: «El Arte es la única cosa que resiste a la
muerte». Podemos entender, desde esta
perspectiva, la importancia de la Literatura como sustrato de su especulación.
John Marks (1998) agrega otras palabras clave
en la interpretación deleuziana del Arte tales como «territorialidad» y
«animalidad».
Philosophy
and art are frequently motivated by a certain becoming-animal. On one hand this
is because, as mentioned already, art in its most basic state is linked to the
notion of territory. On the other hand, art entails a special sort of
«athleticism» which expresses the breakdown of the organic body. Writing, in
particular, is a way of becoming non-human… (p. 29).
[La filosofía y el Arte
están frecuentemente motivados por un cierto «devenir animal». Por un lado,
esto es así porque […] el Arte en su estado más básico está relacionado con la
noción de territorio. Por el otro lado, el Arte conlleva una especie de
«atletismo» que expresa la ruptura del cuerpo orgánico. Escribir, en
particular, es una manera de devenir «no-humano»…]
Deleuze
sigue introduciendo un detallado análisis sobre el tema en casi todos sus
libros. En Qué es la filosofía (1993) considera junto con Guattari que El Arte es lo único que conserva y se
conserva. Observan que la relación entre el Arte y el objeto está caracterizada
porque este último se independiza de su modelo, así como del espectador o del
oyente, y también del creador puesto
que, «por la autoposición de lo creado que se conserva en sí […]. La obra de
arte es un bloque de sensaciones, es un compuesto de preceptos y de afectos
[…]. La finalidad del Arte es […] extraer un bloque de sensaciones, un mero ser
de sensación» (pp. 164-168).
Deleuze y la Literatura
Dentro
del campo de las Artes, Deleuze le dedica un espacio especial a la Literatura.
Siente, entiende que ella está íntimamente ligada a vida. Y para comprender
esta estrecha relación debemos ser capaces de interpretar qué significa vida
para el filósofo. Este concepto está claramente vinculado con dos palabras
fundamentales: inmanencia y singularidad. En este punto, Deleuze deja ver su
influencia Nietzscheana. Parr (2005) explica al respecto:
Deleuze’s use of the concept of «life» in his reading of Nietzsche is
neither biological nor humanist. Life is neither matter (as in biologism) nor
the proper form or end of matter (as in humanism or vitalism). Life is a power
of singularization; a power to create difference (p. 179).
[El
uso que le da Deleuze al concepto «vida» en su lectura de Nietzsche no es ni
biológico, ni humanista. La vida no es materia como en biología ni lo propio de
la forma de la materia (como en el vitalismo y el humanismo). La vida es el
poder de singularización; un poder para crear diferencias.]
En Lógica del sentido (2005), Deleuze dedica un capítulo a las singularidades:
[…] lejos de ser individuales
o personales, presiden la génesis de los individuos y de las personas; se
reparten en un «potencial» que no implica por sí mismo ni Moi ni Je, sino que los
produce al actualizarse, al efectuarse, y las figuras de esta actualización no
se parecen en nada al potencial efectuado (p. 90).
Por
lo tanto, lo que el filósofo remarca es que la singularidad no puede pensarse
como individualidad. Y si bien los personajes no son generales ni imprecisos,
en la Literatura, ellos sobrepasan estas limitaciones y se elevan
para tener otra visión, que los arrastra a lo indefinido.
Podemos
entroncar esto último con otro concepto clave
para
Deleuze cuando habla de Literatura: el
de devenir, palabra que impregna más de un campo dentro de su filosofía. «No se
está en el mundo, se deviene con el mundo…» (Deleuze & Guattari, 1993, p.
173).
En su ensayo La
Literatura y la vida nos explica
que la escritura no puede separarse del devenir. La Literatura se aferra a esta
noción: «escribiendo, se deviene —mujer, se deviene— animal o vegetal, se
deviene —molécula hasta devenir— imperceptible» (Deleuze, 1996, p. 5). Y estos
aconteceres, nos dice, se eslabonan unos con otros o coexisten en todos niveles
(pp. 5-6).
