NOTA EDITORIAL.
El Derecho como expresión activa de una comunidad histórica y política es
susceptible de ser modificado y, en ocasiones, las sociedades evolucionan
proyectando cambios necesarios y fructíferos; sin embargo, lo particular y
contingente de la naturaleza humana no empece a que reconozcamos la existencia
de ciertos principios y valores que, a la luz de lo que nos enseña la experiencia histórica, deberían permanecer
perennes o, cuanto menos, inmarcesibles en el contenido que hace a su esencia.
En tal sentido,
Con motivo de la reciente sanción
del nuevo Código Civil y Comercial para nuestro país, hemos querido reflexionar
sobre dos de aquellas sabias máximas: el retorno a las fuentes y el universalismo
que nos invita a comprender y asumir las distintas expresiones humanas
–religiosas, culturales, históricas, etc-. Ciertamente, una legislación que
innova sobre la base de esta última realidad, no por ello, debe renegar de sus
fuentes e ignorar los precedentes que le dieron vida, toda vez que, del
conocimiento de lo acontecido en el pasado, también se nutre la identidad
individual y social que nos permite alcanzar el tan ansiado bien común.
Entendiendo la importancia de
estas ideas, en este número de Aequitas, quienes escriben nos invitan a
aunar la tradición jurídica de la legislación civil, encarada en un lúcido
estudio sobre
Finalmente, con pesar recordamos que el pasado 18
de agosto ha partido hacia la eternidad quien se desempeñare durante el período
María Eleonora Cano
Directora Revista Aequitas.