Luis Manuel Pérez Boitel*

 

Tabla de salvación

 

en la pátina del sitio, grotesco queda el aliento,

el aliento del encalabozado, del suicida,

que ha visto con sus propios ojos la noche caer sobre su cabeza.

que ha visto dividir el tiempo en esos raros amaneceres

en la isla. cerrar del todo la puerta

es un acto para el que no tiene cabida fuera de ese

paisaje que se han inventado los hombres.

Eida tenía pasión por esos raros bergantines

que se hacen como tabla de salvación,

para estos horizontes. yo sigo creyendo en que el mar

es una pieza única para guardar el silencio, un algo.

no hay mayor precisión que sentir el viento

a barlovento cruzar a contraluz, especie

de islas pequeñas, islas diminutas

para el que no logró alcanzar el tiempo real,

la puerta como salida definitiva, como tabla

flotante sobre estos versos. Eida,

que ahora no me escucha conoce de ese fingimiento,

ahora guillotinado por las palabras,

por los hombres que vinieron después por creerse

diminutos héroes de la contienda, y empezaron

a escribir contra los poetas. difumino la luz,

a contraluz, si queda algo de luz. tabla también de salvación,

escondrijo para el que solo vino a confirmar

con silencios y palabras lo que había a favor

y en contra de estos amaneceres que ahora

quedarán sobre tu cabeza. es usted un viajero incontinente

por estos pasillos, a la deriva. en la pátina del sitio, sepa de una vez

que ya no hay nada que buscar.

 

Mapamundi

 

Ahora será el momento de volver

al dibujo de la ausencia mítica.

Lina de Feria

 

todavía tengo el ecuestre

salto sobre el mapamundi.

una sensación de dicha

he visto en los ojos de aquella muchacha

gris como la tarde, una rara

progresión que la soledad depositó

en nuestra manos. duro es el

oficio. estos paisajes. la vendimia.

aunque no seamos el mejor celador

que golpea la piedra y nos regale

figurillas de un extraordinario merecimiento,

a mansalva de estos días tuyos,

daguerrotipo que no pudo quedar

entre el graffiti de un andén, en ese rostro

estatificado del que simplemente está esperando

el salvoconducto, estos días en que con toda intensión

uno se hace un sueño y solo ve

que amanece en los tejados colindantes

pero el sueño no se hace realidad, es un sueño

fatuo, mínimo para estos veranos. y uno

escribe un poema que delata la tierra

que ronda tu cabeza, el lugar exacto

del crimen, la casa misma, el mapamundi,

la hora en que vas a morir. difícil estación

para el que no vio del lado de la sombra

las manos temblorosas que nada saben

del invierno y mucho menos que nada

saben de la muchacha temblorosa también,

que lleva unos versos a la ciudad, a contracorriente,

unos versos donde se definía lo agónico,

una especie de tauromaquia donde la desolación

es un sueño más, y uno solo ve que amanece

en los tejados colindantes, y que el tren

llega al punto exacto del andén donde

no quedaría más remedio que despedirse,

mientras Lina afirma que ahora será el momento

de volver al dibujo de la ausencia mítica, sigo

creyendo que no hay en verdad una distancia

para sostener esos lances de fe,

que es demasiado para un cuerpo

el inequívoco salto ante la turba

y la soledad, para inventarse un poema

de amor para Sebastián y allá donde llega

supuestamente el tren, donde una mujer

desconsolada busca a su hijo con su levita

y sus brazos temblorosos como diciendo

adiós, como diciendo hemos llegado, la suerte

está echada, ven hijo mío, ven a mis brazos

que no conciben más lealtad que esta,

mayor perfección que esa mirada de angustia

y amor que marca el encuentro, el poema se detenga

en esa

ausencia

mítica.

 

Un minuto de silencio

 

quién sabe si un sueño es una casa dispuesta, desvanecido consuelo de

mi madre que mira la alcantarilla que hace la nada, la insoluble nostalgia

de los retratos, ya sobre el ocre sin fin. aquí nadie pupo decir mirando el

rostro del que parte, se parece a Julián del Casal. pero no es esta la casa,

ni el país, ni el reclamo de ese sueño que tal vez fue un día tuyo, pues lo

dejaste escapar como van esos escolares imaginando ahora mismo belfos,

la imposible calle que se desdibuja con sus contradicciones, en su

aparente

alumbrado público. pudiera ser el refugio el gran sueño después

de una extraña temporada, para que digan de una fecha histórica,

aparente

e inusual como el día de un cumpleaños, esta es la casa posible, el

tiempo posible. de no existir, no existirías tú, ni el escolar que una vez

se perdió por estas avenidas y regresó feliz, aparentemente. se parece a

Julián del Casal; ahora, bajo la llovizna, en el almendro, alguien habla

de una casa edificada contra toda palabra (la dureza de la palabra, la

palabra misma distante de la casa, el país sonoro) donde mi madre pueda

ir y venir entre la escasez y el verano interminable frente a esas fotografías

donde éramos felices, tal vez, donde sólo con extender los brazos

hacías la ciudad tuya. quién sabe si la espera es una casa distante o una

casa más simple, dibujada en un papel, bajo una palabra profética y uno

regrese a la desolación, a un cuarto mínimo, a un minuto de silencio.



* Poeta nacido en Remedios, ganador de numerosísimos premios. Entre los últimos: Primer Premio Internacional de Poesía en La Pereza (Estados Unidos); Premio Internacional de Poesía  Manuel Acuña en Lengua española (México); Premio a la Trayectoria de la Sociedad de Escritores Latinoamericanos y Europeos (Estados Unidos).

Correo electrónico: boitel@cenit.cult.cu.

Gramma, XXVI, 54 (2015), pp. 

© Universidad del Salvador. Facultad de Filosofía y Letras. Área de Letras del Instituto de Investigaciones de Filosofía y Letras. ISSN 1850-0153.