Tomando las palabras de
Proust, el escritor inventa una nueva lengua, como si fuera una lengua
extranjera, lleva hasta los límites la sintaxis y las estructuras gramaticales,
«saca a la lengua de los caminos trillados, la hace delirar» (Deleuze, 1996, p.
3) y encuentra el devenir, no en haber alcanzado una forma sino en lo que él
llama una zona de vecindad un «entre», imperfecto, inacabado. Es en esta zona
indefinida en la que debemos buscar la Literatura (p. 6).
Un escritor no es aquel
que escribe historias personales. Marks (1998) cita a Nick Millett en The Trick
of Singularity y dice que, para
Deleuze, ellos son los médicos de la
sociedad, los únicos capaces de leer signos de una manera innovadora. «Su
trabajo es vital antes que comunicativo […] Ellos inventan formas de vivir, de
sobrevivir, resistiendo y liberando la vida» (p. 125).
El escritor es aquel que va más allá de
plasmar recuerdos, es el que llega a esa
zona de vecindad porque ha «visto», como si fuera una especie de visionario
(Deleuze, 1996, pp. 6-9). Y esto se hace
posible porque el libro y la Literatura se consideran dentro de un
sistema no binario sino rizomático, según así lo define junto a Guattari en su
libro Mil mesetas (2002).
El rizoma, su propio
modelo epistemológico, se dispone a reconocer las multiplicidades, los
movimientos. La unidad estaría en lo múltiple únicamente como una sustracción
de este, como n-1. Aunque pueda arborificarse en determinados momentos, no es
sin embargo, de forma alguna, una arborificación. El rizoma, distintamente de
los árboles y sus raíces, se conecta de un punto dado a otro punto cualquiera,
poniendo en juego regímenes de signos muy diferentes. Está hecho de líneas:
tanto líneas de continuidad, cuanto líneas de fuga.
Desde este modelo
teórico, Deleuze y Guattari nos definen el libro y la Literatura. El libro
según esta visión no tiene ni objeto ni sujeto, está conformado de velocidades
diferentes. En él hay líneas, líneas de fragmentación, de segmentaridad de
territorialidades y, también, líneas de fuga. En su descripción del rizoma
distinguen tres tipos de líneas, unas más determinantes y otras más complejas.
La primera línea que los compone es la de la segmentaridad dura, que nos
recortan y nos direccionan de un lado a otro. Son los segmentos duros
predeterminados socialmente como escuela, familia, ejército, sobrecodificados
por el Estado. Las segundas líneas son las de segmentación flexibles o
moleculares, las que hacen desvíos, delinean impulsos o caídas, no codificados,
devenires, flujos liminares que también están en el plano de la realidad. El
tercer tipo de línea, es una línea de gravedad, de fuga, de ruptura, abstracta:
Se produce una ruptura, se traza una línea de fuga,
pero siempre existe el riesgo de que reaparezcan en ella organizaciones que
reestratifican el conjunto, formaciones que devuelven el poder a un
significante, atribuciones que reconstituyen un sujeto… (p. 15).
El rizoma se rompe, cada
vez que de las líneas segmentarias surge una línea de fuga que pertenece
también al rizoma (pp. 9-29). Y, dado que el libro es un rizoma, tampoco tiene
objeto. El concepto de multiplicidad es el fundamental, se ha perdido el mundo
binario, estructurado en oposiciones. En el rizoma, todo es principio de
conexión y heterogenicidad, «cualquier punto puede ser conectado con cualquier otro, y debe serlo. […] En él no hay puntos o posiciones […]. En un rizoma
sólo hay líneas» (p. 13).
Por eso, nuestra
existencia transcurre entre este enmarañamiento de líneas, siempre un lugar
indefinido, «en medio, entre» (p. 23). Y, de la misma manera, el libro no puede
considerarse la imagen del mundo, sino, como Deleuze y Guattari dicen, «hace
rizoma con el mundo» (p. 16).
Deleuze y el Crack Up de Fitzgerald
Desde este punto de
vista, de la comprensión del ser humano y la vida misma como un rizoma
atravesado por líneas de flujo duras y, sobre todo, por esas líneas de ruptura,
de fuga, Deleuze analiza Porcelana y volcán, la magnífica novela de Fitzgerald. En ella, el autor nos muestra una
angustiante visión de lo que él llama el Crack up en su existencia. Palabra esta que no se ha podido traducir con un
sentido pleno en ningún idioma, de una rica polisemia e indefinición que ya la
está definiendo por sí misma. El Crack up podría interpretarse como el «derrumbamiento»; Fitzgerald nos cuenta
su experiencia personal del desmoronamiento de su vida, sumergida en el
alcohol, la esquizofrenia de Zelda, su mujer, el quiebre de la bolsa en los años ‘30, la pérdida de su
prestigio, de su posición social y, fundamentalmente, de su talento.
Deleuze
se ve fascinado por la capacidad de Fitzgerald de poder describir este proceso.
«Pocos textos tienen este irremediable carácter de obra maestra, y de imponer
silencio, de forzar un asentimiento aterrado…» (Deleuze, 2005, p. 129) y, por
eso se cuestiona en Porcelana y Volcán
por
qué Fitzgerald llega a esta autoinmolación (p. 129-135). Encuentra la pregunta
y la respuesta en la grieta, la fractura, que determina la línea de
fuga. Esa grieta, que nos dice «no es ni interior ni exterior, está en la
frontera, insensible, incorporal, ideal, tiene relaciones complejas con lo que
sucede en el interior y en el exterior» (p. 129).
Fitzgerald
fue considerado un pintor de excelencia de lo que se denominó la generación dorada
norteamericana, si bien fue también criticado por la superficialidad con la que
describía a los jóvenes hombres y mujeres de su época.
Sin
embargo, el Crack up constituye, como grieta, un límite, pero
también, como profundidad, un derrumbe. En esta obra vemos a un autor
desgarrado, casi escindido, que en palabras de Glenway Wescott (1941) escribe
lo que será: «una autoautopsia y un sermón de funeral».
La
grieta sobre todo rompe la inercia, despierta, compromete, desafía el lugar en
el mundo donde se encuentra el artista. Pero sobre todo resiste su pasado, lo
que fue, y lo que no pudo ser, el nombre de su resistencia será el derroche.
Y de este modo, sus
palabras se transforman más que en un epitafio, en un manifiesto, el manifiesto
de la fuga. Fitzgerald se ausenta de los lugares que solía recorrer, de sus
afectos, y se reinventa y así afirma las palabras de Deleuze, «la Literatura
sólo empieza cuando nace en nuestro interior una tercera persona que nos
desposee del poder decir Yo» (1996, p. 2).
Por otro lado, su obra es
también la destrucción de la máscara, la que presentaba ante el mundo como el
escritor exitoso. Sin embargo, es consciente de lo doloroso de ese proceso, del
desgarramiento que produce, y de los costos de andar a cara descubierta, y por
eso, crea una sonrisa y una voz a medida de las circunstancias.
Así esta grieta se
va internando, profundizando y,
metafísica e incorporal, es «el lugar y el obstáculo del pensamiento, la fuente
y la desecación de su pensamiento, el sentido y el sinsentido» (p. 131) a los
que llegan Fitzgerald con el alcohol, y Artaud, con la esquizofrenia.
Desde este punto de
vista, el alcoholismo es, sobre todo, un efecto que consiste en vivir en dos
tiempos simultáneamente, el de la ebriedad y el del otro momento, que es el de
los recuerdos de la vida sobria pero también del proyecto futuro. En esta
embriaguez dionisíaca, todos los tiempos se confunden. Esta es la línea de fuga
que busca Fitzgerald en el alcohol, y que también se halla presente en la
locura, en el suicidio y en la droga, es la grieta que ha penetrado el cuerpo,
pero que hace posible la experiencia de ese rizoma, ese vivir en la zona de
contacto, «en medio», «entre», nunca en un territorio definido, la experiencia
de la desterritorialización, donde solo hay multiplicidad, lo individual y la
binariedad han desaparecido, donde se permite la captación de «la verdad eterna
del acontecimiento» (p. 129-135).
Deleuze termina su ensayo
Porcelana y Volcán con una visión positiva, aquella de no querer renunciar a la esperanza
de que estas «revelaciones», a las que se llega a través del alcohol o la
droga, puedan alcanzarse desde un cambio revolucionario en el seno mismo de la
sociedad, sin necesidad de recurrir a ninguna sustancia (p. 135).
Henri Laborit, biólogo y
escritor francés, nacido en Saigón, en su libro Éloge de
la fuite (1976) hace un planteo
con grandes similitudes al pensamiento deleuziano:
Se révolter, c’est courir
à sa perte, car la révolte si elle se réalise en groupe, retrouve aussitôt une
échelle hiérarchique de soumission à l’intérieur du groupe, et la révolte,
seule, aboutit rapidement à la suppression du révolté par la généralité
anormale qui se croit détentrice de la normalité. Il ne
reste plus que la fuite. Il y a plusieurs façons de fuir. Certains utilisent
les drogues dites «psychotogènes». D’autres la psychose. D’autres le suicide.
D’autres la navigation en solitaire. Il y a peut-être une autre façon encore
fuir dans un monde qui n’est pas de ce monde, le monde de l’imaginaire. Dans ce
monde on risque peu d’être poursuivi. On peut s’y tailler un vaste territoire
gratifiant, que certains diront narcissique (p. 8).
[Rebelarse significa arruinarse con las propias manos, porque la
rebelión, si es actuada en un grupo, reconstruye inmediatamente una escala
jerárquica de sumisión en el interior del grupo, y la rebelión solitaria lleva
rápidamente a la supresión del rebelde por parte de la generalidad anormal que
cree detentar la normalidad. No queda sino la fuga. Hay diversos modos de huir.
Algunos se sirven de drogas psicógenas. Otros de la psicosis. Otros del
suicidio. Otros de la navegación solitaria. Quizás, hay otro modo todavía: huir
en un mundo que no es de este mundo, el mundo de la imaginación. Aquí, el
riesgo de ser perseguido es mínimo. Se puede recortar un vasto territorio
gratificante que algunos llamarán narcisístico.]
Conclusiones
Deleuze encuentra en el
Arte, la Filosofía y la Ciencia los verdaderos campos de la creación. El
filósofo verdadero es aquel que crea conceptos, así como el verdadero artista
es el que crea preceptos.
Por lo tanto, Arte y
Literatura son una manera de acercarnos a la verdadera vida, de poder
contactarnos con ella, desde otros espacios porque somos seres atravesados por
líneas de fuerzas que en su continua intersección y ruptura, van generando
nuestro existir que solo puede entenderse como devenir. Es el artista, a través
de la creación, el que encuentra, entre todas estas líneas, la línea de fuga
vital para la resistencia, para llegar a esa zona de transición donde habitan
el Arte, la Literatura y, sobre todo, la vida, aún con el riesgo de caer en la
grieta, en la constatación de que esa fuga puede confundirse con un camino de
autodestrucción como ocurre en Fitzgerald, como ocurre con la embriaguez del
alcoholismo o las drogas.
Así, la Literatura es un
modo de no perderse en esta fuga, de entrar en esos otros territorios, de
permanecer y resistir a la muerte.
Referencias Bibliográficas
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Creación» Conferencia de Gilles. Deleuze en la cátedra de los martes de la
fundación Femis. Recuperado 3 nov. 2010:
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Parr,
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[1] Ambas son estudiantes de la Licenciatura en Letras en la Universidad del Salvador.
Fecha de recepción: 12-11-2010. Fecha de
aceptación: 19-12-2010.
Gramma,
XXI, 47 (2010), pp. 293-299.
©
Universidad del Salvador. Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de
Investigaciones Literarias y Lingüísticas de la Escuela de Letras. ISSN
1850-0161.